Puerto de Atenas Grecia.
Mucha gente por todos lados, de aqui y allá, turistas y griegos mezclandose entre ellos y ella perdiendose en toda esa marea de gente, esta era la grandiosa ciudad de Atenas, Grecia; de cara al Mediterraneo. La combinación perfecta entre lo moderno y lo antiguo, pensó.
Podía distinguir a la perfección su esencia, bastante diferente a la de toda la gente que pasaba a su lado, la mayoría griegos, impregnados de una fina capa de esa energía, esencia de una tierra de dioses; la suya tenía ese sabor de occidente, Centroamericano, con un ligero olor a copal, vibrante, casi indescriptible, milenaria y serena.
Nunca la habia percibido a pesar de llevar en la sangre solo la herencia de los indigenas de su pais, nunca hasta el encuentro con el Ave de Fuego.
Dio un ultimo vistazo a la enorme cuesta que habia subido, sorprendentemente no se habia sentido cansada aun después de casi 18 horas de actividad, de tener que arreglar papeles, que el avion, que la aduana, que si su poco equipaje, que si no habia falsificado su carnet por su aspecto cuasi infantil que la hacian demasiado menor para los años que tenia, los motivos para estar ahi, etc. y finalmente la deliciosa cocina griega, "Comer", esa palabra era sagrada, que importaba si iba en pos de algo distinto, una meta casi utopica y fuera de este mundo, comer, era...¡comer! y por Dios que ese gustillo por los platos nadie se los quitaria.
Sonrio, una sonrisa bonachona que le daba un aire inocente. Estaba en las ruinas y mas allá el Santuario, observó el vasto mar que se extendia y perdia en el horizonte lejano, entonces volvió su vista a la bulliciosa ciudad, dedicandole una sonrisa de despedida, muchas cosas iban a cambiar, ¿cuántas? ni ella misma lo sabía, pero sería algo que quedaría marcado en su ser por siempre.
- Adios mi vida normal... - murmuró con un suspiro que denotaba emoción y temor, y se perdió entre la gente, mas alla de las ruinas, directo a un Santuario.
Las actividades habian iniciado temprano, y ya era mediodia, el sol se hallaba en las alturas, cayendo inclemente sobre todos sus habitantes.
Mas alla de la camara del maestro, Saori habia ido a orar acompañada de June que observaba con asombro y respeto a la Diosa de cabellos violetas. Raras veces habia tenido la oportunidad de sentir el poder de la Diosa de la Sabiduría y la Guerra justa, y jamás frente a sus ojos, hasta ese día, era un honor, lo sabía y se sentia feliz de que hubiese sido ella la elegida.
Atenea Saori, rezaba, un rezo tranquilo al Omnipotente, pidiendo por la paz y el eterno descanso de sus fieles Santos Dorados que tanto habian hecho por ella y los 5. Rogando por su amado planeta, por sus amigos, por los fieles habitantes del santuario y porque Ikky entendiera que dar Fenix no era desvincularse de el, sentía comprenderlo y confiaba en que siendo como era no tardaria en aceptarlo.
Con ese aliviado pensamiento, continuo sus oraciones en medio de un cosmos que vibraba tranquilo al igual que su corazón ya lejos de toda duda. Elevandose y extendiendose por todo el santuario cubriendo con amor a todos sus habitantes, June lo podía sentir como un abrazo protector y en un impulso que ni ella misma pudo contener, encendió su cosmos y se unió a su diosa, provocando un enlace casi instantaneo y percibiendo a su lado las distintas auras que fluctuaban en el Santuario.
Solo se oyó el ruido como del cristal al quebrarse, la amazona habia perdido la mascara, pero no importaba.
Saori se sintió complacida ante la subita compañía y se extendió mas allá de los limites hasta tocar la villa.
Era un espectaculo por demás avasallador, en medio de ese gran cosmos dorado, nadie podría saber quien era la diosa en verdad, tanto por belleza como en el porte.
Y en medio la gran calma del paisaje Griego.
Hasta que, una perturbación repentina se dejó sentir en el espacio.
Amazona y Diosa abrieron los ojos al instante, primero sorprendidas, mirandose una a otra sin hacerlo a la vez, aguzando los sentidos para captar por completo aquella manifestación que habia aparecido de la nada.
En tanto que en Cabo Sunión, Ikky de Fenix corria a gran velocidad, dispuesto a ganarle la carrera a fuera lo que fuera que estuviese a punto de llegar al Santuario, directo a la Diosa que debian proteger, mas no por ella, sino por el.
