CAPÍTULO 2: UNA TARDE DE COMPRAS
- Sabía que se olvidaría. Debía haberla llamado antes. – y dicho esto la joven tomó su móvil y comenzó a marcar el número de su amiga:
- El teléfono móvil al que llama está apagado o fuera de corbet... – antes de que la voz pudiera terminar su frase, Yukari colgó el teléfono. Temía que su amiga se olvidara de que habían quedado y la media hora que llevaba esperando en un soportal que estaba en frente del parque, se lo confirmaba.
Nunca cambiaría, su amiga seguiría siendo un desastre siempre. La verdad es que la calmaba que fuera así y por lo menos no pensara en el accidente. El accidente... hacía ya cuatro años de él. Aquel día toda la familia Kanzaki había decidido ir de vacaciones a Hokkaido. Hitomi estaba muy ilusionada ya que se merecía un descanso después de los exámenes. Aquel destino nunca llegó. Por la tarde del mismo día en que habían salido en dirección al aeropuerto, la policía llamó a Yukari, pidiéndola que se acercara a identificar tres cadáveres. Yukari reconoció a los cuerpos inertes de los padres y del hermano de Hitomi. Por el contrario, la muchacha era la única que había sobrevivido, aunque se encontraba en coma. Al cabo de un mes despertó y en el momento en que se enteró de la muerte de su familia, Yukari vio en los ojos de Hitomi aquella inexpresividad que desde hacía cuatro años no había visto, después de que volviera a aparecer. El funeral se llevó a cabo una semana después de que Hitomi despertara de su coma, y a él sólo asistieron Amano y Yukari con sus padres y algunos amigos de los padres de Hitomi, ya que ésta no poseía ninguna familia más, sus abuelos estaban muertos y no tenía tíos, tanto por parte de su madre como de su padre. Los padres de Yukari intentaron convencerla de que se fuera a vivir con ellos, pero declinó la oferta aquel mismo día, con una sonrisa forzada. Durante unas semanas ni Yukari ni nadie supo nada de Hitomi. Después de ese tiempo volvió a aparecer como si nada hubiese ocurrido. Yukari, preocupada por Hitomi, le dijo que no tenía que ocultar sus sentimientos, que no tenía que aparentar que era feliz si en ese momento no lo desea y no lo era. Hitomi, con una sonrisa sincera en sus labios, le dijo que aquellas semanas las había pasado en Hong Kong y había estado reflexionando. Incluso había pensado en suicidarse, pero no tuvo valor suficiente y en esos momentos lo agradecía porque comprendió que la muerte era una fase más de la vida, y que ella tendría la suya llegado el momento. Con ello, también comprendió que no debía estar triste, porque lo que había compartido con su familia eran momentos felices, y no quería arruinarlos. Aquellas palabras impresionaron a Yukari al ver cómo su mejor amiga había madurado. Después de eso, Hitomi vendió las pertenencias de sus padres, conservando las más importantes para ella. Más tarde se instaló en un pequeño apartamento, suficiente para ella sola e incluso para otra persona más, y siguió estudiando como si nada. Es increíble lo fuerte que es, pensó Yukari ante estos recuerdos. Luego dando un suspiro miró hacia el fondo de la calle, donde vio a una figura dirigirse hacia ella corriendo. Llevaba una cartera sobre la cabeza para guarecerse de la lluvia que en esos momentos caía, aunque su pelo ya estaba empapado.
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Hitomi salió a toda prisa de la facultad. Cuando llegó a la calle vio que había empezado a llover. No tenía coche, ni nada con que protegerse de la incesante lluvia. Para colmo hoy había sido un día nefasto en sus prácticas y encima llegaba tarde a su cita. Comenzó a correr por las calles desiertas en dirección al parque. Cuando llegó a la calle de éste, vio que en frente de la puerta del parque había una figura con un abrigo verde sobre el que caían los largos y lisos cabellos color caoba. Comenzó a correr más deprisa hacia ella y a medida que fue acercándose pudo ver sus brazos cruzados y su cara de enfado.
