3.- Noches locas
Kazuto Kirigaya se recuesta sobre la hierba del jardín.
Desactivé el internet de mi móvil. Ese primero de octubre quería estar completamente solo.
Te lo regalo, fue lo que dijo todo pulmón frente a toda la escuela, si contamos la presencia de Argo. Mi imaginación no podría calcular el valor de aquella información entre los chismes del insti. Debía ser mucho, por la expresión en su rostro. Más que cualquier manual, guía de mazmorra o información de cualquier arma legendaria. Solamente podía sentir odio hacia ella en ese momento. No me detuve a pensarlo mucho tiempo, de cualquier manera. El hecho es que, fue como si una lluvia de cristales rotos rasgar más que la carne.
Otra vez, mi alma se resquebrajó.
Puedo decir, que el correr de la sangre causado por espadas es un juego de niños. Ni siquiera cuando Quitella me corto el brazo dolió tanto. Ni la puñalada de Sugou. O la vez que Kuradeel me impalo el brazo. De inmediato salí tras ella, dejando plantado al resto del mundo. El hecho que mi bella Asuna pensara lo peor, sumado a la voz de mi cabeza, me impusaron la necesidad de correr más a prisa. No sé de dónde mi cuerpo recién recuperado sacó la energía para hacerlo. Salté cada escalera cuando me faltaban tres escalones por bajar, apartando a empujones a varios chicos. La llamé en los pasillos. Entré a cada salón donde podría estar. Fue como si se la tragara la tierra. Cogí el móvil, y todo iba directo al buzón. Yo estaba volviéndome loco. Asuna, ¿a dónde te fuiste?
Estaba perdido.
Entre en el aula de su última hora de clases al caer la tarde. Por supuesto, ya estaba vacío. Me senté en su lugar junto a la ventana. Tenía una bonita vista del patio, y de nuestro "sitio secreto" en los jardines. Por extraño que parezca, nadie se sentaba en ese lugar a excepción de nosotros, el banco que estaba debajo del árbol de cerezos. A veces esperábamos la hora escondidos entre los arbustos, disfrutando de las vistas. Otras, ella dormía tranquilamente y yo vigilaba su sueño. Dos años después, sigo recordando uno de los mejores días que tuve en Aincrad. Dijo que la había salvado de sus pesadillas, aunque en ese entonces, no entendí el significado de sus palabras. Ese jueves, recuerdo que las nubes también eran de sangre. Palpitaban vida al cielo, como si de ellas viniera la sangre que necesita el mundo para sostenerse. Hubo una época que solo deseaba ser una de ellas y dejarme arrastrar por la corriente, a donde fuera que me llevase. Una nube no depende de otra para continuar por el camino de la vida. Se adaptan, cambian de forma y no sufren por aquello que suceda debajo de su mullida existencia. Quizás, por esa razón fui un jugador solitario. Lo que nadie me dijo era que cuando dos de ellas se unen, no solo dan vida a un mundo mejor, sino que produce chispa. Una tan fuerte, que es capaz de provocar un relámpago de emociones. Así me sentí cuando decidí besar a Asuna por primera vez. La corriente fue tan poderosa, que pareció unirnos para siempre.
El cielo lloró lágrimas de sangre cuando cayó la tempestad. Me quedé mirando un rato, hasta que pasó el guardia diciéndome que iban a cerrar la escuela. Me levanté lentamente, como si hubiera subido de peso en ese breve período de tiempo. El rojo comenzó a desaparecer, para dar paso al negro y gris. Lo que vi ante mis ojos, era una pesadilla. Un mundo de lleno de demonios.
Un mundo sin Asuna.
