La tragedia de la familia Selwyn
El Potterverso es de Rowling
1 de septiembre de 1970
Pamela estaba feliz de empezar un nuevo año en Hogwarts. Estaba en la estación con sus familiares despidiéndose de ella.
El uno de septiembre significaba estar de nuevo en el castillo con sus amigas y tener más libertades que en casa. No es que tuviera una mala situación en su hogar. Era la pequeña de cuatro hermanos y tenía una sobrina a la que adoraba. Levin su hermano favorito y el primogénito, era el cabeza de familia y la segunda persona que Pamela amaba más en este mundo. Fue el primero en casarse. Era su obligación como nuevo jefe de familia tener un heredero. Se casó por amor y tuvo una hija, Patricia, a la que adoraba. Ya llegaría el tan ansiado varón... Levin deseaba que sus tres hermanos pequeños también se casaran por amor. Era por ese motivo que Pamela sabía que era afortunada. Muchas mujeres de su posición se casaban en un matrimonio de conveniencia para mantener la pureza de la sangre. Por suerte, Levin le había dicho que jamás la usaría como moneda de cambio. Pero, al estar en Hogwarts podía ir a dormir más tarde que en casa, podía hablar con las alumnas mayores sobre temas que sus hermanos jamás querrían contarle (por ser mujer y la menor de los hermanos)... Dicho de otra forma, podía quebrantar las normas impuestas por sus hermanos mayores. Por eso siempre ansiaba que llegara el uno de septiembre
Mientras se despedía de su cuñada vio por el rabillo del ojo al otro motivo por el que deseaba pisar el colegio. Humphrey Parkinson. Estaba despidiéndose de sus padres junto a su hermano pequeño, que empezaba su primer año.
Miró a Levin de reojo y este le hizo un guiño y asintió. Pamela sonrió. Su hermano ya estaba preparando las negociaciones con los Parkinson de su matrimonio con Humphrey.
— ¿No te despides de mí?
— No me olvido de ti, Patricia. Te enviaré chuches de Hogsmeade.
Patricia dio pequeños saltitos soltando chillidos de la emoción. Su madre, Carysse Selwyn, iba a regañarla por tener un comportamiento en público muy impropio de una señorita, pero Levin la detuvo. Que Patricia disfrutase de ser una niña, todavía tenía nueve años, ya aprendería protocolo cuando estuviera en edad casadera.
— Ya tengo ganas de que pasen dos años para que pueda ir a Hogwarts como la tía Pamela.
— Pues claro. Y serás la mejor bruja de tu generación, la más inteligente y la más guapa. — la animó su padre.
— Y la mejor en astronomía, como tú. — siguió la niña.
Pamela sonrió. Amaba a su sobrina más que a nada en este mundo. Quizá las cosas cambiarían cuando tuviera sus propios hijos... Pero como todavía no los tenía, su sobrina todavía ocupaba el podio de ser su persona favorita y su felicidad era una prioridad para la menor de los hermanos Selwyn.
Sonó el silbido del tren.
— No te olvides que esta noche hay una lluvia de meteoritos. — le recordó Levin.
— No me olvido. Te mandaré mis apuntes para que me des tu opinión.
— Lo espero con ansias.
Se despidió rápidamente de sus hermanos, cuñada y sobrina y se dirigió hacia el vagón de los Slytherin, donde estarían sus mejores amigas.
...
— ¡Fui a Malfoy Manor a tomar el té con Lucius! Aunque tuvo que acompañarme madre y también estuvo el señor Malfoy. — Narcissa les habló de su cita con el heredero sangre pura muy emocionada.
— ¡Buuufff! Que rollo no poder estar en la misma habitación que un hombre. No tienes libertad para hablar con él todo lo que querrías. — bufó Pamela.
— Cierto, pero ya sabes que si nosotras nos quedamos con un hombre a solas en una habitación, los demás pensaran que somos unas zorras y nos repudiaran. — Narcissa bajó el tono de voz. — En cambio los hombres no tienen ese problema. Pueden estar con una mujer de un estatus inferior solos en una habitación sin que caigan en deshonra. Escuché que lo decían los hermanos Lestrange una noche que nos invitaron a su casa a cenar.
— ¿Por qué las traidoras a la sangre, las mestizas y las sangre sucias pueden estar con un hombre a solas antes de casarse y nosotras tenemos que esperar al matrimonio? — se preguntó Anastasia Travers.
— Yo lo sé. — dijo Pamela elevando el mentón. — Oí comentárselo a mis hermanos mayores.
— ¿Los tres? — preguntó Ada Rosier.
Pamela asintió.
Sus tres amigas se giraron hacia ella.
Pamela era la única que tenía hermanos mayores varones. Narcissa solo tenía hermanas y sus primos varones eran menores que ella. Ada y Anastasia tenían un hermano menor. Evan Rosier todavía no iba a Hogwarts y Trey Travers empezaría su segundo año este curso. La única que podía conseguir información sobre el género masculino era la señorita Selwyn escuchando a escondidas las conversaciones de sus hermanos. Levin era el mejor hermano mayor del mundo pero hasta él pensaba que había temas que los hombres no podían comentar delante de las mujeres.
— Para los hombres de nuestro estatus existen dos tipos de mujeres — Pamela habló en tono bajo y se inclinó hacia delante, sus amigas la imitaron — las que se pueden casar y las que sirven para acostarse. Nosotras somos las mujeres con las que se casarán, así que nos respetan y no intentan llevarnos a la cama; pero tienen otro grupo de mujeres: las traidoras, las mestizas y las sangre sucia o mujeres sangre pura de un estatus inferior con las que se acuestan.
Pamela y sus amigas ya sabían acerca de las relaciones sexuales. Pero no porque se lo hubieran contado sus madres o algún otro familiar. A cambio de una suma de dinero, una chica mayor de su misma casa contestó todas sus preguntas sobre la parte más carnal de las artes amatorias. Aunque a día de hoy ninguna de ellas había tenido sexo todavía.
— ¿Cómo conseguiste escuchar esa conversación? — preguntó Ada.
— Me levanté una noche, no podía dormir. Así que fui a por un vaso de leche. Vi que en el despacho de Levin había luz. Y le oí gritar. Lo cual me sorprendió porque Levin rara vez grita o se enfada. Así que me acerqué de puntillas y oí por el rabillo de la puerta que Levin echaba la bronca a Lie y a Treachery. Estaban sudados y algo borrachos. Al parecer, Lie y Treachery habían ido al Callejón Knockturn. — se acercó más a sus amigas y bajó más la voz. — Habían ido a un prostíbulo.
— ¡Ahhhhh! — exclamaron las otras. Narcissa se sonrojó, Ada se tapó la boca con la mano y Anastasia dio un pequeño brinco.
— ¿Y qué respondió Levin? — se interesó la joven Travers.
