Un Ocaso de Invierno

"...A pesar de que nuestras queridas heroínas no lo sabían, el destino quería que el sueño de la joven Helet se realizara. Y la oportunidad de demostrar la existencia de esos seres, la traerían los últimos vientos de Otoño... Bueno, Que esperaban? Tanto contar mi historia me ha bajado un poco de amor propio..."

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Los Shuram, la fiesta y el viaje.

El pueblo completo estaba agitado. El regidor había convocado una junta de emergencia, y los más ancianos de cada familia debían asistir. La reunión se llevaría a cabo en el Departamento Social, y estaba prohibida la interrupción. Los viejos de Trem se encontraban en una salita, especialmente diseñada para esa función. Cada uno de los integrantes tomaba un puesto en una mesa cuadrada, que ocupaba la mayor parte del espacio. Reinar, el Regidor y padre de Helet, estaba sentado a la cabecera y miraba todos los rostros con aire flemático. Su semblante no daba signos de estar perturbado, al contrario de los otros miembros de la junta.

- Cuando, demonios, te dignarás a hablar?.- Un hombre corpulento, de mirada ruda y apariencia inflexible, se levantó de su asiento, increpando al Regidor.

- Paciencia, amigo Gohes.- Dijo Driscus, el sanador, aunque muy en el fondo, opinaba lo mismo que el más arrebatado del grupo.

Reinar comenzó a inquietarse. Lo que debía comunicarle al resto de la junta, era muy importante. Esta información debía ser revelada lo antes posible y mientras más rápido fuera evacuado el pueblo, mejor. Reinar siempre guardaba las reglas, y una de ellas era no comenzar una asamblea oficial hasta que estén presentes todos los miembros, así que, a pesar de la gran importancia de esta nueva noticia, debía esperar al ausente. De pronto, las puertas se abrieron en par. Un hombre joven, que vestía bastante desaliñado, entró en la sala.

- Mis disculpas, señores. Lo siento... Lo siento mucho, en verdad...-

- Ya era hora!.- El impaciente Gohes daba a conocer su disgusto, y no era nada bueno hacer disgustar al Gran Gohes.

- Ilan?- Reinar dirigió por primera vez la palabra a su hijo mayor.-

- Si?.-

- Siéntate.-

- A la orden!.- El puesto en la junta "Representante de las Juventudes de Trem" había sido instaurado hace menos de un mes, era el miembro más joven de la reunión, y el que le aportaba cierta discordancia. Al menos, eso le parecía ahora que estaba adentro. De todas formas, nada cambiaría así por así, por mientras era mejor seguirle la corriente a los viejos.

Un golpe en la mesa de parte del Regidor, y el joven Ilan dejó de ser el centro de atención. Todos guardaron silencio. Reinar, y todos los pertenecientes al linaje de Fobel que le habían antecedido, poseían ese don de mando, ese carisma, que automáticamente les hacía resaltar en las reuniones sociales. El regidor se puso de pie.

- Bueno, les he reunido aquí por un motivo verdaderamente importante.- Dijo Reinar, haciendo uso de esa, su principal característica, al tomar la palabra, ir directo al grano.- La crisis en los importes mercantiles del año pasado y la mortalidad desconocida de los animales en las praderas, no se le comparan. Sabemos bien, que, aunque así lo quisiéramos, hoy en día no somos los únicos habitantes del valle de Trem. Hace algunos años, como todos sabemos, una de las tribus del este se trasladó junto con sus animales y posesiones a la montaña, el invierno era inclemente y, aunque no se lo permitimos con afabilidad, no tuvimos la intolerancia suficiente como para que hombres, mujeres, y niños murieran congelados, a manos de la misma naturaleza, mientras nosotros habitamos en un valle abrigado.- El Regidor tosió, fuerte, aclarándose la voz.- Lo lamento, fue mi idea refugiarlos en las cuevas, y la mayoría de ustedes estuvo de acuerdo. Ahora, esos hombres del este nos traicionan. Ayer en la mañana, un mensajero al que envié a la montaña, me trajo la declaración más despreciable que hemos tenido en años. Nuestros acogidos nos vendieron a cambio de comestibles. La cortina de olvido que cubría al valle ha sido rota, y algún día seremos descubiertos. El pueblo de Trem nunca será el mismo.-

El murmullo de la sala creció hasta convertirse en gritos. El Regidor levantó una mano, pero los hombres ya no hacían caso a su autoridad. Estaban desesperados, muchas cosas se contaban de las tierras que rodeaban al valle, ninguna de ellas era alentadora. Un fuerte silbido los hizo callar.

- Gracias, Ilan.- El joven asintió con la cabeza y volvió a sentarse.- Pero eso no es todo, señores. Hay una parte de esta trágica historia, que ustedes aún no conocen, una parte aún más oscura.- Se secó la frente con un pañuelo blanco, no era usual que la gente sudara a tan bajas temperaturas, como las que había en Trem. Cuando estaba listo para comentar las malas nuevas, otro hombre, de aspecto delgado y reservado, se levantó de su asiento.

