CAPÍTULO 8: THE ENGAGEMENT PARTY
El curso avanzó, llegó el calor, y casi habían pasado los exámenes finales cuando una carta de mi madre me dio justo la noticia que me faltaba. ¡Una fiesta! ¡De compromiso! Y además en la mansión de los Malfoy, con un montón de invitados siniestros, mortífagos probablemente. Y le llamaban fiesta, como si fuera algo alegre, como si aquella encantadora reunión a principios de agosto no fuera a atarme para siempre a un hombre al que odiaba.
-¿Qué vas a hacer en vacaciones?-me preguntó Edward, el último día de curso.
-Estar con mi madre, supongo. Mi padre seguirá trabajando en el extranjero y no creo que lo vea mucho. Luego está lo de la "fiesta"-dije con tristeza.-¿Y tú que vas a hacer?
-Mi hermana mayor quiere llevarme al sur unos días, donde vive su novio. Pero estaré en casa casi todo el tiempo. Así que espero que puedas escribirme. Y si tienes algún problema, házmelo saber, ¿vale?
-Vale. Hasta pronto.
-Adiós, mi amor.
Y así, tras despedirme de Lucius aunque no por mucho tiempo, fui devuelta al lado de mi madre, que nunca me preguntó qué tal me iba con él; creo que ya lo sabía y seguía sin importarle.
* * *
Al menos pude desconectar un poco y relajarme durante el último verano que pasaría en la casa de mi familia. Mi padre no solía aparecer mucho (tenía asuntos importantes muy lejos) pero las veces que lo vi supe que lamentaba, aunque sólo fuera un poco, el tener que desprenderse de mí. Siempre me quiso más que mi madre, al fin y al cabo yo era su única hija, y aunque evidentemente habría preferido que yo naciera varón para continuar con las empresas familiares, me tenía aprecio.
Por fin llegó el temido día, la mañana que precedió a la fiesta. Mi padre volvió de viaje, y mi madre no me dejó respirar ni un minuto. No paraba de darme instrucciones sobre lo que tenía que hacer y decir en cada momento, "pues la señora Malfoy era extremadamente refinada". No se daba cuenta de que yo ya lo sabía, ¡si no me había enseñado otra cosa durante diecisiete años!
El vestido que llevaría era negro y aterciopelado, diseñado especialmente para la ocasión. Tenía tirantas y llegaba hasta el suelo, ciñéndose mucho a mi cuerpo y estrechándose a la altura de las rodillas. Era realmente bonito, además una especie de capa de seda negra transparente lo acompañaba para darme un aspecto más mágico (según mi madre, claro).
-Esto me lo regaló mi madre el día de mi compromiso-me dijo, dejándome ver lo que tenía entre las manos.-Y a ella se lo dio su madre. Ahora quédatelo y haz que me sienta orgullosa de ti.
Cogí lo que me ofrecía, sintiendo un peso en el corazón. Era una cadena de oro blanco con una luna en el centro, adornada con un brillante en forma de estrella. Me lo puse sin la más mínima discusión; así tenía que ser. Seguidamente fui a mi cuarto a peinarme la melena (me la dejé suelta), guardé mi varita en un bolsillo oculto del vestido-por si acaso-y bebí un sorbo de la poción a la que tan acostumbrada estaba, y que servía para evitarme el inconveniente de un embarazo.
Hechos los preparativos, mi madre decidió que usaríamos un traslador, yo creo que por que pensaba que si nos desaparecíamos, yo iría a parar a cualquier otro sitio ("casualmente"). Aparecimos todos a la hora señalada a las afueras de la mansión de los Malfoy, y debo reconocer que el tamaño del edificio me impresionó. Era antiguo, de dimensiones magníficas, con varias plantas y un inmenso terreno verde que se extendía a su alrededor en todas direcciones. Me puse nerviosa a más no poder cuando la propia señora Malfoy salió a recibirnos. Era una mujer bastante guapa, de unos cuarenta años muy bien llevados, rubia con los ojos verdes. Vestida con un traje color verde oscuro, me impresionó aún más que la casa. Me miró fijamente y sonrió de forma un tanto extraña, y observé cómo mis padres se deshacían en palabras amables.
Nos invitó a pasar a un recibidor lujoso e iluminado, decorado con todo lujo de detalles, y al final entramos al gran salón principal. Había bastante gente, familias con sus respectivos hijos e hijas, que para más inri eran compañeros de colegio míos en su mayoría. Localicé a Lucius con la mirada, y él se acercó a nosotros en seguida. Iba vestido con una capa negra que lo hacía bastante atractivo. Se deshizo en cumplidos, e incluso mi padre pareció entusiasmarse al conocerlo. Mientras los mayores hablaban, fui a sentarme con él y los demás jóvenes. Las chicas me miraban con una envidia mal disimulada entre palabras de halago, y para mi asombro descubrí que Snape estaba allí, y muy a su pesar, pensé, aunque se alegró al verme. Tener cerca a un amigo me tranquilizó y me ayudó a seguir la onda de conversaciones superficiales que me envolvía.
Al poco rato se acercó un caballero que me produjo escalofríos por su increíble parecido con Lucius.
-Hijo, ¿no vas a presentarme formalmente a tu prometida?
Eso hizo él, y cuando el señor Malfoy tomó mi mano en un gesto cortés me entraron ganas de evaporarme. Tenía los mismos ojos azules de su heredero, aunque su pelo era un poco más oscuro, y la sonrisa de ambos mostraba el mismo quiebre perverso propio de sus mentes retorcidas. Traté de sonreír de modo convincente.
-No me extraña que Lucius esté tan contento-dijo.-Eres muy bonita.
-Gr…gracias.
Me sentí aliviada cuando se retiró para hablar con mis padres y los demás adultos.
Por todas partes había elfos y doncellas que servían bebidas y tentempiés, y la habitación bullía. La música de un violín encantado que no necesitaba intérprete sonaba de fondo, tocando una canción distinta cada vez. Paseé la mirada por cada rincón del salón, y descubrí los rostros de muchos, muchos otros Malfoys moviéndose en los retratos de las paredes.
Llegó el momento cumbre del compromiso, y ante el silencio y expectación de todos, una doncella acercó a Diane Malfoy una caja de terciopelo negro. Ella se la dio a su hijo, que la abrió y dejó a la vista dos anillos finos y resplandecientes. Se aproximó a mí, me cogió la mano y tuve que levantarme, aparentando serenidad aunque estaba muerta de vergüenza.
-Narcissa, ¿quieres casarte conmigo en el plazo de un año?
No me esperaba la pregunta, debo decir. Quise gritar que no, que quería marcharme muy lejos, pero no pude. Mi madre me estaba mirando con la determinación de matarme si decía algo raro.
-Sí.
Sonrió, cogió uno de los anillos y me lo puso en el dedo. Yo cogí el otro, en medio de mi sufrimiento interno, e hice lo mismo con su mano. Una encerrona. Todos brindaron, y Lucius me pasó un brazo alrededor de la cintura. Aquello era una traición para conmigo misma. Me sentí derrotada y tremendamente débil. La señora Malfoy me entregó un extraño cinturón que consistía en una cadena plateada con forma de serpiente; debía pasar de generación en generación, me dijo, y me lo puse inmediatamente sobre el vestido negro. Y me sentí estrangulada por todas las serpientes del mundo.
