DISCLAIMER: Severus Snape, Lucius Malfoy, los apellidos Lestrangue, Wilkes y el colegio Hogwarths, así como Voldie & The Death eaters todo copyright the JK Rowling. Aurores mencionados y otros sucesos, homenaje a otros autores. Y el resto, deliciosamente mío.
WARNING: Yaoi, Slash, chico+chico enamorados y apasionados. Mucha oscuridad, sangre y lágrimas aquí. Y sobre todo, mucha angustia, aunque también muchos chistes malos.
SPIRITS DREAM INSIDE II
S E C R E T W I T H M E
by The Fox
Una vez hubo una historia de amor que se volvió pesadilla.
Una historia de amor que fue más fuerte que el horror, la muerte, y la locura.
Y a pesar de los años transcurridos, alguien aún vela, y piensa.
Esta es la historia de cuatro adolescentes a punto de volverse hombres, y de pagar deudas que se escriben con sangre, lágrimas, y magia.
Y de cómo puedes perdonar, pero nunca olvidar.
CAPÍTULO SEIS.
THE RESOUNDS
Tonight we can no longer try
All the time that I cried - I want you again
No one's heard this No voice resounds No one's around
And I can't believe that, what I have become
No one.
Severus se quedó sentado solo en su escritorio, bebiendo brandy. Planeaba emborracharse esa noche, hasta que su memoria se embotara, hasta que se fuera el sabor a vómito
y ácido y polvo de bicornio y ardiente sangre lupina de la boca. Todo su cuerpo dolía, dolía como si lo hubieran pateado, y no comprendió la razón hasta que se dio cuenta
que había astillado el vaso bajo su mano al apretarlo. Sus músculos vibraban como si se fueran a cortar: estaba temblando, y sentía la cabeza como un melón partido,
doliendo, doliendo.
Desde que era muy joven, se había acostumbrado a soportar esas malvadas migrañas con las caricias de Octavius, los besos de Lucius, las manos cálidas y sensibles de Stefan,
sus ojos dulces. Y el no tenerlos le dolía como una herida, hecha con un cuchillo que no había perdido su filo en los últimos diez años, azotándolo todos los días como las
migrañas lo azotaban periódicamente. Casi podía sentirlos. Casi podía.
- Sev está borracho!-
- Lucius, baja el volumen. Pobre Sev: te caliento un poco de poción?- Stefan calmado, soltando sus músculos engarfiados con sólo un sensitivo toque en su espalda. Sus pasos
callados mientras metódica, bellamente como siempre, ponía a calentar poción, y lo miraba con ojos tibios y dulces. Lucius, una sonrisa de oreja a oreja, echándose a sus pies,
murmurándole miles de estupideces mientras le masajeaba los muslos y a veces subía un poco más arriba con una risita: * es que eres tan exquisito así. Debo tener algo de
sádico, pero si siempre fueras tan rico, te duele la cabeza porque se te concentra la sangre allí, déjame a mí y hago que se te concentre en otro sitio, hmmm, parece que
estamos entusiasmados por acá abajo? pero qué patitas tan ricas, te puedo comer? Me encanta cuando pones esa carita de gatito pisado, mi cuervito... sí, dije cuervito y lo
diré cuantas veces se me antoje, así que no te sulfures... lo que tienes es falta de sexo, dime y te mejoro altiro... *
- Deja en paz a Severus, Lucius.- Octavius, con sus manos tibias en su frente, dedos mágicos, abrazándolo, haciéndolo recostarse en su cuerpo cálido y blando, sus ojos
viendo a Octavius inclinado sobre él con su nube de pelo de miel alrededor, y sus besos:
- Nunca te dejaré, mi amor, mi amor. Descansa. Estoy contigo... siempre...- un susurro de miel y sándalo, tenue y cálido, con una sombra de su acento hindú: y Stefan,
cerca pero sin tocarlo, tan masculino y gentil, y Lucius, más peligroso que un tigre pero juguetón como un gatito, sentado entre sus piernas, su cabeza apoyada * ahí *,
riéndose y jugando con sus zarpitas suaves para distraerlo.
- Deja que nosotros nos hagamos cargo.- la voz amable de Stefan, ayudando a acostarlo, con una sonrisa.- Lucius tiene razón, eres irreconocible de lindo así.-
- Cállate, Stefan.- dijo Severus en voz alta, voz ronca, los ojos tan llenos de líquido como el vaso trizado en su mano.- Cállense los tres... mentirosos...- su voz temblaba,
pero se elevó, entera y ronca, furiosa y amarga.- Me dejaron... me prometieron que nunca me dejarían, pero me dejaron...-
*Sev, me temo que esta vez fue mucho brandy. Si vuelves a hacer esto, te pondré lo que quede de enema *
- Cállate, Djeri.- Severus cerró los ojos, y le cayó una lágrima en el vaso.- Stefan, tú siempre decías que la inteligencia lo puede todo: cómo te dejaste matar? Cómo tú, que
eras tan listo, te dejaste coger, los dejaste atraparte? Se suponía que eras el listo, el astuto de nosotros, el que siempre planeaba por adelantado, al que jamás atrapaban. Y tú,
my Djeri, que eras tan dulce, tan amable, que me obligaste a amarte como nunca he amado a nadie... sabes cómo es vivir después de que te has ido? Sabes cuánto te
necesito, y cómo duele? Siempre estabas allí para nosotros, siempre tenías los brazos abiertos para nuestras penas, y decías que no era una carga, sino que era tu privilegio, tu
orgullo. Me mentiste? Ahora te necesito, y no estás! Y tú, Lucius, que me jurabas que me amabas, que me tocabas cada vez que podías, que rondabas mi cama como un
tiburón, ahora que te daría lo que quisieras por un beso, ya no existes para mí. Ahora los dos caminamos caminos separados. Ni siquiera nos saludamos, y al pasar tus ojos de
plata no me ven... ya ni siquiera recuerdo... sólo sé que te necesito... te necesito, no puedo solo...
Severus, envejecido y solo, sollozaba sobre un vaso de brandy, su pelo negro y sucio cubriéndole la cara. Y en las sombras, el niño de ojos celestes se reía, ojos enloquecidos
fijos en él tras el tapiz a dos metros de Severus.
Oliver apoyó la cabeza en el pecho de Belial y cerró los ojos. Las noticias de la muerte de esos dos chicos corrían por todo el colegio, especulaciones locas incluídas, y eso
había llevado la atención a otro lado. Y esa tarde, Oliver claramente estaba cansado, aunque su acto de majestad y peligro no se desvanecía del todo. Mariposa fuera de la
crisálida, o alacrán, pensó Belial, con orgullo. Bello, pero peligroso.
Belial aún se reía por el tortazo a Bill Weasley, del cual para ser francos siempre se había sentido un poquitín celoso. Tan alto, y popular, y nada engreído...
- Belial?-
- Mmmh?-
Oliver cruzó la sala común hasta el rack donde se guardaban las espadas y extrajo la suya, un largo florete de práctica, con cintas color aguamarina en la empuñadura, y la de
Belial, un largo cuchillo de caza, largo como un brazo, que Belial prefería a cualquier espada, por su peso y balance no tanto en la empuñadura, sino en el filo. La sonrisa de
Oliver cuando se volvió a Belial con ambas armas en la mano y le tendió la suya. Belial empezaba a sonreír, porque prácticas de espada con Oliver eran un placer: se conocían
tanto, y ambos eran tan hábiles tras años de práctica que sus peleas, aunque solían acabar con Oliver rindiéndose a la stamina superior de Belial, tras perseguirse por todo el
Nido de las serpientes, los calabozos, las escaleras y las salas de Pociones en los subterráneos, riendo y jugando como Errol Flynn y Tyrone Power. Podían saltar sobre las
mesas, colgarse las cortinas y meterse agitando sus espadas entre enjambre de chicos menores, tirándose hechizos a la vez y lanzándose amenazas extravagantes ( la favorita
de Belial era Te ensartaré como un cebollín, vil plebeyo, y la de Oliver era Atrás villano, o te sapificaré para no ensuciar mi acero) Se tiraban jarrones por la cabeza, llenaban
los calabozos de puntitos brillantes por toda la magia que quedaba dando vueltas, y Snape ni siquiera pestañeaba, aunque a veces casi le pasaban por encima.
Los dos se fueron a un pasillo por el que rara vez pasaba nadie, cerca de la sala de implementos de pociones, donde Snape a veces mandaba a Belial a buscarle frágiles
retortas y alambiques de vidrio. Los dos saludaron, tras tirar sus túnicas a un lado, Belial pálido y perfecto con su camisa blanca y sus ajustados pantalones negros, y Oliver
delicado, su pelo suelto, su sweater negro haciéndolo muy delgado, sus pantalones más sueltos libres cayendo rectos.