- Con su permiso, señor Reinar, no creo que usted sea el más indicado para darles la noticia. Acabo de llegar por la mañana de las tierras adyacentes al valle, y temo que las novedades que os brindé ayer ya están añejas.- Un gesto del regidor, y el mensajero, haciendo usanza de su sobredosis de nerviosismo habitual, prosiguió.- E-Esta mañana subí la Montaña del Sol, llevando las ovejas de mi amigo Turan a pastar, hacía bastante frío por lo que tomé el paso Largo...

- Ve al grano.- Dijo Ilan, pero cuando todos voltearon a verlo, con miradas amenazadoras, se arrepintió.- No volveré a hablar más.- El hombre estaba lo suficientemente nervioso antes de su acotación, pero, sin embargo, la ignoró por completo.-

- Muy bien, si prefieren la rudeza de las palabras directas, allá ustedes. Los hombres del este no están solos. Es decir, los que nosotros acogimos en nuestras tierras, son los Dûb, una pequeña tribu del este. Cuando llegué a las afueras, había otro campamento, seguramente los compradores de información de los Dûb. Esos seres se parecen más las bestias que a los humanos, portan una gran cantidad de armas. Lo primero que noté en el cielo, antes de ver a los hombres, fue una gran nube negra que venía del horizonte, puedo asegurar que ellos son los causantes de esta. Mis conclusiones son nefastas, estos salvajes han arrasado con el terreno del Este, y han saqueado a varias tribus más. Si no en donde, díganme señores, una agrupación nómade, consigue tantos sacos de trigo?. Al volver, los Dûb, esos traidores, me dijeron que parte de su clan perdido, del cual siempre hablan, eran los Shuram, los salvajes a los cuales acababa de ver. Su "familia perdida" venía en busca de trabajo en estas tierras, y necesitaban verle a usted, Reinar, para solicitar su permiso. Repitieron incansablemente que los Shuram venían en paz.- Respiró un momento, y se volvió a mirar al Regidor.-

Adric, un viejo mercader, que hacía representación de los suyos en la junta, pidió la palabra.

- Un consejo, Reinar. No asista. Esos hombres disfrutan robándonos caballos y mercadería. Hace poco, la caravana de mi hermano Eatron, fue perdida de vista por la mía, mi sobrino teme lo peor. Los salvajes actúan así: Matan al jefe de la tribu afectada, y luego la saquean de a poco. En medio del caos que significa perder la organización en lo social, arrasan con fuego las viviendas, roban a las mujeres y a las hijas, asesinan a los hombres, viejos, jóvenes y niños. No tienen piedad alguna.

Los rostros estaban retraídos de miedo. Y si estos salvajes atacaban Trem?

- Silencio todos. He ideado una medida que puede favorecernos en esta dificultad.- Reinar se levantó nuevamente del asiento, en donde había estado desplomado cerca de media hora. Nunca, un Regidor, había sido preparado para la batalla.- Evacuaremos al pueblo de Trem.-

El bullicio de los presentes estalló de nuevo. Reinar sabía que a muchos la idea nos les agradaría, pero había que hacerlo, era la única forma de no morir a manos de los salvajes. Le dio la palabra a Zedor, un hombre rico.

- Estoy parcialmente de acuerdo. Pero la gente..- Dijo, popularizando sus propios intereses.- Pero la gente no querrá abandonar los bienes que con tanto esmero a juntado por años...- No alcanzó a terminar, Gohes lo interrumpía siempre antes de que finalizara una frase, ese día no fue una excepción.-

- Sois todos una pasta de cobardes!.- Dijo, colérico.- No sienten amor por estas tierras, por el pueblo? Yo me quedaré a defenderlo, y daré mi vida por esa causa, si es necesario. Todos deberíais hacer lo mismo!-

Todos asentían con la cabeza, tomando una decisión bastante apresurada.

Reinar se sostenía la cabeza con las manos, el dolor que le producía aquella enfermedad que había padecido desde niño, le impedía ponerse en pie. Ya habían votado por la solución, unas tres veces. pero cada vez aparecía un resultado diferente. Gohes intentaba animarlos a todos para que participaran en la batalla, insultándolos. Zedor se había amurrado en un rincón, no dejaría que esos salvajes le quitaran una pizca de su oro. Adric miraba desconsolado, los mercaderes querían estas tierras como si fueran su casa, y Gohes continuamente repetía que debían expulsarlos, porque estaba seguro de que eran espías. El Regidor se sacudió involuntariamente, y su hijo lo sostuvo.

- Estás bien?.-

- Ilan, hijo, continúa tú, ya no sé que puedo decirles.-

- No te rindas, el pueblo confía plenamente en ti... Además, tengo una idea.- Se levantó de su asiento, decidido, aunque en verdad no sabía como podía dejar complacidos a hombres con preferencias tan dispares.- El que quiere salvar a su familia que se calle.- Dio resultado.- Bien, ahora el que quiere salvar al pueblo de Trem, que vuelva a su asiento. Mi padre, que no se encuentra muy bien, a causa de la presión que implica tomar la decisión correcta, me ha dado su opinión. Ya que intentar salvar vidas humanas es lo más importante, las mujeres y los niños del pueblo serán evacuados, saldrán del valle por el sur y les pedirán resguardo a los Enanos o a los hombres de Esgarot. Llevarán con ellos sus bienes imprescindibles, en una mayor cantidad, si lo hacen con anticipación. Los hombres que quieran luchar se quedarán, los que no, tendrán que proteger a las mujeres y a los niños llevándolos por un camino, lo más lejos posible de la batalla. Los que luchen saldrán al encuentro de los salvajes, por si acaso hay una posibilidad de que el pueblo no sea destruido. Les tenderemos trampas en las montañas, y trazaremos una estrategia. Si a pesar de esto, el fin es inalterable, moriremos con honor, defendiendo a lo que amamos.-