- ¿Se te ha parado el reloj o algo por el estilo? ¿Has visto la hora que es? – dijo enfadada la pelirroja.
- Lo siento Yukari. – dijo Hitomi con cara infantil y con la mano hizo un ademán de disculpa – pero es que he tenido algunos contratiempos. – dijo a modo de excusa – ¿Qué tal si vamos hacia el centro y te lo explico todo? – y mientras dijo eso, señaló sus ropas empapadas. Yukari le ofreció el brazo a su amiga y guarecerse bajo su paraguas, a lo que Hitomi aceptó gustosamente.
Mientras se dirigían al centro comercial, Hitomi explicó sus pequeños problemillas con el coche y de cómo había vuelto a llegar tarde a sus prácticas. Además aquel día no estaba el doctor Nosaka sino el doctor Hirasima quien le reprendió su retraso muy severamente. Estuvieron toda la mañana haciendo prácticas sin hacer ningún descanso. Para colmo, cuando salió de la clínica tuvo que dirigirse a la facultad, y no la dio tiempo a comer nada. Lo bueno de todo aquello es que le habían dicho que había aprobado todos sus exámenes, aunque las listas oficiales no saldrían hasta la semana que viene. Así que ya era una licenciada en medicina en toda regla, bueno casi.
- Doctora Kanzaki... umm... me gusta como suena. – ambas amigas comenzaron a reírse. Luego Hitomi miró hacia el cielo y dijo – me gustaría que mi familia pudiera ver esto.
- Hitomi... – dijo su amiga con un tono de tristeza. Hitomi al darse cuenta de la cara de su mejor amiga, dijo con la cara más alegre que pudo encontrar:
- No... no te preocupes... no pasa nada. ¿Qué tal si entramos? Estoy calada y necesito comprarme algo para cambiarme.
- Claro, pero... ¿quién es ahora la de los caprichos? ¿o también los llamas necesidades? – dijo Yukari entrando en el centro comercial. Ante esta verdad, Hitomi sólo saco la lengua a su amiga y la sonrió.
Ambas pasaron toda la tarde de compras, probándose toda la ropa que encontraban en su camino, desde las cosas más absurdas hasta las más elegantes. Después de haber estado comprando toda clase de prendas y complementos, se dirigieron a la pastelería del establecimiento, con cuatro o cinco bolsas en cada mano.
- ¡Menos mal que sólo venías a controlar que no agotara mi saldo de la tarjeta! – exclamó irónicamente Yukari.
- Tienes razón. Me he pasado comprando. Pero es que necesitaba tanto relajarme... esta semana ha sido horrible. Pero menos mal que se ha acabado, ¡al fin libre! – gritó eufórica Hitomi. Su amiga la sonrió y se alegró de verla tan feliz. De repente una camarera se acercó y les preguntó:
- ¿Desean tomar algo señoritas?
- Yo tomaré un café con leche y unas tortitas con nata y caramelo. – dijo la pelirroja señalando una foto de unas tortitas en la carta.
- Yo quiero un batido de chocolate con nata.
- ¿Algo más?
- No gracias.
- Ahora mismo se lo traen. – y con una leve inclinación, la camarera se retiró.
Pasaron unos minutos hasta que Yukari pudo degustar por fin sus ansiadas tortitas. Lo que les quedaba de tarde lo pasaron en aquella pastelería mirando hacia el cielo gris y hablando de lo que les había pasado en estos años, desde que empezaron la universidad. Era increíble que la alegre Yukari fuera una seria historiadora en sus horas de trabajo, y que la despistada de Hitomi fuera a ser una doctora. Después de que no les quedaran más cosas que contar de sus años universitarios pasaron a los de instituto, hasta que Yukari llegó al punto que la interesaba:
- Hitomi, ¿puedo preguntarte algo? – Hitomi sólo levantó la cabeza de su tercer batido y la miro con un interrogante en su semblante, por lo que Yukari se decidió a continuar. - ¿Dónde estuviste hace ocho años?
- Pues déjame que piense... en Tokio. – Hitomi evitó lo que su amiga quería preguntarle.
