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MADARA

—¿Tienes alguna puta idea de lo que estás haciendo?

Suspiro por milésima vez en el día de hoy y me enfrento a mi sobrino, la fuente de la pregunta innecesaria.

—Lo sabe —le dice Mei con su habitual asertividad.

Los tres estamos de pie cerca del Ayuntamiento, ignorando a la gente que zumba a nuestro alrededor y concentrándonos en la hora. O probablemente soy el único que tiene una obsesión malsana con mi reloj.

Sakura llega veinte minutos tarde.

Seguramente hay una razón detrás de su tardanza. Nunca ha sido del tipo que llega tarde a las citas. O irresponsable.

Aunque es cierto que casarse sólo cinco días después del accidente de su padre no es una situación normal, no es que tengamos tiempo. Cuanto antes me dé el poder, más fácil será detener los movimientos de Ameyuri. Porque ella los está tramando mientras hablamos. Hice llamadas, hablé con jueces, y sé de las citaciones que su abogado está tratando de presentar. Sólo puedo evitarla por un tiempo antes de quedarme sin opciones.

El tiempo no está de nuestro lado, lo cual es la razón del matrimonio apresurado.

Vuelvo a mirar el reloj y luego las llamadas telefónicas que no he contestado. Quizá necesite más tiempo para lo que hacen las chicas cuando se casan. Aunque le dije que sería una ceremonia sencilla para poder pasar al siguiente paso. Nada elegante. Nada para que se prepare.

Pero esta es Sakura. La Sakura de aspecto soñador y ojos camaleónicos. Probablemente tenía planes para el día de su boda. La mayoría de las chicas los tienen. Y ciertamente no quieren imaginarlo como un evento ordinario durante un día de trabajo, en el que cada uno volverá a sus respectivos mundos justo después.

Porque eso es lo que pasará. Nadie sabrá de este matrimonio a menos que sea absolutamente necesario. Como los dos testigos que traje conmigo. Aunque sólo necesito a uno, es más seguro tener a los dos por si uno de ellos no puede testificar, el otro sí.

Después de todo, este matrimonio es una mera formalidad. Algo para usar en la corte. Nada más, nada menos. Puede guardar sus sueños de niña sobre el matrimonio para el próximo.

—Sigue sin tener sentido —dice Obito, mi sobrino.

Mi mandíbula hace un tic y no sé si es por sus palabras o por mis pensamientos anteriores.

—¿Qué parte de necesito un poder notarial no entiendes, bribón?

Me mira de forma extraña, como cuando quería pegar a alguien, pero sabía que tenía que contenerse. Pero normalmente no me dirige esa mirada, así que tal vez sí quiera pegarme.

Obito es diez años más joven que yo y la única persona a la que considero familia. Mis padres no cuentan. Ya están muertos en mi mente.

El día que decidió seguir mi camino en lugar de seguir la política manchada de corrupción de mi padre, sentí una sensación de logro que nunca antes había tenido. Como si mi existencia hubiera tenido sentido todo el tiempo.

—Podría haberte dado un poder sin la parte del matrimonio.

—Es la parte de los bienes gananciales lo que más importa. Ella ya firmó el contrato que dice que nuestros bienes serán de propiedad conjunta después del matrimonio, lo que me dará una fuerte posición en los tribunales.

—Y no tendrá que preocuparse de que se vaya a Dios sabe dónde. —Mei se acerca a mi lado.

Ella misma no era muy partidaria de la idea del matrimonio, pero al igual que yo, entiende que debemos hacerlo para proteger a Uchiha y Senju. A pesar de que no hemos procesado adecuadamente el accidente de Hashirama.

O, no lo he procesado. Mei no podría preocuparse menos por él; su única preocupación es el interés de la empresa.

En cuanto a mí, creo que nunca podré considerar que se ha ido.

Así que dejo ese pensamiento en el fondo de mi mente. Está llena de cosas innecesarias, cosas que no hacen que el tren avance.

Obito se apoya en su auto y cruza las piernas por los tobillos. A veces me parece que estoy viendo a su padre. Otra persona a la que mis padres me robaron por su comportamiento de imbécil.

Sin embargo, su pelo es de un negro claro, como el de su madre. Una persona más que añadir a la lista de desaparecidos por la pareja poderosa de los Uchiha.

Así es como llaman a mis padres en los medios de comunicación: una pareja poderosa.

La pareja destructiva les viene mejor.

—Sólo me siento mal por Saku —dice, y resisto el impulso de aplastarlo contra su auto, y nunca fantaseo con hacer daño a mi propio sobrino.

Pero oírle usar su apodo me sienta mal. Muy mal. De hecho, está tan mal que ni siquiera me gusta pensar en las razones que hay detrás.

Sí, Obito se ha reunido con ella unas cuantas veces y, sorprendentemente, se llevan bien, pero el apodo sigue estando fuera de lugar. Es una alerta roja en mi cabeza.

