Silent encounter
By: HybridVirus
Disclaimer: Hetalia y sus personajes son pertenencia de sus respectivos dueños, solamente soy dueña de Rafaela y no hay ninguna ganancia con esto, más que darles amor a las relaciones de mi país con otros países; solo soy una fan que escribe para fans.
Pd: Se aceptan donaciones en PP :La descalabran:
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La luna resplandece gentilmente en el cielo, mientras la brisa mece las desnudas ramas de los árboles. Las hojas que yacen en el suelo, crujen con cada pisada que las criaturas del bosque dan sobre el manto, que el ciclo natural del tiempo crea con el paso de las estaciones.
Al igual que todos los años, Rafaela ha esperado impacientemente la llegada del otoño y sus hermosos tonos ocres. Porque sabe que esta temporada implica, poder verle una vez más. Un suave tarareo escapa de sus labios, mientras sus dedos continúan deslizándose amorosamente, sobre la cabellera naranja. Asegurándose de entrelazar algunos mechones, en unas cuantas trenzas para evitar que el largo cabello, cubra esos ojos que tanto adora.
La cabeza recostada en su regazo le hace sonreír, al mismo tiempo que continúa moviendo el cepillo en su diestra, para desenredar el resto de las hebras que han sido alborotadas por el viento, a causa de la cabalgata hecha por el silencioso jinete. Los parpados de Seamus se mantienen cerrados, aun cuando los dedos de la joven se deslizan contra la parte inferior de los mismos.
Es simplemente extraordinario, el poder apreciar al guardián del bosque en tanta calma. La sonrisa que curva esos pálidos labios, le trae un sinfín de recuerdos del tiempo que ha pasado bajo la tutela de su mentora. Han sido años repletos de tantas circunstancias, que no puede negar que haber sido expulsada de su hogar, ha resultado ser muchas cosas… excepto una maldición.
La brisa exhala permitiéndole percibir el frio, que le recuerda cuan pronto es que el invierno llegara al bosque. Para terminar de desnudar los árboles, y en el proceso llevarse al hombre que tanto adora. Ese que no puede mencionar palabra alguna, pero que no se niega a demostrar su aprecio de otras tantas formas… igualmente agradables.
El eco de risas en la lejanía, le evita olvidar que aún se está llevando a cabo el festival para agradecer por la cosecha. El bosque es hogar de tantos seres, por lo que es curioso ver como los habitantes del pueblo, que yace al pie de esta inmensa arboleada. Suponen erróneamente, que son los únicos seres en los alrededores.
La mejilla que se presiona contra sus muslos, le hace suspirar aliviada porque la noche sigue siendo joven. La luna aún está en su zenit, las risas de la convivencia no tan lejana y las suplicas de la vida que habrá de ser ofrecida esta noche, confirman que la celebración seguirá por más horas y eso significa, que tendrá el suficiente tiempo para estar en la presencia del señor del festival.
El susurro de los cascos chocando contra el suelo, la hace dirigir la mirada hacia el negro corcel que se acerca perezosamente a la cabaña. La cabeza que cuelga de la silla de montar, informa que la cacería de Seamus ha salido como debe. El hocico del animal se presiona contra el costado de su rostro, en un gesto que delata el cariño que la bestia siente por la bruja.
–Buen chico…
La mano de la mujer deja el cepillo, para colocar sus dedos contra el pelaje del animal. Asegurándose de acariciar al compañero de la entidad, con la misma admiración que le dedico esa primera vez, en que la bestia la guio hacia las entrañas del bosque. El golpeteo de un par de botas, no la hace desviar la mirada porque sabe perfectamente a quien pertenecen los pasos, que se acercan con tal seguridad hacia su persona.
Un indignado relincho escapa del caballo, cuando sus dedos dejan de brindarle caricias, para tomar la cabeza que se encuentra en su regazo y levantarla. Sus ojos se encuentran con la visión del cuerpo, que deja esa ensangrentada hacha al costado de los escalones de piedra. Para después liberar el extenso látigo, hecho con vertebras humanas que mantiene en su cintura.
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La sensación de los omoplatos que se presionan contra su muslo, la hacen acomodar la cabeza una vez más sobre su regazo. Con un sonoro resoplido, el ofendido corcel se aleja del par que seguramente lo ignorara, por el resto de la noche ahora que el cuerpo y la cabeza de su jinete, se encuentran en el mismo lugar.
