PARTE 5

Usagi tuvo que inventar una excusa en su casa para que le dejaran quedar esa noche en la Fundación Kido. Saori le había ofrecido hospedaje, pues vio a la pobre princesa completamente destrozada y sentía la necesidad de ofrecerle ayuda. Estaba muy sola sin la compañía de sus guerreras.

En cierta forma se sentía culpable... ¿Cómo era que no pudo recordar que el verdadero tesoro de Selene eran sus Senshis?... las legendarias Senshis de Selene...

Había pasado hacía tanto tiempo que no lo recordaba todo con claridad, pero se sentía culpable. Ni siquiera deseaba pelear con Selene, no sólo por respeto a Usagi, sino por la culpabilidad que le inundaba los pensamientos.

No podía pelear contra las amigas de Usagi, no cuando, en cierta forma, ahora ella era la mala del cuento...

Se negaba a pelear...

Mientras, Usagi miraba por una de las ventanas de la sala de estar... Contemplaba a la Luna y se preguntaba una y otra vez por qué había cometido semejante error... decir y asegurar que el Cristal era su mayor tesoro, cuando en realidad lo eran sus amigas.

Tan sólo recordar las palabras que Ami le dijo le dolía en el alma... "ya no podemos volver contigo". Todas le recordaban, eso era claro, pero no iban a volver a su lado... No lo entendía...

No quería entenderlo, deseaba que ellas volvieran a su lado...

- Chicas... las extraño mucho... no saben cuánto...

Nuevas lágrimas surcaron sus mejillas y se dejó vencer por la tristeza.

- Perdónenme, por favor...

En tanto, los santos de Atenea se recuperaban en el pequeño hospital privado de la Fundación.

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Después de darle una buena lección a los Santos, como simple prólogo de su próxima batalla, Ami se encargó de teletransportar a su diosa y a sus amigas a Grecia; exactamente al lugar donde una vez estuvo edificado el Templo a Selene.

Era una ruina como todo a su alrededor, pero bastó con que las Senshis concentraran sus poderes para reconstruir el templo.

Una vez listo, dejaron que su diosa descansara y recuperara sus energías. No tener un cuerpo mortal tenía sus desventajas. Su presencia apenas física se sustentaba gracias a su cosmos de diosa, pero a ratos, gracias al agotamiento, parecía volverse tan transparente como un fantasma... Eso tenía preocupadas a sus guerreras... Selene podía desaparecer de un momento a otro.

- Esto no tiene buena pinta... – murmuró Haruka – Nuestra señora Selene está en peligro. Pero no sé qué podemos hacer por ella.

- Puede que tenga un cuerpo mortal esperándole en algún lugar del mundo – dijo Mina – Si despertó, esa es la razón, debe haber algún cuerpo dispuesto para ella.

- ¿Entonces propones que busquemos el cuerpo de nuestra diosa, Minako? – le preguntó Michiru a su líder.

- Exactamente.

- ¿Y qué hay de nuestra cita con los Santos? – intervino Makoto con cierta confusión – Siguen siendo más numerosos que nosotras, podríamos vencerlos sin problema, pero podrían darnos una sorpresa.

- Eso es cierto – continuó Setsuna – ¿Les parece bien si nos dividimos?... Unas buscarían el cuerpo de nuestra señora Selene y las otras pelearían con los Santos.

- Mejor aún – le interrumpió Minako – Tú y Michiru podrían localizar el cuerpo de nuestra diosa, no necesitamos tantas para eso.

- Cierto. Sería muy fácil y algunas estarían a faltar en la batalla – razonó Setsuna – De acuerdo, iré.

- Y yo – respondió Michiru.

De pronto, notaron a Rei muy perturbada, sentada al pie de una columna de blanco mármol. Lucía un tanto alterada...

- Rei... ¿Te pasa algo? – le preguntó Mina, acercándose a ella para tocarle el hombro.

Se dio cuenta que temblaba.

- ¿Rei?

- Me siento algo extraña... no entiendo por qué...

- No te preocupes, puede que se deba a que recuperamos nuestras memorias. Fue un golpe muy fuerte para todas – explicó Minako dulcemente – Quizá aún no te recuperas, eso debe ser.

- ¿Lo crees?

- Es lo único que se me ocurre, pero podría asegurarlo.

La Senshi del Fuego asintió y volvió su mirada a la plateada Luna. De pronto recordó algo...

- ¿Qué creen que haya sido de nuestra princesa? – preguntó Rei, sin despegar su mirada del claro astro nocturno.

- Ella estará bien – respondió Setsuna – No nos necesita para construir Tokio de Cristal.

- Me dolió verla triste – murmuró Makoto con cierto remordimiento – Pero ya no podemos volver con ella.

- Tengo entendido que Ami ya le había dicho eso – comentó Mina – Eso fue lo que la puso triste...