Me pongo en pie hasta mi máxima altura, pero él es ajeno a eso y a la rigidez de mi cuerpo, cuando pregunto:

—¿Por qué te da pena?

—¿Por qué crees? —Se inclina la barbilla en mi dirección—. Porque se quedará contigo.

—Y eso es un problema porque...

—Aparte del hecho de que tú y la querida Mei la están utilizando para la empresa, mmm. Déjame pensar. —Sonríe como el pequeño bastardo que es—. Oh, eres frío, rígido, y chuparás su alma en un agujero negro sin retorno.

Aprieto los dientes y esta vez debe notar mi lenguaje corporal, ya que levanta las manos.

—Oye, eres mi tío y todo eso, pero no voy a mentir ni a endulzar las cosas por ti. Eso es lo que me enseñaste, ¿recuerdas?

—Cállate, Obito. —Mei le sacude la cabeza con un leve golpe de pie y un movimiento del cabello.

—No puedes opinar sobre esto ya que eres su cómplice, Mei. ¿Hola? ¿Conflicto de intereses, alguien?

—¿Entonces sugieres que dejemos nuestro trabajo y nos centremos en los mil casos pendientes de Hashirama? ¿Quieres perder tu trabajo en el bufete, Obito? Claro, eso no importaría, ya que eres un chico rico de una familia prestigiosa y tu abuelo senador puede encontrarte otro trabajo, tal vez incluso ayudarte a abrir tu propio bufete. Pero ¿qué pasa con los otros cien cuya vida depende de nosotros, eh? ¿Los enviamos también a tu abuelo o tomamos el camino más lógico y con menos complicaciones? Vamos, se supone que eres inteligente. ¿Qué opción tiene más sentido?

Obito no mueve un músculo ante sus palabras calmadas. Es como si estuviera dando un alegato final. Siempre es precisa y va al grano. También es mordaz. Por eso es un alma solitaria; nadie puede con ella.

Espero que Obito vuelve con su propia réplica, porque mis padres le han educado para que tenga siempre la última palabra. Pero se limita a decir:

—La elección en la que Saku no necesita sacrificarse días después de que su padre, y único familiar, debo añadir, tuviera un accidente mortal.

Mi puño se aprieta tan fuerte que me sorprende que no se rompa un tendón.

Eso es lo que he estado pensando desde que tomé esta decisión pero aun así me quedé con las manos vacías sobre otra opción.

—Si no quieres estar aquí, vete —digo despreocupadamente, sin apenas emoción, ignorando la sensación brillante y caliente que me arde por dentro.

Vuelvo a comprobar mi reloj.

Treinta minutos.

Han pasado treinta minutos y todavía no ha aparecido.

Tal vez quería arreglarse, después de todo. Me la imagino en su habitación de princesa probándose una cosa tras otra.

O tal vez...

Vuelvo a marcar su número y salta el buzón de voz.

Mis alertas se disparan y lo intento de nuevo. Cuando no hay respuesta, llamo a casa de Hashirama. Chiyo contesta después de unos cuantos pitidos.

—¿Hola?

—Soy yo. Madara. ¿Está Sakura ahí?

—Se fue hace unas dos horas, dijo que se encontraría contigo en el Ayuntamiento.

Joder. ¡Joder!

Algo caliente y furioso me echa la soga al cuello mientras la sensación ominosa que he experimentado esta mañana se eleva desde el fondo y llena el horizonte. Ahora es rojo: el horizonte, mi visión, toda la maldita escena.

Me aflojo la corbata.

—¿Revisaste su habitación, Chiyo? ¿Y la bodega? ¿Los armarios? En plural.

—Se metió en su auto y se fue, señor.

—¿La has visto? ¿Estás segura?

—Sí, lo hice. Incluso le di una botella de agua para que se mantuviera hidratada. —Duda, su voz baja un poco—. ¿Pasa algo?

Sí, algo es el maldito problema. Si se fue hace dos horas, debería haber estado aquí hace mucho tiempo.

Mil escenarios explotan en mi cabeza, ninguno de ellos agradable. De hecho, cada uno es más peligroso que el anterior, más sangriento, más feo.

Le pido a Chiyo que me llame si Sakura vuelve y luego cuelgo.

Cuando Hashirama tuvo un accidente, sospeché que esto pasaría. Sólo sabía que, de alguna manera, estaría demasiado abrumada y haría lo que mejor sabe hacer.

Pero la vi hablar con Ameyuri como si fuera la dueña del mundo. Vi la determinación y la necesidad de proteger a su padre a toda costa y eso empañó mi visión, en cierto modo. Me nubló la visión de quién es realmente Sakura y de lo que hace.

Se esconde.

Se adentra tanto que es imposible encontrarla a menos que se arrastre fuera del lugar donde se esconde. Y algo me dice que no quiere ser encontrada ahora mismo.

Mi mano se flexiona alrededor del teléfono y maldigo en voz baja.

Pero lo arreglaré.

La encontraré.

Haré visible a Sakura.