CAPÍTULO 4: DANGEROUS GAME
Llegué a la puerta y me bebí deprisa el amargo brebaje. Funcionó. Entré en la habitación y no pude oír nada aparte de los ronquidos de Goyle. Había cinco camas dispuestas en círculo, y yo no tenía muy claro cuál era la de Lucius. Contuve la respiración y me acerqué a una de ellas, deseando haber acertado; pero…permanecí junto a las cortinas un momento. Silencio. Demasiado silencio, pensé, y recordé el hechizo de insonorización. O estaba durmiendo o estaba con alguien. Pero ¿con quién? Necesitaba saberlo.
No me había equivocado en absoluto, Lucius estaba allí, y no solo. Reconocí al chico que lo acompañaba, era John Derryck, un estudiante de séptimo bastante atractivo. La visión me dejó paralizada, tal vez porque me había convencido a mí misna de que Lucius me preferiría a mí por encima de cualquiera, y esa idea acababa de derrumbarse. Ya no sabía que hacer para ganar un lugar importante en su vida.
Decidí irme corriendo antes de que terminaran los efectos de la poción, pero ya era tarde. Mi cuerpo se volvió visible justo cuando cruzaba las cortinas para marcharme, y noté como una fuerte mano agarraba mi brazo y me empujaba hacia atrás, haciéndome caer sobre la cama.
-Qué sucio por tu parte, Narcissa-dijo Lucius con una mirada entre furiosa y sorprendida.
Forcejeé para liberarme, pero me tenía atrapada con su cuerpo de manera amenazadora. Derryck se apartó un poco y me miró, algo colorado.
-Aquí el único sucio eres tú, Lucius-dije.-¿Cuál es el sentido de todo esto? Primero me obligas a ser tu esposa, pero el compromiso no lo es tal para ti puesto que sigues jugando con quien te place.
Cuando él estaba a punto de decirme algo-seguramente horrible-, el chico moreno interrumpió, poniendo una mano en su hombro.
-No le hagas daño, es una chica muy guapa-dijo.
-Pero es demasiado rebelde, ¿verdad?-Lucius me miró.-Eso tiene solución.
Aquella vez si ví venir el peligro, sí intenté liberarme para alcanzar mi varita, e incluso me dio tiempo a que una lágrima de impotencia bajara rodando por mi mejilla, al ver los dos pares de manos que se posaban sobre mí. Estaba en la boca del lobo, había entrado de lleno en juego demasiado arriesgado y desagradable, y ya no había salida.
* * *
Me desperté al día siguiente con la vista empañada por las lágrimas, que ni en sueños habían cesado. No recordaba cómo había llegado a mi habitación, ni a qué hora, pero cuando lo intenté no pude moverme. Me dolía todo el cuerpo como si me clavaran agujas, y estaba empapada en sudor. Al cabo de unos instantes pensé con claridad. Quería huír, hacia un sitio donde ese demonio no pudiera encontrarme nunca. Quería escribir a mi madre y decirle que rompiera el acuerdo, que lo último que me gustaría en el mundo sería pasar toda la vida con Lucius, que era egoísta, retorcido, que…Pero supe que no podría contárselo a mi familia. Les importaban demasiado las consecuencias de nuestra unión.
Mis compañeras de cuarto ya habían bajado a desayunar, pero yo no tenía ganas. Sola en la habitación, me incorporé trabajosamente y me miré al espejo. Estaba más pálida y ojerosa que nunca, y pude ver unas marcas oscuras en mi cuello. Necesitaba darme un baño, eso hice, y aprovechando que casi todas estarían en el Gran Comedor, subí las escaleras que llevaban de la mazmorra a la planta baja, sin encontrarme con ningún Slytherin, y salí a los terrenos del Colegio. No sabía dónde ir o qué hacer, así que me senté a orillas del lago y traté de reflexionar. ¿Y si hablaba con Dumbledore, o con la señora Trunswell, la directora de mi casa? Sería inútil, puesto que Lucius lo negaría todo. Y lo que es peor, se enteraría todo el mundo.
-Muchacha-oí una voz ronca a mis espaldas
Me di la vuelta y vi a Hagrid con rostro de preocupación.
-¿Te ocurre algo?-dijo.
-No-mentí levantándome.-Nada.
-Tienes mal aspecto, ¿has ido a la enfermería?
-No es necesario, es sólo que no me siento muy animada.
Yo sabía que mis ojos expresaban todo mi malestar, y no me extrañó ver que el guardabosques estaba realmente preocupado.
-Un té podrá animarte, tal vez. ¿A que no has desayunado? Ven.
Lo seguí hasta su cabaña y acepté la taza que me ofreció, pero no dije nada.
-¿Problemas con algún estudiante?-me preguntó mientras le echaba de comer a Fang.
-Problemas-repetí en voz alta de forma casi mecánica.-Y compromisos.
Hagrid pareció pensar un momento al oír esto.
-Tal vez deberías decírselo a algún profesor.
-Es demasiado personal. Nadie lo entendería.
No volvió a hablar. Le di las gracias por el té y salí de la cabaña. Luego me dirigí al castillo para ver si hacía algunos deberes en la biblioteca, y me distraía un poco. Y apenas tuve que ver a nadie durante toda la mañana.
A la hora del almuerzo, entré en el comedor jurándome no prestar atención a ese imbécil ni a ningún comentario fuera de lugar, y me senté con mis compañeras de sexto, que cotorreaban sin parar y trataron de meterme en una conversación absurda. Algunas miradas se posaron sobre mí, incluida la de Lucius, que mostraba una mezcla de triunfo y lástima. Supe enseguida que no había contado nada por ahí, aunque también supe que muchos imaginaban que algo raro había pasado, sobre todo por la forma tan insistente que tenían algunos de mirarme la marca del cuello. De pronto, me entraron unas ganas horribles de vengarme.
