Capítulo 79

"La forma más rápida de cambiar es convivir con personas que ya son como quieren ser"


Aún con el sol de Alola, Ash siente el sudor frio sobre su nuca. A pesar del "sí" rotundo a continuar con sus planes, el virus se extendió en el grupo. Esta vez no se planteó que el hormigueo en su estómago era emoción por su aventura. "¿Así se siente el miedo?", pensó Ash. Echó un vistazo alrededor, y no pudo más que encogerse de hombros por el silencio a su alrededor. Era como si su energía hubiera sido absorbida por el agujero negro que Nanu hizo aparecer. Luz y Pikachu se mantenían alerta incluso en la ciudad. El próximo barco a la isla de Poni saldría la mañana siguiente, y la espera parecía asfixiar a sus compañeros de viaje. Solo Iris parecía inmune. Se mantenía sonriente, fijándose en los negocios y el gentío, paseándose despreocupados por una ciudad en calma. Se encontró con la mirada de Yazir, y por primera vez, la mantuvo fija en él. Se le hizo extraño que por su cabeza no pasara reproche por su presencia. Aunque su expresión no se inmuto, entendió que estaba pensando en la seguridad de los demás, cuando dejó salir a su Crobat, pidiéndole que vigilara el cielo por ellos. Hizo rondas sobre sus cabezas y en las calles circundantes. Hubo un momento en que apareció ante Yazir y señaló a un par de tipos que vestían ropa holgada y llevaban piezas de joyería exuberante al propio estilo del Equipo Skull. Aunque fuera una falsa alarma, el pokémon se llevó una palmada en su cabeza, y regreso a su labor.

—Por ahora estaremos a salvo —mencionó Yazir rompiendo el silencio, mientras se acercaban a la entrada del Centro Pokémon—, no creo que vengan a atacarnos tan directamente, sabiendo que Anabel anda por los alrededores y estamos alertas a su presencia. Saben que acabamos de pelear con sus fuerzas combinadas en Pueblo Po. Sería un desperdicio de recursos. Además, hacerle frente a un ex miembro del Frente de Batalla a la ligera terminaría mal.

—Bien por nosotros. —declaró Ritchie.

Ash se condujo hasta la habitación que compartía con Gary, y se tumbó en la cama. Pikachu lo imitó, sin emitir queja por no salir a entrenar por las tarde, como de costumbre. Miró por la ventana. El Crobat de Yazir escaneó su habitación. No reparo en su comportamiento acosador. Tampoco en que Gary no estaba allí. Observó al pokémon hasta que se adentró en los bosques aledaños.

"Tranquila Serena, yo te protegeré", pensó; no obstante tomó unos segundos para sentirse estúpido. ¿Cómo podría mentirle a la cara? Deseó poder hacerlo con el mismo cinismo con el que mentía de niño, incluso cuando se trataba de Gary. Hace años, cuando la última noche en el campamento Oak devoró su última ración de smores; le hizo creer que un Ratatta se las había llevado con su Ataque Rápido. El pequeño Gary hizo un berrinche, aclamando que esos pequeños pedazos de masa unidos por el chocolate y los malvaviscos resolvían todos sus problemas. Aunque para Ash, ese lugar lo ocupan las oreos. Buscó en su bolso, a los pies de su cama, pero recordó que se le habían terminado la noche anterior, después de haberse salvado de la explosión de Pueblo Po.

Sí. Lo están bombardeando por todos lados.

¿Qué pasó con los días apacibles de hace algunos meses? Cuando paseaban por el paraíso tropical descubriendo nuevos pokémon, riendo despreocupados. Cuando el cabello de Serena lo movía la brisa salina, y podía disfrutar el olor de la vainilla de su crema para la piel. Cuando Gary se detenía a hacer anotaciones en su libreta por las formas alola, y estudiar cómo era posible que un insecto utilizara una bufanda, mientras Lillie le explicaba la historia de como las tejían. Cuando celebraban su cumpleaños, y Serena apareció entre las escaleras de la casa del Profesor Kukui. Justo cuando finalmente comprendió que Serena era su chica especial. Su mente de repente se llenó de rosa. Sus pensamientos se pasearon por los recuerdos de Serena. Se permitió recordar con lujo de detalles su sonrisa en el escenario; todas las que le dedico; el baile de Kalos, incluido el de hace unos días. La bestia que sintió en la playa, pareció dominarlo, y solo quería a Serena, y sus besos. Sintió vergüenza, o al menos, eso parecía. Y por primera vez, quería protegerla de verdad. Disfrutar los últimos días en la región a su lado.

