2-. La detective y la femme fatale

Asuna Yuuki pasea distraída por las calles.

¿Fui algo dura esa noche? ¿Insensible, tal vez? Hoy creo, fue un juego de dos.

Kazuto seguía conectado, pero resolvió no seguir escribiendo. Siendo sincera, si llegó a enojarse, no me importó. Dije lo que tenía que decir. Con todo y lo que sucedía lo amaba, y mi corazón insiste en seguir haciéndolo. Y por mucho que mi cabeza proteste, su marca sigue impresa en todo mi ser. ¿Cómo olvidarlo todo sin más?

Me quedé mirando su respuesta varios minutos antes de irme dormir. Respondí de inmediato por parecerme estúpido. La afirmación es verdad en sí misma, pero era tan no nuestro caso, que solo me enfadé aún más.

Asuna: ¡¿Hello?! ¡Que eres mi primer amor oficial en este mundo, lo otro nunca llegaría a más! ¿Cómo puedes convertir una roca en una montaña de virilidad?

Escribir mi siguiente mensaje tomó unos segundos, pero cuando quise enviarlo, algo me detuvo. Cualquier cosa que dijera en ese momento, era como apagar un incendio con gasolina. Y después de leerlo varias veces, lo borré. Me fui a la cama sin darle más vueltas al asunto hasta el día siguiente.

Mi gato se hacía una bolita de pelo en el hueco que hacen mis piernas en la cama, estirando el cuello para que lo rasque. Lo considero justo. El me escucha, y yo lo mimo de regreso. Una relación perfecta entre una chica y su mascota.

En fin, devoré mi desayuno esa mañana. Mis padres me miraban como si de repente, me hubiera convertido en atleta profesional. No le di mayor importancia. Quería salir de mi casa antes, y sorprender a Kazuto en la entrada para resolver esto de una vez. Debí notar algo raro cuando no llegó a la hora de siempre. Los chicos me vieron sola en la entrada, y por un instante pareció que sus miradas eran cómplices de mis problemas. Me sentí desnuda. Una especie de atracción de circo del que mofarse de su sufrimiento, cuyos problemas se saben de sobra, pero decidimos ignorarlo y seguir caminando.

Me dispuse a marcharme, cuando sentí alguien cogerme del hombro. Mi reacción fue automática, y rodeé con los brazos a quien fuera que haya sido. Después de todo, el único que se atrevía a tocarme por la mañana, era él.

Me di cuenta de mi error cuando sentí un bulto en mi pecho, pues a quien abracé fue a Liz. Silica permanecía junto a ella. Me sonroje de la vergüenza. Y empeoró cuando ambas me lo devolvieron. La quijada casi se me disloca cuando abrí la boca de la sorpresa. ¿Tan evidente era que tenía problemas con Kazuto?

Me cogieron de la mano, y me arrastraron al salón de teatro. Silica pasó el pestillo, y se colocó a un lado del cristal de la puerta, para servir de centinela.

—¡Shh! No hay mucho tiempo —susurró ella, curioseando la vestimenta para el teatro—. Escucha Asu, te apoyamos. Kiri a veces es muy ingenuo, pero es un libro abierto para nosotras. Así que llegó la hora de tomar cartas en el asunto.

—Eso, eso. —convino Silica a media sonrisa. Sin apartar la vista del corredor.

Al principio me quedé muda. Lo único que me pasó por la cabeza fueron dos cosas: ¿Qué hacíamos en el salón de teatro? Y todavía más importante, ¿qué estaría pasando por la mente de mis amigas? No terminé de procesar la información cuando Liz cogió tres gabardinas y sombreros de copa baja unicolor, color baige. No tardaron en colocárselos y amarrarse el cinturón de cuero alrededor de la cintura. El atuendo de la detective privada sexy, les quedaba bien con el pantalón de la escuela. Se veían guapas, pero no era mi estilo.

—¿Qué esperas, Asu?

—Mira, eres una dulzura, en serio. Pero por muy bien que se vea, no voy a ponérmelo.

—¡Pero si es tu talla, y resalta tu belleza natural! —protestó. Se coloca un par de guantes negros, se ajusta los botines y se coloca su sombrero, antes de reprenderme—. Vamos. Siempre hemos participado en juegos de rol. ¿No crees que esta vez, merece la pena traerlos al mundo real?