— Se enfadó con ellos por la apariencia que llevaban y por llegar borrachos a casa. Dijo que en "esta casa viven dos mujeres respetables y una niña y tenéis que mantener la compostura. Sed más discretos la próxima vez". — dijo intentando imitar la voz y el tono de Levin mientras regañaba a sus hermanos menores.
— ¿Escuchaste algo más? — preguntó la mayor de los Rosier.
— Levin se acercó para cerrar la puerta. Así que me escondí en la esquina del pasillo. Intenté escuchar algo más pero no pude oír nada.
— ¡Pffff! — exclamaron sus amigas decepcionadas.
— ¿Pero las prostitutas eran sangre pura? — se interesó Rosier.
— No lo dijeron.
Las chicas se miraron sorprendidas. ¿Acaso Treachery y Lie Selwyn se habían acostado con una sangre sucia?
— Yo no podría tener un marido que se ha acostado con una sangre sucia. —se lamentó Anastasia.
— Imagina — Narcissa empezó a meter cizaña — que te penetra un pene que ha entrado en una vagina de una sangre sucia...— habló en un tono como si estuviera comentando la mayor asquerosidad del mundo.
— ¡NOOOO! — exclamó Travers subiendo las piernas en el asiento y doblando las rodillas para cubrirse los genitales con ellas. Se abrazó las piernas mirando a su alrededor como si quisiera protegerse de algo aterrador.
Las otras tres estallaron en carcajadas.
— ¿Todo bien por aquí? Acabo de oír un grito. — Lucius abrió la puerta preocupado.
— Sí, Lucius. Gracias. — le respondió Narcissa. — No te preocupes. Es que Pamela nos ha contado un chisme y sin querer hemos chillado demasiado fuerte. — mintió.
— Bien. — Lucius asintió. — Pero tened cuidado la próxima vez. Hay profesores en el tren y podrían castigaros por dar una falsa alarma.
— Gracias, Lucius, lo tendremos en cuenta y perdona las molestias.
— Por cierto, Narcissa, ¿vienes?
— Claro, Lucius. Espérame un momento.
Lucius asintió como modo de despedida y cerró el compartimento.
Las otras tres chicas estaban demasiado sorprendidas para responder. No por la presencia de Malfoy, ya estaban acostumbradas a ella debido a que era el novio de su amiga. Lo que llamó su atención fue la placa de prefecto en el pecho del Slytherin.
— ¿Malfoy es el nuevo prefecto de este año? — preguntó Rosier señalando la puerta todavía sin creérselo.
— Sí. Me lo comentó cuando fuimos a tomar el té en su casa. Abraxas infló el pecho de orgullo y mi madre se deshizo en halagos. Iba a comentároslo pero como nos fuimos por las ramas...
— ¿Y por qué quiere que salgas?
Narcissa sonrió y sacó de su túnica una cajita, la abrió y sacó una placa de prefecta.
Sus amigas exclamaron un chillido orgullosas de su amiga.
— Supongo que se refería a ir a hacer la ronda.
Se levantó y se dirigió a la puerta
— Antes de que te vayas. Cuéntanos cómo fue la cita — pidió Travers.
— Bien. — respondió Narcissa sonrojándose y agachando la mirada. — Después fuimos a dar un paseo por el jardín de Malfoy Manor. Iba agarrada del brazo de Lucius y su padre y mi madre caminaban unos diez pasos por detrás de nosotros. Lo suficiente cerca para vigilarnos pero lo suficientemente lejos para no oír de lo que estábamos hablando.
— Qué romántico... — susurró Ada.
— Aquí en Hogwarts tendréis más intimidad lejos de vuestros padres. — la animó Anastasia.
— Y más ruido — contestó Narcissa. — En los jardines de Hogwarts estaremos rodeados de niños.
Aunque las normas regias de los sangre pura prohibían a las mujeres, sobre todo a las solteras, estar en la misma habitación a solas que un hombre, en Hogwarts esa regla se dejaba un poco de lado. Los chicos y las chicas compartían sala común y clases. Algunos profesores solían juntar a personas de diferentes sexos para hacer trabajos. Y los padres y madres preferían que sus hijos varones sacaran buenas notas para llegar a altos puestos de trabajo y las hijas fueran buenas estudiantes para poder ser un buen partido en un futuro y que su marido pudiera presumir de tener una esposa inteligente a mantener a rajatabla esa directriz. Por eso, les permitían a sus hijas un poco más de flexibilidad a la hora de juntarse con hombres. Pero solo cuando estaban en Hogwarts.
— No eres la única que ha tomado el té con su novio este verano, Cissy. — Pamela agachó la mirada y se sonrojó.
— ¡¿Tomaste el té en Parkinson Manor?! — preguntaron las tres. Cissy se olvidó de hacer la ronda y regresó a su asiento.
Pamela negó con la cabeza.
— Levin le invitó a tomar el té en nuestra mansión. Humphrey vino acompañado de su padre. Y después paseamos por el jardín bajo la vigilancia de Levin y el señor Parkinson. Después se encerraron en el despacho de Levin y cuando salieron nos dijeron que ya habían empezado las negociaciones de nuestro matrimonio. — Pamela tenía lágrimas de alegría.
Sus otras amigas se quedaron en shock incapaces de compartir su alegría.
El matrimonio. Esa sombra que las perseguía. Su destino. Su obligación. Si no estaban comprometidas con alguien desde pequeñas, lo estarían en la adolescencia. Su mayor temor era que su marido las maltratara, repudiara, humillara o ignorara. No pedían que se enamorara de ellas, solo que las respetara, que las tratase bien. Sabían que no debían plantearse elegir un oficio al que dedicarse, pues nada más graduarse de Hogwarts ya pasarían por el altar. Sus familias no tardarían mucho en empezar a buscarles un prometido. Y saber que Pamela ya había empezado sus negociaciones matrimoniales solo las hacía preocuparse con las suyas propias. ¿Con quién se casarían? ¿Podrían casarse con el chico que les gustaba? Al fin y al cabo, era de una familia respetable. Y si no era así, ¿su marido las trataría bien? Una vez cumplida su primera obligación: el matrimonio; llegaba su segunda obligación: darle el máximo número posible de herederos aunque murieran en el intento. Lo que más las aterraba era morir en un parto, ser infértiles o no poder darle un heredero. Muchos matrimonios que en su momento fueron felices, fracasaron porque la mujer solo pudo concebir niñas o por la falta de descendencia.
La sociedad no esperaba otra cosa de ellas.
— ¿Por qué estáis tan serias? — Pamela esperaba que sus amigas se alegraran tanto como ella.
— ¿No eres un poco joven? — preguntó Anastasia.
— Solo tienes quince años.
— Levin me lo aconsejó. — se defendió Selwyn. — Dijo que si ya tenía claro que quería casarme con él, lo mejor sería empezar las negociaciones cuanto antes. Los Parkinson podrían comprometer a Humphrey con otra mujer. Sé que Levin jamás me comprometería con un hombre a mis espaldas. Me lo prometió. Pero, ¿y si mi padre estuviera vivo? Quizás ya estaría comprometiéndome con otro hombre antes de poder decirle de mis intenciones de casarme con Humphrey.
