[One-shot]
Un presente patético
—Sabito & Makomo—
Por alguna razón, Sabito sintió empatía hacia Obanai. Porque hizo la misma expresión que el pilar de la serpiente, cuando Mitsuri abrazó a Muichirō.
Disclaimer:
Kimetsu no Yaiba © Koyoharu Gotōge
Un presente patético © Adilay Fanficker
Advertencias: WHAT IF? / Semi-Universo alterno. / Un poco de OOC. / Cambios del guion a conveniencia.
Aclaración: Este fic participa en el FLUFFTOBER 2022 realizado por la página en Facebook: "Es de fanfics".
Día 23: Intercambio de regalos.
Notas:
Me sorprende cómo es que no había escrito un fic de esta ship si es que la AMODORO tanto. En fin, aquí está. Espero les guste.
NO PLAGIEN, NO RESUBAN Y TAMPOCO TRADUZCAN SI YO NO LO HE AUTORIZADO. —Gracias.
•
Aquella tarde fue muy linda para celebrar que seguían vivos, cazando demonios y ayudando a las personas, para que estas no fuesen comidas por ellos.
En la sede de los pilares, en compañía del patrón y su familia; los pilares fueron citados para convivir entre ellos y darse mutuamente unos respectivos regalos de intercambio, gracias a la emocionante idea de Mitsuri Kanroji.
»Creo que es una buena idea para unirnos. ¿No piensan lo mismo?
Para muchos (incluido el propio Sabito) aquello sonaba demasiado infantil y hasta tonto.
Pero fue algo que emocionó al patrón, y a las mujeres de la sede también; y sí, también a varios hombres. Entre ellos, Kyōjurō, Tengen y Giyū, aunque este no lo demostrase abiertamente.
Ya no había forma de oponerse.
Para este evento, cada pilar escribió su nombre en un papel que luego pondrían doblado en 4 partes en una pequeña caja de madera; luego, haciendo una fila, irían tomando uno, cuyo nombre, no leerían en voz alta.
Sanemi hizo un gesto de profundo fastidio cuando leyó el papel que tomó. Shinobu sonrió. Giyū no mostró emoción alguna. Kanae rio con emoción. Gyōmei también pareció estar feliz con su suerte. Obanai se mostró nervioso, mas no molesto. Mitsuri también celebró estar a poco de dar su obsequio a quien sea que le haya tocado. Kyōjurō afirmó que ya sabía lo que le daría. Muichirō al igual que Giyū no hizo gesto alguno, sólo se guardó el papel. Tengen dijo que daría algo extravagante. Makomo frunció el ceño; al parecer no sabía qué podría ser un regalo adecuado para su "persona elegida". Kotoha hizo una linda sonrisa y Koyuki musitó que no podría elegir algo tan costoso, o algo así.
Por otro lado, Sabito Urokodaki, pilar del hielo, en un principio creyó que le había tocado una persona simple y nada complicada. No supo que pasaría muchas noches en vela tratando de descifrar qué podría darle a Makomo.
Cualquier cosa que se le ocurría no le parecía adecuada.
Porque sí, en su caso, ella sería a quien él debería regalarle algo.
En un principio creyó que sería fácil. Es decir, vivían en la misma finca, eran amigos desde que empezaron sus entrenamientos como cazadores, tenían a un mejor amigo en común (Giyū) y hablaban entre ellos demasiado como para no conocer al otro profundamente.
¡¿Entonces como por qué demonios Sabito estaba tan nervioso a medida que se acercaba la entrega de regalos?!
Simple: porque su regalo era una basura.
¡No! ¡Peor que basura! ¡Un insulto a los regalos!
«Makomo pensará que soy un imbécil» pensó sudando frío, fingiendo calma, mientras bebía sake junto a Koyuki.
Koyuki Soyama había sido la hija de un instructor de kendo; unos desgraciados trataron de matarla a ella y a su padre envenenando el agua del pozo, y aunque su pobre progenitor sí pereció gracias a ese atentado, ella logró sobrevivir gracias a que fue llevada a tiempo con un doctor. ¿Por quién? Nadie sabe.
