Un Ocaso de Invierno
"Había una vez. Muchas historias que me han contado, y que últimamente he contado, comienzan así. Historias de tiempos remotos, todas llenas de polvo viejo, gastadas por bardos y juglares sin diferencia al contarlas una, y otra, y otra vez. Sin embargo, esta historia no es antigua, sucedió hace poco, en la Cuarta Edad del Sol, mucho después de que la flama heroica de nuestro pueblo se extinguió. Por eso, no tiene ese toque tradicional, ese carácter legendario, que la haga acreedora de aquel encabezamiento. No dudo la valentía de mis acompañantes en esta descabellada empresa, pero aún no puede comparársele a las de otros tiempos, quizás dentro de algunos años demos eso por hecho. El vino añejo es mejor que el joven, tiene, sin duda, más carisma. Pero el vino nuevo es suave aún, y puede mejorar.
Esta historia comienza en el poblado de Trem, en la región septentrional de la Tierra Media, un lugar al que los viajeros llaman Forodwaith, nombre que era totalmente ignorado por los lugareños, y por mí..."
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Helet (Prólogo)
Los rayos del sol caían fuerte sobre su cabeza. Sentía la brisa en su rostro, la misma brisa que movía la hierba de aquel lugar. Un sentimiento de profundo regocijo inundaba su pecho. Su corazón parecía estallar. Estaba corriendo por una pradera verde, de pastos altos. Un punto de color azulado se alzaba sobre el horizonte, debía llegar a él. Debía alcanzarlo. Un intenso aroma que le fue imposible reconocer llenaba el aire, sin embargo, esa esencia le pareció inconfundible. Cerró los ojos y doblando las piernas realizó lo que le pareció el mayor salto que había dado en su vida. Extendió los brazos, el viento, más fuerte allá arriba, movía su vestido con descaro. De pronto, ocurrió el aterrizaje, apretó los dientes con fuerza. Un momento! Ella detestaba usar vestido. Es más, nunca lo hacía. Siempre que este pensamiento le asaltaba por sorpresa, se daba cuenta de todo. El final del sueño se acercaba. Sonrió.
La voz de su madre le calló como un balde de agua fría.
- Helet, el desayuno está listo.-
El sonido de la puerta al cerrarse fue el aviso para que abriera los ojos. Con cuidado, impulsándose con los brazos, se sentó en la cama. El sol entraba frágil por la ventana, pero las pesadas y gruesas cortinas atrapaban la mayoría de sus rayos. Por lo menos, ese día vería el sol, pensó, mientras se acercaba a la mesita, en donde la esperaba un cántaro con agua y una vasija. Vertió el agua en el recipiente y lavó su cara. En el valle cada vez veían menos el sol, ya que el invierno se acercaba. Y el sol que había en su sueño, le hacía compararlo con el frío astro real. Bostezó, los días lunes son los más aburridos, ya que no tenía nada que hacer y todos estaban ocupados.
Después de desayunar, Helet decidió lo que iba a hacer ese día, nada. La vida en Trem era bastante aburrida. El pueblo se encontraba en un valle rodeado de cumbres nevadas, las Montañas Grises. Aislados del resto del mundo, los habitantes se dedicaban a vivir sus vidas, lo más simples posible.
