CAPÍTULO 3: VIEJOS CONOCIDOS
Dos personas caminaban por los pasillos del palacio, escoltadas por varios soldados. Una de ellas era un hombre alto y fuerte, con cabello negro y una barba, también del mismo color. No era joven, pero tampoco anciano, más bien se diría que estaba al principio de los cincuenta. La otra persona era una joven de veinte años con los ojos de un azul intenso. Sus largos tirabuzones negros contrastaban con aquellos ojos y con su elegante vestido, también azul, que le llegaba hasta los pies.
Al pasar por el umbral de una puerta, todos los soldados se hicieron a un lado, y ambas figuras pasaron dentro de la habitación. Era una habitación bastante grande, con una amplia mesa redonda rodeada de sillas, e iluminada por la luz que se colaba a través de los ventanales que llegaban hasta el suelo. En uno de ellos, al fondo de la habitación, pudieron distinguir a un hombre vestido de negro, con algunos tonos azules y rojos y bordados de hilo dorado. También pudieron distinguir, que de su lado izquierdo, colgaba una espada con el escudo de Fanelia. El hombre, alto y corpulento, miraba a través de la ventana. Entre sus cabellos morenos, se podían distinguir sus ojos carmesí y una pequeña sonrisa en sus labios. La joven y el hombre que la acompañaba, siguieron su mirada por el ventanal y vieron como una fila de carruajes entraban a palacio, pero siguieron sin entender la sonrisa del de ojos rojos.
- Ejem... Majestad, el rey Daltron y su hija, la princesa Ershin, de Egzardia, han llegado. – dijo un soldado intentando llamar la atención de Van. Éste miro hacia ellos y mientras se les acercaba, dijo con una sonrisa:
- ¡Vaya sorpresa su Majestad! Tenía entendido que usted no podía venir y que uno de sus subordinados lo haría por vos... Pero me alegro de que al final hayan podido asistir tanto vos, como su hija. – y dicho esto hizo una leve inclinación en señal de saludo y respeto.
- Oh, no me llames de "Majestad", me hace sentir viejo Van. Tú y yo ya nos conocemos de hace bastante, no hace falta que conmigo guardes esos formalismos. – dijo el rey Daltron sacudiendo su mano con la de Van.
- Majestad Van, es un gran placer para nosotros haber podido venir a Fanelia para asistir a las celebraciones de su cumpleaños. – dijo Ershin tomando con sus manos el vestido y haciendo una elegante reverencia.
- El placer es mío. – dijo el joven moreno, con la sonrisa todavía en su boca, tomando la mano de la princesa y besándola, a lo que la muchacha se sonrojo. Van dejó la mano de la chica y continuó dirigiéndose tanto a los invitados como a sus soldados. – Supongo que ha sido un viaje bastante agotador, será mejor que descansen. Llevadles a su habitación.
- Mi padre y yo agradecemos su hospitalidad. – dijo la princesa con una sonrisa y aún sonrojada.
- Sí, creo que lo mejor es que descansemos ahora, pero más tarde quiero tratar ciertos asuntos contigo. – dijo muy serio Daltron mientras se daba la vuelta y se dirigía hacia la puerta.
- Que disfruten de las celebraciones y de su estancia en Fanelia. – dijo Van con una sonrisa amable.
- Gracias de nuevo. – dijo Ershin con otra reverencia a modo de despedida y se dio la vuelta para seguir a su padre.
**********
La gata bajó a trompicones las escaleras hasta el patio de palacio. Corrió por los pasillos de los jardines, rodeados de árboles, hasta que llegó a la fuente del dragón. Allí vio a varias personas acercarse, escoltadas por soldados, e inmediatamente las reconoció. Corrió hacia ellas y se tiró a los brazos de la que iba la primera.
- ¡Merle! – dijo Millerna también abrazándola. Luego la gata se descolgó de su cuello y fue abrazando uno por uno a las personas, excepto a los soldados, incluyendo a Allen, ya que no le estaba permitido en público.
