[One-shot]
Flores desinteresadas
—Rui & Mukago—
Rui recientemente ha sido transformado en un demonio por el mismísimo rey. A su modo, algunos de sus "compañeros" se han manifestado para presentarse a él, la más reciente, será la luna inferior cuatro.
Disclaimer:
Kimetsu no Yaiba © Koyoharu Gotōge
Flores desinteresadas © Adilay Fanficker
Advertencias: Semi-Universo Alterno. / Un poco de OOC.
Aclaración: Este fic participa en el FLUFFTOBER 2022 realizado por la página en Facebook: "Es de fanfics".
Día 21: Envía flores.
Notas:
Por casualidad me enteré de la existencia de esta ship y no pude evitar hacerles un fanfic. A ver qué tal queda.
NO PLAGIEN, NO RESUBAN Y TAMPOCO TRADUZCAN SI YO NO LO HE AUTORIZADO. —Gracias.
•
—Rui, querido, mira esto.
Su madre entró con alegría a su alcoba, sujetando un jarrón sencillo con un ramo de flores decorándolo.
Olían… bien.
—Gracias, madre.
Él estaba acostado, viendo de reojo a su madre poner el jarrón en una pequeña mesa cercana a él.
—No sé quién las envía, pero es muy amable de su parte. ¿No lo crees, querido?
—Claro —musitó sonriente para ella.
—Bueno, te dejo descansar. ¿Necesitas algo?
—No, estoy bien.
Ella le sonrió de vuelta y le pidió llamarla por cualquier cosa.
Apenas su mamá salió y se alejó un poco, el semblante enfermo y tierno de Rui desapareció por completo.
Su cabello se tornó blanco, sus ojos morados se volvieron pálidos con un tono verde/azulado en el centro, rodeando sus iris. Además, si su piel antes se veía enferma, ahora parecía ser un papel blanco, con algunas motas rojas rodeando su rostro. Sus dientes cambiaron también, portando colmillos. Sus uñas, también se hicieron se tiñieron de azul además de hacerse más largas y puntiagudas.
Sus padres pensaban que él era un indefenso niño enfermo, y hasta cierto punto, tenían razón. Pero lo que no sabían, era que hace poco, había recibido la visita de un amable desconocido que le ofreció una vida diferente a cambio de aparentemente nada.
A pesar de todo, era demasiado joven para entender ciertas cosas, y una de ellas, era la razón por la que Muzan Kibutsuji (el Rey Demonio) le dio la oportunidad de formar parte de su gremio de demonios.
Se sentía sano, se sentía muy fuerte y hasta ansioso por probar sus nuevas habilidades. Podía comer con normalidad, podía cambiar su aspecto demoniaco a humano y viceversa…
»Si permaneces en esa forma cuando el sol salga o eres decapitado,
morirás —fue advertido principalmente de eso—. Además, aléjate de las flores de glicina.
También podría soportar temperaturas extremas. O eso le había dicho aquel sujeto.
Lo que no le había dicho, era que esos "otros demonios" ya sabían de su existencia y a su modo, cada uno, se había presentado ante a él.
Uno de ellos le envió un pergamino redactando las reglas. Sí. Reglas.
1.- Sirve a Muzan Kibutsuji sin cuestionar ni opinar.
2.- Respeta y honra a Muzan Kibutsuji.
3.- Oculta tu existencia de todos los humanos (sobre todo a tus padres).
4.- No comer humanos con frecuencia (si es que se quieres hacerlo).
5.- Matar (y si se quiere) comer a quien sea que se dé cuenta de tu existencia como demonio.
Y esas eran las más importantes porque había otras más.
Rui se levantó del futón y caminó hasta la mesa, donde acercó su nariz oliendo los pétalos de aquella flor roja. Había algo más en esa flor, un aroma diferente. Y tuvo que decir que le gustó mucho.
De pronto miró hacia el shoji que llevaba al jardín, opuesto al que llevaba al pasillo por el que se había ido su madre hace poco.
Afuera había alguien.
Serio, alzó una de sus manos, manifestando hilos blancos de las yemas de sus dedos; telarañas, que se encargaron de abrir las puertas y ver a aquel demonio en kimono rojo que le sonreía.
—¿Te gustaron? —preguntó con animosidad.
Por el aroma que desprendía ese demonio, Rui dedujo con facilidad que ella había sido quien se las había enviado.