Me refugie en el paraguas en mi camino a casa. La lluvia que caía suavemente se detuvo poco a poco, cuando las nubes comenzaron a abrirse. No entré, para recostarme sobre la hierba y mirar a las estrellas que comenzaban a ser visibles. Y fue cuando la vi. La más brillante de todas era la segunda a la derecha, justo por donde se oculta el sol. Su luz era intensa, como un diamante en un mar de oscuridad. Recuerdo que en mi estancia en Underworld, solía buscarla a consciencia cada atardecer y todas las mañanas. Eugeo me contó la leyenda de que cuando alguien dejaba su mundo, se convertía en una más de ellas, y cómo nos cuidan desde la distancia. Una tristeza que no comprendía invadió mi mundo en ese momento, y no pude controlar un par de lágrimas se deslizaran por mi rostro. Ahora sé, que mi corazón buscaba una señal de Asuna, y la encontró allí, en esa estrella. La única que nos acompaña de principio a fin de nuestras vidas. Ahora también, junto a la Luna plateada que ilumina el cielo nocturno, hay otra muy cerca de ella. Sé que Japón no es Underworld, pero me gusta pensar que las palabras de mi mejor amigo también aplican a este mundo, y ahora él forma parte de ellas.
Tuve que girarme cuando sentí el peligro en mis ojos. Ya no pude contenerlas.
—Eugeo… ¿Qué se supone que haga ahora sin ustedes dos? —hipé.
Suguha me encontró recostado en el jardín. No hubo palabras. Ella solo se recostó a mi lado, y me rodeo con un brazo mientras lloraba en silencio.
—Un momento Kirito. Dicen que cuando una mujer está molesta, realmente lo que tiene es hambre —me dijo Kazemi al día siguiente—. ¿Te fijaste si Asuna había almorzado?
—¿Por qué estoy hablando esto con él? —pregunté mirando al cielo.
—Porque en este momento no tienes a nadie más. No creo que tus amigas quieran verte ahora. Menos las del SPM. —opinó.
—Fue una pregunta retórica…
—¡Vamos hombre, anímate un poco! —me dijo Kazemi, en la hora de la comida—. No es que se haya acabado.
—Dijo, "te lo regalo". Eso es bastante cortante. —respondí.
—¿Viste a Asuna hoy?
—Sí. Pero iba varios pasos detrás de Rika y Keiko. Parece que forman un grupo de avanzada para que pueda evitarte.
—Genial. —musité.
—Hola, Kirito.
Alice cruzó el pasillo directo a mi encuentro. Ella no tenía culpa de nada, pero miento si les digo que no me enojé con solamente mirar su cara.
—Antes que digas algo. Lamento muchísimo lo de ayer. Debí quedarme callada.
—Es cierto. Debiste. —dije con una voz que no era mía.
—¿Quieres que vaya a hablar con Asuna? —preguntó.
—Eso solo lo empeora seguro.
—¡Kii-bou, lo siento!
Otra que tampoco quería ver. Argo salía de la biblioteca cuando me encontró.
—¡Tú! —bramé. Si hay algo que admiro de Argo, es su capacidad para mantenerse calmada. Siempre y cuando no seas un perro—. ¡Te dije que no le contaras nada! ¿Nuestra amistad no vale nada para ti?
—¡Perdóname, pensé que eso le quitaría las sospechas y la alejaría de las locas! ¿Te compensaría saber lo que me pasó con las esposas? —dijo, inclinando la cabeza, mostrando sus muñecas rojizas.
—No. —dije segundos después.
—Resulta que nuestras chicas SPM perdieron las llaves de las esposas —comentó con una sonrisa siniestra, apretando el puño. Hablaba por la nariz y era chillona. Recordarlo realmente la saca de sus casillas—. Obvio no acudimos a las autoridades. Probamos una ganzúa, pero se rompió dentro. Así que no quedó más remedio que cortarlas con unas pinzas enormes. ¡Por poco y pierdo mis pequeñas y lindas manitos! ¿No despierta un poquito de lástima en ti?
—La mujer que amo está a punto de dejarme. ¿Tienes idea de lo que se siente? ¡Yo soy el que debería despertar tu lástima!
—Por mi parte voy a publicar una sección dedicada a qué hacer cuando llegue la SPM. Debo advertir a la población estudiantil sobre esto. —pensó Argo.
—Si no vas a hacer algo útil, mejor vete. A partir de ahora, estás muerta para mí.
—Estás siendo un idiota. Lo sabes, ¿no?
—¡Vete!
—Asuna organizó una pijamada en su casa esta noche. Estoy invitada también. Es infantil, pero no he estado nunca en una. Ya sabes… SAO, los estudios. Psicólogos. Podría suavizar el terreno para ti.
—¡Oh Argo, amiga mía! ¿Dónde te habías metido? —dije, abrazándola.
