Fue creado para el evento "Truco o travesura" de la pagia Shikatema: Hojas de arena.
Los testigos del festival
El sonido de la puerta del copiloto abriéndose despertó al desprevenido conductor que estaba dormitando sobre el volante. Sin previo aviso ingresó una chica de cabello rubio que lo tenía amarrado en dos coletas bajas. Aquella mujer portaba un ajustado vestido negro aterciopelado, mallas de red y botas de tacón que le llegaban hasta la rodilla. Tan pronto tomó asiento, arrojó un abrigo de color beige, un sombrero negro cuya copa era larga y puntiaguda y un bolso abultado en el asiento trasero. Después se acomodó en su lugar, le echó un vistazo al conductor y se mofó por la nariz.
— ¿Tuviste una larga noche? —Preguntó Temari en forma de burla mientras le ayudaba a acomodarle los lentes oscuros al muchacho, pues los tenía sosteniéndose únicamente de la punta de la nariz.
Shikamaru se reincorporó como debía en su asiento. Él vestía de una gruesa chamarra de color verde helecho, camiseta gris, pantalones negros ajustados y tenis cafés.
— Algo así. No sé cómo pudiste dormir con la tormenta de anoche —se quejó adormilado, acomodó todos los retrovisores y procedió por encender el auto—. Un café y estaré como nuevo, ¿qué te parece?
— Suena bien. —Sonrió ella en lo que se colocaba el cinturón de seguridad.
Él hizo lo mismo que su copiloto, pero al agachar su cabeza pudo ver a su acompañante sin el filtro de los lentes oscuros. Los párpados de la chica tenían tonos oscuros, sus pestañas destacaban más ese día que cualquier otro, sin mencionar que tenía un poco de rubor en sus mejillas y sus labios estaban pintados de carmín. El de cabello de piña torció una sonrisa y ella lo descubrió observándola.
— Me gusta cómo te arreglaste hoy. —Pronunció con una voz rasposa.
Devolvió su mirada al frente poniendo en marcha su coche, integrándolo de esta manera a la vialidad de la ciudad. La Sabaku sonrió ampliamente por su cumplido y alzó un hombro con aires de grandeza.
— Lo sé.
Después de conducir por unos cuantos minutos llegaron al drive-thru de una famosa cafetería donde el Nara solo pidió un café americano y la Sabaku un café helado. "Mujeres", rodó la mirada el muchacho. No entendía esa lógica que tenían que durante un clima fresco se pedían algo frío, para segundos después quejarse de que padecían de las bajas temperaturas. Previniendo que pronto sería un tema de discusión, acomodó su café en el porta vasos, se deshizo de su chamarra, la cual arrojó al asiento de atrás, y apagó el aire acondicionado. Habiendo quitado esa futura problemática, buscó nuevamente su café. Cuando lo envolvió con sus dedos, el envase del brebaje le trasmitió lo caliente que estaba a través de este. Por lo que fue prudente y le sopló al borde de la tapa antes de darle un trago. Degustando como si fuera la gloria misma la placentera cascada de calor que llenó su pecho hasta su estómago.
— Entonces ¿a dónde vamos? —Indagó la chica dándole un sorbo a su helada bebida.
— Al festival de las calabazas —respondió dejando su café en el portavasos otra vez—. Está a las afueras de la ciudad. Aproximadamente a cuarenta minutos. Me comentaron que hay buenos lugares para una sesión de fotos —Temari asintió en lo que meneaba su envase de plástico en forma circular, generando un ruido muy particular entre los hielos y el líquido—. Con el tiempo extra podremos aprovechar y pasearnos un poco si quieres.
— Me gusta la idea —hizo una pausa—. Solo si tienes energías claro.
— Las tendré. El café ya está haciendo su magia.
En un punto de su recorrido se volvió evidente que habían dejado atrás la ciudad, pues en vez de estar rodeados por construcciones, lo único que podían ver eran arboles silvestres. Las bardas residenciales se intercambiaron por cercas con alambres de púas que delimitaban los terrenos aledaños a la carretera y en vez de encontrar banquetas solo había metros cuadrados de maleza que crecía sin límites. Con la velocidad adecuada, no tardaron mucho en llegar a una explanada donde se encontraba el evento que mencionó previamente el Nara. Bajó la velocidad para abandonar la rigidez del asfalto por lo irregular de un camino de terracería que se había trazado por el continuo tránsito que atraía el festival. Llegaron a un estacionamiento improvisado a un par de metros de distancia del ingreso principal del evento. Les daba igual donde se estacionarían, así que tomaron el primer lugar que encontraron. Tras hacer un par de maniobras el Nara apagó el coche y los dos bajaron de este al mismo tiempo.
