CAPÍTULO 4: EXPLICACIONES

El ruido del teléfono la despertó. Miró alrededor en busca del aparato, pero lo único que pudo distinguir fue unas cajas de pizza, bolsas de patatas de todas las clases que había en el supermercado, botellas de refresco y alcohol, colillas de cigarrillos y unos cuantos cojines, todo ello esparcido por el suelo. Estaba tirada en el sofá, y el pitido del teléfono la bombeaba la cabeza así que decidió levantarse a por él. Luego logró encontrarlo tirado en el otro sofá donde descansaba Yukari.

- Apártate. – dijo Hitomi de malhumor moviendo a su amiga para coger el teléfono.

- Olvídame. – le contestó su amiga que acto seguido volvió a dormirse. Hitomi miró los botones de su teléfono y después de mucho pensarlo apretó uno:

- ¿Diga? – bostezó.

- Vaya por Dios. Te he despertado. Lo siento. Encima seguro que estás con resaca. Si quieres te llamo más tarde.

- Sí, te lo agradecería Keitaro. Y te agradecería aún más que no me llamaras en todo el día. – dijo Hitomi medio dormida. De repente sintió como varias arcadas golpeaban su vientre. – Lo siento Keitaro, tengo que colgar.

- Esper... – pero Hitomi ya había colgado.

Hitomi llegó al baño y empezó a vomitar. Después de estar un rato mirándose al espejo, se lavó la cara y abrió el grifo de la ducha.

- No voy a volver a beber, y de paso tampoco voy a volver a fumar. – y después de despojarse de toda la ropa se metió debajo de la ducha. El teléfono comenzó a sonar otra vez e Hitomi oyó a Yukari llamarla para que lo atendiera. – Cógelo tú por favor, me estoy duchando. Y si es el pesado de Keitaro otra vez, dile que me he muerto o me he ido a las Bahamas o algo por el estilo.

- Vaaaaale... – concedió su amiga y acto seguido apretó el botón y poniendo voz de robot dijo – Ha llamado usted a la línea caliente, por favor deje su mensaje y en seguida una de nuestras chicas le llamará. Gracias. – Hitomi la oyó desde el baño y comenzó a reírse, a lo que se unió también Yukari, hasta que oyó la voz del otro lado del teléfono:

- ¿Yukari?

- ¡¿A... AMANO?! – oyó Hitomi decir a su amiga, y comenzó a reírse al imaginarse que la cara de la pelirroja estaría igual que su pelo. De repente comenzó a invadirla la misma sensación de la mañana anterior, y al mirar hacia abajo vio de nuevo la sangre.

- Ah, vaya, sí que eres tú... – comentó Amano.

- Oh vaya, lo... lo siento. – dijo Yukari aún roja como su amiga se había imaginado.

- N... No tienes por qué disculparte. Es una broma telefónica bastante... bastante inesperada. – dijo el muchacho buscando las palabras.

- No sólo me refería a eso... – dijo Yukari bajando la cabeza y hablando casi en un susurro. – Si no a lo de ayer también, me porte bastante mal con Nanami, lo siento. Os estropeé la velada.

- No, no. No te preocupes. Nanami me dijo que no os llevabais muy bien. Además la iba a llevar a su casa después del cine, así que no estropeaste nada.

- Ya... – contestó la muchacha todavía más bajo si cabe. Después de unos segundos de incómodo silencio continuó – Bueno, supongo que quieres hablar con Hitomi así que ahora te la paso. Es que se está duchando.

- Ah, si es así no te molestes. Cuando la encontré ayer pensamos en quedar algún día, y como no tenía planes decidí llamarla hoy. – dijo alegremente el joven, y al ver el silencio al otro lado del teléfono se atrevió a preguntar – Podrías venir... si... si quieres, claro está.

- Por... por supuesto. Me encantaría. ¿Quieres que quedemos para comer?

- ¡Claro! Podemos quedar sobre las dos en el italiano de siempre.

