Él no puede saberlo
Asuna Yuuki se recuesta en su alcoba.
¿Quién hubiera pensado que hoy miércoles, treinta de septiembre del año dos mil veintiséis, la vida se me pondría de cabeza en mi propio cumpleaños?
Kenji se recostó junto a mi regazo; su ronroneo lo hace parecer una pequeña máquina de hacer masajes en baja intensidad. Sé, que como gato que es, representa el epítome de la indiferencia y el cinismo. Una hermosa forma de vida con orejitas, bigotitos y una nariz rosada que me provoca arrancársela. ¿Por qué los amamos, aunque sus caricias sean a raíz del interés? Ni yo misma lo sé. Solo importa que, en este momento, es la mejor terapia después del peor día de mi vida.
Ahora también sé que acariciar y confesar tus penas a un gato, es lo mejor que puedes hacer cuando asumes el papel de un barco hundiéndose, después de colisionar con un iceberg de la vida.
Un viaje solitario al vacío.
Mi relación con Kazuto Kirigaya enfrenta un ardid que desde Underworld se máquina para separarnos. Contar mi historia, es el más cálido de los consuelos, después de nuestra ruptura.
Los miércoles son el día tonto de la semana. O, al menos, eso dice la mayoría. Es el momento clave donde el odio por los lunes y la lejanía del martes terminan de madurar. El término medio entre el disgusto y la felicidad. Para mí es lo mejor de la semana, por supuesto. Y es que cada miércoles, me despierto con la ilusión de saber que en solo dos días más, compartiría el fin de semana con Kazuto. Sin interrupciones. Una velada de la que ningún otro compañero sería testigo.
Nunca imaginé que esta vez, no sería así.
Desperté como cualquier otro día. Kenji se sobresaltó cuando me deslice fuera del lecho. Su disgusto solo dura los segundos que las sabanas tardan en envolverlo, momento que comienza a juguetear escondido en un espacio oscuro y cerrado entre las hendiduras, totalmente fascinado. Es como ver a un niño con el juguete de última generación. O a Kazuto cuando anuncian una nueva actualización de ALO, GGO o más recientemente, el juego vanilla Among Us —del que disfruta ser el impostor—.
El desayuno en mi hogar expresa un respeto casi religioso, por el ente llamado silencio, que solo el telediario está autorizado en romper. Y mi madre, claro está. Solo abre la boca las veces que crítica las malas decisiones del gobierno; o cuando me lanza preguntas de mis calificaciones, y válgame Dios para que no bajen de nueve punto cinco; criticar como el gato no deja de bufarle, o para hacer algún comentario despectivo acerca de alguna noticia en particular. Papá se limita a asentir y dar respuestas cortas. Al menos nos amenizamos, cuando coincidimos en reírnos debajo de nuestras tazas, cuando alguno de sus comentarios roza el absurdo cuando usa algún término de lo que ella llama "modernidad".
Como cada miércoles, Kazuto ya me esperaba en la estación de transbordo para ir directos al instituto. Puede parecer ridículo, pero verlo sonreír cuando me ve cada mañana es como un sueño del que no quiero despertar. Hace que mi cuerpo desafíe la gravedad que me ata al suelo. Me invita a tentar el convencionalismo social de no besarlo en público. Aunque solo sea tomarnos de la mano, hace me cosquillee el pecho y las piernas, como si el contacto de dos polos opuestos hiciese la chispa necesaria para poner el cuerpo en funcionamiento.
Solo yo sé cuánto voy a extrañar sus caricias.
—¿Cómo te sientes? —pregunté al subir al tren.
—Cada vez me cansan menos las caminatas. Con algo de suerte, ya podré volver a mi rutina ordinaria.
—¡Estupendo!
—Y todo gracias a ti.
—¡Oh, vamos! Solo estuve contigo en rehabilitación, como tú lo hiciste conmigo. —dije, sin darle importancia al calor que emite mi rostro.
