[One-shot]

Dangos de reconciliación

—Giyū T. & K. Shinobu—

Shinobu le disgustaba mucho cuando le pedía un favor "simple" a Giyū y este no lo hacía (porque se le olvidaba) o lo hacía mal.

Disclaimer:

Kimetsu no Yaiba © Koyoharu Gotōge

Dangos de reconciliación © Adilay Fanficker

Advertencias: WHAT IF/POST-Derrota de Muzan. / Un poco de OOC.

Aclaración: Este fic participa en el FLUFFTOBER 2022 realizado por la página en Facebook: "Es de fanfics".

Día 25: Hacer la alacena.

Notas:

Como extraño escribir sobre estos dos. Me alegra poder seguir haciendo material de esta hermosa ship.


NO PLAGIEN, NO RESUBAN Y TAMPOCO TRADUZCAN SI YO NO LO HE AUTORIZADO. —Gracias.



—Esto es un desastre —masculló Shinobu Tomioka ante lo que veía enfrente de ella.

—¿De qué hablas? —habló Giyū Tomioka, su esposo.

Ambos llevaban poco más de 10 años casados y viviendo juntos en la finca del expilar del agua.

Después de la derrota de Muzan Kibutsuji, les costó mucho recuperar la normalidad de sus vidas. Claro, si a lo que tenían antes se le podía llamar normalidad.

Shinobu aún sufría consecuencias por haber ingerido veneno de glicinias por un año entero; además de que aún tenía una horrible cicatriz en el hombro izquierdo gracias a que la luna superior dos le arrancó parte de esa piel al morderla con salvajismo.

En aquel momento, Inosuke y Kanao habían llegado juntos a su pelea contra Dōma. Inosuke, que no sabía del plan de su superior, actuó rápido e impulsivo, y logró apartarla del demonio, sin embargo, la luna superior dos antes de eso pudo lastimarla de seriedad, mordiéndola, dejándola fuera del combate, creyendo que moriría y podría comerla después de matar a los más jóvenes.

Por suerte, y aunque el veneno en la sangre de ella logró actuar por menos tiempo del esperado, Inosuke y Kanao lograron vencerlo, pues el demonio se había confiado demasiado y eso le costó la victoria.

Por otro lado, Giyū había perdido su brazo derecho en la batalla final. Y aunque aún le costaba vivir con su mano izquierda siendo que él era diestro antes de dicha lucha, actualmente no tenía problemas con vivir sin una de sus extremidades.

Con el tiempo, ambos fueron recuperándose de sus respectivas heridas y conociéndose en un ambiente diferente; de cambios; de oportunidades. Incluso Sanemi Shinazugawa se les había unido por un tiempo cuando antes, ni de chiste, el expilar del viento sería tan sociable.

Perder a su hermano menor, el último que le quedaba, le afectó demasiado, y aunque alguna vez admitió de cierto modo Nezuko Kamado le recordaba a su querido Genya, también afirmó que esperaría paciente antes de que llegase la hora de reencontrarse con él en el otro lado. Hasta que eso pasase, Sanemi viviría con libertad.

Por su parte, Giyū y Shinobu fueron acercándose un poco más.

Él sin culpas. Ella sin asuntos pendientes.

Giyū pudo sincerarse con Shinobu sobre lo indigno que se había sentido siendo pilar del agua. Shinobu a su vez, le habló sobre lo destruida que la dejó la pérdida de su hermana. Ambos se habían culpado por sentirse débiles e insuficientes. Pero en el otro, oyeron al destino diciéndoles que debían seguir adelante por los que ya no estaban.

Y, como dijo Sanemi, cuando llegase el momento de reencontrarse con sus seres amados, poder estar listos; sin ataduras ni amarguras.

Shinobu vio en Giyū, un chico muy tierno y hasta tímido.

La primera vez que estuvieron juntos, él se sonrojó tanto con su desnudez, que Shinobu no pudo evitar reírse por lo lindo que se había visto.

Por otro lado, Giyū vio en Shinobu a una chica dura que ahora sólo sonreía cuando le nacía hacerlo; y ya no todo el tiempo.

Era ella la que decía las cosas que él no. Si alguien tenía algún problema con su presencia o con algo estúpido, Shinobu no se quedaba de brazos cruzados, dejando las cosas pasar. Eso era algo que él le admiraba, pues a pesar de todo, él aún tenía la mala costumbre de no hablar en su momento sobre lo que no le gustaba.

Shinobu volvió a ser la energética mujer de carácter fuerte y mirada decidida que fue en su adolescencia; Giyū por otro lado, sonreía más a menudo y contrarrestaba la fuerza de Shinobu con su tranquila forma de ver la vida.

