10:00 de la Noche
Puerto de Veracruz, México.
- Buf!
Suspiro y me tumbo en la suave arena, ha sido un día pesado y apenas puedo creer que haya sobrevivido a este endemoniado maratón, y pensar que apenas es el comienzo. Resulta increíble el giro que le puede dar alguien a su vida con una simple decisión.
Siento como mi cabeza se desentume poco a poco y abro los ojos, regalándome la vista de un cielo nocturno lleno de estrellas, cuanta belleza y cuanta paz, pienso, esta tan tranquilo que puedo oir los latidos acompasados de mi corazón y el suave murmullo de las olas del mar.
Y pienso en "eso", hasta ayer había sido una hija de familia cualquiera, con una aburrida vida normal, cursando una carrera que detestaba, harta de todo y de todos, hasta de mi misma, luego en un lapsus de franca insensatez había abandonado esa vida y escapado sin destino alguno, en busca de aquello que le diera un sentido a mi existencia.
En estos momentos debía estar en mi casa, cenando tranquilamente lo que mi madre hubiera hecho, viviendo cómodamente como hasta entonces, sin ninguna otra preocupación que no fueran mis estudios, y ahora... ahora me hallaba en una tranquila playa a kilometros de ese hogar, apenas habiendo comido algo y con muchas dudas y cosas de las cuales preocuparme de ahora en adelante, filosofando y haciendo un laaargo recuento de mi vida, "bienvenida al mundo real"... y reí para mis adentros ante lo absurdo del caso.
- Sihaya... - el nombre de mi mejor amiga había llegado repentinamente.
Que pena, me hubiera gustado que estuviera aquí conmigo, habríamos pasado un momento genial y no me sentiría tan sola, pero Sihaya si tenia razones que justificaban su vida y un admirable espíritu de lucha que siempre le había envidiado. Un espíritu del que había carecido, y no pude evitar sentir miedo, quizás había un espíritu aventurero latiendo dentro de mí, pero ¿un espiritu de lucha, y si regresaba?
- ¡Nunca!
Pasaron minutos, quizas horas, esa idea dándome vueltas y negándose a ir, "una razón que le diera sentido a mi vida", ¿donde?, mis ojos terminaron escudriñando el cielo, como si ahí estuviera lo que buscaba y de nuevo, la vida dando sorpresas...
Como una señal divina, cruzó el cielo rauda, era lo más bello que había visto, una estrella de fuego de larga cauda, sin darme cuenta me había incorporado para poder seguirla con la vista y sentí como mi corazón se aligeraba de repente, después esa descarga que literalmente recorriera todo mi cuerpo al comprender su significado...
- ¡Corre!
No supe de donde salió esa voz pero sin dudarlo me levanté y fui tras ella, ni siquiera pensé en lo ilógico o ridículo del asunto, mi meta era alcanzar aquella estrella fuera como fuera. Mi cuerpo se había vuelto repentinamente ligero, como si fuera el aire.
Y corri, con todas mis fuerzas, como nunca en mi vida lo había hecho, dispuesta a no dejarla escapar, no después de haberla buscado durante tanto tiempo.
- "Mi razón" - eso era.
Y seguí corriendo, sin apartar la vista de ella, poco a poco descendía hasta caer entre un grupo enormes rocas en la parte mas lejana de la playa.
- ¡Aguanta!
Acortaba la distancia corriendo y evadiendo rocas con una agilidad que nunca había tenido. Hasta encontrarla como una hoguera en medio de aquellas piedras.
Y haciendo el ultimo esfuerzo brinqué el ultimo tramo, aterrizando a pocos pasos de ella, mis pulmones listos a estallar, sudando a mares y preguntándome ¡¿cómo rediablos había hecho eso?!.
- Saludos Hija de Terra. - se dejó oir aquella voz profunda y serena.
Y mis ojos se abrieron todo lo grande que eran al ver quien me hablaba.
- Un Fénix -apenas logré murmurar con una mezcla de asombro y miedo corriendome por todo el cuerpo.
No podía creer lo que ocurría, esto era sobrenatural, me hallaba frente a un criatura que se suponía solo existía en las Leyendas y cuya belleza y porte no se podían describir, tan solo admirar y respetar. La mítica criatura clavó sus ojos en mí y ya no pude apartar la vista de aquellas hogueras que tenía por ojos.
