Cuarto Capítulo
Arabella continuaba leyendo, pero sus manos temblaban sobre la cubierta de cuero, sudando, y constantes y agudos escalofríos se deslizaban desde su cuello hasta la punta de sus pies. Se iba poniendo cada vez más pálida, iba perdiendo calor a medida que leía, pero no se quejaba. A su lado, seguía sentada Marla, y le rodeaba con un brazo sus hombros fríos, sin saber que decir ni que hacer, solo esperando que las cosas sucedieran tal como el destino las dijese...
- Así que esto era - murmuró Arabella de repente, pensando para sí pero hablando en voz alta - Pero entonces... el sueño...
- ¿Qué sueño, querida? - interrumpió Marla, con un dejo de inquietud en su aparentemente calma voz.
Arabella dio un respingo y el libro cayó al suelo haciendo un gran estrépito. Tan concentrada estaba en sus pensamientos que había olvidado, por unos segundos, que su madre estaba allí, sentada junto a ella, abrazándola como si la quisiera proteger de un ataque que no existía. La niña dio vuelta la cabeza y miró a su madre, con los ojos impregnados de miedo y preguntas inconclusas, temiendo contarle la pesadilla que había tenido, pero tan decidida y tan desesperada era la mirada de Marla que no faltó que dijera más para que Arabella comenzara a hablar.
La pequeña le contó, con detalles y sufrimiento repentino, que había escuchado todas las conversaciones, las suposiciones que habían atormentado sus sueños (haciéndola tener pesadillas como esa) y sus deseos de averiguar que era lo que estaba sucediendo.
Cuando calló, su madre la miró durante unos momentos y, sin más, le relató, de pies a cabeza, lo que decía a continuación en el libro, pero no todo. Arabella escuchó con atención, mientras a cada palabra su corazón se oprimía de terror y desconcierto, y dejó el álbum sobre el armario para no tocarlo por varias semanas.
- Y eso es todo... - concluyó Marla con la voz casi partida, pero aspirando hondo para poder seguir - Una gran virtud puede terminar como un peligro constante en tu contra. Recuérdalo, si no es necesario, no demuestres que tienes una gran virtud. Úsala solo en momentos en los que verdaderamente la neces... - y Marla se interrumpió. Tocaban la puerta.
Los toques en la puerta eran débiles. Paulatinamente, se hicieron más y más fuertes, más rápidos, más agónicos... Arabella miró a Marla.
- ¿Quién será? - exclamó la niña, con voz aguda y una nota de pánico en la voz - ¡Es tarde! - agregó, y la voz le tembló.
- Vamos a ver - dijo Marla con voz extrañamente calmada.
Salieron de la habitación y bajaron juntas las escaleras, ambas por su parte pensando quién podría ser… Lord Voldemort, una vecina, un mago, un asesino, todo se cruzaba por la cabeza de ambas, pero ninguna de las dos hablaba. Arabella apretada los puños detrás de sí, con nerviosismo, y Marla jugueteaba con la varita en el bolsillo cuando puso la mano en el pomo de la puerta, y la abrió directamente.
Silencio. Carcajada de Marla.
- ¿Llegué muy tarde? - dijo una voz alegre desde afuera.
La puerta se abrió por completo y pasó un hombre alto, muy delgado, de cabello rojizo veteado de gris, que le llegaba hasta la cintura, que contrastaba con el azul profundo de sus ojos, tan amplios, generosos y profundos como el mar, que sonreían detrás de un par de anteojos media luna de oro, que se calzaban con perfección sobre su recta y ganchuda nariz.
- ¡Tío Dumbledore! - gritó Arabella al tiempo que se lanzaba a sus brazos y Dumbledore la levantó, abrazándola con cariño.
- ¡Feliz cumpleaños, pequeña! - dijo Dumbledore, sonriéndole mientras la sostenía.
- Gracias, tío - Arabella lo miró sonriendo a los ojos y se perdió un momento en su mirada. Tuvo la impresión que, detrás de ese gesto cariñoso y feliz, se escondía un rostro cansado y agobiado que envejecía cada vez más.
- Toma, este es tu regalo... - Dumbledore dejó a Arabella en el suelo, bajo la mirada sonriente de Marla, y rebuscó en los bolsillos de su túnica - Bueno, está algo adelantado - dijo finalmente, a la vez que parecía que había encontrado lo que buscaba - Pero creo que te gustará - algo en su cara demostraba cierto misterio y entusiasmo.
Dumbledore extendió hacia Arabella un grueso sobre amarillento, en el que se leía:
Srta. Arabella A. Figg
Dormitorio junto a la escala
10, Privet Drive
Little Winngins
Surrey
- ¡Por las barbas de Merlín! - exclamó Dumbledore ruborizándose ligeramente - Que vergüenza, está muy arrugado - y contempló a Arabella un momento - Lo siento.
- No se preocupe, tío - dijo Arabella, sosteniendo con incertidumbre el sobre - Pero... ¿qué es?