Sus ojos se encontraron.
Y Belial giró y atacó como un tigre con un revés, rápido y perfecto, mientras Oliver lo bloqueaba con suave soltura. Saltaron atrás, y una rápida serie de paradas hizo que
Oliver perdiese mucho terreno, que cedía graciosamente, sin darle a Belial la resistencia para ejecutar un golpe fuerte, mientras él se apresuraba detrás. Oliver giró, se echó a
un lado, y bajando la espada golpeó hacia arriba, Belial soportando el golpe, las dos espadas girando una apoyada en la otra en un rizo mientras ninguno de los dos renunciaba
a la parada y ninguno de los dos soltaba la presa. Oliver reía, y Belial sonreía brillante, y los dos se hallaron hombro con hombro, en una serie de veloces golpes parados y
devueltos, muy cerca porque los dos eran bajitos y pondrían en desventaja a cualquier otro con ello. Los dos se echaron atrás en el mismo instante esperando hacer al otro
perder el equilibrio, pero los dos lo retuvieron, y se cruzaron con un rápido mandoblazo, Oliver una seda veloz, Belial un relámpago de hielo, y se miraron uno al otro otra
vez, sonriendo, observándose.
Rápidos cortes, esta vez Belial cediendo terreno, mientras Oliver lo seguía fluido, su estilo integrado contra el estilo cortante y marcado de Belial, los dos enfrentándose en
una rápida sucesión de golpes cortos, hasta que Belial cortó el aire con intención de derribarlo, y Oliver saltó, como una hoja en el viento, giró hacia atrás y cayó de pie casi
encima de Belial, recto como una lanza, su florete golpeando con toda su fuerza, y Belial trasbilló y se echó atrás mientras Oliver lo atacaba con renovado vigor con firmes
espadazos que parecía mentira que vinieran de un cuerpo tan delicado. Pero Oliver, como Belial, bajo la piel tenían músculos y tendones bien entrenados y finos, y Belial se las
vio y se las deseó para pararlo, hasta que finalmente tuvo que huir para enfrentarlo con toda la fuerza de un revés: sólo entonces pudo frenar su avance, aunque estaba contra
la pared. Los filos juntos, los dos se miraron, brillantes sonrisas y ojos luminiscentes sobre las espadas. Y Belial se echó atrás en el momento en que Oliver preparaba un salto,
y *oops* rodaron por la piedra, espadas olvidadas, riendo.
- Esto es tan seriamente * aw *.- Belial se sentó en la piedra, Oliver aún sentado sobre sus piernas, riéndose suavemente.- Quién te manda a tratar de saltar cuando me
muevo...-
- No pensé que te fueras a mover...- Oliver se enderezó, y lo ayudó a levantarse. Y cuando Belial se enderezó, los dos se fundieron en un abrazo.
- Oliver...-
- Mh?-
- Estás bien?-
Oliver asintió, pestañas negras alrededor de sus pupilas negras haciendo que apenas se viese el blanco.- Estoy bien, Belial.-
Belial lo rodeó con sus brazos, y lo besó, entregándose por completo, sus brazos abiertos y desnudos mientras Oliver le rodeaba los hombros con los suyos y se abrazaban
con fuerza, sus bocas fundiéndose. No hubo sorpresa, ni temores: los dos se besaron con todo lo que tenían, descubriendo cosas que ignoraban y que sin embargo les parecía
conocer de alguna forma instintiva. Belial lo rodeó por la cintura y lo atrajo con todas sus fuerzas, tierno y posesivo, y Oliver le echó los brazos al cuello con igual fuerza,
mientras se besaban sin parar, hasta que se apoyaron en una pared, sin soltarse. Era como si lo hubiesen hecho muchas veces antes, o que fuese la primera: no estaban
seguros.
Una vez, en un sueño.
Te amo...
... hasta que se acabe el tiempo...
Los dos se quedaron abrazados un largo rato, meciéndose como si bailasen una canción que sólo ellos podían oír, sintiéndose, sí, es cursi, pero Dios sabe que es cierto, como
volando libres en algún sitio, aunque todo era igual, y tan familiar.
El hombro de Belial, mojado de lágrimas.
Porqué lloras, mi Oliver?
No lo sé, Belial. Pero te amo.
... también yo...
Las palabras eran inadecuadas, no eran bastante. Y siguieron besándose allí, y meciéndose, inocentes y dulces, en la oscuridad de los subterráneos donde no había ni noche ni
día sino siempre penumbra. Era un pasillo olvidado: nadie los molestó mientras se besaban. Y al fin se olvidaron de la hora mientras hablaban en susurros, y se apretaban el
uno contra el otro en besos suaves.
Sentados allí en la vieja escalinata, Oliver se adormeció en el regazo de Belial, mirando sus ojos de plata suave, acariciándole la cara. Y Belial cerró los ojos, sintiendo que el
corazón le explotaba al verlo formar las palabras te amo con labios suaves. Y inclinó su cabeza sobre él, para besarlo, aspirando el aroma de su cuello frágil, las manos de
Oliver subiendo para hundirse en su pelo plateado, el pulso cálido bajo sus labios.
Tan dulce, tan inocente.
Belial alzó la cabeza inquieto por un segundo, seguro de haber oído un crujido, algo.
Nadie?
No. Bajó la cabeza para seguir besando a Oliver, inconsciente de que una sombra avanzaba hacia ellos, reptante, fría y hambrienta.
...mi flor, mi niño, mi perla, mi ángel oscuro...
La borrachera se había ido, la migraña en parte. Aún le dolía la cabeza como si se le fuera a caer, pero tras una ducha se sentía más lúcido, y miraba por la ventana a la noche
volverse tinta, sin luna, sin estrellas. Había nevado, y no necesitaba forzar mucho su memoria para ver a Lucius sirviéndose a Nathan en su capa de cuero negra en la nieve,
como los había espiado una vez. Sin embargo, cerró los ojos y apartó ese recuerdo de su memoria.
Los besos de Lucius, húmedos y ardientes y tan intoxicantes... y Nathan arqueado bajo él pidiendo más y gritando su amor, libre y puro
como Severus jamás podría ser...
Despacio apoyó la cara en la cortina de tafetán verde, y sus dedos ásperos la rozaron.
La Mortis Nigra necesitaba hervir un año, y Voldemort lo sabía, y la puso a hervir bajo la supervisión de Snape, mientras los cuatro se volvían sus espadas. Poco tiempo
después, Voldemort lo ascendió a tareas más complejas, mientras la poción hervía baja su propia supervisión. Severus casi la olvidó, sumergido en muerte y tortura y violencia
y miedo.
Días antes de cumplir el año, Voldemort fue borrado de la existencia por Harry Potter. Y en la loca confusión que siguió, en la locura de esa posguerra, Severus temió por
años que alguien apareciese con esa poción en la mano, acusándolo, y exigiendo la pena de muerte por ese intento de genocidio, o que peor aún un mortífago leal,
enloquecido de ira y odio como Djeri la arrojase a una central de agua de los muggles o algo así y llevase cabo un genocidio indiscriminado. Pero nunca apareció, así que
asumió que la habían apagado antes de que acabase de hervir, y todos sus esfuerzos habían sido inútiles.
Siempre, en el fondo de su corazón, supo que no podía ser cierto.
Las cosas nunca son tan fáciles.
Y sabía que un día tendría que pagar por ese crimen.
Como si perderlos no fuera más que suficiente. Hicimos lo que quisimos, tuvimos lo que queríamos, y eso nos destrozó. Lucius, Stefan, mi
Djeri: perdón, perdón...
Quién podía haberla guardado? Y porqué atacar en Hogwarths? Y porqué sólo unas gotas, cuando al derramarla en el piso del gran salón mataría en medio de atroces
sufrimientos a más de medio colegio por su ascendencia muggle? Todos los nacidos muggles, y todos los muggles. Todos aquellos con ambos padres muggles, sangre-sucia,
morirían...
Quién puede tenerla? Quién sabría de su existencia? Quién podría haberla guardado, suficientemente cercano de Voldemort?
Snape abrió los ojos, duros y fríos.
Lucius, en qué monstruo te convertí?
Y en el momento en que la realización lo llenaba de un horror amargo y espeso con gusto a remordimientos, su mente clara y fría, pero su alma ahogándose, oyó un alarido, y
el viejo terror lo dominó, un terror más fuerte que el Crucio, más doloroso que la mutilación, aún peor que la marca oscura.
Djeri y Lucius, gritando.
No, no Djeri y Lucius!
Belial!
Oliver!
