NIGHT PLAY
11|Esperanza
Damn Yankees — High Enoug
Confinada en su diminuta habitación, el transcurso de las horas le confirmó una cosa.
Aquello no era un sueño.
No entendía cómo podía ser real, pero no le quedaba más remedio que asimilar que aquello no era el episodio del manicomio de Buffy Cazavampiros ni tampoco un engaño. Toda aquella gente era real, por no decir que tenían la comida más asquerosa que había probado en la vida.
Así no era de extrañar que estuvieran todos tan debiles, blancos. Había dejado la bandeja con la comida casi intacta en la mesita de noche, junto a los libros. Paseaba de un lado a otro de la habitación mientras escuchaba cómo debatían en el salón lo que iban a hacer con ella.
La situación se iba haciendo más terrorífica con cada minuto que pasaba.
De repente, notó un movimiento a su espalda. Se giró y descubrió a un hombre que se parecía a Naruto. Tenía el pelo negro y los ojos azules, y su rostro resultaba asombrosamente parecido. Estaba recién afeitado, pero tenía el pelo más largo que Naruto e iba vestido a la antigua usanza: cuero y armadura. Al igual que Kaguya, llevaba una espada envainada en la espalda.
La estaba observando exactamente igual que un animal observaba a su presa.
—¿Quién eres? —le preguntó Hinata.
El hombre guardó silencio y se acercó a ella para cogerle la mano y echarle un vistazo a la marca. El odio refulgió en su mirada.
En un abrir y cerrar de ojos, descubrió que la había sacado de la habitación sin saber cómo y que estaba en mitad del salón, entre una jauría furiosa a más no poder. Se sintió como un caramelo a la puerta de un colegio.
Al verla, el volumen de las voces de los congregados se multiplicó por diez.
—¡Daré! —gritó el anciano—. ¿Por qué la has traído?
El gemelo de Naruto la miró con expresión asesina.
—Exijo una timoria por su pareja.
La multitud expresó su acuerdo a gritos.
—No —dijo Kaguya mientras se abría paso para acercarse a ellos.
—¿Qué pasa, madre? —le preguntó el tal Daré—. ¿Han cambiado tus sentimientos por los animales que nos dan caza?
—Tú mejor que nadie sabes que no es así.
—En ese caso, déjanos devolverles lo que nos han hecho.
Kaguya apuntó a su hijo con la espada.
—Como centinela, hice el juramento de proteger...
—¿A una puta katagaria? —la interrumpió su hijo al tiempo que le daba un empujón a Hinata para acercarla a ella—. Apesta a ellos. ¡Propongo que acabemos con esto de una vez por todas!
La multitud estalló en vítores.
Hinata comenzó a temblar de miedo.
—¿Padre? —dijo Kaguya—. ¿Así van a ser las cosas?
El anciano recorrió tranquilamente la multitud con los ojos antes de mirar a su hija.
—Deberías haberme consultado antes de traerla, Kaguya. Les ofreces protección a nuestros enemigos cuando no hay nadie aquí presente que no haya sufrido la pérdida de un familiar a manos de un katagario. ¡Por los dioses del Olimpo, mira lo que le han hecho a nuestra propia familia! Tu madre perdió la razón por su culpa y yo he perdido a todos mis hijos salvo a ti.
»Lograste escapar de sus garras de milagro y solo porque fuiste capaz de hacerles frente. ¿Y ahora pides perdón para una de ellas? ¿Acaso han logrado que tú también pierdas la razón, hija mía? —En ese momento miró a Hinata con cara de pocos amigos—. Someteremos la timoria a votación. ¿Quién está a favor?
El rugido que se alzó de la multitud fue tan ensordecedor que se vio obligada a cubrirse los oídos.
—¿Quién está en contra?
—Yo —contestó Kaguya, aunque fue la única voz que se escuchó.
El anciano cogió su báculo e inspiró hondo.
—Está decidido. Preparad a la humana para la timoria.
Tenía el presentimiento de que la dichosa timoria no era nada bueno, sobre todo cuando vio a tres mujeres que se acercaban a ella para llevársela.
—¿Qué está pasando? —les preguntó cuando la agarraron—. ¿Qué es una timoria?
—Lo siento, Hinata —le dio Kaguya antes de que se la llevaran—. Perdóname, por favor.
¿Que la perdonara? ¿Por qué?, pensó.
—¿Os importaría deteneros? —preguntó al borde de la histeria mientras forcejeaba para zafarse de las manos de las mujeres. En vano—. ¿Tendríais la amabilidad de decirme qué coño está pasando aquí?
La más alta de las tres se giró para contestarle de muy malos modos: —Solo hay un castigo por emparejarse con un katagario. Serás entregada a los hombres de nuestro clan que aún no tienen pareja.
—¿Cómo que seré entregada?
La expresión de la mujer se lo dijo todo. Iban a violarla.
Comenzó a chillar y a forcejear con todas sus fuerzas.
Naruto tardó un minuto en ubicarse cuando apareció en la antigua Britania. Viajar en el tiempo siempre lo desorientaba. Los saltos temporales exigían un enorme despliegue de poder.
A partir de ese momento tendría que andarse con cuidado. Si utilizaba sus poderes para localizar a Hinata, su madre o su gente podrían percibirlo. Aunque no les temía en absoluto, no tenía intención de declarar una guerra sin contar con el respaldo de un ejército.
En esa época, era el clan de su madre quien mandaba. Su abuelo era el regis de uno de los clanes de lobos más poderosos que existían y se rumoreaba que su querido abuelito había matado a más katagarios que cualquier otro centinela de la historia.
Respiró hondo mientras observaba la aldea emplazada al otro lado del seto tras el cual estaba agazapado. Estarían esperándolo.
Más o menos.
Escuchó un crujido a su espalda, en el bosque. Se giró esperando encontrarse con un animal salvaje o con uno de los miembros del clan de su madre.