—¿Y qué haremos ahora? ¿Jugar a los detectives? ¿La inspectora Asuna y sus asistontas?

—Eso último sobra —replicó con voz seca—. Pero sí. Haremos labor detectivesca. Vamos a la caza de una criminal.

—¿Cómo piensas arrestar criminales de verdad?

—Con estas. —Sacó un par de esposas y un saco. Las tensó con fuerza. Parecían bastante convincentes.

—Dios mío… —exclamé.

—Las compramos. —dijo Liz, adelantándose a mi pregunta.

—¿Dónde?

—Es mejor que no lo sepas. ¡Pero concéntrate Asuna! Tenemos que pensar en nuestro objetivo.

—¡No hay ningún objetivo, no vamos a hacerle nada a Kirito! ¡Más importante, no pienso dejarlas!

—¡Ugh, ¿quién dijo de hacerle algo a Kirito?! ¡Deja de ser aguafiestas! Y nosotras que queremos ayudarte a darle su merecido.

—¿De quién están hablando?

—De la Infame.

—La innombrable.

—La zorra doble cara del cine.

—La seductora de oscuras intenciones.

—¡La femme fatale!

Solté una carcajada, por supuesto. La idea de una chica vestida de rojo y labios pintados, valiéndose de su cuerpo para seducir a Kazuto, era totalmente absurda. En la lista de tonterías de mi novio puede estar incluido los celos por desagravios del pasado. ¿Pero el engaño? ¡Por dios, hablamos de que conoce a Liz, y si la viera en su traje de inspectora, también diría que se ve bien! También a Shino Asada; Silica, pasando por Renri; Fanatio; la propia Quitella quiso seducirlo también. Incluso si Alex Demint, su amor platónico, se materializase frente a él, tampoco lo haría. Las mujeres se cruzan en su camino como pétalos que arrastra el viento, y la única a la que siempre mira, es a mí —incluso me las lanza llenas de impureza, cuando no debería de hacerlo en la escuela—. Si me entienden, ¿no?

Me reía como una loca de atar. Si alguien hubiera entrado, me habría enviado al manicomio de estar fuera del aula de teatro. Liz y Silica se aclararon la garganta. Claramente, no estaban contentas.

—No tiene nada que ver con una femme fatale.

—¿No has escuchado las historias?

—¿Eh?

No sé por qué no les conté lo que realmente ocurría. Supongo, me mató la curiosidad por conocer su hipótesis. Mis amigas se acercaron a mí, hablando entre susurros. La gabardina que llevaba en el brazo, por poco termina como escoba cuando acerque mi oído.

—Todas las chicas de la Escuela de Supervivientes de SAO escriben historias de Kirito en sus diarios —me susurró con tal seriedad, que sentí un escalofrío—. Bastante perturbadoras y sin filtros de ninguna clase. ¡Incluidas historias mojadas! Fantasean con respecto a cómo sería su relación con él. Y de sus "atributos", no necesariamente ingame.

—Exacto. Esas chicas están loquitas —añadió Silica—. Todas te lo quieren quitar. Y si ahora añades que no están bien, habrá un escándalo. ¿Quieres que eso pase? ¿No te preocupa ni un poco?

Lo admito. Pensar en la posibilidad de que el rostro angelical de Kirito, inconsciente amabilidad atractiva, nariz perfilada, brazos firmes y cálidos le jugaran una mala pasada, encendió mis alarmas. Y no quiero ni pensar de lo que serían capaces de hacer aquellas que piensan en sus "atributos".

Me puse la gabardina, lista para descubrir a la víbora.

—¡Bien, el escuadrón SPM ya está completo! —mascullo Liz con emoción, apretujando los puños.

—¿SPM? —dije. Arqueé una ceja, desconcertada a la espera.

—Sociedad Protectora Marital. Justicieras de parejas.

—Genial… ya hasta nombre le pusieron a esto ¿Y ahora qué? —pregunto, después de colocarme el sombrero y amarrar el cinturón—. ¿Tienen algún plan?