El cielo estaba cubierto por un infinito manto gris claro de nubes, el cual posibilitaba que la luz del sol iluminara perfectamente su alrededor, pero no les permitía saber su ubicación exacta. En el perímetro de la explanada había un montón de árboles cuyas hojas habían tomado unos tonos ocres y el ambiente se sentía fresco al punto que la más mínima brisa provocaría que uno se abrazara a si mismo si no traía la ropa adecuada. Hablando del clima, el joven de la coleta alta fue a la puerta del asiento trasero para sacar sus cosas. Miró hacia la dama que lo acompañaba pensando ofrecerle su chamarra, pero esta lo sorprendió cuando sacó una larga prenda negra de su bolso. Se trataba de una capa que le cubría el cuerpo entero e incluso tenía un gorro. De no saber que era el complemento de su disfraz, cualquiera hubiera pensado que esa ropa le pertenecía a un culto. Apoyando su mano contra el techo del vehículo, se limitó a admirarla a la distancia. Por su puesto que su chica siempre estaba preparada para todo. Recuperó su chamarra del asiento trasero para colocárselo encima, se colgó una pequeña mochila al hombro, tomó el sombrero negro de su novia y cerró la puerta. Mientras la Sabaku se dedicaba a amarrarse su capa, lentamente fue aproximándosele. Justo cuando había terminado su cometido, ya tenía a su acompañante parado delante de ella contemplándola con ternura. En cambio, Temari torció la boca con desaprobación al verlo, agarró su bolso del asiento trasero y le quitó su sombrero de su mano.
— Me hubiera gustado que también te hubieras disfrazado para la ocasión. —Dijo al mismo tiempo que cerraba la puerta del vehículo.
Liberando un suspiro, Shikamaru se quitó las gafas de sol para colgárselas en el cuello de su camiseta. Buscó las llaves de su auto para activarle la alarma y se encogió de hombros.
— Realmente no tengo creatividad para disfrazarme de cosas —extendió su mano para conectar con la suya—. Aunque con estas ojeras que me cargo podemos pretender que vengo disfrazado de zombi.
— Vamos —trazó una curva juguetona en su boca—. Pareces y actúas como eso todos los días.
La expresión que hizo a continuación el chico de la coleta alta robó una sincera risa de la mujer, quien se alejó un poco sin soltar su mano y luego se acercó para abrazarlo de frente.
— ¿Ouch? —también río correspondiéndole el abrazo.
— Lo de parecer es broma, pero si actúas como uno. No te preocupes, aun así, me gustas.
— Eres perversa, Temari —fingió estar ofendido—. Todavía que te traigo acá para que ganes ese concurso de disfraces, ¿te atreves a llamarme así?
— Por eso eres el mejor. —Lo miró directamente a sus pupilas cafés sin poder borrar su sonrisa triunfante.
— Si lo soy —respondió él para luego besar su frente—. Andando. Aprovechemos que aún tenemos luz natural.
Sin soltarse de las manos tomaron rumbo hacia el festival, cuya entrada era grande y llamativa. Tenía decoraciones de temporada, luces cálidas y un letrero que los tentaba a ingresar. Era un evento muy popular, pero al mismo tiempo era pequeño. El muchacho podía calcular que su ocupación actual era como de quinientas personas. Tanto niños como adultos, estaban elaboradamente disfrazados para Halloween o simplemente tenían un pequeño accesorio para no complicarse con eso y ser parte de la temática. Ahí el Nara aprovechó para sacar su cámara profesional. La configuró y comenzó a tomar fotos del lugar. Hizo unas pruebas, apuntando a lugares y tomando unas cuantas capturas. Tomó de protagonistas a los puestos de comida de temporada, a los deliciosos postres que vendían, los dulces, incluso a las calabazas enteras que presumían en los mostradores. Inmediatamente las revisó y volvió hacer uno que otro ajuste para destacar los elementos que les tomó fotos. Después, capturó unos momentos de algunos despistados transeúntes cuyo conjunto de elementos le contaban una historia a través del lente.
