¿Cómo se construyó nuestro destino?
Written by: Lore-chan.
4º Capítulo:
Daban las nueve y treinta de la mañana, el sol que estaba por bajo las nubes parecía sin intenciones de aparecer, estaba nublado y corría aquel viento otoñal junto con esas hojas secas que ruedan por el suelo frío. Parecía ser un domingo cualquiera, su madre preparaba el desayuno en los momentos que terminaba de vestirse, su padre estaba trabajando, le había tocado turno de noche en el hospital y quizá llegaría durante el almuerzo para descansar y llevar a Jou Kido a sus clases. A pesar de ser domingo y por consiguiente festivo siempre y en el cual no se debería hacer otra cosa que descansar, el padre del chico de lentes lo había inscrito en una primaria cercana al edificio, donde hacía reforzamientos en matemáticas y ciencias naturales.
Desordenó su cabello un poco con la palma de las manos y observó inerme el reflejo frente a su persona. Jou era de aspecto endeble, delgado, su rostro algo pálido y casi sin vitalidad. No pareciese un niño de apenas ocho años. ¿Qué podía devolver una alegría para sí?. La última vez que realmente se sintió feliz completamente fue hace tres años cuando unos chicos en el parque le pidieron jugar con ellos, fue la mejor tarde de su vida. Más tarde su padre hizo recaer sobre sus hombros el peso de sus dos hermanos mayores: Shin y Shuu; ambos excelentes estudiantes secundarios. Era el sentimiento de ser más inteligente o no equivocarse el que le producía sus incertidumbres.
Simplemente, si sus hermanos eran tan buenos en los estudios, Jou debía serlo también, pero, según su padre, mucho mejor que ellos a la vez. Es por aquello que no tenía casi ningún día libre a la semana y su niñez no era para nada similar a la de sus compañeros de primaria que ya estaban en la primera etapa en la cual las niñas son el segundo tema de conversación, pues el primero será siempre algún deporte o, porqué no, ellos mismos. El menor Kido, no encajaba del todo, ¿de qué podía hablar?, ¿estudios?.
-Shin, Shuu, Jou; vengan a desayunar.
La voz de su madre se escuchó tras la puerta cerrada de su cuarto y enseguida las respuestas de sus hermanos se oyeron también. Luego de algunos segundos se sintieron los pasos de éstos pasar por fuera de la habitación dirigiéndose hasta el comedor.
Él se quedó parado frente al espejo observando su cabello y moviendo sus anteojos en la nariz.
Suspiró. Y recordó por extraña razón la visita a su pequeña vecina del piso de abajo. ¿Por qué no hubo salido?. La Tachikawa era la primera niña con la cual sentía tranquilidad, a pesar de que ella, tartamudeaba en su presencia. Pensó, claro, que podía ser del agrado de Mimi, pero el sólo hecho de creer que ella sentía algo por él se volvía nulo, además la confianza en si mismo era muy limitada y aquello sobrepasaba toda expectativa.
¿Qué sentía él?, nada. Ambos eran amigos y Mimi tenía apenas cinco años de edad. A eso de la edad, pronto la niña cumpliría los seis, ¿algún obsequio que darle?, al parecer revisaría su alcancía después de desayunar.
El fin de semana para la familia Yagami fue contrariada por la salud de Hikari que empeoró durante la noche del sábado. La habían llevado al médico ese mismo día y le recetaron algunos medicamentos que estaba tomando. Por el momento se encontraba mucho mejor, la fiebre había bajado de 40º a 38º y los mareos desaparecieron en el transcurso de la tarde.
Taichi pasó la tarde del domingo sentado frente a la computadora, trataba de borrar del archivo un extraño software que apareció de la nada cuando guardó su dibujo del dinosaurio anaranjado en el disco duro.
"Incubating", ¿inglés?, pensó el moreno cuando esa palabra apareció en pantalla completa. Por suerte y algo entendía de ese idioma. Si traducía del todo bien significaría algo así como: ¿encubando?.
-¿encubando qué? – se preguntó Tai.
Y movía el mouse, que días atrás le pidió al técnico que instaló el ordenador, abriendo y cerrando archivos para tratar de borrarlo.
-¡Taichi!
-ya voy, mamá.
-tú papá quiere que lo acompañes a la casa de un amigo.
-si, ya voy – repitió. Apagó el computador y se fue con su padre, no quería que él sospechara algo.
Durante el camino se dio el tiempo de inspeccionar el auto del Sr. Yagami, unos cuantos stiquers continuaban pegados a un costado del parabrisas, ello era evidencia de sus juegos con Yamato creyéndose taxistas, cuando se suponía debieran estar haciendo tareas.