Ella no recordaba mucho de su vida pasada gracias al tiempo que pasó dormida, recuperándose, pero, cuando Koyuki despertó y preguntó por lo que había pasado, se enteró de que su dōjō y su hogar, estaban quemados hasta los cimientos y fueron encontrados muchos cadáveres en su interior, aparentemente eran los integrantes del dōjō rival y quienes, se creía, habían sido los responsables de la muerte del señor Soyama.
Intentando reconstruir su vida, Koyuki rescató varios pergaminos valiosos; los suficientes para seguir entrenando en el arte de pelea de su familia.
De hecho, ella no usaba una katana convencional sino un par de kodachis nichirin cuyo brillo era café. Combinó su estilo de lucha con las armas haciendo su propia respiración: "Fortaleza".
Y viniendo de un estilo de lucha ya creado con antigüedad (el estilo de karate Soryū) se podría decir que Koyuki derivó su propia "respiración", de la respiración de la roca.
Ella fue "descubierta", casi mendigando, por Gyōmei Himejima.
No importó cuanto luchó por mantener su hogar o siquiera un trabajo; ya ni digamos un techo puesto que construir una casa de cero, encima de escombros calcinados, tampoco era fácil ni rápido, cuanto menos barato.
Al final, Koyuki tuvo que dejar todo e irse, o moriría de hambre.
La primera vez que peleó contra un demonio, fue descubierta por Gyōmei, que remató al enemigo y accedió a ayudarla viendo su pobre condición.
Siendo ya una luchadora de élite, no sufrió tanto en la prueba de selección final.
Escaló rápido matando 61 demonios a sus 21 años. Por lo que se había ganado su puesto como pilar de la fortaleza.
Y el que fuese amable y pacífica, no quitaba que fuese poderosa y decidida. Su casual timidez se manifestaba sólo con otros seres humanos; cuando se hablaba de demonios, ella se transformaba.
—¿Estás bien, Sabito? —preguntó de forma educada. Ella siempre era así.
Él suspiró.
—El regalo que decidí traer es una basura.
La única razón por la que Sabito sentía que podía ser honesto con Koyuki, era porque de alguna forma le parecía que ella y Makomo tenían mucho en común: eran lindas, amables y optimistas.
«Debí haber buscado su ayuda. Qué idiota soy» se dijo demasiado tarde.
Koyuki hizo un gesto de sorpresa.
—¿Por qué dices eso, Sabito? ¿Acaso trajiste ropa interior?
—¿Qué? —sin querer, pensó en Makomo en interiores, lo que le hizo enrojecer—. ¡No! No tan malo.
—Ah, ¿entonces?
Antes de que él pudiese decir media palabra, Kanae Kochō aplaudió teniendo a lado a Kotoha Hashibira, pilar de la ventisca, otra mujer bella que había escalado hasta el máximo nivel matando demonios sin parar.
Kotoha, a diferencia de Koyuki, era más misteriosa.
Su pasado antes de ser una cazadora sólo lo sabía el patrón, pero por lo que Sabito apenas conocía de ella, era que Kotoha Hashibira era considerada una belleza sin igual; como guerrera, era rápida, fuerte y ágil, y posiblemente ya había sido madre.
¿Y su hijo o hija? Quién sabe. Aquello era sólo un rumor, y eso sólo se "supo" porque alguna vez una chica kakushi llegó a verla desnuda y, según ella, notó estrías de un embarazo pasado en su vientre. Y sí, dicha chica fue sancionada por haber "hablado de más sobre un pilar" con terceros y propagar información falsa.
Como sea, Sabito no tenía ningún problema con ella. De hecho, casi la consideraba una hermana mayor, al igual que Kanae Kochō.
—¡Todos, vengan aquí! ¡Ya es hora de dar sus obsequios! —anunció Kanae bastante emocionada.
—Se ven entusiasmados por empezar —comentó Tengen Uzui riéndose de sus colegas, sobre todo, de los que en un principio estaban irritados con la idea de regalar algo a un remitente al azar.
—Cállate —musitó Sanemi Shinazugawa entre dientes.
