CAPÍTULO 9: VISITA NOCTURNA
Después de disimular al lado de Lucius delante de todo el mundo cuanto pude, el agobio y lo cargado del ambiente me hicieron sentir angustia y pensé que me convendría tomar el aire. Snape no dejaba de mirarme con un gesto parecido a la preocupación. Parecía presentir que yo no estaba conforme con todo aquello.
Me acerqué a la señora Malfoy, que parecía ser el centro de un grupo de adultos, entre ellos mis encantados padres, y le pregunté si había algún balcón o ventanal donde pudiera respirar un poco, pues estaba algo mareada.
Al final, Lucius me guió hasta una sala enorme y también muy adornada, que parecía el comedor, y salimos a una terraza bajo el cielo nocturno. Me envolví en el velo negro, pues había refrescado, y traté de respirar, olvidando que junto a mi prometido no había respiro posible.
-¿Te sientan mal estas reuniones?-dijo, sin mostrar preocupación alguna.
-No mucho, estoy acostumbrada-fijé la vista en ninguna parte.
-A partir de ahora tendrás que acostumbrarte aún más, son algo muy típico en mi familia. Aunque personalmente no me sentiré bien en ellas hasta que haya hecho algo importante por mí mismo.
Me dio la impresión de que esa última frase la había pensado en voz alta. Había un destello de ensoñación en su cara, como si pudiera verse a sí mismo cumpliendo todas sus ambiciones. No dije nada.
-¿Te encuentras mejor, señorita?-se oyó una voz a nuestras espaldas.-Mi esposa me ha dicho que te has mareado.
Me volví y miré a Theseus Malfoy, asintiendo con la cabeza.
-Sí, gracias. Sólo ha sido un momento.
Noté una punzada en el corazón, una señal. Aquel hombre no paraba de mirarme, con un brillo en los ojos metalizados, tan parecidos a los de su hijo. El desasosiego me formó un nudo en la garganta, pero mi impresión tenía que ser falsa…tenía que serlo…Parecía un halcón esperando el momento oportuno para atacar.
Sería de madrugada cuando los invitados comenzaron a marcharse, y yo tuve la esperanza de que podría irme de allí en unos minutos.
-Quédate a dormir, querida, y mañana te mostraré la casa.
Mi padre pareció algo extrañado, pero el licor ya le estaba haciendo efecto, y además a la hermosa señora no le faltaban dotes de convicción.
-Es la tradición de la familia-alegó-que después de la ceremonia, la prometida pase la noche en la casa donde vivirá tras la boda. En su día yo también me quedé, y asímismo la madre de mi marido. Todo está establecido en nuestros libros.
Quise gritar y desaparecerme de allí, pero mi madre me miró con dureza al notar mi palidez. La casa era muy grande, los Malfoy muy raros, y también estaba Lucius…una combinación perfecta para una noche de pesadilla. Algo me dijo, como más tarde confirmaría, que las tradiciones de esa familia eran demasiado particulares. Me preguntaron, y accedí.
Dos doncellas me acompañaron escaleras arriba, hacia una habitación preparada de antemano. Era grande, con cortinas de terciopelo oscuro, y una colcha de encaje negro sobre la cama adoselada. Me puse un camisón y una bata que me dieron, tan oscuros como todo lo demás, y decidí irme a dormir.
Diane me dio las buenas noches con cortesía, y al fin logré cerrar los ojos, aunque el sueño tardó en llegar a causa de la inquietud que me provocaba aquel sitio.
No fue muy grande mi sorpresa cuando una presencia me despertó. Me incorporé en la oscuridad y vi que se acercaba el alba. Una silueta se recortaba en la penumbra, y cogí la varita que había escondido bajo la almohada.
-¿Despierta tan pronto?
Al escuchar al señor Malfoy tan cerca, traté de recordar todos los hechizos que sabía para escapar.
-¿Qué está haciendo aquií? Aún es de noche.
-Veo que Diane sólo te ha contado *una parte* de la tradición.
Rápidamente sacó la varita y dijo mutus apuntando hacia mí. Intenté hablar, pero no emití ningún sonido. Acababa de silenciar temporalmente mi voz.
-Te lo diré. Esto es lo que viene después del compromiso; le correspondería a mi hijo según la tradición, a menos que él ya hubiera sido *el primero* para ti. Él me ha dicho que es así, ¿no es cierto? Y entonces no hay inconveniente en que yo te haga una visita.
Sin saber lo que hacía, le apunté con la varita, y en un esfuerzo desesperado exclamé ¡expelliarmo! con el último y ronco brote de voz que su hechizo me había dejado. La varita saltó de sus manos y me esforcé en cogerla, pero nada más lo hube hecho, él rió y murmuró:
-¡Inflamus varitas!
La madera me quemó entre las manos, tuve que soltarla, y nada más hacerlo volvió a su dueño.
-Buen intento, aunque pobre si lo diriges contra alguien que conoce todas las Artes Oscuras.
"Maldito", pensé, "¿qué puedo hacer?". Con otro hechizo me desarmó limpiamente y guardó mi varita "por un tiempo".
Sin embargo, por una vez, tuve buena suerte y para mi sorpresa, la expresión del señor Malfoy cambió y se miró el brazo con sobresalto.
-Creo que tendremos que posponer lo nuestro para otro día-me dijo con media sonrisa.-Tengo algo urgente que hacer.
Sin decir nada más, me devolvió mi varita y se desapareció embozándose en la capa negra. Poco más tarde, descubriría la causa de mi momentánea salvación: una repentina llamada de Lord Voldemort a través de la Marca Tenebrosa que mi *estimado suegro* llevaba en el brazo. Respiré aliviada, y aunque no tenía ni idea por aquel entonces de que Theseus era aún peor de lo que parecía, no pude dormir durante el resto de la noche.
A la mañana siguiente la señora Malfoy me enseñó la casa, que era más grande y contenía más secretos de lo que yo había imaginado. Habría parecido un confortable lugar para vivir de no ser por sus dueños, aunque Diane no me desagradaba. Mostraba la sobria amabilidad de alguien que se ha resignado a muchas cosas a lo largo de los años, y a pesar de ello irradiaba orgullo y autoridad.
-Éste es el sótano, o las mazmorras, como prefieras. No te asustes por lo que pueda parecer, casi todas estas cosas llevan aquí varias generaciones, aunque no voy a negar que a mi marido y a Lucius les encantan.
Entramos en la habitación tenuemente iluminada, y comprobé que estaba llena de libros viejos y extraños artilugios. Era de lo más siniestro, aquí y allá había cadenas, calaveras de piedra que giraban y frascos llenos de bichos flotando.
-Básicamente, ¿qué son?-pregunté sin dejar entrever mi angustia.
Diane me miró sorprendida, como si la respuesta le pareciera muy obvia.
-Instrumentos para las Artes Oscuras-dijo con toda la tranquilidad del mundo.-Ilegales y proporcionalmente interesantes, según mi hijo. Yo los conozco todos, aunque apenas los uso.
Decidí no preocuparme demasiado, y vivir ignorando aquel lugar; al menos el resto de la casa era lo suficientemente bonito como para conseguirlo.
Después de almorzar bajo la atenta mirada de padre e hijo, que acababan de regresar, me dejaron marchar y me desaparecí para volver a casa, proponiéndome descansar durante las tres semanas que faltaban para comenzar Hogwarts. No conseguí encontrarme personalmente con Ed, pues su viaje duró más de lo previsto. Me escribió a menudo, eso sí, mostrándose más cariñoso que nunca, y yo pensé que tal vez…de alguna forma…el futuro sería mejor.
