Ranma ½ no me pertenece.

.


.

.

.

Fantasy Fiction Estudios

presenta

.

.

.

.

.

.

La princesa de hielo y el invocador

.

.

.

.

.

.

La puerta explotó, seguida por una poderosa corriente de aire gélido. Todo a su paso se congeló al instante, las flores, el césped, incluso las paredes del fuerte alrededor de la puerta. Ranma cayó girando por el camino de adoquines y extendió la capa mágica que lo había salvado de morir congelado, la que quedó escarchada, como su cabello.

—Demonios…

Empujó con un pie levantándose y brincando hacia atrás, cuando tres cuchillos de hielo cristalino estallaron contra el suelo, siguiendo sus movimientos. Al retroceder chocó con fuerza contra una pared. Recordó que estaba en un patio abierto, miró hacia atrás y descubrió que la muralla era en realidad una tosca amalgama de hielo.

—Puedo explicarlo —intentó decir.

Sobre su cabeza se formó una nube de vapor y escarcha, como un remolino. En un instante, el vapor se alargó hacia abajo tomando la forma una espada de hielo, de hermoso diseño, que cayó veloz sobre su cabeza.

Ranma desenfundó su espada y la detuvo con un fuerte choque de aceros. La espada de hielo giró en el aire, para ser atrapada y empuñada por la chica de cabello largo que apareció por la puerta. Cargó con un grito contra Ranma.

—Akane, ¡escúchame!

—¡No! —gritó en respuesta.

Ranma no la esperó, le dio la espalda y saltó un metro hacia la pared de hielo. Apoyó el pie en la superficie y se impulsó dando un acrobático salto hacia atrás, pasando sobre la cabeza de Akane, cuando esta cargó con una estocada. Ella miró hacia arriba, en el momento en que sus ojos se encontraron.

Sin detenerse, Akane soltó una de las manos de la empuñadura. Giró el torso hacia atrás y la extendió para invocar un círculo de hielo en el suelo. Justo dónde Ranma aterrizó y resbaló con torpeza, cayendo de espaldas.

—Te tengo —murmuró Akane.

—Juega limpio —se quejó Ranma.

En su caída, Ranma rotó su cuerpo, con una agilidad felina. Apoyó una palma en el suelo frío, y se impulsó para conseguir dar una pirueta y caer de pie.

Akane no le tuvo consideración y lo atacó con la espada. Ranma apenas tuvo tiempo de defenderse, con una pésima postura. Pero consiguió desviar los primeros embistes con cierta facilidad. Akane comenzó a impacientarse, la sobresaliente esgrima de ese novato la hacía sentir todavía más humillada. Atacó empuñando la espada con una mano, y con la otra invocó una segunda espada de hielo. Ranma alzó una ceja.

De pronto se vio superado. Retrocediendo con los ataques de Akane de los que apenas conseguía defenderse. La esgrima de la muchacha era más un espectáculo que una manera de luchar, una danza en la que el vestido de su uniforme imperial se desplegaba con cada giro, y sus armas dejaban una estela de vapor al moverse en el aire. Cada choque de ambas espadas contra la de Ranma, liberaban una lluvia de escarcha, como estrellas envolviéndolos a ambos bajo el intenso sol.

—Vamos, defiéndete.

—¡Eso hago!

—Quiero decir que ataques —ordenó Akane.

Ranma apretó los dientes.

Tras detener dos golpes seguidos, giró su espada en la mano y lanzó un rápido golpe que hizo rebotar el siguiente ataque de Akane a la mitad del movimiento. Tras el choque la espada de Ranma, como si hubiera rebotado en la primera, también golpeó la segunda espada de Akane a la mitad de su trayectoria. Con una velocidad que ella no esperaba, Ranma contraatacó, cada vez más rápido, girando su espada delante de su cuerpo para desviar los ataques de Akane antes de que estos llegaran a caer con la suficiente fuerza.