Lo cierto es que, después de la crisis de Underworld, Kazuto estuvo varios días en el hospital, como consecuencia del uso prolongado del lector de almas. Fue como entrar al túnel del tiempo y encontrarme a mí misma después de SAO. Me las arreglé para visitarlo todos los días, y superar los controles para llevarle comida a escondidas después de mi primera visita. Y no podía reprochárselo; la dieta cero sales, y nada de sólidos no era graciosa. Mucho menos para Kazuto. Aunque sé que se debe a que entre Sugu, Midori y yo misma, lo hemos mal acostumbrado.
—Los cuidados de Asuna son la mejor medicina. Manos suaves, y la fuerza de una guerrera fiera. ¿Qué más le puedo pedir al mundo?
Tuve que hacerlo. Fue rápido, pero lo besé en plena vía pública. Era una de las primeras veces que lo hacía desde que volvimos de Underworld. Y nuevamente, hubo chispa. Mi cuerpo lo extrañaba, y se lo hice saber. Después de todo, era mi cumpleaños. Requirió el uso de toda mi cordura para separarnos a los pocos segundos.
Hasta que el móvil comenzó a vibrar y lo cogí.
Allí, comenzaría a torcerse la semana. Incluso yo hice la misma expresión que Kenji cuando escucha un grillo en el jardín. ¿Cómo diablos se me ocurre seguir en contacto con un chico que me besó antes que el propio Kazuto?
¿Si digo que no pasó nada más, me creería alguien?
¡De haberlo hecho, no hubiera pasado nada de esto!
—¿Qué pasa? —pregunta mi novio. Mi expresión era lo suficientemente transparente para notar mi alarma.
—Nada. —mentí. Utilicé la función de contestación rápida de WhatsApp, y guardé el teléfono.
No convenció a Kazuto.
—Te ves alterada. —me dijo.
—No pasa nada en absoluto. No te preocupes. —insistí. Realmente quería que lo olvidara.
Ningun hombre del planeta se detiene a pensar en las señales que dejan sus novias. Si tuviera uno frente a mí, compartiría este consejo, que salvará la relación de muchos. El corazón de una mujer es complejo; un océano profundo lleno de pasadizos y secretos. Ni nosotras tenemos todas las llaves, por fuerte que parezca. Y cuando ocultamos algo, no quiere decir que ella no te ame, sino que, simplemente, trata de protegerte. A ti, y su relación.
—Sabes que puedes contarme lo que sea, y te ayudaré. —dice. Sus ojos negros muestran genuina preocupación y consternación. Su rostro en pleno desafiaba mis defensas. Sentí como se convirtieron en gelatina, como si lo estuviera viéndolo de regreso en SAO.
—Dije que no es nada, Kazuto. Era mi madre recordándome que pasara a recoger algo de su oficina.
—Ella tiene chofer privado. Puede pedirle que lo lleve a casa, y lo que es mejor, sin cobrarle más. —repuso.
—Esta vez no. Es un recado para papá, y no puede darse cuenta. —Sentí una vibración en la coronilla mientras seguía mintiendo. Era como si mis emociones lucharan por hacerse relucir. En ese momento, eran la ira y la inseguridad, que toman mi alegría como rehén.
—¿Tu madre preocupándose por una fecha importante con antelación? Ahora sí que está pasando algo raro. Asuna, ¿qué me ocultas?
Justo a tiempo llegamos a nuestra parada. Fui directa al anden con tal prisa que por un instante, parecía que huía de Kazuto. Ahora que lo pienso mejor, quizás si lo hacía a consciencia. Me sentí culpable por no poder ser honesta. ¿Y si solo era una tontería? Ya hacía dos años que salíamos. ¿Qué más da que no haya sido el primero que conocí?
No me di cuenta que Kazuto me había alcanzado instantes después. Me cogió de la mano para detenerme. Hizo un mohín, exigiendo una respuesta con su silencio. Respiré hondo, con intención de recordarle que se nos hacía tarde y recuperar el control. Conociéndolo, le importaría un comino si yo tenía un problema. De normal, me habría sentido protegida, si no fuera porque justo en ese momento no quería su romanticismo; pero el pensamiento basta para ponerme la piel de gallina.
