PARTE 2

Había decidido hacerle una pequeña visita a Atenea antes de ir a oriente a buscar a la princesa de la Luna. Le tomó un par de días recuperarse por completo y usar su poder divino para localizar su tesoro... y, donde estuviera su tesoro, estaría la princesa de la Luna... a ella no le haría nada, su objetivo era Atenea... pero...

- Pasó hace tanto tiempo... – pensó Selene en voz baja – Quizá ni siquiera lo recuerde.

Estaba algo cansada por que no tenía un cuerpo mortal donde hospedarse. Aún no sabía por qué o qué le liberado de su prisión, aún no le tocaba reencarnar, pero aprovecharía eso para recuperar su más preciado tesoro. Y volvería a su hogar.

Tenía un poco de energía almacenada, así que la usó para teletransportarse al Santuario, asegurándose de guardar una ración de cosmos para poder ir a oriente. Atenea y sus santos no le harían gran cosa si ella no tenía un cuerpo mortal aún. En cierta forma tenía sus ventajas estar así. Cerró sus ojos de luna y concentró su cosmos plateado, desapareciendo al instante.

Atenea sintió una descarga eléctrica en su espina dorsal al percibir un cosmos extraño en el Santuario. Seiya y sus amigos, que estaban ahí en esos momentos, notaron el sobresalto de su diosa y no tardaron en percibir lo mismo que ella.

De pronto, ante ellos, apareció una esbelta silueta femenina...

Los cuatro santos cubrieron a Atenea con sus cuerpos, poniéndose en pose de ataque de inmediato. El Santo de Sagitario, Seiya, fue el primero en hablar.

- ¡¿Quién diablos eres tú?! – le cuestionó el santo a la silueta, poniendo sus poderosos puños por delante.

Pero la silueta ignoró la pregunta de Seiya y encaró directamente a Atenea... a la reencarnación de ella en esa época... Lucía igual a como la recordaba, pero no parecía que la diosa le reconociera... Justo como lo sospechaba, habían pasado muchos milenios y era natural que ella le olvidara.

- Luces igual, Atenea, ¿me recuerdas? – le preguntó con su melodiosa y fina voz.

La joven diosa le miró con extrañeza... algo en ella le resultaba familiar, pero aún no lograba reconocerla... De pronto, escuchó la voz del viejo maestro en su mente...

"Atenea, ella es Selene, diosa de la Luna..."

- ¿Selene? – murmuró Saori en voz baja, pero ella alcanzó a escucharla y sonrió.

- Así es, soy yo... después de que me encerraras hace mucho tiempo, ¿lo recuerdas? – prosiguió Selene con una extraña sonrisa. Los santos, aunque sorprendidos al escuchar la identidad de esa diosa, no dejaban de cubrir a Saori con sus cuerpos.

Atenea, obviamente no recordaba casi nada, pero el sabio maestro llegó en su auxilio.

"Esto pasó hace un varios un par de Milenios, en la época de los dioses. Zeus te había mandado a encerrarla por que había desobedecido una orden y planeaba revelarse contra él"

"¿Porqué, maestro, porqué tuve qué hacer eso?"

"Zeus le había ordenado a Selene que le diera su más preciado tesoro a la, entonces, reina de la Luna..."

- ¡Así es, Atenea, mi padre me quitó lo que más apreciaba y, cuando intenté reclamarlo, te mandó a encerrarme! – alegó Selene, que había escuchado a la perfección la comunicación mental del maestro, casi al punto del llanto – Me encerraste aún sabiendo que fue injusto lo que me hizo... ¡Pero al fin me liberé y vas a pagar lo que me hiciste!

- ¡No dejaremos que toques a Saori! – intervino Seiya – ¡Primero tendrás que pasar sobre nosotros!

- Te siento muy débil – dijo Shiryu – ¿Cómo piensas pelear con nosotros en esas condiciones?

Selene rió con un poco de cinismo, antes de concentrar de nueva cuenta su cosmos plateado.

- Sólo venía a ponerlos sobre aviso, primero recuperaré lo que me quitaron y después vendré por ti, Atenea – dijo con tremenda confianza – En cuanto haya recuperado mi tesoro, lamentarás haberme encerrado...

Una sonora carcajada antecedió la retirada de la diosa.

- ¡Rayos! – musitó Hyoga con rabia – ¿Adónde habrá ido?

- Su cosmos ha desaparecido del Santuario, podría estar en cualquier lugar del mundo – dijo Saori con un poco de desesperación – Sólo nos queda a esperar que regrese.

Y, de nuevo, la voz del maestro vino en ayuda de la joven diosa de la sabiduría. El resto de los santos también pudieron escuchar, ésta vez, la voz del maestro; que había regresado a China hacía un par de días.

"Atenea, Selene ha ido a oriente..."

"¿A oriente?"

"Si, ¿recuerdas la energía que sentiste hace un par de años?"