—Por supuesto que sí —aclaró Liz, alzando su dedo índice—. Ya tenemos nuestro primer objetivo en mente.

Señaló la puerta, directo a la salida. Silica y yo la seguímos.

Fue difícil ignorar el hecho de que los estudiantes nos mirasen de arriba abajo. Parecemos modelos, atravesando los pasillos sin prestar atención a miradas curiosas. En ese mundo, todo parte de la profesionalidad, aunque uses mucha, o poca ropa; desde cómo usar tacones, mantenerse recta, el cuello estirado y mantener el equilibrio mientras caminas con la música como ritmo; hasta la sonrisa falsa que lanzas al público antes de marcharte. En este caso, la suela de las zapatillas y los murmullos del público eran nuestra música. Trate de convencerme a mi misma de que mi rostro y como Destello Veloz, más mi autoridad, eran la causa de su silencio. Traté de ignorar que los chicos nos escanearon como maniquís en una tienda de ropa femenina. Lo más seguro, es que parecíamos bichos raros.

Nos dirigimos al último nivel del complejo, donde estarían los estudiantes de último curso. Directamente a la sección "C", del último año. Sentí un cosquilleo cuando entendí a quién buscábamos.

Hosaka Tomo. Conocida por todos como Argo o, La Rata. No es porque tenga la voz chillona, o fuera de corta estatura —esto último sí que era cierto—. En el antiguo Sword At Online, y otros juegos de rol, es famosa por sus guías e intercambio de información. Si necesitas saber algo de una misión, o obtener información confidencial sobre obtener habilidades ocultas, y casi cualquier otro dato desconocido para ti, con una respuesta conocida, ella es tu chica. Siempre y cuando tuvieras cobres. Los pobres no le hacían ni gracia. La conocí en los días que mis sentimientos por Kazuto florecían. Hoy día, seguimos siendo buenos amigos los tres.

Lo que ocurrió después me hizo convencerme de que Liz y Silica, definitivamente se volvieron locas ese día.

Ocurrió muy deprisa. Liz nos hizo señales para esperar en la puerta que daba al tejado, armada con las esposas. Es un milagro que nadie nos haya notado, cuando Argo sale de la biblioteca luciendo su cabello castaño dorado. Las tres hicimos algo único a penas la vimos. Silica le colocó el saco en la cabeza, y la empujó directo al hueco donde estábamos. Liz le puso las esposas. Yo, la civil a punto de desmayarse. Mi amiga acababa de ser sometida contra su voluntad por mis otras amigas, y arrastrada a empujones escaleras arriba.

Juro que sí llego a tener hijos algún día, nunca les contaría esto. Agradezco al cielo que Yui no me vio en este momento.

—¡¿Quién cojones son?! Se los advierto, tengo amigos poderosos. —dijo Argo con aspereza. Trataba de sonar amenazante, pero pude reconocer el miedo en su voz, ahora mismo.

—¡Silencio! Nosotras hacemos las preguntas en esta parte del barrio.

Liz le arrancó la capucha. No supe dónde meterme. Si me ponía la capucha, le abría orificios en unos dos segundos, y me quedó callada, ¿saldría bien parada? Hoy que lo pienso mejor, seguramente no.

—¡¿Qué se supone que hacen?! ¡No es el día de los inocentes, ni Halloween! Aa-chan, diles que me suelten.

—¡Ajá! ¿Utilizando tus influencias? Eso solo lo hace una persona culpable. ¡Confiesa, la SPM ha llegado! ¿Sabes lo que significa eso?

—A juzgar por como se comportan, diría que están justo en ello —comentó Argo con desdén—. Lo tendré en cuenta para alejarme de vosotras.

—¿De qué rayos hablas, Rata? Porque así te conocen en el bajo mundo. ¿A qué sí? ¿Allí escuchaste sobre nosotras?

—Liz, mi trabajo es vender información, pero eso todo el mundo la sabe. No vale la pena venderla. Si me sueltas y pides disculpas, puedo ayudarlas a lidiar con ello.

Liz, Silica y Argo seguían peleándose, en la rutina del policía bueno y el policía malo. Hasta que leí un mensaje de Kazuto en el móvil.

Kirito: Asuna, sé que tenemos una cita planeada para hoy, pero no me siento con ánimos.