Helet se colocó la capucha y salió de la casa. La calle estaba cubierta de una especie de nieve en polvo, que casi la hizo resbalar. Se dirigió al mercado, el lugar de mayor movimiento en Trem. Los habitantes de Trem debían encargar a los viajeros comerciantes del sur, una gran cantidad de víveres y provisiones cada otoño, ya que el valle parecía congelarse en invierno. Este abastecimiento estacional era bastante caro, pero la gente estaba dispuesta a pagar. Y podían hacerlo. En sus inicios, los hombres del valle, o tremianos, como decían los forasteros, eran otro más de los pueblos del norte. Asentados de una forma muy dispersa, eran nómadas que viajaban siguiendo las migraciones de la caza, muy rara vez se relacionaban con otros hombres. Bueno, esta última característica aún se mantiene. La gran diferencia, lo que cambió totalmente el rumbo de sus vidas, fue la obra del Gran Fobel, un visionario de primer orden, a quien la idea de comercializar pescado y carnes con los enanos de la Montaña Solitaria, le pareció perfecta para comenzar a amasar la fortuna de su familia. Fobel aprovechó el momento justo, cuando los Enanos habían vuelto a la dicha montaña, en la que guardaban un gran tesoro, y como sus estancias subterráneas habían quedado destruidas por el dragón Smaug, sólo se preocupaban de devolverle la antigua magnificencia, sin guardar tiempo para otras actividades. Los Enanos se mostraron complacidos al ver que un hombre del norte les brindaría esa comodidad, y decidieron pagarle con oro, joyas y demás tesoros. Al volver Fobel, organizó a las bandas y familias de aquellos que le habían ayudado en su empresa, y los hizo moverse hasta un valle escondido en las Montañas Nubladas, en donde perdieron su estilo nómade en la totalidad. Fobel se convirtió en el primer regidor del recién fundado pueblo de Trem, cuyo nombre es en honor al padre de Fobel, quien le enseñó los secretos del comercio. Los Enanos fueron grandes consumidores de pescado y carne de ave por mucho tiempo, pero después de terminar la reconstrucción de Erebor, volvieron a sus rudas dietas alimenticias. Aún se conservan lazos económicos con los Enanos, pero los habitantes de Trem ya no necesitan venderles nada. El título de Regidor lo ha llevado de generación en generación el linaje de Fobel. Ahora, el cargo lo poseía el padre de Helet.
La joven atravesó, rápida, el pueblo. Las miradas de los vecinos se posaban en ella discretamente. La apariencia de Helet no era precisamente la de una chica "normal" de Trem. La joven poseía una larga cabellera lisa, negra como el ébano, mientras las demás jóvenes de su edad, y el resto de los habitantes de Trem, eran rubios y sus ojos de un color azul claro. Los ojos de Helet eran negros y profundos. Pero lo que más llamaba la atención era su atuendo. Vestía una especie de túnica corta de color verde agua, que le llegaba hasta unos cinco dedos sobre la rodilla, "esto" tenía una abertura a cada lado. Las calzas eran un poco más oscuras, iban horriblemente ceñidas. Unas botas verde grisáceo hasta media pantorrilla, cerraban el extravagante conjunto. Ah! También usaba una capa corta, de color marfil. Ese tipo de vestimenta no era correcto en una señorita, ni siquiera era común en los varones! Pero a Helet no le importaban los cuchicheos de los pueblerinos, ella vestía como quería.
Llegó al mercado. En ese lugar se mezcló con el resto de la gente. Pudo escuchar las conversaciones entre los viajeros.
- Así como vamos, tendremos que traer más cereales, vino y frutos secos... Esta gente del norte, parece muy interesada en tus semillas, Earos.- Un hombre de larga barba, llenaba un vaso pequeño con vino, para que un posible comprador probara de su cosecha.
- Es difícil encontrar un pueblo del norte, en el que nos reciban mejor que este.- Dijo un joven, que estaba ocupado pesando las semillas, en lo que parecía una cajita de madera.- Una moneda, señora.
- Es difícil encontrar algún pueblo en el norte. Los demás "hombres de las nieves" viven en cuevas, y están en constante movimiento.-
- Parece que tendremos problemas al seguir nuestro camino, Adric. Eso hombres, tan grandes como osos, le impidieron el paso a la caravana de mi padre.-
- Esos ladrones, tributo por ocupar el camino, estaban exigiendo la última vez.- Un hombre gordo interrumpió la conversación. Parecía más que furioso, por el impuesto que tendrían que pagar.- Espere un momento! No está viendo? Sólo tengo dos manos!
- Desea adquirir algo, bella Lir.- Preguntó el joven comerciante, al ver que Helet les miraba a él y a sus compañeros. Lir era el título de Helet, como hija del Regente de Trem.
