NIGHT PLAY
16|Nuestro comienzo
The Story Of Us — Taylor Swift
Naruto estaba detrás de la barra, cogiendo unas Coca—Colas mientras Killer B se burlaba de él.
—¿No te alegra que te mandara de nuevo con ella?
—Cierra el pico, Killer B.
—Venga ya, lobo. Sé cuánto lo aborreces. Di «gracias, Killer B».
—Antes prefiero que me corten... —Naruto dejó la frase en el aire al ver que aparecía un destello en la pista de baile. Al principio creyó que se trataba de alguien que quería unirse a la fiesta, hasta que se dio cuenta de que el «humano» no era capaz de mantenerse como tal. Cambiaba de lobo a hombre de forma intermitente.
No tardó en reconocerlo.
Era Yahiko.
Dejó las bebidas en la barra y saltó sobre ella antes de echar a correr hacia el recién llegado.
—Tranquilo —le dijo Iruka mientras ayudaba al lobo herido a recostarse en el suelo de hormigón—. ¿No puedes mantenerte en tu forma animal?
—Avisa... a Naruto.
Naruto lo sostuvo y utilizó sus poderes para mantenerlo en forma humana.
—¿De qué me tiene que avisar?
Yahiko estaba hecho puré. Alguien le había dado una paliza y lo había dejado a las puertas de la muerte. Era un milagro que siguiera con vida.
—Tu... madre...
—No hables —le dijo—. Piénsalo.
Yahiko apoyó la cabeza en el suelo y cerró los ojos.
—Kaguya y sus centinelas han matado a Konan y a Deidara. Yo no quería morir. Hice un trato con ella. Le prometí que si me dejaba con vida, la traería aquí para que os matara a Menma y a ti.
Apretó los dientes al escucharlo, pero no lo interrumpió.
—Se suponía que iba a dejarme escapar, pero en cuanto le dije que Menma estaba en el Santuario, se abalanzó sobre mí. Viene hacia aquí, Naruto. Tal vez ya haya llegado.
—¡Por Dios! —resonó la voz de Konohamaru desde la puerta de acceso a la casa de los Senju—. Subid todos, rápido. La humana de Naruto está cantándole las cuarenta a una loba. ¡Y la tiene arrinconada!
Hinata estaba aterrada. El corazón le iba a mil por hora, pero no tenía la intención de hacerse a un lado y dejar que Kaguya matara a Menma.
Debería haber llamado a Naruto, pero quería acabar con todo aquello de una vez por todas.
Y sabía cómo hacerlo.
O eso esperaba.
Abrió la puerta de la habitación de Menma de golpe.
Kaguya se giró hacia ella con un gruñido.
—No te metas. Esto no es asunto tuyo.
—Sí que lo es. Si haces daño a mi pareja, me haces daño a mí, y no pienso consentirlo.
—No quiero hacerte daño, Hinata.
—Pues vete.
Kaguya alzó un brazo y la estampó contra la pared. El impacto le provocó un tremendo dolor en la espalda, pero no minó su determinación.
Kaguya se giró hacia Menma y extendió el brazo.
Ella agarró la silla que había en la habitación y se la estrelló en la espalda. Su oponente cayó de rodillas al suelo, pero acto seguido intentó lanzarle otra descarga. Sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, le clavó el tranquilizante que acababa de coger de la sala de curas.
Kaguya chilló y se abalanzó sobre ella. Acabaron estampadas contra la cómoda.
—Ya estoy muy crecidita para pelearme —dijo Hinata entre dientes—. ¡Y tú más!
Kaguya se tambaleó cuando el tranquilizante comenzó a hacerle efecto. Utilizó sus poderes para golpearla con la lámpara, pero esta cayó al suelo antes de acercarse siquiera a ella.
—¿Qué me has hecho?
—Te he drogado.
Tres segundos después caía desmadejada al suelo.
Se acercó a ella y la giró hasta dejarla tendida de espaldas. Kaguya tenía los ojos abiertos y la miraba con una expresión vidriosa. Satisfecha al saber que se quedaría quietecita al menos un minuto, agarró a su suegra y la arrastró hasta la habitación contigua, donde la encerró en una jaula. En la parte superior había un botón rojo que rezaba «Cierre». Lo pulsó con la esperanza de que le impidiera atacarla con sus poderes.
