Capítulo 1:

Cruzando las tierras de Endor, y traspasando la cordillera al Este de Rivendell... Allí está el Bosque Negro, reino de los Laiquendi, elfos del bosque, descendientes de los Sindar, los más hermosos y sabios de todos los Hijos de Ilúvatar, de todos los Primeros Nacidos. Raza nacida en Beleriand del amor de un elfo y una Maiar; Thingol Sindacollo y Melian, y mezclada con las tribus que nunca empredieron el gran viaje y no sucumbieron a las venenosas palabras de Morgoth. Sus bosques, llenos de luz y paz en un tiempo. Con árboles milenarios y grandes cuyas ramas siempre verdes modelan los rayos de luz dibujando caprichosas formas en el suelo, moteado de plata y hierba. Bestias y pájaros poblaban sus lares.

Estos Moriquendi viven allí, aquellos que no vieron la luz de Aman. Instruidos en la música y la lírica... expertos arqueros... indomables jinetes... Invisibles entre la maleza a los ojos mortales... rápidos y esbeltos... y sobre todo, silenciosos... de aguda vista y acechante oído... de almas de luz blanca, capaces de sentir palabras en el viento y los árboles... Ellos... los Elfos del Bosque, antes Verde, ahora Negro. Nombre cambiado tras la llegada de la oscuridad en la época de Sauron. Desde que sus límites se llenaron de miedo, salvo aquellos lugares protegidos por Thranduil, Rey del Bosque y padre de Legolas, uno de los miembros de la Compañía del Anillo... uno de los nueve que derrotaron a Sauron, Señor de la Oscuridad...

Casi siempre silencioso y siempre alerta... Sus ojos y oídos fueron los ojos y oídos de la Compañía. Sensible antes que nadie al peligro venidero... Figura altiva y noble... su espíritu inmortal y templado se ve reflejado en sus ojos... Rápido e infalible con el arco... Nadie como él ha hecho cantar el aire con una flecha... Hermoso, como todos los de su raza... de largos cabellos rubios... Con un halo de candidez en su cara... Mortal e infalible guerrero...

Tras su viaje con Gimli, hijo de Glóin, a los bosques de Fangorn y a las Cuevas Resplandecientes del Abismo de Helm, luego de haber terminado la misión que convirtió en leyenda a los nueve, regresó a su tierra natal, y, tomando a gente de entre lo suyos, se puso en camino a Gondor. Y así, los Elfos de los Bosques poblaron los bosques circundantes de Minas Tirith, y llenaron de vida la devastada tierra... siempre leales al rey Elessar, Aragorn, hijo de Arathron, heredero de Isildur...

Apaciblemente transcurren los días tres la caída del Anillo Único y su desaparición para siempre en el Monte del Destino. Veinte años después del inicio de la 4ª Edad, la ocupación de los Elfos de Ithilien ha sido limpiar los bosques de orcos y trasgos; los sirvientes de Sauron que habían sobrevivido

- Cuidaos de que no os vean... aun no- susurró Legolas al resto de los elfos que iban con él

El grupo de cinco se hallaba agazapado tras una roca cercana a la entrada de una caverna a cuyo pie se hallaba un campamento (pocilga, estaría mejor dicho) de orcos. No eran muy numerosos, pero sabían que si al atacarlos entraban en la caverna, ya no podrían ir tras ellos. Los elfos no soportan estar bajo tierra, y entrar en la caverna sería su perdición.

- Ashtael! Metgorn!- llamó el príncipe

Ambos elfos apartaron su vista vigilante de los orcos y se volvieron a Legolas. Ambos tenían una expresión de preocupación en su cara que no pasó inadvertida a los ojos del príncipe.

- No penetraremos en la caverna, no debéis preocuparos. Rodead el campamento y procurad colocaros lo más cerca posible de la entrada. Os encargaréis de evitar que penetren en ella y atacaréis desde su retaguardia

Los elfos asintieron y cogiendo sus arcos, y sendas flechas que tensaron en ellos. Legolas asintió

- Id con cuidado

Ashtael y Metgorn se separaron del grupo, saliendo sigilosamente del escondite. Los demás los siguieron con la mirada hasta que se confundieron con el verde del bosque. Legolas se volvió a los otros dos

- Bien, nosotros atacaremos de frente, mas uno de vosotros dos se quedará aquí como retaguardia...- Legolas los miró pensativo- ... Anduion, tú conmigo

El aludido asintió y desenvainó los dos cuchillos que llevaba en el cinturón. Legolas hizo lo mismo con los que él llevaba a su espalda, mientras se volvía al otro sindar que quedaría en la retaguardia... la única elfa del grupo

- Tú cúbrenos las espaldas. Y procura que ninguno de ellos se escape.- se volvió a Anduion- Vamos!