- Ella está ahora con Atenea, ¿verdad? – preguntó Haruka.

Minako asintió, en respuesta.

- Sólo tenemos que alejarla de los Santos para que no salga lastimada en la batalla – dijo Michiru – Ami podría encargarse de eso, después de todo, ella no puede pelear contra los Santos... no, cuando Atenea fue quien la creó.

- Cierto, Ami va a encargarse de cuidar de la Princesa y llevarla sana y salva a su casa.

- Puedo preparar algo para que nos olvide y ya no sufra tanto – comentó Setsuna.

Y, mientras ellas hacían planes, Hotaru y Ami se encargaban de restablecer las energías de su diosa. De todas, ellas eran las que tenían poderes curativos. Los de Hotaru más fuertes que los de Ami, pero no por ello menos necesarios.

- Gracias, Hotaru – musitó Selene, apenas recuperada del excesivo uso de su cosmos – Puedes dejarlo así, bastará con que descanse un poco para estar mejor. Ya no gastes tu energía, mi pequeña.

- Mi señora Selene, podría darle toda mi energía de ser necesario.

- Lo sé. Pero ahora no es tan necesario – respondió, acariciándole el cabello negro de su frente – Puedes ir con las demás, Hotaru. Ami, necesito hablar contigo a solas.

Ambas asintieron y Hotaru se retiró en silencio. Ami se quedó inclinada junto a la cama, esperando a lo que su diosa fuera a decirle.

- Ami...

- Mi señora Selene, no se esfuerce en hablar tanto, puede hacerle daño.

- Lo sé, por eso seré breve... Ami, ya no tengo tantos deseos de pelear contra Atenea.

- ¿Uh?... ¿A qué se debe eso?

- Cuando desperté, una enorme rabia me había cegado el corazón. Deseaba a toda costa vengarme de ella, pero... la rabia ha desaparecido. Ahora que las he recuperado, no veo la necesidad de pelear. ¿Me entiendes?

- Sí.

- También me dolió ver el sufrimiento de la Princesa... De todos ahí, ella era la menos culpable. Me dolió por que yo sentí lo mismo... es como si te arrancaran una parte del alma.

- Entiendo muy bien...

- Ami, necesito que me hagas un favor.

- Lo que sea, mi señora Selene...

A los pocos minutos de que Hotaru saliera, Ami apareció en escena. Vio que todas sus amigas lucían muy emocionadas... y más o menos adivinaba por qué...

- ¿Se divierten, chicas? – preguntó, haciendo que todas voltearan a verla.

- ¿Cómo está nuestra señora Selene?

- Mucho mejor que hace rato.

- ¡Qué bien! – exclamó Makoto, contenta.

- Y me mandó a avisarles de algunos cambios de planes. Me dijo que esperaba que no se molestaran con ella...

- ¿Molestarnos porqué?

Ami sonrió ampliamente antes de responder.

- Me dijo que ya no deseaba pelear contra Atenea...

- ¡¿Qué?! – exclamaron todas, sorprendidas.

- Que, como ya nos había recuperado, no valía la pena pelear contra los Santos. Somos mucho más fuertes que ellos.

Sus siete amigas parecían un poco decepcionadas, pero no tardaron en comprender.

- Entonces – murmuró Minako, que fue la primera en hablar – podremos concentrarnos mejor en buscar el cuerpo mortal de nuestra diosa.

- Cierto – musitó Makoto, algo triste aún por no poder pelear.

- Pero, no creo que eso afecte los planes que tenemos para la Princesa – dijo Haruka, cosa que confundió a Ami.

- ¿De qué hablan?

- Te tengo la misión de llevar a la Princesa Serenity a su hogar.

- Eso mismo me dijo nuestra señora Selene, Mina. Debo ir con Atenea y hablar con ella... y después con la Princesa.

- Pero... – le interrumpió Mina, extendiéndole una pequeña cápsula en forma de dulce – Dale esto a la Princesa para que nos olvide...

Ami, sorprendida, tomó la cápsula.

- Acabo de hacerla – dijo Setsuna – Si la toma, se olvidará de nosotras y así ya no sufrirá más.

- Entiendo – murmuró Ami – Haré lo que me has pedido, Mina.

- Bien.

- Saldré mañana a primera hora.

Una vez que todos los detalles fueron aclarados, se fueron a dormir. Pero no todas lograban conciliar el sueño, Rei seguía sintiéndose muy extraña.

Ella y Ami compartían el dormitorio, así que su compañera no tardó en notar su extraño estado.

- ¿Qué tienes, Rei? – le preguntó, preocupada – Luces mal.

- Me siento muy extraña, Ami... y no entiendo porqué... – explicó, con un poco de desesperación en su rostro.

- Recuéstate y déjame chequearte con mi computadora, tal vez encuentre algo.