Quiso tocarlos, quizá para ver qué tanto podían resistir en ese lugar para recambiarlos algún día; pero el cinturón de seguridad lo hizo ceder bruscamente al asiento del cual el polvo salió sin esfuerzo. Taichi tosió. Sabía que su padre no tenía tiempo para limpiar el automóvil, pero mínimo debía tomarse algunos minutos si quiera para sacudirlo.
-¿qué tal la primaria, Tai?
"¿Qué pregunta era esa?" , pensó el chico. Claro que estaba bien, bueno no del todo BIEN, alguna que otra anotación y desalojo de clases, pero, era normal; para él.
-ya veo – su padre lo miró de reojo. Al parecer le había leído sus pensamientos.
Una gota apareció tras su nuca. Acaso él podía saber ya el accidente del computador.
-¡es cierto!
El Sr. Yagami exclamó aquello y mientras la luz roja le daba tiempo, estiró su mano a la guantera y extrajo una bolsa.
-ten – se la extendió a su hijo.
-mh, ¿qué es?.
-pues, estaba de compras y la vi – rascó su nariz a modo de simpleza en su detalle – pensé que te gustaría.
Tai abrió la bolsa de papel arrugada, metió su pequeña mano y con tan sólo palpar el objeto en el interior; un recuerdo se apoderó de sus cinco sentidos de inmediato.
-¡wow! – dijo feliz - ¡unos goggles!, ¡fantástico, gracias!
-que bueno que te agradaran – sonrió su padre satisfecho con el obsequio.
-¡me encantan!
Abrió la ventanilla y movió el espejo. Primero se colocó un cintillo azul que ordenaba un poco su revoltoso cabello y luego esos goggles le cayeron de maravilla sobre su cabeza.
En el resto del camino fue sólo posando ante su reflejo el regalo.
Takeru estaba sentado abrazado de sus piernas en un rincón de su casa.
Se le notaba pensativo, ese era la única emoción que se podía apreciar.
Cerca de él, extrañas personas desvalijaban piezas importantes en sus recuerdos. Su madre le había mencionado algo al respecto, pero él tan sólo tenía unos cuantos años, ¿qué podía entender más allá de que su padre se iría?. Y no sólo él, su hermano mayor, Yamato, también.
"Será por poco tiempo" dijo Natsuko el día de ayer. Pero si era por poco tiempo, ¿por qué su madre entre lágrimas guardaba toda la ropa de Yamato en unas grandes maletas?. Y si era por poco tiempo, ¿por qué sentía esa angustia en el pecho que le decía que no vería a su hermano muy pronto?. Su padre no le daba demasiado ánimo al respecto; trataba de mantener distancia. Quizá para no hacer tan doloroso el final de esto.
Y si todo se trataba de "Divorcio" .
Takeru hundió la cabeza entre sus brazos, había oído a un amigo de la guardería decir algo acerca de ello. Los padres de él estaban divorciados; preguntó más y le contestó que un día sus padres hablaron seriamente con él, dijeron que estarían viviendo por separado por poco tiempo, que debían arreglar unos problemas entre ambos, pero con el trascurso de los días, los meses, no se vieron más. Su padre iba los fines de semana por medio y que permanecían juntos esos días, sólo esos días.
No quería pasar por lo mismo de su amigo.
Se levantó, iría a buscar a su hermano.
Afuera ya todo estaba más vacío, algunos muebles que él tanto adoraba pasaron por la puerta principal mientras pensaba; podía ver a través de la puerta entreabierta, tres hombres hablando con su madre. Yamato no se apreciaba por los alrededores, pero y ¿si ya se había marchado?, ni siquiera se despidieron. Quiso llorar. ¿dónde estaba su hermano?, abrió más la puerta y salió chocando con cosas esparcidas por el suelo. Una lámpara a la que prendía y apagaba con el sólo fin de molestar a su padre y hacer que éste le tomase atención, estaba perdido entre sábanas blancas.
Más adelante, sumergido en almohadones del sofá, la armónica que Yamato tocaba para tranquilizarlo cuando lloraba, estaba con polvo. Miró a su alrededor, nadie lo tomaba en cuenta, con suerte alguien se había percatado que estaba afuera de su habitación. Tomó el instrumento polvoriento y lo guardó envuelto en su pantalón.
Caminó cauteloso y echando una última ojeada, cerró con cuidado la puerta del baño. Adentro, mientras percibía la ausencia de los cepillos de dientes de Yamato y Masaharu; colocó el cerrojo.