- ¡Qué bien! ¡Qué bien! ¡Por fin habéis llegado! – dijo la gata saltando eufórica sobre sus pies. Al mismo tiempo una figura se iba acercando por detrás de ella, mientras saludaba con su mano derecha.
- Vaya, si te has dignado a bajar a saludarnos a los jardines y todo. – dijo Dryden a Van, a su vez también con una sonrisa.
- Es verdad, deberías haber estado recibiéndonos en la entrada de la ciudad, como el comportamiento de un buen rey. – le reprendió Millerna, mientras los demás miraban lo divertido la escena.
- Bueno, es que no sabía exactamente a la hora que llegabais así que... – se defendió Van mientras se rascaba la cabeza por detrás con la mano izquierda, en un geto infantil – Además, estaba ocupado y...
- ¿Seguro que fue eso? – sospechó Millerna.
- Claro, si me hubiera olvidado no os habría enviado siquiera los carruajes. – dijo Van, a lo que Millerna sólo pudo resignarse.
- Majestad, creí que le había ocurrido algo. – todos miraron hacia donde provenía la voz y vieron a un hombre que venía por los jardines en su dirección. Era Althus, uno de los consejeros de Van. – Como dijo que vendría a recibir a los reyes de Astoria... pensé que... – entonces se paró al ver que Van ponía su dedo índice sobre sus labios pidiéndole silencio para que no le descubriera. Todos volvieron a mirar hacia Van con una ceja levantada, que en Millerna era bastante visible. A Van le empezaron a recorrer gotas de sudor por la cara y llevándose de nuevo la mano detrás del cuello, confesó riéndose:
- Vale, se me olvidó.
Todos le miraron con cara de incredulidad, excepto Millerna, que lo miraba con una sonrisa triunfante, y Dryden, que lo miraba con cara de decepción.
- Van, ¡¿cómo puedes ser tan desastre?! – gritó histérica Merle haciendo reír a Marlene.
- Oh, vamos Merle, cualquiera puede cometer un error, ¿no es así Van? – dijo Millerna acercándose a Van con la sonrisa triunfante y dándole un beso en la mejilla para saludarle. Van levantó una ceja ante el extraño comentario y ante aquella sonrisa. Millerna siguió caminando hacia palacio y le dijo a su esposo – He ganado yo. Te dije que se olvidaría.
- ¡¿Qué?! – dijo Van con la boca abierta mirando de uno a otro – No me puedo creer que hayáis apostado conmigo.
- Lo que no me puedo creer yo – dijo Dryden pasando también por el lado de Van y siguiendo la dirección de su esposa – es que te hayas olvidado.
Van sintió cómo las gotas de sudor volvían de nuevo a su cara.
- Bueno... es que... – intentó defenderse el moreno y al no ver ninguna salida, se dirigió hacia las dos muchachas que habían quedado atrás - ¡Princesa Eries! ¡Lady Celena! Qué bien que hayáis podido venir vosotras también.
Las dos muchachas comenzaron a reírse.
- Oh vaya, siempre buscando la salida más fácil. – le reprendió Merle mientras giraba sobre sus talones y se dirigía hacia palacio con Marlene en brazos. Van sólo sonrió y se colocó en medio de las damas ofreciéndoles sus brazos:
- ¿Vamos? – y después de que cada muchacha cogiera uno de sus brazos, se dirigieron todos a palacio, seguidos por los guardias de Fanelia y los caballeros celestes.
**********
- ¿Voy al baño un momento, de acuerdo? Espera aquí. – dijo un joven con el pelo un poco largo y castaño.
- Claro cariño. – dijo la muchacha rubia, apartando sus largos rizos hacia su espalda. El joven la sonrió y se dirigió a lavarse las manos.
