Ranma ½ no le pertenece.
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Fantasy Fiction Estudios
presenta
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Enemigos íntimos
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Akane Tendo estaba furiosa. Como casi todos los días vestía un uniforme traje azul y pantalón, camisa blanca y una delgada corbata, sobre la que colgaba su placa.
Si no fuera suficiente con que el jefe de policía la hubiera regañado durante una hora, ¡una hora!, por algo que no era su culpa, tenía además que lidiar con la seguridad durante la fiesta de la Torre Kuno. Él no hizo bien su trabajo, no escuchó sus advertencias la última vez, y acabó dejando el camino despejado para que Ranma Saotome consiguiera robar el Pato de Jade.
¡Se merecía haber sido llamado por el gobernador! Pero no tenía que haber acabado desquitándose con ella.
Ahora la responsabilidad de atrapar a Ranma era toda de ella, y sabía que esa autoridad se la había dado únicamente porque quería verla fracasar.
Subió las escaleras con rapidez.
—Ese estúpido viejo gordo, inútil y mujeriego. Ojalá…
Se detuvo frente a la puerta de su departamento. Una gran caja rectangular descansaba en la entrada. Parecía algún tipo de regalo. Akane arqueo una ceja y se preguntó si se trataría de un error.
Leyó la nota adjunta con su nombre, junto a una firma que decía «R.S.» y sus dedos se crisparon de rabia.
—¡Cómo se atreve!
Entró dando un portazo al cerrar la puerta. Una pequeña gatita naranja se atravesó en sus piernas.
—Ahora no, Ranko, estoy ocupada.
Akane tomó a Ranko en un brazo y con la misteriosa caja bajo el otro se dirigió a la mesa, encendiendo las luces en el camino. Tiró la caja encima, pasando directo a la cocina, le dio de comer a Ranko y regresó a la mesa. Se sacó la chaqueta, se soltó la corbata y se arremangó la camisa. Miró la caja con desconfianza.
—¿Y si se trata de una bomba? —Pensó en los del departamento burlándose de ella por llamarlos por culpa de una caja—. Debo estar loca, no necesito a esos idiotas.
Tragó con dificultad. Sus manos temblaban cuando las acercó a la tapa. Quitó las cintas y la abrió. Había una capa de papel que retiró temerosa.
Los ojos de Akane brillaron al reflejar el brillo escarlata de un hermoso vestido de fiesta. Lo levantó con las manos. Comprobó que era de su talla. También venían un par de zapatos a juego y una nota más grande en el fondo de la caja. Era una letra horrible, pero a lo menos legible:
«Mis más sinceras disculpas por lo sucedido con tu jefe. Es un idiota. Pero sin su ayuda no hubiera sido tan sencillo. Dale las gracias de mi parte.
Y no olvides usar mi regalo en nuestra siguiente cita, será un agradable cambio verte vestida como una chica de verdad, para variar».
—¡¿Qué dijiste?!
Akane estuvo a punto de arrugar el papel y tirarlo por la ventana, de no ser porque el mensaje continuaba.
«No tires esta nota todavía».
Akane se sonrojó y miró asustada hacia todos lados. Recordó que se trataba de un papel escrito, era imposible que la estuviera espiando. ¿Pero como sabía? Se echó el vestido al hombro y tomó el papel con ambas manos.
«Por muy valioso que sea el diamante Nyannichuan, si no usas mi regalo perderé toda motivación de actuar. Ya lo sabes, si quieres atraparme, con ese infalible plan que debes tener ya, será mejor que me sorprendas. El labial y el rubor también te deben quedar muy bien».
—Está loco si cree que voy a hacerle caso a un maldito delincuente de cuarta con aires de seductor barato. ¡No necesito usar un estúpido vestido para atraparte!
«PD: ¿Tienes miedo?».
—¡Eres un…!