Todos estuvieron de acuerdo

- Una sabia decisión, Reinar.- Dijo Driscus, mientras estrechaba la mano del abatido Regidor. El discurso, por medio de su hijo, había renovado el espíritu de todos los presentes. En ese momento, una hora después aproximadamente, todos maquinaban los planes y la estrategia, que se llevarían a cabo, nadie escuchaba la conversación de Driscus, Adric, Ilan y Reinar.

- Ustedes, los mercaderes tendrán que irse ahora, si no quieren verse incluidos en la lucha, después les será imposible.- Dijo Reinar, con voz cansada.

- Nunca, sabes muy bien lo que pensamos acerca de Trem.- Adric contestó, haciéndose el ofendido.- Conozco a mis chicos, todos se quedarán aquí a ayudarles.-

- Pues entones, tendré que nombrarlos a todos, ciudadanos oficiales de Trem.- Los cuarto rieron, un poco.-

- Ahora viene la parte más difícil: Decirle al resto del pueblo, en especial a nuestras esposas he hijos.- Dijo Driscus.- Los salvajes no se atreverán a atacar en el invierno, no creo que sean tan estúpidos como para darnos la facilidad de pelear en nuestro elemento. Quizás los veamos venir en primavera.- Todos los demás lo corroboraron, asintieron con la cabeza en señal de que habían escuchado.

- La mía ya sabe, mi hijo también...- dijo Reinar mientras miraba a Ilan.- Pero Helet no. Y no le indicaré nada hasta que la posibilidad de batalla sea invariable.

- Pero será la tarea más fácil, lo dificultoso será trasladarlos a Esgarot.- El silencio se apoderó de la sala. No por lo que había dicho Ilan, si no porque alguien entraba en la sala.

Una joven delgada, de cabellos dorados y ondulados que le llegaban hasta la cintura, sonreía apoyada en el marco de la puerta. Sus ojos eran de un color verde esmeralda, tan hermosos como la joya.

- Que color prefieres, para los adornos en las mesas, querido? Añil o Verdemar?.- Le mostró a Ilan los dos diseños.

- El verde me parece bien.-

- Verdemar? Lo sabía!.- Se acercó a la mesa, y le dio un rápido beso en la mejilla. El padre de la novia, ahí presente, no parecía muy contento. El joven Ilan era bastante inteligente, fue el más adecuado pretendiente de su hija en ese ámbito, pero si de trabajo se trataba, era todo un vago.

- No te propases, estamos en una junta.- Le dijo el suegro a Ilan

- Por cierto, que tienen que transportar a Esgarot, que es tan difícil de llevar?.- Ninguno de los presentes se atrevió siquiera a pestañear. Un segundo más tarde, algunos miraban a Ilan.

- Nada, amor. Es una sorpresa...- Nunca había podido mentirle a Eriane, ella lo notaba a los pocos minutos, pero esta vez debía hacerlo.-... Es una sorpresa para la boda.-

Eriane lo miró por un momento, y sin emitir ningún comentario, salió de la salita, olvidando los adornos sobre la mesa y dejando un suave aroma a jazmín. Ilan se quedó mirando la puerta cerrada. Su rostro había cambiado totalmente.

- Tienen razón, comunicarle que debe marcharse del pueblo, y que yo no estaré más con ella, será lo más difícil.- Agregó después de un suspiro.-

- Vete.- Dijo Reinar.- Concluiremos esta reunión en unos minutos. Tú debes ir a darle una excusa más convincente. No le hables de los Shuram, hasta después del invierno, ninguno de nosotros lo hará. A nadie.

Ilan salió de la junta. Sabía que su padre y los demás viejos estarían, ahora, hablando de Eriane y él. Cruzó el pasillo y bajó las escaleras. En el último peldaño estaba sentada Eriane, con las manos en la cabeza. Se puso delante de ella, últimamente se mostraba muy sensible. Apartó con cuidado los dorados cabellos de su rostro. Le dio la mano y la ayudó a incorporarse.

- No me gusta que me mientas, y si vamos a vivir juntos el resto de nuestras vidas es mejor que...- El apasionado beso de Ilan la hizo callar. Se separó de él.- Tampoco me agrada que hagas eso!.- El joven bajó un poco la cabeza, pero ella le obligó a mirarla, rodeando con los brazos su cuello y besándolo tiernamente.

Alguien se acercaba, pero ellos no se dieron cuenta. Helet y Frana venían por la izquierda del pasillo principal, y Gance entró por la puerta de la derecha. Eriane sintió los dos frentes de energía opuesta, pocas personas en Trem podían hacerlo, mejor dicho, pocos humanos podían hacerlo. Esta característica la hacía la favorita de Helet, para el disgusto de su hermano, si tenía que escoger algún día un maestro que le enseñara su arte. Para otros, como Gance, que confiaban plenamente en el lado exacto y textual de la ciencia, Eriane estaba loca. En realidad todos los pueblerinos de Trem, consideraban locos a la gente extraña, título que, sobra decir, también le aplicaban a Helet por sus raras costumbres.