Kirito: Y me surgió algo de último momento. Disculpa, pero habrá que reprogramarla para cuando estemos mejor.

Allí si me preocupe. Tenía que darme prisa.

—¡Basta! —bramé. Las tres se callaron, hasta que me acerqué a Argo y me senté a su lado—. Argo, necesito que me ayudes.

—¡¿No crees que hubiese sido mejor empezar así, en lugar de colocarme ese trapo viejo que apesta a perro y esposarme?! Si van a hacerlo, al menos lavarlo, digo.

—No creí que estuvieran tan locas como para hacerlo.

—¡¿Qué?! ¡Hacemos nuestro trabajo por ti, Asuna!

—Pues exageraron demasiado.

—Parece que Aa-chan sí que sabe domar a la bestia —dijo Argo, sacándole la lengua a las detectives fatales—. Tienes mi atención. ¿Qué tienes?

No terminé de abrir la boca, cuando Liz y Silica contaron la historia de la femme fatale. Noté como los ojos de Argo se iluminaron como si estuvieran ofreciéndole una mina de oro. Sabía lo que eso significaba para la fundadora y parte de la redacción del periódico escolar. Su popularidad viene de dos factores: todos los miembros quieren aprender las técnicas de Argo para obtener información vital. Y segundo, porque sus lectores encuentran fascinantes las noticias del mundo friki; el pronóstico de preguntas de examen y la sección miscelánea. En otras palabras: chismes de pasillo.

Si no mencionó el hecho de casarme con Kazuto, no hablaría sobre nuestros problemas, ¿cierto?

—¿Kii-bou te engaña? Eso sí que es una monda de noticia. Información valiosa.

—¡Claro que no!

—¿Problemas entonces? ¿De qué tipo? —insistió Argo.

—¿Estas escribiendo un nuevo artículo? —pregunté, con el ceño fruncido.

—Oki oki, lo siento. Aunque te digo que la lista es larga —pensó en voz alta. Balanceó las manos hasta llegar a su cabeza, acompañada del bamboleo de las esposas. Ese detalle me resulta escalofriante—. Creo que esta es la más relevante. ¿Has escuchado las historias?

—¡No quiero saber esos detalles!

—No las historias de chicas locas por su paquete o las cincuenta sombras de Kirito —susurró Argo. Nos hizo señas para acércanos más, al tiempo que las esposas se balanceaban en sus muñecas—. Últimamente han visto a Kii-bou con una chica extraña. Mis chicos dicen que es excesivamente guapa. La describen como "una diosa de otro mundo". Las encuestas a la mujer más bella del insti, dan 50-50 entre tú y ella.

—¡Esa! ¡Tenemos a nuestra zorra de dos caras! —espetó Silica—. ¿Quién es?

—Ejem. —gruñó, agitando sus manos—. Esto es una negociación. Les he dicho algo importante. Merezco mi liberación.

—De eso nada. Eres parte de la investigación.

—¡¿Siguen con eso?! —chilló Argo—. ¡Vayan al médico y que les recete un ansiolítico!

—¡Vale, esto haremos! —interrumpí. De nuevo, la mediación recaía en mí—. Nos dirás el nombre de la chica, y yo misma te suelto.

—No. Primero me dejarán libre para alejarme de las chicas en pleno SPM. —dijo.

—¡Nombre!

—¡No lo sé, ¿vale?!

Parpadeé ¿Acaso nos estaba jugando una broma pesada?

—¿La infame proveedora de información de SAO no sabe algo? Me parece que mientes. —señaló Liz.

—¡Es en serio! Todo lo que sé, es que suele esperar a Kii-bou los jueves en la entrada de la biblioteca.

La mire fijamente. Su expresión se tornó incómoda cuando me acerqué. Ella tiene pocos, pero muy llamativos defectos, o puntos débiles. El dinero, y las negociaciones. Y por suerte, yo tenía un as bajo la manga. No podría resistirse. Desperté su curiosidad cuando sonreí. Si llevara los bigotes pintados en su rostro, se moverían cuando la expresión de su rostro se concentró en mis labios.

—¿Qué tal esto? Si nos lo dices… te diré algo que nadie en la escuela sabe.

