23.- Océano: La extraña niña con ojos de mar
—Te aseguro que te encantará, mi pequeña gato-búho.
—No lo sé, mami… los libros dicen que el mar es grande.
—Vamos pastelito, no hay nada de qué preocuparse. Además, ya sabes nadar. ¿Qué mejor manera de demostrar tus habilidades?
Asami asintió a su benévolo padre, pero tragó grueso mientras con el avanzar del Satomovil a lo lejos veía, algo dudosa, la masa azul creciendo.
Las gráficas de los libros no le hacían justicia a lo que veía.
El océano no era simplemente grande… ¡Era enorme!
Increíble pensar que incluso lo que veía, solo era una mínima porción de la magnitud del mismo.
La pequeña niña de 10 años miró anonadada la aparentemente infinita extensión de agua, mientras su mamá y papá desempacaban las maletas del Satomovil para su mes de vacaciones.
Por el arduo trabajo de sus padres en la empresa familiar, y por la tendencia de los tres a preferir el clima frío a las cálidas costas, era la primera vez que tenía contacto con el océano.
Era asombroso, muy hermoso… pero a la vez tan aterrador…
—Hipnotizante ¿No?
Una pequeña pero alegre voz, susurrando a su lado, la espabiló. La pequeña pelinegra se apartó un poco para encontrar a una muy sonriente niña que nunca antes había visto.
Era un poco más bajita que ella, con cabello castaño, piel canela y unos grandes ojos azules que resaltaban al igual que la blanca sonrisa algo desdentada.
—¿Quién eres tú? -cuestionó la turista, algo a la defensiva por la sorpresa de aquella extraña niña.
Sin embargo, antes de que la niña desconocida respondiera, la voz de Yasuko, su mamá, interrumpió.
—Oh querida, tú debes ser Korra, ¿No?
La pequeña dejó de mirar a Asami y enfocó sus llamativos ojos en la mujer adulta.
—Sí, ¡La misma que viste y calza! -exclamó con orgullo la morenita- Aunque ahorita esté descalza jajaja. -acotó al sentir la arena entre los dedos de sus pies. Después de su broma vio de forma pensativa al adulto frente a ella. -Tú eres la amiga de la que tanto ha estado hablando mi mami, ¿Verdad? La señora Yusoka… Yosako…
—Yasuko, sí, esa soy yo. -Indicó la pelinegra mayor, riendo ligeramente ante los intentos y vitalidad de la niña- Y esta es mi hija, Asami.
Yasuko colocó una mano sobre el hombro de su hija, alentándola a saludar; esta, tímidamente, levantó una mano con un ademán de 'Hola'.
La ojiverde mayor no se impresionó por el cohibido gesto. Su pequeña era una buena niña, muy bondadosa y extremadamente inteligente para su edad… pero eran justamente esos atributos, en conjunto con la carga del apellido Sato, los que la hacían blanco fácil de bullying y la habían llevado a aislarse para no estar rodeada de falsas amistades que solo la buscaban por el mero interés de los padres, pero hablaban mal a sus espaldas.
Comprendía que la inseguridad de su retoño era fruto de las malas experiencias a tan corta edad. Es por eso también que habían hecho este viaje, su marido y ella esperaban que el tiempo aquí la ayudaran a cambiar.
Para su gusto, lo que sucedió a continuación le hizo pensar que efectivamente ese cambio positivo se podía dar.
Korra, al ver el saludo escueto de la otra niña, se lanzó con gran jovialidad a abrazarla. Asami se quedó petrificada al principio; sin embargo, con el tiempo se aflojó y correspondió con timidez al intempestivo gesto. Cuando se separaron, la castaña exclamó.
—¡Un gusto conocerte, Asami! ¡Nunca he tenido una mejor amiga, así que desde hoy seremos las mejores del mundo mundial! ¡Ven, te mostraré el mar!
Y con eso, se la llevó.
Yasuko vio como su hija, con cara sorprendida y sonrojada, era arrastrada por el pequeño huracán castaño y rió.
—Bueno, al menos no le huyó, aunque pensé por poco que lo haría. -Se acercó Hiroshi a su esposa, sonriendo al haber visto la escena de lejos.
—¿Bromeas? ¡Nadie escapa de Korra! -Exclamó un fornido hombre, acercándose a la pareja.
—¡Tonraq! Que gusto verte, amigo mío. -Dijo alegremente el magnate, abrazándolo con cariño.
—El gusto es mío Hiroshi y Yasuko, no nos vemos desde que nos mudamos. -mencionó, mientras saludaba a la esposa del magnate con un igualmente cariñoso abrazo. – Por cierto, no se preocupen, Korra conoce muy bien el lugar por lo que su niña estará bien yéndose con ella.
—Uff, menos mal – mencionó aliviado Hiroshi. Y sí, sé que Isla Ember es todo un paraíso, pero no negaré que me alegra que el siguiente mes vuelvan a Ciudad República.