Sí. Soy un interesado, pero realmente lo necesitaba. Además, se trataba de Argo. No me enojaría con ella de por vida. Supongo lo sabía, pero igual decidió ayudarnos. Si no fuera por ella, no habría encontrado la chispa de mi vida en primer lugar. No sé qué hubiera sido de mí, o de Asuna sin su intervención en Aincrad.
—Y no te preocupes. No publicaré nada de lo ocurrido en el periódico de la escuela. Ni en los foros de ALO o GGO. Aunque tenlo por seguro, sería el escándalo más grande de mi vida. Ten esto.
Me entregó una pequeña libreta de anotaciones. Tenía impreso "HOSAKA TOMO", en letras doradas.
—Es mi diario personal. Me lo regaló mi padre como parte de la terapia cuando dijeron que ayudaría a superar el juego. Hay tienes una excusa para ir a ver a Aa-chan a su casa cuando estemos todas.
—¿Me confías tus secretos más íntimos? —mascullé. En ese momento, me vino a la cabeza la inmensa cantidad de personas que quisieran poner sus manos en él. Incluidos Klein, Kazemi, medio instituto, y probablemente la propia Asuna.
—Me parece justo —dijo—. Esto empezó por los secretos. Y es una excelente excusa para ir a devolvérmelo de inmediato. Aa-chan lo entendería. Como informante del bajo mundo, y como mujer lo sé. Los secretos escritos en un diario y en el corazón son los más sagrados, y no deben estar en manos de nadie más que de sus dueños.
—No tengo cómo pagártelo.
—Esta corre por mi cuenta —me dijo con una sonrisa. En aquellos tiempos, yo pensé que Argo era un chico. No fue hasta que nos vimos sin que usara su capa que me di cuenta era una chica. No es igual que Asuna, pero cuando la vi sonreír, incluso sin el maquillaje de bigotes, admito que se ve bastante guapa—. Además, si me debieras más cosas, tendrías deudas por toda tu vida.
—¿¡Eh!?
—¡Nos vemos, Kii-bou! Cuida mi diario. Y tú —dijo, señalando a Kazemi, antes de marcharse—. La próxima vez que vuelvas a decir que soy mona, en mi presencia o no, venderé la combinación de tu casillero y esparciré el rumor de que tienes un mapa que incluso yo no tengo. ¿Entendido?
Kazemi empalideció. Conociéndolo, eso bastaría para desistir en cualquier intento de ligar con ella.
Antes de irme, Kazemi insistió en que quedáramos con Klein en el Café Dicey. No tenía muchas ganas de ir, pero quizás una distracción era justo lo que necesitaba.
Así fue como hice. Primero, esperé un tiempo para que Asuna y las demás llegaran a su casa, y luego fui hasta allá. Llevaba el pequeño cuaderno de cuero en mis manos. Justo en ese momento, sentí una enorme ola de cariño por los roedores, y en consecuencia, por Argo. Ella me pareció un conejo en ese momento. O un hámster. Los más bonitos entre ellos. Supongo ella misma esparció los rumores de la rata para imponer su habilidad escurridiza.
En ese momento, tenía un arma muy peligrosa entre mis dedos. No solo porque fueran los secretos de una chica, sino que era LA chica. Todo mundo querría saber algo más de ella. ¿Qué cosas escribió en él? ¿Contenía información que nunca llegó a compartir en SAO? ¿Habría conocido a alguien? ¿Asuna y yo estamos en él?
El gesto de entregármelo bastó para que no abrirlo, aunque el Kazuto diablillo, me susurraba para que lo hiciera.
Cuando llegué al portal de su casa, le escribí un privado a Argo, y ella me dio luz verde. Me cosquillearon las costillas y el estómago. No pude creer los nervios que cargaba conmigo. Era un chico que tenía intenciones de reconciliarse con su novia, y en lugar de con un ramo de flores, llevaba un librito. Todos los escenarios que dibuje en mi cabeza terminan muy mal. Pero tenía que tomar el riesgo. Amo a Asuna. Estaba, estoy, y sigo estando dispuesto a hacer lo que sea necesario para arreglar lo nuestro. Todo lo necesario.
Toqué el timbre, aferrándome al pequeño libro.
Primera mala señal. Asuna no sonrío al verme.