Pero cómo disfrutar, cuando sus vidas están en peligro. ¿Sería capaz de dormir sabiendo que supone un peligro a sus amigos? Se dedicó a repasar en su memoria todo lo que sabía de enemigos. Mewtwo los ayudo a derrotar a Giovanni, líder del Equipo Rocket, cuando intento controlarlo. Y ya conoce a sus secuaces hasta el hartazgo; aunque no son los únicos, por supuesto. Están los mismos que intentaron apoderarse de Latios y Latias, guardianes de la joya alma; escuchó de buena fuente que intentaron apoderarse de otro de los pokémon legendarios de Jotho, a parte del poder de Lugia en las islas naranja. Colaboraron con los científicos de Plasma para capturar a los guardianes de Unova. En Hoenn, el Equipo Aqua y el Equipo Magma soñaron con un mundo utópico, aunque absurdo en sí mismo. Resultó ser que Archie y Maxie eran un par de viejos que alguna vez fueron compañeros, y también soñadores innatos, hasta que dicha creencia los separo. Su rivalidad los llevó a descubrir la existencia de los pokémon legendarios, descrito en los muros de la Cueva del Origen. Esa fue la única vez que sintió miedo de verdad, cuando Pikachu resultó poseído por el orbe azul de Groudon, en su batalla y posterior enfrentamiento con Kyogre. En Sinnoh fue testigo de la creación del universo de la mano de Dialga y Palkia, y el Mundo Distorsión, que mantiene un equilibrio constante en ellos, gobernado por Giratina. Recordó el rostro inflexible de Cyrus cuando entró a ese lugar, antes de que fuera destruido por sus creadores, lo que selló el final de Equipo Galaxia. Recordó con claridad como el Equipo Flare por poco y tuvo éxito en su intento por construir un mundo hermoso, destruyendo a la humanidad en el proceso. Fue testigo, por vez única de muertos y heridos en toda aquella situación. No podía creer lo peligrosas que eran las fuerzas de los titanes dormidos que dieron forma al mundo, tal cual lo conoce. En cada ocasión, sintió el alivio cuando todo acababa, y dejar atrás a los hombres y mujeres que intentaban dominar a la naturaleza, cuando es imposible luchar en su contra. Hoy, gracias a ellos comprende que aquello que nos obsequia el mundo, sin importar cuantas precauciones o el engaño de poder controlarlas, nos lo acabará quitando la arrogancia. Incluso aquellos que afirman que vivir en el cielo es lo más apacible que hay, pues incluso las nubes, pueden ser de tormenta. La tierra se agita. O el mar crece.

Pudo sentirlo con claridad. Reprochó a aquel joven ingenuo, que alguna vez pensó en pelear por proteger a los "pokémon", si es que se puede llamar así a la naturaleza. En aquel momento parecía lo correcto, es decir, ¿cómo ignorarlo? Es seguro que todos ellos lo vieron como un niño idiota, indefenso y absurdo, que sueña con derrotarlos. Y de alguna manera es cierto. Nunca fue capaz de acabar con ellos solo. Y pensó que así estaba bien. Contar con amigos es lo mejor que puede ocurrir, e incluso, con que los propios pokémon estuvieran de su lado. Eso, o que simplemente escogían ignorarlos y acabar ellos mismos el trabajo. Lo único cierto era que esta vez, los pokemon legendarios no lo ayudarían. Por fortuna ninguno de ellos controla alguno en palabras de Yazir, pero no los hace menos peligrosos. Y ahora, también estaba el asunto de Cosmog. Si algo aprendió en su viaje, era que las leyendas surgen con una parte de la verdad. A juzgar por la mueca en el rostro de Gary cuando lo contó, hablaba en serio.

Se giro, clavando los ojos en la puerta. Debía pensar una manera de ayudar. Los quería a todos a salvo. ¿Será que finalmente Yazir tenía razón, y debía entregarse para acabar con esa pesadilla? ¿Realmente así sería?

Yazir comenzaba a tener razón.