Había decidido pasar estas pequeñas vacaciones en Japón y con su novia. En verdad las necesitaba. Se había pasado todo el año entrenando y compitiendo. Casi ocho años haciendo lo mismo desde que marchó de su país natal. Su familia también se mudó con él, ya que a su padre le habían ofrecido allí un puesto. Lo más difícil había sido dejar a sus amigos... y a su novia. Bueno ahora era ex-novia ya que hacía tres años lo habían dejado. Habían estado saliendo muy poco tiempo cuando le llamaron para que fuera a Estados Unidos a entrenarse en un equipo internacional. Al principio se llamaban todos los días, se escribían seguido y cuando él podía volver por un corto período de tiempo, pasaban todo el tiempo juntos. Según fue pasando el tiempo su euforia inicial fue disminuyendo, hasta que hace tres años, no sabe si fue por la distancia o por un malentendido que tuvieron, decidieron dejarlo. Ahora era una celebridad de atletismo, con una nueva novia preciosa. Aunque no podría olvidar los momentos que pasó con Yukari e Hitomi... sobre todo con la primera.
Terminó de lavarse y volvió al lado de la rubia. La vio apoyada en la columna en la que la dejó, con el ceño fruncido.
- ¿He tardado demasiado? – preguntó esperando no ser la causa del enfado.
- Eh, no, no... claro que no querido. Es que... Da igual, ¿entramos?
- Claro, tú primero. – dijo mostrándola el camino y mirando de reojo a la muchacha, intentando adivinar la causa del ceño en su cara.
**********
Los cuatro muchachos, llegaron al cine y compraron las entradas. Hitomi miró como Yukari y Seto iban conversando alegremente delante, sorprendiéndose de que éste último mantuviera un diálogo de más de cinco frases con una persona. Sonrió para sí misma, y al verla Keitaro preguntó:
- Oye, ¿te ocurre algo?
- ¡Qué!... ah nada, nada... – dijo Hitomi saliendo de su ensimismamiento y con una sonrisa le dijo - ¿entramos?
- Sabes, esos dos se llevan muy bien. – dijo Keitaro pasando su brazo derecho por los hombros de Hitomi – Nosotros podríamos hacer lo mismo.
Hitomi lanzó una mirada asesina a Keitaro, el cual retiró el brazo inmediatamente. Desde la puerta del cine, y con Seto al lado, Yukari agitó un brazo y los llamó:
- ¡Ey, tortolitos! ¿Entráis o qué? – Hitomi ante lo de "tortolitos" paso su mirada de Keitaro a Yukari. Ésta tragó saliva y apremió a Seto para que entrara, mientras sentía como la mirada de Hitomi se clavaba en su espalda. Una vez dentro, Yukari dijo – Es en la sala tres.
Todos miraron hacia las salas buscando el número, y cuando la encontraron, Yukari e Hitomi notaron que una figura estaba apoyada cerca. Hitomi casi tuvo que sujetar a Yukari para que no se la comiera. Era Nanami, una compañera de universidad de la pelirroja, con la que no se llevaba especialmente bien. Nanami se dio cuenta de que estaban allí y les dijo:
- ¿Qué miráis?
- Nada, nada. No te pongas así "ricitos de oro", sólo hemos venido al cine. – dijo Yukari mientras pasaba por delante de ella en dirección a la sala. Hitomi la siguió riéndose por lo bajo e inclinándose un poco delante de ella a modo de saludo. Los chicos las siguieron sin entender nada y también saludaron a Nanami al pasar a su lado. Cuando hubieron entrado, las dos muchachas estallaron en carcajadas que la muchacha de fuera pudo oír perfectamente.
Se sentaron bastante atrás, aunque no había casi nadie en el cine. Estuvieron charlando un rato sobre lo que había ocurrido y explicándoles a los muchachos quién era Nanami.