Akane dio un paso atrás, luego dos, comenzó a darse cuenta de que estaba perdiendo terreno y pasó de un ataque agresivo a una defensa desesperada. Era imposible que ese idiota pudiera superar con un arma la velocidad de sus hojas gemelas, ¡nadie podía!... Y aun así…

Ranma la notó distraída y con un giro de la muñeca y un golpe en el lugar acertado, consiguió que Akane perdiera una de las espadas. Ella se quejó, pero en ese lapso y de un certero golpe, Ranma partió en dos su otra espada. Ella reaccionó lanzando una patada al vientre de Ranma, de la que él no consiguió escapar. Sus pies se deslizaron hacia atrás tomándose el cuerpo. Esa Akane tenía la fuerza de un gigante.

La chica invocó una lanza de hielo, que le arrojó, aunque estaban a apenas unos metros de distancia. Ranma se quejó al desviarla con su arma, apenas lo suficiente para que no le traspasara la cabeza, pasando por el costado y abriéndole un canal rojo en la mejilla.

—¡¿Quieres matarme?!

—Esa es la idea —reclamó Akane—, ¡pero no te dejas!

—¿Y quién querría?

Akane invocó un arco de hielo con una cuerda de luz. La flecha comenzó a aparecer de una brisa fría que se arremolinaba, dándole forma desde la punta hasta las plumas entre los delicados dedos de Akane. Ranma no tenía tiempo de correr, tampoco había coberturas a la vista. Esa flecha no era normal, porque el aire frío alrededor de Akane se cristalizó, envolviendo a la furiosa muchacha en un hermoso manto de estrellas. Ranma maldijo, se estaba reuniendo una gran cantidad energía en el arma de Akane, no creía poder bloquear esa flecha con su arma, ni mucho menos alcanzarla a ella antes de que disparara.

—¡Muere, maldito pervertido!

Akane disparó la fecha con un estallido de aire frío que sacudió su vestido corto y agitó su largo cabello suelto y todavía húmedo. Al mismo tiempo que Ranma conjuró a su espíritu.

—¡Ranko!

Una poderosa llamarada envolvió a Ranma, como un torbellino que lo protegió del impacto. La flecha de hielo y la pared de llamas chocaron provocando una violenta explosión. Aire caliente y frío se mezclaron y recorrieron todo el patio. Akane, confundida, se cubrió con ambos brazos ante la tormenta que ambos habían provocado. La energía que se liberó tomó forma de descargas eléctricas.

Cuando bajó los brazos, descubrió que todo el patio estaba en partes calcinado y escarchado. Pero más la sorprendió Ranma.

La espada la tenía envuelta en llamas y la corriente que generaba el calor agitaba su capa que ella ya sabía tenía propiedades mágicas. Ranma no usaba armadura, tan solo un peto de cuero y ropa holgada, nunca esperó que él tuviera esa destreza. Pero más la sorprendió descubrir el espíritu de fuego que levitaba a su costado. Los conocía con forma de aves, gatos, u otros animales. El espíritu de fuego de Ranma era más grande, de casi un metro, y tenía la forma de una silueta femenina envuelta en llamas, como un djinn.

—Eres un invocador —murmuró.

Ranma iba a responder, pero Akane extendió ambas manos para crear otra vez sus espadas de hielo.

—Además de pervertido, ¡eres un pérfido invocador!

—Escucha, Akane, puedo explicarlo.

—No escucharé las mentiras de un invocador.

Ranma parecía diferente, su rostro había ensombrecido y sus ojos mostraron tristeza. Aquello calmó la ira de Akane y dudó, deteniéndose antes de atacar.

—Akane, Ranma, ya es suficiente —dijo Tofú.

Akane mantuvo las armas en alto, pero al mirar a Tofú, las hizo desaparecer y lo saludó con una cortés reverencia, muy femenina, extendiendo con la punta de los dedos el borde de su corto vestido.