- Por mí no hay problema, pero voy a preguntárselo a Hitomi ¿vale? – dicho esto se encaminó hacia el baño y detrás de la cortina de la ducha le preguntó a su amiga si era buena hora. Al no obtener respuesta, miró detrás de la cortina mientras preguntaba – Hitomi, ¿me escuch... Oh Dios Hitomi, ¡qué te ocurre! – Yukari soltó el teléfono y empezó a zarandear a Hitomi para sacarla de su ensimismamiento, aunque ésta no respondía. Amano, ante los gritos de la chica se preocupó y comenzó a gritar por el teléfono:

- ¡Yukari! ¿Estáis bien? ¿Le ocurre algo a Hitomi?

- Oye nos vemos a las dos en el italiano, ¿vale? Hasta luego. – y sin dejarle responder Yukari colgó el teléfono y volvió a prestar atención a su amiga. Comenzó a darle pequeños tortazos y entonces Hitomi empezó a volver en sí. Yukari la sacó de la ducha y al ver cómo tiritaba, la cubrió con una toalla. De repente Hitomi empezó a toser y a escupir un poco de sangre. Cuando paró Yukari la llevó a su habitación y la tumbó en la cama. Cuando Yukari se dirigía al baño a por el teléfono, para llamar a un médico, Hitomi la susurró:

- Déjalo, no te preocupes, no es nada. No hace falta que llames a nadie.

- Pero Hitomi... – dijo Yukari volteando hacia su amiga, mientras ésta la cortaba:

- Ahora ya soy médico. De verdad, no es nada. Confía en mí. – a lo que Yukari accedió de mala gana y haciendo que su amiga apoyara la cabeza en sus rodillas, comenzó a acariciarla el pelo. Se quedaron así toda la mañana, sin decir nada, hasta que llegó la hora de comer.

**********

Varias personas ocupaban el comedor más elegante del palacio, mientras numerosos sirvientes les servían. Van, con Dryden a su derecha y Daltron a su izquierda, presidía la mesa como anfitrión que era. Tanto él como Merle debían comportarse ante sus invitados, por lo menos ante dos de ellos, ya que de no haber estado éstos, no hubiera importado demasiado comportarse como normalmente hacían.

- Entonces, afirma que uno de los principales factores de los que depende la economía de Gaea es el comercio marítimo ¿no es así, rey Dryden? – preguntó Daltron bastante interesado.

- Así es. Puede que tal vez no sea el más importante, pero como ya he dicho si que es uno de los principales. La mayoría de los países más desarrollados son los más ricos precisamente por eso, por el comercio marítimo. Muchos de ellos no habrían salido a flote, y nunca mejor dicho, de no ser por sus aguas. – respondió Dryden.

- Pero... Si no poseyesen dicho comercio por falta de medio para desarrollarlo, posiblemente poseerían otro medio para desarrollar otro tipo de comercio, y éste les ayudaría ha aumentar su economía.

- Cierto, y de hecho eso es lo que ocurre. Pero si lo piensa usted, cualquier país que posea comercio marítimo, aunque los otros tipos de comercio de dicho país no sean demasiado fluidos, siempre se igualará o superará a aquel que no posea el comercio por aguas. Por ello, muchos países interiores dependen de los de la costa. – explicó el rey astoriano.

- La verdad es que tiene sentido. – dijo el rey Daltron tocándose la barba – Pero, si el comercio interior no es demasiado fluido, posiblemente ese país costero dependerá a su vez del interior, y se establecerá una relación de dependencia entre ambos.

- Exacto, pero desgraciadamente eso apenas ocurre actualmente, y los países costeros se aprovechan de los interiores.

- Sí es una pena, pero los países deben mirar por su propio beneficio. – excusó Daltron a lo que Dryden sólo afirmó con la cabeza. Luego el rey de Egzardia giró la cabeza y se dirigió a Van – Tengo entendido que antes Fanelia no poseía mar, ¿no es así Van?

