La vida después del comienzo

Capítulo 6
-¡Felicidades, Stonebook!
-Sí, ¡confiamos en que no nos defraudarás!
-Seguro que serás un buen remplazo para Oliver, es decir, hoy estuviste genial.
-¡La copa volverá a ser de los leones!
Leigh escuchó muchos de este tipo de comentarios mientras atravesaba la sala común para llegar al dormitorio de las chicas. Hacía sólo media hora que Angelina había anunciado que ella era la nueva guardiana del equipo de Gryffindor.
-Leigh, nosotros nos quedaremos aquí -avisó Ron.
-De acuerdo.
Hermione, Ron y Harry buscaron dónde sentarse. El último estaba demasiado exhausto como para seguir el ejemplo de Leigh y subir a cambiarse y a dejar la escoba. Tenía una cita con Dumbledore, pero estaba seguro de que el director le daría unos minutos para descansar.
-Agh! -se quejó-. Debo ir a dejar esto.
-¿Te vas ya? -interrogó su amigo.
-No puedo hacerlo esperar. Además, reconozco que tengo muchas ganas de oír lo que tiene que decirme. Y si Hocicos está aquí...
-Comprendo. No se te olvide saludarlo de nuestra parte.
-Claro.
Harry se paró y subió las escaleras. Antes de llegar a la puerta de su dormitorio se encontró de frente con Leigh.
-Vaya, ¡qué rápida!
-Jajaja, no exageres, nada más me puse algo limpio.
El chico alzó los hombros.
-¿Vas con Ron y Hermione?
Leigh titubeó, aferrándose a una pequeña bolsa gris que llevaba en las manos.
-Yo...eh...sí, voy con ellos. ¿Y tú?
-Sólo me cambio y me marcho. Tengo que hablar con Dumbledore.
-¿Ah, sí? En ese caso, te veré después.
-Bien. Hasta luego.
La muchacha se alejó. Harry llegó hasta su cama y se quitó la túnica. Vió que algo blanco caía y reconoció la flocon. La observó con detenimiento. Era muy bella; parecía un copo de nieve. Ahí cayó en cuenta de que Leigh no les había indicado cómo cuidarla. Posiblemente no nos dijo nada porque no hay que darle trato especial. Tomó un vaso de la mesa donde los chicos tenían una jarra con agua y lo colocó en su mesa de noche. Depositó la flor con suavidad dentro de él. Se me hace tarde.
-Nos vemos después.
-Sí, Harry. Nos tienes que dar detalles, ¿eh?
-Sabes que lo haré, Ron. Por cierto, ¿y Leigh?
-¿Leigh? -preguntó Hermione-. ¿De qué hablas? No ha bajado.
-¿Qué?
-Que no ha bajado, Harry.
-Pero si yo...si yo... -no encontraba las palabras para terminar el enunciado. Cálmate, quizá cambió de opinión.
Sus amigos lo contemplaban confundidos.
-No me hagan caso. Hasta luego.
Ron y Hermione intercambiaron miradas y sin decir nada, captaron el mensaje: está loco.
Harry salió de la sala común y se dirigió a la gárgola que cerraba el paso hacia el despacho de Dumbledore. Al llegar ahí se encontró con alguien no muy querido:
-¡Profesor Snape!
Snape lo miró como si fuera un bicho sumamente desagradable. El chico hacía más o menos lo mismo.
-Bombones de menta -dijo el profesor, lacónico.
En silencio hicieron el recorrido hasta una enorme puerta blanca que Snape golpeó con tacto.
-Adelante -concedió una voz del otro lado.
Obedecieron. Dentro había un grupo de personas de pie. Harry no pudo reprimir un grito de alegría al verlos y se lanzó corriendo hacia uno de ellos.
-¡Harry! -exclamó Sirius Black, cerrando los brazos con fuerza alrededor de su ahijado. Su aspecto recordaba mucho más que nunca al amigo de James y Lily Potter.
-¡Sirius! Sirius, ¿cómo estás?
Se separaron y Harry pudo examinar bien a su padrino.
-Oye, te ves estupendo.
Sirius sonrió satisfecho. Harry echó un vistazo alrededor.
-¡Profesor Lupin! - chilló con sorpresa.
Éste lo miró un instante con el semblante serio, pero después hizo una mueca de contento y extendió su mano. El otro se apresuró en tomarla.