—¿Qué? —dijo con brusquedad. Tras ella, vi que Kenji rondaba por la sala.
—Hola… Asuna —dije, empujando cada palabra fuera de mi garganta, que insistió en titubear su nombre—. Vengo a devolver esto.
Extendí el libro. Asuna abrió los ojos de par en par, después que recorrió las letras doradas de la portada.
—¿El diario de Argo?
—Sí. Lo encontré en la biblioteca mientras buscaba material para la clase de inglés.
—¿Y cómo supiste que estaría aquí? ¡¿Acaso lo abriste y lo leíste allí mismo?!
—¡Claro que no! No es correcto fisgonear la intimidad de los demás.
—¿Y la mía sí?
—Asuna, lamento haberte hecho decírmelo, y también como reaccioné. Es solo que… dolió mucho. Siempre creí que yo era el primero en tu vida —musité—. ¿Podemos hablar?
—¡Aa-chan, ¿quién es?! —Escuché los gritos de mi amiga escaleras arriba.
—Espera aquí.
Obedecí. Ella desapareció. Kenji la siguió con la mirada, hasta que notó mi presencia. Eso, o que la puerta estaba abierta y aparentemente sin vigilancia. Creo que fue lo segundo porque a penas crucé el umbral para entrecerrarla, no se acercó más. Se sentó en sus cuartos traseros, moviendo la cola y mirándome fijamente. Avancé lentamente hasta recortar nuestra distancia y agacharme para rascarle tras las orejas. No pareció molestarlo, pues avanzó hacia mí.
—Hola Kenji —saludé al gato, que siguió disfrutando mis caricias—. Escucha, sé que comenzamos con el pie izquierdo, pero quiero pedirte un favor. Ahora mismo, Asuna y yo estamos en un momento incómodo, y dadas las circunstancias, estaré lejos un tiempo. ¿Podrías protegerla esta noche de las loquitas, y todas aquellas en las que yo no pueda?
El gato ronroneó. Eso parecía una afirmación.
—Te lo encargo.
—¿Qué le estás diciendo al gato? —Vi llegar a Asuna, cuando me incorporé.
—Nada —me apresuré a responder—. ¿Qué dices entonces?
No respondió de inmediato. Ella no quiso verme directamente a los ojos, pero reconocí su gesto. Estaba luchando contra sí misma. Seguro pasaba por lo mismo que yo en ese momento.
—Supongo que sí… —masculló, apartando un mechón de cabello de su rostro. Juntó sus manos, y noté cómo su labio inferior luchaba por abrirse. Sus ojos de miel me lo decían todo. Mis pies no obedecieron la orden de regresarme hasta la puerta. Algo más fuerte que mi propio cuerpo, me obligó a quedarme allí, sin dejarme alterar la respiración—. Quiero decir, podemos solucionarlo los dos juntos.
—¡Estupendo! —dije.
—Pero no hoy. Quiero salir con mis amigas, así que otro día.
—¿Mañana en los jardines imperiales a las diez?
—Cuatro de la tarde. No sé a que hora acabemos aquí.
—Es una cita entonces.
—No. Solo es una charla. Ya vamos viendo. —dijo con firmeza.
—Así que… eso te dijo. —comentó Klein en el Café Dicey cuando le conté lo ocurrido.
—Deberíamos estar allí. —se quejó Kazemi.
—¿Quieres pintarte las uñas? ¿O una máscara facial? —pregunté.
—Lo digo para aprender sobre las chicas. Seguro hablaran de hombres. No sabemos la información que podamos obtener para el gremio. Ya sabes, ahora que estamos los tres solteros. Los tres mosqueteros. —dijo Kazemi.
—Ya. Me parece que este mosquetero prefiere seguir su propio camino.
—Eres un traidor, ¿sabias eso?
—Pues parece que los tres mosqueteros, se convirtieron en el Dúo Dinámico.
Agil intervino desde el otro lado de la barra. Eran pasadas las ocho de la noche, y la clientela comenzaba a llegar como de costumbre. Es parte de la tradición que nosotros echemos una mano de vez en cuando. No porque trabajemos para él. Más bien, para poder hablar, y cómo agradecimiento por siempre recibirnos cuando necesitamos un lugar de reuniones. Este bar es sagrado por eso mismo. Una vez entras, no sales siendo el mismo. Sinon es el vivo ejemplo, y por supuesto, como sobrevivientes de SAO.