Van no contestó sino que se quedó como estaba, mirando y moviendo el fondo de su copa de vino a medio acabar. La verdad es que el joven no había oído la pregunta y había desconectado hace bastante rato. Su cabeza no dejaba de dar vueltas al sueño que había tenido la noche anterior. Él se encontraba volando en un espacio negro y no sabía adónde se dirigía. Cuando se cansó decidió tocar lo que parecía el suelo para sentarse, sin embargo éste era un líquido. De repente oyó unos sollozos y al darse la vuelta encontró a una muchacha que abrazaba sus rodillas y que murmuraba algo. Cuando se iba a acercar a ella, vio aparecer una figura delante de la muchacha y luego sintió un pequeño pinchazo de dolor en su estómago. Después la vista se le nubló y lo único que pudo ver fue a la muchacha alargando el brazo hacia la figura mientras era rodeada por numerosas plumas ensangrentadas. Se despertó jadeando mientras el sudor corría por su torso desnudo, y hacía que los pantalones se pegaran a sus piernas. Lo primero que hizo fue llevar su mano a lugar del estómago donde había sentido el pinchazo, pero allí no había nada. Luego sintió que en su otra mano tenía el colgante que ocho años antes le hubiera regalado Hitomi. Éste brillaba. También notó como otra piedra rosada, el energist, brillaba encima de una mesa. Se preguntó cómo había llegado el colgante a su mano, ya que hace años decidió guardarlo en una caja, además de preguntarse también por qué brillaban las dos piedras. Luego miró hacia la luna de las ilusiones y susurró el nombre de Hitomi. Pasó bastante tiempo mirando por el balcón de su habitación, y al ver que no lograba conciliar el sueño, decidió ir a la biblioteca y leer un libro. Sonrió ante el hecho de que aquella mañana, Merle le hubiera reprendido leer aquel mismo libro durante el desayuno.

Van se dio cuenta que una voz lo estaba llamando y salió de su ensimismamiento. Con una sonrisa se dirigió al rey de Egzardia:

- ¿Perdón? Es que estaba distraído.

- No pasa nada muchacho. Te comentaba que Fanelia antes no tenía mar, ¿o me equivoco? – preguntó Daltron a su vez con otra sonrisa.

- No, no se equivoca. – contestó Van con la misma sonrisa y no dijo nada más. Ante esto, el rey Daltron hizo un gesto como queriendo que continuara y le explicara el por qué. Pero Van, que ya se temía la intención de la pregunta no hizo más que ensanchar su sonrisa. Daltron, al ver que el joven no decía nada, lo intentó de nuevo:

- Ejem... Pero me parece muy raro que un mar aparezca de la nada. ¿A qué se debe tal hecho?

- A que todo es posible.

- Ya pero es bastante improbable que hechos así ocurran sin ninguna razón aparente. – continuó Daltron.

- Bueno, mientras no se demuestre lo contrario, todo puede ocurrir. – contestó Van, y ante la replica que parecía venir del otro rey, continuó intentando cambiar el curso de la conversación – Esta tarde daremos una vuelta por la ciudad para que puedan ver los espectáculos que hay, ¿están de acuerdo? – Dryden miraba divertido cómo el rey de Fanelia intentaba aplazar, como siempre, la explicación. No estaba seguro de que Merle si quiera supiera la causa, aunque él tenía su propia teoría.

- Oh, muchas gracias su Majestad. Lo estoy deseando. – se adelantó a decir Ershin antes de que su padre pudiera decir nada.

- Vaya, llámame sólo Van y tutéame, ¿de acuerdo princesa?

- De acuerdo, pero sólo si tú me llamas Ershin y también me tuteas. – dijo con una sonrisa ésta, a lo que Van sólo asintió con otra sonrisa.

Celena miraba con los ojos en llamas la escena que se desarrollaba entre el rey de Fanelia y la princesa de Egzardia. Aquella muchacha de cabellos de azabache estaba coqueteando con quien debería estarlo haciendo ella. Eries, Millerna y Merle, que se dieron cuenta de los pensamientos de la hermana de Allen, intentaron que esta hiciera algo.