- ... y es que la odio, no la soporto, es tan... es tan pija. ¡No la aguanto! Es que es estúpida la boba de ella. Desde que entré en la universidad no la tragué, y para colmo me tocó todos los años en las mismas clases. Espero que no venga a esta sala porque me la cargo. No echarán suficientes películas en este cine para que tenga que venir a ver la misma. – dijo Yukari estrujando su bolso. Hitomi se reía cada vez más. Muchas veces había sido testigo de las peleas de las dos muchachas, y podía saber a qué llegaban si no había algún moderador. Seto y Keitaro sólo escuchaban asustados. De repente, Yukari se acordó de una cosa – Oye, ¿queréis palomitas y algo de beber?
- Pero si te acabas de tomar tres platos de tortitas... – dijo Keitaro.
- Ya y qué... ¿Qué sería del cine sin las palomitas? Venga, decidiros que invito yo. – dijo Yukari con el dedo índice levantado. Al saber los pedidos Yukari salió por una puerta e Hitomi la gritó:
- No tardes que va a empezar. – Al mismo tiempo que miraba cómo Yukari salía por una puerta, vio como por la otra entraba Nanami seguida de... - ¡¿AMANO?!
El aludido miró hacia la muchacha que le gritaba y sus ojos se iluminaron:
- ¡HITOMI! ¡Cuánto tiempo! – dijo el muchacho abrazando a su amiga. Nanami los miró de reojo y le dijo al muchacho:
- Cariño, voy a sentarme allí. Te espero
- ¿Estás saliendo con ella? – preguntó Hitomi asombrada. El muchacho afirmó y siguió preguntándola:
- Bueno, ¿qué tal estas? ¿has podido terminar la carrera o te han echado por hacer explotar otro laboratorio?
- ¡Claro que no! ¡Qué malo eres! – dijo Hitomi dándole un golpecito amistoso en el brazo, por haberle recordado aquel pequeño accidente, aunque sólo fue "pequeño" para ella. – De hecho me han dicho hoy que he aprobado todos los exámenes, así que ya casi soy toda una doctora. – dijo Hitomi dándose aires de grandeza. Los dos se rieron ante el comentario. Luego Hitomi continuó - ¿Y tú qué? Ya he visto que sigues batiendo records, no hay quien te pare.
- Ya sabes... donde hay talento... – dijo y ambos volvieron a reírse – Bueno, voy con ella. Podíamos quedar algún día de éstos, tengo dos semanas de vacaciones, así que si quieres...
- De acuerdo. Llámame. Te doy el número de casa y el del móvil, ¿vale? – Amano asintió mientras sacaba su teléfono y apuntaba los de Hitomi en la memoria. Luego se despidieron y Amano se fue unas filas más adelante.
- Oye Hitomi, ¿ese no es el ex-novio de Yukari? – preguntó Keitaro, a lo que Hitomi abrió los ojos y la boca.
- ¡No me había dado cuenta! Bueno da igual, vosotros no digáis nada de que está aquí... y menos que es novio de Nanami, ¿vale? – dijo Hitomi mientras se acomodaba en su asiento y las luces se apagaban. Poco después llegó Yukari y se sentó al lado de Hitomi, dando todos los pedidos a sus respectivos dueños. Luego se acomodó en el asiento y miró hacia delante. Allí distinguió una cabellera rizada y dijo:
- Genial, tengo a "ricitos de oro" en la misma sala y justo delante. Seguro que no había ni más películas ni más sitio. Encima está con el novio. Si hay algo muy molesto cuando vas al cine, es que la pareja de delante se esté pegando el lote. Y es que ésta tiene el pelo a lo "afro" y si encima se mueve, no voy a ver nada de la peli. Pobre muchacho, debe ser muy capullo para salir con alguien como ella. – los otros tres estallaron en carcajadas, y los cuatro tuvieron que deslizarse en sus asientos ante la mirada del cine. Así pasó más de media película, y al final, al estar aburriéndose, Hitomi empezó a tirar palomitas a Nanami. Ésta se dio la vuelta para mirarlas, pero Hitomi y Yukari ya se habían deslizado en sus asientos para que no las viera mientras reían por lo bajo. Esta escena se repitió hasta el final de la película, cuando Hitomi y Yukari comenzaron a recoger sus cosas para marcharse los más rápido posible, pero Nanami fue más rápida y dejando sus cosas para que su novio las recogiera, se plantó delante de las dos amigas.