Allí, somos una sola familia.
—A la mierda. ¿Qué tienes para los que se sienten tristes y solos? —bramó Klein.
—¿Bromeas? Esto es un bar. Literalmente todo lo que ves. —dijo Agil.
—Entonces dame un Té helado de Long Island.
—¡Hazlo doble! —pidió Kazemi—. ¿Kirito?
—Yo quiero un Cuba Libre Virgen.
—¡Pussy! Pide algo serio.
—Está bien. Agil, ponle dos rodajas de limón.
—¿Es en serio? —indagó Klein.
—Tengo diecisiete. Déjame en paz.
—¡Oh vamos! A Agil no le importa eso.
—No cuentes con ello. —respondió el dueño.
Klein y Kazemi murmuraron importunos cuando Agil terminó de servirnos. La verdad, es que la mía estaba bastante buena. La mezcla perfecta de bebida de cola, limón y jarabe de ron —sin el ron—. Al contrario que mis compañeros, no disfruto especialmente de jugársela a mi hígado. Considerando que, además de ilegal en mi caso, lo último que quería era arruinar mi oportunidad de arreglarme con Asuna con el infame día posterior.
Esa noche me reí como ninguna otra, cuando decidimos jugar el Yo nunca. La primera fue fácil: Yo nunca he besado una chica. Obviamente, solo yo bebí. Agil me acompañó en mi pequeña treta de maldad pura, pero no pude evitar reírme de sus expresiones.
El juego fue subiendo de intensidad, hasta que ellos comenzaron a decir incoherencias. Hubo momento que cantaron una canción improvisada de una mujer espadachín solitaria, imbatible e irremediablemente soltera llamada Rox. Cuando cada uno se hubo bebido unos siete cocteles, comenzaron a brindar de manera aleatoria. Por el café dicey, por las mujeres, por Agil, por Asuna, por Liz, por Sinon, por Sugu y por mí. A los diez, empezaron a brindar por Alfheim, por la espada de Rox, por el dúo dinámico, por los solterones, por el té helado de Long Island, por la friendzone y por el bluetooth.
—¡Por el amor, aunque no sé que rayos sea! —bramó Klein, bebiendo de un tirón.
—¡Sí, que viva! —lo secundó Kazemi.
—No me sirvas eso en la vida, ¿vale? —supliqué.
—Trato hecho.
Aquella noche terminó con Klein decidido a ir a por Liz a casa de Asuna, y a juzgar por a quien Kazemi iría a ver, deduje que ambos saldrían golpeados lejos del rellano. Y por gracioso que fuese, preferí convencerlos de no hacerlo.
Asuna Yuuki organiza una fiesta.
Después de mi escena con Kazuto, me escondí en el cuarto de la limpieza. Escuche sus pasos por el pasillo unos segundos después. Me llamaba desesperado, asomando la vista por los cristales de las aulas de clase. Fue como si el cuerpo quisiera dividirse en dos como yo. Una, quería correr a su encuentro y escucharlo hasta perdonarlo por todo lo ocurrido. La otra, quería quedarse justo donde estaba, convenciéndose que era el lugar más limpio de todos. La que restaba, no estaba muy de acuerdo.
Encerrada en ese armario sucio, lleno de escobas y un olor penetrante a polvo y fregasuelos, solo pude llorar tapándome la boca. Lloré como una niña pequeña. La misma que solía hacerlo hasta dormirse en Aincrad. Y esa noche volví a hacerlo, como bien sabes. Cuando estas cosas pasan, la mente te juega la mala pasada de recordar como era su vida juntos. No paré de recordar el primer nivel de Aincrad, cuando lo conocí. La vez que su presencia me dio la paz que necesité para descansar. La primera vez que probé el sabor de sus besos. Me entregué en todas las formas posibles por él, y me sentí realizada. Era la mujer más afortunada de todo el mundo cuando me dijo que quería pasar la noche conmigo.