Ranma alzó una ceja, desconoció a la chica violenta que por poco lo acababa asesinando.

—La capitana de las Espadas de la Emperatriz saludan al Guardián de Su Majestad.

Tofú se sonrió. Su flamante armadura de paladín imperial, con su gran capa azul, contrastaba con su sonrisa amable y gesto tímido.

—No es necesaria la cortesía, Akane, ya te lo he dicho.

Ella asintió y alzó el rostro. Luego se miró a sí misma y recordó que estaba vestida apenas con la parte del vestido corto del uniforme, ajustado a su femenino torso y acampanado en la caída alrededor de las piernas, y su cabello caía suelto. No llevaba su armadura sobre el vestido, lo que la hizo sentir avergonzada.

Tofú saludó a Ranma con un inclinación de cabeza. Ranma dudó qué hacer. Al final agitó la espada apagando el fuego de la hoja y con un gesto de desdén hacia su espíritu, como si lo odiara, lo hizo desaparecer con un movimiento de la mano.

—Veo que ya se están llevando bien.

—Bien no es la palabra —dijo Akane con rabia, dando una mirada de recelo a Ranma.

El muchacho se encogió de hombros.

—Fue un accidente, no sabía que era el baño de mujeres. Deberían poner un cartel o algo, tampoco es que pueda adivinarlo.

—¡Me viste desnuda!

—¡Y tú también a mí!

—Pero es diferente…

Akane apretó los dientes, recién recordó que estaban ante Tofú. Su rostro enrojeció, en una mezcla de vergüenza y algo más. Lágrimas asomaron a sus ojos.

Tofú lanzó una carcajada. Lo que le dolió todavía más a Akane.

—Me parece maravilloso, de verdad que se llevan tan bien, creo entonces que no habrá problemas con la orden de Su Majestad… —Tofú se distrajo por un momento al recordar a su adorada emperatriz. Agitó la cabeza para volver en sí.

—¿Qué orden? —preguntó Akane con recelo.

—Ranma Saotome, como nuevo integrante de Las Espadas de la Emperatriz, serás designado al escuadrón de la capitana, Su Majestad, la princesa imperial, Akane Tendo.

—¿En mi escuadrón? —preguntó Akane con asco.

—¿Eres una princesa?

Ella no respondió. Tomándose el brazo con la otra mano, con una pierna ligeramente doblada en un gesto de timidez, desvío el rostro con desdén.

Ranma chasqueó la lengua.

—Vaya princesita me tocó por capitana —se rascó la cabeza.

.

.

Akane estaba furiosa, pero ante su hermana mayor no podía ganar una discusión, nunca. La emperatriz Kasumi parecía tener el don de desarmar a quien fuera tan solo con una de sus sonrisas.

—Pero… ¡No podemos reclutar a un invocador! Son malvados y peligrosos —se quejó Akane—. Sus artes son oscuras, además de que todos son unos… pervertidos.

Se sonrojó al recordar lo sucedido.

Kasumi la observó un momento.

—Akane, ¿puede ser que tú también creas en los prejuicios del pueblo contra los invocadores?

Akane dio un paso atrás. Siempre se había enorgullecido de no ser como los demás, pero ahora era diferente.

—Aunque los rumores tienen razón —continuó Kasumi—, el arte de la invocación sí es oscura y peligrosa, porque requiere del sacrificio de vidas para darle cuerpo a los espíritus venidos del éter.

—¿Ves?, tengo razón.

—Pero no todos consiguen ese poder porque lo desearon. Algunos también lo obtuvieron por culpa de un accidente o por haber sido forzados por alguien más. ¿Viste el espíritu de Ranma? ¿Notaste algo peculiar?

Akane recordó que era similar a la silueta de una mujer envuelta en llamas, era la primera vez que veía un espíritu con forma humana, aunque había escuchado de ellos. Asintió con temor.