- ¿Por qué no entablas conversación tú también con él? – le preguntó Millerna guiñándola un ojo. Celena se sorprendió un poco de la inesperada pregunta pero contestó:

- ¿Ah sí? ¿Y qué le digo?... Ah ya sé, hola soy una doñanadie, conocida anteriormente como el temible Dilandau y espero que dejes tu agradable conversación con toda una princesita para hablar con una persona que en el pasado intentó matarte. – dijo irónicamente Celena, y al darse cuenta de que era la verdad se sintió peor y bajó los ojos.

- Vamos Celena – dijo Merle cogiéndola por el mentón y obligándola a que la mirase – hace demasiado que conozco a Van y te aseguro que no te guarda rencor por nada de lo que pudiste hacer como Dilandau. Él, como todos nosotros, sabe que ahora eres una persona diferente y que tienes igual o más porte, que cualquier persona de Gaea, seas de la realeza, nobleza o plebeya, así que no te menosprecies ¿de acuerdo? – y con una sonrisa la miró a los ojos. Celena, agradecida por las palabras, también sonrió.

- Claro Celena no tienes por qué preocuparte. – dijo Eries abrazándola ligeramente. De repente escucharon la voz preocupada de Van:

- ¿Pasa algo? ¿Te encuentras bien Celena?

- S... Sí, no se preocupe Majestad. – dijo un poco colorada, y a la vez alegre porque el rey se preocupara por ella. Luego, con una sonrisa, añadió – Ahora ya no pasa nada.

- Llámame Van, no uses tantos formalismos. – le pidió con una sonrisa – Le comentaba a la princesa Ershin que tal vez os gustaría ir hoy a dar un paseo por la ciudad. Las calles están llenas de espectáculos y fiesta. Estoy seguro de que os gustará, ¿qué me decís?

- Estoy deseándolo. – contestó Celena, a lo que Eries y Millerna sólo asintieron.

- Oh vaya, pero a lo mejor su gran "Majestad" no puede acompañarnos, como tiene tantos asuntos que tratar... – dijo sarcásticamente la gata, recordándole a Van el desayuno de aquella mañana. Éste trago saliva ante el comentario de su amiga. Siempre la había considerado un escorpión lanzando pequeñas picaduras hasta que te dejaba fuera de combate. Millerna, Eries y Celena rieron ante el comentario de Merle y el gesto de Van hacia él, sabiendo, por experiencia, que podría avecinarse una lluvia de frases irónicas y sarcásticas por parte de ambos bandos. Pero Van, en su deber como rey, sólo podía callar, y en ese momento la ingenuidad de la princesa Ershin le salvó:

- Vaya, ¿nos podrás acompañar esta tarde verdad? Me gustaría mucho que tú me enseñaras tu ciudad.

- Claro, claro, hoy no tengo que tratar ningunos... ¿cómo los llamaste Merle? Ah sí, "asuntos". – le dijo a la princesa y luego le dirigió una sonrisa triunfal a la gata. Merle le dirigió una pequeña mueca y puso los ojos en blanco. Todos, excepto el rey Daltron y su hija, comenzaron a reírse. Ciertamente esos dos no podían pasar una comida sin pelearse.

**********

- Yukari date prisa o llegaremos demasiado tarde – dijo Hitomi apremiando a su amiga y luego añadió con una sonrisa pícara – y no te gustaría hacer esperar a Amano ¿verdad?

- Cierra el pico de una vez Hitomi. – dijo la pelirroja molesta y cogiendo el bolso con una mano y a su amiga con la otra salió corriendo en dirección al restaurante. Después del pequeño incidente se habían quedado tumbadas en la cama y al final dormidas. Cuando se despertaron quedaban menos de veinte minutos para que estuvieran en el restaurante y todavía Yukari debía ir por casa para cambiarse y ducharse.

Cuando llegaron corriendo y sofocadas a la plaza del restaurante, vieron que en la terraza de éste había un joven de cabellos castaños, vestido con una camisa blanca y unos pantalones vaqueros, que miraba el reloj de su mano izquierda.

- Mierda, lo sabía, no debí haber venido. – dijo Yukari dándose la vuelta y dirigiéndose otra vez por donde habían venido.