Uno de los brazos de Rafaela se desliza sobre la negra vestimenta, hasta acomodarse sobre el torso del gélido cuerpo, que responde alzando una de sus manos hacia el rostro de la bruja, para colocar sus enguantados dígitos sobre la mejilla que aún posee esa calidez, que proviene únicamente de los seres que aún se encuentran con vida.
–Bienvenido a casa, señor de la fertilidad…
Los orbes verdes se abren, permitiéndose encontrarse con esa sonrisa socarrona. La misma que recuerda seria acompañada, por una mirada repleta de curiosidad al verlo aparecer de la penumbra del bosque. Todo desde la seguridad que le otorgaba la vieja bruja, que siempre mantenía a su aprendiz en la mejor actitud posible.
Los ojos de Rafaela no resplandecen como las llamas del averno, pero no puede negar cuanto disfruta el claro deseo de servirle, que puede ver en esos ojos. La piel de los guantes se desliza contra esos labios, asegurándose de esparcir la sangre en sus dedos que aún se encuentra fresca, coloreándolos con el líquido vital en una silenciosa promesa.
Las limitaciones de esta forma física, solo le permiten hablar una única vez en su estancia en el mundo terrenal. Solo puede decir el nombre de su presa, una vez que ha decidido quién es el mortal que debe caer en sus garras. Ningún nombre está a salvo del alcance de su voz, excepto por el de esta criatura que ha encontrado el modo de asegurar su sobrevivencia, al adentrarse debajo de su mismísima piel.
El aquelarre que habita en sus dominios, nunca exige mucho de su parte. Solo la protección y bonanza de este bosque. Como respuesta a su trabajo, jamás fallan en ofrecerle algo en cada una de sus visitas. Son esas brujas que bailan sin prendas frente a las llamas, mientras sus risas repletas de alegría y malicia se unen a los lamentos de un alma, que le es ofrecida sin miramiento. Quienes lo mantienen atado a este dominio…
Esto lo lleva devuelta a un mundo de antaño, en el que había sido la entidad más venerada en esta noche. Sus afilados incisivos se separan, para hundirse gentilmente en el muslo de su acompañante. La risita que resuena en sus oídos, arranca una placentera sensación de su existencia temporal. Porque incluso con la ofrenda de las brujas, Seamus nunca siente que un alma sea suficiente.
¿Cómo podría una única alma, calmar el hambre que siente? Cuando anteriormente la sangre brotaba por doquier a su alrededor. Nunca había un límite de cabezas entregadas a él, permitiéndole disfrutar del baño de sangre a cambio de los beneficios, que podía entregarle sin chistar al mundo. Y un día simplemente… todo su poder había desaparecido, haciéndolo que adoptara esta apariencia.
Obligándolo a guardar silencio, mientras sus ojos ardían en ira por todo lo que había perdido. Esta noche es que volvía para tomar un alma, pero sin duda disfrutaba derramar la sangre de todo aquel, que se atreviera a interponerse en su camino. Porque no hay puerta o cerrojo que pueda detenerle, no hay fuerza terrenal que pueda evitar que un Dullahan logre su cometido.
Los dedos de la entidad se aferran al muslo de Rafaela, jalando con fuerza la extremidad y consiguiendo que la espalda de la bruja, se presione contra el suelo de piedra de la cabaña. La sonrisa de la criatura se agranda, recuperando la macabra mueca en su rostro. Porque ha tomado todo aquello que le ofrecen, algunos le dan vida, otros le brindan sangre, pero sin duda tiene un favorito sobre esas cosas…
La risa que escapa de los carmines labios, resuena junto al eco de los gritos en algún otro punto del bosque. El cuerpo del jinete se acomoda entre las piernas, que no se preocupan por cerrarse en un gesto de decencia. Las manos de Rafaela se aseguran de mantener la cabeza de Seamus sobre su pecho, en un gesto posesivo que no le causa el menor desagrado al ser de la noche.
La oscura piel de los guantes se desliza ascendentemente, sobre el cuerpo atrapado debajo de él. Pasando lentamente sobre los muslos, para continuar hacia los costados, mientras las manos de la criatura ignoran su cabeza, que se encuentra anidada sobre el torso de la joven. El movimiento de los brazos de la bruja alzándose, no detienen en lo más mínimo el firme avance del jinete.