- Pueden dejar de babearse? No saben que este es un edificio público?.- Dijo Gance con una sonrisa satírica en el rostro. Gance era el mejor amigo de Ilan desde... desde siempre.

- Esfúmate.- Dijo Ilan, sin dejar a Eriane.- Y ustedes también, par de impertinentes.

- Lo siento.- Dijo Eriane, al notar que Helet y Frana habían avanzado desde la última vez que había sentido sus presencias, y ahora se encontraban a su espalda. Se desató los brazos de Ilan, que se cruzaban en su cintura, y las saludó alegremente.- Perdón, no noté que venían hacia acá.

- No lo notaste? O no quisiste notarlo?- Dijo Helet encarando una ceja.

- Pues, ambas cosas.- Respondió Ilan.- Ahora, pueden irse, los tres?

- No, no podemos.- Dijo Gance.- Que hablaron en la junta?

- Eso no te importa, lo que hallan dicho en la junta es secreto.- Dijo Frana, y aunque en realidad no tenía razón, todavía estaba enojada con Gance por lo del elixir de Bianas. Volviéndose hacia Eriane, continuó.- Cuando va a ser la boda?

- Mañana, si los dioses están de acuerdo.- Eriane era firme creyente en las fuerzas de la naturaleza. Para disgusto de muchos jóvenes de Trem, los dioses lo quisieron así, y los preparativos comenzaron a hacerse ese mismo día en la mañana.

Con mucho cuidado, se puso en puntillas. Si se movía demasiado, la advertencia de todos cuantos habían pasado se haría inevitable. Levantó los brazos lo más alto que pudo, y la mesa, sobre la cual estaba el cajón, sobre el que estaba la silla, sobre la que estaba otra silla, pero de tres patas, sobre la que estaban unos libros, sobre los que estaba ella se movió, amenazante. Esa guirnalda nunca quedaría bien puesta.

- Cuidado, Halet!.- El grito de un niño que jugaba en el lugar no fue suficiente. Habían lanzado un plato volador, pero no era un "plato volador", sino un plato real, de porcelana blanca, arrojado directamente a su cabeza. Helet logró esquivarlo, pero la mesa, el cajón, las sillas y los libros no resistieron más.

La escena fue bastante graciosa. En el mismo momento en el que Helet caía, Earos pasaba cargando un canasto grande sobre el hombro, en el cual había una gran cantidad de bayas silvestres, recién cortadas. La joven Lir, aterrizó afortunadamente dentro del canasto del mercader, y este, al recibir cincuenta kilos de chica voladora en el hombro, resbaló y calló con todo el peso en el estómago. La silla, mesa y demás aparatos en los cuales Helet se había encaramado, se precipitaron pronto sobre ellos, sepultándolos en una montaña de hojas de papel sueltas, madera rota, y jalea de bayas silvestres. La risa de Helet se oyó sobre el murmullo de la gente que había presenciado la acrobacia, mientras arreglaban el salón para la boda. Todos rieron, menos Eriane, que acababa de llegar junto a Ilan. El silencio se apoderó de todos al verlos tan serios.

Rápidamente, el novio comenzó a desenterrarlos. Si Eriane había presentido algo, era mejor creerle. Gance se unió a la tarea. Frana también se acercó. Cuando terminaron de quitarlo todo, la imagen de Helet, llena de jugo y hollejos de baya, provocó nuevas risas. Ilan la empujó bruscamente hacia otro lado, todavía estaba encima de Earos. El joven mercader de cabellos rojos tenía los ojos bien cerrados. Frana le gritó a Gance, ordenándole que trajera sus implementos que estaban en casa. Milagrosamente este accedió de inmediato.

Cuando Gance volvió, Frana tenía la pista desocupada. Ilan se había encargado de sacar a toda la gente del salón, con una sola mirada. Habían traído los manteles de una mesa cercana y los amontonaron como una almohada, bajo la cabeza de Earos. Frana ya había determinado que, por su pulso constante, respiración normal, y pupilas sin dilatar, el joven no tenía más que heridas superficiales en la cabeza. Mientras Frana estaba lavándose las manos en la cocina, el mercader, y muy buen actor, por supuesto, abrió los ojos. Helet le vió.

- Eres un...!!

- Shhh!

- Todo esto es una farsa para mantener a Frana cerca?.- Le susurró Helet en el oído, lo más disimuladamente posible.

- Que le dices, Helet?.- Frana volvía con una toalla en sus manos.-

- Le digo que... Que resista, eso!.-

- No te preocupes no le va a pasar nada.- En una gasa limpia vertió un poco de alcohol fuerte, y le aplicó a una herida del chico, en la cabeza. Acto seguido, un grito de dolor se le escapó de los labios.- Lo sabía! Abre los ojos, farsante, o te vuelvo a desinfectar, pero con aceite hirviendo!!