Se equivocó.
Era Gaara.
Ni siquiera la presencia de su madre lo habría sorprendido tanto. Al menos, eso habría tenido sentido. Pero a Gaara no se le había perdido nada por esos lares. El lobo adoptó de inmediato su forma humana y lo miró horrorizado, boquiabierto y totalmente desnudo. Naruto apartó la vista de inmediato.
—¿Qué rayos estás haciendo aquí? —se preguntaron al unísono.
—Ponme algo de ropa encima —masculló Gaara mientras se tapaba las partes nobles con las manos.
Poco dispuesto a que la imagen se le quedara grabada a fuego en la cabeza, no tardó en complacerlo y lo vistió con unos vaqueros negros y una camiseta de manga corta.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó con los dientes apretados.
—Estoy haciendo lo que te dije que iba a hacer. Alejar a la Jinchûriki de vosotros, pero resulta que tú estás aquí y ellos están justo ahí —contestó Gaara, señalando con evidente furia una colina cercana—. Se suponía que estabas en Nueva Konoha, pendejo, no en Britania.
Frunció el ceño, receloso de la presencia del otro lobo.
—¿Por qué has traído a la Jinchûriki aquí?
Gaara le lanzó una mirada furibunda.
—Porque era el modo más sencillo que se me ocurrió para librarnos de ellos de un plumazo. Yo no puedo hacerlo solo y pensé que Kaguya tendría un orgasmo si hacía picadillo a un miembro de la Jinchûriki de Nagato.
Sus palabras lo confundieron aún más y su recelo se incrementó.
—¿Conoces a Kaguya?
Gaara puso los ojos en blanco.
—Sí. Tuve un encuentro con ella hace unos cuantos siglos y me dejó tirado para que muriera. ¿Quieres ver las cicatrices?
Naruto captó el olor de Yahiko. Se estaba acercando a ellos. Gaara lo agarró por el brazo y tiró de él para ocultarse en un soto.
—Oye, estamos de mierda hasta el cuello. Los arcadios nos odian a muerte.
—Lo sé.
—No, no tienes ni idea —lo corrigió Gaara con contundencia—. No tienes ni idea de lo que pagarían por convertirnos en su merienda. Tenemos que largarnos de aquí.
Naruto se zafó de su mano.
—Hinata está en esa aldea y no voy a moverme a menos que ella venga conmigo.
Gaara soltó una palabrota.
—¿Cuánto tiempo lleva con ellos?
—No lo sé, yo acabo de llegar. El transcurso del tiempo es diferente en cada período, ya lo sabes.
—De acuerdo. Tendremos que sacarla de ahí de inmediato y rezar para que no haya estado demasiado tiempo.
—¿Por qué crees que estoy aquí?
Gaara no pareció escucharlo.
—Vale. Piensa, piensa, piensa... —Lo miró de repente—. ¿Tienes algún plan?
—Entro y rescato a mi pareja.
—Kaguya habrá lanzado un hechizo inhibidor para contener tus poderes.
Eso le arrancó una carcajada.
—Que lo intente.
—Tienes pelotas, sí, señor —masculló Gaara entre dientes con evidente respeto —. ¿Qué diablos? No se puede vivir eternamente. Prométeme que si las cosas van mal, me matarás antes de que me pongan las manos encima.
Fue una petición tan sincera que se quedó horrorizado. ¿Qué le habrían hecho?
—Júramelo, Naruto.
—Te lo juro.
Antes de que Gaara pudiera decir nada, Yahiko, Deidara y Konan, en su forma animal, se adentraron en el soto. Con las cabezas gachas, los lobos los rodearon entre gruñidos y chasquidos de mandíbulas.
—¡Mierda! —gruñó Gaara mientras los lobos se agazapaban, listos para atacar. Escucharon un chillido procedente del pueblo.
Naruto no titubeó. Agarró a Gaara y se desmaterializaron justo antes de que Yahiko se abalanzara sobre ellos.
Hinata hundió los tacones en el suelo y mordió con todas sus fuerzas a una de las mujeres que la estaban sujetando. En respuesta, la mujer gruñó y le dio un bofetón. Ella contraatacó con otro mordisco.
¡Estaban listas si creían que iba a permitirles que la ataran! Tal vez no fuera Temari, pero podía morder y tirar del pelo como la mejor.
Uno de los hombres se adelantó y la agarró por el cuello.
—Soltadla. —La voz acerada de Naruto resonó por toda la estancia.
Se le llenaron los ojos de lágrimas al escuchar esa voz, el sonido más dulce de toda la tierra. Miró hacia la derecha y lo vio en su forma humana, de pie, desarmado y acompañado por su lobo blanco.
¿Por qué no iba armado?
Los hombres más cercanos a él lo atacaron en masa. Atónita, observó la escena mientras él giraba, asestando patadas y puñetazos a diestro y siniestro que lanzaban a sus rivales al suelo. Sus movimientos eran tan rápidos que apenas podía seguirlos.
Y entonces desapareció para volver a aparecer a su lado. Las mujeres se abalanzaron sobre él. Arrojó a una de espaldas hacia la multitud al tiempo que se agachaba y le ponía la zancadilla a la segunda para que tropezara. A la tercera la tiró de cabeza al suelo.
Ya podían aprender los actores de Hollywood de su velocidad y agilidad. Mientras él le desataba las manos, escuchó que su lobo seguía gruñendo y luchando. En cuanto tuvo las manos libres, le arrojó los brazos al cuello y lo estrechó con fuerza. Las mujeres se precipitaron hacia ellos, pero una especie de muro invisible pareció detenerlas.
—¡Gaara! —gritó Naruto.
El lobo corrió hacia ellos. Su perseguidor rebotó cuando se topó con el muro invisible. Gaara adoptó forma humana, desnudo eso sí, y soltó una malévola carcajada en dirección a sus perseguidores.
