CAPÍTULO 7: AYUDA AL AMOR PROHIBIDO

      Apenas era capaz de superar mis propios problemas, cuando me metí en un lío más. Debería haber dejado que lo resolvieran ellos, puesto que eran "asuntos" de chicos, pero algo me empujó a hacerlo. ¿Mi amistad con Snape, quizá? ¿O simplemente era una forma de impedir que mi querido Lucius siempre se saliera con la suya? Tal vez fueran ambas cosas.

      Volví a ver en algunas ocasiones aquella mirada de la biblioteca. En medio de las peleas del Slytherin con la pandilla Gryffindor, había un elemento distinto. Si la ira se manifestaba como fuego en los ojos de Snape, había una parte de ese fuego que no era ira, sino algo más fuerte e irremediable que ardía de un modo distinto. Y el chico de los ojos azules, entre broma y broma, sonreía un poco. Quise no ser malpensada, convenciéndome de que eran imaginaciones mías, pero

Por más absurdo que fuera, veía claro lo que existía entre los dos, más allá de la enemistad, de lo permitido y hasta de lo concebible tratándose de dos miembros de casas rivales.

      No dije nada, no era de mi incumbencia y de todas formas Snape lo habría negado y se habría enfadado muchísimo. Pero me preocupé seriamente la noche en la que, bajo el dosel de la cama de Lucius y pensando en lo mal que me sentía porque Ed estaba en esa misma habitación, oí un nuevo parte de las conquistas "amorosas" de mi prometido. Normalmente no me interesaban, pero cuando escuché que hablaba de planes y la palabra Potter apareció en cierto punto del discurso, presté atención.

-Parece tan inocente a su manera, qué lindo…y me da lo mismo que sea…

-¿Un Gryffindor?-salté yo, tratando de parecer natural.

-El único de ellos que me gusta. Si supiera lo que le espera…

      "Oh no, no, no", pensé. Y seguidamente probé una táctica para convencerlo.

-No creo que sea digno de ti.-dije, poniendo voz dulce.

-¿Desde cuándo te interesa eso?-preguntó, algo sorprendido.

-Simplemente, ya que me lo cuentas, te doy mi opinión. Haz lo que quieras, *amor*.

      Lucius pareció satisfecho con mi actitud, si bien ligeramente desconcertado, y no dijo nada más.

* * *

-¿Querrías ayudarme con una poción?-le dije a Snape a la mañana siguiente en el desayuno, aprovechando que Lucius estaba lejos.

-¿Con cuál de ellas?-me miró.

-No sé. Es para resolver un problema.

-Bueno, pero si no me dices de qué se…

-Luego te lo digo.

      La idea que se me había ocurrido era un poco absurda, y más que extrema, pero reuní valor para contárselo a Snape en privado.

-Es que como las pociones se te dan mejor que a mí…

      Me miró frunciendo el ceño, con aire inquisitivo.

-Necesito algo que …ejem…aletargue el deseo sexual por un tiempo. Es para un problema de alguien…No sé ni dónde bucarlo.

-…-(la expresión de su cara era indefinible).

-¿Tienes alguna idea?

-Hay un libro donde he visto algo de eso.

-¿De la Sección Prohibida?

-No, está en la estantería de los libros de pociones, se llama Pociones Complicadas pero sin Efectos Secundarios.

-Voy a verlo. Si es muy difícil, ¿me ayudarás?

-Como quieras.

      Encontré en el libro justo lo que necesitaba: una receta de ingredientes asequibles y un efecto muy preciso, el de hacer que la persona que la tomara olvidara a quien más deseara en ese momento durante unas 24 a 48 horas. Snape me ayudó, impasible como siempre y sin hacer preguntas. Por supuesto, no le dije lo que iba a hacer por su propio bien.

      Luego llegó el dilema: ¿cómo dársela a Lucius? Bajé al comedor a cenar antes que nadie, y calculé dónde se sentaría él; de todas formas, si me equivocaba, la persona en cuestión sólo sufriría un *pequeño efecto* sin importancia. Tuve suerte, y el zumo de calabaza fue el que cogió y se bebió con toda la tranquilidad. Por lo menos esa noche, Snape no se quedaría sin amante. En principio salió bien, y pensé que no tendría que preocuparme hasta pasadas 24 horas.

      Al día siguiente casi me olvidé del asunto y quedé en secreto con Edward después de cenar. Lo quería muchísimo, era dulce y amable, tan distinto a cualquier otro alumno de mi casa. No podíamos arriesgarnos a pasar ninguna noche juntos, pero solíamos encontrarnos antes de la hora de dormir. Ya era tarde cuando volví a las mazmorras y caminé deprisa hacia la puerta de mi sala común. Entonces me lo encontré.

-¿Potter?

      El chico se llevó un buen sobresalto. Iba solo, y yo no sabía dónde, pero si con quién iba a reunirse. Me decidí a prevenirlo.

-Eh…-dijo.

-Ésta es la zona de Slytherin-dije yo, mirándolo fijamente.

-Estaba de paso.

-Mira, deberías tener cuidado con una persona.

      El chico arqueó una ceja y pareció algo perdido.

-¿Tratas de decirme algo?

-Sí, que esquives a Lucius Malfoy cuando no estés con tus amigos.

-¿A Malfoy? ¿Qué pasa con él?

      Me llevé una mano a la cabeza. *No* podía ser *tan* inocente, cielos.

-Quiere echarte el guante, ahora le ha dado por ti.

      Él me miró un poco turbado.

-Pero ¿no es tu novio?

-Sí, y tiene una larga hilera de amantes detrás en la que quiere incluirte. Oye, eres un Gryffindor y no debería prevenirte, pero no puedes hacerte ni la más remota idea sobre qué clase de tipo es.

-¿Entonces por qué me estás avisando?-preguntó, casi sonriéndome.

-Tengo buenas razones. Anda con cuidado.

      Dejé que siguiera circulando y entré en mi habitación. Era tarde, y no creí que Lucius fuera a molestarme ya. Una ve acostada y tapada con la manta hasta la barbilla, sentí un escalofrío. Aún podía sentir los besos de Ed sobre mis labios, pero al mismo tiempo tuve la sensación de que era a él, y no a mí, a quien le había tocado lidiar con mi prometido esa noche. Apreté la almohada con rabia. Lo estaba haciendo por mí, para darnos una oportunidad. Cerré los ojos y traté de soñar con un futuro mejor que no llegaría.