¡Justo ese no era el momento, putas hormonas!
—Me haces daño. —me quejé.
—Y tú también cuando me mientes. —respondió, relajando su agarre.
—Kazuto —Hice un esfuerzo por alejar el titubeo en mi voz y mantenerme serena—, en serio no es importante. ¿Podrías dejarlo ir?
—¿Tú lo harías?
—Sí —respondí. Él parpadeó un par de veces. Y luego, otro mohín. Parecía un niño peleando por una paleta—. ¡Okey está bien! Si te lo digo, ¿lo olvidarás?
—Sí.
—Sin molestarte.
—Vale.
—Ni preguntas.
—Me parece bien.
—¡Genial! Entonces no tengo que responderte.
—¡Asuna!
—¡Cachis! —dije. Al menos, intenté—. Esta bien. Era un amigo de Sword Art Online.
Kazuto parpadeó como si me hubiera vuelto loca. Su sonrisa se convirtió en carcajada.
—¡Jajaja! Pero si es una tontería. Me asustaste, pensé que era grave.
—Bueno… quizás sí lo es —añadí. Dejó de reírse casi al instante. Su cara comenzó a parecer la de mi madre, cuando confesaba una travesura—. La verdad es que… por un tiempo brevísimo nosotros… bueno… tu me entiendes.
—¿Ustedes qué?
—Pues… salimos.
Fue como si algo se rompiera dentro de Kazuto.
De inmediato su facción se alargó. Noté como se esforzaba para no fruncir el entrecejo. Parpadeó un par de veces, mostrándose de perfil. Le dolió. Más de lo que pensé. Abrió la boca y la cerró varias veces. Seguro, trata de poner su cabeza en orden. Decidió avanzar a zancadas, sin decirme nada más.
Así duró el camino restante al instituto. Sabía que no acabaría allí. O, más bien, ahora lo sé. No sospeche que fuera a darle importancia.
—¿Cuánto tiempo? —gruñó al fin.
—Lo suficiente —respondí tajante—. Él fue un apoyo antes de reencontrarnos.
—¿Qué pasó entre ustedes?
—Dijimos sin preguntas.
—¡Tengo que saberlo!
—No fuiste el primero en besarme.
De allí, nuestra relación fue en caída libre los días sucesivos. Empeoraría aún más, cuando le dije que era de los primeros miembros de los Caballeros de la Hermandad de Sangre, y que como sobreviviente de SAO, asiste a la misma escuela que nosotros.
Kazuto Kirigaya entraba a clases.
Hoy, observas los pedazos que formaban parte del hombre que fue conocido como Kazuto Kirigaya. Para otros, Kirito el Espadachín de Negro. El aspecto de los Spriggan. El Rey de Underworld, o Beater. Todo eso me da igual.
Klein se encuentra a mi lado, tratando de consolarme, igual que lo intentó Sugu. Igual que lo intentó Kazemi, mi compañero de curso. Debo confesar que si bien, antes de conocer a Asuna he derramado lágrimas, desde que rompimos no encuentro consuelo. Llámenme idiota; romántico; o incluso podéis decirme que parezco un niño estúpido por llorar luego de romper con una mujer. La estadística nos enseña que por cada hombre en el planeta, existen diez mujeres. Omito la clara muestra de que ellas heredarán la tierra cuando los hombres se extingan para acotar que, confirma la experiencia popular. Ellas vienen y van como los peces en el mar, luciendo sus colores en la pasarela de la calle, los bares, salones de baile, cargos importantes y negocios. ¿Saben lo que digo a eso? ¡Puras chorradas!
Ellos no saben lo que era tener a Asuna en mi vida.
Era simplemente perfecta para mí, aún con sus defectos. Y la perdí para siempre, por las putas hormonas.
Todavía alcanzo a recordarlo con vaguedad. Ni si quiera me despedí esa mañana al cruzar el umbral de mi aula. Estaba tan enfadado que no pude mirarla de regreso.