"Si, la recuerdo, maestro"

"Se trataba de una de las últimas descendientes de la Familia de la Luna, la princesa Serenity y futura reina de Tokio de Cristal..."

En cuestión de minutos, el maestro les relató parte de la historia del Milenio de Plata y las batallas que había tenido la princesa de la Luna contra diversos enemigos; junto con sus Sailor Senshis, las guerreras de la Luna Blanca.

"Maestro, ¿qué es lo que quiere recuperar Selene?" le preguntó Shiryu, un tanto preocupado.

"No lo sé con exactitud, pero sospecho que se trate del legendario Cristal de Plata. Una piedra repleta de sorprendentes poderes. Creo que Selene planea recuperar el Cristal y, con éste, todo su cosmos"

"Debemos ir a Japón cuanto antes y poner sobre advertencia a la Princesa de la Luna" dijo Seiya con apuro. "No podemos dejar que Selene le quite el Cristal de Plata"

En ese momento, algunos santos llegaron al salón, después de percibir, un poco tardíamente, la presencia de la otra diosa.

- Jabu, pide un jet ahora mismo, iré con Seiya y sus amigos a Japón – ordenó Saori en cuanto vio al santo del Unicornio.

- A la orden – respondió – Nosotros también iremos con usted.

- No. Quiero que tú te encargues de cuidar el Santuario, Jabu – repuso la diosa, con especial énfasis en el nombre del chico – Tú te harás cargo de todo en el Santuario... ¿Puedo confiar en ti?

- ¡Por supuesto, señorita Kido!

- Ahora, pide el jet por favor, nuestro enemigo ha ido a oriente y tenemos que alcanzarlo.

El joven santo corrió a buscar a Tatsumi, que era quien podía proporcionarles el jet. En tanto, Hyoga informaba al resto de los santos de la situación.

Su transporte llegó en cuestión de minutos.

"Le tomará un par de días a Selene recuperar su energía, mientras, pueden encontrar a la Princesa antes que ella" le aconsejó el maestro.

Atenea y sus cuatro santos se dirigieron a oriente, esperando encontrar a la Princesa de la Luna y evitar que le entregara el Cristal de Plata. Según el maestro, Selene tendría mucho poder en cuanto recuperara su tesoro. No permitirían que Selene provocara una catástrofe por culpa de sus deseos de venganza.

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- ¿Lo has sentido, Ami?

- Sí... esa sensación ha crecido mucho desde ayer... me siento muy extraña, Rei.

- Y yo... y aún no he podido encontrar la causa...

- Creo tener una pequeña pista...

- ¿En serio?

- Sí. Un par de focos de energía se acerca a Tokio, una de ellas era muy débil, pero la otra era enorme... Puede que se deba a eso.

- ¿Y cómo es que yo no las he sentido?

- Por lo mismo que estamos algo confundidas y ansiosas, una de las energías nos afecta directamente; si pude localizarlas, fue gracias a mi computadora. Es imposible que ella salga afectada con sensaciones.

Ami escuchó un largo suspiro al otro lado de la línea. Después, un breve silencio por parte de su amiga.

- Me pregunto si las demás también se sentirán igual que nosotras – murmuró Rei, más para sí que para Ami.

- Habría que preguntarles, si no es así, entonces estamos enloqueciendo – comentó Ami de forma irónica, lo que hizo que Rei sonriera.

- De acuerdo. Tú ve con Haruka y las demás, yo iré con Mina y Mako. No estoy muy segura de que Usagi se sienta igual que nosotras... después de todo, ella es la princesa.

- Vale, te hablo en un par de horas.

- OK. Nos llamamos en un rato.

Colgaron las bocinas y cada una fue a donde le correspondía. Para sorpresa suya, todas sus amigas se habían estado sintiendo igual; pero lo atribuyeron a la tremenda energía que desprendía el nuevo enemigo. Decidieron no comentarle nada a Usagi para no preocuparla, pues la pelea le afectaba directamente a ella, y no querían que se presionara más de lo que, seguramente, ya estaba.

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El jet llegó al aeropuerto privado de la Fundación Kido en unas cuantas horas. Tendrían que usar todos sus recursos para localizar a la Princesa de la Luna antes de que Selene recuperara un poco de su cosmos, lo más segura es que ella ya la tenía localizada.

Saori dio la orden de rastrear la extraña energía que había aparecido en Tokio hacía algunos meses (N de A: la batalla con Galaxia) y encontrar su lugar de origen. Por otro lado, también le ordenó al Santo de Andrómeda que hiciera uso de sus fieles cadenas para localizar el cosmos de la Princesa. Shun la encontró primero en uno de los suburbios de Tokio, en la zona de Juuban para ser más precisos.

De inmediato, todos fueron en camino.

- Me alegra que la hayas localizado primero, Shun, sabía que podría confiar en ti – le felicitó Saori, a lo que el joven santo respondió con un sonrojo y una sonrisa – Creo que puedo sentir su cosmos conforme nos acercamos.