Abrió la llave del agua y esperó paciente a que el lavamanos se llenara. Ya listo, metió la armónica en el líquido y con sus manos la limpiaba.
Se tardó casi media hora en dejarla reluciente, pero estaba más que satisfecho con su trabajo. Esperaba que a Matt le gustara, si es que llegaba.
-Takeru, Takeru, ¿en dónde estás?.
La voz de su madre lo llamó.
El pequeño Ishida se escurrió quedando a sus espaldas.
-hasta que te encuentro – sonrió ella.
-lavaba mis manos.
-ya veo, ven – lo cogió de la mano – iremos a pasear al parque.
-¿con mi hermano?
-no, Takeru, él no está.
-¿dónde está?.
-salió con tu papá.
-¿por qué no me llevaron?, quiero ir donde están ellos.
-ellos están un poco lejos.
-entonces no iré, no iré hasta que lleguen.
Se sentó en uno de los sillones que aún estaba en su lugar.
-hijo, se van a demorar.
-no importa, esperémoslos.
Ella se sentó a su lado, pero ¿cómo decirle que no volverían más?.
Koushirou estaba en el living de su casa mirando televisión, la noche había caído hacía ya unas horas atrás. El pelirrojo luchaba por mantener los ojos abiertos, sólo esperaba a ver un reportaje de tecnología e iría a acostarse enseguida. Si se lo perdía, debería esperar hasta el viernes de la próxima semana para poder ver siquiera la repetición acortada en casi 25 minutos.
Sintió a sus padres pasearse de la cocina a su habitación y viceversa. Aquellos sonidos continuos despertaban más en sí las ansias del sueño.
Por unos segundos cerró los ojos, esperando a que comenzara el programa quiso descansar en los cortes comerciales. Cuando despertó, y se percató que ya todo había acabado, se enojó consigo mismo. Los que creyó 30 segundos, se habían transformado en hora y media. ¿qué más podía hacer?. Apagó el televisor, pidiendo que ese próximo viernes dieran la repetición completa.
Fue hasta su cuarto, al cambiarse de ropa, alistó una toalla de su armario al hombro y caminó al baño para cepillarse los dientes.
Estaba cansado y por ello bostezó abiertamente mientras pasaba por el living, se detuvo, la puerta que separaba éste del pasillo estaba levemente abierta, dejando escapar un dejo de luz.
"Qué extraño" , pensó. Él se había tomado el tiempo para dejar las luces apagadas en el sitio.
Para satisfacer su curiosidad, caminó despacio hasta la puerta y asomó al interior sus ojos negros.
Adentro sus padres conversaban.
Su madre tenía la cara tapada con las palmas de las manos, pareciese que lloraba. Su padre le rodeaba la espalda con el brazo derecho, permaneciendo con la cabeza agachada.
Koushirou no entendía la posición de ambos. ¿Qué les ocurría?.
Colocó la mano en la madera que lo separaba de sus progenitores, iba a entrar al living; pero se detuvo al escuchar hablar a su madre.
-es difícil… - suspiró ella.
-lo sé, nadie dijo que sería fácil.
-hay veces en las que hasta me siento culpable.
-no hay ningún motivo para sentir eso.
-tengo miedo que cuando lo sepa se aleje de nosotros, nos rechace.
-él no es así, Izzy lo sabrá afrontar.
-no lo sabemos, apenas es un niño.
-debemos esperar que sea un adolescente, al ser más grande entenderá.
¿De qué hablaban?, Koushirou no comprendía absolutamente nada. ¿ellos le ocultaban algo?, ¿qué era?.
Se molestó un poco, se sentía desplazado en los asuntos de la familia, él también era parte de ella. ¿Por qué debían esconderse para conversar?. ¿tan grave era aquello?.
Acomodó la toalla en el hombro y caminó hasta el baño.
Estando ahí, se reprochó no haberse quedado más tiempo escuchando a sus padres, quizá de esa forma se hubiese enterado de aquel tema en el cual Koushirou no podía opinar, ni estar.
Mimi estaba sola, sus padres habían salido a comprar una bebida en el almacén de abajo. Ella no quiso acompañarlos, de seguro y se encontraba con Jou.
Cuanto había sufrido ayer, ella metida bajo los cobertores escuchando la voz de su amigo que rara vez se oía, con el pequeño corazón latiéndole a mil por hora.
"¿Jou pensará en mí?", se preguntó coqueta frente al espejo.