- Oye guapa – se dirigió a Yukari – vuelve a tirarme palomitas y...
- ...¿y qué? Gracias por lo de guapa, mona, pero yo no me gasto el dinero para luego andar tirándoselo a la gente, y menos si es para ti.
- Gracias por lo de mona, pero si no me las has tirado tú ¿quién lo ha hecho?
- Sí, la verdad es que por fin reconoces que eres como una mona. – Dicho esto los labios de Nanami se volvieron una mueca y los de Yukari una sonrisa triunfal – Oye, yo no te he tirado nada, así que a lo mejor las palomitas te han llegado por inspiración divina.
Los compañeros de Yukari se estaban riendo a carcajada limpia mientras algunas personas en el cine observaban la escena con una sonrisa cómplice. Mientras, una figura se acercó a Nanami.
- ¿Ocurre algo? – dijo Amano y luego miró hacia la persona con quien estaba discutiendo su novia. Al verla abrió los ojos y murmuro – Yukari...
La pelirroja abrió también sus ojos al ver a su ex-novio y miró con la boca abierta hacia sus acompañantes, sobre todo hacia su amiga. Ésta, al igual que los otros dos, empezó a mirar para otro lado y a silbar.
- Nada cariño, será mejor que nos vayamos, mejor que pase de esta imbécil. – dijo Nanami poniéndose el abrigo y agarrando el brazo de su novio. Los ojos de Yukari se estrecharon en furia y no sabría decir si porque ella le había llamado "cariño" o por el hecho de que le hubiera agarrado el brazo. También estaba la posibilidad del comentario que había hecho.
- Genial, continua el espectáculo. – dijo Hitomi dando eufóricas palmas con una gran sonrisa.
- Oye estúpida, – dijo Yukari dándose la vuelta hacia Nanami – primero, aquí la única que va a pasar de alguien soy yo, y segundo, – y acto seguido cogió el bote de palomitas que le sobraban a Hitomi y echándoselo por la cabeza a Nanami dijo – si es el dinero de otros, no me importa gastármelo en tirártelo a ti. – dicho esto se sacudió las manos, cogió su abrigo y haciendo una leve inclinación hacia Amano para despedirse, salió por la puerta de la sala. En ella nadie podía contener la risa, incluso Amano que era el que más se esforzaba. Hitomi, Keitaro y Seto cogieron sus cosas y despidiéndose de Amano y de Nanami, pero sobre todo del primero, salieron riendo en busca de Yukari.
Ya en la calle vieron a Yukari bajo su paraguas con cara de pocos amigos.
- ¿Por qué no me dijiste que estaba él aquí? – le espetó a su amiga nada más que salió – Te odio, deberías habérmelo dicho, menuda vergüenza. Además estaba todo el cine mirándonos.
- Venga tranquilízate, se me olvidó... ¡Ah!, por cierto, las palomitas que le tiraste si que las habías pagado tú. – dijo Hitomi peligrosamente y al ver la cara de su amiga intentó rectificar - ¿Qué tal si te quedas en mi casa a dormir? Ya es muy tarde y la mía queda más cerca. ¿Qué te parece? – le preguntó Hitomi esperando el perdón de su amiga. Ésta asintió e Hitomi se colgó de su brazo mientras se colocaba debajo del paraguas de su amiga, y guiñándole un ojo la dijo – Ya verás que bien lo pasamos. Compraremos helados, bebidas y bolsas de patatas en el supermercado de la esquina y luego pediremos unas pizzas, ¿vale?
- Venga ya, después de lo que habéis comido no sé cómo os va a entrar todo eso. – dijo Keitaro con los ojos como platos.
- La cuestión es saber hacer la digestión rápido. – dijo Yukari con una sonrisa, y acto seguido se despidieron de los muchachos.