Pikachu quitó la mirada de su entrenador cuando escuchó a Serena acercarse a la habitación, y girar el picaporte.


A miles de kilómetros de Alola, N charlaba con Clemont en la sala del gimnasio de Luminalia. El joven inventor lo miraba perplejo. Tenía la misma cara cuándo aprendió que un triángulo tiene 180 grados a nivel interno, o que la electricidad se podía transformar en información dentro de una computadora o un robot. La idea era emocionante. Bueno o malo, en ello se basaban sus inventos. En la precisión de las matemáticas, sin dejarse desanimar por los constantes fallos. Al escuchar su explicación, sintió cosquilleos en su cabeza, iguales a los milimétricos sonidos de un reloj. Buscaba puntos flacos en sus palabras, y aunque quería descartarlo con pruebas irrefutables, todavía cabía un espacio para la duda. Toda la historia de que fue rey del antiguo Equipo Plasma, parecía un disparate, pero su increíble descripción de Ash, y sus historias, definitivamente tenían coherencia. O al menos, con lo que sabía de Ash.

—¿No me crees? —preguntó N.

—Claro que te creo. En las noticias dijeron que estaban en Alola, y vi como Ash salió de esa explosión. Y tú lo estás confirmando —explicó Clemont—. No tengo más que mirar alrededor para entender que los problemas lo persiguen allá donde vaya. Conociéndolo, ya está metido en un problema gordo.

—Sigo la pista de Gethis desde que lo ayudaron a escapar de la prisión en el cuartel general de la policía internacional —comentó—. Aun conservo buena parte de mis contactos en el Equipo Plasma. No tardó en ponerse en contacto con los ancianos, aunque solo un puñado acudió a su llamado. Corrieron los rumores de que fue el líder de otra de estas organizaciones criminales los que ayudaron a que todos se fugaran. Ademas, ese viejo cascarrabias es muy astuto. Le perdí la pista entre los tumbos que daba para llegar a Alola sin levantar sospechas. Una chica me dio su paradero hace algunos días. No mucho después de perder contacto, ocurrió el incidente en Pueblo Po. El rastro más cercano al último paradero de Ash es aquí, por eso vine.

Clemont se levantó de su escritorio y cogió el teléfono de casa, y empezó a teclear con los nudillos varios números.


—Sí —respondió Brook con seriedad. Continuó asintiendo y murmurando afirmaciones escuetas—. Entiendo. Por supuesto que iré. Me pondré en contacto con ella, no te preocupes. Gracias por avisar.

Brook salió disparado, quitándose el delantal. Corrió directo a la Residencia Ketchum. En el trayecto se pensó dos veces si decírselo a Delia. Está seguro de que nunca supo los peligros que Ash enfrentó en sus viajes. O al menos, hasta Sinnoh, qué supiera a conciencia. Por fortuna, su viaje lo hizo más fuerte. Demostró que no era el mismo crio que acudió a su gimnasio sin tener idea de como enfrentar un combate oficial. Se sintió orgulloso cuando lo miró a los ojos, y se encontró con un Ash diferente; maduro, de carácter fuerte e incluso, con una agudeza increíble para los combates. Quizás, solo le faltó aprender lo más importante, como una vez le dijo su padre cuando se hizo líder de gimnasio. El problema de ser fuerte no era otro que la estela de enemigos que dejas tras de ti. Como líder de gimnasio, lo entendía. Probablemente, muchos lo odian por el sufrimiento que causa a los entrenadores a los que derrota. Con los años, se convenció a si mismo que sentirlo es lo correcto. El dolor y el sufrimiento forman parte de un proceso de crecimiento. Es lo que define a humanos y pokemon como seres vivos. Aunque hay odios tan fuertes que incluso buscan destruirnos, como las cabezas del crimen más importantes del mundo, Ash necesitaría ayuda si quería ganar. Y allí estaría para él.

Cruzó el umbral de la estación, a unos cuantos metros de Pueblo Paleta. Cruzó avenidas y callejones directo al hogar de Ash. Noto que las luces estaban encendidas, y la puerta estaba entre abierta. De inmediato se le hundió el alma a los pies. ¿Había llegado tarde? Cogió la pokebola de Steelix, y avanzó con cautela. Escuchó voces dentro de la casa.