- Nada, gentil viajero. Estaba escuchando vuestra interesante conversación.- Agregó la chica, comentario que hizo reír al joven comerciante, por su excesiva formalidad. La mayoría de los amigos de Helet eran comerciantes, que viajaban por todo el norte, Earos era uno de ellos. A veces, Helet detestaba esta situación, porque cuando ellos se marchaban, la vida en Trem volvía a ser aburrida. Por otro lado, la disposición de los mercantes para contestar todas las preguntas, acerca de otros lugares en donde estos habían estado, satisfacía las enormes cotas de curiosidad de Helet. La joven envidiaba la condición semi vagabunda de sus amigos, en especial la de Earos, que a pesar de tener la misma edad que ella, sólo diecisiete años, había viajado por todo Arnor y Eriador.
- Haz visto a Frana, Earos?.- Preguntó Helet.-
- La verdad, no. Te iba a preguntar eso, hace un rato. Necesito verla.- Earos se hacía el listo en cada pueblo que visitaba. Y la belleza nórdica de Frana le había cautivado en este.-
- Muy gracioso. Frana conoce tus intenciones así que no vuelvas a decirle nada por el estilo. Bueno, me voy, viajeros.-
- No te vas a quedar a escuchar las noticias de "afuera" ?.- El joven recalcó notoriamente la palabra afuera.-
- Voy a la casa de Frana.- Gritó la joven mientras traspasaba la muralla humana, que se aglomeraba en el puesto de Earos, quien comenzaba a gritar su mercancía.
Pronto el bullicio del mercado quedó atrás. Helet sacudió sus botas, mojadas por la escarcha que el sol se empeñaba por derretir. Salió pronto del conjunto de casas, que conformaban el pueblo de Trem, la puerta estaba abierta. Los lugareños no tenían conciencia de seguridad social, ya que mientras los mercaderes estuvieran en el lugar, no cerrarían el acceso. Cualquiera podía entrar al pueblo. La casa de Frana se encontraba en las afueras de un espeso bosque, en los lindes del pueblo. Su amiga Frana, cuyos padres habían muerto cuando era una niña, por causas que Helet desconocía, y por cortesía nunca le había preguntado. El caso es que después de su muerte, la pequeña Frana quedó a cargo del hermano de su padre, Driscus, el sanador del pueblo. Cuando su amiga tenía doce años, Driscus consideró que Frana tenía la capacidad para seguir sus enseñanzas y la aceptó como uno más de sus discípulos. Ahora Frana era su asistente oficial, le conseguía las hierbas necesarias, escribía algunas recetas, aunque la mayoría de los habitantes de Trem no sabía leer ni escribir, atendía las dolencias menores y ayudaba a su tío a impartir sus clases. Helet conocía a Frana desde que ambas tenían cuatro años, y era su mejor amiga. Helet divisó al poco tiempo la casa de Driscus. Una pequeña cabaña de madera, de cuya chimenea escapaba un humo extraño, de color amarillo. Tomando una bocanada de aire helado, la joven golpeó la puerta. Esperaba que las clases impartidas por el sanador hubieran terminado, porque conocía perfectamente el temperamento de este, y lo que le molestaba que "visitaran" su casa. Era bastante irónico, considerando que el ser sanador, es un oficio social, y por lo tanto, conlleva el trato con el resto del mundo, para el enojo de Driscus. Prácticamente vivía como un ermitaño, a las afueras de la ciudad, y no aceptaba los dulces agradecimientos, pasteles y demás confites que le llegaban a la puerta de su casa, de las señoras del pueblo. Y Frana poseía el mismo temple: Intelectual, reservado y un poco gruñón. Esperó un momento antes de golpear otra vez. No obtuvo respuesta. Intentó mirar por los vidrios empañados, en el momento en el que alguien abría la puerta.