Sabito sintió la mano delicada de Koyuki posarse sobre su hombro, diciéndole con una sonrisa:
—Estoy segura de que es un buen regalo.
«No lo es» pensó él, pero asintió con la cabeza agradeciendo sus palabras.
A lo lejos, Makomo, que estaba al lado de Giyū y Shinobu, le sonrió efusiva y señaló las cajitas de madera y bolsas de franela, de diferentes tamaños y colores, que estaban reunidas en una sola mesa.
La primera en decidir dar su obsequio fue Shinobu. Ella le dio a Giyū comida especial para su cuervo kasugai, Kanzaburō. Según ella, el alimento le ayudaría a nutrirse bien y a digerir mejor la comida. Giyū claramente le gustó recibir eso.
«Ese sí fue un buen regalo» pensó Sabito sintiendo sudor en sus manos.
Comparado con lo de Kochō, lo suyo era una insignificancia.
Por sorpresa, Giyū quiso dar el suyo. La persona que le tocó fue Kyōjurō.
El pilar de la flama recibió con buen agrado la receta para un platillo exótico, proveniente del sur del país.
—¡Estoy ansioso por ir a casa y hacerlo! ¡Gracias, Tomioka!
Asintiendo algo incómodo por tan buen agradecimiento, Giyū no dijo nada más y volvió con Kochō y Makomo.
Todo mientras Sabito esperaba que, al menos, esos idiotas de Shinazugawa o Iguro hicieran el ridículo primero.
Siguiendo con la fila, Kyōjurō dio su regalo a Gyōmei. Al parecer era una cajita con dulces; cuando el pilar de la roca comió uno, lloró contento.
¡No puede ser! ¡Sólo Kyōjurō era capaz de entregar algo así de simple pero tan significativo para su destinatario!
El siguiente fue Gyōmei. Y él entregó a Shinobu un kimono.
«No creo que alguien le gane a eso» pensó Sabito con los ojos entrecerrados.
Tuvo que admitirlo, le dio envidia.
Si tan solo él pudiese entregar algo así.
La seda era hermosa y se veía costosa. Los colores, blanco y violeta, combinaban bien con ella. En definitiva, Gyōmei había elegido algo adecuado, pues hasta la gruñona Shinobu Kochō mostró agradecimiento genuino (casi infantil) hacia aquel que consideraba un segundo padre.
La cadena se rompió ahí, así que alguien más tuvo que ofrecerse para dar su regalo.
Cuando Obanai alzó la voz y dijo que él sería el siguiente, Sabito sintió que había tocado fondo.
No sólo porque Obanai tomó el liderazgo, sino porque le tocó entregarle su regalo a Kotoha Hashibira. Una mujer. Siendo que él no era en lo absoluto bueno siquiera hablando con cualquiera del género femenino.
¡Pero hasta él dio algo que hizo feliz a su remitente!
Un broche para el cabello hecho de oro. Sí, ¡de oro!
«Dios, mátame, esto no puede ser peor. Es humillante» pensaba ofuscado mientras veía a Kotoha agradecer con una de sus deslumbrantes sonrisas a un tipo que sólo apartó la mirada, avergonzado.
De reojo, Sabito observó a Makomo ver con cierto anhelo ese broche, así como vio el kimono y el resto de los regalos. Estaba claro que ella esperaba que el suyo fuese así de genial.
Kotoha dio su obsequio a Koyuki.
—¿Qué es esto? —preguntó curiosa al abrir una bolsita con un papel cuadrado, el cual al verlo, su cara fue de asombro total—. ¡Esto es…!
—Espero que sea de tu agrado, Soyama —sonrió Kotoha, esperando en verdad eso.
—Es que… esto no puede ser…
—¡Ya di lo que es! —exclamó Sanemi a lo lejos.
—¿Mi casa? —musitó Koyuki abrazándose de ese pergamino—, ¿có-cómo…?
—Quería decírtelo en tu cumpleaños, pero decidí hacerlo ahora, ¿te gusta?
—¡Espera, espera! —exclamó Sanemi siendo por primera vez, apoyado por Sabito, que se quedó mudo—. ¡¿Le diste una casa?!