Vi como si sus bigotes imaginaros se erizaran. Por un instante, olvidó la regla de oro de jamás dejar que tu adversario conociera la intensidad del deseo. Ya la tenía en mis manos.

—Pero… ¡Pero hice una promesa! ¡Incluso entre los informantes, tenemos honor!

—¿Qué clase de periodista no busca la noticia a cualquier precio? Tú ganas. Yo gano. Y de paso, el periódico se venderá como pan caliente.

—Yiques —Ser una chica tiene sus ventajas. Su rostro lo decía todo hasta que abrió la boca—. Sé con quién se ve Kii-bou a tus espaldas.

—Eso lo sé. Continúa.

—¡Pero no es lo que parece! No te vayas a enojar. Lo hace por ser amable. Se trata de la chica nueva, una tal Alice —musitó—. Lo encontré en los pasillos un día, y me contó todo. Ella viene de un país lejano, y no entiende nuestra sociedad y las costumbres, así que la ayuda en ello. Pensó que preguntarías por las veces que ausenta en ciertos períodos escolares, y me hizo prometer que no diría nada.

—Okey, entonces si es Alice. No debo preocuparme en absoluto. —dije ingenuamente.

—Ese es el caso más sospechoso que conozco, los otros solo son deseos impuros y él las ignora con elegancia. ¿Sabes? Kii-bou es realmente es un sol. Digo, puede que haya pasado seis meses con sus noches cuidándolo en ese lugar, sin que ella saliera de su habitación y…

Mi mente se desconectó ese mismo instante. Solo pude pensar en dos palabras. Seis meses. Me di media vuelta con la sien palpitándome a toda máquina. Ni siquiera me quité la gabardina para regresar al edificio, sin importarme si Liz y Silica le quitaban las esposas a Argo. O sí me veía algún profesor con la gabardina.

Perdí totalmente el control.

Kazuto Kirigaya y Alice, comparten la tarde juntos.

Esperar a que las aguas se tranquilicen para después hablarlo es una buena idea, ¿verdad?

Era la única que se me ocurrió, y me parecía la más correcta. Yo estaba enojado. Ella estaba enojada. Pelear con tu pareja es lo último que se puede desear en una relación, aunque no lo puedas evitar casi siempre. Discutir sobre un día para verse; resolver problemas personales; defectos subsanables; falta de detalles, abrazos, cariños; sugerencias que no queramos escuchar, pero sin dejar de ser ciertas; todo eso son cosas normales. Y hasta cierto punto, las disfrutas. Es una muestra más de que importas a quien te ama, cuando las dices desde la comprensión y genuina preocupación.

Mantuve mi distancia prudencial. Ya podríamos celebrar su cumpleaños en otro momento cuando resolviéramos nuestros problemas. Mis esperanzas estaban puestas en el fin de semana, cuando finalmente terminara de asimilar su dolorosa revelación.

Lo que más resentí, es el hecho de dañar la imagen que proyecta. Me convencí de que yo soy su primer hombre por antonomasia, como ella lo es para mí. Mi primer beso. Mi primera vez. La mujer con la que decidí casarme, y con la que lo volvería a hacer en un futuro. La tía Midori dice que jurarte en matrimonio con la primera persona que conoces en tu vida es absurdo, puesto que hay que probar nuevas experiencias. No cuestiono la verdad de su afirmación, pero sí dudo que sea obligatoria. ¿Acaso es un pecado pensar que la primera es la vencida, y no la tercera? ¿O la cuarta?

Asuna es mí presente en esta vida, y decidí que también fuera mi futuro. No importa lo grande del obstáculo. No importa el millar de mujeres que existan en el mundo. Siempre será ella. Incluso si Alex se le parece, o si su voz me emociona. Asuna es Asuna.

Es importante decir lo que sentimos. O por lo menos, es lo más correcto en mí cabeza. ¿Está bien ocultarle algo a tu pareja? ¿Debería contarle que solía dormir con Sachi en la misma habitación, como lo hacíamos ella y yo en la cabaña del nivel veintidós? ¿O que Sugu se enamoró de mí por accidente? Y más importante, que la razón por la que a veces ponía trabas a nuestras citas, se debe a que paso algo de tiempo con Alice.