- Sí?.- Un joven de unos veintidós años le recibió sonriendo.- Buscas a Frana Cres?.- La partícula "Cres" era el apodo que calificaba perfectamente a Frana, los discípulos de Driscus se lo habían puesto. "Cres" es el diminutivo de "Cresios", la palabra que usan los hombres nórdicos para "genio", Cres quería decir "geniecilla", o mejor aún "listilla".
Helet entró en la casa. El calor que producía la chimenea, hacía estragos en todos los rostros que se voltearon a mirarla. La sala en la que había entrado poseía pocos muebles, y ningún adorno. Cinco chicos de distintas edades, todos mayores que Helet, se sentaban en torno a una mesa redonda, pero ninguno le daba la espalda al instructor. Y ese instructor, de túnica oscura y nariz roja por la permanencia junto al fuego, era nada más y nada menos que su amiga Frana. Los discípulos le hicieron espacio a Helet para que se sentara junto a ellos en la mesa. Todos volvieron a sus deberes. Halet sabía perfectamente que Frana había heredado el carácter de su tío Driscus, y que tenía la misma opinión acerca de las interrupciones en una asamblea.
- Muy bien, terminen aquellas pócimas de Eliren, vertiendo dos gotas de infusión Aureal, (recuerden hierba aureal más un ácido o agua de lluvia) y reposándolas en un lugar oscuro y cálido por cuarenta y seis horas, ni más ni menos. El efecto de aquel líquido en el paciente enfermo será expulsar un sin fin de gases, diarrea ... actuará como antídoto al veneno de Morick, que puede producirle la muerte si no se suministra en menos de seis horas un antiveneno. Pueden retirarse, nos vemos mañana.
Todos se retiraron menos Gance, el mejor discípulo de Driscus, el que peor se llevaba con Frana. Poniendo los pies sobre la mesa, agregó con una aguda y misteriosa sonrisa.
- Comenzaré mi pequeño negocio mañana. La venta del elixir de Bianas será todo un éxito. Tu que opinas?.- Dijo Gance, sin diferenciar la presencia de Helet del resto de los muebles.
- Si alguna mujer prueba ese condenado elixir, Gance hijo de Gohes, te juro que...-
- Te juro que... no tienes amenazas, mi pequeña Cres. Sabes muy bien, como yo, que ese elixir es lo bastante estimulante para...
- No quiero oírte!.- Dijo Frana al mismo tiempo que se cubría los oídos.- Te prometo que Driscus se enterará de esto cuando vuelva. A él tampoco le gustaría ver la aldea sobresaturada de infantes hiperactivos.
- Pero servirá para darle vida a los hombres del pueblo.- Le sacó la lengua y se levantó rápidamente, huyendo a tiempo del libro volador que le había arrojado Frana.
- Cállate! Driscus lo sabrá todo y te expulsará de su lado.-
Gance salió por la puerta, pero al segundo estaba de vuelta. Sólo se podía ver su cabeza. Abrió la boca para decir algo, pero no lo hizo. En vez de eso le lanzó un beso con la mano a Frana, para irse riendo. Este aporte de parte del chico, consiguió su cometido: Poner roja hasta las orejas a la que debía ser su instructor y dejar a Helet estupefacta. Cuando las cosas se hubieron calmado un poco, Frana corrió hasta la puerta y la cerró con fuerza.
- Qué fue eso?.- Preguntó Helet, con un guiño picaresco.