¿Por qué seguía en contacto con un ex? Porque eso es, aunque haya durado poquísimo, ¿no?
Rika "Liz" Shinozaki me dio los buenos días. Respondí con un bufido asertivo. Ignoro si me alcanzó a dirigir la mirada, pues me dediqué a fingir que revisaba mis apuntes. Me sentía traicionado, a pesar de conocer la pureza del alma de Asuna. Nunca saldría con dos chicos a la vez; y si la teoría de los múltiples universos resulta ser cierta, las otras tampoco lo harían. Para mí, ella es una mujer correcta, sencilla y hermosa. La única con la habilidad de dejarme indefenso.
Tal vez puedo sonarles ingenuo. En toda relación eres susceptible de sufrir engaños por definición. Bien por los celos desmedidos; porque la relación no funciona, o por miedo al compromiso. Ya lo he visto antes. Por mucho que me lo digan, no es mi caso. Asuna y yo no nos hemos visto envueltos en las tentaciones, ni problemas de ese tipo.
¡Si estoy tan seguro entonces! ¿Por qué cojones estaba tan furioso?! ¡¿Por qué me mortifica algo de su pasado!? ¡Estúpidas hormonas!
La ira me hacia ver el papel blanco entre centellas varicolor. ¿Cómo se conocieron? ¿Lo he visto? ¿Sus besos eran mejores que los míos? ¿Heatcliff los invitó a la vez? ¿Solo durmieron juntos, o pasó algo más? ¿La buscó él, o ella le escribió recién? Preguntas que no pude articular. Supongo, en el fondo tuve miedo de saber la respuesta. Incluso ahora, en mi escasa lucidez me atormentan.
Me sumí en el mar de la duda. ¿He descuidado nuestra relación? ¿Habrá sido mi culpa? O peor, ¿se estaba cansando de mí?
Mi rostro tenía que sonar distraído, pues el profesor de matemáticas se detuvo a mi lado. No lo noté hasta que me tocó el hombro con el dedo índice para llamar mi atención. Me sobresalté un poco al tiempo que una risilla recorrió el aula. Liz y Keiko "Silica" Ayano, me miraban divertidísimas. Conociéndolas, al salir me gastarían bromas sobre pensar en Asuna y lo que haríamos en su cumpleaños este fin de semana en plena clase.
Solo por esta vez, tenían razón en algo. Asuna siempre era la fuente de mi distracción.
—¿Sería capaz de resolver la ecuación, señor Kirigaya?
Mire el montón de garabatos en el pizarrón. Mentiría si digo que no me sentí intimidado por los números. Normalmente podría, pero en aquel momento, si me hubieran preguntado cuanto era dos más dos, tampoco hubiera podido responder. Puede que inclusive hubiera dicho cinco.
—¿Y bien?
—Lo siento, profesor. Estaba distraído.
—Quizás deberías ir a la enfermería entonces. Ve y quédate allí.
Otra risilla se escabulle entre los alumnos. Cuando volteó a mirar, clavaron la vista en sus apuntes.
—¡Shinozaki, acompáñelo! Y quédese fuera también.
—¡Eh, ¿y yo por qué?!
—Fue la primera que vi.
Rika hizo una mueca bastante fea antes de ponerse de pie. Yo la seguí. Obviamente no fuimos a ninguna parte. Solo permanecimos en silencio fuera del aula varios minutos. Sentí una punzada en que iba de la coronilla hasta mi cuello. Seguramente no estaba para nada feliz.
—¡Ya estarás contento! Dentro de poco hay examen, y reprobaré por tu culpa. Te voy a acusar con Asuna. Aunque ahora que lo pienso… ¡Es igual de culpable! —protestó.
—No me culpes por no mantener la compostura. Pide apuntes y estudia.
—¡Qué brillante idea! Claro, como tú lo tienes más fácil —protestó. Se aclaro la garganta. Luego habló imitando mi voz y colocando una expresión de lo más exagerada—. «Oh, el profe de mates me ha sacado de su clase y no tengo como estudiar. ¿Quién me presta sus apuntes?». A continuación, las chicas se pelearán para ofrecértelos. Y muy seguramente, encontrarás un anexo al final con un número de móvil.