Era evidente que el Nara estaba entretenido con su cámara, por lo que Temari aprovechó para escabullirse y sumergirse en el conveniente puesto de disfraces que había por ahí. Hizo una compra rápida y fue acercándose sigilosamente por la espalda de su novio quien estaba agachado tomando fotos de un arreglo de noche de brujas que estaba al pie de un puesto. La rubia tomó el sencillo arreglo entre sus manos y se la colocó en la cabeza al de cabello de piña, teniendo cuidado de no arruinar su coleta alta. Esta acción lo sacó de su transe. El castaño detuvo lo que estaba haciendo y exhaló una sonrisa al adivinar quien le había adornado su cabeza. Con su mano disponible palpó de que se trataba sin moverlo de su lugar. Su tacto fue identificando una diadema y dos triángulos que se sentían peludos. Shikamaru se reincorporó en su lugar, metiendo su mano en su bolsillo, mientras que la otra seguía sosteniendo su cámara. Inclinó un poco su cabeza hacia atrás, con un semblante que delataba que no podía resistirse a la emoción que proyectaba la mujer enfrente de él. Rodó la mirada y preguntó con una sonrisa:
— Muy bien, ¿en qué me convertiste?
— Te convertí en un hombre lobo —sacó su celular activando la cámara frontal con el propósito de mostrarle su improvisado disfraz al muchacho con la ayuda de la pantalla. Entonces se le ocurrió que era un buen momento sacarse una foto juntos. Rodeó con su brazo el cuello del castaño y empezó a perfilar su rostro para capturar su mejor ángulo. Shikamaru entendió sus intenciones. Agarró el sombrero de bruja de la otra mano de la chica, lo colocó como debía sobre su dorado cabello y le plantó un beso en su mejilla. Extrayendo de sus rojos labios una sincera sonrisa del tipo que tanto amaba verle. La de pupilas aqua tomó varias fotografías, luego miró de frente a su acompañante—. ¿Te gustó?
— Por supuesto —la tomó del rostro para besarla en los labios brevemente, se apartó, alzó la mano que aún sostenía su cámara y la meneó en el aire—. ¿Te parece si empezamos con la sesión?
— Claro.
Shikamaru la guio de la mano a través de una senda que sobresalía por un costado del festival, el cual estaba contorneado por unos bajos y verdes pastizales, y los llevaría a uno de los mayores atractivos del lugar. A unos cuantos pasos de ellos, se encontraba un enorme cultivo de calabazas. Todas acomodadas en filas en el suelo. Entre estas verduras, también había unas calabazas impostoras que eran de utilería que servían de asientos si es que los visitantes se cansaban de recorrer el campo. Otras calabazas ficticias eran tan grandes que al posar junto a ellas hacían que cualquiera se viera tan pequeño como si fuera un ratón. Incluso había un tipo muy particular de calabazas a las faldas de un enorme árbol, pues tenían caras de todo tipo talladas en ellas. Tan solo unas horas antes, fueron talladas por otros invitados del festival. Las apilaron junto a las creaciones de los demás y les iluminaron su interior con velas artificiales por motivos de seguridad. Creando en conjunto un alucinante visual para aquellos que pasaban por ahí y se detenían a admirar el arte. El aire que respiraban en ese lugar estaba limpio a diferencia con el de la ciudad, aunque todavía podían detectar un poco el aroma del fertilizante que les habían echado a sus cultivos para cuidarlos.
El Nara vio el potencial del espacio para sacarle provecho y tomar fotos inolvidables, así que le dio indicaciones a Temari de donde quería que se parara y que acciones deseaba capturar. La rubia naturalmente le obedeció y comenzó a posar para él. Jugando con su entorno, con los elementos que la rodeaba y con el vestuario que tenía puesto. Durante la sesión no se dejaba de escuchar los incesantes clicks que provenían de la cámara profesional del castaño y frecuentemente cambiaban de ubicación, mientras conversaban y se reían de una que otra broma. Entonces, de su mochila el chico de la coleta alta sacó una fina serie de luces que se encendían con una pequeña pila como las que utilizaban los relojes de muñeca. Se las entregó a la rubia y le comunicó cómo debía jugar con ellas entre sus manos, asemejando como si estuviera haciendo hechizos con ellas. El cable que las unía de por si era delgado y transparente, lo que ayudaría mucho en el momento de la edición pues sería fácil borrarlo y explotar el efecto de magia que provenían de las luces.