- ¿Piensas que estas aquí por tu propia voluntad o por aquello que llaman casualidad, Enya?
- No.
No lo era, al mirar en sus ojos me di cuenta de que no lo era, y entonces todo se aclaró para mí.
- ¿Tú me llamasteis, verdad?
- Así es, he venido por ti.
De pie ante ella deje de tener miedo y pude sentir por primera vez la alegría de haber encontrado lo que tanto había buscado.
- ¿Lista?
- Sí.
- Entonces que Así sea...
Y se abalanzó sobre mí rodeándome y empezando a girar cada vez mas y más rápido hasta cubrirme por completo. Sentí como mis pies dejaban de tocar el suelo y mi cuerpo empezaba flotar, pero no había temor, no tenía nada que temer y dejé que me mostrara todo lo que debía saber.
Entre aquella marea de viento y fuego, las visiones empezaron a correr ante mis ojos, sin que mostrara perturbación alguna, al fin y al cabo eso me era familiar, bastaba recordar los meses anteriores de mi vida aquejada por ellas, a cada instante en cualquier momento sin mediar causa alguna me atrapaban y me mostraban cosas inauditas.
Caballeros enfundados en extrañas armaduras.... cruentas batallas, primero en un coliseo, luego en un santuario griego, pasando por lugares del Norte de Europa y finalizando en el mar, eran guerras crueles y sangrientas, que me hacían llenarme de temor y a la vez despertaban en mí un intenso deseo por combatir.
De todos ellos 5 sobresalían, 5 que peleaban por un mundo, este mundo y que en el camino sufrieron tanto como sus vencidos, 5 seres cuya union era tan fuerte como ninguna otra, 5 que a base de sangre y lagrimas se forjaron asi mismos y de entre todos "Él", un caballero fuerte como ningun otro, en sus ojos podía percibir su gran espíritu, indómito y libre que ni siquiera una diosa había podido controlar, presencie todas sus batallas y conocí sus sufrimientos.
- Ikki...
- Guerrera de la Inmortalidad y El Fuego. Lo que has visto lo conoces.
- Si, ¿tu fuistes quien me dio estas visiones?
- Visiones no, conocimientos que te son necesarios. Ahora observa esto.
Death Queen Island, o lo que quedaba de ella, hundida para siempre en las profundidades del Pacífico.
- He ahí tu armadura...
- ¿Mi armadura?.
- El Fenix Ankoku, sin saberlo en su interior guardaba a la segunda Armadura.
Mediante las visiones supe la existencia de la segunda armadura, pero aun quedaba otra pregunta.
- Dos armaduras, ¿cómo pueden haber dos con una sola constelación?
- He ahí el error, mira.
La imagen cambio, ahora en medio del espacio distinguía la constelación de Fenix con sus 116 estrellas sobresaliendo por encima de todas Ankaa, la estrella más grande.
- Hela ahí brillante y poderosa, la Constelación de Fénix y su estrella mayor Ankaa, como sabes, su constelación esta formada por 116 estrellas las cuales forman su cuerpo, pero...
- ¿Pero que?
- Estas estrellas son distintas del resto de las 88 constelaciones, a diferencia de los demás, al caballero de Fénix solo lo conforman 115 estrellas, poseedoras de un gran y extraño poder tan grande que le han concedido su capacidad de volver de la Muerte.
- ¿Y porque no las 116?
- Eso es debido a que Ankaa, la mas grande tiene el poder equivalente de otras 115 estrellas. Es demasiado para él, su cuerpo no resistiría liberar la energía de 230 estrellas a su máximo nivel.
- Ya veo, a esa estrella la represento.
- Igual que ocurre con Ursa Major ¿Recuerdas?
Como no recordarlo, 7 dioses guerreros protegidos por una estrella.
- El en realidad no ha liberado todo su poder, lo que has visto tu no es su verdadera capacidad, solo parte de ella y es tan grande que necesita ha alguien más. Y he ahí tu misión.
- Escucho.
- En este caso la constelación de Fenix se forma de dos partes, Ankaa y las 115 estrellas, unidas en perfecta armonía. Por lo tanto hay dos armaduras, una representando a las 115 y la otra de Ankaa, esperando para lograr una sincronización perfecta y por ende la liberación de su máximo poder.
- Y que pinto yo en esto.