—Ni una llamada. Nada. Ni siquiera un "mamá, estoy vivo". ¡Quién se cree que es para tenerme preocupada! Es que voy a coger un vuelo y lo voy a tirarlo de las orejas hasta que estén tan rojas que parezcan pomelos.

—Tranquilízate Delia —dijo Oak—. Me puse en contacto con Gary, y todos están bien. No está confirmado que haya sido el Equipo Rocket, o algún otro a parte del grupo local. Fueron a rescatar al Pokémon de Lillie y acabo por auto destruir su base. La policía ya se esta encargando.

—Lamento la interrupción —dijo Brook, tocando la puerta principal—, pero tengo noticias de lo que ocurre en Alola.

Escuchó a Delia pidiéndole seguir. El chico se sentó en la sala cuando Mr. Mine ya le servía un vaso de agua. Les contó rápidamente su conversación con Clemont. La expresión de Delia, si bien cuidaba su juventud, parecía cansada a medida que hablaba. Les explicó que las grandes mentes del crimen estaban en Alola, y lo que planeaban hacer a continuación no sería bueno para el mundo. Cuando llego a la parte de Ash y su rol en la batalla y encarcelamiento de varios de ellos, Delia comenzó a palidecer.

—De manera que estuvieron en el incidente de Ciudad Luminaria, las peligrosas tormentas en Hoenn, la crisis de Unova y fueron testigos de los poderes de Dialga y Palkia —murmuró Oak—. No sé si llamarlo suerte, o estar en el lugar equivocado en el momento apropiado.

—¿Estás bromeando, verdad? —suplicó Delia.

—Lo lamento mucho. —dijo el líder de gimnasio.

—¡Y lo dejaste hacer esas imprudencias!

—Ash es un entrenador más fuerte de lo que cree, señora Ketchum, y usted debería saberlo —dijo, hechando un vistazo a algunos de los trofeos que estaban exhibidos en la estancia. En especial, el subcampeonato de Kalos y el reconocimiento por haber superado la batalla de la frontera—. Es perfectamente capaz de cuidarse solo. Debíamos tomar una decisión, y quizás, gracias a que estuvimos allí, evitamos tragedias. No se preocupe, esta vez Gary esta con el, y por supuesto, yo también iré…

—Por supuesto que iras —señaló con ojos centelleantes—. A traerlo de vuelta.

—Usted sabe muy bien que no lo hará, no hasta que participe en el campeonato de Alola. —dijo Brook.

—¡No me importa, es más importante su seguridad! —bramó la mujer.

—Delia, piénsalo con cuidado —comenzó el profesor Oak en tono conciliador—,no podemos hacer eso —ella lo miró con cara de pocos amigos—. Si lo traemos de regreso, no solo cumplirán sus objetivos, sino que regresarán a por él, aún más peligrosos que ahora. Tenemos que confiar en Anabel y los muchachos, si queremos tener alguna posibilidad. Piénsalo. Si ya pudieron manejarlo antes y volver sanos y salvos, ellos tienen más probabilidades de lograrlo.

—¡Solo son adolescentes, es el trabajo de los adultos!

—Están calificados para llevarlo a cabo. Confía en tu hijo, como lo hicieron ellos, hace muchos años.

Delia apretó los nudillos. No le gustaba perder. Rogaba a diario para que Ash no heredase ese mal hábito de ella. En sus tiempos como entrenadora, en pocas ocasiones era derrotada. Quizás por eso, cuando era joven, le valió como presentación como una de las mejores miembros del Equipo Rocket desde los tiempos de Madame Boss. Por aquel entonces era una chica rebelde. No era una agente de campo, o al menos, no realizó muchos trabajos sucios. Cada cierto tiempo, los reclutas realizaban combates entre ellos para desempolvarse. Fue en esos eventos que Giovanni la nombró como parte de su equipo de agentes privados. Ella era su favorita, para su desagrado. Mientras se me adentraba en la organización, más entendía que estaba formada por carroñeros que disfrutaban del dinero que los pokémon podían proporcionarles. Fue allí cuando aprendió los orígenes del Equipo Rocket.