Las otras lo meditaron.
Pamela tenía parte de razón.
Era mejor comprometerse antes de que alguien se les adelantara.
— ¿Y si no sale bien? — preguntó Anastasia. Siempre la más cautelosa.
— Saldrá bien. Amo a Humphrey y él a mí. Pero si no fuera el caso, Levin me dijo que podríamos usar la excusa de decir que nos han ofrecido un compromiso mejor para los intereses de la familia Selwyn. — Pamela volvió a imitar la voz de su hermano.
Sus amigas analizaron lo que les decía.
— Lucius ya me estuvo hablando de pedirle mi mano a mi padre. Pero ambos estuvimos de acuerdo a esperarnos a cumplir los dieciséis.
— Deberías decirle que la pida ya. — la aconsejó Pamela. — Su padre podría comprometerlo con otra mujer. Hay muchas familias interesadas en que sus hijas se conviertan en la futura señora Malfoy.
— Narcissa tiene ventaja. Pertenece a la Noble y Ancestral Casa de los Black. Nadie ser resistiría a unir su familia con la sangre Black. — dijo Anastasia en tono mordaz. O quizás sonó más mordaz de lo que pretendía.
Estaba enamorada de Rabastan Lestrange y saber que estaba comprometido con Andromeda Black le dolía. Sobre todo porque Rabastan correspondía sus sentimientos. Incluso le había pedido a su padre anular el compromiso con Andromeda y comprometerse con la joven Travers. Pero el señor Lestrange se negó. Los Black eran una familia más importantes que los Travers. Solo un loco haría tal cosa. Y Narcissa quedó en medio de todo ese problema. Su corazón le decía que apoyara a su amiga, pero su cerebro le decía que debía velar por los intereses de la familia Black. Así que siempre intentaba evitar el tema o en caso de que saliera, no decir ni una palabra.
El ambiente se volvió tenso.
Por suerte, llegó el carrito de los dulces. Las cuatro eran unas amantes de las golosinas. También apareció Lucius solicitando la presencia de Narcissa para hacer la ronda. Con lo cual, la joven Black estuvo unos momentos ausente.
Cuando regresó todo volvió a la normalidad.
...
Levin se encontraba en su despacho mirando unos papeles.
— ¿Qué miras, cielo? — Carysse hablaba con tono meloso, se acercó a su esposo y le pasó los brazos alrededor del cuello.
— Las negociaciones matrimoniales de Pamela con los Parkinson.
— ¿Y ese ceño fruncido?
— El señor Parkinson no ha aceptado que mi hermana conserve su acceso a la bóveda de Gringotts de los Selwyn una vez se case con Humphrey.
Carysse asintió, comprendiendo la preocupación de su esposo.
Entre los sangre pura era común que una vez la mujer se casara renunciase al acceso a la bóveda de Gringotts de su familia. Ya que en ese momento, pasaba a formar parte de la familia de su esposo. En realidad, toda esa tradición era para someter a la mujer a su familia política. Quitándole su acceso a su sustento monetario dependerían de su marido para poder conseguir dinero. Sin independencia económica no podrían dejar a su esposo en caso de que el matrimonio fuera infeliz y tendrían que aguantar sus maltratos, indiferencia, infidelidades...
¿Entonces, por qué la mujer renunciaba a tener su propio dinero si eso era como meterse piedras en su mismo tejado? Muy sencillo. Solo había dos maneras de que alguien perdiera el acceso a la bóveda de su familia. Una era porque lo desheredaban. Lo tachaban del tapiz familiar y mediante trámites burocráticos demostraban a los duendes y al Ministerio que esa persona ya no pertenecía a la familia. Al no seguir formando parte de ella, perdía el acceso a las arcas familiares. La otra era que la propia persona renunciase a él firmando un documento con los duendes y un testigo. En ese caso los padres educaban a sus pequeñas para que lo firmaran por voluntad propia. Les decían que al casarse ya no necesitarían el dinero de las arcas de su familia natal porque las mantendría su marido, o que el hecho de que conservase el acceso a la bóveda de su familia podría acarrear un matrimonio infeliz porque parecería que no confiaban en su cónyuge para que este se hiciera cargo de ellas,... Oír ese discurso desde pequeñas hacía que muchas se lo creyesen y acabasen firmándolo. Otras, más dubitativas, se resistían. Entonces, su familia tenía otros métodos para convencerlas. Les insistían una y otra vez en las desdichas que tendría su matrimonio o las trataban de forma despectiva para que firmaran. Muchas de estas jóvenes se casaban antes de cumplir los veinte años y a esa edad podía afectarles mucho ver el rechazo de sus seres queridos, de su propia familia. Por eso mismo terminaban firmando (o también para que su familia dejaran de molestarlas con ese tema).
En algunos casos, el contrato matrimonial ponía que la mujer conservase el acceso a las arcas económicas de su familia natal, si ambas familias estaban de acuerdo, como el caso de Walburga Black, tanto los padres de Orion como los de ella estuvieron de acuerdo con que la muchacha conservara el acceso a la bóveda (que en su caso la bóveda de su familia política y la biológica era la misma, dividida entre los distintos matrimonios Black). Carysse no tuvo esa suerte. Sus padres la "convencieron" para que firmara su renuncia al acceso a la bóveda natal de los Blishwick. Levin la convenció para que le permitiera a él firmar un contrato con los duendes para permitirle extraer dinero de la bóveda de los Selwyn. Al principio, Carysse se negó, pues estaba convencida de que eso traería la desdicha a su matrimonio, tal y como le dijeron sus padres cuando era pequeña. Cambió de opinión cuando quedó embarazada de Patricia y Levin estaba demasiado ocupado con los negocios familiares para acompañarla a comprar todo lo necesario para la llegada del futuro bebé. Entonces aceptó que su marido firmara el documento para permitirle extraer dinero de las arcas de los Selwyn y así poder ocuparse ella de prepararlo todo para la bienvenida del recién nacido sin su compañía.
Levin invitó a su esposa a sentarse encima de sus piernas. Carysse lo hizo.
— ¿Estás preocupado? — le preguntó.
— Mucho. No quiero que Pamela pierda el acceso a nuestra bóveda.
— ¿Por qué? ¿No te fías de Humphrey y de los Parkinson?
— ¿Eso os cuentan? ¿Conservar el acceso a tu bóveda significa que no confías en tu marido? — preguntó incrédulo.
Carysse se sonrojó
— Merlín. ¿Qué más os cuentan?
— Que traerá la desdicha a nuestro matrimonio...— susurró.
Su marido sonrió. Acercó más su esposa hacia él y le preguntó:
— ¿De verdad lo pensabas?