Colgué su llamada del móvil. Me pudo más la desilusión y la ofensa. ¿Cómo pudo dormir durante seis meses con otra mujer? ¿Acaso, ocurrió como lo nuestro, o solo durmieron? Tenía miedo de su respuesta. No quería saberlo. Y ahora, tampoco la quiero. El peor enemigo del amor, por irónico que suene, es el propio corazón cuando se ama con la intensidad con la que yo lo amo. Sí esta es la traición y el dolor que sintió cuando dije la verdad, ahora lo comprendo.
¿Seríamos capaces de superar este punto muerto?
Como viste, querido Kenji, al día siguiente Liz y Silica me convencieron de hacer una noche de chicas.
Me dejé convencer por dos razones. La primera y la más obvia, es porque nunca tuve una. Ser una señorita de clase según mi madre, no deja tiempo para cosas mundanas y estúpidas como esa. Lo que me lleva a la segunda razón.
Necesitaba distraerme para no conciliar el sueño entre lágrimas.
Mi padre me ayudo a convencer a mamá y a superar su interrogatorio. Finalmente accedió, cuando le prometí que nadie traería algo raro a casa.
Terminé escuchando sugerencias del llamado Alto Consejo Femenino —Liz todavía no ha aprendido a tener cuidado con los nombres—, aunque doy gracias a dios que haya decidido desintegrar la SPM ese mismo día. Ellas me ayudaron a evitar a Kazuto todo el día, colocándose en la línea delantera y advirtiéndome para desviarme de su camino.
—¡Aquí están! —llamó Argo, notablemente enfadada enseñándome sus muñecas—. ¿Ya viste? ¡Me las van a pagar!
—Fue por el bien mayor. —se defendió Liz.
—Una mierda. ¡¿Qué clase de cosas les pasa por la cabeza cuando están en pleno síndrome premenstrual?!
—¡Eh, ¿cómo te atreves a insinuar que estamos menstruando?!
—¿Hello? ¿SPM? Creí que era obvio
—Esas siglas no significan eso. —gritó Silica.
—Ejem. Sí.
Ofendida, Liz navego la red. Sus ojos se abrieron como platos, al punto que pensé, se transformarían en lupas.
—¡Oh, mierda! —exclamó Silica—. ¡Liz, ofrecí nuestros servicios en mi blog de Alfheim!
—¡También yo! —masculló Liz.
—Yo escribí sobre eso en el mío, bajo un suculento clickbait. "Los secretos mejor guardados de Alfheim y New Aincrad" —concretó Argo, con una sonrisa de oreja a oreja—. Ahora todos los jugadores del mundo y en la escuela lo saben.
—¡¿QUÉ!? —gritaron.
—Te conocen como Capitana Sangrienta, y su compañera El tapón. ¡Feliz semana menstrual!
—¡Joder Argo, ¿por qué cojones hiciste eso?!
—¡Oh, lo siento! ¡¿Este es su primer día siendo chicas?! No respondan. Es una pregunta retórica.
—¡Eres el demonio!
—¡Me taparon la cabeza con un saco que apestaba a perro y tuve que ver como cortaban las esposas con esmeriles! Es lo que se merecen. Solo perdoné a Aa-chan, porque es hermosa y tuvo decencia. Además, sí que sabe controlar al "dragón".
—Estás jugando con fuerzas que no comprendes, rata inmunda. —dijo Liz.
—Tu rata puede besarme el idem. —gruñó.
—Eso se arregla fácil. —dijo Silica.
—¡Ya está bien! —grite. Las tres guardaron silencio, observando mi cara frenética—. Acabo de tener una pelea bastante fuerte con Kazuto. No he dormido anoche y tendré el peor cumpleaños de mi vida. No tengo tiempo para esta basura ni para manejar la menstruación de ninguna. ¡Así que callaos si no tienen algo inteligente que decir!
Mis declaraciones surtieron efecto durante unos segundos. Las tres me miraron con tristeza, hasta que Liz chasqueó los dedos.
—Ya sé lo que necesitas, Asu —dijo—. Una noche de chicas.
—Oye, esa es una buena idea —comentó Silica—. Nada mejor que pasar tiempo de calidad con tus amigos en estos momentos. Entre todas, podremos encontrar una solución.
—¿Noche de chicas? ¿En un local nocturno? —pregunté alarmada.
—¡Claro que no! No todas podemos entrar allí, y donde están los menores ya no es divertido. Digo hacer una pijamada en tú enorme y lujosa casa.
