CAPÍTULO 2: FIRST CONTACT
Durante algunas semanas, él apenas me habló, pero hizo todo lo que pudo para mantener el contacto visual conmigo. ¿Sería una nueva estrategia? Mis amigas me presionaban para que me citara con él en algún sitio secreto, pero yo no quería ni oír hablar de ello porque temía que algo irreversible podría pasar. Pero realmente puedo decir que las cosas ocurren cuando menos las esperas.
Una noche de invierno, bajé las escaleras hacia la sala común, porque había olvidado subir mi mochila a mi habitación. Era muy tarde y pensaba que nadie seguiría allí, pero…
-Lucius-murmuré.
Él se levantó, y dejando mi mochila en un cojín, se acercó a mí.
-¿Para qué has cogido mis cosas?-le pregunté, atando el cinturón de mi bata.
-Sorpresa.
Me sentí tan vulnerable en ese momento, que no pensé en salir corriendo escaleras arriba, y ni siquiera ofrecí resistencia cuando me estrechó contra su cuerpo. Aún seguía desconcertada cuando sujetó mi cintura con fuerza y levantó mi barbilla con una mano.
-Estás bastante bien-dijo, mirándome con ojos maliciosos.-Permíteme…
No pude decir nada, porque de pronto sentí sus labios contra los míos. Cerré los ojos con resignación, y cuando nos separamos, yo estaba más roja de lo que nunca había estado en mi vida.
-Esto…-dije tomando aire y tratando de apartarme sin resultado.-…tengo que…irme…sólo…
-Te gusta, ¿no?-preguntó tranquilamente.-Pero aún estás temblando, ¿por qué?
Temblaba porque acababa de darme cuenta de que era deseo –no miedo, ni odio- lo que yo sentía en aquel momento. No podía controlarlo a voluntad, simplemente. Él no mostraba ningún afecto por mí, y yo sabía que sólo me quería de la forma en que yo lo quería a él entonces. Sin más aviso, me agarró de la muñeca y me condujo fuera de la habitación. Lo seguí escaleras arriba, tratando de contener la respiración y evitar de esa manera que se diera cuenta de lo que sentía. Al poco entramos en una habitación grande muy similar a la mía; me pregunté si sería la de los chicos de sexto año, y al escuchar los ronquidos en medio de la oscuridad supe que así era.
Sentí sus ojos de hielo sobre mí cuando cerró la puerta y me condujo al borde de una cama con dosel. Ya no había escapatoria, pero de alguna forma no me importaba. Atravesamos las cortinas cerradas para que nadie nos viera, y él murmuró un pequeño hechizo que yo no conocía.
-Ahora, amor, ni siquiera pueden oírnos-dijo, haciendo que me sentara sobre la colcha.
Me entró un poco de miedo cuando supe que la barrera de insonorización haría que estuviéramos en una especie de dimensión aparte, pero no pude articular palabra. Resolví no oponerme a que ese cuerpo tan atractivo hiciera lo que quisiese.
De esa noche que se hizo tan larga recuerdo varias cosas. Sobre todo la frialdad de su piel, no comparable a ninguna otra (aunque era la primera que yo sentía de aquella forma). También recuerdo que no fue malo conmigo, pero tampoco mostró la más mínima delicadeza, y no recibí ningún beso cariñoso ni algo parecido, aunque no pude pensar mucho en ello. Por lo demás consideré aquello estupendo, y muy probablemente me habría enamorado de él esa noche si las cosas no hubieran acabado de un modo tan extraño.
-Ahora puedes volver a tu habitación, si no te importa-dijo, estirándose sobre las sábanas.
Lo miré con asombro.
-¿Por qué? Pensaba que iba a quedarme con…
-No me gusta dormir con la gente después de hacerlo. Todos mis amantes lo saben.
Mi corazón dio un salto y se llenó de ira. ¿Me había utilizado?
-¡¿Qué amantes?!-le pregunté, sentándome bruscamente.
-Mis amantes. ¿Nunca has oído esa palabra? Me refiero a algunas personas bastante lindas que vienen a mi cama de vez en cuando. Pero tú eres tan afortunada, querida…has sido la primera chica.
-¡No puedo creerlo! ¡Simplemente juegas con la gente! Pues bien, a mí desde luego no volverás a utilizarme-exclamé mientras me ponía la bata, y me levanté.
Él apoyó la cabeza contra la almohada y sonrió con una mueca.
-Créeme, amor, lo haré. Tienes que casarte conmigo.
Salí corriendo de la habitación y cuando llegué a mi propia cama me sentí más miserable que nunca. Parecía que él era…incapaz de amar.