Madame Boss era la madre de Giovanni. Resultó en una mujer adinerada que, en su afán por obtener más poder, fundo la organización. Detestaba a los pokémon, por lo que su cría para ella solo representaba la oportunidad de venderlos, algo que no cambio mucho cuando Giovanni asumió el mando, a los diecisiete años. Pronto, hizo lo mismo con los entrenadores de Kanto. Entre sus hombres, la que más destacaba era Miyamoto, su mano derecha y jefa de personal, al mando de una unidad comando. Ella fue la encargada de iniciar la investigación del proyecto Mew, que Giovanni continuo cuando su madre le dejo al mando. La historia ya la había oído de un par de científicos con los que congeniaba, pero no le prestó demasiada atención. La única razón por la que estaba con ellos, era para hacer dinero e independizarse con el tiempo. Hasta el incidente de hace diecinueve años, cuando la primera y única derrota de Giovanni a manos de un solo hombre. Delia podía recordarlo. Sin duda, ese era el entrenador más fuerte del mundo.

—¡¿Por qué ese idiota nunca está?! Justo cuando lo necesito de verdad. —murmuró entre dientes Delia. Frotándose los ojos.

—No tiene que preocuparse. Ash volverá con bien, se lo prometo. —añadió.

—Yo también lo prometo.

Misty apareció de fondo. En su rostro Delia encuentra la pasión por el combate próximo y entendió, que lucharían porque así fuese. Otra vez, volverían a salvo.


May regresó con una carta entre las manos con el sello de las islas de Alola. Tan solo unos meses antes estuvo allí para relajarse y disfrutar el clima tropical junto con Ash y los demás, pero nada parecido reflejaba su rostro.

El consejo de coordinadores de Hoenn recibió una invitación formal como invitados especiales a la región tropical. Ya había escuchado rumores, desde luego. Se decidió que cada región enviara un representante, de entre antiguos maestros coordinadores, actuales maestros o personajes influyentes del espectáculo para la primera final celebrada en Alola, después de mucho tiempo organizando los campeonatos. Ella supuso, correctamente, que el consejo terminaría por enviarle la invitación. Wallace se encontraba ausente de la región, preparando la próxima liga de Hoenn, y como era de esperarse, como la más joven de los maestros de concursos, ella era la candidata más obvia. Sin contar además que como hija de Norman, y que su hermano participa en la liga Hoenn, era la candidata perfecta para representar a la región.

Todo eso estaba muy bien. Si no fuera porque trabajar en la playa, no era su pasión favorita. ¿Cómo podría evitar tomarse algunos días libres en ese paraíso? Soltó un bufido, que hizo saltar algunos cabellos de su frente. Entre el trabajo y la prensa, estaba de los nervios.

Entró en casa y repartió la correspondencia. La mesa ya estaba preparada para la cena. Solo estaban desocupados los puestos de Max y Norman. Reconoció la voz de su hermano en el jardín de casa, en medio de un entrenamiento de ataques coordinados, a pesar de que se tratasen de combates individuales. Alentando por su padre, Max considera oportuno ese tipo de entrenamiento porque, la mejor forma de fortalecerse, es si lo hacen combatiendo los unos con los otros, además de controlar su energía para evitar el desgaste. Recordaba como solo una risilla que interpretó como una burla, pero nada más alejado. Cuando le aclaro que solo le recordaba su viaje con Ash y las cosas que se le ocurrían en pleno combate. A pesar de fingir rudeza, pudo observar el rubor en el rostro de su hermano.

Norman por el contrario, pasaba más tiempo en casa desde que era maestra de concursos. Pasaba el final de la tarde, y en ocasiones la tarde entera, en los alrededores de su casa, a la expectativa. Es lo que May llamó el síndrome del padre celoso; agradece que lo haga desde la distancia. No está en sus actos públicos, persiguiendo potenciales pretendientes o vociferando órdenes a sus colaboradores, aunque una vez lo escuchó decir que todo aquel deseoso por ver a su hija, o entrevistarla, primero tendría que derrotarlo. Se aseguraba que, al menos, cuando estuviera en casa, nadie la molestara. En una ocasión derrotó a más de veinte reporteros y admiradores. Pequeños gestos que los reconciliaban, por el poco tiempo que compartieron cuando era niña. Comprendió al examinar el rostro de Norman y sus obligaciones, que ha llegado a comprenderlo.

Aunque no le da el lujo de reconocerlo. No se puede ser muy permisiva.

—¿Te enviaron la invitación verdad? —preguntó, tan siquiera ocupa su silla.

—Sí. —respondió en voz baja.