Mi Consejo de Chicas no era una opción para responder esas preguntas sin llamar la atención de Asuna. Liz se lo contaría en seguida. Argo lo vendería incluso al conserje de la escuela. Sugu hablaría con ella. Silica iría directo a Liz. Y Shino lo comentaría con alguna de las otras. Hasta que el nombre de Alice salió a relucir. Y justo me escribió en mi peor momento. Necesitaba hablar con alguien ajeno a mi relación. Un tercero del mundo femenino. ¿Tiene algo de malo confiar en una amiga cercana para pedir consejo?

Noticia de última hora. Si lo haces evadiendo el tema con tu pareja, después de cancelar su cita para verte con ella, lo es.

Al día siguiente, fui hasta la habitación donde Alice se estaba quedando, y nos fuimos juntos al insti. Hablar con ella sobre lo sucedido aligeró el peso de mi alma. Le conté todo. Incluso mi historia con Asuna antes de Underworld. Y me dio una idea clara de por qué yo estaba equivocado.

—Kirito, entiendo que te haya dolido —me dijo Alice, cuando bajamos del tren—. Pero, ¿no has pensado que es un poco tonto? Ella está contigo ahora. Eres el chico que ama. Arriesgó su vida en Underworld por ti. Lo ha dado todo, como tú lo has hecho. ¿Importa tanto que no hayas sido el primero en su vida? Además, si fue cosa de días, fue una niñería.

—Es que si supiera a qué me enfrento, me sentiría mejor. —respondo.

—¿Y qué importa saberlo o no? Kirito es Kirito. Nadie es igual que tú.

—Mmm… quizás tengas razón.

—Claro que la tengo. Deberías buscarla luego y hablarlo.

—Muchas gracias, Alice —dije, dedicándole una sonrisa. Admito que se ve tierna cuando lo hace, y sus pómulos adquieres un tono rojizo—. ¿Sabes? Me alegra que podamos hablar así.

—Solo desearía que él estuviera aquí también.

—Sí…

Guardamos silencio los escasos metros restantes hasta la entrada del insti. Hablar de Eugeo, aún era doloroso para ambos.

Y el día no se pondría mejor, en contra de mi pronostico.

La primera señal, fue cuando los hombres me felicitaban por mi gran hazaña. Entre ellos Kazemi, que me rodeo el hombro.

—¡Hombre, hoy Asuna esta monísima con su atuendo de detective! ¿Será que piensa multarte por estos días? —dijo, con una sonrisa.

—¿De qué rayos hablas?

—Nada, de que tienes una novia hermosa que le gustan los juegos de rol, y me muero de la envidia. Ya te lo dije, pero deberías presentarme a alguna de tus amigas.

Saqué una hoja en blanco de mi mochila, y anoté unos cuantos garabatos. Luego se lo entregue.

—¿Y esto qué es?

—Una lista. Haz todo lo que dice en ella, y luego quizás, te presente a alguien.

—¡¿Eh?! ¿Dejar de ser un idiota superficial? ¡No lo soy!

—Y decirlo te hace uno. Aprende sobre las mujeres, no sobre su cuerpo. —espeté.

—¿A Klein le diste una como esta? Porque menuda esperanza me das.

—Ya es tarde para él. Tú aún tienes arreglo —añadí, sonriéndole. Alice rio por lo bajo, y noté como el rostro de mi amigo imitaba a los cachorros después de una reprimenda. Lo conocí en mi clase de informática. Es un buen chico, si no cuentas su parecido a Klein en su vida amorosa—. ¿Has visto a Asuna?

—Todos la vieron. Salió del salón de teatro y fue directo al último nivel con Rika Shinozaki y Keiko Ayano.

—Entiendo. Seguramente estará buscando a Argo.

—La periodista y cabeza del periódico, ¿eh? Ella es mona.

—Dile eso, y muy probablemente te pateará la entrepierna. Luego tomará una foto mientras agonizas en el suelo, y la venderá bajo el título: "Cómo luce un hombre vencido por una chica".

Kazemi protestó antes de irme a la biblioteca con Alice.