- ¡Viene del otro lado del Atlántico! - exclamó soprendida la amazona.
En efecto un pequeño destello que el sol no habia podido opacar crecía poco a poco. E iba exactamente hacia ella, la amazona sin dudarlo se colocó delante de su Diosa, dispuesta a todo. Saori solo miraba con los labios apretados y los ojos fijos hacia Occidente.
- ¿Un cosmos de dos tierras? - susurro con el semblante grave.
La misteriosa estrella cruzó veloz el Puerto de Atenas, pasando sobre las ruinas y luego los senderos escarpados directo al Santuario.
La joven de cabellos negros detuvo su caminata al sentir aquella perturbación, justo a tiempo para verla pasar sobre su cabeza, surcando el cielo y dejando tras de si una estela rojiza, la siguió con la vista hasta que la vio perderse en el interior del Santuario.
- Ganó - y apuró su paso.
Fue como un estallido al detenerse, las lenguas se extendieron por breves segundos y con una delicadeza increible se posó en el suelo, a los pies de la Diosa.
Era como una flor hecha de fuego, que danzaba al compas del viento y no dejaba de crecer y decrecer frente a sus ojos,ansiosa, en espera de algo o de alguien. Eran tantas sensaciones pensó Saori. El cosmos le era familiar, solo alguien tenia un aura asi de indomita, pero habia algo mas docil en ella, olia a Grecia pero tambien a tierra sagrada de Occidente.
- ¡Es Ikky!
El grito de la amazona la sacó del breve trance, el Fenix subia por entre los picos de la montaña directo hacia ella, o mas bien, directo a aquella flor de fuego. Un brinco mas y cayó frente a ella. Miró a su diosa, preguntando con aquellos intensos ojos azules, si tenia algo que ver con todo ello, mas sus ojos confundidos le dieron la respuesta.
Como si supiera quien era el, la llama aumentó hasta elevarse por encima de sus cabezas, formando ante los atónitos ojos de Ikky un majestuoso y delicado Fenix.
- ¡¿OTRO FENIX?! - la voz de Hyoga se dejó oir con fuerza en el lugar, haciendo voltear a los tres, detrás del Cisne, Shun, Seiya y Shiryu miraban con tanta o mas sopresa la enorme ave de fuego.
El ave, poco a poco fue reduciendo ante todas las miradas, hasta descubrir en su interior una armadura, mas pequeña y con un diseño mas fino y delicado que la que Ikky poseía.
- ¿Tu la trajiste Saori?
- No Shiryu, solo llego directo hacia mi como una bola de fuego y hasta que Ikky aparecio se transformó en el Fenix.
- Se parece mucho a la primera armadura de Ikky - apunto Shun y volteó a ver a su hermano - Nii San... ¿Era asi?
Ikky solo asintió, en efecto era identica a la armadura que habia soñado todas esas noches, pero lo mas sorprendente era el que hubiera sabido donde estaba y lo reconociese, porque en ese cosmos habia reconocimiento hacia el, de Fenix a Fenix.
- Oigan... - llamó June - ¿Y el portador?
Antes de que alguno pudiera responder, un enorme resplandor de fuego se alzó justo a donde eran las afueras del santuario, simultaneamente a como Ikky se doblaba sobre si mismo llevandose una mano a la cabeza.
- ¡QUE DEMONIOS!!
- ¡¡IKKY!!
Shun sostuvo a su hermano, antes de que cayera.
- ¡Ikky!, ¿estas bien?, ¡Contesta!
- Ella.... es ella... la acabo de oir gritar. -respondió el Fenix por lo bajo.
¡PAF!
No habia sido el mejor de los aterrizajes pero no tenia tiempo para pensarlo, Kiki se levantó frente a un grupo igual de sorprendido que el.
- ¡Lady Atenea, hacia allá!, ¡alguien!
Sin pensarselo mas, rodearon al elfo.
- ¿Crees poder llevarnos Kiki? - preguntó el Dragon.
- Claro, no olvides que fui alumno del Santo de Aries. - respondió con orgullo.
- A pesar del mal aterrizaje. - lo bromeó Seiya olvidando por un instante la seriedad del momento.
- ¡Hey!, ¡fue culpa de la chica!
- Entonces... - Shun volteó a su hermano - ...si es mujer.
- ¡Dejense de cosas y vamonos ya! - ordenó Ikky
- ¿Listos?
- ¡Si! - respondieron al unísono.
Y desaparecieron.