—Ese espíritu… era su hermana.

.

.

Akane vestía su armadura plateada, ligera y de hermosos detalles adornados con diamantes, sobre su vestido corto. La capa se dividía en dos cayendo hasta detrás de las rodillas, como si fueran las alas plegadas de un hada. Un bello adorno por el costado de su cabeza tomaba su largo cabello de un lado, por el otro caía libre sobre su hombro. No necesitaba fundas para las armas, porque ella se las podía crear a voluntad con su arte como adepta de hielo.

Las palabras de Kasumi seguían dando vueltas en su cabeza, en especial sobre la trágica historia de Ranma, y ya no se sentía muy segura de su actitud con él durante la tarde.

Iba camino a pasar revista a la guardia nocturna cuando se lo encontró.

El novato estaba sentado en el borde del balcón, abrazando su espada con su funda y una pierna colgaba al vacío. Bajo los altos arcos de la fortaleza su perfil se dibujaba contra el horizonte y sus ojos azules se veían tan oscuros como el manto de estrellas.

Tenía que encarar la situación lo antes posible, era su responsabilidad. Se aclaró la voz y caminó hasta él.

—Siento lo de esta tarde —dijo tomándolo por sorpresa.

Ranma dio un respingo y giró la cabeza.

—¿Tú?

—Si yo, tu capitana. No te mataría llamarme con respeto una vez.

Ranma se encogió de hombros.

—No lo sé, eso depende de ti, ¿no vas a intentar matarme de nuevo?

Akane sonrió.

—Bien, eso depende.

—¿Depende de qué?

—¿Planeas decirle a alguien lo que viste hoy?

Ranma parpadeó confundido.

—¿Ver qué?

Ella se sonrojó, en una mezcla de vergüenza al recordar que era la primera vez en su vida que un hombre la había visto desnuda, con la ira al comprender que eso no significó nada para él, que ya lo había olvidado. Empuñó las manos con fuerza, hasta que notó que él se estaba sonriendo también, con un triunfal gesto de burla.

—¡Tú…!

—No te enojes, te ves más linda cuando sonríes. —Le guiñó un ojo.

—¿Qué?

Toda la ira de Akane desapareció como la explosión de una burbuja, quedando perpleja.

Ranma bajó de un salto, con la espada en una mano le hizo un rápido y poco ortoxo saludo militar con la otra.

—Nos vemos mañana, capitana.

Akane lo dejó marchar, ya había tenido suficiente de él por un día. Se cruzó de brazos, pensativa. Negó con la cabeza.

—Esto no va a funcionar —se lamentó.

Sin embargo, una tonta sonrisa apareció en sus labios.

.

.

.

Fin

.

.

.


.

La palabra que Randuril escogió hoy fue «hielo». Habíamos acordado que en nuestros días de descanso escribiríamos más corto, pero… ¿le dan «hielo» a un amante de la fantasía?

¿Qué puede salir mal?

El desafío real fue crear un mundo de fantasía, como una pequeña muestra, en muy poco espacio. Sí, es difícil, no saben cómo las palabras y las escenas se pueden prolongar cuando el término fantasía está en juego. Porque (hablando a lo Troy McClure) me recordarán de fics como Crónicas de Asgard o Ragnarok, así que ya saben lo que me puedo alargar cuando magia y espadas están juntas.

Espero les haya gustado el resultado, y desde ya con Randuril estamos bromeando de si acabaremos siendo presionados con una lista de deseos para crear sagas de los mundos que han nacido en este desafío. Les comento, que mi esposa me convenció que nos dedicáramos a acabar de una vez nuestros fics pendientes como siguiente paso.

Ya no me prolongo, tengo una partida de FFXIV esta noche y una party con una hermosa dancer. Bueno, tiene que tocarnos un poco de diversión también a nosotros, ¿no?

Fuera de bromas, gracias a todos por leer y los espero en la siguiente historia.