Belial gritó cuando dos zarpas heladas, como uñas largas, largas como agujas se le clavaron en los hombros y lo tiraron atrás, entre las sombras, donde golpeó seco contra
piedra húmeda. Se habían adormecido tras sus promesas de amor, tras sus besos: y esto tenía que ser una pesadilla.
Y si estas son las pesadillas de Oliver, entiendo porqué se raja gritando, pensó Belial incoherentemente mientras veía como de ocho largas punciones en sus hombros le salía
sangre a chorros. Se enderezó, y miró a Oliver, que no gritaba, y se le puso todo rojo y borroso al ver a Oliver de bruces contra la pared, sus pies no tocando en suelo...
... sangre roja fluyendo de su nuca, mientras la tela de la espalda de su túnica se desgarraba, y un ruido como el de un cable de alta tensión zumbando ensordecedor
alrededor, ahogando sus gritos. Oliver luchando, sus uñas clavadas en la pared, y Belial vio cómo s ele iban los ojos atrás y hablaba sin sonido, hablaba cosas sin sentidos.
Un peso en las piernas de Belial, sin dejarlo levantarse.
Besos húmedos y calientes y manos ansiosas en su ropa, buscando.
Belial gritó con todas sus fuerzas cuando sintió una lengua en su oreja, y en un ángulo imposible vio dos ojos rojos, colmillos, una sombra negra envolviendo a Oliver mientras
le colgaba la cabeza.
Sangre, saltando como un chorrito de la garganta de Oliver.
Y oscuridad.
No me puedo desmayar... no me puedo desmayar...
Oliver! gritó Belial sin voz, esa presencia envolviéndolos, devorándolos. Con manos temblorosas agarró su varita y gritó el único hechizo de exorcismo que se sabía, pero no
sirvió de nada mientras perdía las fuerzas.
Me... estoy muriendo...
Entonces oyó a Oliver gimiendo, y supo que no podía dejarlo. No a merced de esa cosa!
DEJA A MI OLIVER, BASTARDO!
Belial se retorció, pataleó, maldijo, mordió y se agitó como una fiera, supervivencia y protección, y odio y furia mientras luchaba, ahora ya no gritando de terror, sino que de
ira. Pero lo que lo sujetase era fuerte, y Belial sintió sus articulaciones crujir mientras luchaba, una rabia negra a que lastimasen a Oliver dominándolo...
EXPURGIUS!
Pero no que ésa es una maldición imperdonable, pensó Belial, parpadeando. Las sombras y la fuerza que lo retenía, húmeda y pesada, desaparecieron como humo aventado
por un fuerte viento. Un viento negro y frío, que avanzó veloz y amenazante, llenando de negro la visión de Belial. Oliver no alcanzó a caer en el piso: la figura lo atrapó al
caer frágil como un a hoja en sus brazos envueltos en manto negro, lo alzó como si no pesara más que una muñeca, como algo dulce y atesorado, y efímero. Belial se aferró al
manto negro, y logró arrodillarse, aunque veía todo rojo, sus manos empapadas en su propia sangre, su cuerpo adormecido como si no fuera suyo.
- Belial.- la voz de Snape, serena y fría y a la vez tan consoladora.- Puedes ponerte de pie?-
Belial asintió, sin voz. Y se alzó en piernas que le temblaban, pero bueno, era un Malfoy, no?
Siguió a Snape por pasillos interminables, hasta que subiendo una escalerita secreta, se halló en su estudio. Y cuando vio a Oliver tendido y dormido tranquilo en un sofá, y a
Snape volverse a él preparando aguja e hilas, vendajes y pociones cicatrizantes, el conocimiento de que estaban a salvo fue como aire fresco.
- Oliver...?-
- Estará bien.-
Ahora sí me puedo desmayar, supongo.
Y se desmayó.
Snape casi se rió. Malfoy ante todo.
Ahora nos tendremos que ver las caras, Lucius. Estuvo tan cerca, que lo punciona dos centímetros más y se queda sin pulmones. Así que ven, para que te diga que Nathan
casi asesina a tu hijo.
Lucius, mi amor, qué hemos hecho?
CAPÍTULO SIETE.
THE TURN
Turn around- stand up like a man and look me in the eye.
Turn around- take one final look at what you've left behind.
Then walk away -from the greatest lover you have ever known.
Como siempre, era un insolente. Botas caras de cazador, negras y perfectamente apegadas a sus piernas, erguido, apoyado con indolencia en la puerta, una camisa llena de
encajes de nieve, pantalones negros y cortados a su cuerpo de tela suave, aferrados a sus estrechas caderas de jinete, levita impecable y recta, una capa con broches de oro
descuidadamente sobre el hombro, gamuza negra sin reflejos, una fusta con chapas de plata colgando al costado.
Indescriptiblemente hermoso, y truchísimo.
Pelo de seda rubia, sólo algo más oscuro que el de Belial, partido al lado, cayéndole alrededor de la cara, echado atrás con un sexy descuido a lo Robert Redford. Ojos fríos y
sarcásticos y con algo duro al fondo, tras lentes cuadrados muy correctos.
Y esa sonrisa. Por Dios, esa sonrisa.
- Profesor Snape. Soy Lucius Malfoy. Me informaron que mi hijo fue herido.-
Severus y Lucius se miraron de un lado a otro de la oficina a los ojos. Habían pasado largos, larguísimos diez años desde la última vez que se vieron, veinte desde su abrazo. Y
sin embargo, todo era igual.
- Belial está fuera de peligro, señor Malfoy. Si me acompaña, lo llevaré a la habitación donde su hijo descansa. -
- No hace falta. Sólo dígale que se levante, que me lo llevo a casa.-
- Lamento disentir, pero aunque fuera de peligro, Belial no está en condiciones de levantarse, mucho menos viajar.-
- No me diga que hacer o no hacer con mi hijo, Profesor Snape. Además, no es usted medimago, o sí?-
Snape se volvió, en la puerta, y lo miró secamente. Pero Lucius parecía discutir el precio de un caballo o de un libro, y se veía sereno, casi burlón.
- Si se lo lleva, no puedo asegurarle de que llegue.-
- Bien?-
- No: vivo. Perdió mucha sangre, y no posee una constitución muy fuerte.-
- Es un Malfoy.- Snape casi puso los ojos en blanco. De Belial era copante, pero de Lucius, era enfermante.
- Va a matarlo, sólo porque quieres presumir?- le lanzó, con voz irritada. La mirada fría de Lucius no cambió, sino que brilló divertida.
- Es tu opinión.-
Severus sabía que uno podía querer besarlo y estrangularlo a la vez, pero nunca creyó que volviera a sentirse así tan rápido.
- No tienes nada más que hacer, que perder mi tiempo? No vine a hacer charlita contigo.- continuó Lucius.- Déjame ir a ver a mi hijo y llevármelo de una vez, o explícame qué le
pasó, ya.-
Severus se apoyó en el escritorio, ojos muy oscuros, con un comienzo de sonrisa. Igual que en los viejos tiempos, pero sin Stefan o Djeri para evitar que se fueran a las manos.
- Te lo explico, si me respondes una pregunta.-
- Dale.- Lucius se apoyó en la pared, la capa negligentemente echada atrás enmarcándolo en un montón de rizos de terciopelo negro. Los dos se miraron, con toda la distancia
de la oficina entre ellos.
- Creo que lo atacó un espíritu. A ambos. Y dado el que atacó a Oliver, que reconocí, y cosas que he visto y he oído en los últimos días, creo que tengo bien claro quién es.-
- El hijo de Djeri fue...? Está bien, verdad?-
- Preocúpate por tu hijo también, ya?-
Un silencio. Lucius sonreía, muy tranquilo. Era el perfecto noble rico, con sólo un poquito de arrogancia y algo sensual en su boca estropeando la serena apariencia de
ciudadano ejemplar. Sólo una fibra en su postura de orgullo, sólo una gota de deseo en su pecho algo arqueado, sus labios húmedos. Una espada envainada bajo un velo.
- Creo que eran Mordaunt y Nathan.-
- Estás loco. - La espada, desenvainada. Los velos corridos. Lucius peligroso de nuevo, tenso, aún una máscara de calma en su rostro, pero una luz en sus ojos.- No te creo,
Sev.-
- Me interesa bien poco que me creas o no. Y seguro que a ellos menos. -La voz de Snape era engañosamente suave, y se deslizó igual de suavemente para abrir la puerta de su
dormitorio, a un costado de su oficina. Los ojos de Lucius, muy fríos, muy coléricos, lo siguieron mientras le hacía un gesto de invitación.
Lucius se paró en la puerta, y se llevó una mano a la boca.
Abrazados dormían Djeri y él mismo.