—De hecho, la casa ya era de ella —dijo Kotoha, sonriendo con cierta pena—, sólo la mandé a reconstruir. Claro, sólo la casa, la zona donde estaba el dōjō sólo dejó de tener escombros.
Corriendo efusiva para abrazar a Kotoha, Koyuki confirmó que el resto de regalos (sobre todo el suyo) se verían como basura en comparación.
Sabito ya ni siquiera quería verle la cara a Makomo.
Una vez que la emoción se calmó un poco, Koyuki entregó su obsequio a Tengen.
Y sí, ella también ofreció algo que gustó al excéntrico autonombrado, Dios de las festividades: Una caja grande con fuegos artificiales.
«Pero claaaaro» Sabito rodó los ojos ante todas las cosas que Tengen podría hacer con esas cosas.
—¡Bien, es mi turno! —exclamó Tengen dándole a Muichirō su obsequio.
Siendo lo excéntrico que era, a casi nadie le sorprendió que Tengen le diese al más joven de los pilares algo un tanto escandaloso.
Algunos hicieron sonidos guturales de incomodidad y otros simplemente no se molestaron en sorprenderse.
—Ay… no —masculló Sabito relajándose un poco; al menos, quizás, lo suyo no se vería tan mal después de esto.
—¡Uzui! —exclamó Shinobu escandalizada.
—¿Qué? —se rio el mencionado.
—¿Qué es esto? —preguntó el chico, tranquilo pero confundido, tomando un pergamino que al desdoblarse, pareció no entenderlo en lo absoluto—. ¿Por qué ninguna tiene ropa?
Cada uno de los presentes hizo un gesto de desaprobación a su modo, sin embargo, el único que se movió fue Giyū Tomioka, quien le quitó el pergamino al chico y lo fue envolviendo, con los ojos entrecerrados.
—Basta de bromas, por favor. Dale su regalo.
—¿Quieres el pergamino tú, Tomioka? —preguntó Uzui burlón; el pilar del agua, sin inmutarse, caminó hasta él y se lo devolvió, regresando a su lugar.
Maldita sea.
El "verdadero" regalo de Muichirō fue una frazada nueva de color verde, casi del mismo tono de las puntas de su cabello.
«No, el mío sigue siendo peor» siguió atormentándose mientras observaba al pequeño Tokito entregarle a Mitsuri la figura en porcelana de un gato blanco con ojos rosas y un listón del mismo color en su cuello.
Lo único divertido para Sabito fue ver como a Obanai se le notó demasiado la frustración cuando Mitsuri abrazó a Muichirō y este sólo se dejaba consentir sin una expresión especial en su cara.
Mitsuri entregó a Kanae como un regalo, un estuche con diferentes colores de pintalabios. Ambas se abrazaron y fue ahí donde Sabito comenzó a sudar frío de verdad.
O Kanae le regalaba algo, o lo haría Makomo… o peor; lo haría Sanemi Shinazugawa.
Sabito apretó sus puños cuando vio a Kanae entregarle a Sanemi una caja con diferentes frascos y gasas, vendas y algunos ungüentos.
—Creo que te serán de mucha utilidad —dijo ella sonriente, señalándole que cada cosa tenía una etiqueta con su nombre y un instructivo para que supiese qué era cada objeto y cómo usarlo.
—Yo…
«Ya dilo, infeliz. La palabra que buscas es sólo una» Sabito volvió a rodar los ojos.
—Gracias —por fin lo dijo, sin llegar a verla a la cara—. Kochō.
—De nada.
Tan concentrado estaba Sabito en insultar a Sanemi que no vio venir que, en efecto; el pilar del viento sería quien le daría a él su regalo.
—Ya tómalo, idiota —le espetó Sanemi, devolviéndolo al mundo real.
—Gracias —masculló Sabito recibiendo la caja con la misma "energía positiva".
Ambos se veían con los ojos entrecerrados.
—¿No es como ver a dos gotas de agua? —preguntó Kyōjurō sonriente, sin ninguna malicia.
Uzui se rio al igual que el resto.