Earos había abierto los ojos hace unas dos horas. Lo habían transportado en una mesa dada vuelta, que hacia el papel de una camilla, hasta una cama en la casa de Driscus. El joven mercader aseguraba que no podía caminar, pero nadie le creyó hasta que Frana le hizo ponerse de pie. Fue una mala idea. Unos segundos después, Earos se desplomó en el suelo retorciéndose de dolor verdadero. Ahora estaba acostado en una pequeña pieza, en un lugar que no conocía. Se estremeció, la corriente de aire le avisaba que alguien había entrado. Suspiró. Frana, que se encontraba de pronto al lado de la cama, le miraba.

- Por fin despertaste. No puedo intentar componerte si estas durmiendo.- La chica le colocó la mano en la frente, él cerró los ojos.- Ya no hay fiebre, es mejor que prosigamos, si queremos volver a los preparativos de la boda.-

- Quiero quedarme aquí.- Contestó con voz débil. Era verdad, quería quedarse ahí con la mano de Frana apoyada sobre la frente. Había logrado llamar su atención, no importaba el precio que tuvo que pagar.

- Pues te quedarás solo, porque yo voy para allá.- Dijo Frana, quitando la mano de su frente, como si hubiera leído sus pensamientos.- Qué te duele?.-

- La pierna derecha entera, pero más que nada, el tobillo y la rodilla. El hombro izquierdo también. Y el estómago, y la cabeza...

- Muy bien empecemos por el hombro. Si no me equivoco, recibiste gran parte del peso de Halet en él.- El mercader asintió con la cabeza.- Puedes levantar la espalda un poco?

- Un poco, por que?

- Muy bien, no te muevas aún.- Frana comenzó a desabrocharle la camisa que traía puesta.

- Hey! Qué estas haciendo?.- Las manos de la chica estaban frías, lo que provocó que se sonrojara de inmediato.

- Levántate ahora, para que pueda quitártela sin dañar más el hombro.- Dijo Frana, sin escucharlo. Earos hizo lo que ella pidió.

- Esa no es mi camisa.

- Por supuesto que no. La tuya estaba ensangrentada, y como la casa de Helet estaba cerca, me prestó esta camisa de elfo, de las que ella usa, para colocártela.

- Mejor dicho, blusa de elfo. Todos eran afeminados, si usaban estas cosas... Usualmente desvistes a tus pacientes?.-

- Si te callas, dolerá menos. Siéntate y ponte cómodo.- Dijo mientras le colocaba unos cojines en la espalda. Vertió un aceite en sus manos y se sentó en el borde de la cama.- Listo?

- Siempre.- Después de esto miró su hombro. No se veían nada bien, un hematoma gigante arriba, el brazo colgaba abajo. Tenía un mal aspecto. Estaba colgando hacia atrás!.- Hey, espera un momento, No hay sedante?

- Te lo habría dado, no crees?.- Tocó el hombro y Earos se estremeció. Esto sería más difícil de lo que pensaba.- Tengo que volverlo a su lugar. Hace frío, te dolerá mucho más si no aplico estos aceites y doy masaje. Grita todo lo que quieras, Driscus no está.

- "Que alivio! Estoy solo con la que será mi verdugo". - El pensamiento le atacó la mente, pero no hizo más que sonreír.

Después de un cuarto de hora de masaje y dolor, estaba todo listo. Ahora tendría que recomponerlo.

- Bien, cuéntame lo que quieras.- Dijo Frana, si lo mantenía ocupado hablando, o cortejándole, sería mejor para los dos. Nunca había soportado provocarle dolor a alguien, menos aún a alguien lesionado.

- A que viene, tan repentino interés?

- A que voy a comenzar ya. De donde vienes?.- Tomó el brazo y lo levantó lentamente.

- Vengo de Ahhh!!!... Bree.- Frana le tenía agarrado del hombro, le apretaba con fuerza y con el pulgar empujaba el hueso.

- Bree? En donde está eso?.- Debía volver a montarle ambos huesos, la dislocación tenia unos milímetros de distancia, pero se lo hacía directamente podía rasgar el músculo.-

- En un cruce de caminos, este, oeste.... Ahh... Norte, sur. Al otro lado de las Montañas Nubladaahhhhhh... Nubladas. Mi madre era una joven de Bree, y mi padre un mercader viajero. Apenas nací, mi madre escapó con mi padre. Ouch, ouch, ouch, ouch, ouch. Queda mucho?

- Sólo un poco más. Que puedes contarme de Bree, es muy famoso allá afuera?

- Si... Ahhhhhh!! Cerveza... Muy buena. El Poney...- Sólo eso se podía escuchar a través del cojín que mordía con fuerza. Apretó los ojos, las lágrimas se escapaban solas.

- Hola, Que hacen? La puerta estaba abierta. Vaya, que musculatura!- Helet había entrado sin más, como siempre lo hacía. Se sentó al otro lado de la cama, y le sacudió los cabellos a Earos. Cogió su pañuelo y le secó la cara.- Valor, más se perdió en la guerra... creo.

- No sabes nada de refranes, cierto?.- Frana lo había dejado respirar un momento, para luego retomar la tortura.

- La última compresión!.- Anunció Frana

- Más te vale, nadie maltrata a mis amigos. Ni siquiera mis amigos!.-

- Me las vas a pagar Helet, Lir de Trem. Algún díahhhhhhhh!!!

- Listo. Descansa un poco. Comenzaremos con la pierna en un rato.