—Muy bien —dijo mientras observaba a la mujer con cautela—. Voy a buscar a Iruka porque no tengo muy claro que te haya dado la dosis adecuada. Lo creas o no, no quiero matarte. Pero que te quede bien clarita una cosa: he dicho que no quiero. Eso no significa que no vaya a hacerlo.
Kaguya movió una mano.
Era muy posible que le hubiera dado una dosis insuficiente, de ahí que la hubiera encerrado en la jaula.
—Mira, Kaguya, siento mucho lo que te pasó. De verdad. Entiendo por qué odias al padre de Naruto. Tienes todo el derecho del mundo a hacerlo. Pero eso es algo que solo os concierne a vosotros dos. No tiene nada que ver con Naruto, con Menma, ni con Gaara. Ellos son tus hijos.
—Tienen que morir —replicó su suegra con voz débil, confirmándole que la dosis de tranquilizante no había sido suficiente—. Son animales.
—¿Te has mirado en un espejo? —le preguntó—. Los animales se comen a sus crías sin motivo alguno. Naruto ni siquiera intentó matarte por haberme raptado. Os dejó tranquilos a ti y a toda la gente de la aldea. Tú eres la única que insistes en viajar en el tiempo para matar a alguien que jamás te ha hecho daño. ¡Por el amor de Dios! Le diste una paliza a Gaara, que es carne de tu carne y sangre de tu sangre y lo abandonaste para que muriera. ¿Eso es humano? Deja de engañarte. Tú tampoco eres humana, Kaguya. O tal vez sí lo seas. Bien sabe Dios que los humanos han cometido los crímenes más atroces contra sus semejantes.
» Los animales, tal y como dijo Gaara, solo matan para proteger y para comer. Son leales a sus seres queridos. Fue un humano quien me arrancó el corazón y lo pisoteó. Y fue Naruto quien apareció de repente y me devolvió la felicidad. Recogió mi corazón y lo acunó con cariño entre sus manos. Sé que jamás me haría daño, al menos de ese modo.
Se le llenaron los ojos de lágrimas al darse cuenta del amor tan inmenso que sentía por su pareja.
—Supongo que si tuviera que elegir entre un humano y un animal, me quedaría con el animal. Así que date por avisada, Kaguya. Si alguna vez vuelves siquiera a amenazar a Naruto o a sus hermanos, voy a demostrarte exactamente lo humana que soy. Me pondré mi ropa de camuflaje, te seguiré la pista y te despellejaré viva. ¿Me has entendido?
Escuchó que alguien vitoreaba a su espalda y se sobresaltó. Cuando se giró, vio en el vano de la puerta al clan Senju al completo, junto con varias personas más.
Sin embargo, fue Naruto quien reclamó su atención. El orgullo que asomaba a su rostro la puso a cien.
—Rayos, Naruto, tu pareja es la genial —dijo uno de los osos.
Kaguya se abalanzó sobre ella. Sacó el brazo por los barrotes de la jaula, intentando agarrarla.
—No puedes detenerme, humana.
—Ella no, pero yo sí.
Hinata se apartó cuando vio que Jiraiya se abría paso entre los Senju y entraba en la habitación hasta plantarse delante de Kaguya. Se agachó junto a la jaula y la miró a los ojos.
—Voy a llevarte a casa y voy a asegurarme de que no vuelvas a viajar en el tiempo jamás. Nadie más te subirá a caballito.
Kaguya le lanzó una mirada hosca.
—No —dijo Jiraiya como si pudiera leerle la mente—. Kakuzu no volverá a ayudarte. Vuestro trato ha sido anulado.
—No puedes hacer eso —gruñó la mujer—. Sigue vigente hasta que todos ellos encuentren a sus parejas.
Jiraiya le ofreció una sonrisilla burlona.
—Deberías codearte con los dioses más a menudo, Kaguya. Me han enseñado muy bien a encontrar las lagunas legales. Verás, todos tus hijos han encontrado ya a sus parejas. Solo que todavía no lo saben.
—¿Cómo dices? —preguntó Gaara.
Jiraiya hizo oídos sordos a la pregunta.
—Kakuzu ya está libre y por temor a que le dé su merecido en caso contrario, jamás volverá a hacer un trato contigo.