— Creía que sí. Es lo que siempre me enseñaron, pero ahora ya no. Pensaba que lo sabías que nos enseñaban eso cuando éramos pequeñas.
Levin negó.
— Quizás si mis padres no hubieran muerto cuando Pamela tenía un año o no me llevara tantos años con mi hermana menor me habría enterado...
— Por suerte ya no creo en esas ideas, así que no se las enseñé a Patricia.
— Eso te iba a decir. Yo no sé las enseñé porque no las sabía y nunca te oí decir nada delante de la niña o de mi hermana respecto a eso.
— Supongo que ya no puedo enseñarle a la niña algo que no creo.
Su marido asintió.
— Por cierto, ¿cuándo daremos la noticia? — acarició el vientre de su esposa.
Carysse se sonrojó.
— Ya han pasado tres meses y no he sufrido ningún aborto. Lo que significa que el embarazo saldrá adelante. Me gustaría decírselo a tus hermanos antes de que se me note.
— No me gustaría darle esta noticia a Pamela por carta.
— A mí tampoco. Pero podemos ir a verla. Seguro que a Dumbledore no le importará.
Levin asintió, aunque hizo mueca.
No le transmitía ninguna confianza Dumbledore. Eran de bandos diferentes. Corría el rumor de que era el líder de la Orden del Fénix y tanto él como sus hermanos querían ingresar en las filas de Lord Voldemort.
Podría ser peligroso presentarse en Hogwarts.
Ya miraría la manera de comunicárselo a Pamela.
— ¿Quieres que sea niño o niña? — preguntó su esposa acariciándose el vientre.
— Como líder de la familia Selwyn debería responder que desearía que sea varón para al fin tener mi heredero. Sin embargo, no me importaría tener otra niña. Todavía somos muy jóvenes. Podemos tener más hijos. Y si no es así, tengo dos hermanos que al casarse pueden tener hijos varones que sucederme.
Carysse asintió asimilando las palabras de su esposo.
— Estoy segura de que será un niño. — dijo todavía con la mano en el vientre.
— Con Patricia acertaste. Veremos si esta vez también.
Carysse estaba segura de que sí.
— Y respondiendo a tu pregunta sobre si no me fio de Humphrey. — Levin quitó la mano del vientre de su esposa para mirar uno de los papeles de la mesa. — La respuesta es que sí. Pero yo también soy un hombre y sé de lo que somos capaces para subir en la jerarquía social. Todavía no sé si ama o no de verdad a mi hermana. Pero no voy a quitarle la vista de encima. Quiero ver si quiere casarse con mi hermana porque la ama o por el apellido Selwyn. Y aunque la amara de verdad, primero de todo va mi hermana. No permitiré que renuncie a su acceso a la bóveda por deseos de su familia política.
Carysse asintió.
— ¿Y si resulta que Parkinson solo se acerca a Pamela por el apellido Selwyn y no porque la ama?
— Entonces yo mismo lo alejaré de ella a base de maldiciones. Y le mostraré los recuerdos a mi hermana sobre cómo es Parkinson en realidad. Los hombres nos relajamos cuando no están mujeres presentes. Si de verdad, quiere casarse con ella por conveniencia y lo suelta delante de sus colegas y yo estoy escuchando, lamentará haber nacido. Porque mi hermana sí está enamorada de él.
Su esposa asintió comprendiéndolo.
Ella era hija única. Lo más cerca que tuvo de tener un hermano fueron sus cuñados. Sobre todo Pamela, que era muy pequeña cuando sus padres murieron y entre ella y Levin tuvieron que criarla.
— No pienses cosas negativas, piensa en lo positivo. Por fin, podremos tener otro hijo como tanto deseamos. — dejó el papel que sostenía su esposo de nuevo en la mesa y llevó la mano de nuevo en su vientre.
— Nueve años y dos abortos.
— Por fin otro embarazo que supera los tres meses. — Carysse tenía lágrimas en los ojos.
— Habrá que pensar un nombre tanto si es niño como si es niña. El de la niña que empiece con pe, como indica la tradición de la familia Selwyn.
— Varón. Será un niño. No tenemos que pensar nombre de niña. — Carysse estaba muy convencida de ello.
...
Pamela se encontraba atiborrándose de dulces en el banquete de bienvenida con sus amigas. En casa no le permitían comer muchos dulces porque decían que podían salirle granos por el azúcar. Y una mujer no debía perder su belleza si quería conseguir un buen matrimonio. Delante estaba Lucius con sus inseparables gorilas, Crabbe y Goyle. Humphrey estaba sentado con ellos.
Parkinson se giró y vio que ella le estaba mirando. La saludó. Pamela se sonrojó y le devolvió el saludo.
— ¿Vas a hablar con Malfoy, Cissy? — preguntó Ada recordando la conversación que tuvieron en el tren.
Narcissa asintió.
— Le pediré reunirnos una vez hayamos llevado a los alumnos de primero a la sala común.
Sus amigas asintieron.
...
Los Selwyn estaban cenando en el salón familiar. Levin en la cabecera de la mesa, donde se sentaba el patriarca. A su derecha, su esposa. A su izquierda, Lie, el segundo en la línea sucesoria. A la izquierda de Lie, Treachery, el menor de los varones. Patricia cenaba al lado de su madre. La costumbre era que los niños comieran en la habitación de los niños a cargo de los elfos, pero Levin insistió en que su hija comiera en la mesa de los adultos. Lo hizo con Pamela cuando era pequeña, lo hace con su hija y lo hará con el nuevo bebé cuando nazca dentro de unos meses.
— He oído que esta noche hay una lluvia de meteoritos, hermano. — comentó Lie.
— Así es. — a Levin se le iluminaron los ojos, como cada vez que se nombraba algo sobre astronomía, o Carysse, Patricia y Pamela. — A medianoche.
— Supongo que querrás verla. — preguntó Treachery.
— Supones bien. Estaré despierto toda la noche para verla, anotarla y estudiarla.
— Pamela me dijo que también la estudiaría y que me enviaría sus apuntes al respecto. — Levin no cambió su tono de voz neutro, pero le brillaron los ojos, estaba orgulloso de que su hermana pequeña amara tanto la astronomía como él.
— Saca muy buenas notas. — continuó Lie. — Los Parkinson están muy contentos al respecto. No quieren que su primogénito y heredero se case con una estúpida.
Levin asintió.
— Parkinson me enseñó las notas de su hijo. Me alegra saber que es muy bueno en los estudios. Tampoco deseo que mi hermana se case con un cabeza hueca.
— ¿Padre, puedo ver la lluvia de meteoritos?
— Será a las doce de la noche ¿aguantarás despierta hasta tan tarde'
— Sí.
— Está bien, si insistes.
— ¿Estás seguro, Levin? — preguntó Carysse.
