NIGHT PLAY


5|¿Que eliges?


Naruto se mantuvo dos días en forma animal, vigilando a Hinata, pero cada minuto era como una tortura infernal. Su instinto natural lo instaba a reclamarla. Si Hinata fuera una loba, estaría dentro de ella en ese preciso instante, demostrándole sus habilidades y su fuerza.

La bestia que llevaba dentro reclamaba el cortejo. El humano, en cambio...

Eso era lo que más lo aterraba. Que ninguna de sus dos partes le hacía caso a la cabeza, a la serena lógica. Aunque claro, la lógica no funcionaba demasiado bien en lo que a ella se refería. Cuando estaba a su lado, experimentaba un subidón hormonal tan increíble que un tsunami parecía una ola artificial en un parque acuático.

Su necesidad de tocarla estaba llegando a tal extremo que tenía miedo de estar con ella.

Unos minutos antes había salido disparado por la puerta en forma animal a fin de relajarse un poco antes de regresar a la tienda en busca de más tormento. Cada vez que Hinata se movía, se le disparaba el pulso. El sonido de su voz, el lametón que le daba a sus largos y elegantes dedos cada vez que pasaba las páginas de sus revistas... era una tortura.

Lo estaba matando.

Qué más quisieras..., se dijo.

Y la verdad era que comenzaba a quererlo. La muerte era preferible a aquello. ¿Dónde estaban los asesinos cuando se les necesitaba? ¡Exacto! Dolor. Esa era la respuesta. No había nada como el dolor extremo para sofocar la libido. Piensa en otra cosa, se dijo.

Tenía que pensar en otra cosa que no fuera Hinata y su cuerpo. Y, lo más importante, tenía que pensar en otra cosa que no fuera lo que quería hacerle.

Decidido a conseguirlo, se detuvo delante de una tiendecita en Royal Street. Era una tienda de muñecas, nada más y nada menos. No tenía ni idea de por qué se había parado allí, aunque una de las muñecas le recordaba a la que Hinata tenía en una caja junto a la tele.

—Vaya, no te quedes ahí plantado, jovencito, pasa.

Había una anciana muy bajita en la puerta. Aunque tenía el cabello canoso, su mirada era penetrante e inteligente.

—No, gracias, solo estaba echando un vistazo —replicó.

Pero en ese momento captó un olor extraño. El aire se cargó de un poder mucho más intenso que el de un arcadio o un katagario.

¿Jiraiya?

La anciana le sonrió.

—Entra, lobo. Aquí hay alguien con quien creo que quieres hablar.

La mujer le sostuvo la puerta mientras se internaba en la penumbra de la tiendecita, que estaba llena de estanterías con muñecas hechas a mano. Sin decir una palabra, lo condujo más allá del mostrador, hasta el otro lado de unas tupidas cortinas color burdeos.

Se detuvo de golpe ante la cosa más rara que había visto en sus cuatrocientos años de vida.

El todopoderoso Jiraiya estaba sentado con las piernas cruzadas en el suelo de la trastienda y jugaba a las muñecas con su demonio y con un bebé humano.

Se quedó pasmado mientras observaba a la pequeña humana, que estaba sentada en una de las rodillas de Jiraiya mientras una de sus enormes manos la sujetaba por la barriga. Era una preciosidad de cabello cobrizo y angelical carita regordeta, ataviada con un vestido rosa que contrastaba con el cuero negro de los pantalones del atlante y unos zapatitos negros.

Jiraiya tenía un muñeco en la mano derecha mientras la pequeña mordisqueaba la cabeza de una Barbie pelirroja que se parecía sospechosamente a la diosa griega Artemisa, la creadora y regente de los Cazadores Oscuros. El demonio sentado frente a ellos tenía una muñeca rubia en las manos.