Llegó un momento que la Sabaku debía sentarse en una de esas grandes calabazas de utilería. Shikamaru la ayudó a subirse, pues era tan alta que las piernas de la chica quedaban colgando de uno de sus costados y aun así le faltaban unos sesenta centímetros para poder tocar el suelo con sus pies. La rubia acomodó su capa sobre la parte superior de la calabaza, junto sus piernas apoyando las suelas de sus botas en el costado de la verdura artificial y sostuvo las luces encendidas entre sus dedos.
— Espera. Déjame limpio tus botas —detuvo su pose el muchacho, colgó la correa de su cámara alrededor de su cuello y sacó un trapo de su mochila—. Tienes algo de polvo en ellas.
— Que observador eres, Nara. —Lo elogió con una sonrisa.
El castaño tomó una de sus piernas y empezó a limpiar la superficie lustrosa de las botas de la rubia.
— No voy a dejar que algo tan insignificante arruine tu foto. —Dejo lo que estaba haciendo para besar la rodilla de la chica, le lanzó una mirada coqueta y luego procedió por limpiar la otra bota.
— Quieto ahí —recargó una de sus palmas de las manos en la superficie de la calabaza—. Recuerda que hay niños presentes. —Se mordió el labio y miró a su alrededor.
En lo que las pupilas aguamarina divagaban por el lugar, por la periferia de su visión la Sabaku pudo percibir algo. Su interés se aferró a una errante silueta que transitaba entre la barda de madera que delimitaba el famoso cultivo y los pies del bosque otoñal que lo envolvía. Entornó un poco la mirada para enfocar mejor, pues su andar era un poco inusual. Se trataba de un hombre que vestía camisa de cuadros, que a pesar de la distancia se notaba que estaba sucia, sobre su cabeza llevaba una gorra de color caqui, tenía unos pantalones decolorados de mezclilla y parecía estar arrastrando una pala. La fémina lo seguía con la mirada, tratando de descifrar por qué aquel hombre iba caminando agotado en dirección hacia la carretera. Hasta que aquel desconocido sintió la curiosa mirada de la rubia y volteó hacia su dirección.
— ¿Estas lista? —Recuperó su atención el castaño, quien estaba acomodándose para tomarle más fotos.
Su pregunta le recordó a Temari a concentrarse en lo suyo. Sostuvo como debía las luces entre sus manos, miró hacia el cielo y alzó los brazos como si estuviera conjurando estrellas. Dándole un cierto misticismo a la imagen con sus poses. La luz natural fue disminuyendo conforme la tarde se aproximaba. Aunque el Nara quería unas ultimas fotografías. Caminaron fuera del cultivo de calabazas y brincaron sobre una atrofiada barda de madera. Detrás de esta se encontraba un olvidado camino que estaba debajo de las copas de los árboles. Shikamaru le pidió a su modelo que anduviera sobre ese camino, porque iba a tomarle unas fotos por la espalda. La Sabaku accedió y comenzó su recorrido. Los primeros metros anduvo lento y en cierta parte empezó a menear su capa. La mirada de la rubia, se enfocó a un kilómetro de su posición donde podía ver parte de la carretera donde se encontraba un carro rojo estacionado paralelo a esta. Mientras jugaba con sus pasos siguió notando ciertos detalles de ese vehículo, pues no había nada más interesante que ver más que vegetación. Podía saber que se trataba de un modelo antiguo, porque estaba un poco oxidado, tenía parches donde carecía de pintura y la defensa delantera estaba abollada del lado izquierdo. Por el juego de perspectiva que le daba la distancia, si ella quería podía fingir que extendía su mano al aire y que podía tomar dicho vehículo con tan solo sus dedos.
— Eso es todo —la alcanzó trotando el chico de la coleta alta, redirigiendo la atención de la fémina hacia él— ¿lista para disfrutar el resto del festival? —Le preguntó en lo que limpiaba su cámara para después guardarla.