Curiosamente él y ella tenían un aspecto casi similar. Cabello blanco, piel pálida, marcas rojas en sus rostros.
Pero lo diferente eran esos cuernos en la frente de ella; también, sus ojos eran completamente diferentes; los de él eran verdes/azulados y por otro lado los de ella eran carmesí con iris azules. Además, en uno de ellos, aparecía un kanji que decía: "luna inferior cinco".
¿Habría luna inferior cuatro, seis y más? ¿Acaso eran rangos de algo?
—¿Y qué me quieres decir con ellas? —preguntó él de vuelta.
—Sólo quería darte la bienvenida —ella alzó los hombros—. Según sé, hiciste algo para agradar al señor Muzan, y eso no lo logra cualquiera. Me pregunto qué habrá sido. ¿Puedo pasar?
Él asintió con la cabeza, diciéndose que debía vigilar bien cada aspecto de esta niña. Claro, si es que esa no era sólo una apariencia y en realidad, ella tenía más edad que sus padres. Porque si algo también se le había aclarado, es que los demonios eran longevos.
Al entrar, ella cerró las puertas con cuidado para no hacer ruido.
—¿Esto te parece nuevo? Ya sabes, el ya no ser un débil humano.
—Un poco. Aún me cuesta adaptarme.
—Te acostumbrarás… aunque, no sé si lo sepas, pero deberá llegar el momento en el que deberás plantearte en cómo dejar todo esto y comenzar a vivir por tu cuenta.
—¿Dejarlo?
Como si analizase cada parte de la habitación, ella paró en una fotografía amarilla con la familia de Rui junta, la cual estaba colgada en una de las paredes.
—Qué bonito —comentó para ella, luego se dirigió a él—. Físicamente, no envejecerás —le avisó—, ¿no crees que a tus padres se les haría extraño que su hijo teniendo más de veinte años siga viéndose de seis?
—Tengo once años, en realidad —señaló algo ofendido—. ¿Y tú cuántos años tienes ahora? ¿Cincuenta?
—Quince —orgullosa, puso sus manos sobre su cintura—. Hace dos años que me convertí en un demonio y ya soy la cuarta luna inferior.
—¿Y eso qué se supone que significa? —preguntó sin asombrarse ya que no tenía idea de qué era eso de la "luna inferior".
Antes de que ella pudiese responder, Rui percibió demasiado tarde el aroma de su madre, que estaba volviendo a su alcoba, y venía con plato de comida.
¡Estaba a punto de abrir la puerta!
—¡Sal de aquí! —le espetó a la cara volviendo rápido a su futón, cambiando de apariencia a una con la que su madre no soltaría un descomunal grito de horror.
Su tonta invitada sólo atinó a cambiar a su forma humana cuando su madre abrió la puerta.
—¿Quién eres tú? —preguntó sorprendida, mas no asustada, aunque quizás debería estarlo.
«¡Maldición!» se dijo Rui fingiendo estar dormido, pero permanecía en alerta.
Si este demonio se atrevía a intentar atacar a su madre, él no se quedaría de brazos cruzados. Reglas o no, lunas o no, Rui la mataría.
—Me llamo Mukago —respondió ella fingiendo inocencia y educación, haciendo una ligera reverencia—. Sólo quería ver cómo estaba Rui.
—Y… ¿por qué no llamaste a la puerta? —preguntó su madre dejando la bandeja de madera con la comida de Rui en la mesita a un lado de las flores.
—Lo hice —mintió descaradamente—, pero nadie me respondió así que… discúlpeme. No debí entrar sin permiso. Ya me voy.
Rui abrió un poco sus ojos viendo la "apariencia humana" de Mukago, quien por cierto, nunca le dijo su nombre a él. Era claro que carecía de buena educación.
Cabello castaño, ojos rojizos y una piel más bronceada que la suya.
—Espera, ¿no quisieras beber algo de té antes de irte? ¿O comer algo?
Su madre… siempre tan amable. Por eso la amaba y la protegería con todo lo que tuviese.
—Ehm… no, creo que es mejor que me vaya.
—Oh, no. Quédate, ya traigo algo. —Ella suspiró sonriente—. Me alegra saber que mi hijo tiene amigos. Si Rui despierta, ¿me avisas?
—Claro, señora.
—Ya vengo. No te vayas.
La puerta se deslizó y se volvió a cerrar.