—¿Y qué pasa conmigo? ¿Yo no puedo darle su merecido a nadie? —chilló Kaguya, zarandeando los barrotes de la jaula—. ¿Dónde está la justicia para mí?
Jiraiya se enderezó y exhaló un suspiro cansado.
—A ver, vamos a hacer un trato si te parece. Tú vuelves a tu período temporal y te aseguras de que Daré se quede allí, y yo te concederé lo que más deseas en la vida.
Kaguya ladeó la cabeza y lo miró sin pestañear.
—¿Me lo juras?
—Sí.
Se llevó la mano al corazón y de allí a los labios.
—Trato hecho. Y ahora déjame salir de esta jaula para que pueda llevar a cabo mi venganza.
Jiraiya meneó la cabeza.
—No voy a dejar que mates a tus hijos, Kaguya.
—Pero has dicho que...
—Tu mayor deseo no tiene nada que ver con ellos. Ahora voy a mandarte a casa y te prometo que para cuando anochezca, estarás en el paraíso.
Kaguya se desvaneció sin más.
—¿Qué vas a hacer? —le preguntó Gaara a Jiraiya.
Él cruzó los brazos por delante del pecho y se giró para mirarlos de frente.
—¿Qué es lo que tu padre afirma desear por encima de todas las cosas?
Naruto se quedó boquiabierto.
—Tener de nuevo a su pareja al lado. Pero es una mentira que suelta para ganarse la compasión de la manada.
—En fin... —replicó Jiraiya muy despacio—. Hay que tener cuidado con lo que se desea. En ocasiones puede hacerse realidad... Naruto soltó un silbido por lo bajo.
—Recuérdame que no te cabree nunca.
—Pero no vas a juntarlos de verdad... ¿o sí? —preguntó ella.
Jiraiya se encogió de hombros.
—Las Moiras decretaron que su destino era estar juntos y ya va siendo hora de que se arreglen. Lo que pase entre ellos es asunto suyo.
—¿Qué te debo por este favor? —preguntó Naruto.
—Es gratis. La ayuda que le prestaste a Obito te salió demasiado cara. Considéralo un regalo de bodas mío y de Simi. Ni tu padre ni tu madre volverán a amenazarte. Ni a ti ni a tus hijos.
—¿Estás prediciendo el futuro, Jiraiya? —preguntó Tsunade.
—No exactamente. No estoy diciéndoles lo que va a pasar. Solo lo que no va a pasar.
—Gracias, Jiraiya —dijo Naruto.
—Ya que estás de humor —intervino Gaara desde el vano de la puerta—, ¿me dices quién es mi pareja?
Jiraiya esbozó una sonrisilla ladina.
—Encontrarla es asunto tuyo.
—Sí, pero...
—Déjalo, lobo —le advirtió Killer B, dándole una palmada en la espalda—. El gran Jiraiya no va a contestarte.
—Joder, hombre, me voy a volver loco. Sabes de sobra que he conocido a miles de mujeres a lo largo de mi vida.
—Sí —replicó Jiraiya—, pero no te has acostado con todas.
Gaara puso cara de sufrimiento.
Naruto entró en la habitación y la abrazó.
—Gracias —le dijo, estrechándola con fuerza—. Cuando Konohamaru me dijo que mi madre estaba aquí arriba contigo...
Le arrojó los brazos al cuello y dejó que el amor que sentía por él la inundara.
—No iba a permitirle que te hiciera daño.
Jiraiya echó a todo el mundo para que pudieran besarse en privado.
Al cabo de unos minutos y gracias a los poderes de Naruto, dejaron el despacho de Iruka y volvieron al Santuario. Yahiko estaba sentado en una silla.
Seguía sangrando y parecía un tanto aturdido. Pobre lobo. Pero sobreviviría.
Alguien hizo sonar «Sweet Home Alabama».
—Demasiado tarde —gritó Killer B—. Ya nos hemos enterado de que Jiraiya está aquí.
—Por cierto —dijo el susodicho mientras se acercaba a ellos—, ¿a quién vas a apoyar como alfa de la manada?
—No es asunto mío. Me exiliaron.
—Sí, pero dado que Nagato desaparecerá dentro de... una hora más o menos, van a necesitar un líder.