— Solo será esta vez. — se acercó al oído de su esposa. — no creo que aguante hasta tan tarde. — se dirigió de nuevo hacia su hija. — pero ten presente que mañana te levantarás a la hora de siempre. Mirar la lluvia de meteoritos no te exime de cumplir tus obligaciones: tú las clases, yo mantener el patrimonio de la familia.
Patricia asintió.
— Seré la mejor astrónoma de Reino Unido.
— Estoy seguro de ello. Pero recuerda que no solo debes desearlo, si no estudiar mucho.
Su hija asintió convencida.
— Si la niña quiere ver la lluvia de meteoritos, iré contigo a la Torre Selwyn. — Carysse se dirigió a su esposo.
Este asintió.
— ¿Vosotros tenéis planes para esta noche?
— Saldremos con los Lestrange, Gibbon y Carrow de copas.
Levin asintió. Imaginándose que junto al alcohol habría mujeres de placer.
— Recordad la conversación que tuvimos en verano. No quiero que se repita.
— Por supuesto. — Treachery carraspeó avergonzado. No imaginaba que Levin sacaría el tema, aunque fuera por encima, delante de las mujeres de la casa. Hablar de ese tema cerca del sexo opuesto, siempre era vergonzoso para él.
La Torre Selwyn era el gran proyecto de Levin. Era una torre con una pequeña cocina, un comedor, baño y pequeñas habitaciones: una principal para Levin, una pequeña con varios juguetes para Patricia y otra para Pamela. Los amantes de astronomía de la familia. En la planta superior incluía una sala con el techo transparente, un enorme telescopio para contemplar el cielo y una biblioteca con libros sobre esa rama. Allí era donde Levin observaría la lluvia de meteoritos. Algunas veces Carysse le hacía compañía mientras leía un libro. Aunque a ella no le atraían mucho las estrellas y las constelaciones ver a su marido hablar con tanta pasión de algo que amaba la hacía feliz. Lo que más le gustaba era ver el brillo en los ojos de su marido hablar sobre su mayor pasión. Sabía que Levin habría sido astrónomo de no ser el hijo primogénito. Pero al ser el heredero, las obligaciones de mantener el patrimonio de la familia en sus manos y velar por cada uno de sus miembros tuvo que dejar los sueños a un lado para dedicar su vida a velar por todos los Selwyn.
...
Una vez terminada la cena, Pamela se fue a las mazmorras junto al resto de Slytherins. Veía como Narcissa y Lucius guiaban a los niños de primero hacia la sala y les daban las indicaciones que un día les dieron a ellos cuando iniciaron su educación en Hogwarts. No podía esperar para ver a su sobrina en el castillo. Se imaginaba su reacción al recibir la carta y acompañándola al Callejón Diagon junto a Levin y Carysse. Lie y Treachery nunca fueron muy cariñosos. Levin le dijo que en carácter se parecían más a su padre, aunque Pamela no se acordaba mucho de él. Murió cuando era muy pequeña.
Entraron a la sala común. Vio a Malfoy y a la menor de las Black enseñar las habitaciones a los más pequeños.
Pamela estiró los brazos. Un gesto poco adecuado para una señorita de su categoría. Pero no estaba Carysse ni ninguno de sus hermanos para corregirla. Así que nadie podría regañarla. Estaba cansada del viaje. Pero quería ver la lluvia de meteoritos... Quería tomar sus apuntes, enseñárselos a la Profesora Moon y enviarle una copia a su hermano para que le hicieran sus correcciones. Ambos eran los dos únicos adultos que la animaban a estudiar astronomía y la instruían en esa rama.
Los alumnos mayores también se quedaron en la sala común. Vio a Lucius y a Narcissa bajar de las escaleras que conducían a las habitaciones. Cissy le pidió a Malfoy que la acompañara. Salieron de la sala común. Ya se imaginaba la conversación que tendrían. Esperaba que su amiga pudiera convencer a Malfoy.
— ¿Verás la lluvia de meteoritos? — le preguntó Ada.
Pamela asintió convencida.
— Ten cuidado de que no te pillen los profesores ni el conserje.
— La Profesora Moon me envió una carta preguntándome si querría ver la lluvia de meteoritos. Le dije que sí y me mandó una lechuza con una nota autorizándome estar fuera de la sala común durante el toque de queda. Pero tendré que asistir mañana a clases. Es lo que tiene que te guste la astronomía. Estás despierta toda la noche y mañana tienes que cumplir tus responsabilidades.
— No te preocupes. Nosotras te cubriremos. Si te quedas dormida, te pasamos los apuntes y si toca alguna materia práctica, te cubriremos para que no haya ningún desastre por el que puedas ser castigada.
— Gracias, chicas. Sois las mejores.
Desde primero, Pamela se había escapado a la Torre de Astronomía siempre que había habido acontecimientos importantes en el cielo que todo astrónomo quisiera observar. Y sus amigas se habían encargado de cubrirla cuando se quedaba dormida en clase a la mañana siguiente. Se sentaban dos delante de ella y una a su lado. Así Pamela podría dormir sin que el profesor se diera cuenta y si le preguntaban algo, la amiga que tendría al lado discretamente la despertaría y le pasaría una nota con la respuesta. Después le dejaban los apuntes. Si la clase era práctica, discretamente la ayudaban haciendo parte de su trabajo para que no causara ningún desastre y no le restaran puntos o la castigaran.
Vio como Malfoy y la menor de las Black entraban de nuevo. Lucius se dirigió hacia donde estaban sus amigos y Cissy se fue con ellas.
— ¿Cómo ha ido? — le preguntó intrigada.
— Lucius ha aceptado. Ha dicho que está de acuerdo conmigo. Enviará una carta a mi padre para reunirse con él para hablarlo estas Navidades. Dice que estas cosas es mejor tratarlas cara a cara que vía lechuza. Y estoy de acuerdo. Y que enviará otra carta al suyo para decirle que ya se encargará él de encontrar su propia prometida.
Todas chillaron de la emoción.
— ¿Vas a ir a la lluvia de meteoritos, verdad? — le preguntó Cissy a la menor de los Selwyn
Pamela asintió.
— Mejor que vaya a prepararlo todo.
Pamela subió a su habitación. Removió su baúl hasta encontrar el cuaderno con sus notas, un libro sobre astronomía que le regaló Carysse (su marido la acompañó y aconsejó sobre cual elegir), un telescopio portátil que le regaló Levin y tinta. ¡Ah! Y el permiso de la Profesora Moon que le permitiría quebrantar el toque de queda sin ser castigada justo al empezar el curso.
Se despidió de sus amigas. Humphrey la vio irse y se despidió de ella con la mano. Pamela lamentó tener las manos ocupadas para no poder devolverle el saludo y se dirigió a la Torre de Astronomía.
