Faltaban alrededor de dos horas para el amanecer cuando quien ella no quería despertó.
Ninguno dijo nada. Se miraban bajo la extraña luz que no era de la luna, pero tampoco era el sol. Ella traga saliva para después ponerse de pie, se va. Simplemente no quiere saber más. Se lava la cara en el lago y después mete los pies en él sentándose a la orilla de éste.
—¿No piensas dormir?
Suspira, lo mira mal, y vuelve la vista a la nada.
Él se acerca, nuevamente sin hablar. Ella lo sabe, sabe que está detrás suyo, pero no hace nada. No quiere hacer nada.
La llama por su nombre dos veces, pero ella sigue haciendo caso omiso. Él está frustrado. Una vez más lo intenta.
—¿Qué?— fue su escueta respuesta. Está harta.
Sasuke realmente no sabía qué decirle. No lo sabía. Se queda quieto, la mira, se sienta a su lado.
—Aún no has llegado al mangekyo sharingan— dice el joven, sin más. Pandora no se mueve un milímetro.
—No— dice.
—Pensé que sí lo habrías logrado.
—Pues no.
No dicen nada más. Ninguno. Se quedan sentados a la orilla del lago, el silencio no es incómodo, aunque debería serlo.
Debería serlo con el pasado en común de aquellos dos.
Pero no lo era… y eso en el fondo, era preocupante.
.
.
.
Suspira y se tira en la fría piedra que no estaba segura de qué intentaba simular, pero era utilizada tanto como sofá como mesa para los de Taka. El trayecto a lo que les servía de guarida al equipo había resultado curioso para los jóvenes que sí habían dormido la noche anterior.
Ya que… alguien caminó al lado del líder y no detrás.
Ninguno de los dos había preguntado nada, era como si ambos, en silencio, supieran que el lugar del otro era ahí.
—Partiremos mañana.
Uchiha, tras no pronunciar nada más, se interna en lo que se había designado como su habitación algunas semanas atrás.
Ella se sienta, mira a los otros tres.
—¿No se supone que todas las guaridas habían sido voladas?— pregunta.
—¿Alguna vez viste esta?— responde Suigetsu, divertido.
—Pues, no.
—Pues, la zorra zanahoria sí. Al parecer sabe demasiadas más cosas que nosotros.
—¡No vuelvas a llamarme así!— fue la respuesta de la aludida, golpeando al de cabello blanco. Golpe al cual, él respondió burlándose de ella tres veces más.
Pandora observaba a Jugo. Le sorprende su calma ante la situación, pero igualmente, sabe que en cualquier momento esta paz se puede ir. Su estómago ruge. Se levanta, sabe que en ese tan improvisado lugar no habrá una cocina ni nada parecido. No era más que: al entrar, la piedra de uso desconocido, un pasillo que daba con un baño si seguías derecho y cuatro habitaciones distribuidas equitativamente a ambos lados del pasillo.
Se estira un poco y ve que Karin y Suigetsu no dejarán de pelear en un buen rato.
Se acerca a Jugo, le hace la pregunta y él asiente. Casi no lo conoce y prefiere hacerlo así que, en el campo de batalla, por ejemplo.
Ambos salen en busca de algo para comer.
.
.
.
—Creo que ya nos conocías a todos, ¿no?— el chico de doble personalidad rompe el silencio, y Pandora pone su mejor cara de amabilidad.
—Así es. Bueno, eh... sí. Creo que contigo es con el que menos he hablado. Aunque, sólo nos vimos como tres veces de lejos hace mucho años, ¿no?
—Creo, no estoy muy seguro— se aclara la garganta él—. Aunque bueno, todo el que haya puesto un pie en cualquier guarida de Orochimaru sabe quién eras tú, por eso te lo digo unilateralmente…
—Pues, Sasuke y yo venimos de la misma aldea— le corta ella, mejor—. A Suigetsu lo conocí en la primer guarida en la que estuve durante mi estancia con Orochimaru y a Karin igual pero un poco después— habla, más de lo que suele hacer. Probablemente porque sabe que es un trayecto largo.