Ambos se complementaban tan bien como amigos, que las apuestas sobre cuanto tardarían hacer oficial una relación más estrecha, no tardaron en venir.

Tres años posteriores a la derrota de Muzan, Shinobu y Giyū se unieron como amantes, luego como un matrimonio.

Y luego de otro año, ambos ya se encontraban viviendo con tranquilidad en la finca Tomioka; siendo que la finca mariposa, aunque seguía siendo de Shinobu, ahora estaba habitada por Aoi e Inosuke; siendo que Kanao al casarse con Tanjiro, decidió vivir en la antigua casa del chico, por otro lado, Aoi y las niñas seguían fingiendo como doctora y enfermeras.

En general, Shinobu estaba muy feliz viviendo con Giyū, y aunque ambos cada vez se sentían más cansados y quizás, a punto de morir debido al veneno que Shinobu había ingerido por años y la marca de cazador que Giyū había adquirido, ni uno ni otro se torturaba pensando en ese mañana.

Vivían con calma y monotonía, siendo un matrimonio joven que, por obvias razones, no deseaban tener hijos que, quizás, abandonarían bastante pronto.

Los apellidos Kochō y Tomioka no seguirían con ellos, pero, en el fondo, ellos esperaban que si las reencarnaciones existían; en sus otras vidas futuras, ellos dos pudiesen volverse a encontrar y entonces, sí formar una familia numerosa.

Mientras tanto, en general, su día a día como matrimonio era armonioso y tranquilo, sin embargo, había momentos en los que ambos tenían ciertos roces.

Como por ejemplo, a Shinobu le disgustaba mucho cuando le pedía un favor simple a Giyū y este no lo hacía (porque se le olvidaba) o lo hacía mal.

—¿Shinobu?

Él se acercó a ella.

Shinobu se llevó dos dedos a su sien derecha. Y esta vez el dolor de cabeza no se debía a las consecuencias de beber veneno hace años.

—Giyū, ¿cuántas veces he de decirte que tengas cuidado con los frascos de mermelada? —lo miró fastidiada.

Y es que ya se lo había dicho varias veces, se lo llevaba diciendo desde antes de casarse.

—¿Eran mermelada?

Shinobu hizo una expresión facial que ocasionó que Giyū diese un paso hacia atrás.

—¿Por qué nunca lees las etiquetas? —preguntó poniendo sus manos en su cintura—. ¿Por qué?

—Lo siento, lo reacomodaré.

—Olvídalo, lo hago yo —enfadada, Shinobu le dio la espalda haciendo lo mismo de siempre cuando se trataba de un favor que le pedía a su esposo: doble trabajo.

Aunque quiso hacer algo para ayudarla, Giyū optó por desaparecerse de la vista de Shinobu por un rato. Cuando ella se molestaba así con él, era mejor dejarla en paz.

En lugar de eso, se enfocó en hacer algo que se le daba mejor que organizar una alacena… y los malditos frascos de mermelada, alimento que de rara vez ellos comían.

Salió para comprar unos deliciosos dangos. Cuando volvió, escuchó a Shinobu dándose una ducha.

En silencio, se acercó a la alacena y trató de aprenderse el orden con el que Shinobu ponía las cosas.

Debió quedarse mucho tiempo viendo ya que no escuchó cuando ella, vistiendo una yukata blanca, con una toalla sujetando su cabello húmedo, lo encontró infraganti.

—Ya me hice a la idea de que jamás ordenarás la alacena como yo —le dijo, asustándolo.

Giyū se dio la vuelta. Ella ya había tomado uno de los dangos, y al palillo de 4 piezas, ya le faltaban 2.

—Lo siento.

—Déjalo, además, lo único que reacomodé fueron los frascos de mermelada; lo demás te quedó bien.

—¿De verdad? —desvió su mirada—. ¿No lo dices para hacerme sentir mejor?

—Lo digo en serio. Anda, ve a bañarte; prepararé algo rico para comer.

Haciéndole caso, Giyū llegó al lado de Shinobu cuando ella lo detuvo sujetándole su muñeca izquierda, besando su mejilla, sin dejarle ninguna mancha de comida, dado a que ella tenía cuidado de no ensuciarse.

—Gracias por los dangos, están deliciosos.

Él le sonrió de vuelta.

—De nada.

Lo cierto es que ambos aún aprendían mucho el uno del otro. Pero estaban dispuestos a seguir descubriéndose a sí mismos durante el tiempo que les quedase.

Ya bastantes años la habían pasado sufriendo. No desperdiciarían ni un solo minuto discutiendo. Aunque pudiesen enojarse por cosas simples, ellos buscaban el modo de volver a su paz, la cual se habían ganado limpiamente.

—FIN—


¡Espero que les haya gustado y gracias por leer!


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