Ranma ½ no me pertenece.
.
.
.
.
Fantasy Fiction Estudios
presenta
.
.
.
.
.
.
La última voz del mundo
.
.
.
.
.
.
El atardecer lo alcanzó a la sombra de una montaña, buscó un campo despejado entre los árboles, contra la pared de un acantilado, junto a la vertiente. Montó el campamento, encendió una fogata y sobre sus cosas apiladas colocó la radio.
Tanteó las baterías que le quedaban en el bolsillo de la mochila y cambió las anteriores que habían muerto durante la mañana. Si sus cálculos eran correctos, el montón de baterías sin usar le deberían llegar hasta finales de octubre. Después, ya no volvería a escuchar otra voz humana aparte de la suya.
Encendió la radio, la cinta del único cassette que tenía comenzó a moverse.
La música era triste, de acordes lentos y nostálgicos. Le provocaba un sentimiento de pérdida al recordar la vida que tenía antes. Cuando aún existía una civilización. Se la sabía de memoria, cada nota, cada palabra de la cantante, pero no sé cansaba de la radio. La dejaba encendida mientras comía, imaginaba que la canción era en realidad la voz de otra persona real que le hablaba. Cenaba y él también le hablaba a la radio. A veces sacaba la vieja fotografía de su billetera y la colocaba delante de la radio.
Era de una chica de cabello corto y ojos marrones, con una sonrisa de ángel. Luego quería creer que la que cantaba en la grabación era en realidad esa chica, Akane, la que le hablaba y llamaba por su nombre.
Rio, se emocionó y lloró.
Al día siguiente desarmó el campamento y cargando todo en una gran mochila a la espalda, con la radio colgando de un lado, se lanzó caminando al azar.
Porque no importaba dónde fuera, todo le parecía lo mismo. Bosques interminables, una que otra ruina, animales salvajes pero ningún atisbo de civilización. Se pasó la mano por el mentón y se rascó la barba desaliñada.
Divisó unas ruinas, un grupo de galpones abandonados, una cabaña y un edificio abandonado. Después de varios años le parecían todas la misma.
Desde la colina podía ver una ciudad, pero de seguro estaba tan silenciosa como el resto del denso bosque. Sin personas. Además, por más que intentará llegar, sabía que acabaría encontrando solo ruinas, más galpones vacíos, bodegas y cabañas, edificios viejos a medio demoler.
La noche llegó junto con la lluvia. Guarecido en una caverna encendió la radio, y la abrazó con celo.
Recordó el día final de la humanidad, estaba viajando como siempre hacía, vio una casa a la distancia y una familia en el jardín, y de pronto ya no había nada. Una gigantesca explosión borró del todo a esa gente y su hogar. Entró en pánico, hubo más explosiones entre los árboles y corrió hasta un campo abierto, de tierra seca. Vio enormes círculos de fuego. Era como una guerra. También oyó disparos.
Corrió de regreso al bosque.
Durante un tiempo viajó deseando volver a Nerima, quería saber cómo estaba ella, pero hacia dónde fuera, más allá del refugio del bosque, se encontraba siempre con un campo de muerte y destrucción. Enormes cráteres en la tierra quemada, entre edificios demolidos.
Ya no volvió a ese lugar. Temía por su vida si lo hacía.
La radio fue su mayor confirmación de que algo muy malo había pasado en el mundo, porque era incapaz de captar alguna señal y todo lo que le quedaba era un cassette de viejas canciones enka, que encontró en una de las cabañas abandonadas.
A la mañana siguiente se aventuró hacía el norte, ¿o era el sur? Sin civilización que enseñara los puntos cardinales, no tenía ninguna importancia. Siguiendo hacia una gran montaña.
Se le hizo de noche en el camino.
Entonces lo tomó por sorpresa un ruido ensordecedor y un gigantesco monstruo de acero emergió tirando los árboles, con ojos brillaban como luces en la oscuridad y fue seguido del sonido de disparos y otras explosiones lejanas. La bestia giró su cabeza de acero y apuntó en su dirección.
Ryoga estaba cansado de escapar como otras veces, de los monstruos de metal que habían aniquilado a la humanidad. Pensó en Akane una última vez y cerró los ojos encomendando su alma.
La cabeza del monstruo se abrió.
Era en realidad una compuerta, sobre la torreta de un tanque, y un hombre se asomó vestido con uniforme militar y casco.
Y lo regañó.
.
.
Ranma estalló en una fuerte carcajada, dio golpes sobre la mesa del bar. Ryoga solo deseaba que se callara, pero estaba demasiado avergonzado para poder contestarle.
—¿Te perdiste los últimos tres años en un parque de pruebas del ejército? ¿Y creíste que estabas viviendo solo en una especie de apocalipsis?
—¡Y qué querías que creyera! —respondió furioso y con la cara roja—, había ruinas y explosiones, y monstruos de metal.
Ranma ya no sabía si reírse o llorar al ver el patético gesto de su amigo.
—Claro que los había, si son edificios de prueba, en un campo militar de la infantería blindada. Suerte que me llamaron a mí para ir a buscarte.
—No recordaba ningún otro número —susurró Ryoga.
—Yo… No, es imposible. Mejor no pensar en eso o me reiré otra vez, grandísimo tonto.
—¿Cómo me llamaste?
—No vamos a pelear ahora, P-chan, ya se hace tarde, Akane y los niños nos están esperando en casa. Cuando lleguemos te darás un baño, que lo necesitas con urgencia, y después veré qué hacer contigo. No te vayas a perder otros tres años.
Ranma apretó los labios para no reír de nuevo. Ryoga gruñó, pero más fue su curiosidad.
—¿Los niños?
—No te conté todavía de mi matrimonio con Akane, ¿verdad? —respondió Ranma, con un resplandor de felicidad en los ojos.
Ryoga abrió la boca. En ese instante, deseó jamás haber regresado del apocalipsis.
.
.
.
Fin
.
.
.
.
Creo que tengo un problema: si uno tiene que escribir una historia con la palabra «radio», lo lógico sería escribir sobre música, canto, baile, etc. ¿Por qué siempre se me tienen que ocurrir escenarios apocalípticos?... Y no, no tiene nada que ver con mi ferviente deseo de exterminar a la humanidad. (¿?)
Gracias a Randuril por esta bonita palabra y a ustedes por tener la paciencia de leerme cada día. Sé que a veces no son historias muy divertidas, o que hago extraños experimentos, pero en todas ellas están ahí siempre leyendo y comentando. Gracias, no saben lo motivador que es para un autor conocer las reacciones que provocan sus humildes letras.
.
Nos estamos leyendo en la siguiente historia.
.
PD: No exageremos, bastaría con la mitad… O quizás un cuarto. ¿No?