Temari asintió con la cabeza. Lo tomó del brazo y ambos regresaron al festival. Dedicaron ese tiempo para ellos dos, de gozar lo que veían, pasearse por los puestos, comprar comida de ahí y también dulces. Antes de que pudieran darse cuenta se había vuelto de noche y la temperatura y los ruidos de los insectos se hicieron notar. Era hora de regresar a casa, no sin antes comprar una calabaza para ellos mismos y guardarla en la cajuela. Temari se deshizo de su disfraz al quitarse su capa para poner en su lugar su chamarra abultada de color beige y arrojar su sombrero de bruja al asiento trasero. Mientras el Nara se quitó la diadema de orejas de lobo porque ya le estaba causando dolores de cabeza. Encendió el vehículo y revisó el tablero.
— ¿Podrías buscar si hay una gasolinera cerca? —Cuestionó el muchacho en lo que se colocaba su cinturón de seguridad.
Su copiloto asintió imitándolo. Abrió su aplicación GPS y lo único que pudo ver era el punto azul de su ubicación muy cerca de la línea amarilla que era el camino.
— Aquí dice que la próxima gasolinera se encuentra a cincuenta kilómetros.
— Tan pronto regresemos a la ciudad hay que cargar gasolina. Tendré que apagar el aire acondicionado, —le consultó con un vistazo rápido— ¿está bien?
— Sin problemas. —Respondió la rubia alcanzando su capa y tapándose sus piernas con ella como si se tratara de una cobija.
— Chica lista. —dijo él dibujando una sonrisa ladeada.
— Por supuesto que lo soy.
Llegaron a la intersección que los regresaría a la carretera. Shikamaru volteó a los dos lados, pero a podía suponer que nadie se estaba aproximando a kilómetros de distancia porque las únicas luces que iluminaban esa carretera eran las suyas. Por lo que decidió reincorporarse a la carretera, acelerando despacio para que las llantas del vehículo abandonaran la calle de tierra y se subieran al asfalto de la carretera. Tan pronto se habían integrado a la carretera, a unos cuantos metros detrás de ellos otro par de luces rojas se encendieron en medio de la oscuridad. Algo que atrajo la atención tanto del conductor como de Temari quien estaba buscando que música poner en su teléfono. De repente ese auto que apareció en medio de la nada, dio una violenta vuelta en u y se puso en el mismo carril que ellos. Shikamaru comenzó a preocuparse al notar que el auto que venía atrás estaba acelerando de más y le estaba echando las luces altas.
— ¿Cuál es su problema? —Miró hacia atrás la rubia.
Desde que sus luces aparecieron en medio de la oscuridad, la existencia de ese automóvil era bastante sospechosa. Debido al denso manto de la noche no podían reconocer mucho del automóvil que los seguían, más que era de color rojo y tenía la defensa delantera abollada en el lado izquierdo. En cuestión de minutos los alcanzó y comenzó a pitarles. Dejando una peligrosa distancia de un metro entre ellos. Shikamaru no dejaba de ver el retrovisor tratando de adivinar que le sucedía al sujeto que se les estaba pegando tanto. Primero intento quitarse de su carril, pero solo corroboró que si quisiera rebasarlo ya lo hubiera hecho, pues cambió de carril al mismo tiempo que el Nara.
— ¡Acelera! —Incitó la copiloto que ya no le estaba agradando la situación.
No tuvo que decirle dos veces, fue pisando el acelerador para aumentar la velocidad gradualmente. Pudo ganar distancia, pero lo que quería era perderlos de vista. Hasta que poco a poco, ese vehículo que los estaba acechando en medio de la nada se quedó atrás. Fue hasta que ya no pudieron ver las luces detrás de ellos cuando ambos pudieron relajar sus músculos. Todo había sido muy raro. Parecía que tenía intenciones de chocarles por atrás o ¿quizás comunicarles algo? Simplemente no les dio buena espina. El chico de la coleta volvió a normalizar la velocidad, miró el nivel de su gasolina y luego hacia el retrovisor.
— Que loco ¿no?
— Si. Nunca sabes con que locos te vayas a topar —la de orbes aqua miró su GPS—. Estamos a diez minutos de la siguiente gasolinera.
El castaño apretó los labios.
— Creo que si tendremos que detenernos. Al tanque solo le queda nada más que los humos.
— Sirve que aprovecho y voy al baño.
— De acuerdo.