Akane lanzó la nota y estuvo a punto de tirar el vestido al piso. Pero se detuvo y lo miró un momento. Debía reconocer que era bonito. Tuvo curiosidad y miró la etiqueta.
Se le erizó la piel y abrió los ojos del todo. Era de una marca tan exclusiva, que adivinó que ese solo trapo debía costar varios meses de paga.
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La exclusiva fiesta en la Torre Kuno se desenvolvía con tranquilidad. Allí estaba el gobernador y también el jefe. Había ordenado a Ryoga cubrir junto a algunos hombres la salida, y a Mousse lo mando a la planta alta. Ranma tenía la costumbre de usar las alturas para escapar, así que mandó a un tirador al edificio contiguo. No quería que le dispararan, pero sí tener a alguien con un ojo experto que controlara la situación desde lejos. No había ningún lugar sin vigilancia en ese edificio.
Si a lo menos conociera el rostro de Ranma, pero siempre había actuado con máscaras o antifaz. Ahora Akane tenía una fiesta llena de posibles sospechosos.
Sin embargo, lo que más la molestaba era el cambio de actitud que tenía su jefe y sus subalternos por culpa de ese maldito vestido. ¿Es que los hombres no podían pensar en nada más? Aunque tampoco iba a negar que le quedaba bastante bien, como si lo hubieran mandado a hacer para sus medidas exactas. Era rojo brillante, escotado y entallaba perfectamente su figura, con un tajo tan osado que llegaba hasta el inicio de su pierna.
Se sentía desnuda sin su traje habitual. Tampoco sabía si se había aplicado bien el maquillaje, no acostumbraba hacerlo. Atraía tantas miradas que no sabía si estaba haciendo algo mal. ¿Sería que se veía ridícula con ese vestido?
Se movía nerviosa de un lado a otro de la fiesta y apenas respondía escuetamente a los avances de algunos desconocidos.
—Te ves muy bien, los hombres te miran fascinados y las otras mujeres solo sienten envidia de ti.
Akane respingó la nariz. Iba a girar poniendo su mejor cara de pocos amigos, cuando una bandeja con copas se cruzó por delante de ella. Era un joven mozo, de ojos azules y una atractiva trenza china.
—Siento si te incomodé, es que te noté un poco nerviosa.
Akane no respondió. Asintió apenas, aturdida, y agradeció tomando una copa. Él le guiñó un ojo y se marchó.
—La gente que contratan hoy en día está cada vez más osada —dijo pensando en voz alta—. Espero que no lo regañen si anda hablando de más por ahí, no parece un mal chico.
Tras un rato sin que pasara nada, escuchó un escándalo y llevó una mano al comunicador de su oído.
—Mousse, Ryoga, atentos.
Se movió lo más rápido que podía con ese vestido hasta el lugar del suceso. Descubrió que el culpable era el jefe de policía, que había tropezado con uno de los mozos. Su elegante traje de gala, con todas sus medallas, estaba empapado de alcohol. Pero lo más terrible de todo era la manera tan grotesca con que regañaba al joven mozo. Lo reconoció casi al instante como el chico de la trenza.
El muchacho se disculpó hasta que vino el maitre, el que repitió sus disculpas con el jefe de policía y se llevó al joven mozo bruscamente del brazo.
Akane quiso seguirlos para hablar en favor del muchacho. No creyó que fuera justo que se le tratara tan mal por un error. Los siguió a la cocina, un poco más lenta por culpa de su vestimenta, a la que siguió maldiciendo en su mente.
El gobernador se rió y el jefe de policía tuvo que imitarlo, aunque su rostro estaba rojo de la rabia mientras intentaba secarse con un pañuelo.
—Vamos, no debió ser tan duro con ese pobre niño, jefe.
—Gobernador, lo comprendo, pero uno no debe ser condescendiente con los empleados, o nunca harán nada bien. Por eso no se les puede dar trabajos importantes.