—¿Pijamada? ¿No estamos muy viejas ya?
—¡Sí, pijamada! —bramó Argo saltando de alegría—. ¡Nunca he estado en una! Di que sí Aa-chan. ¿Por fa?
—¿Ella vendrá? —preguntó Liz con desdén, señalando con el dedo acusador.
—Por supuesto que sí. Y ustedes también. Después de todo, gracias a la SPM estamos en este problema.
—Declaro la organización disuelta desde este momento. ¿Alguna objeción?
—Yo… —dijo Argo.
—Aprobado entonces. —concretaron Liz y Silica.
—Iba a decir que debo ir a otro sitio. Nos vemos esta noche, chicas.
A eso de las siete de la noche las invitadas se hicieron presentes. Shino "Sinon" Asada también quiso unirse a nosotras, para mi sorpresa. Ella es linda y coqueta a su manera, en especial sus gafas, que brindan ternura a su rostro, a mi parecer. También invité a Suguha Kirigaya, después de prometerme que no diría a su hermano dónde estaríamos. Sigue siendo mi amiga, y mi pelea con Kazuto no afecta nuestro vínculo. Argo se apareció al último, bastante enfadada. Había olvidado su diario en la biblioteca y temía lo peor. La tranquilicé cuando recordé que la bibliotecaria era una buena mujer, y que, al darse cuenta, lo guardo bajo llave en su escritorio.
Como mi primera pijamada, no sabía que hacer después que mi madre diera la bienvenida a mis amigas —ellas saludaron al monstruo—. Mi padre las recibió con una sonrisa hospitalaria.
—Supongo que en noche de chicas, no se habla sobre nuestras partes femeninas, ¿cierto? —pregunté con alarma, una vez en mi habitación.
—No. —respondió Liz.
—¿Por qué razón querríamos hablar sobre eso? ¿Alguna tiene problemas? —preguntó Sinon.
—Yo sé de dos que sí los tienen. —comentó Argo.
—¡Para ya! ¿Hasta cuándo nos fastidiaras?
—Hasta que me aburra. O que mis muñecas sanen. Lo que ocurra antes, me da lo mismo.
—¿Debo preguntar? —preguntó Sugu.
—No. Créeme que no —añadí—. Pónganse cómodas. ¿Qué es lo primero que se hace en una pijamada?
No terminé de sugerir nada, cuando recibí un almohadazo de parte de Liz. El golpe me perturbo la mente un poco, quedándome en shock cuando exclamó "pelea de almohadas". Por arte de magia, y como si se hubieran puesto de acuerdo, sacaron sus almohadas sin importarles que los sacos de dormir salieran volando. Esquivé varios golpes para llegar a la cama y coger la mía para defenderme.
Las plumas no salieron, sino que volaron por toda la habitación. Los gritos ocasionaron que más de una tragara algunas de ellas. Silica y Liz intentaron acorralar a Argo entre dos almohadas. Ella las esquivó agachándose, y terminaron golpeándose entre ellas. Me reí como loca de verlas discutir, hasta que Sinon quiso darme en el estómago. Use la mía como escudo, y aproveche que mi habilidad en combate cercano, y le propiné un golpe en la cabeza. ¿Dónde habrán terminado sus gafas? Sugu empuñaba la suya como si fuera una espada Kendo, y propino un par de pepinazos a todas. Sin duda, ella llevaba ventaja sobre nosotras. La feroz batalla acabo cuando literalmente, las almohadas se convirtieron en manteles después de perder todo su relleno. Tenían la cara roja de tanto reír, y por los planchazos.
Sí, era infantil, pero me divertí como nunca. Después de todo, tener la oportunidad de hacer niñerías con amigas por primera vez, fue maravilloso.
—¿Qué les parece si vemos Sex and the city? —preguntó Silica.
—¡Oh sí, claro! Quizás nuestros períodos se sincronicen con los suyos. —bromeó Argo.
—¡Dijimos que nada de partes femeninas! —repuso Liz, un poco alterada—. ¿Tienes idea de cuantos cupones de descuento en Vasigil y kleenex recibí hoy? Juro que me las vas a pagar, Argo.