"No, él es muy grande, tiene ocho años…" Pensaba. "…y sólo somos amigos, además, soy fea, muy fea. ¡Miren estas grandes orejas!" Tomó sus orejas con las manos moviéndolas graciosamente. "…mi pelo es muy rizado, parezco león…mis ojos son comunes…cualquiera puede tenerlos color miel. Y soy tímida, me escondo de él. Quisiera ser estadounidense, ellos son muy kakkoi!"
Fue normal que alguna vez alguien se sintiese fea (o), al no ser correspondida (o) y se busca defectos en cualquier parte del cuerpo, Mimi como era una chica muy caprichosa, era demasiado insegura. Tal vez, cuando el tiempo transcurra y llegue a ser un poco más grande su inseguridad se convierta en otra cosa.
Luego de lanzó al sofá a descansar de tan agotador día. Había ido a un centro comercial con su madre en la tarde, donde vio una película, comió esa exquisita comida chatarra y se subió a cuanto juego estuviese por ahí, total era una niña y estaba en completa libertad de hacer lo que quisiese.
Entre recuerdos y recuerdos, el chico de lentes se robó varios suspiros de su joven pecho. Aquel sentimiento que sentía no se sentía tan mal después de todo. Sólo esperaba que no aumentara; no deseaba un problema amoroso a los cinco años de edad como aquellos que aparecen en las telenovelas.
-Jou –exhaló entre tantos.
-lo lamento, pero la puerta estaba abierta.
Esa voz para sus oídos era tan conocida que de inmediato los colores se le subieron.
¿Qué hacía él dentro de su casa?.
-¡¿Jou?! – exclamó luego completamente roja de vergüenza.
-¡sí! – se asustó el chico al verla de rodillas en el sillón.
-¿cómo entraste?.
-la-la puerta estaba abierta – la señaló – toqué dos veces, pero no me contestaba nadie. Perdón por asustarte.
Ya se había colocado nerviosa, ¿qué debía decirle ahora?. Ambos estaban callados.
-Em, Buenas noches, entonces – sonrió Mimi.
-Buenas noches, ¿tus padres están?.
-acaban de salir – ahora sabía quien dejó la puerta abierta. Su madre. – pero no se van a demorar mucho.
-bueno, mis papás les mandaron unas invitaciones, un cóctel.
Sacó unos sobres desde su bolsillo y se las mostró para no parecer un mentiroso.
Silencio otra vez.
-¿ya estás inscrita en alguna primaria? – preguntó Jou.
-yo, o sea, estoy, pero, no sé cual, este me han llevado a unas…unas entrevistas con la primaria…la que está cerca…de…de hay lo olvidé! – se quejó - …esa que es grande y, y todos…hay muchos salones y, y vas tú – cuantas palabras se habían mezclado en su boca, esperaba que hubiese dicho algo coherente.
-¿irás en la misma primaria que yo?.
-sí.
-que bueno.
-¿no te molesta?.
-¿por qué me molestaría?.
-pues, no lo sé…eres tú y, yo le dije a mi papá que no quería ir en esa, pero me dijeron que era la mejor de Hikarigaoka y ahí estaré por los próximos años y, nos tendremos que ver y, ¿seguro que no te molestará?.
-no Mimi, me caes bien. Aunque es un gran desafío comprender tus oraciones – sonrió y la trigueña casi muere de emoción ahí mismo.
Los padres de la niña llegaron a los pocos minutos, Jou les entregó las invitaciones y se fue casi enseguida.
Ella estaba alegre, él le había dicho que "Le caía bien" ; cenó y se fue derecho a su habitación, abrazó con efusividad el oso de felpa que el día de ayer arrojó muy lejos. Ahora quería volver a ver a Jou, cuantas veces fueran necesarias.
Esta noche soñaría muy bien.
Yamato, por su parte, no lograba entender la decisión de sus padres por más que le daba vueltas al asunto. De todos modos ya era tarde, ambos estaban en un hogar diferente.
Era un pequeño departamento más alejado de la primaria que el otro, los espacios habían sido muy bien aprovechados y los colores al menos no estaban tan mal. La cocina era tres veces más diminuta que la de su madre y los dormitorios no alcanzaban ni hacer uno. Caía la cama de 1 plaza, un velador y un clóset. Lo demás quedaba esparcido por el living-comedor en cajas.
Era apenas el primer día en ese nuevo lugar y su padre ya estaba alistando sus cosas para irse a trabajar.
Algo le decía al igual que a su hermano menor, que no se verían muy pronto y que el dueño de la nueva casa no sería su padre en mucho, mucho tiempo.
CONTINUARÁ…