- El elixir de Bianas? Un afrodisiaco femenino, Gance consiguió crearlo y que alguien lo probara, y ahora está listo para su comercialización.- Contestó Frana, mientras recogía el pesado volumen que le había arrojado.-
- No me refería a eso. Sabes muy bien que, aunque no sé de elixires, conozco la historia de Bianas...- Bianas, era para los viajeros una leyenda, que hablaba de una doncella... Bueno, esa clase de leyendas que inventan algunos hombres, buscándole nuevos rumbos artísticos a su depravación. Helet recordaba perfectamente la vergonzosa situación, cuando conoció por primera vez la historia de Bianas. Pero le consolaba pensar que los otros dos jóvenes presentes, Frana y Earos, tampoco la conocían cuando a los viajeros se les ocurrió comenzar a hablar de ella.-
- Por favor, Helet. No comiences tu también. No sabes lo difícil que fue darles las instrucciones de Driscus, y no quiero tener que soportar más burlas.- El tono de voz de Frana lucía cansado, pero seguía siendo enérgico, y enojado.-
- No sabía que podía enojarte tanto, que Gance consiguiera a alguien que probara ese afrodisiaco... Vaya, eso es nuevo para mí, no me lo habías contado.- La mirada asesina de Frana la hizo callar al instante.- Disculpa! Era sólo una broma! Qué te sucede hoy?, pareces un gato montés.-
- Es inmensamente difícil tomar el tema de un afrodisiaco femenino, en una asamblea en la que la mayoría son hombres, y todos una panda de subnormales inmaduros, y salir bien parada de lo que me pareció la mañana más larga de mi vida.- Cres dijo esto rápido, y sin respirar. Cuando la frase concluyó, tuvo que dar un gran suspiro, tomó tanto aire que tuvo un ataque de tos, lo que provocó la risa por parte de ambas amigas. Después del pequeño recreo, Frana continuó con sus tareas matutinas.
- Disculpa. Te estoy molestando?, Vuelvo más tarde?.- Dijo Helet al ver que su amiga aún estaba ocupada.-
- No hay problema. Pero ya que estás aquí, y no estás haciendo nada, puedes cambiar de botella este brebaje? Tengo dos más por allá. Y cuando termines, revisa esta marmita, cuando hierva, apágala.-
Helet y Frana pasaron toda la mañana entre ollas, platos, escobas y plumeros. Al terminar, Helet cayó rendida en el sofá. No podía creer que su amiga tuviera que hacer esto todos los días. Ordenar la casa y limpiar. Levantar los libros de la mesa y colocarlos en su lugar, en el estante. Guardar pociones e ingredientes en la bodega. Cocinar y hacer los pedidos que Driscus le daba. A veces lavar la ropa y vigilarla cuando se secaba en la chimenea. Cuidar las plantas de interior que tenían en la despensa. Traer las hierbas del bosque y cuidar de los enfermos de turno. Preparar remedios y recetarlos. Estudiar e impartir clases a unos jóvenes desagradecidos, algunos mayores que ella misma. Mientras Frana sacudía un mantel por la ventana, Helet le gritaba en la salita.
- Definitivamente, esto es sobreexplotación. No le has dicho a tu tío que deje de hacerse el vagabundo por el bosque y la montaña, y venga a ayudarte?.-
No recibió respuesta. Helet sabía muy bien que a Frana le molestaba tener que trabajar para poder vivir en la misma casa que su tío, pero esa había sido la condición. Además, Driscus le había brindado conocimiento de su oficio, por lo que más le debía aún. Helet no continuó con el tema. Frana se sentó en el sofá, a su lado.
- Perdona que te ponga a trabajar en mi propia casa, cuando debería tenerte en calidad de invitado.- Dijo Frana.-
- No importa, para eso están las amigas.- Respondió Helet, para después agregar.- Que frase más gastada! Pero, sin embargo, tiene razón.- La sonrisa que Frana le regresó, fue toda la señal que necesitó para darse cuenta de que su amiga ya no estaba enojada por lo del afrodisiaco. Continuó hablando.- Además, debo decirte algo...
- Déjame adivinarlo. O te tomaste un vaso de licor fuerte por la mañana, o te asaltó ese extraño sueño por la noche.- Frana sabía que su amiga Helet no se sonrojaba por más de cinco minutos, a menos que alguna de esas dos alternativas fuera la correcta. A pesar de que había hecho frío esa mañana, no era suficiente, como para mantener a una persona con las mejillas en un tono carmesí permanentemente.