Una vez que su madre se alejó, Rui se sentó para ver un poco irritado a Mukago, que veía la sopa con interés.
—Ni se te ocurra meter tus manos en mi comida —amenazó él entre dientes.
—¿Así tratas a tus amigos? —preguntó burlona—. Has de ser muy popular.
La mirada entrecerrada de Rui sobre ella la hizo reír.
—Cálmate, es un chiste. Mmm, ya había olvidado lo bien que huele la comida preparada por una mamá… aunque, no es como si lo recordase mucho ya que mi madre nunca me hizo nada para comer —le dijo alejándose de la mesa y de la tentación—. Tienes suerte. La mayoría de nosotros tuvimos padres horribles, o no los tuvimos, y por eso no los extrañamos.
—¿Nosotros? ¿Te refieres a los otros demonios?
—Sí. Y muchos son muy antiguos, sobre todo las lunas superiores.
—¿Hay lunas superiores?
—Son seis lunas superiores y seis lunas inferiores. Si contamos desde el uno, yo vendría siendo la número diez. Y mientras más arriba en la escala, más poder, más sabiduría y más relevancia se tiene. Las seis lunas superiores son las más cercanas al señor Muzan, y por lo que apenas sé, ni siquiera ellos han tenido su atención como tú.
Rui no sabía exactamente qué querría decir eso.
—Nadie sabe qué fue lo que le hizo convertirte en un demonio si es que antes eras un niño enfermo y sin ninguna cualidad destacable.
De nuevo, Rui entrecerró sus ojos sobre ella.
—No me mires así, es la verdad. Pero… —Mukago se arrodilló a un lado de Rui, sonriente—. Lo que sí sabemos, es que debemos tratarte bien.
No sabiendo qué decir, Rui se mantuvo callado. Por suerte, su madre volvió con un té y un plato extra para Mukago. Luego los dejó solos otra vez, pidiendo que la llamasen si la necesitaban.
Verla comer con una ansiedad algo perturbadora, le hizo pensar a Rui que ella no comía muy a menudo.
—Alimentarse de humanos no está mal, pero esto está mejor —le dijo luego de acabar con su plato, suspirando satisfecha. Rui la vio desconcertado y hasta un poco asqueado—. Y tú, si quieres tener más poder algún día, deberás comer humanos también. Claro, eso no significa que no puedas comer delicias como estas. ¿Tu madre querrá darme su receta?
Tratando de ignorarla, Rui comió a su ritmo, uno más lento que el de ella.
—No hablas mucho, eres extraño —señaló Mukago, acostada sobre su espalda a un lado de su futón, extendiendo sus piernas hacia arriba, moviéndolas de enfrente hacia atrás. Lo que hizo que Rui se colorara de la cara pues no estaba acostumbrado a ver las piernas desnudas de una chica.
—¿Quisieras comportarte? —preguntó molesto—. Deja de hacer eso, acabas de comer.
—Uy, qué delicadito —se burló ella sentándose bien—. Oye, ¿no eres demasiado pequeño para alterarte por un par de piernas?
—Déjame en paz —bufó fastidiado.
—Aparte de extraño, eres gracioso, quizás es por eso le agradas al señor Muzan —se rio de él. Rui la miró de reojo, pero no dijo nada.
Ambos se percataron a tiempo del momento en el que la madre de Rui abriría la puerta. Al verla, Mukago agradeció por la comida y dijo que se iría a casa.
—Por favor, siéntete con la libertad de volver. Siempre es un gusto tener a una amiga de mi Rui en casa, pero la próxima vez, no olvides llamar a la puerta principal primero, ¿de acuerdo?
—Lo prometo —respondió Mukago siendo escoltada por su madre afuera de la habitación de Rui—. Nos veremos pronto, amigo —ella le guiñó un ojo antes de salir.
Rui deslizó su mirada hacia las flores, suspiró y luego se acostó de espaldas pensando en qué otros cambios tendría su vida a partir de este momento.
Y también, si Mukago estaría ahí para seguir siendo su amiga, la primera que hacía en toda su vida. Era un poco maleducada y mal hablada, pero le había agradado mucho por alguna razón. Claro, además de que, sea cual sea el perfume que llevaba, le había gustado.
«Quizás me siento así porque antes de ella no tenía a ningún amigo» pensó, entrecerrando sus ojos sobre el techo, relajándose para dormir.
—FIN—
¡Espero que les haya gustado y gracias por leer!
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