PARTE 1

Atenas, Grecia

Una silueta poco a poco despertaba en la negra oscuridad de la noche... emergió de las viejas ruinas de un templo cercano al de Atenea.

Atenea...

Pensar en ella le llenaba de rabia y coraje... Esa diosa le había derrotado hacía tiempo y encerrado las tinieblas, pero, ahora que había despertado, podría vengarse todas las que le hizo.

Sin embargo, se encontraba en la más perfecta soledad, sin guerreros, ni suficiente poder, ni nada que se le pareciese; no podría hacerlo así... necesitaba ayuda. Miró hacia arriba y contempló la blanca luna... y pronto sonrió al recordar algo...

En tanto, en el Santuario, Saori Kido, reencarnación de la diosa Atenea, miraba igualmente la luna antes de disponerse a dormir. Ya nada parecía amenazarles a ella y a sus santos, quienes vivían también en el Santuario y cuidaban de ella con increíble devoción... en especial sus cinco santos de bronce... bueno, dos de plata y tres de oro...

Seiya, Shiryu y Hyoga habían adoptado las vestimentas doradas que les correspondían, dado que éstas no tenían dueño; mientras que Shun e Ikki, cuyas armaduras de oro aún tenían dueño y aceptaron, sin ningún recelo, que sus ropajes de bronce ascendieran a la orden de plata. Ikki, por cierto, se aparecía en el Santuario cada que le daba la gana, pero nunca se alejaba tanto, seguía siendo muy sobre protector con su hermano; aun que éste tenía ya diecisiete años. Lo trataba como a un niño todavía... y hablando de niños... Seiya seguía siendo un niño malcriado que únicamente se la pasaba molestando a sus compañeros; Shiryu, serio, reservado y sereno como siempre, lo regañaba; y Hyoga, un tanto frío e insensible, pero que al lado de Seiya se transformaba en otro diablo, disfrutaba de lo lindo acompañarlo en sus bromas.

La joven diosa recordaba que hacia un par de años, en el oriente, habían pasado unos sucesos muy extraños. El viejo maestro le había recomendado no ir, pues alguien más se haría cargo de todo. Ciertamente todo volvió a la normalidad, para alivio suyo.

Había sentido un tremendo poder en oriente en muchas ocasiones, una energía cálida y enorme...

Seguido, se preguntaba a quien podía pertenecer esa energía...

***** ***** ***** ***** ***** ***** *****

Tokio, Japón

Usagi corría tan rápido como se lo permitían sus piernas, estaba atrasada para una junta que Rei había concertado con carácter de urgente. La futura reina de Tokio de Cristal estaba demasiado apurada como para pensar, pero presentía que Rei, seguramente, había tenido alguna visión desastrosa del futuro, un posible peligro o una gran amenaza. Tenía miedo de eso... y de que Ami le regañara por romper su propio récord de impuntualidad.

Llegó barriéndose al Templo Hikawa, subió las largas escaleras tan rápido como pudo y literalmente voló al cuarto de la flama sagrada; donde todas sus amigas le esperaban, incluidas Haruka y compañía... Entonces el asunto sí era de gravedad como para que las outer senshi estuvieran ahí...

- Lo siento, se me hizo tarde y... – se disculpó, respirando agotadamente gracias a la tremenda carrera.

- Tranquila, Usagi, mejor siéntate y respira o te vas a desmayar – dijo Ami con gran calma, lo que tranquilizó a la princesa.

Usagi soltó un suspiro, mientras Rei le miraba reprobatoriamente y le reprochaba a Ami el siempre defenderla y excusarla de todo. Ami sólo sonrió. Una vez que todas guardaron silencio, Rei tomó la palabra.

- Supongo que habrán de imaginarse por qué las llamé – comenzó con un tono serio y frío, mirando únicamente a sus cuatro amigas.

- ¿Un enemigo, verdad? – preguntó Makoto con la misma seriedad y un gesto duro en su rostro.

- Sí. Pero éste es muy extraño... he tenido muchos sueños y, en todos... – titubeó un poco, mirando sólo a Usagi – Sailor Moon está sola contra él, no nos veo a ninguna de nosotras...

- El enemigo busca la cosa más preciada para la princesa de la Luna – aclaró Michiru, interviniendo en la explicación.

- ¿El Cristal de Plata? – preguntó Minako, por demás preocupada.

- Es lo más seguro – respondió la guerrera de los mares.

- Cierto... el Cristal de Plata es lo más importante que tiene Sailor Moon – musitó la sailor del amor en voz baja, como diciéndolo sólo para sí misma.

- El poder de éste enemigo es tremendamente fuerte – continuó Rei – Supera por mucho todo lo que hemos conocido hasta ahora. Pero...