—Sí. Lo supuse. Bueno, algo así. ¿Me entiendes?
—Sí.
Pasan minutos y kilómetros y ya ninguno agrega nada. Es una sensación extraña, pero a la vez ambos están tranquilos. Pandora prefiere quedarse así, que a contestar las preguntas que el chico de pelo naranja podría hacer.
Pero ella tiene demasiada mala suerte.
—¿Por qué tienes el sharingan?
Entonces, ella entiende. Eso era todo. De eso cuchicheaban él junto con Karin y Suigetsu.
Además, sabía que la pregunta sería algo así. Era eso o qué mierda con ella y Sasuke.
—Genética.
Está resignada. Espera que el asunto se quede ahí, pero sabe que no será así. Prepara mentalmente varias preguntas que Jugo podría hacerle junto con sus respuestas.
—Pero...
—Soy Hatake, sí. Soy adoptada.
Una punzada la ataca. Un recuerdo más. Kakashi Hatake, quien la acogió como su padre cuando no era más que una pequeña niña de ocho años, invade su mente y lastima su corazón. Quiere irse de ahí pero no puede.
Hacía mucho ella se prohibió huir de las cosas que la lastimaba.
Ella aprendió a amar el dolor.
—... ¿Entonces...?
—Sé mi árbol genealógico, pero no tengo por qué darte más explicaciones. Tengo ascendencia Uchiha y no ocupas saber nada más. Incluso, sabes más de lo que deberías.
El cómo ella habla inquieta a Jugo. Su voz, su tono. Arrastra las palabras como si fueran cuchillos que te amenazan. Como si cometieras un error al hablarle, tu fatídico error.
Es ella, todo eso es ella. Un enigma, un arma, ella es odio y es oscuridad dentro de un mar de heridas. Es la tormenta que sabes que existe en algún rincón del mundo pero que deseas que nunca llegue porque sabes que lo tomará todo. Es lo aparenta, pero también es todo lo que oculta. Ella es abandono y es sangre. Es la lealtad que nunca nadie sabe aprovechar. Es letal. Es temor. Es miedo. Es miles de demonios ya que alguna vez fue el ángel que nadie supo valorar: ángel que cayó. Ella es mentira.
Ella es mi elegida.
.
.
.
Todos sabían que algo había cambiado el día anterior.
Sasuke seguía recuperándose de la batalla contra su hermano a pesar de que sus ojos ya no estaban vendados. Habían vuelto a duras penas a la pequeña guarida. Nadie decía nada. Sasuke estaba bastante diferente.
Pandora se atrevió a disipar las dudas.
Abre la puerta de la habitación del líder sin permiso y sin miedo. Lo mira: frágil. Se sienta a su lado, y le sonríe.
Entonces, Sasuke sabe que está seguro.
Ella lo abraza, aunque una voz dentro de ella le dice que no lo haga. Yo tampoco quiero que lo haga, pero es inevitable. El hilo entre ellos no está roto. Tal vez, estuvo enredado y alejado por años, pero no roto.
Y no lo estaría. Pero no era el momento, ellos lo saben. Saben los riesgos de todas sus acciones. También el orgullo y la vergüenza saben que no es el momento y ni siquiera los dejan hablar del tema.
—Aquí estoy— dice ella, al momento que él la apretó entre sus brazos.
Entonces Sasuke no puede más, y le confiesa todo lo que se acaba de enterar respecto a su hermano, y llora sin pudor alguno. Sasuke lloraba frente a ella.
Sasuke lloró esa noche en la cama y ella lo abrazó hasta que se quedaron dormidos.
Y Sasuke volvió a llorar al día siguiente, dándole la espalda a su equipo, pero tomándole la mano a ella, porque ella era quien estaba y estaría al lado del líder.
