Sentía que estaba tocando las nubes.
Eran polvo, eran esponjosas y eran cómodas.
Una mano lo ayudó a sentarse.
Vio entonces sus propias garras y no sintió en su interior que ella quisiera quitarle su anillo. De todos modos sería imposible, rio, al aún no haber compartido un beso con su lady.
—Mirá el paisaje, Chat.
—¿Hablas de la vista de la torre Eiffel, la torre inclinada de pizza, la gran muralla china que casi toca nuestros pies, la estatua de la libertad, el Big Ben, las cabezas de la isla de pascua, las pirámides de Egipto…?
—Sí —Lo interrumpió, solemne—: esos y todos los lugares, sean emblemáticos o significantes por su belleza, eran un anhelo que tocaba mis manos y corazón y volvía irracional a mi cerebro comandado. A Mayura no le gustaba, así que yo mantenía al mínimo cualquier atisbo de ambición diferente a mi único objetivo y hacía de mi vigilancia una enfocada en las lejanías.
—No sospechaba —respondió simplemente, como si estuviera interpretando un texto y sin percatarse de lo obvio.
—No. No sospechaba —Le confirmó con un asentimiento; pero con la mirada en las construcciones históricas—: Que nos hayamos encontrado solo hizo que ella me incentivara a ganarme tu confianza, algo que no me molestaba del todo, si te soy sincera. Porque quería ser tu amiga pese a todo lo que me decía que no.
—Me alegra que me lo hayas contado, "Bug".
Ella, de cabello azabache y vestida de verano, rio con la boca cerrada.
—Esto es real.
Félix abrió enormemente sus ojos celestes.