Llegó allí sin encontrarse con nadie. Suspiró aliviada, aunque sabía que gracias a la nota de la Profesora Moon no sería reprendida siempre había ese pequeño temor, por si pensaban que la había falsificado. Se arrodilló al suelo y preparó el pequeño telescopio. Abrió el cuaderno y apuntó la fecha y la hora. Abrió el libro sobre astronomía que le regaló su hermano en su cumpleaños con una dedicatoria "Para la mayor de mis pequeñas astrónomas. Te quiere, tu hermano Levin". Una vez lo tuvo listo todo miró hacia la ventana donde vio caer descender el primer meteoro.
...
— Ya se ha dormido. — Carysse se acercó a su esposo a la sala donde estaba el telescopio.
— Te dije que no aguantaría. Todavía es muy pequeña. Pamela empezó a aguantar despierta a los once o doce años.
— Y cuando llegue el momento tú estarás ahí para enseñarle todo acerca de la astronomía.
— ¿Dudabas? Yo seré el encargado de instruir a nuestra pequeña en la disciplina que estudia las estrellas y las constelaciones. — sonrió satisfecho.
Empezó a preparar su cuaderno. Ya había rellenado varios cuadernos con anotaciones de astronomía a lo largo de su vida. Este último se lo regaló su hermana en su último cumpleaños. Carysse le acercó un libro que hablaba sobre meteoros y lluvia de meteoritos.
— Gracias, cielo. — le dijo. — ¿Qué libros te has traído?
— Uno sobre herbología y mi bordado. Estoy tejiendo ropa para el bebé.
Levin sonrió.
Abrió su cuaderno de notas y apuntó la fecha y la hora.
De pronto, Patricia entró con su pijama y un unicornio de peluche.
— Padre, madre, oigo un ruido extraño y huele mal.
— ¿Qué? — dijeron sus padres.
— Abajo. — respondió la niña.
Ambos padres corrieron hacia el piso inferior.
No se dieron cuenta que la tan ansiada lluvia de meteoritos había empezado.
Se quedaron atónitos justo al borde de las escaleras que llevaba a la cocina y al salón.
Llamas.
Fuego.
El comedor y la cocina se estaban incendiado.
— ¡AAAAHHHHHH! — chilló Carysse señalando algo en medio del incendio.
Levin miró en la dirección que indicaba su esposa.
Los elfos domésticos que estaban a cargo de la torre.
Habían muerto calcinados.
— ¿El qué? — Patricia q mirar en la dirección que señaló su madre, pero esta le tapó los ojos.
Levin cogió a su hija en brazos y subieron hasta la habitación del telescopio.
Patricia se quedó ahí mientras sus padres hacían hechizos para apagar el fuego.
No funcionaban.
Eso solo significaba una cosa.
Era fuego maldito.
Levin lamentó no haber prestado más atención a las clases de Artes Oscuras que su padre les daba a él y a sus hermanos cuando eran pequeños. Siempre dijo que un día iba a necesitarlos. Y así fue. Pero seguro que su padre jamás imaginó que los iba a necesitar por eso.
¿Pero quién podría...?
No había tiempo para pensar en ello.
Ya lo investigaría cuando salieran de allí.
Marido y mujer empezaron a levitar los muebles hacia las puertas y ponían toallas húmedas en los sitios donde pudiera entrar humo.
— No podemos aparecernos. — le dijo Levin a su esposa. No se podía aparecer y desaparecer tanto dentro de la Torre como dentro de la Mansión.
Empezaron a llamar a los elfos para que los llevaran de vuelta a Selwyn Manor.
— ¡Kwya!
— ¡Vilnut
— ¡Rewy!
— ¡Fridi!
No vino ninguno.
— ¡¿Por qué no vienen los elfos?! — gritó Levin desesperado llevándose las manos a la cabeza.
— ¡Tienen que obedecernos! ¡Están a nuestras órdenes! — se lamentó Carysse llena de desesperación.
— Padre, madre, tengo miedo. — dijo la niña abrazando a su unicornio.
El matrimonio se giró hacia ella.
Patricia.
Tenían que sacar a la niña de allí cuánto antes.
Se acercaron hacia la única salida.
La ventana.
La Mansión Selwyn estaba a diez minutos a pie. Aunque desde allí podía verse perfectamente.
Levin y Carysse lanzaron ráfagas de luz al cielo con sus varitas.
Lie y Treachery.
Esperaba que sus hermanos pudieran socorrerlos.
No hubo respuesta.
— ¡Mierda! — gritó desesperado.
Patricia se giró hacia su padre asustada y sorprendida.
Nunca había visto a su padre gritar y decir palabras malsonantes delante de ella.
— Es verdad que dijeron que saldrían. — se lamentó Carysse. Cayó al suelo de rodillas y empezó a llorar.
— ¡Joder! — Levin se llevó las manos a la cabeza desesperado.
La niña miró a sus padres. Se estaba empezando a asustar.
Carysse se levantó. Fue muy decidida al sofá de la sala, donde había una manta y la trajo. Apuntó a su hija con la varita.
— Desmaius.
La niña cayó inconsciente al suelo, todavía agarrada a su peluche.
— Ayúdame, Levin. Tenemos que sacar a la niña de aquí.
Carysse puso la manta en el suelo, la desdobló, levitó a su hija hasta el medio de la frazada y la cubrió con ella, incluida la cabeza, dejando un pequeño orificio para que pudiera respirar. Y hechizó la manta con un encantamiento protector.
La llevaron hacia el balcón.
Ambos levitaron el cuerpo de la niña, que empezó a descender. El matrimonio intentó alejarla lo máximo posible de las llamas. El fuego había devorado las habitaciones de Patricia y Pamela y ahora estaba en la habitación principal.
Las llamas no tardarían en llegar a donde estaban ellos.
Levin solo deseaba que Merlín le diera tiempo suficiente a levitar a su esposa hasta abajo antes de que fuera devorado por el fuego. Tenía que salvarlos a ella y al hijo que llevaba en su vientre.
Las llamas duraron hasta el amanecer.
...
Narcissa intentaba despertar a Pamela. La lluvia de meteoritos duró hasta la salida del sol, cuando la joven se fue a la cama. Solo pudo dormir dos horas.
— ¡Vamos, Pamela! ¡Levanta! ¡Siempre estás igual! — Black tiraba de las mantas de su amiga mientras Selwyn intentaba retenerlas en su cuerpo. — La próxima vez no te dejaremos ir, ni te cubriremos en clase.
Anastasia se acercó a Pamela, la apuntó con su varita.
— Aguamenti.
Un chorro de agua salió de la varita de Travers dirigida a la cara de Selwyn. Le dio de lleno.
— ¡AAAHHH! — Pamela se levantó de golpe intentando quitarse el agua que le había quedado en la cara.
— Eso te pasa por no despertarte a la primera. — la regañó Ada.
— Hijas de...
— Venga que tenemos que ir a desayunar. Quedaré mal como nueva prefecta si llegamos tarde. — dijo Narcissa.
Las cuatro se dirigieron al Gran Comedor. Se encontraron a Slughorn a mitad de camino. Las miró. Tenía una mirada triste en sus ojos. No se la habían visto jamás.