- Eh, eh, eh... ahora no te vas a dar marcha atrás ¿vale Yuka? – dijo Hitomi agarrando a la muchacha del brazo y obligándola a que diese la vuelta.

- Pero Hitomi, yo...

- ¡¡¡AMANO!!! – saludó Hitomi desde el otro lado de la plaza y tirando ahora ella de Yukari, quien se había quedado estática, cruzó corriendo la calle.

**********

Miró su reloj con el ceño fruncido. Media hora de retraso, no habían cambiado en nada. De repente, la voz de alguien que le llamaba hizo que levantara la cabeza. Al otro lado de la plaza pudo distinguir a dos muchachas, la que le saludaba con unos pantalones vaqueros y una cazadora, también vaquera, a juego, y la que la acompañaba con un vestido rojo y blanco con una chaqueta blanca por los hombros. Vio como la primera tiraba de la de la chaqueta blanca para cruzar mientras ésta la seguía resignada intentando que no se le cayera el bolso de su hombro derecho.

- Siempre tarde ¿no? – dijo irónicamente el muchacho. Ambas muchachas se miraron y señalando la una a la otra, dijeron a coro:

- ¡HA SIDO ELLA! – luego se miraron ante el hecho de haber dicho lo mismo y el joven comenzó a reírse.

- No, definitivamente no  habéis cambiado.

- Tú tampoco has estado para saberlo. – le espetó la pelirroja a lo que el joven desvió la mirada. Luego, dándose cuenta de su error, Yukari giró la cabeza y dijo – Lo siento, no tenía derecho a...

Hitomi, intentando calmar la situación, se sacó el bolso blanco que le cruzaba el cuerpo, lo tiró a una silla libre y sentándose dijo:

- Bueno, supongo que ya habrás tenido tiempo de decidirte ¿no? Media hora da para mucho.

- Pues la verdad es que sí y a unas cuantas cosas más me ha dado tiempo. Sois un desastre.

- La culpa es de Hitomi, ella se quedó dormida. – comentó Yukari sentándose y haciendo como si nada hubiese ocurrido.

- ¡Ey, tú también te has dormido! – le dijo Hitomi enfadada.

- Sí, pero ha sido por tu culpa.

- No he sido yo la que ha tenido que ir a cambiarse a casa por haberse dormido. Además...

- Venga... dejadlo ya ¿vale? Da igual. El que más molesto debería estar sería yo, que me habéis tenido treinta minutos esperándoos... – las intentó apaciguar Amano, pero al ver que iban a continuar, y encima criticándole a él, y por consiguiente, terminando echándole la culpa de su retraso, continuó – A todo esto, ¿te ocurrió algo Hitomi? Oí voces por el teléfono y...

- Oh, nada, nada... No te preocupes. Es que me caí. – dijo Hitomi sonriendo. Yukari le dirigió una mirada ante la mentira pero tampoco dijo nada. Una muchacha les vino a tomar nota y pocos minutos después ya tenían los platos servidos. La comida transcurrió con normalidad y los tres estuvieron hablando de lo que habían hecho en los tres años que no se habían visto. Hitomi notó que Yukari y Amano se seguían llevando demasiado bien así que cuando estaban tomando el postre, decidió dejarles solos unos instantes.

- Eh... disculpad, – dijo Hitomi, a lo que los otros dos la miraron, y con una sonrisa añadió – tengo que hacer una llamada.

- ¿No trajiste el móvil? Tengo el mío aquí si lo necesitas. – dijo Yukari con ademán de sacar de su bolso el teléfono.

- No, no. No te molestes tengo aquí el mío, pero es que quería ir al baño y me daba corte decíroslo. – salió al paso Hitomi.

Los otros dos se rieron mientras veían como Hitomi se dirigía hacia los servicios.

- Está loca. – dijo Amano aún riendo.

- Ya, je , je... – dijo rascándose con el dedo índice la sien – eh... Amano...

- ¿Sí?

- ¿Te puedo pedir un favor?

- ¡Claro! Dime.