- A veces pienso, sinceramente, que tengo a una hechicera por amiga. Cómo puedes adivinar tan rápido, lo que más intento ocultar?.-
- No hay ciencia en eso. Después de tanto tiempo de conocernos, me es fácil leer en tus ojos, como tu seguramente puedes hacerlo en los míos.- la respuesta de Frana, dejó más helada de lo que estaba continuamente a Helet.- Tuviste ese extraño sueño, que nunca me has querido contar.- Terminó Cres, cruzando los brazos.-
- No sé... es tan extraño...
- Esa es la parte que ya conozco, cuéntame, que voy a morir por el suspenso.
- Te lo contaré todo, siempre y cuando no te rías de mí- Frana asintió con la cabeza, sin quitar los ojos de Helet.- Muy bien. Todo comienza cuando me levanto del suelo.- Empezó a contarlo Helet, cerrando los ojos, para poder revivir una visión del sueño.
"Con cuidado apoyo mis manos en la tierra húmeda, su sabor está en mis labios, y su olor, puedo sentirlo. Quizás me digas, no sé, que estoy loca, como lo hace el resto de la gente, pero puedo asegurar que el olor de esta tierra era muy diferente al de las tierras del valle. Esa tierra era dulce, y fértil, tengo esa impresión guardada en mi memoria. Pero no me levanto porque sí, no, me levanto porque alguien toca mi hombro, y, a pesar de no poder escuchar sus pisadas, sé que está corriendo, y tras eso voy en todo el sueño. Me pongo de pie, la hierba verde me llega hasta las rodillas, son una especie de pequeñas espigas, pude darme cuenta porque he soñado esto más de tres veces. El sol quema, no cómo el que tenemos en Trem, que no hace ni cosquillas, y sus rayos caen directos al suelo, como si fuera mediodía. Levanto mi cabeza y veo un punto azul en el horizonte. Comienzo a correr. Cada vez más rápido, mi corazón también se acelera. Que puedo decir... Una sensación de felicidad parece llenar cada espacio dentro de mí. La brisa que sentí desde el principio, comenzó a soplar con más fuerza, mis cabellos me golpean el rostro. El viento me trae un aroma distinto, el cual no puedo reconocer. Pero estoy segura que lo he olido antes! Que irritante puede llegar a ser esa sensación!"
- Si, claro. Prosigue.- Dijo Frana, que no parecía haber perdido una palabra del relato de su amiga.-
"Este aroma, puedo asegurar, no venía de mis espaldas, por lo que seguí corriendo, cada vez más rápido, en ningún minuto reduje la velocidad. Una idea, tan veloz como mi loca carrera, cruza mi mente. Con todo el impulso que había tomado desde que empecé a correr, doy un gran salto que me eleva notablemente. Cerré los ojos, pero sin duda puedo decir que estaba volando."
- Así que volabas! Con los brazos extendidos, simulando ser un ave? O volabas como las hojas en otoño?
"Déjame seguir. El viento aquí era mucho más poderoso, tiraba, aunque no lo creas, del vestido que traía puesto. Más de una vez casi perdí el control y caí. Cuando perdí la propulsión que el salto me dio, comencé a caer, como si fuera un saco de patatas volador. El miedo se apoderó de mi mente, así que no puede realizar ningún movimiento fantástico, de esos que tenemos en los sueños. Sentí mi piel fría, y comencé a desvanecerme. Pronto terminé de caer, pero no sentí el rigor del suelo plano, caí en algo que me sostuvo antes de caer. No se cuanto tiempo estuve sobre ese "algo", pero cuando abrí los ojos, no necesité levantar la vista para poder verlo a él."