—Sí, a mí también me alegra porque por fin podremos pasar tiempo con ustedes, como en los viejos tiempos – sonrió Tonraq.
—Ni tan como en los viejos tiempos, ahora ambos tenemos un par de angelitos a nuestro cuidado que tomar en cuenta para nuestros planes -acotó Yasuko.
—"Angelito" no es una manera en que describiría a Korra -añadió una mujer recién llegada, que salió sorpresivamente de la espalda de Tonraq- "Diablillo" Es un término más acorde a ella.
—¡Senna! -Gritó Yasuko, lanzándose a abrazar a su eterna mejor amiga- Te he extrañado tanto…
—¡Y yo a ti mi Yasu! -Profirió la mujer castaña, abrazando a su amiga con efusividad- Los vi desde la ventana y mandé a Korra a recibirlos y decirles que entraran, pero por lo visto ella tuvo otros planes- mencionó, observando a su niña corriendo a lo lejos y arrastrando a la otra- Esa es tu pequeña ¿No? Cuando vuelvan nuestras pequeñas, debes presentármela.
—Sin duda. Y sí, Korra tuvo otros planes y se la llevó a conocer el mar.
—Oh, esa pequeña ama el océano- intervino Tonraq, mientras su esposa saludaba a Hiroshi con un abrazo- Es por ella de hecho que conservaremos esta casa para vacacionar. Es un lugar privado, seguro, y el mar no es muy bravo.
—Y si todo sale como planeamos por teléfono, ellas serán mejores amigas y podremos venir juntos a veranear.
—Llegas tarde Sen, tu hija ya declaró a mi hija como su mejor amiga.
La castaña mayor pegó una fuerte carcajada y sonriente negó con la cabeza.
—Tal como lo esperaba. Sin conocer a tu hija, pero solo sabiendo que viene de ustedes, suponía que le caería bien a mi Korra a primera vista.
—Es una pequeña muy extrovertida ¿No? -preguntó Hiroshi con curiosidad.
—Sí, pero no es solo eso -respondió Tonraq- Ella es muy perceptiva con la gente y no tiene filtro alguno, por lo que siempre actúa con lo que le guía su instinto y corazón, más que con la razón.
—Sí- apoyó la esposa del fornido y barbado castaño- Ella es como el océano, vivaz, fuerte e implacable. Es una niña muy inocente, pero con gran sentido de justicia y honestidad. Por lo que, así como no tiene pelos en la lengua para decirle a alguien que se aleje, que le cae mal, que no quiere su amistad o que lo que hace es erróneo y actuar a consecuencia defendiendo sus ideales y a quienes la necesiten si es necesario; también es muy sincera y leal cuando alguien le cae bien… aunque es la primera vez que declara a alguien su mejor amiga, además de a Naga, su cachorra. Debió sentir algo muy especial en Asami… -Razonó.
—Sí, se nota que tu hija es muy expresiva y me alegra que haya tenido ese magnetismo con la mía… ¿Sabes? Asami parecía asustada, pero se dejó abrazar y hasta correspondió al gesto. Ella es muy inteligente y creo que de cierta manera percibió algo bueno en tu pequeña, aunque su timidez y autodefensas no la dejan soltarse como lo haría una infante de su edad.
—El tiempo ayudará, cariño. -La animó Hiroshi- Con un mes aquí junto a Korra estoy seguro que ella se abrirá.
—Y seguramente será una colaboración mutua y la pequeña Asami en cambio ayudará a nuestra Korra a ser más calmada y centrada. -espetó esperanzado, Tonraq.
—Pides mucho, cariño. Con que cuando nos mudemos y vayan juntas a la escuela, Asami la ayude a comprender mejor las matemáticas y ya no saque rojos, me basta.
Tonraq resopló desilusionado y los cuatro adultos rieron, viendo como sus niñas se alejaban hacia la orilla de la playa mientras ellos comenzaban a entrar con las maletas a la casa.
¿Por qué no se zafaba del agarre de esa extrañamente efusiva niña?
¿Por qué no la había apartado del abrazo y encima le correspondió?
No era por compromiso porque era hija de la amiga de su mamá. Su madre sabía que ella no gustaba que los otros niños invadieran su espacio personal, y sólo se sentía cómoda si sus padres la abrazaban; por lo que más de una vez había rechazado a inversores o personas de negocios que en las galas o recaudaciones a la que sus padres asistían habían querido saludarla de manera tan íntima, dando siempre la mano o empujando y poniendo mala cara si era necesario.
Pero con esta niña… Korra… no se sentía mal.
Quizás era que la tomó por sorpresa… pero no creía que fuese solo eso… era algo en la niña, irradiaba tanta alegría sincera y bonachona que, aunque la cohibiera, le fue imposible rechazarla.
Era como rechazar la calidez del sol estando allí en la playa.