Naruto miró a Yahiko, que llevaba años deseando ocupar el puesto. Por desgracia, el lobo era un imbécil, de ahí que hubiera intentado pactar con su madre.
Su mirada se clavó en Gaara y en Cujo.
—¡Gaara! —gritó—. ¿Qué te parecería dirigir una manada de lobos?
Este esbozó una lenta sonrisa.
—Me encantaría.
—¡Y una mierda! —masculló Yahiko mientras intentaba ponerse en pie. Todavía estaba demasiado débil—. No es lo bastante fuerte como para mantenerla unida.
Miró a Gaara y después a Yahiko.
—Sí que lo es. Sé que mi hermano tiene la intención de traer de nuevo la manada a Nueva Konoha.
—Jamás apoyaré esa decisión —gruñó el lobo.
—Si no eres capaz ni de sostenerte en pie, idiota —replicó Gaara.
Naruto pasó por alto el arranque de su hermano.
—Sí lo harás. Porque de no ser así, tú y yo vamos a vernos las caras.
Revertió el hechizo y dejó que apareciera la marca de su rostro.
Yahiko perdió el poco color que tenía.
—¿Alguna pregunta?
El lobo se giró hacia Gaara y negó con la cabeza.
—¿Quieres que comience con el traslado?
La sonrisa de su hermano se tornó malévola.
—Te diría que sí, pero me parece que más bien comenzarías a sangrar de nuevo. Yo me encargaré de la manada. Iruka, ¿te importaría llevarte a Yahiko arriba antes de que se desplome?
El aludido asintió con la cabeza y se desvaneció, llevándose consigo al herido. Gaara se acercó a él.
—Gracias, Naruto.
—De nada. Te lo has ganado y te lo mereces mucho más que cualquier otro.
Hinata nunca se había sentido tan orgullosa de Naruto.
—¡Comida!
Se giró al escuchar esa voz alegre que conocía tan bien. Simi, el amigo de Jiraiya, que aveces se transformaba en una hermosa pelinegra y acababa de entrar así por la puerta con una sonrisa de oreja a oreja. Llevaba la larga melena negra recogida en dos trenzas a ambos lados del rostro y un reluciente par de cuernos rojos en la cabeza. Su atuendo se completaba con una minifalda negra de vinilo, unos leggins de rayas moradas y negras que desaparecían bajo la caña de sus botas militares, una camiseta ajustada roja y, sobre ella, otra de redecilla.
Se percató de que algunos de los miembros del clan de los osos se habían puesto muy nerviosos.
—Vale, Naruto —dijo en voz baja—. ¿Qué es Simi? ¿Animal, vegetal o mineral?
—Otra cosa —contestó él con una carcajada—. Es un demonio. Literalmente.
—¡Que alguien cuente los cachorros! —gritó Utakata.
—¡Puaj! —exclamó Simi—. Ni que Simi fuera a comerse comida peluda cuando tiene algo bueno de verdad. —Abrió la mochila negra que llevaba y sacó un bote extragrande de salsa barbacoa. Se abrió paso entre la multitud hasta que la vio y soltó un grito de alegría—. ¡Hina! ¿Tú también juegas aquí? ¿Has traído algunas de tus cositas brillantes?
—No, las he dejado en la tienda.
El demonio hizo un mohín y se giró hacia Jiraiya.
—¿Akri? ¿Podemos ir otra vez a la tienda de Hina?
—Claro, Simi. Pero hoy no. Hinata está aquí, no allí.
—¡Ah, vale! ¿Puede comprar Simi todo lo que quiera?
—Por supuesto.
El demonio sonrió de oreja a oreja y comenzó a dar saltos como si fuera una niña.
—¡Vale! ¡Todo el mundo a bailar! Tú también, Akri.
De repente, comenzó a sonar «La Macarena» . Todos los presentes soltaron un gruñido, salvo Simi, que se echó a reír alegremente. Agarró a Jiraiya de la mano y lo arrastró hasta la pista de baile.
—¡Venga, todo el mundo aquí! —gritó Simi.
Le obedecieron poco a poco hasta que todos estuvieron en la pista. Se quedó pasmada cuando Naruto la agarró de la mano para imitarlos.
—Naruto...
—Cuando Simi dice que hay que bailar, todo el mundo baila.