- De acuerdo.

Se acostó en su cama y cerró los ojos, mientras Ami le analizaba con su visor y su computadora. Unos pocos minutos más tarde, la peliazul parecía confundida al ver los resultados de su análisis. Guardó sus aparatos y se inclinó en la cama de Rei.

- Hay una extraña oleada de energía en tu cuerpo.

- ¡¿Qué?! – exclamó, también confundida.

- No lo entiendo muy bien... pero esa energía es la que te tiene tan agitada... y, quizá lo más extraño, es que esa energía sigue siendo tuya. No es ajena a tu cuerpo... hay algo que la está aumentando y sacando de control.

Rei lucía consternada. ¿Qué podía ser?

- Trataré de ayudarte – murmuró Ami con dulzura – Creo que puedo hacer algo que mantenga esa energía en un nivel bajo por unos cuantos días. Por lo menos hasta que encontremos el cuerpo de nuestra señora Selene. Estoy segura de que ella te ayudará en cuanto se recupere.

- Bien.

La Senshi del Agua asintió, sonriente, y tomó brevemente la mano de Rei para reconfortarla. Concentró su poder y apareció un brazalete rojo en sus manos, se lo puso a Rei en su muñeca derecha y, en pocos minutos, Rei sintió tranquilizarse. La Senshi del Fuego suspiró con alivio y le sonrió a su amiga.

- Gracias, Ami.

- No tienes nada qué agradecer, Rei. Sólo espero que aguante hasta que nuestra señora Selene se recupere.

- Aguantará... tú lo hiciste...

Se sonrieron una vez más, antes de dormir.

Al amanecer, Ami se despidió de sus amigas y su diosa y se teletransportó a Japón. Seguía fielmente los pasos de su otro dios creador, Hermes, el mensajero; a eso se debía su habilidad de teletransportarse sin ningún problema.

Su sorpresa sería enorme al llegar a Japón y descubrir que Atenea, sus Santos y la Princesa habían partido a Atenas en la madrugada. Seguramente estaban en el Santuario.

Ahora tendría que regresar a Grecia... bueno, no era un gran problema...

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Saori pensó que sería buena idea llevarse a Usagi al Santuario, ahí estaría a salvo de Selene. Ya había escuchado que la princesa no era el blanco de la diosa de la luna, pero no podía arriesgarse a dejarla sola y que le pasara algo. Ahora se sentía responsable de Usagi.

Los cuatro Santos que, si bien, aún no se recuperaban por completo de sus heridas, también partieron a Grecia con ellas. No querían que alguna de esas guerreras les tomara por sorpresa.

Atenea les explicó que ellas eran demasiado fuertes gracias a que, a diferencia de ellos, habían sido creadas directamente por los dioses. Tenían el poder de los dioses en sus venas. Ese sólo hecho las hacía invencibles.

En ésta ocasión, Seiya no salió con su discurso de: "vamos a vencer a nuestros enemigos sin importar qué tan fuertes sean..." Eran amigas de Usagi y también sus amigas, no se sentía con ánimos de pelear contra ellas. Pero ellas sí iban a pelear con todas sus fuerzas.

Ni él ni sus amigos iban a olvidar jamás el tremendo poder de las legendarias Senshis. Nunca. Cualquiera de ellas podía atravesar las doce casas del Zodiaco sin ningún esfuerzo. Simplemente increíble, pero cierto.

Atenea se encontraba en la sala del maestro, sentada en la silla principal, pensando en cómo poder enfrentar a las Senshis. Usagi se encontraba en uno de los balcones contemplando el precioso paisaje de las ruinas griegas alrededor del Santuario.

La rubia princesa había tratado de mantenerse firme para no preocupar más a Saori, pero, aún ante tan bello paisaje, las lágrimas aún corrían por sus rosadas mejillas. Sus ojos azules claramente revelaban que había llorado mucho por varias horas. Pero sus lágrimas eran interminables y aún no dejaban de rodar... y no dejarían de hacerlo por mucho tiempo.

Si le hubieran puesto a elegir entre su Cristal y sus amigas, sin dudarlo, habría optado por sus amigas de inmediato, valiéndole un comino lo que el enemigo hiciera con el Cristal.

La pobre ni siquiera había podido dormir en el avión y, aunque estaba agotada, no podía dormir.

Pudo ver la salida del sol desde ese balcón.

Lanzó un suspiro y pensó que no estaría mal tomar un descanso como se lo había propuesto Saori, pero su idea se vio interrumpida por el sonido de las alarmas del Santuario. Su corazón se paralizó al escuchar que el intruso era una de las Senshis y que estaba en la sala del maestro... justo donde estaba Saori...

Corrió a la sala y encontró a varios santos proteger a su diosa...

Era Ami la que estaba ahí...