- ¿Crees que ella ya haya sentido la presencia de Selene? – le preguntó Shiryu a su diosa, mirándole con sus ojos serenos.

- Quizá sí... aun que no podría asegurarlo... – contestó Saori – De todos modos le explicaremos todo en cuanto demos con ella.

- Una alianza con ella nos haría más fácil la batalla con Selene – comentó Hyoga – Ambos saldríamos beneficiados, ella no perdería su cristal, y nosotros podríamos protegerte mejor.

Los cinco iban en una veloz limosina en dirección a Juuban, que se hallaba bastante cerca de donde estaba la Fundación Kido. Llegarían en menos de una hora.

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- ¡No puede ser, de nuevo tarde a la junta! – gritó Usagi con inmenso terror – ¡Ami ahora sí va a regañarme!

En su loca carrera, trato de ganarle al alto del semáforo y cruzó en cuanto éste puso luz verde a los autos... un auto negro estuvo por atropellarla, pero éste alcanzó a frenar antes de golpear a la chica...

Usagi simplemente soltó un leve gritó y se cubrió con sus brazos... sintiendo que el corazón lo tenía en la garganta...

- ¡Niña tonta, fíjate la próxima vez cómo cruzas la calle! – le gritó un hombre calvo que se asomó del auto negro.

Se trataba de una elegante limosina.

Usagi pronto se recuperó del susto y encaró al conductor, por demás molesta.

- ¡Cafre! – le gritó – ¡Tenga cuidado la próxima vez, no es seguro que conduzca así de rápido!

De pronto, recordó la junta y regresó a su carrera, no sin antes enseñarle la lengua al conductor.

- ¡Niña loca! – gritó Tatsumi con enfado y arrancó el vehículo.

- ¿Qué pasa, Tatsumi, esa niña te ha hecho enojar? – le preguntó Seiya burlonamente – Cafre, estuviste a punto de atropellarla.

- ¡Tú cállate o te echo del carro a patadas!

Seiya comenzó a reír y a burlarse de Tatsumi, pero Saori había contemplado a la chica hasta que se perdió de vista... entonces...

- Tatsumi, sigue a esa chica – ordenó de pronto al sentir una extraña energía en ella.

- Pero, señorita Saori.

- Apresúrate o vamos a perderla – insistió, ansiosa.

- A la orden.

Rápido, Tatsumi dio una vuelta en 'u' y dobló en la misma esquina en la que se había ido la chica. Saori parecía presentir algo. Sus santos le miraban con expectación.

- Pude sentirla... – murmuró la diosa con gesto pensativo – ella era la princesa, es esa chica, no puedo equivocarme.

- ¿Ella? – preguntó Seiya un tanto incrédulo – Pues no lo parece.

- Ni tú tampoco pareces ser un respetable santo dorado, Seiya... – musitó Hyoga con malicia – así que no creo que estés en posición para criticar...

Seiya le miró con enojo...

- Si tú eres el poderoso santo de Sagitario, no dudo que ella sea la Princesa de la Luna... – agregó aún más sonriente, antes de que Seiya se le lanzara encima.

- ¡Ahora sí verás, Hyoga, voy a hacerte paleta de hielo!

- Ya dejen de pelear, parecen niños – les regaño Shiryu con un tono duro – Estamos en una situación crítica, no es el momento adecuado para estar jugando.

Al instante, ambos dejaron de pelear. Saori sólo sonrió, aunque por unos segundos, y volvió sus pensamientos hacia esa chica. No podía equivocarse... era ella... Por lo menos la habían encontrado incluso antes de que Selene recuperara su cosmos.

Era excelente. Tenía confianza en volver a encerrarla y volver en paz al Santuario. Habían tenido más de tres años de paz y tranquilidad, y quería que todo siguiera así... Por lo menos hasta que esa chica fundara Tokio de Cristal y gobernara el mundo como se lo había predicho el viejo maestro. También supo que ella misma iba a proteger y a ayudar a la reina Serenity en el futuro.

No tardaron en divisar a la chica subiendo la escaleras de un pequeño templo sintoísta. En ese mismo lugar, todos sintieron varias presencias poderosas... seguramente se trataba de las guerreras de la luna, las legendarias Sailor Senshi.

Pero ellas no despedían cosmos como ellos, su poder parecía provenir de otra fuente, una muy distinta al del poder del universo, al de las estrellas.

Se detuvieron frente al templo y Saori le ordenó a Tatsumi que se retirara de ahí y se refugiara en la Fundación, por si algo llegaba a salirse de control. El fiel sirviente obedeció y dejó a los cinco ahí.

- Subamos, chicos, tenemos que hablar con la Princesa – dijo Saori, comenzando a subir por las largas escaleras.

Los cuatro santos asintieron y caminaron tras su diosa. Todos llevaban sus armaduras en sus cajas, listos para conocer a la Princesa de la Luna.