Frana se levantó de la cama y partió a lavarse las manos otra vez. En la mitad del camino se devolvió. Se quedó observando el estado de Earos. Parecía deshecho. Se había derrumbado en la cama, tenía los cabellos pegados a la frente y los ojos verde oliva, llorosos. Miraba el techo, con una expresión de desaliento más allá de todo límite. Tomó una manta, lo cubrió con ella y le dio un beso en la mejilla. Sus ojos le habían ablandado el corazón.

La ventana del cuarto estaba abierta. Un pájaro pequeño se posó en la ventana. Ambas jóvenes esperaban a alguien. Eriane apareció al lado del probador de madera oscura. Frana no pudo reprimir un gritito de maravilla. Helet sonrió a su amiga, y dentro de unas horas, pariente. Se veía hermosa. La fiesta se realizaría en la casa del novio, como decía la tradición, y la ceremonia en la de la novia. Helet le había prestado su cuarto para que se vistiera y arreglara. El vestido blanco era bastante sencillo, pero al verlo puesto en Eriane, se mostraba sublime.

- Estás nerviosa?.- Frana se frotaba las manos, en realidad ella parecía estarlo más que la novia.-

- Esto lo decidí hace tiempo, no tengo nada que temer.- La joven se sentó delante el tocador improvisado. Frana separó algunos mechones de pelo, que parecían hilos de oro, y comenzó a diseñar su peinado.-

Helet les dio la espalda y se acercó a la cama. Estirado sobre el cobertor, estaba el velo blanco que usaría Eriane dentro de unas horas. Lo tomó con cuidado e instintivamente lo colocó sobre su cabeza. Después de dar unas vueltas sobre si misma y sentir como el viento pasaba por la tela vaporosa, observó el resultado en el espejo.

- No me habías dicho que nunca te casarías, Helet?.- A pesar de que se lo había esclarecido hace mucho tiempo, Eriane todavía recordaba sus palabras.-

- Nunca dije eso. Me refería a otra cosa. Jamás me casaré con un hombre de Trem.- Contestó quitándose rápidamente el velo de la cabeza y depositándolo en su lugar.

- No debes preocuparte de donde sea la persona a quien amas, si es la persona indicada, no hay problema.- Las jóvenes asintieron con la cabeza, Eriane tenía toda la razón, como siempre.- Puedes amar a alguno de la tribu de los Shuram, y si es amor verdadero no te importará!.- Frana pasó por alto el oscuro comentario de Eriane, no así Helet.-

- Cuál es la tribu de los Shuram? No me parece haberla oído mencionar antes.-

- Algún día nos dirán quienes son los Shuman. Y así podremos saber de que se trata. Espero que no se tarden!.- La frase que decía ahora la joven, parecía más extraña. En especial el tono de broma con el que había hecho alusión a tal tribu.-

- De todas formas, Helet no se casará con un pueblerino cualquiera. No! Ella se casará con un elfo!.- Frana rió, sola. Eriane no hizo más que sonreír y Helet la miró con furia.- Está bien, no volveré a abrir la boca.-

Helet corrió hasta el patio interior. Allí se estaban terminando los últimos arreglos para la fiesta. Eriane había pronosticado sol para hoy, y así fue. No quedaba evidencia del pequeño nevazón de hace dos días. Entró de nuevo a la casa, a donde se había metido Frana! Su madre y unas amigas cotorreaban alegremente en el salón, donde toda clase de platos eran traídos de la cocina y preparados para llevarlos al fondo.

- Mamá, no has visto a Frana?.-

- Creo que le vi salir hacia su casa.- Helet se dirigió a grandes zancadas hasta la salida, pero su madre le detuvo.- Helet! Espera hija. Con... Con que ropa asistirás a la ceremonia?.-

Helet se dio una vuelta, para que su madre viera su atuendo. Era su mejor traje: Una chaqueta de lino color blanco que podía verse bajo una túnica de terciopelo color esmeralda sin mangas, bordada con hojas como principal motivo, unas calzas ceñidas de color aceitunado; botas ligeras y suaves que le llegaban hasta la rodilla. El cabello lo traía suelto, pero recogía los mechones delanteros, trenzados, hacia atrás. Sólo le faltaba un manto a tono, y cualquiera la confundiría con un elfo! Bueno, eso era lo que ella esperaba.

- Sabes, hija? Tengo un vestido hermoso que podría gustarte...-

Helet entornó los ojos y salió del salón. Su madre nunca le había puesto ningún problema en su forma de vestir, seguramente esas arpías que tenía como amigas le estaban influenciando de nuevo. Ya se las verán esas... Iba a terminar la frase, en su mente, cuando la voz de su madre resonó a sus espaldas.

- De todas formas, cuando te aburras de esas calzas, tendré el vestido listo, aquí esperándote.-

Helet cruzó el pueblo, en busca de Frana.

- Déjala que vista como quiera, la "fiebre élfica" es sólo una etapa más que deberá cursar en su vida.- Reinar abrazaba la espalda de su esposa, para después besarla con suavidad, estaba esperando que las otras señoras salieran del salón, para venir a hablar con ella. Le tomó las manos entre las suyas, como lo hacía cada vez que tenía que contarle algo importante, y comenzó a hablar.- Helet está en la primavera de su vida, pero aún es un pequeño retoño.-

- Un retoño, que quizás, como muchos otros, se seque después del invierno.-

- No seas tan negativa. Cuando los Shuram se acerquen a los lindes del pueblo, ustedes estarán el Esgarot, como ya lo hemos hablado.- Contestó el Regidor, mientras acariciaba el rostro de su esposa.