- Que viste? Quien era?- Frana tenía la boca abierta, había escuchado con cuidado toda la historia, pero ahora parecía verdaderamente interesada.-
- Un chico.- Helet apretó los ojos, intentando aprisionar su recuerdo.-
- Un chico, como era? Apuesto?-
- Bastante.- Helet pudo verlo. Con sus cabellos negros, enredados en el pasto. Y su boca entreabierta, que le daba un aspecto peculiar, sensual. Pero no era eso lo que le llamaba la atención. Sus ojos color índigo, profundos, tenían el brillo de las estrellas, sin embargo, habían visto tantas cosas, que parecían desencantados, y tristes. Cuando él percató su presencia, la miró con aquellos ojos y le mostró su dulce sonrisa.- Profería ese estilo de belleza que sólo puede pertenecerle a...
- No lo digas, sé perfectamente que estás pensando. No crees que ya es demasiado, Helet?.- Frana rompió todo el encanto. Con lo difícil que había sido recopilar en su memoria el recuerdo de aquel chico.
- Demasiado? Dime, Frana, sinceramente, no crees que ellos hallan existido, aquí en estas tierras? Que las leyendas que nos contaron los viajeros cuando niñas hayan sido ciertas? Y que sus reinos en el sur todavía estén escondidos?
- No lo sé, piensa en el tiempo. Ya ha pasado mucho. Me preocupas, Helet. Desde que te conozco, no haces otra cosa que pensar en ello. Y que pasa si, no, nunca existieron, todo es un invento. Pasarás toda tu vida preocupada de que su recuerdo no muera?
Helet calló. Nunca había pensado en eso. No, no era así, como Frana decía. Sí, si existieron, y quizás todavía existan.
- Pero, por que no? Imagínate... Sueña... No sería fascinante?
- Mírate. Has llegado al final del camino. Has cambiado, te vistes extraño, te sabes, de memoria, más leyendas que el hombre más anciano de Trem, este último tiempo has dado que hablar a todos los vecinos. Qué esperas conseguir?
- Nada.- La conversación le pareció de lo más incómoda. Pensó que quizás su amiga no la entendía tan bien como ella pensaba, a lo mejor su opinión acerca de su comportamiento no difería mucho del resto de los lugareños.
- Exacto. No obtienes nada. Esto se está convirtiendo... Es una obsesión.- Frana se dio cuenta de lo duras que habían sido sus palabras. Pero no podía guardárselo más, ya no le iba a seguir el juego a su amiga.- Prométeme que no harás nada que te perjudique, cuando vayas en su búsqueda.- Ella sabía que su amiga algún día sedería fuerzas a aquellos sueños turbulentos e inquietantes.-
- Pensé que me acompañarías.- No, pensó Helet. Se había equivocado. Frana seguía comprendiéndola mejor que nadie en este mundo.-
- Muy bien. Si obtienes pruebas, de cualquier tipo, excepto leyendas, de su existencia, te acompañaré a donde desees.
- Es una promesa?.-
- Lo juro.-
- Muy bien, el tiempo todo lo revelará.- Ambas jóvenes salieron de la casa. La misteriosa frase de Helet, se mantuvo rondando la mente de Frana todo el resto del día, pero su significado no pareció notarse, hasta algunas semanas después.-
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Aiya!
Soy nueva en fanfiction.net, y este es el primer fic oficial que escribo, y publico. (La verdad, he escrito muchos, pero no los publico ¬¬)
Algunas aclaraciones: Todos los personajes que aparecen en este primer capítulo (o prólogo), son míos, es decir, sólo tomé de la obra de Tolkien algunos lugares y razas. Con el tiempo, pienso ir agregando muchos más personajes, ya que nuestras protagonistas saldrán de su pueblo natal, a conocer el resto de la Tierra Media. Los elfos no aparecen hasta el final : ( (Es mi primer fic sin elfos desde el principio)
Los nombres, debo decirles, no significan nada. Así que no se esfuercen buscándoles alguna acepción a los idiomas creados por Tolkien.
Necesito que me den sus opiniones acerca de la historia, (Sí, parece bastante aburrida, pero luego se pone mejor), para saber si debo seguir escribiéndola. Ahora me voy a leer sus historias, (¬¬ prometo dejarles reviews si ustedes me dejan a mí (una especie de soborno!) , no, es una broma : )
Namarië
