Hola. Regresé esta semana con una historia corta de un momento breve pero intenso. Espero que les guste.
Nota: Los personajes son de la grandiosa mangaka Rumiko Takahashi. La historia es un pedacito de mi inspiración que quise compartir con ustedes.
Su olor la ubicaba cerca de donde él se encontraba. Había tenido que salir con Miroku porque debían exterminar un demonio en una aldea vecina, pero ya habían regresado. Miroku se había dirigido presuroso a su cabaña. Y él, el gran Inuyasha, solo tenía un destino en mente, donde su corazón se encontraba, su hogar: con Kagome.
Ya había recorrido la distancia que separaba la cabaña de su amigo de las lindes del bosque y si su olor era tan fuerte, denotando su cercanía, solo había un lugar en el que ella pudiera estar: el pozo.
Al llegar la vio. Estaba de espaldas a él. Vestía sus ropas de sacerdotisa y su cabello se encontraba suelto, dejando que la brisa de la tarde provocara una danza desigual de las hebras. Y miraba el pozo completamente concentrada, tanto que no se percató de su llegada.
—¿Te arrepientes… de haber venido? —le murmuró al oído.
Kagome se dio la vuelta sorprendida por la repentina aparición de Inuyasha, aunque no le sorprendía su pregunta. Inuyasha siempre había sido inseguro respecto a los sentimientos y no hacía tanto tiempo que ella había regresado. Era natural que pensara que ella aún sentía nostalgia por lo que dejó atrás.
—No, no me arrepiento. —contestó suavemente mientras se acercaba a él, eliminando casi completamente la distancia entre los dos —No te voy a mentir diciéndote que no extraño a la familia que dejé del otro lado, pero sé que ellos me apoyan y están orgullosos de mí.
—Entonces, ¿por qué estás aquí?
—Me preguntaba por qué el pozo tardó tres años en funcionar. Y también por qué lo hizo al final.
Eran preguntas tan buenas como otras cualesquiera. Lamentablemente el pozo no podía responderlas. Solo quedaba elucubrar al respecto.
—¿Tú por qué crees que fue?
—No sé…—pero su rostro hablaba de una respuesta, o al menos de una propuesta, y el color de sus mejillas decía que esa respuesta le gustaba.
—No me mientas.
—Me gusta pensar que fue por nosotros, que al final nuestros corazones se unieron de tal manera que pudo funcionar una última vez. —dijo Kagome mientras sus ojos miraban sus pies—Pero yo sé que es algo tonto…
—Entonces ambos pensamos algo tonto, porque yo pienso lo mismo.
Ella alzó la vista hasta que su mirada quedó totalmente anclada a la del hanyō que amaba con la vida y sonrió suavemente. Él también lo hacía, a su manera.
Habían estado separados tres años, llenos de incertidumbre, nostalgia, tristeza… y mucho amor, un amor que se había fortalecido hasta tal grado que ni el mismísimo tiempo lo pudo derrotar. El pozo tal vez no hablara, pero había percibido los sentimientos poderosos de los dos.
Y, cuando los sentimientos son tan fuertes que ni el tiempo los destruye, solo la propia eternidad es suficiente para disfrutarlo. Así que rodeados por el bosque donde se conocieron y con el pozo devorador de huesos como único testigo, Inuyasha y Kagome se demostraron a plenitud de su amor.
Muchas gracias por leer.
Besos!