—¡Las pelotas! —soltó uno de los tipos morenos de aspecto malhumorado que estaban sentados a la mesa contigua—. A mí no me dice nadie cuándo tengo que bailar.
Aún no había terminado de pronunciar la última palabra cuando se puso en pie de un salto y comenzó a abanicarse la entrepierna como si se estuviera quemando.
—¡Me cago en la puta, Jiraiya! —masculló.
El aludido esbozó una sonrisa burlona.
—La dama dice que hay que bailar, Asuma. Así que ya puedes estar moviendo ese culo de pantera.
Hinata se echó a reír cuando todos los presentes, Jiraiya incluido, comenzaron a bailar «La Macarena». Ese debía de ser el momento más extraño de toda su vida.
Cuando la canción acabó, Simi abandonó la pista a la carrera con el bote de salsa barbacoa en la mano, se acercó a una de las mesas y cogió un pavo para ella sola.
—No es bueno que consientas tantísimo a ese demonio, Jiraiya —gruñó Asuma.
Él se encogió de hombros con toda tranquilidad y echó a andar hacia el lugar donde Simi estaba devorando el pavo. Ellos se sentaron junto a Gaara mientras los demás se ponían en fila para coger la comida.
—Sigo llena —dijo ella.
—Yo también —le aseguró Naruto, de modo que se sentaron con los osos para charlar mientras ellos comían.
Las estridentes conversaciones llenaron el local hasta que se sintió mareada por la música y las alegres voces de la concurrencia.
De repente, todo el mundo se calló.
Vio que Naruto se quedaba boquiabierto mientras miraba en dirección a la puerta de la cocina. Se giró y vio a un hombre guapísimo que se acercaba a ellos. Era un poco más alto que Naruto y tenía el pelo oscuro y enredado.
Llevaba una camisa negra de manga larga y unos vaqueros, y se abrazaba por la cintura en un gesto defensivo. Se abrió paso entre la multitud sin hablar con nadie y sin apartar la vista de ellos. Se detuvo al llegar a su lado. Le ofreció la mano con una expresión triste y melancólica. Ella la aceptó con la mano temblorosa.
—Es hermosa, Naruto —dijo Menma con voz ronca—. Me alegro de que la hayas encontrado.
Naruto se puso en pie, pero su hermano retrocedió.
—¿Menma? —lo llamó.
El recién llegado se alejó de ellos.
Se quedó sin respiración mientras observaba cómo el hermano de Naruto volvía a la cocina, donde lo esperaba Tanahi. La osa lo abrazó y, para su asombro, Menma le permitió que le rodeara la cintura mientras volvía a la casa de los Senju.
—¿Estás bien? —le preguntó a Naruto cuando vio que volvía a sentarse.
En sus labios se adivinaba el asomo de una sonrisa.
—Sí. Por primera vez desde hace mucho tiempo, creo que sí.
—Bien —replicó Gaara—. Porque si Menma está tonteando con Tanahi, va a necesitarnos a los dos para que los osos no lo despellejen vivo.
La banda, compuesta por varios animales, subió al escenario y cogió sus instrumentos. Mientras los afinaban, un mono muy pequeño llegó corriendo hasta ella y saltó hasta su hombro.
—Hola, precioso —le dijo—. No sabía que había hombres mono.
—Y no los hay —le aseguró un chico pelinegro, alto y delgado, que extendió los brazos hacia el mono. Recordó que se lo habían presentado poco antes. Se llamaba Sai.
—Nue es el único animal de verdad que hay en el bar.
El mono corrió por el brazo que Sai había extendido y se encaramó en su hombro.
—Lo siento —se disculpó ella.
El chico le sonrió.
—No pasa nada. Yo también tardé un tiempo en acostumbrarme a esta gente.
Lo siguió con la mirada mientras se alejaba.
La banda arrancó a tocar una serie de canciones con temática lobuna. Sintió que se ponía como un tomate mientras cantaban «Lobo hombre en parís», «Little Red Riding Hood», «Bad Moon Rising» e incluso «Midnight Special».
—Vamos, Naruto —lo llamó Killer B por el micrófono—. Canta algo para ganarte la cena.
Naruto pareció un tanto avergonzado, pero se puso en pie y subió al escenario. —No tenía ni idea de que supiera cantar —le dijo a Gaara.