No, claro que no, y lo sabía. Pero en el lecho de Severus- porque quién más podía tener un cubrecama a filigranas de negro, verde y plata- dormía de espaldas una pálida
fotocopia de Djeri, ojos cerrados, círculos negros bajo sus ojos, su mano en la figura estirada de bruces, un Lucius en acuarela desvaída.
Fue un shock. Lucius se quedó de pie un minuto entero, y de pronto su estatuaria quietud se quebró. Se movió como la pantera que siempre había sido, su capa ondulando, y
se acercó, los ojos de plata inundados, para tocar la melena de Oliver, mudo, sin palabras.
- Se parece tanto.- susurró, su voz apenas contenida. Una lágrima silenciosa le corrió por la cara, y la secó con el puño de la camisa, mordiéndose los labios para contenerse,
consciente de que Severus lo miraba fijamente, sus ojos negros como carbones brillantes.
Lucius le acarició casi inmaterialmente la nariz fina y recta, el nacimiento del pelo en su frente lisa y curva, los labios sensuales y rojos, de ese indefinible y delicioso caramelo.
- Lucius.-
- Dime.- toda esa amargura oculta derramándose. El pelo oscurecía la cara de Lucius, pero podía verlo morderse labios pálidos que enrojecían.
Severus no respondió: en cambio, tomó la colcha con una sola mano y la echó atrás de un tirón. Lucius abrió la boca, pero no dijo nada.
El cuello de su hijo, bajo el pelo de plata, era un solo verdugón. Tenía moretones en la espalda y los brazos, el pecho vendado, aunque según Severus ya había pasado un día y
medio tras el ataque y les había dado pociones curativas. Oliver, a su lado, con moretones en los que se veían claramente dedos aferrándole un brazo y un hombro, y allí, al aire,
dos heridas gemelas en su cuello, dos incisiones profundas ennegrecidas en los bordes, la clásica mordida de un vampiro que no se cuidaba de mantener su víctima viva.
El cuello de Oliver era tan fino que podía habérselo roto de un tirón al morder. Lucius se llevó la mano a su propio cuello, con un temblor. Y con mucha suavidad, los cubrió.
Luego, miró a los ojos a Severus, que seguía muy quieto.
Caminó hasta un sillón de cuero junto al fuego, y se echó, dejándose caer con la elegancia que era su marca. Severus hubiera sonreído, pero no lo hizo.
- Y qué pretendes que hagamos? Sabes que no quiero tener que ver nada contigo, después de lo que me hiciste.- un silencio. Lucius sonaba cansado, pero simple. No podía
decirlo en menos palabras.
- No me niegues que no hay otro espíritu con ganas de estrangular gente y otro que muerda así, al que apenas logres echar con el Expurgius, rondando a tu hijo y a Oliver.-
Lucius suspiró.- Te lo estoy negando?- se pasó la mano por el pelo, mirando el fuego.- Pero porqué ahora? Se esperaron a que tuvieran nuestra edad, o qué? -
Snape caminó hasta Lucius sin ruido, negro fluido en su figura. Cuando estuvo a menos de un paso, sus rodillas casi tocando las de Lucius extendido allí en el sofá - porque
Lucius tenía una manera muy particular de ocupar un asiento, directamente heredera de la Maja Desnuda de Goya - y se inclinó sobre él, el pelo cayéndole como unas alas de
cuervo a los lados de la cara.
- Dos chicos murieron ayer. Envenenados. Medio muggles. Por la Mortis Nigra.- bajó la voz, hasta que fue un susurro, y su mano de pronto atrapó a Lucius por el cuello como
una pinza.- Lucius, fuiste tú? -
Lucius clavó sus ojos en los de Severus: ninguno de los dos parpadeó. Hacía mucho tiempo que sus ojos no se encontraban: y Lucius, que era un maestro de las mentiras, que
les había vendido al ministerio el cuento de que había actuado obligado por la maldición Imperius, y que mantenía la fachada de ciudadano modelo como un consumado actor,
sabía que nunca podría engañar a Severus. Acerca de nada. Ni siquiera fingir que no lo odiaba y que lo amaba a la vez.
Y Severus supo que Lucius era inocente, esta vez, por una vez.
- Pero quién más que tú? Quién estaba más cerca de Voldemort que nosotros? Quién puede haberse quedado con la poción?-
- Seguro que era la tuya?-
Severus le echó una de esas miradas suyas que bastaban para espantar a un tiburón blanco.
- Okey.- concedió Lucius.- Para aparte de nosotros cuatro y Ewan, y tal vez sus amantes, no recuerdo a nadie más cerca de Voldemort. Ciertamente no había otro Maestro de
Pociones.-
- Branwen?-
- En Azkaban.-
- Lisette?-
- En América. Huyó con su hijita.-
- Y Ticia?-
- Nuestra Laetitia? Cayó peleando junto a Thaddeus. La mató un Auror.-
- Entonces quién?- Severus se sentó a los pies de la cama. Los dos se miraron un momento, y como si lo soportaran, miraron a las llamas, con los labios en sonrisas amargas.
- No permitiré que nadie lastime a Belial y a Oliver. Y nadie va a seguir usando esa poción sin mi permiso. No después de todo lo que pasamos por ella.-
- Además que seguro que un maestro experto podría identificar tu mano allí si la encuentran, y eso sería Azkaban.- Lucius hablaba sin burla, pero con cierto humor negro.
- No estaría solo, allá.- la voz de Severus no era una amenaza: era un suspiro cansado y nostálgico.
- No creo que te dejen compartir pieza con Djeri. Además que está con su esposa, y seguro que necesitan privacidad.-
Se reían del horror y de la pena como dos viejos demonios. Y se les destrozaba el corazón.
- Aparte de nosotros sólo queda Djeri del círculo de Voldemort.- Lucius miraba las llamas, comiéndose los leños con un resplandor verde suave.- Crees que valga la pena
preguntarle?-
- Te dejarán pasar?-
- Por supuesto. Soy un Malfoy.-
- Y podrás soportarlo? Creo que yo no podría.- Severus habló con lentitud. Pero los ojos de Lucius brillaron en plata amarga y firme.
- Puedo soportar lo que me echen, Sev. Tú hiciste eso.-
Un largo silencio. Ninguno de los dos hablaba.
- Me desprecias?- la misma pregunta que Lucius preguntó una vez con voz temblorosa, en la voz cansada de Severus. Lucius no lo miraba.
- No.- en las sombras, un susurro. Las llamas se apagaban.- Te envidio.-
- Qué?-
- Tú has seguido viviendo. Te ha dolido y has seguido. Yo sólo he sobrevivido.-
- No te comprendo, Lucius.-
- Nunca lo hiciste.- Lucius estiró sus largas piernas.- Ellos te aman mucho, verdad?-
- Quiénes?-
- Belial y Oliver. Y los demás alumnos igual.-
- Lucius, me aborrecen.-
- No los tuyos. No, no los tuyos.-
- Lucius...-
- Sev?-
- Sí, Lucius?-
- Qué le pasó a tu pelo?-
- Qué?-
Bill estaba haciendo su última ronda cuando lo sintió. Un susurro, una vocecita que hablaba despacio, demasiado suave para ser comprensible.
Eran las once de la noche, y era su última vuelta de Head Boy para asegurarse que no hubieran alumnos fuera de la cama. Pero allí, en la entrada al Gran salón, había un susurro
suave y bajo pero constante. Sonaba como alguien susurrando entre sus lágrimas.
Otra voz... fría y tranquila.
El susurro.
Debe ser un alumno mayor asustando a un pequeño, pensó Bill con rabia. Nunca faltan los grandotes vacas. Con paso firme se dirigió allí, y cruzó la entrada del Gran Hall, que
estaba vacío y oscuro. Muy oscuro. No parecía tan grande con todos los alumnos, pero vacío era impresionante, lleno de sillas fantasmales, los tapices proyectando sombras que
ni la luna en el techo encantado podía desvanecer.
Avanzó, su respiración el único sonido... Dónde?
Casi se murió cuando entre las armaduras surgió una figura que había estado muy quieta contra un armario aparador, medio oculto por un tapiz.
- Bill?-
-... Stephen?- Bill jadeó sin aliento, y tragó su corazón que le había llegado a la boca.- Qué hacías? Casi me das un susto de muerte!-
- Lo siento.- Se lo imaginaba o había un poquito de burla en la cara tan formal de Stephen, la luna en sus anteojos, la forma en que inclinaba su cabeza al lado.- Buenas noches.-
dijo con su tranquila gentileza, y pasó por su lado.
Un olor...
... sándalo?...
Stephen se fue, con su caminar de niño aplicado. Bill se quedó allí, con una bala muy pasada, los ojos entrecerrados. Sé que aquí hay algo truchísimo, pero no tengo idea qué
está pasando...