- Para lograr lo anterior se necesita una Dualidad y a un guerrero proveniente de tus tierras, tu sabes a lo que me refiero, ¿no es así?.
- Si, desde tiempos inmemoriales y antes de la llegada de los Españoles la dualidad fue algo que formó parte de la vida de nuestros antepasados, desde el Popol Vuh que habló de las parejas creadoras, teníamos a Ometeolt nuestro Dios dual, la dualidad regía nuestras vidas y estaba en todas partes, era el día y la noche, la vida y la muerte, el bien y el mal.
- Así es, no se ha errado al escogerte, entiendes bien .
- ¿Y que dualidad formaré yo?
- Cielo y Tierra, el proveniente del fuego de las estrellas, tu proveniente del corazón ardiente de la tierra.
- Pero cómo, mi signo es Libra y por lo tanto mi elemento es Aire, no Tierra.
- ¿Te extraña, acaso la lógica es infalible? La lógica no tiene toda la verdad, este mundo no siempre tiene explicación, tienes las características necesarias, porque Libra es equilibrio y y ¿que hace el aire al fuego?
- Aumenta su poder...
- Exactamente, tu no solo canalizarás a Ankaa, también liberaras el poder del Fenix Ikki en toda su magnitud, cuando llegues ante él, lo verás.
- Será un gran Honor.
Mas cosas me fueron mostradas, mi deber, las razones, lo que debía hacer para controlar todo lo que me sería dado. - ¿Aceptas el poder de este cosmos que se te dá?
- Lo acepto.
- Bien, que sea como has dicho.
La vi formarse en un Fénix y lanzarse hacia mi con toda su fuerza sin siquiera darme tiempo a reaccionar, abrazándose a mi y penetrando a mi cuerpo, dejándome sentir el sorprendente poder de un cosmos en toda su magnitud.
De ahí, una inmensa calma y el vacío.
Al otro lado del Atlántico.
6:00 de la mañana
Cabo Sunión
Grecia
El viento marino le agitaba el cabello, ya tenía rato de estar ahí contemplado el amanecer, hacía días que Morfeo no era benévolo con él y pensó que sería mejor una caminata, que dar de vueltas inútilmente en la cama tratándo se conciliar algo que no regresaría.
Pensando, de nuevo ese extraño sueño, por mas vueltas que le daba no encontraba la razón de ser, ¿un nuevo enemigo?, ¿algo de su pasado? o ¿un nuevo aliado?.
Todo comenzaba de la misma manera, se encontraba caminando por un páramo solitario y yermo, parecido a Death Queen Island, de pronto la Armadura de Fénix Ankoku se materializaba ante él obligándolo a ponerse en guardia en espera del enemigo.
Mas de repente se llenaba de fisuras explotando en mil pedazos y dando paso a una nueva armadura del Fénix, parecida a la que usara en la Batalla de las Doce Casas, aunque de un diseño mas fino; el se acercaba para poder tocarla y estaba a punto de hacerlo cuando esta se dividía sorpresivamente y escapaba hacia su dueño que no era mas que una silueta a lo lejos subida en un pequeño montículo, la armadura la rodeaba y cubría, lo único distinguible era un par de ojos negrisimos, su larga coleta y sus formas femeninas, de pronto un cosmo de fuego como el suyo emanaba de ella y... entonces se despertaba.
Aunque este último había sido el más vivido de todos.
- ¿Quién eres? - murmuró para sí.
- Quizás lo sepas pronto Nii San
Ikki volteó al escuchar esa voz tan familiar, encontrándose con Shun que le dedicaba esa calida sonrisa de siempre, su hermano era una persona bastante intuitiva y a la única a la que le confiaba todo, bueno casi todo.
- ¿Eres adivino Shun?
- ¡Je!, mmmh, pues no pero algo me dice que así será, dices que ella no porta al Fenix Ankoku, asi que quizas no sea mala tampoco.
- Hablas como si en verdad fuera ella.
- Dices que es una mujer y todas las veces la has soñado así, cuando un sueño es tan recurrente jamás esta lejos de la verdad.
- Tienes razón, pero no hay que confiarse, nada nos asegura sus intenciones.
- No lo sé Nii San, pero sabes que cuentas con nosotros para todo.
- Lo sé Shun, lo sé.
Los hermanos ya no dijeron nada más y se limitaron a observar el mar, Ikki sabía que su respuesta vendría de ahí, de alguna forma.