—¿Ah, sí? Pues me sorprende, porque usted mismo acaba de relegar la seguridad del diamante a una subalterna. Y por muy lindas piernas que tenga la detective Tendo, creo que es un poco joven para tanta responsabilidad.
—Oh, no se preocupe, gobernador, que a la detective la tengo muy bien domesticada, como a todo el personal femenino en la estación. —Se rio de su propia broma, haciendo un gesto desagradable—. Pero tiene usted razón, jamás iba a delegar una labor tan delicada, menos a una mujer.
—¿A qué se refiere, jefe?
—Pues que el diamante que está en la vitrina, rodeado por los oficiales a cargo de Tendo, no es el verdadero. El auténtico está bien resguardado en mi bolsillo.
El jefe de policía se metió la mano al bolsillo de la chaqueta. Dejó de sonreír.
—Quise decir, en mi otro… No, no, tal vez en el del pantalón. O quizás…
El jefe sintió que todo su cuerpo se empezaba a cubrir de sudor, ante la mirada cada vez menos paciente del gobernador.
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Akane llegó a la cocina, pero no vio al maitre ni al mozo. Un hombre desconocido se acercó a ella.
—Discúlpeme, señorita, pero los invitados no pueden entrar en la cocina.
—No soy señorita. Oh, digo, sí lo soy, pero también soy la oficial a cargo del departamento… —Akane se llevó la mano al pecho y olvidó que no traía su placa—. Bien, después se la muestro. Estoy buscando al maitre, entró aquí junto a un mozo hace un par de minutos.
El hombre alzó las cejas.
—Perdone, señorita, pero creo que hay una confusión.
—No, no, yo los vi entrar. Los estaba siguiendo.
—Le creo, pero quiero decirle que está confundida, yo soy el maitre.
—¿Cómo?
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La alerta sonó rápidamente en la fiesta, mientras el jefe de policía todavía se estaba buscando en los bolsillos delante del gobernador. La policía bloqueó las entradas a la Torre Kuno y un helicóptero sobrevoló alrededor, iluminando a los invitados a través del enorme ventanal.
Todo gracias al aviso oportuno de la detective Tendo.
Akane sabía que no le había dado tiempo suficiente al ladrón para salir del edificio, porque tardaría al menos cinco minutos en llegar a la planta baja. Una llamada de Ryoga le acababa de informar que los elevadores llegaron vacíos al lobby. Mousse le confirmó lo mismo desde arriba. La única opción era que Ranma se encontrara escondido en el edificio y lo iba a encontrar aunque tuviera que registrarlo entero, cuarto por cuarto.
Recorría la dirección del pasillo más rápida desde la cocina, la que creía que él había usado para escapar.
—¿No es peligroso que una chica persiga sola y desarmada a un criminal?
—¡Tú eres Ranma Saotome!
—Al fin nos conocemos en persona, detective Tendo. O a lo menos tú me reconoces, porque lo que es yo te conozco desde hace mucho tiempo.
En el otro extremo del pasillo estaba Ranma, vestido todavía de mozo, con ambas manos en los bolsillos del pantalón.
—No sé a qué estás jugando, pero se acabó, ¡estás arrestado!
—¿Y qué vas a hacer? —Se sonrió—. ¿Golpearme hasta que me entregue?
Akane estaba furiosa. Lanzó un puñetazo hacia el lado que agrietó la pared.
Ranma abrió los ojos asustado.
—Eres una gorila.
—Guarda tus ofensas, delincuente.
Akane se llevó las manos al vestido. Con una tiró del borde del corte levantándolo y sus hermosos muslos quedaron casi expuestos. Ranma se sonrojó.
—E-Espera un poco, ¿no vamos muy rápido?
Akane no lo escuchó. Metió su otra mano entre los muslos, donde tenía escondida la funda con una pequeña pistola y al sacarla apuntó.
—¡Manos arriba!
El rostro de Ranma pasó de los nervios a la más grande desilusión.