Finalmente, la sensación de esos antebrazos presionándose contra sus hombros. Consigue que su sonrisa se suavice un poco, porque ahora su cabeza se encuentra sujeta en el lugar donde debería estar, gracias a las manos de Rafaela. Esta vez su cabello no le cubre el rostro, por las trenzas que han sido acomodadas estratégicamente en su cabellera.
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Los dedos que se deslizan contra sus pómulos, consiguen que sus ojos se mantengan fijos sobre el halo castaño, que es creado por la cabellera que acompaña a su propietaria en el suelo. El pecho de la joven sube y baja aceleradamente, traicionando que esto es mucho más placentero de lo que esperaría para su acompañante.
Los labios de Seamus se separan, moviéndose silenciosamente ante los ojos de la mujer, que yace tranquilamente frente a él. No hay miedo o temor alguno en esos orbes que lo miran, como si no fuera la manifestación de la mismísima oscuridad. En cambio, lo observan como si fuera simplemente un hombre, en vez de ser aquel que inspira horror en los corazones humanos.
Ambos saben que Seamus es el 'que', que existe cuando las personas, preguntan entre la penumbra por una presencia. Es el viento que acaricia el cabello de las brujas, y que hiela la piel de los temerosos de dios. Él es la sombra que se alimenta de la oscuridad, y que engendra las pesadillas y miedos más macabros en los corazones de la humanidad. Él es el rey y amo de la cosecha, que los hombres reciben año con año…
–Eres tan impaciente…
Los brazos de Rafaela se alejan, haciéndolo que siga el movimiento con su cuerpo. Intentando mantener la ilusión de que aún, conserva una cabeza sobre sus hombros. El viento susurra contra sus oídos, como si intentara brindarle un tembloroso suspiro a esta manifestación temporal de su ser.
A pesar de lo muerto que este cuerpo se encuentra, puede sentir el abrazador calor que se abraza a su existencia, cuando los labios de la mujer se presionan contra los suyos. Un gruñido inhumano escapa de su garganta, porque sabe que no puede mencionar palabra alguna. Y tampoco puede arriesgarse a cometer el error de susurrar el nombre, que se ha prohibido a si mismo desde hace ya tiempo atrás…
–Puedes tomar cuanto sea, que desees de mi…
La lengua que se desliza contra su barbilla, le obliga a cerrar los ojos ante el inmenso ardor que se esparce por todo su ser. Pasión, lujuria y la promesa del siguiente año, son la causa principal de no aparecer entre el festejo del aquelarre. Porque la bruja nunca le ofrece esto, en la presencia de sus compañeras.
El cuerpo de la entidad se presiona contra el de la hija de la noche, intentando no admitir lo agradable que es ser envuelto, por el par de piernas que se aferran posesivamente a su cintura. Esta es la única razón que tiene, para abandonar a su fiel arma en el suelo. Porque, aunque disfruta de la sangre, la mujer se rehúsa a envolverle de este modo, si llega a cortarla con las vértebras del látigo.
–Dame un año más de vida, señor de la cosecha.
Los seres humanos son el fruto que más disfruta devorar, no puede negar cuanto es que le gusta saborear su sangre, sus vidas, sus almas, sus gritos, sus lamentos… su placer. La nuca del ente se presiona contra la curvatura de esos pechos, mientras una mano se aferra contra las hebras naranja.
Imitando el agarre de la otra extremidad, que hunde sus uñas en la negra tela que cubre el cuerpo de la criatura. El susurro de un aliento entrecortado, resuena en sus oídos. Mientras su torso se presiona contra el de la bruja, que simplemente se rehúsa a liberar la cabeza de su agarre.
Bajo cualquier otra circunstancia, la osadía de semejante dominio sobre algo tan importante como lo es su cráneo, seria visto como algo digno de causar la muerte. Pero ahora mismo, que siente esa devoción que es palpable en la piel, y en el acelerado palpitar del corazón que le recuerda…
Que no hay forma en que mencione el nombre de esta mujer en las centurias venideras, sin importar cuantos otros tengan que tomar su lugar. Los sonidos de placer que se hacen presentes, son suficiente respuesta para permitirle sujetarle como desee, algo que nadie puede siquiera cuestionar ante su autoridad.