— Señorita Selwyn acompáñeme al despacho del director.
Pamela miró a sus amigas sorprendida.
¿Por qué querría el director hablar con ella?
¿Acaso la habían visto fuera de su sala común durante el toque de queda y la iban a castigar? Pero entonces Slughorn estaría enfadado y no triste.
Le siguió hasta el despacho de Dumbledore.
Se encontró a su hermano Treachery hablando con el director.
Ambos se giraron hacia ella con lástima.
— Mi más sincero pésame, señorita Selwyn. — dijo Dumbledore, agachó la cabeza en su dirección.
Treachery tragó saliva.
— Esta noche hubo un incendio en la Torre Selwyn que duró hasta el amanecer...
— ¡Pero Levin, Carysse y Patricia estaban ahí! — Pamela se llevó una mano a la boca imaginándose lo peor.
— Lo siento mucho, hermana. — Treachery abrió los brazos para abrazarla. No era muy dado a dar gestos de amor, menos en público, pero la situación lo ameritaba.
— ¡No! ¡No! ¡No! — Pamela no podía creer lo que decían. — ¡Levin no puede haber muerto! ¡Me prometió que daría un vistazo a mis notas de astronomía! ¡Que me llevaría al altar! ¡Que iríamos a comprar juntos los útiles escolares de Patricia! — su voz sonaba cada vez más ahogada y empezaba a llorar.
Dumbledore y Treachery la miraron con lástima.
— Levin y Carysse han muerto, pero Patricia sigue viva. La encontraron debajo de la Torre. Está estable, pero los sanadores dicen que se recuperará. He venido a buscarte para que puedas visitarla al hospital.
Pamela asintió de manera automática.
— Mi hermana regresará a Hogwarts una vez termine el funeral. — Treachery se dirigió al director.
Dumbledore asintió. Se giró hacia Pamela para despedirse de ella, pero vio que la chica estaba mirando al vacío. No oiría nada que le dijera. Desistió. Acompañó a los hermanos hasta la chimenea y se despidió de ellos.
Pamela tomó los polvos flu del cuenco que le ofrecía su hermano. Se fue a San Mungo tras él sin decir una palabra. Todavía seguía en shock.
Siguió a Treachery por los pasillos del hospital hasta llegar al ala infantil. Entraron en una habitación. No se fijó en que número era. Vio que era una habitación individual y a su hermano Lie sentado al lado de la cama. Patricia estaba allí pero no podía verla porque las sábanas la cubrían entera.
Pamela se detuvo un momento.
Tenía el presentimiento de que la imagen que vería no le iba a gustar.
Respiró hondo.
Tragó saliva.
Se acercó a la cama donde estaban sus hermanos.
Lie se puso de pie y se echó a un lado dejando sitio para que Pamela viera a Patricia.
La niña estaba dormida con la cara y gran parte del cuerpo vendados.
Pamela reconoció el unicornio de peluche que le regaló en su cumpleaños en la mesita al otro lado de la cama. Estaba muy chamuscado y había perdido una pata.
Volteó la cama para ir hacia la mesilla. Quería reparar el peluche para cuando su sobrina despertara.
Sonaron unos golpes.
Entró un sanador especializado en maldiciones que atendía a Patricia.
— Señores Selwyn, ¿alguno de ustedes puede salir un momento? Debo decirles el resultado de los exámenes que hicimos a su sobrina.
Lie, el nuevo patriarca de la familia, se levantó y salió de la habitación.
Pamela regresó su atención al unicornio de peluche. Sacó su varita e intentó realizar un hechizo de reparación al juguete.
Treachery la detuvo.
— En el despacho de Dumbledore no te conté como se formó el incendio porque quería hacerlo en privado. El incendio fue causado por fuego maligno. Lo provocaron.
Pamela se llevó una mano a la boca y se le llenaron los ojos de lágrimas.
¿Quién querría matar a Levin?
Levin no tenía un trabajo en el Ministerio, San Mungo o cualquier otro sitio que le hiciera ganar enemigos. Solo se dedicaba a controlar la fortuna de los Selwyn.
Es verdad que podría ganarse enemigos como mortífago. Pero todavía no había entrado en las filas del Señor Tenebroso. Además los únicos que sabían que sus hermanos querían ingresar en las filas de Quien-Tú-Sabes eran Carysse, Pamela y los mortífagos.
¿Y por qué querrían matar a Carysse y a Patricia?
Carysse pertenecía a una familia sangre pura galesa del campo, aunque muy rica, y poseían muchas tierras, administradas por el primo de ella. Sus padres murieron un año después de la boda de su hija. Y nunca había oído que los Blishwick tuvieran problemas con nadie o enemigos. Excepto por sus ideales en contra de mestizos y sangre sucias. Pero nadie de esa familia era un mortífago.
Quizá la muerte de Carysse fue un daño colateral.
Pero regresaban al punto de partida.
¿Quién querría matar a Levin?
Espera.
— ¿Has dicho magia oscura?
Treachery asintió.
Pamela sabía lo que eso significaba. No por algo, llevaba estudiando magia oscura desde bien pequeña.
No existía una contramaldición efectiva contra las quemaduras causadas por fuego maldito. Lo que este quemaba ya no podía regenerarse.
Vio el unicornio de peluche. Quedaría sin una pata y chamuscado para siempre.
Lo dejó de nuevo en la mesita.
Observó a su sobrina.
Seguramente las vendas cubrían quemaduras hechas por el fuego maldito. Y no podrían curarse.
— Cayó de unos tres metros de altura y se rompió un brazo y el hombro. — le explicó su hermano. — Los sanadores creen que Levin y Carysse la levitaron para intentar sacarla de la torre. Los aurores la encontraron dentro de una manta a la que le realizaron un hechizo de protección. Algunas partes de la frazada se quemaron por eso hay partes del cuerpo en las que le dieron el fuego maligno y partes que no.
Pamela asintió comprendiendo lo que le quería decir su hermano.
— Los sanadores dicen que deberá ponerse ungüentos para hidratar las partes del cuerpo donde haya las quemaduras. A parte de eso, podrá llevar una vida normal perfectamente. E ir a Hogwarts cuando reciba su carta.
La Slytherin asintió de nuevo.
Se creía que las infancias de las mujeres de su estatus terminaban una vez estaban comprometidas y pasaban por el altar.
No era su caso. Ni el de Patricia.
La infancia de ambas terminó en el mismo momento en que Levin y Carysse murieron.
— Lo único que pudieron recuperar fue esto. — Treachery se sacó un objeto negro y chamuscado de su túnica y se lo entregó.
Era el cuaderno que Pamela le regaló a Levin por su cumpleaños.
Lo abrió.
Vio la dedicatoria que ella misma le escribió: "Para mi hermano favorito, lo más cerca que he tenido a un padre y mi mentor en la astronomía. Te quiere, Pamela".