—Ah, era eso —se lamentó.
—¿Qué? —preguntó Akane, confundida, bajando un poco la pistola.
Ranma se pasó la mano por la cabeza.
—Era lógico, si no tienes idea de cómo seducir a un hombre.
Ahora fue Akane la que se sonrojó y contestó ofendida.
—Pues para tu información sí sé como hacerlo.
—Se nota.
—A lo menos estoy segura que puedo hacerlo mejor que un criminal de cuarta como tú.
Una vena apareció en la frente de Ranma.
—¿Me lo dices a mí? ¿Al hombre que te regaló un vestido perfecto para tus medidas?
—¡Ah! Así que eres de esos.
—¿Esos qué?
—De esos hombres, la mayoría de los hombres, casi todos los estúpidos hombres, que creen que comprándole cosas a una mujer pueden seducirla. Es una auténtica desilución, que el famoso ladrón no sea más que otro estúpido e insensible hombre.
—Pues sí… No…Digo… ¡Espera un momento, Akane!
—No me llames por mi nombre. —Akane lo volvió a apuntar.
—Yo sí sé cómo seducir a una mujer.
—Te creo.
—Digo la verdad, pero no es algo que pueda demostrarte de tan lejos.
—Ponme a prueba.
—Si insistes, lo haré.
Ranma avanzó unos pasos hacia Akane. Ella apretó las manos alrededor de la pistola y entró en pánico.
—¡Alto!
—Demonios, ¿y cómo quieres que te demuestre que puedo seducirte si no me dejas acercarme?
—Estás demente, esto es un arresto, no estoy jugando.
—Yo tampoco.
Dio otros tres pasos hacia ella, hasta cruzar un gran cristal que ocupaba el costado de la pared.
—¡Alto!
—No pienso detenerme.
Los ojos azules de Ranma la miraban fijamente. Akane no sabía qué hacer, pero tampoco sintió que estaba en peligro. Ranma era un ladrón, no un peligroso asesino o algo por el estilo. Un ladrón que siempre había jugado con ella, mandado mensajes a su casa, desafiándola en un extraño juego que, confesaba muy en su interior, comenzaba a gustarle. Ella se sentía especial en el departamento, la única que podía llegar a entender a ese criminal que, también creía, sería arrestado solamente por ella. Pero siempre fue un bromista sin rostro, sus supuestos regalos únicamente una broma de un hombre vanidoso que robaba únicamente para conseguir fama y diversión, emociones extremas. El tipo de sujeto al que más quería encerrar para darle una lección.
Pero ahora R.S. tenía un nombre. Ranma estaba ante ella sin máscaras, sin un antifaz, con su rostro descubierto. Y era apuesto.
—Para ya, ¡voy a disparar! Juro que lo haré si das un paso más.
Ranma se detuvo. Las luces de los edificios del exterior eran como las estrellas que resaltaban sus siluetas. Ranma sonrió. Akane lo odió por ello.
Y dio un paso más.
El helicóptero de la policía los iluminó a ambos desde el exterior.
—¡Dispárale! —ordenó el jefe de policía por radio, fuera de sí—. Es una orden, ¡disparen a matar a ese maldito!
Del helicóptero dispararon. Las balas traspasaron el cristal y los tomaron por sorpresa a ambos.
—¡Cuidado!
Akane sin pensarlo, reaccionó primero y saltó sobre Ranma, cubriéndolo contra el piso cuando los cristales y las balas pasaron sobre sus cabezas.
—¿Qué están haciendo? ¿Por qué dejaron de disparar? —bramó el jefe agarrando la radio tan fuerte que amenazó con romperla.
—No podemos, la detective Tendo está en la línea de mira. Cambio.
—¿Estás bien? —preguntó Ranma.
Akane, recostada sobre su pecho, apenas asintió moviendo la cabeza.
Ranma apretó los dientes.
