Fue algo notorio cuando en el receso de clases de repente Allegra, mi mejor amiga, me lo dijo:
—Hace más de una semana que no invitás a salir a Félix. ¿Estás bien? —bromeó con una falsa cara de preocupación. Aunque creo que realmente había un atisbo real en su entonación.
En respuesta, miré distraídamente al aludido, llamándome la atención el que estuviera bajo un árbol cercano leyendo su libro justo en la misma página en la que estaba en el horario de entrada, cuando había pasado por su lado para sentarme detrás y lo noté con curiosidad.
Articulé con cuidado:
—Estoy… preocupada por un amigo.
—No sabía que tenías más amigos.
—Es… Vive en China. Solemos llamarnos… Él… —Sentí que mi rostro se calentaba.
Allegra jadeó.
—¡Bridgette!
—¿Qué?
—¿Cómo que qué?
Suspiré con un leve alivio. Al menos aún no me cuestionaría sobre Félix.