—¡Ya muéstranos lo que es, Sabito! ¡Cómo te gusta hacerte el interesante! —exclamó Shinobu, sacándole una sonrisa a Giyū.
«Como sea una serpiente venenosa o alguna otra idiotez voy a matarlo» a Sabito se le fueron los pensamientos cuando abrió con indiferencia la caja y vio en su interior…
Volvió a cerrar la caja sintiendo sus manos temblorosas.
—Sigue haciéndose el interesante —masculló Obanai dándole la razón a Shinobu. Esta asintió con la cabeza cruzándose de brazos, por otro lado, Kotoha se rio por lo bajo gracias a su comentario, ocasionándole al pilar de la serpiente un fuerte sonrojo.
—Bueno, bueno —intervino Kanae—. Él no tiene la obligación de mostrarnos lo que Shinazugawa le dio. Adelante, Sabito, sigues tú.
—Sí… sí…
Aún un poco aturdido por lo que había visto, Sabito dejó con cuidado su regalo de vuelta en la mesa, y tomó el que le daría a Makomo.
«No puedo sentir más vergüenza de la que ya siento» se retó a sí mismo, caminando hacia Makomo. Que por alguna razón, ya se veía apenada, «demasiado pronto para eso, Makomo».
Por no decir que su caja era la más pequeña.
—¿En serio, Sabito? —masculló alegre, tomando la caja.
—Sí, tómala.
—El amo de las festividades —comentó con burla Uzui riéndose—. Vamos, muéstranos lo que te regalaron, Makomo.
Y aunque físicamente Sabito se mostrase serio, en el fondo, su corazón latía con mucha fuerza. Además, no podía dejar de pensar en lo que Shinazugawa le había dado.
—Sabito —masculló Makomo, parpadeando un par de veces.
Luego sonrió.
¿Sonrió?
—Me encanta —dijo sacando de la caja un muñeco de talla mediana teru-teru bōzu—. ¡Es muy lindo!
Lo abrazó incluso; y al parecer no estaba siendo sarcástica ni falsa.
—¿En serio, Sabito? —musitó Obanai arqueando una ceja—, ¿tan tacaño eres?
Y es que esos muñecos no se caracterizaban por ser precisamente difíciles de encontrar; y en su caso, difíciles de hacer a mano.
Es decir, Sabito no invirtió nada de dinero en esa cosa. La cual, además, estaba hecha con la tela desgastada de su antiguo haori verde a cuadros. Haori cuya otra mitad, estaba cosida al haori rojo de Giyū.
Cuando Sabito decidió deshacerse de dicho haori cuando se convirtió en pilar, Giyū y Makomo le pidieron que no lo hiciera, pues ambos consideraban dicha prenda bonita. Sabito no sentía dicho aprecio por los objetos.
Pero al parecer sus amigos sí.
Cuando Giyū le habló tristemente de su haori desgastado, Sabito no dudó en ayudarlo. Pues a diferencia de Sabito, el haori de Giyū tenía un gran valor sentimental. Así que, en lugar de buscar telas del mismo color del haori de Giyū, Sabito le sugirió a su amigo tomar una mitad de su propio haori para repararla.
»Es sólo una idea. Pero, si no te gusta…
»No… me gusta la idea. Gracias, Sabito.
Desde entonces, Giyū usaba ese peculiar haori mitad color vino, mitad verde a patrones.
La duda se quedó en "qué hacer con la otra mitad".
Sabito la tuvo guardada por años, pensando en qué debería hacerle.
¿Dársela a Makomo? ¿O dársela a Giyū por si su haori volvía a dañarse?
En realidad, Sabito quería que Makomo la tuviese.
¿Pero cómo se la daría?
En uno de sus viajes, Makomo quiso comprar un muñeco teru-teru bōzu. Algo irónico siendo que ella era el pilar de la lluvia. Pero, no tan irónico siendo que ella siempre quería lo mejor para otros.
Los muñecos teru-teru bōzu, se colgaban tradicionalmente en las ventanas de las casas en los días de lluvia. Un amuleto que supuestamente servía para prevenir los climas pluviosos y llamar el buen tiempo.