Ambos elfos rodearon la roca que los ocultaba y se agazaparon cercanos al campamento, Tan silencioso fue su andar, que nadie se dio cuenta de su presencia. Legolas contuvo un segundo la respiración y dio un leve silbido, que cualquiera que no fuera de los suyos, confundiría con el trinar de un pájaro. Mas aquello era la señal de ataque.

De repente, los cantos de las flechas al cruzar el aire sonaron con el viento, silenciosas pero mortales. Caos fue la palabra exacta con la que se debió describir el ambiente que reinó entre los orcos cuando de repente, los suyos comenzaron a caer muertos a pares, sin explicación aparente. Nerviosismo y aturdimiento general. Y en medio de aquella tremenda confusión de toscas palabras un maldecires de la lengua de los orcos, y silbidos tintineantes de las flechas élficas, dos figuras aparecieron de entre los arbustos, esgrimiendo en sus manos, cuchillos de filo de plata.

- ELFOS!!!- se oyó gritar entre las criaturas que antaño fueran elfos

Los cuchillos de Legolas y de Anduion cortaron el aire y avanzaron con elegancia y majestuosidad entre las ordas de orcos que iban contra ellos. Mas tanto aire de misticismo, no cegó la actitud sanguinaria... lo verdaderamente terribles que eran los elfos en las artes de la guerra y la lucha. Apoyados por los tres arqueros, Legolas y Anduion fueron aniquilando y arrasando todo lo que se interponía entre el aire y sus dagas.

Repentinamente, un gran cuerno se oyó bramar. Una llamada que hizo temblar el aire. Legolas levantó la mirada y vio como uno de los orcos soplaba en un gran cuerno. Al instante, el osado engendro fue herido de muerte por una flecha. Mas ahora no temblaba el aire, temblaba la tierra... al norte de donde ellos estaban... Algo se acercaba corriendo, e incansable... Legolas afinó el oído y cerró los ojos... Ya había escuchado esos temblores y esas perturbaciones en el bosque una vez... Abrió los ojos nuevamente, con estremecimiento en ellos.

- Uruk-hai...- susurró- Uruk-hai!! Por el Norte!!- gritó ahora tratando de avisar a los demás. De repente, su mirada se fijó en la roca que estaba al norte, la que les había servido de cobijo, en la que se hallaba...-Niltariel!! Niltariel, sal de ahí!!!!

Anduion, ya se había reunido con los otros dos arqueros, escondidos bajo el follaje.

- Mi señor, venid aquí! Nosotros solos no podemos contra los Uruk-hai... Escondeos antes de que lleguen!.- le gritó Ashtael
- Niltariel!!!!- gritó nuevamente. Pero ella parecía no oírle, se había vuelto en dirección al norte, seguramente alarmada por los temblores- NILTARIEL!!!!
- Señor! Venid!!! Están cerca!!!- dijo Metgorn acercándose al príncipe y tratando de sacarlo del claro donde se había producido la batalla

Y de repente, Niltariel se volvió y corrió con alas de viento en dirección al claro, en sus manos, el arco tensado con tres flechas en él.

- Mi señor!! Mi señor!! Son más de veinte!! No podremos con ellos!!- gritó mientras se acercaba a Legolas y Metgorn
- Ya lo sé! Escondámonos, rápido!!

Los arbustos les dieron cobijo nuevamente, y los cinco se agazaparon, hasta hacerse invisibles a ojos de cualquier mortal.

Los Uruk-hai irrumpieron en el claro con salvajes gritos de guerra y oliendo a muerte. Mas a pesar de lo que los elfos esperaban, no se sorprendieron de ver el claro lleno de cadáveres de orcos y sangre. Sonrisas de maldad se dibujaron en los rostros de algunos de ellos

- Señor, tengo un mal presentimiento...- susurró Niltariel
- Yo también, Niltariel, yo también...- respondió Legolas pensativo, el cual no había aflojado sus manos de las dagas en ningún momento, y ahora las aferraba con mas fuerza.
- Deberíamos irnos- sugirió Anduion- Aun de ser Uruk-hai, somos muy poc...