—Anda vamos, no pongas esa cara —comentó Norman—. ¡Es una buena oportunidad para que sigas ampliando tu imagen! Y mientras lo haces, serás el orgullo de esta región.

—No sé yo. —insistió May.

—No te crees capaz?

—Por supuesto que sí —exclamó May ofendida—. Es solo que me gustaría que el sitio no fuera tan relajante. Además, cada vez me dan más responsabilidades.

—Es lo que tiene seguir tus sueños May. Será cada vez más duro, pero estoy seguro de que puedes manejarlo. Eres mi hija, después de todo —explicó Norman, encendiendo la tele de la cocina a unos metros delante de ellos, colgado por una base extensible. La imagen transmite a la reportera Gaby, con los datos mas recientes de Pueblo Po—. Lo único que te pido es que no dejes el sitio donde se va a celebrar el concurso ni el centro pokemon. Aunque tengas escolta y la policía este en Alola, no te expongas.

—Por eso no te preocupes papá. Ya he estado allí y conozco la zona. No me queda mucho por ver.

—Llama a tu hermano, anda. Mamá no tarda en llegar.

Se apresuró a cumplir su orden. En el trayecto sintió el zumbido de su reloj inteligente, ligado a su pokenav. May decidió usar dos móviles a la vez, desde que se hizo maestra de concursos. El holomisor solo estaba destinado a llamadas de trabajo, y el pokenav, únicamente para amigos y familiares. En Alola, aprovechó la ocasión de compartirlo, así que asumió que sería alguno de ellos. Levantó el brazo izquierdo, y vio el nombre de Dawn.

—¡Qué cuentas amiga bella! —se adelanto May—. Déjame adivinar, te llego invitación a ti también.

—¿Puedes hablar?

May parpadeó al otro lado de la línea, en un corto silencio. May atravesaba el umbral del jardín. Max continuó absorto en su entrenamiento, pues no le estaba prestando atención.

—¿Qué pasa?

—Se trata de Ash —dijo Dawn.

—¡¿Ya le ha dicho algo a Serena?!

—¿Te comentó algo? ¡Oye! ¡No es momento de chismorrear, escúchame antes! —masculló Dawn enfadada—. Explotó un poblado entero en Alola.

—Sí, supe algo de eso —comentó May—. Pero no hubo víctimas mortales. Algo de un grupo local de raperos y antisociales llamado Equipo Skull.

—Fue una acción conjunta. Magma y Aqua están implicados —May sintió congelarse sus pensamientos. Las imágenes de su encuentro con ellos cuando viajó por todo Hoenn por primera vez recuperaron lividez en su cabeza—. Recibí una llamada de Clemont hace unos minutos. Conozco a su fuente, y sé que no miente. Hubo una fuga masiva en la sede de la policía donde estaban recluidos. Incluso la organización criminal de mi región está allá. No faltará mucho más para que ataquen a Ash.

May no dijo nada por unos instantes. ¿Acaso era una coincidencia que, una vez más, tendría que enfrentarse cara a cara con los lunáticos que quisieron controlar a la naturaleza misma?

De pronto la voz de Max corto sus pensamientos.

—¿Qué bicho te pico, hermana? Estás pálida. —dijo Max.

—¿May? —llamó Dawn al otro lado de la línea.

—¡Entiendo, es hora de la intrépida May! —afirmó, soltando el móvil de la emoción. Norman, en la cocina, cogía la invitación de May—. Iré a la región una última vez. ¡No dejaré que se salgan con la suya!

—Las hermanas mayores dan un poco de miedo. —opinó Max.


La llamada se cortó de golpe. Dawn solo alcanzó a escuchar la frase de la "intrépida May". Supuso que, iría. Frente a ella estaba la misma carta de invitación de May, solo que, iría en representación de su madre. ¿Sería prudente avisar a Drew? Aunque claro, esa tarea más bien correspondía a su amiga. Seguro que lo haría. Tecleó a toda prisa el número de Kenny. Escuchó el tono dos veces antes de que contestara.

—¡De de, vaya milagro! —saludó el coordinador.

—No hay tiempo Kenny, escúchame bien —añadió Dawn—. ¿Estás con Barry y los demás?

—¿Qué te traes con Barry?

—¡Nada Kenny! Necesito que les transmitas un mensaje. Y también a Zoey. —exclamó Dawn.

