Ella despierta antes que él y no duda en salir de la habitación. Sabe que lo de la noche anterior no puede volver a ocurrir.

Da un último vistazo al Uchiha, y cierra los ojos. Gira la cabeza y sale.

"Perdí a mi hermano injustamente".

Las palabras de Sasuke no dejaban de resonar en su cabeza. Si supiera. Sale a unos cuantos metros de la guarida y se sienta en el pasto sin importarle el clima.

Llovía y eso empeoraba las cosas. Recuerdos de noches difíciles. Recuerdos de su propia hermana escarban en su mente y la hacen sentir débil; simplemente nunca ha podido superarlo.

Recuerda a la pequeña niña pelirroja por la que vivía. La niña por la que se esforzaba, aquella que siempre la esperaba hasta que volviera de la academia, aquella niña que siempre estaba sola durante el día en aquel lugar lleno de peligro: el clan que las acogió después de ser abandonadas en la puerta de la aldea, el ya extinto clan Araki. Aquella niña que siempre fue engañada por su familia adoptiva para hacerle daño, aquella niña que Pandora siempre juró proteger pero nunca pudo hacerlo como era debido, porque estaba buscando la manera de sacarse adelante a sí misma y a la pequeña para poder largarse del clan.

Aquella niña que desapareció de repente y fue dada por muerta a los meses.

Entonces, con kunai en mano, empieza a preguntarse si todo vale realmente la pena, mientras lastimaba arriba de su otra mano.

No sentía la sangre emanar de sus muñecas. Solo quería sentir el dolor. Pero este dolor, jamás sería igual al que sentía dentro de ella, y aunque sabía que era imposible, era algo que había perseguido desde que solo era una cosa escuálida hambrienta de poder.

¿Ocupas motivación, Pandora?

Yo te la daré.

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La conversación era bastante trivial a la mañana siguiente entre los cuatro que estaban alrededor del sofá-mesa indefinido y multiusos. Todos guardan silencio cuando Sasuke sale de la habitación e intercambian miradas. Claro, fue aquel silencio ocasionado en cadena al alguien llegar.

Pandora ni siquiera le pregunta y le da una porción del arroz con vegetales que estaban comiendo para después ponérsela en las manos. No le dice nada, y los demás le miran extrañados.

Aquella interacción entre Sasuke y Pandora ya empezaba a llamar la atención más de lo que cualquiera de los dos quisiera.

El silencio perdura a pesar de eso, y las miradas que los otros tres se intercambiaban intentando entender, y se marchan una hora y media después.

—Qué ojeras— murmura Suigetsu pellizcando el hombro de ella—. ¿A dónde te fuiste anoche, eh? Dijiste que irías a fumar conmigo anoche.

Hozuki sabía la respuesta, pero, como siempre desde que la conoció, gustaba de hacerla enojar. Aunque, su sujeto favorito para aquella actividad era propiamente la Uzumaki que avanzaba con la cabeza baja a unos cuantos metros por delante de ellos.

—Estuve afuera de la guarida.

—Te doy tres oportunidades más para mentirme— la frente del raro joven se pone en alto y ella rueda los ojos.

—No vamos a hablar de eso aquí.

—Sasuke no va a escuchar que le hiciste una visita a Ryoko Suneri anoche— aquella sonrisa, juguetona, tan llena de incordia. Aquella sonrisa tan característica de Hozuki Suigetsu, aquella con la que lo conoció, aquella que tenía la última vez que lo vio, aquella que tuvo la primera vez que decidieron sobrepasar el código de amigos.

Pero no había tal Ryoko. Al menos no lo hubo esa noche. Y la verdad, ella prefería que la pensara con él, que durmiendo con Sasuke, después de que él le mostrara la versión más sensible y vulnerable que hubiera tenido nunca.

Y quizá le dio la necesidad de que sí hubiera un Ryoko en las próximas horas. Necesitaba algo así, para dejar de pensar las tonterías que estar cerca del Uchiha le habían hecho pensar.

—Cállate. No voy a hablar de Ryoko.

—Oh, si no tiene nada de malo. ¿Te drogó tanto que no sentiste lo mal que te lo hacía?

—Joder, que te calles— Pandora se detiene en seco y le tira una mirada encendida, la cual consigue intimidar lo suficiente al Hozuki para que éste trague saliva.

Suigetsu se adelanta, dejando a la chica de cabello negro detrás del Taka original.

Pandora está enojada y sabe que debe calmarse. No puede permitirse perder el control. Aprieta los puños y la mandíbula pero aún su pecho sigue agitado. Gruñe y se cubre la cara deteniéndose unos segundos. Inhala, exhala. Inhala, exhala. Inhala, exhala.

Eso ya no funciona.

Cada vez ella pierde más el autocontrol y a sí misma en el proceso.

Todo va de acuerdo con el plan, pero espero que no resulte contraproducente.

Aguanta, por favor.

No falta mucho para que todo termine y puedas ser feliz.

Sé lo que hago, mi pequeña.

No tienes idea.

Después de la noche siempre viene el día.

No te pido que seas paciente porque sería injusto, sólo resiste.

Te quiero.

Ahora, deja de lanzar kunais a los ojos de los animales que te topas caminando, alcanza al equipo y vayan por el Hachibi.

Tú sabes qué hacer y dónde parar.

Mañana te daré tu recompensa.

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—¿Quieres otra?— él le extiende una jeringa de nueva cuenta.

Mira al fuerte joven de ojos verdes y cabello oscuro a su lado y niega con la cabeza. El efecto había bajado tras despertar, ya era tarde y no podía permitirse caer de nueva cuenta.

Ryoko le sonríe, ella lo besa, los instintos de ambos no tardan en responder una vez más.

Era tan repetitivo... pero, ella no se cansa.

O sí lo hace, pero le gusta la sensación de perderse por unos momentos.

Y se pierde tanto que no se da cuenta de lo que acaba de pasar.

Estúpida.

Pero no interesa, sólo vete de ahí. Vete. La recompensa que me estoy arrepintiendo de darte te espera.

No pierdas más el tiempo.

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.

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Por primera vez en todo el día, me hace caso y se larga de una buena vez después de otro beso. Ya me resulta asqueroso.

Está bien que sea la primera persona que conociste en la guarida de Orochimaru y te proporcione lo que te hace reír, pero basta. Me encargaré de él y no quiero que llores. Aunque no creo que lo hagas, Pandora, tendrás más cosas de las cuales preocuparte para entonces.

Entonces sucede cuando vas por la cena.

En las afueras de la pequeña aldea donde siempre te encuentras con Ryoko hay un puesto que llama tu atención: curry callejero. Tienes poco dinero pero lo suficiente para comprar algo para compartir con los cuatro imbéciles que te esperan algunos kilómetros por delante.

Te detienes y pides. El tendero te mira de arriba abajo con lujuria y pretendes que no quieres golpearlo por eso, simplemente sonríes.

Falsamente, como siempre.

—¿Perdón? Yo había llegado primero— la voz femenina molesta llama tu atención ya que te tocaron el hombro, entonces volteas y la ves.

Disfruta a tu hermana.

De nada.