Liz es de las pocas chicas que me hablan de frente, y sin cortarse de nada. Por eso es una buena amiga. Si no dedicara tanto tiempo a sus inseguridades, sería incluso más guapa de lo que ya es. Pero en ese entonces, no me importaba darle ese consejo.
Mi respuesta fue un gruñido.
—Hoy es importante. ¿Qué van a hacer Asuna y tú el fin de semana?
—No lo sé.
—¡¿Eh?! —chilló. Se tapó la boca ahogando un grito. Arrugó la frente y me lanzó una mirada centelleante. Estaba realmente ofendida—. Kirito, es tu novia. ¿Me dices en serio que no tienes nada planeado?
La verdad es que sí. Pero en ese momento, mis ganas de hacerlo eran nulas.
—¿Está todo bien?
—Liz, tengo mucho en qué pensar, y no eres la chica adecuada. Disculpa, pero tengo que ir a ver a alguien.
Sonó la campana, y me marché directo al segundo nivel. Lo que no sabía era qué mi respuesta haría por la mente de Liz cuando Silica la alcanzó en la entrada, hasta que Klein me lo contó.
—Sisi, tenemos un problema —dijo Liz—. Creo que Kirito está viendo a otra mujer.
—¡Eso no puede ser! Estamos hablando de la pareja perfecta de Sword Art Online. El Espadachín Negro y el Destello Veloz. KiriAsu. Alpha y Omega de las espadas.
—Pues parece que ya no. Alguna lo busca, y con lo amable que es, seguro la termina enamorando, y no parece importarle.
—Eres un poco alarmista.
—Tú y yo sabemos que Kirito es como el agua dulce para las moscas, en cuanto a chicas se refiere. Mañana abordaremos a Asuna y arreglaremos esto. ¡Es hora de la caza!
Cayó la noche, sin que haya cruzado palabra con Asuna el resto del día. Evité hablar con la cabeza caliente y el corazón herido para escuchar a mi idol favorita y reina de la cultura geek: Alex Demint. Su voz y gusto por la moda son un regalo del cielo para el mundo. Ver la danza de su cabello como el fuego del otoño y piel blanca olivácea, ojos color verde grisáceo, adornados por finas pinceladas de amarillos y marrones, ayudó a relajar mi mente. Ella es hermosa, hay que admitirlo. Quizás, la única que compite con la propia Asuna.
Transmitía en vivo, a punto de cantar su versión de Same Old Love, cuando un mensaje de Asuna la interrumpe.
Asuna: ¿Vas a evadirme por siempre? ¡Ya supéralo! 😠😤😤
Abrí Whatsapp, pero no el mensaje hasta que pasaron unos minutos. Me olvidé de desactivar la notificación de lectura de sus mensajes.
Asuna: Mira Kazuto, no entiendo cual es el drama 😒.
Asuna: Llevamos dos años juntos sin problemas. Te amo a ti, y solo a ti. Lo he demostrado de muchas maneras. Necesitamos hablar, pero tampoco te voy a rogar. Así que cuando quieras, ya sabes dónde buscarme.
Kirito: ¿Cómo quieres que me sienta si esta en tu aula?
Asuna: Seguro de ti mismo, como siempre.
Kirito: Me pusiste la meta muy alta. El primero nunca será igual que el segundo plato.
Asuna: ¡Ugh! 😤😤😡 ¡Háblame cuando dejes de ser un idiota!
Comencé a escribirle mi respuesta no muy caballerosa. Al contrario, le sacaría la misma moneda, cuando llegó otro mensaje.
Alice: Hola Kirito😘.
Alice: Espero haberte sido de ayuda.
Alice: ¿Tienes tiempo? Necesito hablar algo contigo.
Asuna tuvo razón. Fui un idiota. De haber sabido lo que ocurriría al día siguiente, habría eliminado el mensaje, y evadido mi necedad de ser amable con mis amigas.
Continuará…