—¿Vasigil? ¿Kleenex? ¿Qué pasó en la Escuela de Supervivientes de SAO? —preguntó una perturbada Sugu.
—No preguntes. —dijeron Asuna, Liz y Silica.
—Lo que diga la mayoría, supongo.
—Mejor a verdad o reto. —dijo Argo, revisando su móvil.
—¿Brillante? —preguntó Sugu.
—¡Solcito! —dijeron Liz y Silica, imitando un martillo.
—¿Cómo decidimos quién comienza? —preguntó Sinon.
—Ya que Argo lo sugirió, dejemos que ella comience. —sugerí.
—¿Brillante?
—¡Solcito!
—¡Perfecto! Mmm… Asuna, ¿verdad o reto?
—Reto. —dije al instante. Escoger verdad contra Argo, es lo peor que se puede hacer en la vida.
—Vale. Te desafío a contestar el timbre cuando suene.
—Eso no se puede. Tiene que ser algo inmediato, o…
Sonó el timbre. ¿Acaso era adivina?
Abrí la puerta, y tuve que sostenerme del picaporte. Kazuto estaba frente a ella.
En seguida lleve una mano a mi cabeza, para asegurarme que no hubiera plumas en mi cabeza. Cambié la facción de mi rostro a fastidio. Resultó ser que, muy convenientemente, vino a devolver el diario perdido de Argo. Crucé el salón como un rayo, pidiéndole que esperara un momento en la entrada.
—Sugu, ¿le dijiste a tu hermano dónde estaríamos?
—No.
—Vale, entonces fuiste tú, Argo. —dije, extendiéndole su diario—. ¿Por qué hiciste esto?.
—¿Kii-bou lo encontró? ¡Mi héroe!
—¿Argo?
—¡Oh vamos, Aa-chan! No pueden estar así por siempre. Venga, sabes que lo quieres. ¿Por qué no escuchas lo que tenga que decirte?
—Será porque hizo un teatro por haber tenido un breve vínculo con un hombre antes de conocerlo, mientras que él me oculto que Alice estuvo durmiendo y cuidándolo seis meses en Underworld.
—¿Qué Kirito y Alice qué? ¿Tuviste otro chico antes que él? ¿Dónde estaba yo que no me enteré? —masculló Sinon.
—Así que por eso Kazu estuvo llorando anoche cuando llegó a casa. Rompieron.
—¡No hemos roto! Solo estamos… enojados. —me defendí. Dejé claro que no me importó que estuviera pasándolo fatal, pero la verdad, es que sí me sentí mal.
—Entonces quieres arreglarlo. Déjalo entrar.
—Es noche de chicas. —dijo Sugu.
—Pero es Kazu.
—¡Bien, vale! Hablaremos mañana. ¡Pero esta vez no interfieran ni nos sigan!
—¿Brillante?
—¡Solcito!
—Ya córtenla.
Regresé a la entrada principal, y vi que hablaba contigo. Me hubiera gustado saber qué fue.
Ya lo sabes pero, seguramente me perdonaras por lo que pasó y después, cuando Argo te puso lazitos y Sinon intentó cortarte las uñas, antes dd salir huyendo por la puerta. Yo también lo hubiera hecho. Sé que pensaste "soy un gato, no un oso de peluche, manada de locas".
—Asuna, ¿verdad o reto? —preguntó Sinon.
—Verdad. —Conociendo a Sinon, no sería algo horrible.
Lo pensó unos instantes, antes de abrir la boca.
—¿Cuál es la circunferencia de tus areolas?
—¡Dije que nada de partes femeninas!
—Eso lo tienen también los hombres. Es anatomía. O puedes decir…
—¡Eso tampoco! —grité.
Sí. Definitivamente, esa fue una noche loca.
Continuará…
Notas del autor:
¡Dios, la presión de los días me está matando! Necesito dormir bien una noche al menos.
Vaya… se salió de control un poco XD.
Disculpen lo largo, pero escribir desde los dos puntos de vista en este capítulo se me extendió :'(.
¡Chicas, recuerden que todo lo hago desde el humor! Si alguna se sintió ofendida, lo siento mucho de verdad, pero cuando lo pensé, caía como anillo al dedo y no quise cambiarlo.
Espero haya sido de su agrado, a pesar de lo gráfico.