—¿Ves? sabía que la pequeña Chõchõ era buena —le dijo el demonio al atlante—. Mira cómo se está comiendo la cabeza de Artemisa. Simi tiene que enseñarle a echar fuego por la nariz y luego presentarle a esa foca.

Jiraiya se echó a reír.

—No creo que sea buena idea. Chõchõ aún no está preparada para eso, ¿no es verdad, cariño?

La pequeña levantó una manita mojada y se la plantó a Jiraiya en la barbilla antes de soltar una carcajada. Él le dio un mordisco juguetón mientras el demonio le quitaba el muñeco para que bailara con su Barbie.

—Simi cree que su muñeca necesita un par de espirales como cuernos, Akri —dijo la criatura —. ¿Crees que Chiyo hará una muñeca demonio como Simi?

Al instante aparecieron unos cuernos en la cabeza de la muñeca, acompañados de una máscara de remolino mostrando solo su ojo derecho.

El demonio chilló, presa de la alegría.

—Gracias, Akri. ¡Es Simi! —El demonio ladeó la cabeza para mirar a la pequeña que tenía el atlante en el regazo—. ¿Sabes? Chõchõ es una niña muy mona, pero sería mucho más bonita si tuviera cuernos.

—No, Simi, no creo que a Karui y a Chõji les hiciera mucha gracia que les devolviéramos a su hija con un par de cuernos en la cabeza.

—Sí, pero parece tan... tan... sosa sin ellos... Simi podría hacerlos muy bonitos. ¿Unos cuernecitos rosas a juego con su vestido?

—No hace falta, Simi.

El demonio hizo un puchero.

—¡Guruguru, Akri, eres un muermo! —Sostuvo en alto el muñeco—. ¿Ves esto, Chõchõ? Vale, pues ahora vas a ver lo que pasa cuando el muñeco cabrea a la Barbie. La Barbie saca su salsa barbacoa y se lo come.

Jiraiya se apresuró a quitarle el muñeco antes de que pudiera metérselo en la boca.

—Ni hablar, Simi. Eres alérgico al caucho.

—¿En serio?

—¿No te acuerdas de lo malo que te pusiste cuando te comiste todas las ruedas de aquel camión que te mosqueó?

El demonio pareció quedarse muy decepcionado.

—Vaya. ¿Por eso fue? Simi creía que era porque estaba allí la foca de Artemisa.

Jiraiya le dio un beso a la niña en la coronilla antes de dársela al demonio para que la cogiera.

—Cuida de Chõchõ unos minutos. Y no te la comas ni dejes que se coma nada.

—No te preocupes, Akri. Simi nunca se comería a la pequeña Chõchõ. Sabe cuánto la echarías de menos si lo hace.

Jiraiya le dio al demonio un abrazo cariñoso antes de levantarse y acercarse hasta donde él se encontraba. Alto y delgado, largo cabello blanco, el atlante era la estampa de un joven en la flor de la vida. Había pocas personas que lo superasen en altura y Jiraiya era una de ellas.

Aunque no era precisamente su altura lo que resultaba intimidante. El Cazador Oscuro estaba rodeado por un aura atávica y muy poderosa. Un aura que incluso el animal que llevaba dentro temía. Aun así, se conocían desde hacía siglos. De hecho, fue Jiraiya quien lo ayudó a localizar a su madre. Sin embargo, no tenía ni idea de por qué lo había ayudado. Claro que nadie entendía a Jiraiya.

—¿Sabes, lobo? No es de buena educación espiar a los demás.

Resopló al escucharlo.

—Como si alguien pudiera espiarte. —Miró al demonio y a la niña humana —. No sabía que ejercieras de niñera.

Jiraiya bajó la vista hasta su mano marcada antes de mirarlo a los ojos. Había algo muy desconcertante en esos turbulentos ojos, unos ojos que irradiaban un poder místico y una sabiduría ancestral.

—Y yo no sabía que fueras un cobarde.

La rabia lo asaltó al escuchar el insulto. Se abalanzó sobre el atlante, pero este se apartó con agilidad.

—Ni se te ocurra.

La orden irradiaba tal fuerza que lo detuvo de golpe. Jiraiya miró por encima de su hombro a la anciana que seguía junto a las cortinas.

—Chiyo, ¿te importaría traerle a Naruto una taza de té?

—No bebo té.

—¿Chiyo?

—Lo traeré enseguida. —La anciana regresó a la tienda.

—No bebo té —insistió.

—Te beberás el té que hace Chiyo y te gustará.

—No soy uno de tus Cazadores Oscuros, Jiraiya —le dijo con una mirada amenazadora—. No bailo al son que tocas.

—Tampoco ellos. Pero eso no viene al caso, ¿verdad? —Jiraiya ladeó la cabeza como si estuviera escuchando algo que solo él podía oír—. Estás buscando respuestas.

—No necesito nada de un Cazador Oscuro. Nunca lo he necesitado.

Jiraiya dejó escapar un largo suspiro.

—Siento lo de Karin, Naruto, pero ese era su destino.

Torció el gesto al escuchar las condolencias. Aún tenía el corazón destrozado por la muerte de su hermana.

—No me hables del destino, Cazador. Ya he tenido bastante.

Para su absoluta sorpresa, Jiraiya le dio la razón.

—Sé lo que sientes. Pero eso no cambia lo que está pasando dentro de ti, ¿verdad?

Lo fulminó con la mirada.

—¿Y tú qué sabes?

—Todo. —Cruzó los brazos por delante del pecho mientras lo estudiaba con una mirada que le puso los pelos de punta—. La vida sería muy sencilla si tuviéramos todas las respuestas, ¿no es verdad? ¿Vendrá tu manada a matarte? ¿Volverá Menma a ser normal? ¿Te aceptará Hinata como pareja?

Sus palabras lo dejaron de piedra.

—¿Cómo sabes lo de Hinata?

Jiraiya no respondió.

—No sé si sabes que los humanos tienen una increíble capacidad para amar. No deberías subestimarla, ni tampoco deberías subestimarte, solo porque te asuste lo que pueda pasar. Más bien deberías pensar un poco en lo que podría pasar si la abandonas.

Qué fácil decirlo. No era a él a quien perseguían.

—¿Qué sabrás tú sobre el miedo?

—Lo bastante como para dar una clase que durara toda la eternidad. — Desvió la mirada hacia la pequeña que acababa de ponerse en pie precariamente junto al demonio, ya que sus piernecitas aún no estaban acostumbradas a soportar su peso—. Es preciosa, ¿verdad?

Se encogió de hombros. Desconocía las cualidades que hacían que un niño humano fuera hermoso.

—Cuesta creer que si Chõji no hubiera confiado en Karui y en su vida en común, esa niña jamás habría existido. Nadie habría escuchado la belleza de su risa ni habría visto la belleza de su sonrisa... Piénsalo, Naruto. Una contable que solo quería llevar una vida normal y un Cazador Oscuro que creía que el amor era un cuento. Si Chõji le hubiera dado la espalda, seguiría siendo un Cazador Oscuro solitario. Y Karui seguramente estaría casada con otra persona de haber sobrevivido al apolita y al daimon que querían robarle sus poderes.

—¿Habrían sido felices? —No estaba seguro del porqué de su pregunta.

Jiraiya se encogió de hombros.

—Tal vez sí o tal vez no. Pero mira a su pequeña. Crecerá siendo la hija de una hechicera y de un Cazador Oscuro. Sabrá cosas de este mundo que muy pocas personas llegarán a descubrir. De hecho, ya lo sabe. Ahora, imagina que no existiera. ¿Qué habría perdido el mundo sin ella?

—¿Qué ha ganado con ella?

Jiraiya no vaciló en responder.

—Ha ganado un alma preciosa que crecerá para ayudar a quien lo necesite. En un mundo lleno de maldad, ella jamás hará daño a nadie. Y dos almas que jamás conocieron el amor se tienen ahora la una a la otra.

Naruto resopló al escucharlo.

—¿No te has planteado nunca escribir novelas rosas, Jiraiya? Tal vez eso sea aceptable en términos de ficción, pero deja que te cuente cómo es el mundo real. Esa niñita crecerá, le romperán el corazón y se acostumbrará a que la gente se aproveche de ella.

—Y sus padres le arrancarán el corazón a cualquiera que lo intente. La vida es una caja de sorpresas, Naruto. Es dura y dolorosa la mayor parte del tiempo, y no está hecha para los blandos. El vencedor se lo lleva todo y aquel que no se atreve a pisar el campo de batalla jamás consigue nada.

—¿Qué quieres decir?

—Creo que ya lo sabes. ¿Será la vida de Hinata mejor sin ti? ¿Quién sabe? Tal vez haya algún humano por ahí que llegue a apreciarla. Pero ¿la apreciará la mitad de lo que tú lo haces?

No. Lo sabía sin lugar a dudas. Para él, las tiernas caricias de Hinata eran inestimables.

—¿Qué pasa si muere por mi culpa?

—La muerte es inevitable para los humanos. Morirá algún día, pero la verdadera pregunta es si vivirá de verdad. —Jiraiya hizo una pausa antes de añadir —: ¿Y tú?

Se quedó allí en silencio mientras rumiaba lo que el atlante le había dicho. Chiyo regresó con el té y le dio las gracias antes de probarlo. Para su sorpresa, Jiraiya había estado en lo cierto. Estaba muy bueno.

Jiraiya cogió a la niña en brazos y se volvió hacia él.

—En fin, siempre cabe la posibilidad de que Hinata no te acepte. Conócela como hombre, Naruto. Dale la oportunidad que tu padre jamás le dio a tu madre. Que vea al hombre y al animal y que decida después.

—¿Y si me rechaza?

—¿Eso es lo que más te preocupa?

Apartó la mirada. La dichosa astucia del atlante era un coñazo. No, lo que más temía era que Hinata lo aceptase y que él no fuese capaz de protegerla de sus enemigos.

—Lo único que puedes hacer es dejarte la piel en el intento y confiar en que todo salga bien.

—¿De verdad confías en las Moiras?

La respuesta de Jiraiya lo sorprendió.

—En absoluto. Se equivocan como el resto de nosotros. Pero en algo habrá que creer. —Jiraiya acunó a la pequeña contra su pecho—. Así que... ¿qué eliges?

Siguió dándole vueltas a la pregunta de camino a la tienda de Hinata. No sabía qué escoger y la verdad era que Jiraiya tampoco lo había ayudado mucho.

En su forma animal, abrió la puerta con el hocico. Desde que se había ido a vivir con ella, Hinata había tomado por costumbre dejar la puerta entreabierta cada vez que él salía.

Como si supiera que iba a regresar.

También le había hecho una cama al otro lado del mostrador para que pudiera echarse y observarla mientras trabajaba. Y le gustaba mucho mirarla, sobre todo cuando interactuaba con otras personas. Poseía una dulzura de la que carecían muchos de sus conocidos.

Le gustaba sobre todo verla con Temari. Las dos eran muy graciosas. Al menos cuando no estaban poniendo verde al género masculino en general, con la excepción de sus respectivos padres. En parte, esperaba que Temari intentara castrarlo porque era macho.

En esos momentos Hinata estaba sentada en el taburete de madera junto a la caja registradora, terminándose la mitad de un sándwich.

—Aquí estás —le dijo con una sonrisa—. Me estaba preguntando qué te habría pasado.

Hinata le ofreció la otra mitad del sándwich y le dejó comer de su mano. Cuando se lo terminó, le colocó la cabeza en el regazo. Ella le acarició las orejas, y la ternura del gesto lo desarmó.

Tal vez Jiraiya tuviera razón. Ambos se merecían que le diera a Hinata la oportunidad de elegir. Naruto Uzumaki nunca había permitido que el miedo lo dominara. Claro que no había sabido lo que era perder a un ser querido hasta hacía ocho meses.

En una sola noche lo había perdido todo.

¡Por los dioses! Estaba tan cansado de estar solo... Tan cansado de no confiar en nadie... De no tener a nadie con quien reír. Tal vez Hinata fuera su futuro.

Tal vez debiera intentarlo y ver cómo acababa la cosa.

Pero ¿cómo?

¿Qué hacían los humanos para cortejarse?

Hinata estaba sentada en el taburete, recogiendo los restos de su almuerzo para tirarlos a la papelera. Los dos últimos días habían sido espantosos mientras se instalaba en el diminuto apartamento y hacía todo lo posible por olvidar a Toneri y la crueldad con la que la había tratado. Aunque ese desgraciado cabrón aún tenía que devolverle sus cosas.

—Por favor, que no tenga que ir a buscarlas —dijo mientras hojeaba un catálogo de la nueva temporada que tenía junto a la caja registradora.

Si lo hacía, pensaba llevarse a Temari con ella por el mero hecho de vengarse. Y si daba la casualidad de que Temari se llevaba una llave inglesa... Bueno, tampoco podía impedírselo. Después de todo estaban en un país libre. Y si la llave inglesa acababa cayendo sobre las rodillas de Toneri una o dos veces... o una docena... En fin, los accidentes eran algo muy normal.

Mientras disfrutaba con la idea, bajó la mano para acariciar a su lobo detrás de las orejas, y se sintió mejor de inmediato.

Durante esos dos días, Naruto se había convertido en su inseparable compañero. En ese momento estaba sentado detrás del mostrador a sus pies, contento con quedarse a su lado. Si diera con algún hombre que fuera tan fiel... La puerta de la tienda se abrió.

Alzó la vista y vio entrar a Toneri. Se le paró el corazón. Era alto y guapo, siguiendo el engañoso estilo de belleza televisivo. Llevaba unos chinos y una camisa de Ralph Lauren. Entró en la tienda como si fuera suya. Como si no le hubiera destrozado el corazón sin miramientos unos cuantos días antes.

—Hola, Hinata —la saludó con esa sonrisa perfecta de anuncio de dentífrico —. ¿Estás sola?

Su lobo comenzó a gruñir.

—Hola, Toneri —replicó, y volvió a bajar la mano para calmar a su compañero—. Si no tienes en cuenta a mi mascota, sí, estoy sola.

—¿Mascota? —Toneri observó por encima del mostrador a Naruto, que ya se había puesto de pie y tenía las orejas hacia atrás.

Su ex retrocedió un paso.

—Una mascota impresionante, sí, señor. ¿Te la ha regalado tu padre?

—¿Qué quieres? —le preguntó—. Sé que no has venido solo para estar un rato de cháchara conmigo.

—Yo... Esto... Tengo tus cosas ahí afuera y quería saber qué hago con ellas.

Cuando miró por el escaparate, vio la pequeña furgoneta de una empresa de mudanzas aparcada detrás del Alfa Romeo rojo de Toneri.

—Se suponía que ibas a traérmelas hace dos días.

Toneri resopló.

—Bueno, he estado ocupado. En fin, ya sabes que tengo una vida.

Puso los ojos en blanco mientras la rabia se apoderaba de ella.

—Exactamente igual que yo.

—Claro —dijo Toneri con una carcajada—. Comer bombones y ver la tele es tan estresante...

Lo fulminó con una mirada recriminatoria.

—Eres un idiota integral. ¿Qué fue lo que vi en ti?

Toneri extendió los brazos como si se estuviera presentando y sonrió.

—Lo que todas las mujeres, nena. Asúmelo, los dos sabemos que ningún otro tipo tan bueno como yo volverá a interesarse por ti.

Naruto se abalanzó sobre él.

—¡No! —gritó, pero ya era demasiado tarde. El lobo ya lo había agarrado del brazo y su ex gritó de dolor.

Cogió al lobo y lo apartó de Toneri. Naruto se resistió, ladrando y gruñendo con ferocidad, pero al final lo soltó. Tras llevarlo al almacén, lo encerró allí.

Toneri se protegió el brazo herido.

—Acabas de cagarla. Date por denunciada.

—Ni se te ocurra —le dijo, y perdió por completo el control mientras se plantaba delante de él—. Estás en mi propiedad. Le diré a la policía que me estabas amenazando.

—Sí, claro, ¿quién se lo va a tragar?

—Cualquiera de los presentadores de las otras dos cadenas, que te odian tanto como yo.

Toneri se puso pálido.

—Sí —le dijo con malicia—. Recuerda a todas las personas de la ciudad a las que esta gorda conoce. No te conviene meterte conmigo.

Toneri dio media vuelta y salió a la calle.

Lo siguió al escuchar que les gritaba a los de la mudanza: —Dejad esas porquerías en la calle.

—¡Ni se os ocurra!

—¡Hacedlo! —masculló.

Para su absoluta consternación, los de la mudanza abrieron las puertas traseras de la furgoneta y comenzaron a dejar las cajas en la acera.

Se quedó pasmada.

—Os pagaré tres mil dólares si lo lleváis todo a mi apartamento. Está aquí detrás.

Los tipos se miraron entre sí antes de asentir con la cabeza y echar a andar hacia la puerta.

—Doblaré cualquier oferta que os haga para que dejéis sus cosas en la calle como la basura que es.

Los de la mudanza volvieron a dejar las cajas en la acera.

—¡Eres un cabrón!

Toneri abrió la boca para responderle, pero volvió a cerrarla al escuchar el ronroneo de una moto que se acercaba.

Ella frunció el ceño al ver que el conductor se subía a la acera por delante del Alfa Romeo y aparcaba la moto justo en la puerta de su tienda. En cuanto el tipo se quitó el casco, se le disparó el pulso.

Era Naruto... Y no precisamente el peludo. Vestido con una cazadora negra de cuero y unos vaqueros desgastados, estaba para comérselo. Su apostura de tipo malo dejaba en ridículo la cara de niño bonito de Toneri.

El ex de Hinata los miró con la boca abierta cuando vio que se acercaba al recién llegado. Naruto abatió el soporte y luego pasó una de sus largas y masculinas piernas por encima del asiento. En un alarde de agilidad, la joven se pegó a él y le dio un beso de película.

—Hola, Hinata —la saludó Naruto.

—Hola —respondió ella, con una sonrisa.

—¿Quién rayos es este? —preguntó Toneri.

Naruto lo miró de arriba abajo y el gesto dejó bien claro que no estaba impresionado en lo más mínimo.

—Su amante, ¿quién diablos eres tú?

Semejante respuesta la llenó de alegría mientras se mordió el labio. Le daban ganas de volver a besarlo.

—Su novio.

—¡Ah! —exclamó Naruto—. Así que tú eres el idiota desgraciado ese... — La miró—. Creí que le habías dado la patada a este perdedor.

La sonrisa de Hinata se ensanchó antes de mirar a Toneri con malicia.

—Lo hice, pero ha vuelto... de rodillas.

Naruto miró por encima de su hombro a los de la mudanza, que estaban apilando con presteza sus muebles y sus cajas en la acera.

—¿Qué están haciendo esos?

—Toneri les va a pagar para que dejen mis cosas en la calle como si fuera basura —contestó con la voz quebrada por la crueldad de su ex—. Y doblará cualquier cantidad que yo les ofrezca para que las lleven a mi apartamento.

La expresión de Naruto dejó muy claro que la respuesta no era de su agrado.

—¿De verdad? —Levantó la barbilla—. ¡Eh, chicos!

Los de la mudanza se detuvieron para mirarlo.

—Diez mil dólares si lleváis las cosas de la señorita al apartamento y las dejáis donde ella quiera.

El más alto se echó a reír.

—Sí, claro. ¿Los llevas encima?

Naruto se apartó de ella. Sacó su móvil y se lo dio al tipo.

—Pulsa el uno y llamarás al Wachovia. Pregunta por Leslie Daniels, la presidenta del banco, y dale tu número de cuenta y entidad bancaria. Te hará una transferencia al instante o, si lo prefieres, te lo girará por Western Union.

El hombre parecía escéptico, pero lo obedeció. En cuanto preguntó por la tal Leslie, se le pusieron los ojos como platos. Miró a sus compañeros antes de encaminarse a la furgoneta para sacar su talonario.

Naruto la miró y le guiñó un ojo.

El tipo regresó poco después y le pasó el teléfono a Naruto.

—Dice que quiere hablar con usted para asegurarse de que es el señor Uzumaki.

Naruto cogió el teléfono.

—Hola, Les, soy yo... Sí, lo sé. —Mientras escuchaba, fulminó a Toneri con una mirada asesina—. ¿Sabes una cosa? Mejor que sean quince mil. Parecen unos tipos honrados. Sí, vale. Hablaremos más tarde. —Colgó y miró a los de la mudanza.

El encargado asintió con la cabeza en un mudo gesto de admiración.

—Vale, chicos, ya habéis oído al señor Uzumaki. Tened mucho cuidado con las cosas de la señorita y dejadlas donde ella os diga.

Naruto se burló de Toneri con lo que solo podía calificarse como una sonrisa satisfecha.

—¿No te apetece doblarlo ahora?

Su ex echó a andar hacia ellos, pero la expresión asesina del rostro de Naruto lo hizo retroceder. Los miró con una mueca asqueada.

—Puedes quedarte con esa puta foca.

Antes de que le diera tiempo a parpadear, Naruto había tumbado a Toneri sobre el capó de su coche y lo estaba agarrando por el cuello.

Corrió hacia ellos mientras le golpeaba la cabeza contra el capó.

—¡Naruto, para, por favor! Van a llamar a la policía.

Naruto lo soltó con un gruñido.

—Si vuelves a insultar a Hinata, te juro que te rajo el pescuezo y te echo a los caimanes. ¿Ha quedado claro?

—Estás loco. Os voy a denunciar ahora mismo.

Naruto esbozó una sonrisa burlona.

—Inténtalo. Solo tengo que pulsar el dos para llamar a mi abogado. Te van a estar cayendo tantas demandas durante tantos años que serán tus nietos los que acaben yendo a los tribunales.

Toneri se bajó a duras penas del capó del coche y los miró con los ojos entrecerrados, aunque era evidente que se sabía vencido. Con la respiración alterada, abrió la puerta del coche sin muchos miramientos y salió disparado de allí.

—Esto, ¿señorita? —la llamó el encargado—. Cuando usted pueda, nos dice dónde ponemos sus cosas.

Dejó a Naruto lo justo para abrir la puerta y acompañarlos hasta su estudio en la parte trasera. Cuando regresó, Naruto estaba apoyado contra la fachada del edificio, con la vista clavada en la furgoneta de la mudanza.

Se le desbocó el corazón.

—Gracias —le dijo en voz baja—. Me alegro muchísimo de que hayas aparecido en el momento justo.

Naruto alzó la mano y le acarició un mechón de pelo que le caía sobre el hombro.

—Sí, yo también me alegro.

—Yo... en fin... Tendré que pagarte a plazos lo de la mudanza.

—No te preocupes. Es un regalo.

—Naruto...

—No te preocupes —insistió—. Ya te he dicho que el dinero no tiene valor para mí.