Un susurro, como una palabra.
...por ti...
Bill se movió muy despacio, guiado por el sándalo. A los pies del armario, algo de ceniza de incienso.
De un solo tirón, abrió la puerta de corredera del armario, y musitó Lumos con su varita. Y dando un grito se echó atrás, dejando caer la varita que se apagó.
Un niño muerto, estrangulado, su cuello roto, sangre a borbotones manchando sus labios, sus ropas desgarradas, sus nalgas llenas de sangre y semen. Violado. Asesinado. Los
ojos abiertos, que alargaba una mano a él...
Bill sintió que se le llenaba la boca de bilis, hasta que alzó la varita, y la volvió a encender, su mano temblorosa.
El armario estaba perfectamente vacío, excepto por un montón de servilletas de tela. Blancas, sin nada más que un poquitín de polvo manchándolas.
Nada.
Bill sintió que sus ojos se dilataban al reconocer en su memoria el pelito rojo, los ojos celestes.
Nathan!
Se llevó la mano a la boca. Y con toda la dignidad que pudo, corrió aterrorizado de regreso a la Torre de Gryffindor, y a la luz, mientras afuera el viento rugía como una risa.
La biblioteca llevaba dos minutos abierta y Bill ya estaba allí de rodillas en el estante de los anuarios viejos, buscando a toda velocidad. Su única pista era el nombre, y sabía que
se tardaría horas. Ni siquiera se había desvestido la noche anterior: y él, siempre correcto y aplicado ahora era un desastre con su pelo rojo suelto cayéndole los hombros como
una nube de hilos enredados, sus ojos enrojecidos, la túnica arrugada y sucia de polvo. La bibliotecaria lo quería mucho, y por eso le aguantó que registrara las listas y luego
arrojara los anuarios al lado, con los dientes apretados, subiéndose los lentes que le resbalaban por el puente de la nariz al traspirar.
Traspiraba frío.
- No vas a almorzar?- Adónde se había ido la mañana? Con la luz oblicua de la biblioteca era difícil decirlo, pero Bill parpadeó al darse cuenta que eran casi las doce.
Hugh allí, con un sandwich atravesado, mirándolo.
- No.- dijo Bill, para seguir registrando otra lista de nombres. Había buscado ya casi cincuenta Nathans y varios Nathaniels por si acaso, pero ni una sola foto coincidía.
- Te perdiste Transfi.-
- Hm.-
- Y Encantamientos.-
- Hm.-
- Te vas a perder Pociones, también? Tú sabes cómo es Snape.-
- Vete, Hugh. - la voz de Bill sonaba casi hostil.- Tengo trabajo.-
- Qué estás haciendo?- Hugh mordió su sandwich con despreocupación, a pesar de que estaba prohibido comer en la biblioteca.
- No te importa.- había un borde amenazante en la voz de Bill. Si en vez de Hugh hubiera sido otra persona se habría dado cuenta que era histeria: pero Hugh, siendo Hugh,
sólo pensó que Bill se había levantado con la pezuña izquierda.
- Ooh, vete a la mierda.- Hugh cogió sus libros y se fue a la apestosa -literalmente- clase Pociones. Bill, entretanto, cerró los ojos.
Nathan, regordete y dulce, hablando.
Jeans bajo la túnica. No podía ser antes de 1960.
Un sweater lanudo. Antes de 1968, los estudiantes de Hogwarths se vestían sólo de negro y blanco.
Qué más, que más... Era un Gryffindor, su túnica estaba bordada en el pecho...
Un trébol mágico en un prendedor diminuto, con una cintita dorada y las letras WQC.
Bill pensaba, pensaba, hasta que vio un libro abandonado sobre una mesa: Quidditch Through The Ages.
World Quidditch Cup.
El trébol de Irlanda.
Bill casi tropezó al correr a la sección de Quidditch. Se maldijo por haber dejado ir a Hugh: forofo del Quidditch como era, seguro que sabría qué año había ganado Irlanda la
Copa Mundial...
Hugh, mientras tanto, se preguntaba qué tan maraco se podía ser, al ver a Oliver y a Belial trabajando en el mismo caldero, casi sin hablarse, pero sonriéndose de un modo que
llegaba a ser empelotante. Los dos le habían añadido a sus uniformes coquetas bufandas de seda, blanca para Belial, verde para Oliver, y Oliver se había atravesado con una
pluma de escribir un moño en lo alto del pelo para que no le cayera en la cara al trabajar. Hugh, que tenía un mar de rizos indomables, no iba a reconocer jamás que ser capaz
de hacer eso lo ponía celoso, ya que si él lo intentaba iba a aparecer una torta con crema pastelera. Y aunque los mantenía cortos, vivía manchándoselos y quemándoselos en
Pociones.
Y odiaba el ramo.
Y odiaba al profe.
Y odiaba pasarse la clase con Oliver y Belial trabajando justo al frente poco menos que abrazados y riéndose de sus desastres, porque los dos cocinaban como ángeles.
- Deja que corte yo la mandrágora. No te vas a cortar, Belial...-
- Esta bien. Pero yo hiervo el aceite de nutria. No quiero que te vayas a quemar...-
* sonrisa *
* sonrisa *
* afectuosa palmada en el hombro *
Snape se vuelve a la pizarra, con su pinta de vampiro hambriento de siempre, y Belial aprovecha para ponerle a Oliver una mechita tras la oreja.
- Ay, por favor.- Hugh estaba medio asqueado y medio fascinado.- La pueden cortar? es repelente.-
Oliver ni siquiera pareció haberlo oído, pero Belial fijó su mirada en Hugh, e inclinándose, le lamió la oreja a Oliver.
Hugh se echó atrás, sin poder desviar la vista. Su caldero se quemaba, pero ni se enteró.
- Si también quieres, podría ser.- susurró Belial despacio. Hugh apartó la vista al fin. Estaba rojo.
Belial se reía.
Cuando sonó la campana y Hugh se apresuraba a vaciar su caldero sucio para lavarlo, sintió, más que vio, entre todos los alumnos apresurándose en salir de la sala helada, a
Oliver a su lado, lavando sus utensilios mientras Belial acababa de ordenar su caro set de materiales. Hugh le echó una mirada lateral, porque los reproches de Bill le habían
llegado. Hubiese querido disculparse, pero no con ese pelma de Belial rondando.
Hugh se puso rojo otra vez.
Oliver estaba inclinado sobre la llave del agua, su boca en la de la gárgola de piedra que escupía agua fresca, su lengua entrando en la de la gárgola para beber más agua. Sus
labios carnosos y suaves eran seda contra la piedra, y cuando se secó la boca con la manga, el pelo desordenado escapándose de la pluma, mechitas húmedas pegadas a la cara,
fijó la vista en la de Hugh.
A Hugh los nudillos se le pusieron blancos.
Un dedo frío siguió su columna. Dio un salto al lado, para ver a Belial, ya solos en el salón, empujar a Oliver contra una mesa, y besarlo largamente, con toda su fuerza. Oliver le
correspondió con brazos largos anudados a su cuello, compartiendo el agua que bebiese, sus cuerpos delgados abrazados.
Hugh estaba boquiabierto, pero seguía mirando. Sintió un impulso de algo parecido al horror al ver a Belial moviendo suavemente sus caderas contra las de Oliver, sus manos
pálidas bajando a para definir la espalda recta y la curva suave abajo en la túnica negra del chico con ascendencia hindú en un suave caricia.
Hugh hizo un sonido en el fondo de su garganta. Y Belial se volvió en los brazos de Oliver, y lo encaró, con ojos de serpiente y de diamante.
- Mitchell...- dijo, con voz ronca y sibilante.- Es eso una varita, o te gusta vernos, hijo de perra?-
Hugh enrojeció hasta el pelo, y se volvió para huir, el corazón golpeándole. Pero Belial avanzó, le dio alcance, lo lanzó contra la pared y pegó su boca a la suya, sus manos
haciendo pequeños infiernos estallar, una dureza pegada a la de Hugh empujando, buscando, una lengua metiéndosele hasta la garganta. Trató de pelear, maldijoa Bill porque
nunca se hubieran atrevido con él allí: pero estaba solo, y a cada movimiento de la pelvis de Belial sus fuerzas se hacían agua. Esa lengua jugó con la suya, y la llevó a una boca
ajena, mientras Hugh gemía sin voz.
Y allí, le clavaron los dientes. Hugh chilló, y se apartó, sangre en su boca.
Belial no se reía esta vez, los labios rojos.
- Esta noche, en la sala de esgrima.- dijo con voz dura y tranquila.- Elige tu arma, bastardo.-
Un segundo de silencio en las sombras, excepto por el agua corriendo. Oliver, muy tranquilo, de brazos cruzados, la bufanda verde casi ocultando una sonrisa felina.