—Tranquila tranquila. Casualmente, estamos aquí en la misma isla. Tienes que verlo, hay un montón de exeggutor cuello largo. Te pongo en alta voz.

—¡Dawn, tiempo sin saber de ti mujer! —dijo Barry en voz alta. Dawn separó un poco la oreja para proteger sus tímpanos—. ¿Qué llevas puesto hoy?

—¿Qué clase de pervertido eres, idiota? —protestó Zoey, propinándole un puñetazo en la coronilla—. Te voy a multar yo a ti.

—¿Cómo puedo alabarla si no se que ropa tiene puesta? Para poder decir que se ve bien.

—Vaya zopenco. —murmuró Paul, dejando escapar un bufido.

—Chicos, tenemos un problema —dijo Dawn ignorando los acontecimientos—. El Equipo Galaxia está en Alola. Están detrás de la explosión en Pueblo Po.

—Ya lo sabemos —dijo Barry—. Fueron los bastardos del Equipo Skull, ya tuvimos el placer de escuchar su lírica —Nando despotricó por lo bajo—. Estamos seguros de que el Equipo Galaxia también están metidos en ese número.

—Entonces me ahorraron el trabajo de explicárselos. Escuchen, tienen que buscar a Ash. Lo más probable es que intenten atacarlo otra vez. ¿Saben algo de él?

—No lo vemos desde el Domo Royale —comentó Zoey—. Está participando en el desafío insular.

—No es problema. El vendrá a esta isla. —dijo Nando.

—Cierto, es la única que el falta —señaló Paul de brazos cruzados—. Heche un vistazo a sus símbolos. Tiene que superar la prueba de Poni. A estas alturas ya habrá terminado en la isla anterior. Lo esperaremos allí.

—Poni. Perfecto —Dawn anotó el nombre en las notas del móvil—. Salgo ya mismo para Alola.

—¿Eh? ¿Cómo que vienes para acá? —preguntaron Barry y Kenny.

—Ya se los explicaré allá —contestó Dawn, cogiendo sus pokebolas, y cogiendo una de sus maletas—. No se separen. La situación seguirá escalando. Aguanten hasta que lleguemos. Asegúrense de que Ash no haga algo imprudente.

Dicho eso, colgó.

—Teníamos razón. Vamos a pelear contra el Equipo Galaxia. —señaló Kenny.

—¡Esta vez acabaremos de verdad! ¡Espero estén preparados para una buena multa!

—No viene mal un poco de ejercicio. —sentenció Paul.


—Recibí una llamada de Clemont, esta confirmado —dijo el profesor Sycamore—. No podemos permitir que el Equipo Flare esparza mal nombre para nuestra región. Debemos detenerlos. Vayan a buscar a Ash, y no se separen.

—¡Tengan mucho cuidado chicos, Alain! —musitó Mairin.

—¿A cuanto estamos de la isla de Poni? —preguntó Shauna.

—Debemos tomar el próximo barco en el puerto de Mele Mele —dijo Tierno—. Es el modo más rápido. Aunque me sorprende que Clemont sepa a dónde se dirige Ash.

—Lo que es mejor. Hemos estado a punto de marcharnos, después de todo, como no veníamos a participar en esta liga. —recordó Trevor.

—Esto debe ser obra de algo más grande que nosotros —comentó Alain—. Ash y Serena nos necesitan. Más bien, el mundo nos necesita. Esta vez, pelearé del bando correcto. Ash me rescató una vez, a pesar de que por mi culpa acabó capturado. Es la hora de que le devuelva el favor.

—Bueno, si lo pones así, tampoco tengo muchas opciones. —dijo Miette desde su holomisor.

—¡Saldremos esta misma noche! —apuntó Alain.

—¿Qué has hecho, Clemont? —preguntó N, cuando colgó por última vez.

—Equiparar fuerzas. Yo también iré contigo. Solo hay un resultado posible para nosotros.

¡VICTORIA!


—Así que esta es tú respuesta —dijo Yazir en el umbral del Centro Pokémon bien entrada la noche—, el grandioso Ash Ketchum; el hombre con la mayor confianza en sí mismo, se escabulle a mitad de la noche con el rabo entre las patas.

Ash se detuvo en seco, arrastrando a Pikachu que intentaba detenerlo.

Continuará…