El susurro de la tela que es movida por la brisa y el repentino grito, que escapa de su acompañante delata algo completamente diferente al dolor, uniendo de ese modo el placer que ha sido ofrecido, junto al sufrimiento de esa alma en la profundidad del bosque. Llevándole a disfrutar al mismo tiempo, los polos opuestos de las ofrendas.
En las que la pena se convierte rápidamente en placer y en esa paz, que mantiene libre de todas las ataduras del mundo. Excepto por la de esa mano, que se presiona contra el bronceado cuello, cuya dueña es completamente incapaz de abandonar. Porque nadie escapa del jinete sin cabeza, así tenga que pagar del modo menos convencional posible.
Mucho menos cuando han sido sus actos, los que han conseguido aferrar al señor de la fertilidad a su existencia. Utilizando aquello, que no se le puede negar jamás a un Dullahan.
~Owari~
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Hybrid-Virus
Yo! Buen día lectores, espero que estén teniendo un excelente inicio de fin de semana. Sin duda alguna es el mes de Seamus, pero de nuevo es octubre así que no me sorprende tanto. Cuando empecé este oneshot, jamás pensé que terminaría con un montón de borradores, para poder hacer una historia de varios capítulos de esta versión de Seamus.
Quería escribir algo para Halloween, y mientras decidía que monstruo elegir para Seamus. Di varias vueltas por diversas criaturas, pero siempre volvía hacia el legendario Dullahan. Que vendría a ser sin duda alguna, el monstruo por excelencia para plasmar esta festividad.
Los Dullahan son criaturas de origen irlandés y tal como lo suponen, son jinetes sin cabeza. Es de aquí donde provino la inspiración, para crear la leyenda de Sleepy Hollow. Un Dullahan es un jinete que vaga en la campiña irlandesa, vestido de negro y montando sobre un caballo más negro que la misma noche.
Tanto los ojos del caballo, como los del jinete resplandecen con las llamas del infierno. Las pisadas del animal generan llamas, gracias a la fuerza que sus cascos ejercen sobre el suelo. La criatura tiene una excelente vista, ya que con el resplandor de sus ojos puede ver en la oscuridad. Además de que lleva su cabeza en alto en su diestra, para poder tener un mayor alcance de vista.
El Dullahan tiene limitaciones de habla, solamente puede pronunciar un nombre en cada estadía que tiene en el mundo mortal, así que solo menciona el nombre de su víctima y una vez que este es dicho. El jinete no se detendrá hasta que su objetivo se encuentre muerto, pues es imposible detener a un Dullahan.
Esto se debe a que no hay puerta, o cerradura alguna que se mantenga cerrada para él. Si una persona que no es la víctima del Dullahan lo mira, puede ser cegada por la criatura con un latigazo de su arma, o por la sangre que el monstruo arroja en los ojos del observador.
En caso de que alguien se interponga, entre el Dullahan y su víctima original. El jinete asesinara a quienes se encuentren en su camino, para después retomar la cacería por la persona que ha elegido. Una vez que el Dullahan baja de su caballo, es seguro que en ese mismo punto habrá de morir una persona.
La cabeza del Dullahan siempre porta una enorme sonrisa maliciosa, puesto que encuentra placer en tomar las vidas de sus víctimas, esto se debe a que antes de que el cristianismo se extendiera por toda Irlanda, existía cierto dios al que le entregaban ofrendas en la forma de sacrificios humanos.
Crom Dubh exigía que le entregaran vidas humanas, a cambio de la bonanza que compartía con los mortales. Y este sacrificio se hacía, por medio de la decapitación de sus ofrendas. Una vez que el cristianismo se extendió por Irlanda, Crom Dubh quedo en el olvido y no se realizaron más sacrificios a su nombre durante el Samhain.
A causa de esto, la gente supone que el dios de la fertilidad decidió reclamar las vidas que el cristianismo le negó. Tomando forma en esta criatura, para poder seguir devorando almas y sangre humana. La única debilidad de un dullahan, es el oro. Pues este puede hacer que el jinete y su caballo, den la vuelta y se alejen si es que uno no se trata de su víctima original.
Intente respetar todos los puntos posibles del Dullahan en esta pequeña historia, espero que fuera algo de su agrado y veamos si puedo arreglar algo más, en el transcurso de estos días. Porque estoy simplemente encantada, con Dullahan Seamus. Honestamente no pensé que me agradaría, la visión mental de esa retorcida sonrisa en la carita de mi picioso Irlanda.
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