Hugh huyó.
Lo odio.
Lo odio.
Dios, cómo lo deseo.
CAPÍTULO OCHO.
THE ADDICTION
You come on like a drug -I just can't get enough -
I'm like an addict coming at you for a little more
and there's so much at stake- I can't afford to waste -
I've never needed anybody like this before
Por una vez, Hugh no le dijo ni una palabra a Bill sobre lo que sucedía. Desde que eran niños - eran primos lejanos, pero la madre soltera de Hugh, que era Auror, solía dejar
a Hugh en casa de los Weasley con mucha frecuencia, y Molly Weasley, la madre de Bill, que tenía siete hijos y hubiera tenido catorce si su útero y la economía aguantase para
como para vaciar todo el amor maternal de su corazón. Hugh había sido acogido como otro hermano más, y aunque más cercano en temperamento a los menores y al mayor,
Charley, se había apegado extrañamente a los dos más serios, Percy y William. Bill, que era su edad, lo había sacado de líos desde que aprendieron a caminar y Hugh se escapó
con la escoba voladora de su madre. Desde entonces, Hugh le contaba todo, incluso los más mínimos pensamientos que cruzara su mente, lo que a pesar de las apariencias,
eran bastantes.
Pero esta vez, no dijo nada. Se fue a Hufflepuff, su casa, actuó como un Head Boy modelo mandando a todos a acostarse, y se quedó un minuto mirando sobre la chimenea el
escudo de su casa, mientras sacaba una espada del rack donde se guardaban para los que hacían esgrima.
Él había tomado dos clases de duelo y se había pajeado el resto, porque su madre lo obligaba.
En el escudo de la casa, el orgulloso hurón, dulce y tierno y leal se empinaba sobre la cresta dorada contra fondo negro que simbolizaba un ocho con uno de los círculos en
forma de corazón.
Amor sin fin ni principio.
Siempre hemos sido las presas de la serpiente y del águila, protegidas por el león.
Hugh oprimió la espada en su mano. La serpiente, siempre malvada y fascinante.
Me las pagarás, Malfoy. Tú, y todos los de tu clase, que juegan con artes oscuras y con sus sonrisas enloquecedoras hasta que nos destruyen.
Me las pagarás, y te miraré desde mi altura, y me reiré de ti, por una vez.
La luz de la luna iluminaba la sala de esgrima, aunque nubes negras prometían tormenta. Hugh entró, sin encender ninguna luz. Parecía sola y desierta, y vagó un poco, hasta
que de pronto se detuvo, la boca seca.
Belial estaba quieto su túnica negra sólo mostrando una línea recta blanca al reflejársele la luna, una sonrisa, su cara blanca en las sombras, sonriendo, medio envuelto en un
tapiz negro.
Hugh tragó.
El piso de mármol brillante parecía agua.
Belial, despacio, dejó su posición contra el tapiz, y caminó hacia Hugh, cada paso calculado, en un sedoso fluir. La espada colgaba de su mano como una extensión de su brazo,
brillando a la luz de la luna. Y se lamió los labios rojos en su cara pálida, sus ojos como dos puntas de cuchillo plateadas.
Hugh separó los pies, alzó su espada y se preparó, los rizos cubriéndole los ojos como a un joven león. A pesar de la luz de la luna, las sombras eran indistintas, azuladas, y el
cielo afuera era tan espeso que sólo se podían distinguir tres o cuatro tipos de negro.
Los dos se miraron un momento. Eran parecidos, y a la vez muy diferentes.
Hugh comenzó a moverse, incapaz de soportar esa espera quieta y estatuaria. Empezó a rondarlo como lo haría un león o una fiera: pero Belial se quedó de pie allí, y muy
despacio se abrió la túnica con la mano libre, la dejó caer a sus pies, y se abrió la camisa un poco, meciéndose como si estuviera solo, como si oyese una canción para sí sólo.
Hugh lo rodeó, sorprendido a que Belial ni siquiera se molestase en seguirlo con la mirada: pero Belial de pronto inclinó la cabeza para mirarlo, y lo siguió con los ojos,
entornados y viperinos. Eran fascinantes, y Hugh se mordió los labios, sintiendo un tirón en su estómago. Y saltó, la espada en alto, furioso, deseando destazarlo con una rabia
súbita. Belial lo paró, giró y se echó atrás con simple destreza, esquivándolo antes de que lo tocara, los golpes de Hugh perdiéndose en el vacío y frustrándolo.
Belial sonreía de pronto, manteniéndose fuera de su alcance, misterioso y enfurecedor: y Hugh lo seguía, a cada momento más furioso, más fuera de control, con los ojos
ardiendo. Pero Belial no se dejaba atrapar, y seguía sonriendo, moviéndose con tal destreza, que apenas necesitaba mirarlo. Hugh se detuvo a cobrar aliento, sin poder creerlo,
humillado hasta el límite de estar sin respiración mientras Belial parecía fresco como una rosa, sus rizos mojados de traspiración. Y entonces atacó Belial, con fríos, matemáticos
golpes, arrinconándolo, con tanto vigor como si súbitamente se sintiera homicida. Su sonrisa era feral ahora.
Hugh paró y peleó como un tigre. Pero contra esa fría habilidad nada importaba. Belial era tan helado y certero como la cirugía, y cuando sus espadas se encontraron hasta la
empuñadura, Hugh lo miró a los ojos y se asustó. No sólo de la frialdad insana en los ojos de plata, no sólo de la violencia y el deseo en sus profundidades, sino que de la
violencia con que su cuerpo reaccionaba a esa sola mirada.
Súbitamente, su cuerpo gritaba por Belial Malfoy. Y aunque se repetía lo mucho que lo odiaba, aunque su mente estuviera llena de repulsión, su cuerpo no parecía tener
problemas. Era como si lo hubiese drogado. Todo él latía, sensible... hambriento...
Tal vez lo había drogado. El extraño sabor de su beso...
... y Hugh quería más. Lo necesitaba...
Belial lo acometió con fuerza, y Hugh cayó de espaldas en el piso de piedra, frío y liso. La luna le daba en los ojos.
Hugh no daba crédito a sus ojos, cuando Belial dejó caer su espada, pateó la suya fuera de su mano, y se sentó en su pecho, las rodillas inmovilizándole los brazos.
- Así es como más me gustas, Weasley.- dijo Belial con su voz lenta e insolente. Sin embargo, a pesar de toda su calma, había una llama en sus ojos, un destello tan brillante que
daba miedo mirarlo. Y sus labios estaban húmedos y rojos, mientras se los mordía con lentitud.- Callado...-
Su mano le tocó el pecho, despacio. Hugh tembló entero.
-... jadeante, y medio muerto de miedo.- suspiró.- Cómo se te ocurrió meterte conmigo, huroncito? Peor aún, cómo se te ocurrió meterte con Oliver?-
- Belial...- su voz sonaba rara. Qué momento para que el asma eligiera decir hola.
Es primera vez que lo llamo así.
- Di tus oraciones, huroncito.- siseó Belial, sus ojos grandes llenando la visión de Hugh de llamas de plata. Hugh casi se atoró al sentir la lengua de Belial de vuelta en su boca,
acariciando y probando hasta que sintió sus papilas enloquecidas por la electricidad, temblando y sacudiéndose. Pero Belial, delgado y fino lo mantenía bien sujeto, pegado al
mármol del piso, y cuando empezó a mecerse sobre él, Hugh creyó que iba a morirse por la lentitud que ponía en su ardorosa presión.
Hijo de perra.
Un beso como ese y el mundo debería ser suyo.
Y sigo ardiendo y sigo duro como acero y no me importa en absoluto si se da cuenta o no.
Hugh quería suplicar, y no tenía idea qué podía pedir.
Y lo más aterrador era que tanto como lo deseaba, odiaba cada segundo, aunque sus nervios gritaran. Y sabía que Belial lo sabía, y eso los excitaba aún más.
Qué opción tenía Hugh? Tratar de sacarse a Belial de encima, aunque le temblaran las manos, o dejarse llevar en la emoción más poderosa que había conocido?
Abajo, abajo fueron sus manos, Hugh brusco, arañando y aferrando y tironeando torpemente la ropa de Belial y Belial, con un solo movimiento, una caricia tan calmada que era
casi un insulto, le abrió la camisa de un tirón.
Belial llenando su boca sin detener jamás ese beso . Belial buscando, buscando, y de pronto sus manos en su abdomen, y más abajo, y sus manos en la piedra que se había
transfigurado en carne entre las piernas de Hugh, que lo atrapó, y apretó.