A lo lejos lograron divisar la gasolinera que les indicó el GPS. Había un poco de fila, así que el Nara colocó el auto detrás de otro que estaba siendo atendido por el despachador de gasolina. La vejiga de la Sabaku no iba a aguantar más, por lo que le dijo que se iba a adelantar para ir al baño en lo que era su turno. El muchacho de la coleta asintió, la besó y la vio desde su asiento dirigirse a los baños públicos. Solo le tomó unos cinco minutos, cuando la de orbes aguamarina salió de los baños vio que su acompañante estaba siendo atendido por el despachador. Se pasó directamente a la tienda de conveniencia, pues habían acordado reunirse ahí después de cargar gasolina. La rubia se estaba paseando por los pasillos de la tienda, evaluando seriamente que quería comprar y que cosa pudiera querer el Nara. Aunque se estaba demorando más de lo que creía. Las paredes de la tienda eran mayormente de cristal, así que solo tenía que ponerse de puntas para ver más arriba del estante de golosinas para ver hacia el exterior. Cuando lo hizo fácilmente pudo ver que el auto estaba estacionado delante de la tienda y que el chico de cabello de piña estaba hablando con alguien. Eso definitivamente le llamó la atención. Se acercó a las puertas de cristal para identificar con quien estaba hablando, pero notó algo familiar en el fondo de la gasolinera. Era aquel coche con el que quería jugar con la perspectiva y jugar a que lo tomaba en el aire con sus dedos mientras el Nara le fotografiaba la espalda. Luego dirigió su mirada hacia el sujeto. Camisa de cuadros sucia, gorra beige, pantalones de mezclilla... lo había visto antes también. Frunciendo el ceño, abrió la puerta de cristal.
— ¡Oye! —Entonó fuerte y claro para que su acompañante la escuchara.
Ocasionó que tanto él como el desconocido voltearan a su dirección. El rostro de aquel sujeto se veía un tanto intranquilo, agachó la cabeza y se retiró. Tomando rumbo hacia ese mismo vehículo que parecía deteriorado por el tiempo. Shikamaru en cambio se veía pensativo y fue a reunirse con la rubia. Entró a la tienda, pero ella se quedó un poco para ver como ese oxidado vehículo tomó rumbo hacia la carretera y se perdió en medio de la oscuridad. No sin antes notar que junto a ese peculiar hombre iban otros dos más. Regresó a la tienda, donde notó que el joven de la coleta estaba callado en lo que seleccionaba lo que compraría. Después de pagar, fue seguido por la curiosa mirada de un par de orbes aqua y los dos se acercaron a su respectivo auto. Entraron y se acomodaron en sus lugares mientras se colocaban sus cinturones de seguridad.
— Oye, —miró al castaño— ¿Quién era esa persona con quien estabas hablando?
El Nara terminó de ajustar su cinturón de seguridad, apoyó las palmas de sus manos sobre el volante y exhaló brevemente. Volteó a ver el rostro de la Sabaku y dijo:
— No lo se. Primero me preguntó si necesitaba un lugar para descansar. Le dije que no. Después cambio toda su actitud y me dijo que no le dijera nadie sobre lo que había visto.
Sus rostros se llenaron de confusión. De repente, un pequeño golpeteo en el cristal del conductor los hizo brincar en sus lugares. Al ver que solo se trataba del despachador de gasolina, el castaño bajo su cristal.
— Una disculpa. Se que sonara extraño, pero ¿qué le dijo ese sujeto?
— Nada importante, ¿Por qué?
— Porque hace unas horas la policía llegó a advertirnos sobre un hombre con ese mismo perfil. Es sospechoso debido a una desaparición. Les llamé hace unos minutos. Por favor esperen un poco a que lleguen.
— E-está bien.
Después de escuchar las palabras del despachador de gasolina, que se retiró para continuar con su labor, Shikamaru y Temari se miraron uno al otro bastante consternados. Se bajaron del vehículo, se sentaron en la banqueta de la tienda de conveniencia, donde tuvieron que esperar veinte minutos a que la policía llegara y tomara sus declaraciones. Ninguno de los dos sabían a que se refería con eso de no decir nada de lo que vieron, pero definitivamente no se querían imaginar lo que les hubieran pasado si se cuándo los estaba persiguiendo en su auto se hubieran detenido.