- Nunca te abandonaré en los brazos de la guerra, ni a Ilan. Prefiero quedarme aquí, esperando que el resultado de todo esto nos sea propicio.- Dijo alejando la mano de Reinar, notablemente contrariada. Su rostro se suavizó.- Y conociendo a nuestra hija, tampoco querrá marcharse del pueblo. Más bien, se quedará a defenderlo. Helet tiene más valor que muchos jóvenes de Trem, astucia también, aunque en sentido común se quede corta.

- Eso lo solucionaré yo. Nuestra hija quiere salir del valle, conocer nuevos lugares, eso será más que suficiente. Junto a Driscus, ya ideamos un plan. Cuando consideras que debe llevarse a cabo, querida?.-

- Lo antes posible.-

- Muy bien, todo quedará cumplido esta noche.-

El sol de la tarde, en vez de disminuir su fulgor, lo había aumentado y casi podía calentar. Parecía como si desde las alturas hubiera querido unirse a la fiesta. Después de la ceremonia, los invitados, o sea, todo el pueblo de Trem, habían entrado a la casa de Reinar, en donde el banquete abundante les había complacido hasta en lo más mínimo. "No todos los días se nos casa un hijo" fueron las exactas palabras del Regidor, antes de que todos empezaran a comer. Ahora la alegre celebración se llevaba a cabo en el exterior, en donde había comenzado ya la música. Illan y Eriane no habían parado en ningún minuto de bailar, y sus miradas, perdidas en los ojos del otro, parecían no creer lo que estaba sucediendo, como inmersas en un maravilloso sueño. Cuando la música de los trovadores, traídos especialmente para la ocasión por Adric, el mercader, comenzó a mostrar compases más rápidos, varias parejas se integraron a la danza. Helet sonreía en una esquina, nunca había visto a su hermano más feliz que en aquel momento. Había buscado a Frana toda la mañana, durante la ceremonia, logró avistar al atado de huesos al que llamaba amiga, junto a su tío Driscus, así que prefirió no molestar. Ahora la había perdido de vista de nuevo, y Eriane le preguntaba por ella cada cinco segundos.

Cuando la luz del activo sol de la tarde se hubo consumido por completo, encendieron las lamparitas que habían colocado en los árboles, la celebración seguiría aún sin la luz diurna. Fue cuando Helet divisó a su amiga. Frana venía desde los árboles y sujetaba algo que al principio le pareció un gran bulto. Al salir de la sombra que proyectaba el bosquecillo, pudo percatarse de que se trataba del maltrecho Earos. El joven se apoyaba en unas muletas de madera y traía una venda en la cabeza, pero a pesar de todo sus ojos mostraban un mohín de extraña alegría. Su brazo herido colgaba, de manera sospechosa, rodeando los hombros de Frana.

- Nunca habría esperado, que ustedes dos terminaran así.- Dijo Helet, cuando Frana y Earos alcanzaron el lugar en donde los concurrentes bailaban alegremente.-

- No es lo que tu crees. Earos estaba aburriéndose en casa, y, bueno, yo lo traje hasta aquí.-

- No pensabas que me iba a perder la boda de tu hermano, o sí?.- En realidad Earos era incapaz de perderse una fiesta, ya fuera en Trem o en otro lugar, incluyendo a las cuales no estaba invitado.-

- Ni siquiera podría imaginarlo.- La música, que se había detenido un momento, volvió a sonar.

- Una dama tan bella como usted, me concedería esta pieza?.- Dijo Earos, tendiéndole la mano derecha a Frana.-

- Pensé que estabas abatido. Tan debilitado por el dolor, que no podías venir desde casa sin apoyo.- Respondió Frana, pero de igual manera depositó su mano enguantada en la de Earos.

- Repentinamente, al verte bajo las estrellas, me siento mucho mejor.-

- Además, tienes que cuidar que tu paciente no decaiga nuevamente, como una buena sanadora lo haría.- Dijo Helet, empujando levemente a Frana por la espalda, hacia la pista de baile.- Diviértanse.

La joven Lir se depositó en un asiento. Todos el mundo se divertía en la fiesta, sin embargo, ella estaba sola. La única muchacha que estaba sentada, mientras los demás bailaban, era ella. Nadie quería estar con la chica-elfo, como la mayoría de los pueblerinos de su edad le llamaba, menos aún bailar con ella. Ni si quiera se trataba de su aspecto, Helet, con su soberbia cabellera oscura, magníficos ojos negros con reflejos de fuego, tez pálida y estupenda figura, despertaba las miradas de la mayoría de la gente que no la conocía. La razón era el simple hecho de que todos la consideraban "rara". Algunas veces podía sentir la repulsión de los adultos hacia ella, pero esta vez únicamente sentía la soledad que la rodeaba. No podría nadie aceptarla tal y como era? Sintió la mano de alguien posarse en su hombro.

- Bailas conmigo, mi hermosa doncella élfica?.- Su hermano, Ilan, la miraba con rostro afable. Helet le perdonó el apodo, y se levantó.