La voz de Anduion calló con un grito ahogado. Todos se volvieron a él sorprendidos. Mas su sorpresa fue mayor al ver a Anduion, traspasado por una espada vieja y sin brillo, sostenida por un Uruk-hai. El ser les sonrió, y al instante, en el momento que Legolas reacción y se lanzó contra el Uruk-hai, Seis más salieron de la espesura. Más que sorprendidos por haber sido descubiertos, los elfos retrocedieron, hasta que fueron acorralados en el claro del bosque.

Con los arcos listos para disparar, se colocaron espalda contra espalda, en el medio de aquel círculo mortal.

- ¿Cómo es posible que nos hallan sentido? No me lo explico...- susurró Legolas
- No os preocupéis ahora por eso, majestad. Creo que antes deberíamos tratar de salir de aquí- respondió Niltariel
- Pero no entiendo... cómo...?
- Majestad... propongo que penetremos en la caverna.- propuso Ashtael- Estoy más que seguro que estas cortas mentes no se esperarán que vayamos por ahí
- Es arriesgado!- exclamó Metgorn
- No más arriesgado que morir a manos de un Uruk-hai

Legolas se quedó pensativo y volvió su cabeza hacia la entrada de la caverna. Era una buena opción, mas ellos no sabían orientarse dentro de los espacios tan cerrados. "Pero es la única opción" se dijo a si mismo "La única"

- Na i dêw hado i philinn!- susurró en la lengua de los elfos

Todos asintieron, y tensaron los arcos. Una nueva orden había sido dada, ahora sólo les quedaba esperar... De repente, un Uruk-hai más corpulento que los demás, se adelantó al circulo mortal. Sin duda alguna, él era el líder

- Bajad vuestros arcos!!- ordenó- Por mucha resistencia que opongáis, no saldréis vivos de aquí

Legolas tensó aún más el arco. El Uruk-Hai lo miró con desprecio y se volvió a los suyos. Una extraña expresión de felicidad se había dibujado en su cara

- Matadlos!!

Al instante que los Uruk-hai sacaban las armas entre gritos de guerra, cuatro flechas volaron y cayeron de pleno en el corazón del líder del enemigo. Los gritos se quedaron ahogados momentáneamente. Pero se volvieron a alzar con más furia y rencor que antes.

- Vamos!- dijo Legolas sacando las dagas y abriéndose paso entre los furiosos Uruk-Hai

Los tres le siguieron, en dirección a las cuevas. Una vez que salieron del circulo mortal, corrieron hacia la entrada de la caverna, seguidos de aquellos que sus dagas no habían alcanzado. Se pararon un segundo ante la entrada.

- Adelante- susurró Legolas entrando en la oscuridad de aquella galería

Sus pasos resonaron en las paredes de la cueva, tétricamente, a pesar de que avanzaban con gran sigilo. Mas sus corazones estaban inquietos; especialmente el de la elfa, que iba a la cola del grupo con su arco tensado, poniendo alma y sentidos en todo su alrededor. Los gritos de los Uruk-hai se sentían cada vez más lejos... y conforme penetraban más y más en aquella eterna noche los sonidos de guerra terminaron por apagarse. Niltariel volvió su mirada atrás

- Mi señor... parece que ya no nos siguen- dijo en voz baja, mas las paredes oscuras aumentaron el sonido original de su voz
- Lo se, mas no creo que se hallan alejado de la entrada. Nos esperarán allí un tiempo más hasta que salgamos... o hasta que tengan ganas de comer y se busquen otras presas...
- Qué haremos ahora?- preguntó Ashtael
- Por el momento, esperaremos aquí unos instantes...

Legolas se alejó del grupo adentrándose un poco más en la galería mientras Ashtael y Metgorn se sentaban, apoyados contra una de las rocosas paredes. Niltariel en cambio se quedó de pie; su corazón inquieto le impedía relajarse. Primeramente se volvió hacia la entrada y luego, girándose, trató de vislumbrar a Legolas, mas este había desaparecido.