- Vamos Hitomi, por favor, sabes a lo que me refiero. Desapareciste durante meses y cuando regresaste, ya no llevabas tu viejo colgante. ¿Dónde estuviste? – Hitomi no contestó la pregunta, y bajando los ojos miró hacia la ventana. La verdad es que no la apetecía hablar de ello. Cuando regresó había sufrido mucho ya que había dejado lo que amaba. Cierto que ya no lo amaba, sólo fue un amor juvenil, su verdadero primer amor, pero recordar lo mal que lo había pasado... Nunca hablo con nadie de sus aventuras en Gaea, quería que fuera un recuerdo que sólo ella pudiera tener. – Por favor Hitomi, sólo quiero saber si...
- Hola preciosas damas – dijo un joven rubio y de ojos azules, acompañado de otro castaño con ojos negros.
- Keitaro, Seto. – dijo Hitomi levantando una mano a modo de saludo. La verdad es que no la emocionaba su compañía, pero en estos momentos se lo agradeció más que nada en el mundo. Keitaro, el rubio, y Seto, el castaño, eran compañeros de la facultad de Hitomi. El primero no es que le cayera muy bien a ésta, ya que se le había metido en la cabeza que era un buen partido para ella y no la había dejado en paz desde que entraron en la universidad. En cambio Seto la caía bien, era amable y simpático, además de demasiado serio y callado, lo contrario al extrovertido de Keitaro. No sabía como podía ser amigo de semejante inútil.
Keitaro se sentó al lado de Hitomi y Seto, al no tener más sitio, al lado de Yukari. Hitomi al ver el hecho apoyó su cabeza en una mano y se giró hacia Keitaro:
- No sé quien te ha invitado a sentarte. – y luego girando su cabeza hacia Seto le dijo con una gran sonrisa – Tú si quieres puedes quedarte.
- Pero Hitomi... no seas así conmigo... – dijo Keitaro con ojos llorosos.
- Era broma tontín. – dijo ésta con una gran sonrisa aunque siendo sincera consigo misma, no era tan broma, pero dadas las circunstancias... El hecho de que se quedaran evitaría que su amiga siguiera preguntando sobre lo que no la concernía. Sentía excluir así a su amiga, pero tampoco la apetecía contar aquello que ocurrió. Luego pensó que Keitaro y Seto, por una vez en su vida, habían sido bastante oportunos.
- Menos mal. Pensaba que preferías a Seto antes que a mí. – dijo el rubio, a lo que Hitomi sólo pudo poner una sonrisa falsa en su cara. Luego dirigiéndose a Yukari la preguntó - ¿Tú eres Yukari no? La del novio atleta o algo por el estilo, ¿me equivoco?
- Sí, en lo del novio. – le corrigió Yukari. Hitomi miró apenada a su amiga y pensó que el caso de haber llegado en el momento justo hoy, era sólo pura coincidencia. Keitaro, además de inoportuno, era un bocazas. – Es mi ex-novio, lo dejamos hace unos años.
- Oh... vaya, lo siento. Soy un bocazas. – trató de disculparse Keitaro, mientras Yukari hacía un ademán de que no importaba e Hitomi pensaba que por fin el rubio había reconocido lo que era. Después de un pequeño silencio, continuo dirigiéndose a su amigo – Bueno Seto, ¿has oído? Por fin podrás atacar, ahora está libre.
Hitomi dio un puntapié a Keitaro por debajo de la mesa, mientras veía como Seto se ponía colorado. Al ver que el color normal del rostro de su amiga, se iba tornando también del mismo color que el del que estaba sentado a su lado, comenzó a reírse. A su risa también se sumó Keitaro, y las caras de los otros dos se volvieron más rojas, mientras ambos miraban hacia la mesa.
Después de estar hablando un buen rato, decidieron marcharse, ya que llevaban demasiado tiempo en aquella pastelería, y si seguían mucho más allí, según Yukari, se iban a poner como vacas. Las muchachas aceptaron la invitación de los otros dos de ir a ver una película al cine, así que después de pagar la cuenta se dirigieron hacia la última planta del centro, donde se encontraba el cine.