-Me da mucho gusto verte otra vez, Harry.
-Igual a mí, profesor.
-¿Y qué? ¿Nada para mí? -replicó una voz al fondo de la estancia.
-¡Hagrid!
Un hombre enorme y ancho levantó en un apretado abrazo a Harry, quien sintió que se quedaba sin aire.
-Ha-grid -deletreó, medio ahogado.
Cuando recupero tierra (y el aliento) posó su atención en los demás presentes: el profesor Snape, la profesora McGonagall, un hombre desconocido, el profesor Fletcher y...
-¡Usted! -vociferó, completamente atónito.
-Nos volvemos a ver, Harry Potter -contestó una voz femenina.
Un sentimiento de asombro e incredulidad se apoderó de todo su cuerpo, tanto que no podía articular palabra. La mujer era Arabella Figg, ¡su vecina en Privet Drive!
-Harry -llamó finalmente Dumbledore-, me disculpo por no haberte avisado andes de la presencia de quienes ves aquí, pero imaginé que tu reacción sería una de las cosas más interesantes de esta reunión. Y mira, no me equivoqué.
El viejo mago sonrió. Desde el final del curso anterior, el director se veía físicamente más decaído. Sin embargo, no había perdido nada de su fuerza interior, ni de su decisión; incluso daba la impresión de que había aumentado.
-Tu ya conocías a la señora Arabella Figg, ¿verdad?
Como pudo, Harry emitió un .
-Pero lo que tú no sabías era que ella es una bruja, ¿a que no?
Arabella sonrió. Harry negó con la cabeza.
-Aquí se resuelve uno de los misterios que no dudo te has cuestionado hasta el cansancio: ¿por qué nunca te ocurrió nada cuando vivías con tus tíos? ¿cómo es posible que durante 10 largos años ningún mortífago haya intentado hacerte daño? Pues, ¿acaso pensabas que al entregarte a tus familiares nosotros nos olvidamos de tí? ¡Por supuesto que no! Has de saber que todo ese tiempo estuviste vigilado y protegido. Incluso tus tíos y tu primo lo estuvieron. De ese modo, Arabella se instaló como tu vecina. Ella cuidó de tí. Y no fue la única, pero eso resulta irrelevante en este momento.
Harry no podía creerlo. Así que esta señora, con quien había pasado tantas vacaciones, tanto tiempo observando fotos de gatos, ella era una bruja enviada especialmente para velar por él.
-A Mundungus Fletcher no tengo que presentártelo, pues ha sido tu maestro sustituto de Defensa contra las Artes Obscuras lo que va de este año. Quizá el secreto que él guarda es que en realidad no es profesor.
Al escuchar esto, el chico de lentes salió de su estupefacción y sonrió tímidamente. Por alguna razón, la noticia no le sorprendía.
-No vas a negarnos -le dijo Mundungus Fletcher- que fue una buena idea. ¿Sabes? Nos espían. Era de esperarse, desde luego. Voldemort está nuevamente en acción, y no desconoce que nosotros igual. En fin, cuando le llegó la noticia de un nuevo maestro en Hogwarts, no sospechó, pues sabía que se habían quedado sin titular en la materia de Defensa...(N.d.l.a 1: Desde ahora conocida como DADA, ¿ok?). De no haber sido así, él se habría enterado desde mucho antes de que la Orden se está reuniendo. Así ganamos unas cuantas semanas, por lo menos.
-¿La orden? -Harry había sustituído la sorpresa por la curiosidad.
-Eh...
-Espera, Mundungus. Para variar estás hablando de más, viejo amigo -interrumpió amablemente Dumbledore-. Y te recuerdo que aún me falta presentar a una persona.
Entonces Harry advirtió una vez más al hombre que no conocía. Tenía el cabello negro, los ojos azules y era tan alto como Sirius. Su aire era majestuoso, pero no arrogante. La expresión, indiferente y perdida, le recordaba a alguien. Era una sensación que ya había experimentado...
El profesor Dumbledore se acercó al desconocido.
-Él es el señor Andrew Stonebook.
Harry se atragantó.
-Sí, Stonebook -repitió Dumbledore, sonriéndole con benevolencia-. Andrew es el padre de Leigh. Y es el Director General del Departamento de Relaciones Internacionales del Ministerio de Magia.