Y algo cedió dentro de Hugh, que dio un grito sin inhibiciones, incapaz de contenerse, su cuerpo tenso como un arco, su boca abierta y los ojos cerrados. Algo cedió en su
interior, y de pronto estaba gritando en triunfo y agonía y vergüenza.
Y Belial rió.
Calor húmedo empapando los pantalones de Hugh, la tela oscurecida. Avergonzado. Muerto de vergüenza. Qué manera de empezar,... imbécil. Imbécil.
Y Belial seguía riéndose.
Hugh sintió que le ardían las mejillas como sangre, y de pronto, su cuerpo fláccido allí en el piso mientras Belial se levantaba con cuidado de no mancharse, quería * llorar *
Quería morirse de vergüenza.
Belial, perfecto e impecable a la luz de la luna, mirándolo con los brazos cruzados y su sonrisa Malfoy, mirándolo con su camisa abierta, su pecho traspirado, sus pantalones
sucios de semen.
Mortificación.
Estúpido, estúpido, estúpido.
- Párate, idiota. Seguro que ése no fue tu primer orgasmo, supongo?-
Hugh se sentó, tratando de que Belial no viese sus ojos mojados de humillación. Quería matarlo. Pero no tenía fuerza para alzar un espagueti, menos la espada.
Y de pronto, un filo en su cuello.
- Yo gano.- Belial, tan perfecto, de pie como la estatua de un dios joven, la espada en su mano en un ángulo perfecto, mordiéndole el cuello.- Y si vuelves siquiera a rozar a
Oliver, te mataré.-
Se fue, como una estatua de hielo y acero y negro. Y Hugh allí, apoyó la frente en sus rodillas, y lloró de rabia.
Lloró casi hasta que amaneció, sus pantalones secándose, poniéndose ásperos.
Pasitos.
Un susurro.
Hugh alzó la vista, y en el gris del amanecer de invierno, vio un niño pelirrojo que lo miraba de pie donde había estado Belial.
- Yo pasé por lo mismo.- dijo con voz que no sonaba natural. Oscura, y reverberante.
Y ante la mirada de Hugh, sonrió con labios pálidos, y se desvaneció.
Hugh corrió hasta su cuarto, cerró la puerta, corrió a su baño privado, se echó encima, vestido, agua hirviendo, y lloró, la histeria haciéndolo casi gritar.
Lo amo y lo odio y lo amo...
Malfoy Malfoy Malfoy Malfoy Malfoy Malfoy Malfoy Malfoy Malfoy Malfoy Malfoy Malfoy
Amor Odio Amor Odio Amor Odio Amor Odio Amor Odio Amor Odio Amor Odio
Hugh se golpeó la cabeza contra las baldosas hasta que sangró.
El diecisiete de noviembre murió un niño de Gryffindor, Bill tomándole la mano mientras se convulsionaba. Médicos de todas partes vinieron, e investigaron, y buscaron, hasta no
hallar nada.
Y Snape los miraba con su mirada negra imposible de descifrar.
Bill lloró, y fue a encerrarse a la biblioteca, donde había abandonado su frenética búsqueda para ir al lado del niño agonizante.
Y allí, entre las pilas descartadas de su búsqueda halló a Hugh, sentado a una silla, profundamente dormido con un chichón en la frente y la cara pálida. Estaba dormido sobre
uno de los últimos anuarios que le faltaba por revisar, relativamente reciente.
Y abierta en la mitad, una foto grupal de alumnos de Gryffindor. Bill la miró y ahogó un grito que despertó a Hugh, que tenía los ojos rojos como cerezas.
Allí, sonriendo y saludando. Nathan Leary. Quince años.
Hugh se puso de pie, y la silla golpeó contra el piso como un martillo. Tenía los ojos dilatados.
Bill avanzó con largas zancadas de sus largas piernas, y llegó al rincón donde Stephen White, el Head Boy de Ravenclaw, se sentaba a leer Corazones Atrapados.
- White!- gritó, y todas las caras se volvieron a él, instantáneamente del lado de Bill, mientras Bill le tiraba Corazones Atrapados sobre la mesa y le metía bajo la nariz el anuario.
- Tú sabes algo de esto, no?! Te ví la otra noche usando sándalo para invocaciones? Qué demonios está pasando? Quién es ese niño?-
Stephen siempre tan calmado, le echó una mirada oscurecida, y burlona, y de un tirón, abrió otra página. La de graduados.
- Mejor le preguntas a ellos. - dijo con disciplencia, volviendo a su lectura.- Son más de la época.-
- Qué?...-
Severus Snape
Lucius Malfoy
Stefan Wilkes
Octavius Lestrangue.
- El padre de Oliver...Y el de Belial!- barbotó Hugh.
- El profesor Snape? No me sorprende que los mime...- Bill, los ojos entrecerrados. - Stephen, qué pasó con Nathan Leary?-
- Averígualo tú solito, Weasley, yo tengo trabajo.- Stephen sonreía, los lentes relucientes.- Pero te voy a dar una pista. Nathan se suicidó ese año. Se colgó.-
Bill se cubrió la boca. Hugh, en cambio cerró los ojos.
- Malfoy.-
Pride can stand a thousand trials,
Lucius, impecablemente envuelto en su capa negra, subió los escalones de piedra de Azkaban con pasos lentos y dignos. Su orgullosa cabeza no se inclinaba aún bajo el viento,
la mugre, el dolor que lo rodeaba: sólo ojos clínicos, y serenos.
Llenos de dolor callado y orgulloso. El águila cautiva.
Azkaban, piedra húmeda empapada en agonía y locura. Y tras una reja, custodiado día y noche por los enloquecedores Dementores, rodeado de monstruos, Octavius.
The strong will never fall.
Tú allí, mi amor, tras esa reja oxidada, abrazando tus rodillas como si pensaras que éramos nosotros.
Te recuerdo cantando villancicos.
Te recuerdo riendo.
Este esqueleto de ojos enormes y descoloridos no eres tú, mi amor. Este esqueleto rapado con las uñas en carne viva no eres tú. No eres, porque si pienso lo contrario
enloqueceré y gritaré y gritaré y tendrán que encerrarme contigo.
Tienes que ayudarme. No pueden traer a Severus aquí. Mientras me quede un soplo de vida, no.
Nuestro Severus, Djeri.
Djeri, dame fuerzas.
But watching stars without you, my soul cries.
El guardia humano se fue, incapaz de soportar a los Dementores cerca. Pero Lucius sonreía levemente en desprecio, porque había lanzado sobre sí mismo un viejo conjuro para
protegerse. No el puro y bello Expecto patronum: no, el Dementia, ese oscuro, perverso hechizo que te convertía en un Dementor por un rato, y tenía el plus de convencer a los
monstruos de que eras uno de ellos.
Lo soy.
Soy un monstruo.
Djeri, Stefan, es casi bueno que no estén para ver lo que soy ahora.
Lucius sonreía con desprecio, y le corrían las lágrimas en horrible contradicción.
Heaving heart, it's full of pain.
Octavius era piel y huesos, blanco donde su amado sol no lo había tocado en casi doce años. Su pelo había sido rapado o se había caído de terror: Lucius lo ignoraba, su
cabecita pequeña una vez desnuda del espléndido velo de caramelo que siempre lo había seguido como la cola de un felino. Enormes ojeras negras, sus ojos hundidos. Los
labios como dos surcos en arcilla.
Sus ojos que habían sido de oro, ahora amarillos como la bilis.
Manecitas que lo habían acariciado y habían cuidado plantitas y habían cosido puntadas de sus túnicas con los dedos como costras sanguinolentas.
Y gemía.
Lucius creyó que le iban a fallar las piernas.
Stefan, podrás perdonarnos esto? Qué hicimos, sin ti?
Oh, oh, the aching.
Un gemido.
- Lucius...- una garganta que sonaba como uñas rotas. Ojos en los suyos, atravesándolo
Una mano ensangrentada, en el aire...
Lucius no pudo soportarlo. Abrió la puerta con una poderosa maldición, y se arrojó de rodillas junto a Djeri, llorando con hipidos, meciéndolo en sus brazos.
- Djeri... mi amor... mi amor... qué hemos hecho...-
- Lucius...- voz rota, perdida.
- Sí, mi amor... soy yo... todo irá bien. Todo irá bien. Nadie te lastimará otra vez...- besos en piel seca, agrietada, en la cabeza tan frágil.- Te amo... te amo...-
Cause I'm kissing you. oh.
I'm kissing you, oh.
Besos húmedos en labios que no recordaban como besar. Brazos como pajillas secas y frágiles envolviéndolos. Y silencio, y agonía, y el profundo abismo de la locura que
siempre seguía a Lucius, abriéndose como una boca a sus pies.