- Bueno, Hitomi te mintió antes. Cuando estábamos en su casa y llamaste... Ella no se cayó. – Amano levantó una ceja sin entender adónde quería llegar Yukari – Quiero decir que... ¿te acuerdas cuando desapareció? Pues supongo que también te acordarás que cuando volvió a veces se quedaba como... bueno pues, como...

- Como ausente ¿no?

- Exacto, y eso es lo que ocurrió esta mañana. Amano, me costó bastante que me hiciera caso y cuando conseguí que volviera en sí, estaba tiritando, y no era de frío. – dijo bajando los ojos – Te pido, por favor, que me ayudes... Quiero que me cuente lo que le ocurre... y lo que le ocurrió.

- De acuerdo, pero no debemos hacerlo violentamente, no podemos obligarla a que nos lo cuente.

- Muy bien. – accedió Yukari mientras veía como su amiga se acercaba.

- Bueno, ¿qué tal os ha ido parejita? – dijo Hitomi pensando que el tiempo que les había dejado a solas fuera suficiente, por lo menos para hablar. Yukari, haciendo caso omiso al comentario, la obligó a sentarse en la silla mientras le decía:

- ¡SIÉNTATE! – bastante convincente y con cara de pocos amigos. Hitomi, ante la expresión de su amiga hizo lo que ésta le ordenó sin rechistar.

- Yukari... Dijimos que no íbamos a obligarla a nada ¿recuerdas? – dijo Amano susurrándole a su ex-novia con una voz un poco nerviosa, pero acto seguido tragó saliva ante la mirada fulminante de la muchacha pelirroja.

- De acuerdo Hitomi me vas a contar lo que te ocurrió esta mañana por las buenas o por las malas ¿vale? – Hitomi suspiró al ver que se trataba de eso. Cuando su amiga la obligó a sentarse, pensó que había ocurrido algo más grave. Yukari, ante el suspiro de su amiga, se impacientó más – Bien, estoy esperando.

- Ya te lo dije, no me ocurrió nada importante. – contestó Hitomi con una sonrisa.

- Ya, claro. Venga Hitomi, por favor, confía en nosotros. Acaso... ¿fue una visión? – Hitomi se removió en su silla pero no contestó, y la pelirroja, al ver que había acertado, continuó – Hace mucho que no tenías una, desde... desde poco después de que regresaras hace ocho años. ¿Tienen algo que ver con lo que te ocurrió? – Hitomi tampoco contestó a eso y sólo bajo la mirada hasta su plato.

- Hitomi, sabes que puedes confiar en nosotros. Sólo queremos ayudarte, pero para ello debes decirnos qué te ocurrió hace ocho años. – dijo Amano cogiendo a Hitomi por la barbilla y obligándola a que le mirara, pero ésta no lo hizo.

- Ya os he dicho... Ya os he dicho que no ha ocurrido nada. ¿Por qué insistís? – dijo Hitomi levantándose de la mesa y mirándolos furiosa – Vosotros queréis que os cuente lo que pasó pero lo que me haya ocurrido es asunto mío. Sabéis... ¡No quiero seguir aquí! ¡No quiero que nada vuelva a ocurrir! ¡No quiero ver esas horribles visiones de nuevo! ¡No quiero! ¡No quiero! ¡No quiero! – gritó Hitomi mientras se agazapaba en el suelo y se llevaba las manos a los ojos para cubrir sus lágrimas. Cuando Yukari se iba a acercar a Hitomi, una luz blanca envolvió a su amiga. Hitomi miró a todos lados al verse rodeada por la luz y sintió como se iba elevando.

- ¡¡¡HITOMI!!! – gritaron Yukari y Amano a la vez y al ver como se elevaba en el cielo, la pelirroja tomó la mano del muchacho y se dirigió con él al pilar de luz. Al entrar en la columna blanca sintieron una sensación cálida y como ellos también se elevaban.

Todo el restaurante miraba expectante el suceso. Cuando el pilar de luz desapareció, la gente que allí se había reunido sólo pudieron ver caer del cielo  pequeños copos luminosos y que los tres muchachos, que instantes antes estaban allí, habían desaparecido.