La aparición del hermano de Naruto, totalmente desnudo, la dejó pasmada. No podía negar que tenía un cuerpo estupendo...
¡Por amor de Dios!, pensó. ¿Es que nadie era lo que parecía?
Naruto chasqueó los dedos y vistió a Gaara.
Daré soltó un taco.
—¿No dijiste que habías matado a Gaara, madre? —gritó al otro lado del muro.
El aludido lo miró con manifiesta repugnancia.
—Te puedo asegurar que puso todo su empeño, hermanito. Pero los animales tienen una increíble capacidad de supervivencia. —Miró a Kaguya—. ¿No es cierto, madre?
Daré se abalanzó sobre él, pero descubrió que algo le impedía alcanzarlo y lo lanzaba hacia atrás. De hecho, todos aquellos que intentaron acercarse a ellos acabaron en el suelo.
—¿Qué es esto? —masculló Daré al tiempo que golpeaba el muro invisible con su espada.
Gaara volvió a reírse.
—Tu peor pesadilla, *adelfos. Te presento al primogénito de nuestra camada
—dijo, señalando a Naruto—. Sus poderes dejan a la altura del betún a los de cualquiera de los presentes, el abuelo incluido. —Miró a Kaguya de reojo—. Tenías razón, mamá. La mezcla de la sangre arcadia y katagaria produjo un hechicero de poder incomparable. Pero no fui yo. Lo siento.
Naruto sintió que se le desbocaba el corazón mientras escuchaba y ataba cabos. Gaara era su hermano. Sin embargo, eso no era lo importante en ese momento. Lo único que importaba era la seguridad de Hinata.
Uno de los arcadios se acercó a él por detrás. Se giró y lo apartó con una descarga.
—Tenéis suerte de que no sea el animal que pensáis que soy —les gruñó a los arcadios—. Pero si volvéis a acercaros alguna vez a mi pareja, os daré el gusto.
Daré soltó una carcajada malévola.
—Vale, quédate con tu mujer. Faltan tres semanas para la luna llena y eso nos da tiempo de sobra para perseguirte y matarte. Tendrás que dormir en algún momento y, entonces, serás nuestro.
Gaara meneó la cabeza.
—No has escuchado una sola palabra de lo que he dicho sobre Naruto, ¿verdad? Es una lástima que no fuera yo quien nació con sus poderes. De ser así, os habría matado a todos. Pero supongo que él es mejor hombre que yo.
Naruto le lanzó una gélida sonrisa a su hermano «humano» . Daré se parecía mucho a Menma. Era una lástima que el odio que se profesaban sus padres los hubiera llevado a esa situación. Que hubiera engendrado y envenenado a una nueva generación.
Claro que a él jamás se le había ocurrido coexistir con su familia arcadia. Lo habían expulsado y repudiado siglos atrás.
Su sonrisa se tornó diabólica.
—Al contrario que tú, hermanito, no necesito una asquerosa luna llena para saltar en el tiempo.
Y en un abrir y cerrar de ojos los tres estaban en Nueva Konoha, a salvo en el interior de la mansión de Chõji.
—Creo que necesito paracetamol... una caja entera —dijo Hinata, alejándose de Naruto con paso inseguro para sentarse en el sofá más cercano—. Y una botella de vodka para bajarlo.
Chõji, Karui y Temari entraron a la carrera en la estancia.
—Ha sido rápido —dijo Temari—. Rayos, Naruto, no pierdes el tiempo, ¿verdad?
El katagario hizo oídos sordos a la pregunta mientras se arrodillaba frente a ella.
—¿Estás bien?
—No lo sé —contestó con sinceridad, pasmada e histérica, mientras lo observaba—. Mi novio es un perro, su madre es una psicópata y me he librado por los pelos de protagonizar una película porno de serie Z, con un vestuario pésimo y una comida más asquerosa todavía. En fin, yo diría que la familia me ha acogido con los brazos abiertos. ¡Bienvenida, Hinata! Ahora tendrás que acostarte con mis hermanos, con todos ellos, con mis primos, mis amigos y demás gente que vive por aquí.
»¡Dios! Las familias políticas suelen invitarte a comer con ellos, no te inmiscuyen en una vendetta que arrastran desde hace cuatrocientos años. —Era estupendo poder despacharse a gusto, pero en el fondo seguía aterrada. Ya no estaba segura de nada. De nada—. ¿Estoy a salvo, Naruto? ¿O todavía es posible que alguien aparezca de la nada en el salón y me lleve vete tú a saber dónde? ¡No me apetece ver al verdadero Dino con Pedro Picapiedra corriendo tras él! No quiero ver nada salvo mi vida normal y corriente aquí en Nueva Konoha.
Naruto le tomó la cara entre las manos. Su contacto la reconfortó en cierta medida.
—Estás a salvo, Hinata. No voy a permitir que nadie más te lleve a ningún sitio. Te lo juro.
—Y tengo que creerte. ¿Por qué?
—Porque acabo de darte mi palabra.
—Bueno, eso zanja el asunto, ¿no? —Meneó la cabeza—. Después de todo esto, estoy deseando conocer a tu padre. Tiene que ser la leche. —Lo miró sin pestañear mientras asimilaba el horror de lo sucedido en las últimas horas—. ¿Hay alguna otra tradición familiar extraña que tenga que conocer? ¿Algún esqueleto en el armario? ¿Tías locas? ¿Pulgas? —Miró a Gaara—. No tendré que acostarme con él, ¿verdad?
Temari arqueó las cejas al escuchar la última pregunta.
—¿Adónde la han llevado? Parece un sitio divertido...
—¿Quieres ir? —le preguntó Gaara—. Puedo llevarte.
—Gaara —masculló Naruto—, ya tienes bastantes cosas que explicar. Deja tranquilos a los humanos.
—Y a Temari también —añadió Chõji.
Karui le clavó el codo en el estómago.
—¿Qué? —exclamó su marido con expresión inocente.
Naruto se sentó sobre los talones y miró a la pareja por encima del hombro.
—He protegido la casa con un escudo que debería mantenerlos alejados. Y que conste que he dicho «debería» . No tengo ni idea de lo que es capaz de hacer el demonio, sobre todo si Karui vuelve a invitarlo a entrar.
—No podrá hacer nada más.
Hinata alzó la vista al escuchar la nueva voz grave y masculina. La última persona a la que esperaba ver acababa de aparecer en el salón. Aunque no sabía por qué se sorprendía... Tal como estaban saliendo las cosas, la verdulera del mercado podía ser una mujer serpiente o una zombi... ¿Por qué no?
—¿Jiraiya? —preguntó, al reconocer al altísimo y recién llegado.
Con sus más de dos metros de altura, vestido de cuero negro y rodeado por un aura que solo podría definirse como magnetismo sexual en estado puro, Jiraiya no pasaba inadvertido en ningún sitio.
—¿Conoces a Jiraiya? —le preguntó Naruto.
—Sí. Suele venir de vez en cuando a la tienda con una novia monísima aunque un tanto extraña que arrasa con todo, literalmente. —Volvió a mirar a Jiraiya—. ¿Tú también eres uno de estos bichos raros?
—Culpable —contestó Jiraiya, regalándole una encantadora sonrisa.
—Genial —musitó—. ¿Hay alguien más que esté metido en el ajo y que yo conozca?
Los ocupantes de la estancia intercambiaron unas cuantas miradas avergonzadas.
Naruto se puso en pie y se plantó frente a Jiraiya.
—¿Qué sabes de Kakuzu?
—Que ya es historia. Tu madre hizo un trato con él para que secuestrara a tu pareja, a la de Gaara y a la de Menma. El trato está sellado. Le llevó a Hinata y ya no puede volver a negociar con él.
—¿Estás seguro?
Jiraiya cruzó los brazos por delante del pecho.
—Te lo garantizo personalmente.
—Entonces, ¿volverá cuando Menma encuentre a su pareja? —preguntó Gaara.
—Sí —contestó Jiraiya—. Y, en respuesta a tu siguiente pregunta, sí de nuevo. Volverá a por la tuya.
Gaara soltó una palabrota.
—Lo siento —dijo Jiraiya—. Pero mirad el lado positivo, no podéis quejaros de tener una madre aburrida...
—No tiene gracia, Jiraiya —replicó Naruto—. Creí que ibas a proteger a Hinata por mí.
—Eso iba a hacer, pero no me dio tiempo. Ni siquiera yo puedo estar en dos sitios a la vez.
—Qué pena —soltó Naruto—. Si conocías a Kakuzu, ¿no podrías haberme advertido antes de que pasara todo esto?
—No se puede decir que hayas estado muy comunicativo conmigo últimamente... Además, no es sensato inmiscuirse en los dictados del destino.
—Me repatea cuando empiezas a soltar esas estupideces sobre el destino. Estás hablando conmigo, Jiraiya, no con uno de tus putos Cazadores Oscuros. Sé lo que eres y también sé de lo que eres capaz. Eres un cabrón por jugar así con nosotros.
La ira refulgió en los ojos de Jiraiya.
—No estoy jugando contigo, lobo, y será mejor que reces para que nunca lo haga.
A juzgar por la expresión de Naruto, Hinata supo que estaba deseando replicarle, pero que se estaba mordiendo la lengua.
—¿Qué más me estás ocultando? —le preguntó Naruto.
—Miles de cosas. El destino final del mundo. El próximo presidente. Los resultados de la liga de este fin de semana. Joder, incluso podría decirte la combinación ganadora de la lotería.
—¿En serio? —preguntó Temari con una expresión radiante—. ¿Te importaría compartirlo con nosotros? Vamos, Jiraiya. Necesito los números. Por favor. Por favor, ¡suéltalo! Si lo haces, dejaré que Simi se coma todas las palomitas.
Jiraiya resopló antes de girarse hacia Temari, Karui y Chõji.
—Creo que Naruto necesita unos momentos a solas con su hermano y su pareja.
—¡Jiraiya, dime los números! —imploró Temari.
Él la miró con sorna.
—Seis.
Su amiga alzó las manos y le hizo un gesto para que continuara.
—¿Y?
—Definitivamente hay un seis en la combinación ganadora.
—¡Joder, no tiene ninguna gracia! —exclamó Temari con un mohín que no tardó ni un segundo en desaparecer—. En fin, ahora que sabemos que Jiraiya es muy cruel y que Naruto no es un asesino en serie, supongo que será mejor que regrese a la tienda. —Se detuvo al llegar al lado de Jiraiya—. ¿Siguen en pie los planes para ir al cine el viernes?
Él asintió con la cabeza.
—Allí estaré, como de costumbre.
—Genial, hasta entonces. —Y se marchó sin más.
Chõji lo miró boquiabierto.
—¿Estás saliendo con Temari?
Jiraiya esbozó una sonrisa torcida.
—No, pero me resulta muy entretenida. Suelta las palabrotas más impresionantes mientras vemos películas y come más palomitas que Simi. No me duele reconocer que se ha convertido en uno de mis personajes preferidos.
—Pero qué retorcido eres, Jiraiya —replicó Chõji mientras se alejaba hacia la parte trasera de la mansión.
—Pues yo creo que eres maravilloso —dijo Karui antes de alzar las manos y tirar de él para darle un beso en la mejilla. Cuando lo soltó, se dio la vuelta y echó a andar en la misma dirección que su marido mientras alzaba la voz para añadir—: Y que mi marido dormirá en la habitación de invitados durante un par de noches.
La niña comenzó a llorar en la planta alta.
—Voy yo —dijo Jiraiya, que se desveneció de inmediato.
Karui se detuvo junto al sofá.
—Si alguien me necesita, estoy en la cocina.
—Vale —replicó Hinata—. ¿Tú también vas a desaparecer sin más, Karui?
—No tengo esa habilidad —contestó, acariciándole la mano en un gesto reconfortante—. Sé cómo te sientes. En serio. Al igual que tú, yo también creía que a mi querida prima le faltaba un tornillo y en los dos últimos años he descubierto que está cuerda a más no poder. Solo tienes que respirar hondo y creer en lo imposible. —Les ofreció una sonrisa alentadora y los dejó a solas.
—En fin —dijo Gaara al tiempo que se frotaba la nuca—, supongo que ahora viene la parte en la que me das la patada y yo me largo. Que tengáis una vida estupenda.
—Espera —le ordenó Naruto, poniéndose en pie—. No me traicionaste, ¿verdad?
—No. Mi plan era llevar a Yahiko y a su grupito con los arcadios. Era imperativo marearlos a ellos, no a ti. —Estaba observando a Naruto con recelo—. Aunque, si te digo la verdad, te odio y no sabes hasta qué punto me cabreas. Te he odiado toda la vida.
—¿Por qué? ¿Qué te he hecho yo?
—No tienes ni idea —contestó Gaara con expresión gélida y airada—. Mamá no siempre fue la loca que tú conoces. Por lo menos, no conmigo. Siento mucho lo que te hizo, Hinata —le dijo, mirándola—. Pero tienes que entender lo que los katagarios le arrebataron. Después de que mi padre la raptara, todos los lobos del clan salieron en su rescate. Aprovechando su ausencia, otra manada de katagarios asaltó la aldea y asesinó a todos los niños que se cruzaron en su camino. Violaron y mataron a la mayoría de las mujeres. Las que sobrevivieron lo hicieron porque lucharon con uñas y dientes y la mayoría de ellas, como nuestra abuela, jamás se recuperó. Por eso había tan pocas mujeres en la aldea.
Gaara suspiró y miró a Naruto.
—No conoces nada sobre nuestra herencia arcadia. Siempre hay un Bijuu en cada generación desde que nació el primer miembro de nuestra familia. El hermano mayor de nuestra madre, que murió cuando a ella la raptaron, era uno. El abuelo fue otro. Cuando regresó con Daré, con Kurama y conmigo, creyó que yo sería el siguiente. Mi olor era extraño y todos supusieron que era a causa del poder que ostentaba.
—Pero tú no eres arcadio.
Gaara meneó la cabeza.
—Tú y yo somos el yin y el yang. Fui un niño humano y cuando llegué a la pubertad, descubrí que en realidad mi esencia era la del lobo.
Naruto se encogió al escucharlo. Comprendía a su hermano mucho más de lo que le gustaría.
—Lo siento.
—¡Uf, hombre! No tienes ni idea de lo que pasé. ¿Crees que lo tuyo fue duro? Por lo menos, Karin y Menma estuvieron a tu lado. Te protegieron. Yo intenté ocultarlo, pero en cuanto Daré descubrió en lo que me había convertido, se lo dijo a mamá. Y su reacción fue más bien retrógrada... El chiste es malo, ya lo sé.
No se habría esperado menos. Su padre habría reaccionado igual de haber sabido la verdad.
—Es una centinela. Su trabajo es matar a los katagarios.
—Sí, lo sé. Yo era demasiado joven para enfrentarme a ella. Me atacó con todas sus fuerzas y me hizo picadillo. —Guardó silencio mientras hacía una mueca, como si los recuerdos siguieran siendo duros a pesar del tiempo transcurrido—. Estuve sangrando durante días mientras me ocultaba de ella y de los demás. ¿Quieres saber por qué no soy capaz de hacer un puñetero hechizo a derechas? Porque nadie me enseñó.
»A pesar de todos sus defectos, Nagato se aseguró de que vosotros tres recibierais entrenamiento después de que volvierais de vuestro año de supervivencia. Yo pasé cien años solo. No me atrevía a entrar a ninguna guarida katagaria por temor a que captaran el olor a arcadio que desprendía. Lo único que he aprendido a hacer de maravilla es a camuflar mi olor. Ahora mismo podría estar mintiéndote perfectamente, ¿verdad?
Lo miró sin pestañear. Con expresión asesina.
—No lo estás haciendo.
—¿Cómo lo sabes?
—Jiraiya no te habría dejado aquí conmigo si fuera así.
Gaara resopló al escucharlo.
—Confías demasiado en un Cazador Oscuro que pasa de nosotros.
—No. Confío en un hombre que nunca me ha demostrado otra cosa que amistad. —Cruzó los brazos por delante del pecho—. Así que, ¿por qué viniste a nuestra guarida?
—Por la misma razón que tú fuiste a ver a mamá. Quería saber cómo era el resto de mi familia. Tenía la intención de decirte quién era, pero en cuanto vi el desprecio con el que Nagato os trataba a ti y a Menma, supe que sería un error.
—Podrías habérnoslo dicho a nosotros. Te habríamos acogido con los brazos abiertos.
—Te recuerdo que Daré, mi hermano de camada y mi mejor amigo, ya me había traicionado. Me entregó a nuestra madre encadenado. Me inculcaron desde la cuna que no te puedes fiar de los animales, que son impredecibles. Pero ¿sabes lo que he descubierto? Los animales solo matan por dos razones: para proteger y para comer. Los humanos matan por muchísimas más. A pesar de lo que creen, no somos ni la mitad de peligrosos que ellos. Pero tú ya lo sabes, ¿verdad?
Asintió con la cabeza.
Gaara suspiró y retrocedió.
—En fin, qué tengáis una vida feliz o como diablos se diga.
—¿Adónde vas? —le preguntó.
Gaara se encogió de hombros.
—A cualquier sitio.
—¿Y ya está? —volvió a preguntarle—. ¿Me dices que eres mi hermano y luego te largas?
—¿Y qué quieres que haga? No me quieres cerca. Y no me necesitas ni por casualidad.
Frunció el ceño al escucharlo. ¿Sabría Gaara...?
No, no lo sabía. La única familia que había tenido en la vida lo había traicionado. No era de extrañar que lo odiara. Al menos, Karin, Menma y él habían sido una piña y juntos habían superado los peligros y los obstáculos.
Gaara había estado solo durante siglos. Siempre se había mantenido en la periferia de la manada y jamás había hablado con nadie. Mientras que otros lobos se agrupaban como amigos o aliados, Gaara siempre se mantenía al margen.
A decir verdad, rara vez había luchado por ganarse el derecho a copular con una hembra. Debía de haber sido horrible saber que eran hermanos y no decir nunca ni una sola palabra sobre ello. ¿Cuántas veces los habría observado reír juntos, unidos como una familia en contra del resto de la manada, a sabiendas de que él debería formar parte del pequeño grupo?
Y por esa omisión se sentiría eternamente culpable. Debería haber percibido el vínculo de sangre que los unía.
Gaara era muy bueno camuflando su olor.
—Eres mi hermano —le dijo con sinceridad—. Y yo valoro mucho la familia. Aunque no sepas nada más sobre mí, al menos eso deberías tenerlo claro.
—¿Desde cuándo soy familia?
—Desde que nacimos y desde que viniste a advertirme sobre Yahiko. —Le tendió la mano—. No necesito un juramento de fidelidad, hermano. Somos familia.
Gaara titubeó antes de aceptar su mano. Cuando lo hizo, Naruto tiró de él y lo abrazó.
Hinata sintió un nudo en la garganta al ver el sufrimiento en el rostro de Gaara. Saltaba a la vista que no había esperado ni la reacción de Naruto ni mucho menos que lo aceptara como su hermano.
—No te traicionaré —le aseguró Naruto—. Jamás. Y si Menma sale de esta, tampoco lo hará.
Gaara retrocedió y asintió con la cabeza.
—Y como se te ocurra salir por esa puerta —siguió, con los dientes apretados —, me veré obligado a dejarte lisiado.
Gaara se echó a reír.
—Vale. Supongo que tendré que quedarme aquí una temporadita. — Carraspeó al tiempo que retrocedía—. Que digo yo que ahora querréis hablar. Estaré en la cocina con Karui.
Naruto esperó hasta que estuvieron a solas antes de girarse hacia ella.
—Un día de perros, ¿verdad?
Se reclinó en el sofá y respiró hondo mientras intentaba asimiar los extraños acontecimientos que habían tenido lugar durante las últimas veinticuatro horas.
—Ya te digo. Tenemos bebés con poderes mágicos, hermanos que son lobos, madres psicópatas, novios asesinos, amigos cazavampiros... Vaya, no sé si me olvido de algo. —Era imposible asimilarlo todo—. ¿Estoy loca? —le preguntó—. Y quiero que me digas la verdad.
—Ojalá fuera así de sencillo. Ojalá pudiera decirte que sí para que Sakura pudiera ayudarte. Pero no, no estás loca.
Eso era lo que se temía. Y eso le planteaba otra pregunta. ¿Qué iba a hacer?
—Vale, a ver si he entendido lo que me ha dicho tu madre. Esto —dijo, poniendo la mano con la palma hacia arriba para que la marca fuera visible— significa que de algún modo estamos destinados a ser marido y mujer. Pero si me niego, tú pasarás el resto de tu vida solo e impotente, ¿no? Y yo, en cambio, seré libre para vivir mi vida como me apetezca. ¿Es así?
Naruto hizo un gesto afirmativo.
—Tu posición es un poco complicada, ¿verdad?
Cuando él apartó la mirada, vio que le palpitaba un músculo en la mandíbula.
—No espero que me aceptes, Hinata. Nunca lo he hecho. Bueno, tal vez me hiciera ilusiones por un ratito, pero no soy imbécil y no vivo en un mundo de... vale, sí, vivo en un mundo de ilusión y fantasía, pero jamás he sido un iluso.
Se arrodilló frente a ella, le cogió la mano y le dio un beso en la palma. Era tan tierno con ella... Tan dulce... Alzó la mano y la colocó sobre su cálida y áspera mejilla.
¿Cómo podría abandonar a un hombre como ese?
No es humano, se recordó.
No del todo, al menos. Y vivía en un mundo terrorífico, plagado de magia, misterios y monstruos aterradores capaces de cometer las peores atrocidades.
—¿Qué es lo que quieres, Naruto? —le preguntó, desesperada por saberlo—. Dime la verdad. ¿Me quieres solo por esto? —Alzó de nuevo la palma de la mano —. ¿O me quieres a mí? A ver, es que no me conoces en realidad. Ni yo te conozco a ti. Sé que eres un tipo genial para sacarme de un apuro y que al lado de tu familia los Addams parecen normales. Pero no conozco al verdadero Naruto.
Él se quitó su mano de la cara y la sostuvo sobre su palma callosa mientras la taladraba con esos ojos azulosos.
—Si te soy sincero, no lo sé. Nunca he deseado a una hembra como te deseo a ti, Hinata. Pero no sé si es por la marca o por otra cosa. No lo sé.
Al menos le había dicho la verdad. Eso era un punto a su favor. Jamás le había mentido.
—¿Cuánto tiempo tengo para tomar una decisión? —le preguntó.
—Dos semanas. Aproximadamente. Y eso si no hay más interferencias por parte de algún demonio o de mi madre.
—¿Y si intentamos actuar con normalidad? —La ridiculez de la sugerencia le arrancó una carcajada. Sí, claro eran dos personas normales y corrientes intentando capear con las adversidades del destino. Unas adversidades que podían ser muy perjudiciales para la salud. No tardó en recobrar la seriedad—. Vale, por lo menos podemos fingir cierta normalidad. Déjame conocer al verdadero Naruto con todas sus peculiaridades para que vea qué me esperaría. Así podré decidir si soy capaz de enfrentarme a todo esto sin volverme loca de remate.
Naruto se quedó pasmado por la sugerencia.
—¿No vas a alejarte de mí sin mirar atrás?
—Eso es lo que debería hacer y ni siquiera sé por qué estoy considerando esta idea, la verdad. Pero me gusta lo poco que he visto de ti, Naruto, y supongo que todo el mundo tiene problemas. No tan serios como los que tú tienes, pero por lo menos contigo sabré que cuando le diga a la gente que tengo un novio muy perro, no será de forma metafórica.
Se rió por lo bajo y Hinata le dio un apretón en la mano.
—Así que enséñame lo peor que hay en ti, lobo. Yo te enseñaré lo peor de mí y dentro de dos semanas, veremos dónde nos deja todo esto.
No podía creerlo. Hinata era demasiado buena para ser de verdad. En el fondo había creído que saldría corriendo y chillando por la puerta, tachándolos a todos de estar como cabras.
Pero le estaba dando una oportunidad. Y eso era algo que hacía mucho tiempo que no tenía... esperanza. La posibilidad de que se quedara a su lado lo inundó de alegría.
—Tengo tantas cosas que decirte...
Ella dio un respingo.
—No vas a chuparme la sangre, ¿verdad?
Joder. Tenía que tenerle miedo precisamente a eso... En fin, era absurdo ocultarle la verdad. Mejor desembucharlo todo antes de que se cabreara con él por haberle ocultado ciertos detalles. Como su pareja, se merecía que respondiera todas sus preguntas.
—No tengo que hacerlo, no.
Hinata lo miró con evidente recelo.
—¿Qué quieres decir con que no tienes que hacerlo?
—No soy un vampiro, pero un ritual de emparejamiento consta de dos partes. Primero, tú me aceptas como tu pareja.
—¿Cómo lo hago? ¿Es algo parecido a una boda?
—Para nosotros lo es. Pero lo hacemos desnudos.
Su respuesta la dejó boquiabierta.
—¿Con testigos? ¡Ni de broma!
—No —la tranquilizó, riéndose a carcajadas ante su arranque de indignación. Estaba preciosa cuando se ruborizaba. Sus ojos grises resplandecían en contraste—. Solo estaremos nosotros dos. Yo estaré tumbado de espaldas, uniremos nuestras marcas y tú me recibirás en tu cuerpo. Después, pronunciamos nuestros votos de fidelidad.
Hinata ladeó la cabeza como si no terminara de creer que estuviera diciéndole la verdad.
—¿Eso funciona?
Él asintió.
—Es magia.
—En fin, si tú lo dices... ¿Y la segunda parte?
—La segunda parte es opcional y podemos elegir si la hacemos o no. Consiste en unir mi fuerza vital a la tuya.
—¿Y por qué tendrías que hacerlo?
—Porque eres humana y si no lo hacemos, morirás en menos de cien años mientras que yo seguiré viviendo cuatrocientos o quinientos años más antes de llegar a la vejez.
Hinata se quedó totalmente estupefacta al recordar las palabras de Kaguya. En aquel momento las había atribuido a su supuesta locura o a la de la mujer. Al parecer, era cierto al igual que todo lo demás.
—¿De verdad tienes cuatrocientos años?
—Cuatrocientos sesenta para ser exactos.
La respuesta la hizo tomar una honda y lenta bocanada de aire. « ¡Dios mío!», exclamó para sus adentros. ¿Qué se sentiría al vivir durante tanto tiempo? ¿Cuántas cosas se podrían ver?
Era alucinante.
Sin embargo, cayó en la cuenta de algo aterrador. Algo que le encogió el corazón mientras la atenazaba el pánico más absoluto.
—Sobreviviría a todos mis conocidos —musitó—. A Temari, a mi hermano, a mis primos. Todos habrán muerto antes de que yo envejezca, ¿verdad?
Naruto respiró hondo y asintió con la cabeza.
—No es fácil, pero yo estaré a tu lado. Y mi familia y mis amigos. —Su expresión se aligeró como si se le hubiera ocurrido algo de repente—. Rin Uchiha. La conoces. Es inmortal.
La noticia la dejó pasmada. Hacía años que conocía a Rin.
—¿Que Rin es inmortal?
—Sí.
—¡Venga ya! ¿Desde cuándo?
—Desde siempre. Su marido y ella lo son.
¡La tapa! ¿Quién iba a imaginar que la mujer que le había vendido los objetos decorativos de su tienda y de su estudio era inmortal?. De repente, se le ocurrió algo. Un momento, un momento, pensó. ¡No era justo!
—¿Por qué nosotros no podemos ser inmortales?
Naruto se encogió de hombros de forma despreocupada.
—Porque mi gente no lo es. Tenemos vidas muy largas, pero limitadas. —Le apretó las manos con fuerza—. Aunque tiene sus desventajas. Si decides unir tu fuerza vital a la mía, tendré que beber de tu sangre y tú tendrás que beber de la mía. El intercambio de sangre es el único modo de hacerlo. Además, si uno de los dos muere, el otro lo hará también.
Se quedó blanca. La idea era espantosa. Claro que al lado de otras muchas cosas que para Naruto eran el pan de cada día, eso sería una tontería.
—Pero no tienes que hacerlo, Hinata —se apresuró a asegurarle—. Ambas decisiones están en tus manos.
Respiró hondo mientras meditaba todo el asunto. Lo que Naruto le estaba pidiendo era un compromiso bestial que le daba un nuevo significado al «hasta que la muerte nos separe».
Sin embargo, con los ojos clavados en el hombre que estaba arrodillado frente a ella, no pudo evitar preguntarse si la vida a su lado sería tan mala. Era considerado y generoso. Una rareza en el mundo que ella habitaba. De cualquier forma, la situación se merecía dos semanas de prueba.
—Vale —dijo lentamente—. Ahora me toca a mí. Si decido que seas mi pareja, quiero una boda humana. Mis padres no comprenderán otra cosa y no estoy muy segura de querer contarles todo esto.
—Me parece bien.
—Eso significa que tendrás que conocerlos.
—Vale. Seguro que no dan tanta grima como los míos.
—En fin, por regla general no tienen tendencias homicidas, pero se muestran muy protectores conmigo.
—Ya los quiero.
La sonrisilla juguetona que acompañó a sus palabras le arrancó una carcajada.
—No sé, siempre había pensado que conocería a un chico con el que saldría durante un par de años y que después me pediría de rodillas en algún sitio romántico que me casara con él. Nunca se me ocurrió que mi compromiso sería así —confesó, jugueteando con un mechón de su pelo—. Supongo que la vida nunca es como queremos que sea, ¿verdad?
Naruto se estremeció. Nunca había pretendido alterar su vida de un modo tan horrible. Lo único que había querido era acariciarla un instante.
Que lo acariciara a su vez. Tal vez todo aquello fuera cruel, pero su corazón se negaba a dejarla. Solo la quería a ella. Tanto el animal como el hombre que moraban en él ansiaban que esa mujer lo tocara, nada más.
—Haré cualquier cosa para hacerte feliz, Hinata.
Hinata apretó el mechón de pelo con más fuerza. En ese momento creyó que amaba a ese hombre. O al menos supo que podría llegar a amarlo.
Pero ya le habían hecho daño y no lo conocía bien. Solo tenía dos semanas para conocerlo. Lo que sabía de él hasta ese momento era aterrador... y alucinante.
Lo único que esperaba era que no le mintiera ni la engañara. Si le mostraba al verdadero Naruto y ese hombre lobo era honesto, podría aceptarlo. Su mayor temor era que al cabo de dos semanas lo aceptara y se convirtiera en el animal psicópata e intratable del que había hablado su madre.
¿Qué haría entonces?
Toneri había sido maravilloso al comienzo de su relación. Incluso le había regalado bombones en su primer día de los enamorados. Con el paso del tiempo se había transformado en un imbecil. ¿Pasaría lo mismo con Naruto?
Y durante cuatrocientos años... muchísimo tiempo para pasarlo al lado de una persona.
No si lo amas, se recordó.
Tal vez fuera cierto.
Lo menos que podía hacer era intentarlo. Y tener esperanza.
—Vale, ¿qué hacemos ahora? —le preguntó.
—Tengo que encontrar un lugar donde puedas estar a salvo en caso de que tenga que dejarte sola.
—¿Qué pasa con mi tienda?
—Buscaré a alguien que la atienda por ti.
Eso sonaba demasiado sencillo.
—¿Cómo?
—Le pediré otro favor a Jiraiya. Los Cazadores Oscuros tienen humanos que los ayudan. Dirigen muchos de los negocios de la ciudad y estoy seguro de que podrán enviar a alguno de ellos para que se encargue de tu tienda. Lo bueno es que si aparece alguno de los míos, sabrá cómo manejarlo.
—Muy bien. Comencemos con el cortejo y veamos cómo va la cosa.
Naruto se puso en pie y le ofreció la mano.
Sufrió un instante de indecisión. Nunca le había tenido miedo al futuro, pero en esos momentos estaba asustada. Tomó una honda bocanada de aire para darse valor, colocó la mano en la de Naruto y dejó que él le diera un tirón para ponerla en pie. Supuso que la llevaría a la cocina, pero en cambio se teletransportaron a la habitación infantil.
—No sé si sabes —le dijo, ligeramente mareada tras el «viaje» — que los pies funcionan de maravilla.
Él se echó a reír.
—Acabas de decir que querías que me comportara normalmente. Prefiero este medio de transporte. Es mucho más rápido.
Jiraiya estaba sentado en una mecedora de madera blanca de estilo clásico, acunando al bebé que dormitaba en sus brazos y observándolos con abierta curiosidad. Tenía un biberón medio vacío entre las piernas. La niña, ataviada con un vestidito rosa, se chupaba un diminuto puño, protegida entre sus brazos. Había algo tan incongruente en la imagen que se quedó mirando alelada.
Un hombre vestido de cuero negro y con cadenas, no parecía la opción más sensata a la hora de buscar a alguien que cuidara de un niño. Sin embargo, ahí estaba, sentado en una coqueta habitación rosa, meciendo al bebé. Debería parecer totalmente fuera de lugar y aun así parecía estar en su salsa.
—Ya he avisado a Shion Addams para que se encargue de la boutique —les susurró—. Lo único que necesita saber es dónde están los libros de cuentas y las llaves de la tienda y cuál es el banco donde tiene que hacer los ingresos.
—Dios, eres bueno... —dijo Naruto.
Jiraiya esbozó una sonrisa engreída.
—El mejor.
Naruto se removió, inquieto.
—En ese caso, sabrás...
—Aquí tienes la dirección. —Extendió la mano y por arte de magia apareció una tarjeta de visita entre sus dedos. Se la ofreció a Naruto, que se acercó para cogerla—. Estaréis seguros allí. Confiad en mí. Es más paranoico que una comunidad apolita. Su casa es invulnerable.
Naruto le echó un vistazo al nombre impreso en la tarjeta y se quedó petrificado.
—¿No le importa que nos quedemos con él?
Jiraiya se encogió de hombros.
—Tiene sitio de sobra en su casa. Intentad haceros invisibles y ya está. — Miró tras él y sonrió a Hinata—. Shikamaru es un poco insoportable, Hinata, pero es un tipo legal siempre y cuando no mientes a Chõji en su presencia. Se asegurará de que no te pase nada.
—¿Shikamaru? —preguntó ella.
Naruto soltó el aire despacio y se giró para mirarla.
—Es un vampiro sin sentido del humor.
Continua
Glosario:
— Adelfos: Hermano en griego