- Djeri, mi amor... Severus... alguien usa la poción... recuerdas la poción?-
-... po...ción...- Un jadeo. Lucius, llorando.
Touch me deep, pure and true.
- Lucius...-
Lucius echado allí en el piso duro, sintiendo cómo el dolor detener a Djeri así en sus brazos arrancaba la costra que tener a Nathan así en sus brazos hacía casi veinte años le
había hecho. Un cuchillo en su interior.
Buscando si el verdadero Lucius aún vivía y podía sufrir allá adentro.
Severus, Stefan, Djeri: amargura y dolor y tortura.
Amor, o agonía: no podía definir el sentimiento.
Pero verdadero.
Puro.
Amor, al fin, bajo todo el dolor y la rabia y el odio...
Give to me forever.
Lucius volvió a la cordura como si cerrara una puerta. Locura y dolor afuera: y se controló con manos de hierro, aunque sentía como dentro su cordura reconstruida y unida con
hielo en tantos años se trizaba otra vez...
- Djeri, te sacaremos... mi amor, te lo juro... sabes quién puede estar haciendo eso? Si sigue así, atraparán a Severus... Djeri, ayúdame? Quién tiene la poción? Te
acuerdas...?-
Los ojos muy abiertos, que no lo miraban.
-... Lucius... es Mordaunt...-
Y Octavius gritó con una garganta ya encallecida, que podía gritar por horas, hasta que vinieron los guardias.
Cause I'm kissing you, oh.
I'm kissing you.
Miles de explicaciones. Dinero. Intimidación. Un viaje ciego en la noche, y finalmente de pie en la oficina de Snape, mirando a sus ojos negros, y el comienzo de un grito.
- Qué te dijo?-
- Nada. -
- Está...?- la voz de Severus se agudizó, y calló.
Un gemido.
Lucius, quebrándose como algo frágil, allí frente al fuego.
Where are you now?
Where are you now?
Lucius se desplomó en los brazos de Severus, llorando, incoherente, gimiendo el nombre de Octavius, el de Stefan. Y Severus lo acunó, lo acunó, y mojó su pelo con sus
propias lágrimas, y lo besó.
Cause I'm kissing you.
I'm kissing you, oh.
CAPÍTULO NUEVE
THE NEED
And how can I stand here with you and not be moved by you
Would you tell me how could it be any better than this
Cause you're all I want, you're all I need
You're everything, everything
- Profesor Snape?-
Severus se sobresaltó. Agotados de llorar, y ayudados por una generosa ración de brandy, Lucius y él se habían quedado dormidos en sus sillones frente al fuego, mientras en el lecho de Severus Oliver y Belial dormían bajo tensa vigilancia. Pero ahora el sol estaba relativamente alto, y mientras Severus entornaba los ojos, apenas despierto, mirando a Lucius dormir con la cabeza torcida sobre el brazo de su sillón, su pelo despeinado haciéndolo verse como un ángel envejecido, Belial, vestido de verde y negro, lo miraba con ojos límpidos, y claramente preguntones. Oliver a su lado estaba vestido también, la túnica verde y plateada haciéndolo aún más delgado.
- Qué haces levantado, Belial? Y Tú, Oliver, lo dejas?!-
- Tenemos un partido de Quidditch hoy, se acuerda?- dijo Belial con un mohín de humor, echándole una mirada confusa a su padre dormido.- Qué hace mi padre aquí?-
- Vino a verte, no es obvio?- respondió Severus, ásperamente.
La cara de Belial era un poema de sí, seguro.
- No creo que deban jugar. Aún están débiles.-
Ahora Belial expresaba un cortés Páreme. Dele.
Oliver, por supuesto, aguardaba tranquilo, la cara en blanco, un poco ladeada.- No pueden ganar sin nosotros.- dijo con mucha soltura.
Severus sabía que era cierto, pero por importante que fuera el Quidditch, había cosas mucho más importantes.
- Así me gustan los hombres. Vayan y ganen. Si pierdes, Belial, te dejo sin mesada.- Lucius, adormilado, les sonreía. Tenía los ojos como dos frutillas.
Los dos asintieron, y ya en uniforme partieron a buscar sus escobas. Snape volvió la mirada a Lucius con la palabra exasperación pintada en la cara.
- Te agradecería que no te metas en mi trabajo y me dejes a mí educarlos, que para eso me pagan.-
- Me gusta que Belial tenga cocos. Tú los vas a convertir en mariquitas.-
- Tiene gracia que tú digas eso.-
Lucius miró al techo, los ojos secos, pero tan hinchados que la plata de sus pupilas se veía acuosa.- Siento lo de anoche.-
- No me refería a eso, Lucius.- Severus habló con voz más suave, y hizo un gesto para palmear su mano, pero luego se quedó quieto, como si hubiera olvidado cómo se consolaba.- Yo no hubiera tenido el valor de ir. Yo...- un suspiro, y los dos se miraron y sonrieron tristemente, y a Lucius una lágrima como una perla le resbaló por la mejilla hundida.
- Ya sabes lo que dicen. A las cucarachas les gustan las cucarachas.- Lucius sonrió, secándose la cara, tratando de recuperar su dignidad.
Quién podría amarnos como lo hacemos nosotros? Quién más entendería nuestra agonía? Quién puede amar a un monstruo, sino quien lo creó?
A pesar de las muertes, o tal vez precisamente por eso, el ambiente al partido de Hufflepuff vs Slytherin era efervescente y volátil. Hugh, como capitán de su selección, vestido con los pantalones de montar blancos muy ajustados, los rizos libres, el sweater amarillo canario con una banda negra, las botas blancas y la luminosa túnica de seda amarilla con borlas negras y MITCHELL HUFFLEPUFF SEEKER escrito en la espalda arengaba a los suyos, dos chicas y cuatro chicos que asentían nerviosos. Y Severus, con una escarapela verde que era su único símbolo de apoyo a su equipo tomó asiento en las gradas, con Lucius al lado.
- Si esto no me anima, nada lo hará.- dijo Lucius, calándose sus gafas verdes junto con la bufanda de Slytherin que había tomado del armario de Snape observó al equipo de Quidditch de Slytherin entrar al campo caminando como modelos, sus pasos seguros y tranquilos, un poco de viento en el momento adecuado para ondear sus cabellos, Belial al frente como capitán, su cabello rubio plata algo desordenado el epítome de estilo. Los Slytherin jugaban con pantalones negros, botas altas de cuero negro, las escobas con un anillo de plata y verde donde se leían sus posiciones, y las largas túnicas de seda verde bordadas en plata moviéndose en el viento sobre sus sweaters verde esmeralda, hilos de plata entrecruzándose en sus pechos. Belial se apoyó en la escoba, orgulloso e insoportable, con Oliver a su lado, cuyo pelo negro se agitaba en el viento. Snape, con orgullo mal disimulado le señaló los jugadores, al único que sus amigos que jugó Quidditch con ese mismo uniforme a su lado.
Belial daba órdenes, MALFOY SLYTHERIN CHASER I, y Oliver se ataba las botas firmemente sentado en la banca, LESTRANGUE SLYTHERIN SEEKER.
- Oliver es el Seeker. Belial es el Chaser Jefe, con la niña de pelo largo y rubio, Ariadna Avalon... es la hija de Laetitia... y la hija de Lisette, la de los rizos negros, Kirsten Zabini. Los Beaters son Scott Avery y Marcus Flint... los dos chicos morenos... y nuestro Keeper es ese chico alto y negro, Warren Warrington. Te sorprenderán. Belial juega mucho mejor de lo que nunca jugaste.- dijo con tranquila sencillez. Lucius le echó una mirada, y formó un minúsculo mohín.
Cuando el silbato sonó, y catorce borrones se elevaron en el aire en persecución de la pelota roja y la pequeña snitch, a Lucius le brillaron los ojos. El día era blanco y el cielo cargado de nieve era gris, pero a nadie le preocupaba mientras las dos chicas de Slytherin, una muy rubia y la otra de pelo negro se pasaban la pelota una y otra vez evitando a los tres musculosos Chasers de Hufflepuf, Diggory, McKinnon y Bones. Las dos se lanzaron abajo, los tres chicos en veloz persecución, pero Lucius, que conocía esa jugada, vio a Belial cruzarse, girar en ciento ochenta grados con la escoba entre las piernas, apuntar y lanzar de un solo envite la pelota roja contra los aros de los hurones, donde el Keeper de amarillo, Travers, falló, y
CLAANG.
-Oh, siií!- canturreó Lucius, una sonrisa de oreja a oreja, mientras Snape aplaudía lentamente, complacido.- Muy bien!-
- Te dije que era mejor que tú.-
- