PARTE 3
- ¡Ay, esa Usagi, siempre llega tarde! – se quejó Rei, después de estar dando vueltas por la sala de la flama por más de quince minutos.
- Ya debiste haberte acostumbrado, Rei – murmuró Ami con una sonrisa, ganándose una mala mirada de la guerrera de fuego.
- Por cierto, ¿aún no saben a qué se debe que estemos tan ansiosas? – preguntó Haruka a Ami y Rei.
- No – respondió Rei – pero Ami supone que pueda deberse a éste nuevo enemigo.
- El poder que ellos emanan es muy extraño, su naturaleza es muy distinta a la nuestra, o aún a la de Usagi – explicó Ami – Puede que eso sea lo que nos afecta, es sólo eso, no creo equivocarme... Nuestra energía y la de nuestros antiguos enemigos estaban en la misma frecuencia, pero ésta es distinta, por eso nos sentimos así.
La teoría pareció satisfacer a sus amigas.
- ¡No llego! – gritó una familiar voz cerca de ahí.
Todas suspiraron... era Usagi, al fin...
A los pocos segundos, la rubia apareció en la sala, jadeando, sudando, y con la lengua de fuera. Las chicas soltaron otro suspiro mientras su princesa recuperaba el aire.
De pronto, Rei se sobresaltó al sentir una poderosa presencia acercarse al templo...
- ¿Qué pasa, Rei? – le preguntó Makoto, asustada al igual que todas.
- Una presencia muy fuerte se acerca... – musitó Rei, temblando – Nunca había sentido nada así en mi vida... es... demasiado poderosa...
Entonces, Ami también pareció temblar al sentir aquella presencia que le sobrecogió el corazón. Su pecho latía con una fuerza inusitada, pero trató de disimular, pues no era el momento adecuado como para mostrarse así. Sacudió su cabeza un par de veces sin que nadie lo notara y puso atención a lo que decían sus amigas...
- ¡Dioses! – exclamó Rei, abriendo sus ojos como platos.
- ¿Rei, qué sucede ahora? – le preguntó Michiru.
- La presencia... está en el templo... – murmuró Rei con extraño terror, mientras sudaba copiosamente.
- ¡¿Qué?!
- ¡Chicas, transformémonos! – ordenó Mina al instante, siendo la primera en blandir su pluma de transformación.
- ¡Sí!
Al instante, todas se transformaron y salieron corriendo a la explanada delantera del templo. Rei aún parecía un poco perturbada, pero Ami estaba demasiado mareada y apenas si lograba disimular ante sus amigas... aquella energía la embriagaba y le cortaba los sentidos... y no entendía por qué... Pero ya descubriría a qué se debía aquello.
En ese momento, una joven mujer, más o menos de la edad de ellas, apareció en el umbral del Templo Hikawa, escoltada por cuatro chicos que cargaban pesadas cajas de metal... La joven era la que desprendía aquella energía... Entonces, también comenzaron a sentir la que emanaba de esos cuatro chicos...
Eran personas sumamente poderosas... Pero, lo extraño, es que ya no sentían ningún temor... sino una inmensa paz que les recorría las venas a cada segundo. Ami era la que aún no se recuperaba, ver a esa joven le había hecho sentir más extraña de lo que ya estaba.
En tanto, Saori y sus santos estaban sorprendidos de haberse encontrado con nueve chicas vestidas en un vistoso uniforme marinero... todas ellas desprendían una energía muy especial, muy cálida y pacífica, pero igualmente poderosa... Muy en especial, la de la chica que estaba en medio de todas y que vestía un traje aún más llamativo que el de sus compañeras...
Ella era la princesa...
Ellas eran las Sailor Senshi...
- ¡¿Quiénes son ustedes?! – les preguntó de forma ruda una de las senshis, una rubia de cabello corto.
- Por favor, les ruego que no nos tengan desconfianza – dijo Saori con voz muy dulce – Soy Saori Kido... la reencarnación de la diosa Atenea. Ellos son cuatro de mis santos, mis guerreros guardianes... y hemos venido a buscar a la Princesa de la Luna – continuó, mirando fijamente a Usagi.
Las senshi se miraron entre sí, incrédulas...
¡Una diosa de verdad estaba frente a ellas!... De no ser por que Ami las había torturado con un breve curso de mitología griega, no hubieran sabido que ella era la diosa griega de la guerra sabia e inteligente.
Usagi dio un paso adelante y encaró a la diosa, ya menos asustada que hace rato...
- Yo soy la Princesa Serenity de la Luna y ellas son mis guerreras guardianas, las Sailor Senshis– respondió con solemne cortesía – ¿Para qué me buscaba, diosa Atenea?
Saori sonrió ante el saludo y, segura de que ellas no les tenían desconfianza, caminó hacia Usagi y le extendió la mano en seña amistosa. Usagi correspondió el saludo, sonriente.
- ¿Les parece si entramos al templo y hablamos con más calma? – preguntó Saori, soltando la pequeña mano de la chica.
- De acuerdo – respondió, antes de dirigirse a sus amigas – Chicas, no hay ningún problema, quitémonos nuestra transformación – dijo mientras volvía a su identidad civil.
El resto pronto le imitó y guiaron a sus invitados al interior del templo.
Después de una breve presentación, Saori fue de inmediato la grano. No podían perder tiempo. Les explicó que Selene, la diosa de la Luna, era el enemigo que les acechaba. Pero sólo buscaba recuperar su mayor tesoro: el Cristal de Plata... y con él, pelear en su contra.
- Ya temíamos que el enemigo buscaba el Cristal de Plata – dijo Setsuna – Lo que no sabíamos, era que se trataba de una diosa.
- Pero... – intervino Mina – ¿Quieren decir que el Cristal de Plata pertenecía a Selene?
- Así es – respondió Shiryu – Originalmente era de ella, pero Zeus le obligó a entregárselo a la reina de la Luna y ella se molestó mucho. Fue cuando envío a nuestra diosa a encerrar a Selene.
- Y ahora ella quiere venganza, ¿verdad? – musitó Haruka, la diosa asintió.
Saori volvió a tomar la palabra, dirigiéndose especialmente a Usagui.
- Hemos venido desde Grecia para proponerte una alianza, Sailor Moon – dijo la diosa con cierta emoción – Sólo así venceremos a Selene... aunque esté débil, sigue siendo una deidad, y ese sólo hecho la vuelve peligrosa...
Usagi meditó la idea, pero fue por pocos segundos. Contenta, le dio la mano a Atenea.
- Claro que acepto – respondió, mientras la diosa le tomaba la mano – Juntas venceremos a Selene.
Saori asintió y estrechó con un poco de fuerza la mano de Usagi.
- ¡Esto es excelente! – exclamó Seiya, que por alguna extraña razón había mantenido un respetuoso silencio desde que había llegado al templo – Nunca habíamos tenido una alianza así.
- ¡Woaaaa, tienes razón, Seiya! – le siguió Mina - ¡Lo mejor que es que estaremos aliadas a unos chicos guapos como ustedes!
Ante el comentario, los santos se sonrojaron, Seiya incluido... Mina parecía de lo más tranquila, mientras sus amigas le miraban reprobatoriamente.
- ¡Ya te hemos dicho que te comportes cuando tenemos invitados! – le gritó Makoto, por demás sonrojada de la pena (y de que estaba de acuerdo con el comentario de Mina, también) – Eres la líder de las Sailors, recuérdalo.
- Oh, vamos, Mako, no es para tanto... ¡Ellos son tan guapos... te aseguro que no tardamos en conseguir novio!... ¡JA, JA, JA!
Ante la maniática risa de Mina y su nuevo comentario, los santos se sonrojaron aún más. Saori y Usagi pronto comenzaron a reír... y pronto todos le siguieron...
- Vaya manera de atender a nuestros invitados – murmuró Rei – No les he ofrecido ni un té, dejen voy a la cocina y no tardaré en traerles algo, con su permiso.
La sacerdotisa se puso de pie y se encaminó a la cocina, casi de inmediato, Ami se levantó tras ella...
- Deja te ayudo.
- De acuerdo.
El par se retiró, mientras las risas en la sala de la flama continuaban. Rei de inmediato notó que Ami estaba muy extraña. Ya en la cocina, Ami casi se desploma en el suelo, de no ser por que Rei alcanzó a sujetarla...
- ¡Ami!... ¿Estás bien?... ¿qué tienes? – le preguntó, asustada.
- Sólo estoy mareada, lo siento... es que no quise preocupar a las demás – respondió Ami en voz baja.
Rei la sentó en una de las sillas y le dio un vaso con agua.
- Por favor, dime qué pasa...
- Desde que Atenea está aquí, me he sentido muy extraña... la sensación que habíamos estado sintiendo desde hace tiempo, se incrementó en mi al estar cerca de ella... No lo entiendo...
- Creo que esto sólo nos pasa a nosotras dos – dijo Rei, que comenzó a preparar el té – Yo también siento que mis ansias y mis nervios han crecido de un día para otro... pero tú pareces afectada por la diosa Atenea...
- ¿Y tú?
- Aún no lo sé... debe ser otra cosa...
Mantuvieron un rato de silencio, hasta que Ami habló, ya recuperada del mareo.
- Rei... prométeme que guardarás esto en secreto... al menos hasta que sepamos a qué se debe.
- Lo prometo, Ami, sólo si tu me prometes lo mismo.
Ami asintió y le ayudó a su amiga a terminar el té.
Pronto, el par llegó a la sala de la flama con una bandeja de té y bocadillos. Después de comer, Saori y sus santos se disculparon para retirarse; Rei les había ofrecido hospedaje, pero Saori argumentó que la Fundación Kido estaba muy cerca de ahí.
- En par de días, Selene va a recuperar su cosmos, probablemente venga directo contigo – dijo Saori, mientras las chicas les habían escoltado hasta la calle. Iban a irse caminando – Estaremos atentos y en contacto por si algo pasa.
- Nosotras podremos sentir cuando Selene despierte – dijo Michiru, mostrándoles su espejo y señalando a Rei con una mirada.
- Vendremos en cuanto también sintamos que ella despierte – continuó Shiryu – La señorita Kido será la primera en sentir la aparición de la diosa.
- Nos reuniremos aquí cuando el momento llegue, mientras, será mejor esperar – finalizó Saori, inclinándose educadamente ante ellas, antes de retirarse junto con sus santos.
Poco a poco, también las senshis se retiraron a sus casas para descansar... en especial las ocho senshis, que aún tenían esa extraña sensación de ansias; y más Ami, que desde que vio a Atenea, se sentía mareada y con... demasiadas energías, tantas, que las mismas le hacían sentirse cansada y pesada.
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Abrió los ojos después de un par de días de haber llegado a Tokio. Estuvo oculta en un cerezo del parque Juuban, esperando a recuperar algo de sus energías.
No tardó en sentir la presencia de Atenea y algunos santos suyos cerca de su tesoro... Se había adelantado... Pero no tenía la más mínima importancia, eso no evitaría que recuperara su tesoro, nada podría hacer Atenea para detenerla... su tesoro vendría sólo, únicamente tendría que llamarlo y ya... éste aparecería frente a ella...
Salió del cerezo.
Era de noche y su preciosa luna brillaba en lo alto del cielo... tan grande y plateada...
Tan hermosa...
En cuanto recupera su tesoro y derrotara a Atenea, regresaría a Grecia y reconstruiría su templo, desde donde podía verse mejor la luna. Como extrañaba esas noches cuando contemplaba la luna al lado de...
- Pronto te recuperaré, tesoro mío... y volveremos a nuestro hogar.
Dicho eso, caminó tranquilamente a través del parque e hizo crecer su cosmos, sabiendo que Atenea, sus santos y la princesa de la Luna aparecerían ahí de un momento a otro.
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Usagi y Mina, transformadas en Sailor Senshis, corrían en dirección al Templo Hikawa... Acababan de avisarles que Selene por fin había aparecido. Todas estaban ahí, y también se encontraban Atenea y sus santos, seguramente.
Usagi parecía nerviosa, cosa que Mina notó de inmediato. La rubia senshi de Venus sabía que su princesa estaba nerviosa... y la comprendía perfectamente bien.
- Jamás te dejaremos sola, Sailor Moon, lo sabes – dijo Sailor Venus mientras le sonreía.
Usagi le miró con agradecimiento y asintió.
- Lo sé, Minako, gracias.
- Así que deja esa cara y confía en que venceremos a esa diosa... Después de todo, otra diosa nos está ayudando...
La princesa sonrió aún más y recuperó su gesto seguro y confiado. No tardaron en llegar al templo, donde todo mundo les esperaba; las sailor, los santos y Atenea.
Notaron que todos miraban al Santo de Andrómeda, que usaba, al igual que sus compañeros, unas preciosas armaduras metálicas. La única diferencia, es que los ropajes de Shun eran de color magenta, mientras que sus amigos vestían armaduras de oro. El Santo de Andrómeda hacía uso de sus cadenas para localizar la posición de Selene.
Al mismo tiempo, Neptune con su espejo, Mars con su telequinesis, y Mercury con su computadora; buscaban por su lado a la diosa.
Pronto, los cuatro dieron con el lugar exacto... El parque No. 10...
- De acuerdo, es hora de ir a pelear – dijo Seiya, que portaba con singular orgullo sus ropajes de Sagitario – Todos listos, ¿verdad?
Sus amigos y las senshis asintieron con la cabeza.
- Bien, vámonos.
En cuestión de minutos, llegaron al parque. No tardaron en localizar a Selene de pie en medio de éste, esperándoles con gran paciencia y una confiada sonrisa. Se acercaron a la diosa a una distancia prudente, Atenea y Sailor Moon al frente de todos.
- Me alegra que no hayan tardado tanto – dijo Selene, mirando a la diosa y a la princesa de forma alternada.
Sonrió y miró fijamente a Sailor Moon, reconociéndola al instante como la Princesa de la Luna gracias a la marca que tenía en la frente.
- Serenity, veo que has traído mi tesoro contigo – murmuró con una sonrisa.
Instintivamente, Sailor Moon cubrió el broche que estaba en su pecho...