Sabito se tomó todo un día para hacer ese muñeco con la tela del haori verde.
Y viendo cómo otros habían impuesto no sólo sus ingenios sino sus capitales económicos para hacer felices a quienes debían darles regalos, Sabito se sintió muy inferior.
Es decir, sólo había gastado dinero en el algodón que usó para hacerle la cabeza al muñeco y en los botones negros que simulaban sus ojos; aparte el hilo. Fuera de ahí, no se había gastado ni la mitad de lo que seguro invirtió Uzui para hacer su estúpida broma con el pergamino de las mujeres desnudas.
—¿Qué dices, Iguro? —dijo Makomo analizando cada parte del muñeco—, este es un valioso regalo. Y me encanta. Gracias, Sabito.
«No tienes que decir eso para hacerme sentir mejor» pensó en que eso mismo le diría una vez que estuviesen solos.
Se alejó para que Makomo pudiese colgarse el muñeco en el cinturón de su falda y buscase el regalo que le daría a Obanai. Siendo que era el último en recibir su presente.
Makomo al igual que todos invirtió su dinero para regalarle al amargado cientos de cupones de comida de diferentes restaurantes.
—Espero que te sean de utilidad —sonriente y convencida de que estaba en lo correcto, ella le guiñó uno de sus ojos azulados, de nuevo, Obanai se mostró cohibido y hasta tierno.
Por alguna razón, Sabito sintió empatía hacia Obanai. Porque hizo la misma expresión que el pilar de la serpiente, cuando Mitsuri abrazó a Muichirō.
—Y por fin concluimos este pequeño evento —avisó Kanae, claramente satisfecha con los resultados—, ¡ojalá que con esto, todos se hayan sentido más cercanos los unos con los otros!
Los pilares entonces fueron libres para irse a sus casas.
Muichirō acariciaba la frazada que le dieron, tal vez ya hubiese olvidado lo del pergamino. Los demás estaban igual de satisfechos con sus presentes.
Incluso Sabito, que recibió de Shinazugawa un tamborcito den-den daiko, color verde. No estaba ofendido ni nada por la simpleza del objeto; de hecho, mientras caminaba de vuelta a la finca donde vivía, iba jugando con dicho tamborcito.
—¿En verdad te gustó? —preguntó él de pronto a Makomo.
Iban caminando solos ya que Giyū quería pasear por su cuenta un rato. Curiosamente Shinobu también le dijo a su hermana que iría a su casa después.
¿Para qué trataban de ocultarlo? Era más que obvio que iban a verse.
En fin.
—Claro que sí; apenas volvamos, lo colgaré en mi ventana.
Makomo iba acariciando la cabeza del muñeco, sin dejar de verlo. Sabito aún no estaba convencido de que a ella realmente le hubiese agradado su (como diría Obanai) tacaño regalo.
—¿Sobró algo de la tela? —preguntó curiosa.
—¿Para qué?
Ella le sonrió.
—Quisiera otro. Ya sabes, para que este no esté solo.
Sabito suspiró.
—Sí, quedó un poco de tela por ahí. ¿Quieres que haga otro?
—¿Podrías?
—Sí… si quieres.
—Sí quiero —respondió volviendo su vista al frente.
Sabito sintió su corazón latir acelerado al verle la cara roja, con esa sonrisa tan suya.
—Entonces lo haré; pero tardaré un poco.
—Está bien; soy paciente.
—Lo sé.
No hablaron más; tan solo el sonido de sus pasos y la melodía ruidosa del tamborcito de Sabito los acompañaron de vuelta a casa.
Sabito aún pensaba que había dado un regalo mediocre, pero mientras este hiciese feliz a Makomo, quizás debería pensar que no fue tan malo.
—FIN—
¡Espero que les haya gustado y gracias por leer!
Reviews?
Si quieres saber más de este y/u otros fics, eres cordialmente invitado(a) a seguirme en mi página oficial de Facebook: "Adilay Ackatery" (link en mi perfil). Información sobre las próximas actualizaciones, memes, vídeos usando mi voz y mi poca carisma y muchas otras cosas más. ;)