—Esos policías están dementes, ¡podrían haberte lastimado!
Ella levantó el rostro y sus ojos se encontraron.
—Ranma.
—Akane.
—Te tengo.
—¿Qué?
—Estás arrestado —dijo agarrándole con fuerza la camisa.
Ranma no pudo decir nada, la sonrisa de Akane se lo impidió y se dio por vencido.
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No estaba feliz. Si bien había recibido una felicitación del gobernador por su trabajo y Ranma Saotome, el legendario ladrón, estaba finalmente tras las rejas, una enorme insatisfacción se apoderó de ella. Se quedó sentada en su escritorio por largos minutos, suspirando, mirando el calendario y jugando con un lápiz.
—¿Qué le pasa a la detective? —preguntó Mousse susurrando.
Un grupo de oficiales se había formado del otro extremo, junto a la cafetera y las donas. Todos miraban entre preocupados y extrañados a Akane.
—No lo sé —dijo otro oficial.
—Dicen que tiene algo que ver con Ranma.
—¿El ladrón?
—Ella lo atrapó, pero según dijeron los del helicóptero, se los vio muy juntos. Incluso él no intentó escapar después, tan solo se dejó esposar por Tendo y…
—¡Eso no es verdad! —protestó Ryoga, que llegó al grupo—. Akane nunca podría…
—Esperen, se está moviendo.
Akane dejó escapar otro suspiro. No tenía deseos de hacer nada.
El teléfono sonó. Levantó el auricular.
—Detective Tendo, oficina central de… ¿Qué?
Apretó los puños. Se levantó tirando la silla.
—¿Cómo?... ¡Pero si no lleva un día que lo detuvimos!
Colgó el teléfono. Giró hacia los demás oficiales y estos sintieron un escalofrío.
—Mousse, Ryoga, tenemos trabajo que hacer.
—¿Qué sucede Aka…? —Ryoga se aclaró la garganta—. ¿Detective?
Ella estaba sonriente, una alegría que jamás le vio antes, tanto que a Ryoga le dolió el pecho.
—Ranma Saotome acaba de escaparse. ¡Tenemos que atraparlo!... De nuevo.
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Tofú, el hombre que antes se había disfrazado de maitre durante la fiesta, lo esperaba a la salida de la carretera sobre una camioneta. Ranma se acomodó en el lugar del copiloto de muy mala gana.
—Me sorprende que te hayan atrapado —le dijo.
Ranma chasqueó la lengua.
—No me atraparon, me dejé atrapar, ¿se entiende?
—Sí, está bien.
—¡Digo la verdad!
Tofú se ajustó los anteojos.
—¿Y valió la pena?
Ranma lo evitó, mirando hacia la ventana. Recordó la sonrisa de Akane, y la sensación de su pequeño cuerpo sobre el de él. Se sonrió.
—Cada maldito bocado de esa asquerosa comida de prisión.
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Fin
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La palabra del día fue «rivalidad». Lo lógico sería escribir algo con peleas, o la clásica rivalidad de Ranma y Ryoga, de Ranma y Mousse, de Ranma y Taro, de Ranma y Kuno, de Ranma y Happosai, de Ranma y su padre, de Ranma y Gosunkugi, de Ranma con todo Nerima, china y los alrededores… (Respiro).
Así que borré esas ideas de la pizarra de la mente y trabajé desde la idea de una Akane detective, responsable y dedicada a su trabajo, contra un Ranma que representa el juego, la provocación y el caos. No se puede trabajar mucho en tan poco tiempo, pero a lo menos fue muy divertido.
Desde mañana escribiré relatos un poco más cortos, estamos muy agotados creando universos nuevos cada día, creo que me merezco escribir uno que otro drabble más sencillo. Ahora, si son tiernos, románticos, felices o una completa tragedia, eso la palabra del día lo decidirá.
Temed a vuestro destino.
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Nos leemos en la siguiente historia.