—Yo tampoco.
Esperaba que eligiera algún clásico del rock y por eso, cuando comenzó a cantar «The Story of Us», se le llenaron los ojos de lágrimas. No estaba cantando para ganarse la cena.
Cantaba para ella.
Utakata se acercó y la empujó hacia el escenario.
Se quedó sin aliento mientras lo escuchaba. Tenía una voz muy bonita, y cuando acabó, le tendió la mano y la ayudó a subir. Una vez arriba y delante de todos los presentes, hincó una rodilla en el suelo frente a ella.
—Sé que según la costumbre katagaria ya estamos emparejados, pero quería asegurarme y hacerlo a la manera humana para ti, nena. —Dejó el micrófono en el suelo y se sacó un anillo del bolsillo.
Sintió que las lágrimas le caían por las mejillas cuando Naruto le puso el solitario en el dedo.
—Te quiero, Hinata Hyuga, y quiero pasar el resto de mi vida demostrándote lo mucho que te necesito. ¿Quieres casarte conmigo?
Fue incapaz de decir algo coherente. ¡Por Dios, si ni siquiera lo veía bien por culpa de las lágrimas! Así que se limitó a asentir con la cabeza como una loca.
Creyó ver que Naruto sonreía, pero no estaba segura.
—No pasa nada —dijo él, tras recoger el micrófono—. También se echó a llorar así el día que la conocí. Creo que esa reacción en los humanos es una buena señal.
—¡Uf! Yo también lloraría si tuviera que verte todos los días durante el resto de mi vida, Naruto —dijo Killer B.
No le hizo ni caso y se colocó frente a Hinata para limpiarle las lágrimas con las manos.
—Voy mejorando. Esta vez no he estado a punto de dejarte tuerta.
—No —convino ella, sorbiendo por la nariz.
La besó con ternura y después la ayudó a bajar del escenario. Jiraiya se acercó a ellos acompañado de Simi, que también estaba llorando.
—Ha sido precioooooso —dijo entre sollozos antes de girarse hacia Jiraiya—.Akri, Simi quiere que alguien se le declare así. Tráele a Hidan Fimmel, el modelo, y dile que lo haga también. ¡Por favor!
—Simi, ya te he dicho que no puedes arrancar a los humanos de sus vidas así como así.
—Pero Naruto lo ha hecho con Hinata.
—No, Simi. Ha sido Hinata quien ha elegido a Naruto.
—Pues entonces haz que Hidan elija a Simi.
—No puedo hacerlo. No estaría bien.
El demonio le sacó la lengua, pero en ese momento vio que uno de los osos salía de la cocina con una tarta en las manos. Las lágrimas cesaron de inmediato.
—¡Ooooh! —exclamó con los ojos clavados en la tarta y una expresión hambrienta—. Chocolate. La preferida de Simi. Chao.
Jiraiya se echó a reír mientras la veía alejarse a la carrera y atacar literalmente al pobre oso que llevaba la tarta. Se la quitó de las manos y se la llevó a un rincón para disfrutarla a solas.
Jiraiya se giró hacia ellos meneando la cabeza.
—Tu padre ya no te dará guerra. Y eso me recuerda que todavía no os he dado la enhorabuena.
—Gracias —le dijo Naruto, tendiéndole la mano.
Él hizo un gesto afirmativo al tiempo que le devolvía el apretón.
—Por cierto, no tenéis de qué preocuparos.
—¿A qué te refieres? —quiso saber Hinata.
—Tendréis bebés, no cachorros. Y nada de camadas.
Hinata sintió un alivio mucho mayor del que habría creído posible.
—Gracias.
—No hay de qué.
Se marchó y cogió un pastel de una de las mesas para llevárselo a Simi, que lo miró con la cara manchada de chocolate. Se zampó el pastel en menos de diez segundos.
Naruto le echó a Hinata el brazo por los hombros. Mientras regresaban a la mesa en la que Gaara y Cujo compartían un filete, ella se echó a reír al tiempo que observaba ese zoo recién descubierto que se había convertido en su familia.
—¿Qué pasa? —le preguntó.
—Nada. Solo estaba pensando que a partir de ahora pasaré unas noches de perros, pero que no cambiaría mi vida por nada del mundo.
F I N