De repente, el aire se estremeció. Provocando que la elfa tensara su arco y mirara alrededor con temor. Allí había algo, estaba segura, podía sentirlo. Algo se movió en la oscuridad ante sus ojos en ese mismo instante, pero fue demasiado rápido como para que ella pudiera haber reaccionado y disparar. Un más que terrible presentimiento se adueñó de ella y se volvió a los otros dos elfos, ellos también parecían alarmados. Pero alguien faltaba allí.

- Legolas!!!- gritó la elfa echando a correr por la galería por la que el príncipe había ido al separarse de ellos.

Y a pocos metros lo encontró, inquieto todo él. Mirando a un lado y al otro, tratando de vislumbrar algo extraño en la oscuridad

- Gracias a Eru que estáis bien, mi Señor...- suspiró Niltariel aliviada
- ¿También lo has sentido?- preguntó él, sin dejar de mirar a su alrededor
- Vi una figura entre las sombras. Demasiado rápida para mi arco. No pude darle alcance

El silencio se levantó inmediatamente. Y ambos se concentraron en oír hasta el más mínimo susurró que pudieran producir aquellas paredes. Mas no fue un susurro lo que oyeron, porque de repente, un grito de dolor se alzó, resonando en la oscuridad. Legolas miró a la elfa, y ambos corrieron el camino de vuelta hasta donde estaban tanto Metgorn como Ashtael. Mas ya no estaban. Legolas sacó los cuchillos; un arco en una caverna tan estrecha era un poco inútil.

- No entiendo... antes de que os fuera a buscar estaban los dos aquí, sentados- susurró la elfa- No es pos...

Otro grito se oyó, más cercano a la entrada quizás. Ambos corrieron en dirección a él. Y cual no fue su sorpresa, al encontrar el cuerpo de Ashtael tendido en el suelo, con sangre a su alrededor, y una daga clavada en su pecho. Niltariel, se acercó a él y lo llamó.

- Ashtael!! Ashtael!! Oh, Ashtael!!- susurró- Por Eru... respóndeme, amigo!! Ashtael!!
- Déjame a mi- le dijo Legolas apartando las manos de la joven del cuerpo de la víctima

Niltariel se apartó con los ojos llorosos, sin entender nada de lo que estaba pasando. Con cuidado, Legolas desenterró la daga del pecho del elfo. Un grito ahogado entre dolor y muerte salió de la garganta de Ashtael. Niltariel le miró sorprendida.

- Aún vive- susurró Legolas- Lo llevaremos al campamento, no tenemos mucho tiempo para actuar. Vete a ver si aún están fuera esos endemoniados Uruk-hai- le dijo Legolas a la elfa

Mas Niltariel no se movió, su mirada parecía concentrada en otro lugar.

- ¿Ocurre algo?- preguntó Legolas

No hubo respuesta esta vez tampoco. La miró, y le pareció verla temblar. Apoyó su mano en el hombro de la joven y ella le miró. Mas se levantó después y corrió hacia una de las paredes. La oscuridad no le permitió al príncipe ver lo que ella levantó con dificultad entre sus brazos.

- Está muerto, mi señor- susurró ella acercándose a Legolas con el cuerpo de Metgorn

La mirada del príncipe se llenó de tristeza.

- No podemos hacer nada por él, ahora. Salgamos de aquí, antes de que nosotros también seamos víctimas de lo que halla en este lugar.

Niltariel asintió, y con lágrimas contenidas en los ojos, depositó el cuerpo de Metgorn cuidadosamente en el suelo. Cogió una de las flechas del carcaj de su compañero y se la colocó entre las manos, las cuales cruzó sobre el pecho después. Arrodillada a su lado, bajó la mirada.

- Nai Elbereth varyuva te, Metgorn...- susurró en la lengua antigua- ...Namárië...
- Namárië, maethor...- susurró Legolas también y luego miró a la elfa- Vamos! No debemos quedarnos aquí

Se agachó al lado de Ashtael y tomó el cuerpo en sus brazos

- Niltariel!- gritó a la elfa, al ver que esta no se movía aún del lado de su compañero- No puedes hacer nada por él ahora!!!

Niltariel se levantó y corrió hacia la salida cargando su arco. Los Uruk-hai ya no se hallaban allí.