Draco Malfoy estaba sentado frente a la chimenea de la sala común de Slytherin, observando el crepitar del fuego. Intentaba descifrar los planes de su padre. O, mejor dicho, los planes del Señor Tenebroso.
De la pequeña mesa a su lado izquierdo tomó un pergamino bastante manoseado y lo leyó una vez más.
Draco:
En este momento me encuentro en un viaje de negocios, y no dispongo de mucho tiempo. Pese a ello, recibí una orden de mi Señor que te involucra a tí.
Esto es muy importante, ¿entiendes? Es tu deber siendo un Malfoy cumplirlo, no bien, sino excelentemente....
Bla, bla, bla, pensó Draco. En el resto de la carta, Lucius Malfoy le exponía a su hijo el mandato de Lord Voldemort y le indicaba, de manera muy explícita, que si fallaba se arrepentiría hasta el último de sus días.
Como era natural, él había hecho lo que se le señalaba y, a decir verdad, estaba bastante satisfecho consigo mismo.
Pero, ¿por qué? ¿por qué tuvo que investigar a Leigh y a Darren Stonebook? Eran de sangre limpia. Y a pesar de el pequeño defecto de Leigh, tenían un apellido muy respetable. Además, Darren estaba en Slytherin.
Sin embargo, no era sólo eso: le dieron instrucciones de informar sobre todo lo que ocurriera en Hogwarts Justo después de que Dumbledore anunció el regreso de algunos profesores, envió una lechuza a su padre.
Aún así, nada era tan extraño como la última misión que le encomendaron.
No comprendo. ¿Por qué querrá mi padre que escriba un informe con todo lo que sé acerca del pobretón Weasley y la sangre sucia Granger?. De lo único que estaba seguro era de que definitivamente no se trataba de nada bueno para ellos. Sonrió complacido al pensar que sería la venganza perfecta. Matar tres pájaros de un tiro.
Volvió a dejar la carta en la mesa y cogió una elegante pluma de halcón que descansaba al lado de un rollo de pergamino en blanco, en la misma mesa. Era el precio a pagar: tenía que dedicar su valioso tiempo libre al dichoso informe.
Al principio había imaginado que no sería tan complicado; a fin de cuentas, se había visto forzado a convivir con ellos poco más de cuatro años. No obstante, pronto descubrió que no es lo mismo que . No tenía ni la más remota idea de quiénes eran Ron Weasley y Hermione Granger.

Harry estiró el brazo para estrechar la mano de Andrew Stonebook.
-Mucho gusto, señor Potter -saludó con extrema cortesía el padre de Leigh.
-El gusto es mío -respondió el chico, aún impactado por lo mucho que se parecía a su hija. La misma mirada.
-Bueno, Harry -manifestó Dumbledore-, asumo que tienes muchos deseos de ponerte al corriente con Sirius, ¿no es así?
Harry no pudo dejar de notar que era una manera sutil de pedirle que se retirara, pero estaba muy agradecido con el director, pues era obvio que había hecho una pausa para permitirle ver a sus amigos ese mismo día. Tenía la fuerte sensación de que asuntos muy graves serían discutidos en ese lugar.
-¿Puede venir conmigo? -inquirió inocentemente. Pensaba que quizá su padrino preferiría estar presente en esa interesante asamblea. Tal vez le necesitaban ahí.
-Claro que sí -contestó Sirius, alborotando con la mano el cabello del hijo de su mejor amigo.
-No te preocupes. Ya le contaremos después. -apuntó Hagrid, guiñándole un ojo.
Él sonrió, se despidió de todos con la mano (bueno, casi todos. Snape los observaba con una expresión de asco en la cara) y abandonó el despacho junto con Sirius.


-----
Ah!!!! Tanto tiempo... Lo lamento, ahora sí me pasé. La mitad de este capítulo estaba escrita desde hace meses, pero justo ahí perdí la inspiración, y no la recuperé hasta hace unos días (sí, me deja por mucho tiempo TT). En fin, ya he decidido que pasará, jejeje, ¡que emoción!
Por ahora les puedo contar que ya tengo el final del siguiente capítulo y me encantó como quedó. En cuanto esté listo el resto =P, lo subiré.
Ok? Gracias por los reviews pasados (uhh! me pregunto si todavía se acuerdan de mí y de la historia...).
191102 Aiwe P.B.