Debo admitir que me siento orgulloso de ella. Ha progresado bastante en la historia de Japón y en comprender los convencionalismos de este mundo. Sabe quién es el emperador y el primer ministro, y el concepto de las grandes potencias mundiales. Mis caminatas con ella me ayudaban a recuperar la movilidad de mi cuerpo, y yo le ensañaba la ciudad y la forma correcta de interactuar con las personas fuera de Centoria. Me sentí especialmente orgulloso cuando finalmente pudo entrar en el subterráneo y llegar a la escuela ella solita, y sin distraerse con los perros ni las ardillas. Ya sabía cómo cruzar la calle, cómo utilizar el dinero y utilizar el tranvía. Me llamaba la atención la fascinación que mostro por el hecho transportarse en vehículos, y no a pie o a caballo.

Me moría de ganas por enseñarle a Asuna lo buen maestro que puedo ser. Pensé que, el día que Yui pueda caminar entre nosotros, me gustará hacer esta clase de cosas los tres juntos.

Todo esto no sería posible.

Caminaba por los pasillos directo a mi siguiente clase junto con Alice, cuando escuche pasos pesados en el corredor. Asuna se dirigió hacia mí, seguida muy de cerca por Liz y Silica. Las tres tenían cara de pocos amigos. Llevaban gabardina y guantes. Es indecoroso, pero mi novia se ve realmente sexy con eso puesto. La manera que resalta su cintura y la línea de sus piernas es maravillosa.

Me arrancó el pensamiento cuando me cogio del cuello y me hizo apoyarme contra la pared. Ahora que la veo bien, sus ojos centellaban llamas del color de la miel, y los mechones de cabello pegados a su rostro, enfocan el hecho de que fuera como el fuego. Liz y Silica cogieron a Alice por ambos brazos, y para la cereza del pastel, Argo estaba esposada.

¿Qué cojones estaba pasando? Fue lo que pensé.

—¡TÚ! —bramó, señalándome con el dedo. La escena hizo que varios se detuvieran, entre ellos Kazemi, que pasaba por allí también—. ¡Eres un caradura, Kazuto Kirigaya!

—¿Eh? —musité, indefenso.

—¡Me recriminas que me haya besado y salido con un chico por unos días antes de conocerte, cuando tú estuviste durmiendo con una ESA —Señaló a Alice con el puño— por SEIS MESES! ¡SEIS MESES! —rugió el número con tal fiereza, que se pusieron los pelos de punta—. ¡¿CÓMO DEMONIOS DORMISTE CON ELLA!? ¡EXPLÍCATE!

Nadie dijo nada. Ahora mismo, solo quería que Dios se apiadase de mí, y me tragara la tierra justo en ese momento. Argo miraba la escena con tal fascinación, que parecía una niña a la que dan un dulce gratis por ser tierna.

—Emm…

—Tú te callas, chica dormilona —gruñó a Alice, antes de volver conmigo—. ¡Estoy esperando!

—Asuna, estaba inconsciente. Ella solamente me cuidó, no pasó nada.

—¿En serio? —graznó. Metió la mano en mi bolsillo, y sacó mi móvil y revisó los mensajes. Sé por su expresión, que solo aumentó su ira—. ¿Y a ti qué? ¿Te gusta Kirito?

Argo se las arregló para sacar su móvil y escribir como una loca. Mi corazón latía tan rápido, sumado a los escalofríos y las manos sudando frío, que no pude articular nada para detenerla.

—Sí —respondió ella después de un largo silencio. Tuve un deja vú. ¿Por qué me tiene que suceder esto de nuevo? ¿Acaso soy un imán irresistible para las chicas?—. Pero Asuna, escúchame.

—¿Saben qué? Ya no importa. ¡No me importa nada de esto, me largo de aquí! ¡Te regalo a Kirigaya!

Se marchó a zancadas. Liz y Silica la siguieron. Ignoró por completo mis súplicas para que se detuviera. Quise seguirla, pero mis pies no reaccionaron.

—¿Vas a escribir sobre esto, no? —le preguntó Kazemi a Argo.

—Oh créeme. Esto será fabuloso. —dijo, sin importarle seguir esposada. ¿Y cómo? Con semejante primicia.

Continuará…