Se le hizo un nudo en la garganta.
Abrió el cuaderno por la última página que estaba escrita.
La fecha de 1 de septiembre de 1970 a las 00:03. Justo cuando empezó la lluvia de meteoritos.
Pamela cerró el cuaderno y lo guardó dentro de su túnica.
Quería quedárselo ella y cuando Patricia entrara en Hogwarts se lo daría.
No entraba en discusión.
— ¿Por qué no llamaron a los elfos para que los aparecieran de nuevo en la mansión?
Treachery carraspeó.
— Al parecer alguien les cortó la cabeza para evitar cualquier vía de escape.
— ¿Dónde estabais Lie y tú cuándo ocurrió el incendio? — se giró a su hermano y le agarró del cuello. Le miró con rabia. — ¡Seguro que os fuisteis de putas! ¿Verdad?
Treachery puso los ojos como platos.
¿Cómo sabía su hermana que frecuentaban esos lugares? ¿Y por qué usaba esos términos? ¿Dónde los había aprendido?
Pamela le soltó y le miró decidida.
— Imagino que Lie y tú tendréis una teoría de quién ha podido provocar el incendio.
Treachery carraspeó.
No creía que las mujeres debieran inmiscuirse en esos temas.
Vio la mirada de decisión de su hermana y no tuvo coraje para decirle que esos asuntos no debían tratarse con mujeres.
— Creemos que ha sido la Orden del Fénix. Debió filtrarse información de que Levin quería unirse y quisieron cargárselo de raíz antes de que fuera un problema más serio.
Pamela asintió.
— ¿Por qué no les llegó la información de que vosotros dos también queríais uniros?
— Supongo que solo se infiltró la información de la futura unión de Levin. — su hermano carraspeó. — Pocas veces se unen más de un miembro de la familia. La mayoría de las veces solo se une el cabeza de familia. Los únicos casos excepcionales que conozco son los hermanos Lestrange y los Carrow.
Su hermana asintió asimilando la información.
Sí era cierto que rara vez se unía más de un miembro de la familia, para que en caso de fallecimiento o fuera detenido por los aurores, otros varones se quedaran para velar el patrimonio familiar. Las únicas excepciones que conocía eran los que se dejaban llevar por el fanatismo, como los Lestrange y los Carrow. Tal y como le dijo Treachery.
— Y Carysse y Patricia fueron el daño colateral.
Treachery asintió.
— Ya sabes que los aurores y la Orden del Fénix no tienen compasión. Si para acabar con un mortífago tienen que acabar con una mujer indefensa y una niña de nueve años, no les importara llevárselas por delante.
Pamela estuvo de acuerdo con su hermano.
Los odiaba.
A Dumbledore por crear la Orden del Fénix y a la Orden del Fénix por haberle destrozado su familia.
Quería que cada uno de ellos sufriera lo mismo que Levin y Carysse antes de ser devorados por las llamas. O que vivieran el dolor y el sufrimiento por el que tuvo que pasar Patricia mientras la quemaba el fuego.
Miró a su sobrina.
Seguía dormida.
Pamela se prometió que ella cuidaría de Patricia hasta el fin de sus días. Le enseñaría todo lo que Levin le enseñó. La acompañaría al Callejón Diagon a comprar los útiles escolares y le enseñaría Hogwarts cuando entrase. Pamela estaría en su último año, así que podría ayudarla si necesitaba algo.
Patricia había perdido lo segundo más valioso en una mujer. Su belleza. Nadie querría casarse con una mujer con la cara quemada. Ella se encargaría de recordarles a los hombres que lo más importante de una mujer era su fertilidad y convencería a Lie para que le diera la cantidad de dote que merecía como hija y sobrina del líder de la familia. Y si aun así nadie quería casarse con ella, Patricia podía vivir en Parkinson Manor cuando ella se casara con Humphrey.
Estaba segura de que no le importaría.
Nadie podría separarla jamás de su sobrina.
Solo la muerte.
Lo juraba por la magia de Merlín.
Y así fue.
Si Levin y Carysse no hubieran fallecido en junio de 1971 habría nacido el tan ansiado varón y heredero de la familia Selwyn. Tal y como predijo su madre. Por desgracia, Pamela, Patricia, Lie y Treachery nunca lo supieron.
No pago terapias ni operaciones para reparar corazones rotos.
¿De quién creéis que puede ser madre Pamela? ¿Humphrey está enamorado de ella o solo quiere casarse con ella por ser una Selwyn? ¿Pensáis que de verdad ha sido la Orden del Fénix quien ha asesinado a Levin y a Carysse?
Contadme vuestras teorías en los comentarios.
Carysse es un nombre femenino que significa "amor". Uno de los significados del nombre de Levin es "amor". Porque sí, ambos podían ser unos puristas y Levin podía querer unirse a Voldemort pero amaba a su familia más que a nadie en este mundo. Y eso es algo que me gusta porque a los lectores nos cuesta concebir que alguien del lado del mal pueda sentir sentimientos positivos como el amor. De hecho, eso le pasa a Lucius Malfoy. Citaré una escena del capítulo uno de Las Reliquias de la Muerte justo después de que Voldemort le pida la varita a Lucius: "Malfoy miró de reojo a su esposa, que estaba mirando directamente hacia adelante, tan pálida como él, su largo pelo rubio colgaba por su espalda, pero bajo la mesa sus dedos esbeltos se cerraron brevemente ante la muñeca de su esposo. Ante su toque, Malfoy metió la mano en la túnica, retirando una varita...". Vamos a ver. Si Lucius no amara o respetara mucho a Narcissa, no la abría mirado de reojo cuando Voldemort le pidió la varita. Y Lucius no le dio la varita hasta que su esposa le dio la mano por debajo de la mesa. Si no hay amor, se deben de tener mucho respeto. Lo que pasa que hay gente que es incapaz de imaginarse que Lucius pueda matar y torturar gente y después besar a su esposa y leerle un cuento a Draco. Pero sí se puede. Lo que pasa es que Lucius tomó la mala decisión de anteponer la pureza de sangre y fallar en su misión en la profecía. Pero a Narcissa y a Draco los amaba. Si hasta le regaló una escoba mejor que la de Potter y lo enchufó en el equipo de Slytherin cuando este lo pidió.
Selwyn es el apellido de un mortífago. El que se dio cuenta de quien era el verdadero Harry Potter en la Batalla de los Siete Potter y el asesino de Hedwig. Junto a Travers secuestró a Luna Lovegood y junto a él fue a la casa de los Lovegood cuando Xenophilius intentó entregarles a Harry, Ron y Hermione a cambio de la liberación de su hija. También estuvo presente cuando Voldemort mató a todos los duendes de Gringotts después de que Harry, Ron y Hermione asaltaran el banco. Levin no puede ser por obvias razones. Así que tendrá que ser Lie o Treachery.
Después de mis notas de autora eternas, me despido.
Hasta la próxima