Rei hizo una pausa, como buscando las palabras adecuadas, pero Michiru se le adelantó, sabiendo a la perfección lo que Rei quería decir.

- No se trata de un poder maligno – finalizó Michiru – Rei está en lo cierto, ésta energía en omnipresente y sobrecogedora en sus sueños, pero no es maligna, en ningún momento causa miedo. Sólo busca el Cristal de Plata de Sailor Moon.

- Y claro que no vamos a dárselo – murmuró Haruka, que hasta entonces se había mantenido de brazos cruzados – Con eso vamos a construir Tokio de Cristal, no le daremos nuestro futuro a una fuerza desconocida.

- Hay algo que también me parece muy extraño – intervino Setsuna, haciendo que todas le miraran; en primer lugar, por que ella podía ver el futuro más claramente que cualquier visión de Rei y reflejo del espejo de Michiru – Tokio de Cristal no parece estar muy afectado con la llegada de éste enemigo...

- ¿Esto nos afecta de forma más personal, verdad? – preguntó Minako, algo preocupada.

Las outer y Rei asintieron, lo que hizo que el resto se entristeciera.

- Y, este enemigo... – dijo Makoto – ¿Para cuándo lo esperamos?... ¿Cuándo vendrá?

- No sé con exactitud – respondió Setsuna – pero puedo asegurarte que será muy pronto...

El rostro canela de Setsuna se oscureció.

- Quizá en cuestión de días...

Usagi se puso de pie, después de escucharlas a todas, tenía un gesto decidido y confiado en su rostro. Todas le miraron, conociendo a la perfección lo que ese gesto quería decir... que ella no se rendiría ante ese enemigo ni le daría el Cristal de Plata.

- Si voy a pelear sola contra esos enemigos, lo haré – declaró de forma segura y seria – No dejaré que arruinen nuestro futuro. Si lo que quieren es el Cristal de Plata, no se los daré...

- No pelearás sola, Usagi, para eso estamos nosotras – intervino Mina, asumiendo de forma graciosa su posición como líder de las Sailors – Eres nuestra princesa y no vamos a dejarte sola... ¿verdad, chicas?

El resto de las senshis asintieron, con los ánimos recuperados. No se dejarían vencer así nada más.

Después de eso, todas se fueron a sus respectivas casas para tomar un descanso y prepararse mentalmente para su próxima batalla. Bueno... no todas se fueron del templo...

- Es raro que no hayas opinado nada, Ami – comentó Rei con un gesto extrañado.

- Hotaru tampoco habló – argumentó Ami con total tranquilidad, mientras bebía el té que Rei le había ofrecido hacía unos minutos.

- No te hagas la graciosa, sabes de lo que hablo.

- Lo sé.

- ¿Hay algo que te esté preocupando?

- No precisamente... es sólo que, últimamente he tenido una extraña sensación de...

Rei le miró, pensativa. ¿Qué podría tener tan preocupada a la chica genio del grupo? Pensándolo mejor, ella también se había sentido muy extraña últimamente, y no era a causa de sus sueños sobre el enemigo.

- ¿De qué?

- Ansiedad.

- ¿Ansiedad?

¡Era lo mismo que ella sentía!

- Como si alguien me estuviera buscando o...

- ¿Esperando? – supuso Rei, sabiendo a la perfección que se trataba de eso.

Ami le miró con extrañeza.

- Yo también he sentido lo mismo desde hace un par de semanas. Pero no logro descubrir a qué se deba.

- Temo que tenga algo qué ver con el enemigo – comentó Ami.

- Y yo... sólo espero que no sea nada malo...

La senshi del agua se puso de pie y tomó sus cosas.

- Tengo que irme, Rei, gracias por escucharme – le dijo con una leve sonrisa.

- No tienes nada qué agradecer, Ami, somos amigas, ¿o no?

- Cierto.

- Prometo que, en cuanto sepa algo de lo que nos pasa, te lo contaré de inmediato.

- De acuerdo. Adiós.

- Adiós.

***** ***** ***** ***** ***** ***** *****

- ¡Seiya, ven acá, no podrás escapar!

- ¡No me atrapas!

- ¡Esa broma fue lo último, no te lo perdonaré!

- ¡No fue para tanto, Hyoga, no tienes por qué ponerte así!

El ex-santo del Cisne corría tras su moreno amigo, que le había jugado una cruel broma... Escribirle una carta falsa de amor a nombre de Fler de Asdgar...

