CAPÍTULO 11: LÁGRIMAS POR UNA BODA

      La voz de Lucius logró asustarme por una vez. Me volví sobresaltada al imaginar a lo que se estaba refiriendo. Vestía una túnica negra diferente a las que llevaba siempre, con una capucha a la espalda.

-Parece que tu amor se ha olvidado de ti. ¿No es cierto, Narcissa? Te prometió salvarte del malo de la película, pero olvidó que el malo lo conocía muy bien.

-¡¡¿Cómo?!!

      Noté que me faltaba la sangre, como si me hubieran malherido, y apenas fue necesario leer la nota que Lucius me mostró.

"Querido Ed,

Estoy dispuesta y esperando tu llamada.

No te demores. Narcissa."

-¿Por qué tienes esta nota?-murmuré.

-Me adelanté a la lechuza, eso es todo. Edward no pareció entusiasmarse mucho cuando me vio; quién lo diría teniendo en cuenta lo dispuesto que estaba en Hogwarts cada vez que lo llamaba.

-¿Dónde…?¡¿Qué le has hecho?!-exclamé horrorizada.

-Tuvimos una interesante conversación. Yo también lo echaré de menos, créeme.

* * *

      No recuerdo más de aquella charla; perdí el conocimiento y desperté en la habitación que me habían asignado; la realidad me partió el corazón en dos. Nunca volví a saber de Edward, y algo en mi interior me decía que Lucius había hecho algo horrible, que no pensaba dejarme escapar. La única salida que tenía era la muerte, y si no morí fue probablemente porque Diane Malfoy y las doncellas de la casa fueron amables conmigo.

-Mantente siempre al margen de sus asuntos, muchacha-me dijo la hermosa señora al día siguiente.-Podrás dirigir la casa a tu antojo, y él no te molestará. Y recuerda que el heredero deberá ser lo más importante.

      Asentí tristemente y decidí ser al menos una buena ama de casa, ya que todas mis posibilidades de ser algo más se habían desvanecido. Me pregunté si Diane se habría sentido igual que yo algún día, antes de su boda. Porque había algo muy similar en nosotras.

* * *

      No me vieron llorar, ¿qué lágrimas podían quedarme después de todo lo que había sufrido? Con mi corazón roto hasta su más profunda raíz, Ed se convirtió en un sueño del pasado, aunque en realidad nunca supe qué había ocurrido. Nunca le pregunté a Lucius, y así traté de hacerle pensar que no me había dolido tanto, que sobrevivía a pesar de que el parecía desear lo contrario.

      Lo más destacado del día de la boda fue la asistencia de prácticamente las mismas personas que acudieron al compromiso. Por un momento pensé que iría Lord Voldemort en persona, pero al final *sólo* vinieron una buena caterva de mortífagos. Ese día mi única sonrisa sincera fue dirigida a Snape, que parecía conocer profundamente mi tristeza, aunque por otro lado se relacionaba bastante bien con todos los asistentes. Me pregunté qué estaría pasando por su cabeza. ¿Unirse a ellos cuando acabara su séptimo año en la escuela? No me sorprendió cuando lo supe doce meses más tarde. En realidad ya nada podía sorprenderme.

      Los ritos de la tradicional ceremonia mágica se sucedieron, incluso el de los anillos de fuego, que consistía en arrojar las alianzas (de platino, en nuestro caso) a unas llamas mágicas que brotaban de una piedra roja, y luego cogerlas metiendo la mano en el fuego, que estaba cálido pero no quemaba. Todo eso simbolizaba la confianza del uno en el otro y me pareció un poco absurdo, porque antes confiaba yo en el mismo Demonio que en Lucius.

      Luego hubo un baile, un banquete y múltiples celebraciones en las que yo participé sólo por darles una alegría a mis padres, con los que ya no volvería a vivir, y a los que había cambiado involuntariamente por los señores Malfoy. Éstos me habían concedido una serie de habitaciones privadas en el ala este de la casa, además de un lujoso dormitorio que debería compartir con mi marido al menos durante los primeros días. Me pregunté por qué Diane me había concedido tanta autoridad sobre la casa cuando ella todavía seguiría viviendo en ella, pero la respuesta a eso sólo la comprendí más tarde.

      Hubo algunas diferencias entre esa noche de bodas y todos los encuentros que habíamos tenido en Hogwarts anteriormente. Tal vez el cambio de lugar, la ausencia de hechizos de insonorización, el cálido ambiente del dormitorio o el que Lucius pareciera más serio que de costumbre tuvieran algo que ver. También estaba el detalle de que le dije adiós a mi fiel poción antiembarazo, pues ahora mi finalidad era la de dar un heredero a la familia. Y eso era lo último en lo que yo pensaba.

-Preferirás que me marche ahora-dije en voz baja cuando los momentos de pasión hubieron terminado.

      No hubo respuesta. Para mi sorpresa, se había quedado dormido. Con la rubia cabeza sobre la almohada, los ojos de hielo punzante bien cerrados, y el atlético cuerpo desnudo bajo las sábanas de satén, parecía un dios de otra época que soñara apaciblemente. Cualquiera que no lo conociera podría amarlo. Muchos lo habían hecho, ¿y dónde estaban ahora? De pronto sólo quedaba yo, acurrucada a su lado. Sólo yo, sin apartar los ojos de la Marca Tenebrosa dibujada en su brazo, que tantas vidas costaría. Exclusivamente yo, admirándolo y odiándolo al mismo tiempo.