Marla estaba muy atenta a lo que sucedía, y estaba dispuesta a interrumpir para preguntar algo, pero no hallaba el momento para hacerlo. En el momento en que se animó a empezar a hablar, apenas hubo abierto la boca, Dumbledore habló:
- Ábrelo y lo sabrás - dijo suspicazmente
- Perdona, Albus pero... ¿cómo lo conseguiste? - interrumpió Marla finalmente, y Dumbledore la contempló sonriente - No creo que Dippet te halla dejado entregarlo antes de tiempo... - agregó, no muy convencida.
- Marla... debo explicarte un par de cosas - respondió Dumbledore - Pero más tarde, o echaré a perder la sorpresa.
- ¿Qué sorpresa? - irrumpió en la calma Arabella, con notable interés y curiosidad.
- ¡Léelo y te enterarás!
Arabella finalmente se decidió a abrir el sobre. Del interior brotaron tres pergaminos prolijamente escritos como por arte de magia. Los sacó y abrió el primero. Leyó las primeras líneas con rapidez, y su cara comenzó a pasar de la incertidumbre y la curiosidad a la felicidad y el regocijo, mientras sus labios antes furiosamente apretados ahora se estiraban en una gran sonrisa:
COLEGIO HOGWARTS DE MAGIA Y HECHICERÍA
Estimada Señorita Figg:
Tenemos el placer de informarle que usted tiene una vacante en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Por favor, observe la lista con el equipo y los libros necesarios.
Las clases comenzarán el 1° de Septiembre. Esperamos su lechuza no más tarde del 31 de Julio.
Muy cordialmente
S. Aureus
Directora asistente
Arabella casi rompió el segundo pergamino al abrirlo. Contenía la lista de materiales que se necesitaban.
- ¡Tío! ¡Gracias! ¡Es increíble! ¡Muchísimas gracias! - Arabella se puso a saltar y a gritar y no se le entendía absolutamente nada. Marla y Dumbledore, que se miraban sonriendo entre sí, solo captaron, de los gritos, palabras como: "No lo puedo creer", "Es genial" y "No puedo creerlo"
- Vamos, lee el último - la instó Dumbledore, con una sonrisa casi maliciosa, mientras miraba de reojo a Marla, sonriendo.
Arabella miró a Dumbledore durante un momento, luego sacó el tercer pergamino y lo sostuvo con curiosidad durante un momento. No parecía el mismo pergamino que las caras de Hogwarts. Lo abrió y vio que, obviamente, no era la carta de Hogwarts. Escrita en otra letra, más cálida y muy calibrada, decía:
Mí querida Arabella:
Espero que este regalo te haya gustado (aunque de todas formas lo tendrías) Y también espero que, ya que sabes la historia de tu vida y la de tu familia, tomes las precauciones necesarias y sigas cada uno de los consejos de tu madre. Te quiero informar que a partir de este año, YO seré el Director de Hogwarts y espero que disfrutes tu estadía allá y aprendas muchísimo, todo lo que necesitas para ser quien cumplirá promesas.
"Para ser quien cumplirá promesas". Estas palabras, inconscientemente, quedaron muy grabadas en la mente de Arabella. Sin embargo, ella no se dio cuenta en el momento de esa frase, sino que abrió sus azules ojos muy grandes y miró entre la sorpresa y el regocijo a Dumbledore, quién sonreía.
-¡¿ES EN SERIO?! - gritó la pequeña, por fin, abriendo los brazos - ¡¡DIRECTOR DE HOGWARTS!!
- ¡¿QUÉ?! - gritó Marla, dando un ligero salto y miró a Dumbledore, quien seguía sonriendo - ¡¿Por qué no me lo habías contado?!
- Te lo dije - respondió alegremente Dumbledore - Hubiera echado a perder la sorpresa.
- Pero... ¿Y Dippet? - preguntó Marla con voz asombrada - ¿Qué sucedió con él?
Miró fijamente a los ojos de Marla, como indeciso- Renunció - respondió Dumbledore - Por así decirlo... – luego murmuró y miró significativamente a Arabella, que no les estaba prestado atención. Leyendo y releyendo las cartas, la pequeña maravillada se iba imaginando a Hogwarts, tal como su madre se lo había descrito - Más tarde te lo explicaré.
Marla miró a Dumbledore, en su extraña reacción, y entendió que prefería hablar más tarde del tema. Entonces lo invitó a tomar algo.
Dumbledore no se quedó por mucho tiempo. El trabajo como director le había dado nuevas y grandes responsabilidades, y solo luego de relatarle el trágico final de Dippet a Marla (encerrados en la sala, como en tiempos pasados), se retiró, dejando a madre e hija con una felicidad que no habían sentido en años.
Mientras se retiraba, Dumbledore pensaba como podía decírselos, lo que estaba pasando... lo que tendría que asumir Arabella... Sacó un reloj extrañísimo de su bolsillo, y lo miró a la luz de los faros de Privet Drive.
- Qué tarde - dijo - Y todavía no se los dije …la próxima semana... si es que no es muy tarde.
Y con algo de culpa, pero sonriendo, se alejó calle abajo. Se perdió en la negrura de la noche, como sus pensamientos, pero alguien lo había escuchado.
Una sombra se deslizó por detrás de los arbustos, haciendo crujir las ramas. Por fin lo había averiguado, sus sospechas eran reales, ahora, podría continuar con su plan…