Shiryu miraba al par correr de un lado para otro en una de las plataformas de entrenamiento del Santuario, sólo negaba con la cabeza y trataba de ignorarlos, cosa imposible desde luego... Shun estaba junto a Shiryu leyendo una revista que había comprado en la ciudad, de lo más divertido al escuchar a sus amigos perseguirse por todos lados. Estaba de acuerdo con Hyoga en que la broma había sido muy cruel, pero concordaba con Seiya en que el gesto que puso Hyoga al ver la carta fue realmente gracioso.

- Son como un par de niños – musitó Shiryu, leyendo de reojo la revista que Shun tenía en sus manos.

El santo de Andrómeda sólo sonrió ante el comentario.

- Parecen divertirse – dijo Shun.

- No creo que quieras estar junto a ellos, ¿o sí?

- Je... no lo sé... tal vez un día de estos.

- Debes concentrarte en tus clases, Shun... esos dos sólo van a distraerte.

Shun volvió a sonreír... Estaba en una escuela preparatoria en Atenas, donde Shiryu ejercía como maestro de arte y deportes. Era muy sabio e inteligente, le tenía un respeto tremendo y siempre le hacía caso. Seiya y Hyoga, en cambio, alegaron tener que entrenar en el Santuario y protegerlo tiempo completo... no podían perder ese precioso tiempo en la escuela.

Shiryu tomaba el papel de hermano mayor de Shun cuando Ikki estaba de viaje... que era la mayor parte del año. El santo del Fénix a veces iba a visitar el Santuario, a su hermano, para ser más precisos. Por lo que Shiryu era quien vigilaba a Shun en la escuela... aun que no lo quisiera, él también lo trataba como a un niño de vez en cuando.

Antes de que Hyoga pudiera ponerle una mano encima a Seiya, Jabu, santo del Unicornio, llegó corriendo a ellos bastante apurado.

- ¡Seiya, la señorita Saori quiere verlos en el salón del Maestro! – exclamó Jabu un tanto asustado, lo que le dio mala espina a los cuatro amigos - ¡Hay un nuevo enemigo!

Ante eso, todos corrieron a donde Saori y el resto de los santos les esperaban.

- Ya que estamos todos aquí – comenzó Saori, visiblemente preocupada, pero firme – lamento decirle que el viejo maestro ha sentido la energía de un nuevo enemigo por los alrededores del Santuario.

- La de un dios, para ser más exactos... – dijo una cansada voz detrás de la joven diosa.

Era el viejo maestro.

- ¡Maestro! – exclamó Shiryu, sorprendido.

- Lamento que nos encontremos en una situación así, Shiryu, pero es una emergencia... Un dios está a punto de aparecer... Pero no estoy muy seguro de que quiera atacarnos o no.

- ¿Sabe de qué dios pueda tratarse, maestro? – le preguntó Saori.

El viejo negó con la cabeza.

- Aún no, pero estoy seguro de que pronto lo veremos.

Todos en el salón guardaron silencio. Entonces...

- ¡No me digan que se están rindiendo antes de tiempo! – exclamó Seiya con grandes ánimos – ¡Hemos vencido a dioses muy poderosos!... ¡Esto no hará gran diferencia, chicos, tenemos que confiar en nosotros!

Los ánimos de Seiya pronto se contagiaron a todos sus compañeros santos. Él tenía razón, ya antes habían vencido a otros dioses, si ese que estaba a punto de despertar pretendía lastimar a Atenea, ellos lo vencerían de la misma manera en que habían vencido a los otros.

***** ***** ***** ***** ***** ***** *****

Una grácil silueta caminaba entre las ruinas circundantes al Santuario de Atenea, se trataba de una figura femenina vestida con una toga blanca. Era una joven casi de la edad de Saori Kido, su cabello era largo y plateado y sus ojos ostentaban con enorme belleza un color gris como de luna.

Hacía un par de noches que había despertado, por fin, después de largos milenios de estar encerrada. La culpable de encerrarla era Atenea y algunos otros dioses que le ayudaron... pero ya vendría su venganza, tal como se lo propuso antes de ser encerrada. Pero, para lograrlo, necesitaba recuperar algo que le había sido arrebatado de manera injusta por su padre Zeus...

... sólo para dárselo como presente a una mortal...

Le habían quitado lo que más quería sólo por simple coquetería...

Le habían dado su tesoro a la reina del Milenio de Plata hacía varios milenios... quería recuperarlo y, con ello, vengarse de lo que Atenea le había hecho...

La grácil silueta contempló de nuevo la brillante luna y sonrió para sí...

Pronto recuperaría lo que era de ella... su más grande tesoro...

Primero tenía que encontrar a algún descendiente de la familia de la Luna ya que, seguramente, tendría en su poder aquello que le pertenecía.

La silueta era, ni más ni menos, que Selene, la diosa de la Luna...