- No deberías estar con Eriane?.- Ilan le indicó con un movimiento de cabeza, Eriane bailaba divertida con Reinar, su suegro. El novio la llevó hasta el centro de la pista, en donde ellos estaban.

- Cambio de parejas.- Dijo el Regidor, entregándole a Ilan la mano de Eriane.

- Eres un tramposo!.- Helet prefería estar sola en un rincón, antes de bailar con su padre, como lo hacía siempre cuando era pequeña (y todos reían ante este hecho). Tomó la mano de Reinar, de todas formas.- Sin muchos giros, por favor.-

Luego de reír un buen rato, al ver que su padre aún recordaba los pasos idiotas que hacía cuando todavía era una niña, pudo notar seguía siendo el mejor bailarín de Trem. Inmediatamente después de haber hecho su demostración artística, Reinar le habló.

- Siempre serás mi niña pequeña.- Lo decía serio, y su voz sonaba distante. Si Helet no hubiera pasado tanto tiempo junto a Eriane, no habría descubierto que algo importante sucedería pronto.

- Que pasa, papá?.-

- He estado pensando en lo que me haz pedido esta mañana.-

- Sé que para ti y mamá soy demasiado joven, pero les prometo que no me pasará nada... Lo juro!.-

- Déjame terminar. Con tu madre hemos estado meditando acerca de dejar o no dejar a nuestra hija menor marcharse, sola, del pueblo, y nuestra respuesta es no. Imprevistamente surgió una posibilidad: Tengo que ir a la Montaña Solitaria a saldar viejas cuentas entre Trem y los Enanos. Pues, si tu quieres, puedes partir hacia allá en mi lugar, ya que no poseo tiempo suficiente como para hacer un viaje tan largo. Ahora, no irás sola, te acompañará una escolta. Puedes permanecer junto a los Enanos todo el tiempo que gustes.

- La verdad, es que estaba esperando que me permitieras explorar las tierras fuera del valle, sola.- Dijo Helet, con una pizca de desilusión en su mirada.-

- Ni lo sueñes, es muy peligroso. Además, ninguna persona de Trem ha ido tan lejos y...

- No importa, creo que algún tiempo con los Enanos estará bien. Cuando parte la expedición... digo, la cuadrilla?.- Un vil plan crecía poco a poco en su mente hiperactiva.-

- Mañana a mediodía. Tu madre tiene todo listo, provisiones y todo lo demás. Puedes invitar a Frana, si lo deseas, ya hablé con Driscus.- Helet puso cara de extrañeza. Era todo demasiado repentino y limpiamente planeado, pero una oportunidad como esa no podría ser desperdiciada. Le haría creer que había picado inocentemente el anzuelo, y después vería lo que haría.- Ah, por cierto, Ilan las visitará en cuanto lleguen.-

- Pero, Ilan acaba de casarse! No crees que, es un poco egoísta de mi parte?.- Dijo, con el rostro sonriente, y la versión más santa que pudo encontrar.-

- Entones lo dejaremos que se tome su tiempo, dentro de algunas semanas irá a visitarlas.- Ilan y Eriane estaban escuchando, esta última quedó más que sonrojada.-

La fiesta continuó como todos esperaban, concluyendo entrada la noche, pero no muy tarde, como era costumbre en el pueblo. Cuando el viento helado se hizo presente, los invitados comenzaron a marcharse. En cuanto Helet supo que Earos había ido a dejar a Frana a casa, corrió también a las afueras del pueblo, para decirle todo lo que su padre le había comunicado antes, arriesgando, una vez más, el parecer inoportuna. Se llevó una sorpresa más, al ver que su amiga sospechaba lo mismo que ella. Driscus se había mostrado muy generoso, al decirle a Frana que no importaba cuando volviera. Reinar, Itrene, la madre de Helet, Driscus, Ilan, e incluso Eriane, les tendían una estratagema poco convincente, pero no lograron descubrir más allá de eso. Ambas estaban en desacuerdo con la proposición del Regidor, ser acompañadas por una escolta, así que decidieron algo esa noche: Saldrían del valle por el oeste, solas, al amanecer ya próximo, de ese mismo día de otoño.

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Aiya de nuevo! Me demoré bastante en subir el primer capítulo (El otro es el prólogo), porque no estoy acostumbrada a escribir muy rápido que digamos ¬¬. Espero poder subir uno por semana, así no descuido las demás cosas que tengo que hacer, por querer sentarme al PC a escribir, como siempre me sucede.

Si necesitan explicaciones, acerca de algo que yo haya dejado en el tintero, pongan sus dudas adjuntas a un review (Yo y mi P.S.I [publicidad subliminal incluida])

Aún se aceptan sugerencias, en especial relativas al título del fic, la verdad es que no tengo ni la menor idea de cómo ponerle.

Este capítulo salió realmente largo. Si eso les molesta al leer, sólo díganmelo, y dividiré aquellos que se excedan a un numero x de páginas. Tengo la sensación de que las estoy aburriendo.

Elanta: No, no he leído nada de David Eddings. La verdad, ni siquiera conozco al autor, alguna vez alguien me lo mencionó o algo así, pero nada más. Me gustaría saber más de él, podrías decirme de que se tratan sus obras?

Gracias a todas las que me escribieron mails y reviews!!!

Namarië