¿Cuánto dinero tendría para hablar así de quince mil dólares? ¿Y por qué querría semejante ricachón salir con ella?

—Bueno, pues para mí sí lo tiene y no quiero tener la sensación de estar en deuda contigo.

—No me debes nada, Hinata. En serio.

—Ni hablar, tengo que pagarte de alguna manera.

—Entonces cena conmigo y estaremos en paz.

Negó con la cabeza.

—Esa no es manera de pagarte.

—Claro que sí.

Abrió la boca para responder, pero en ese instante se acordó del otro Naruto.

—¡Ay, no! Tengo que sacar a mi lobo. ¡Debe de estar como loco!

Naruto se quedó pálido al escucharla, pero ella no se dio cuenta porque ya iba de regreso a la tienda.

Miró a su alrededor para asegurarse de que los de la mudanza no lo veían y se teletransportó al armario del almacén al tiempo que adoptaba su forma de lobo. Acababa de llegar cuando Hinata abrió la puerta.

—Aquí estás, precioso —le dijo, arrodillándose para acariciarlo—. Siento haber tenido que encerrarte aquí. ¿Estás bien?

La acarició con el hocico.

Ella lo abrazó con fuerza antes de enderezarse.

—Vamos, bonito, quiero presentarte a alguien.

Apretó los dientes al escucharla. ¿Cómo diablos podía presentarse a sí mismo? Era poderoso, pero aquello sobrepasaba todas sus habilidades. De modo que se abalanzó sobre la puerta entreabierta y echó a correr hasta estar seguro de que nadie lo veía.

Hinata salió en persecución de su lobo.

—¡Naruto! —lo llamó mientras corría hacia la puerta. No había ni rastro de él.

—¿Me has llamado?

Dio un respingo antes de girarse hacia el Naruto humano, que estaba detrás de ella.

—No, mi lobo...

—¿Se llama Naruto?

Abrió la boca para contestar y sintió que le ardía la cara.

—Es una historia muy larga.

Él se limitó a sonreír.

¡Señor! ¿Cómo se metía en esos problemas?

—Bueno, yo no me preocuparía por él. Estoy seguro de que volverá.

—Eso espero. Porque le he cogido mucho cariño.

El comentario hizo que se le cayera el alma a los pies. Eso era lo último que quería escuchar de sus labios. Claro que él también le había cogido mucho cariño... Lo que era una completa locura.

Le apartó la mano del cabello, aunque lo que deseaba hacer en realidad era estrecharla entre sus brazos y besarla. Su parte humana y su parte animal deseaban desgarrar sus ropas para poder frotarse contra ella. Para sentir la suavidad de su piel. Para lamerla...

La expresión del rostro de Naruto hizo que tragara saliva. La estaba mirando como si fuera una tarta que estuviera a punto de devorar. Ningún hombre la había mirado con tanto deseo, con tanto anhelo. La dejó paralizada.

—Esto, ¿señorita?

Dio un respingo al escuchar la voz del encargado.

—¿Sí?

—¿Dónde quiere que pongamos la cama?

Miró a Naruto.

—Vuelvo enseguida, ¿vale?

Lo vio asentir con la cabeza. Fue consciente de que su ardiente mirada no se apartaba de ella ni un instante mientras se alejaba para reunirse con los de la mudanza.

Naruto intentó recobrar la respiración mientras la observaba alejarse de él. Esa mujer tenía el mejor culo que había visto en la vida. Su forma de recogerse el pelo le resultaba irresistible e insoportable a la vez. Los mechones que le acariciaban el cuello despertaban el deseo de lamer cada centímetro de esa excitante piel.

¿Así era como se sentían todos los lobos con sus parejas? ¿O era Hinata, que provocaba algo especial? No lo sabía a ciencia cierta. Pero estaba con ella en forma humana. Que los dioses se apiadaran de ellos.


Continua