La pequeña pelinegra estaba tan sumida en sus pensamientos que no supo que había llegado a la orilla hasta que los vestigios de las olas mojaron las puntas de sus pies. Bajó la mirada a los mismos, viendo como la espuma se retiraba de sus dedos expuestos por las sandalias, retrayéndose con el mar y dejándola con la sensación de humedad hasta que nuevamente el ciclo se repitió, esta vez siendo la ola más grande y su vestigio mojándola en los pies un poquito más.
El agua fría la erizó. Considerando el fuerte sol no sabía que se sentiría así. Levantó la vista hacia el cielo, tapándose un poco los ojos como protección, para saber si era tan fuerte como se sentía o si había nubes cercanas que permitirían ocultarlo y que el agua se enfriara, pero al mover la cabeza hacia arriba su mirada fue nuevamente captada por el mar.
La infinidad del océano era hipnotizante y tenía tal portento que la ponía algo nerviosa.
—No debes temerle ¿Sabes?
La pequeña ojiverde salió de sus pensamientos, espabilando ante la extraña pero bonita niña que no soltaba su mano.
—Y-yo no le temo… -tartamudeo, intentando infructuosamente lucir segura, y haciendo poco a poco contacto visual con su interlocutora.
—Hey, vamos. No hay nada de qué avergonzarse. El miedo es normal y no tiene nada de malo porque todos le tememos a algo. Por ejemplo, yo le temo a los rayos… y a las cucarachas voladoras… ¡O peor aún! ¡A las cucarachas voladoras que lanzan rayos! - la morenita se erizó del espanto; no obstante, continuó hablando- Pero el mar es un amigo. Papi y mami me explicaron que no se le debe temer, solamente se le debe respetar. Él es libre, sin cadenas, actúa como quiere y cuando quiere; pero si lo respetas, te cuidas y lo cuidas, ambos pueden convivir en paz.
La pequeña ojiverde quedó impresionada ante la inesperada sabiduría proveniente de alguien con aún más corta edad que ella. Era extraño, pero presentía que todo lo que decía esa niña de rebeldes cabellos castaños era certero, por lo que simplemente asintió sin cortar el contacto visual.
Era inevitable, su presencia era simplemente envolvente e hipnótica, casi mágica, justamente como el mismísimo océano que enjuagaba los pies de ambas.
No obstante, de cierta manera, también era algo abrumadora como la bravura del mar; pero cuando comenzaba a sentir nervios nuevamente por la mutua mirada ininterrumpida y por tener su mano sudada entre las falanges morenas… la niña le sonrió, y con ello su corazón brincó sin parar.
Era una sonrisa semidesdentada y encima, torcida; pero estaba tan llena de pureza y sincera amistad, que con todo y sus imperfecciones, se le hizo la más perfecta que había visto jamás (Incluyendo las de su mamá y papá).
Sin dudarlo, la niña ojiverde correspondió el gesto, con una sonrisa de corazón; mientras por primera vez en lo poco que llevaban de conocerse (Y por primera vez en general con cualquier infante) apretaba por cuenta propia la mano morenita, instándola a caminar juntas y comenzando a hablar.
—¿Me enseñarías… me enseñarías a dejar de temerle al océano?- cuestionó con algo de vergüenza, pero mucho más valor que antes- Se ve tan bonito, quiero poder en él nadar.
Korra asintió efusivamente mientras sonreía de oreja a oreja. Era tan la alegría en su ser que comenzó a caminar de espaldas, viendo a los ojos de Asami de forma directa, sin importarle ni un ápice el riesgo de caerse y tropezar.
—¡Claro que sí! ¡Te dije que desde ahora eres mi mejor amiga! ¡Es mi deber ayudar para que luego juntas en el mar podamos jugar! Verás que una vez que te acostumbres, será divertidísimo. Lo primero que haremos es…
Asami se encontró con las mejillas doliéndole de tanto sonreír ante la algarabía de las ideas que relataba su nueva amiguita, con la cual habló sin parar mientras jugueteaban con la arena y espuma de mar, hasta que sus familias las llamaron para cenar.
Cuando caminaban de regreso a la casa de playa, con los colores del atardecer iluminándolas, la pequeña pelinegra observó de reojo a aquella niña inquieta que en menos de 24 horas había cambiado para bien su realidad.
Sus impresionantes orbes, aún con el naranja y cobre bañándolas, lucían como espejos de mar. Lejos de asustarse o abrumarse por la infinidad, bravura y pureza fielmente reflejada en aquellas prístinas cuencas, se sintió dichosa de conocerla, agradecida con sus padres por a ese viaje traerla y esperanzada por lo que cada día de aquellas vacaciones le trajera.
¡Hola!
Amo los Korrasami infantiles, son tan tiernos… sorry not sorry.
Este originalmente iba a ser el capítulo 1 y lo tenía un 90% escrito, pero preferí posponer la idea hasta este tema. Espero haya sido de su agrado.
Saludos,
Le chat et l'abeille.
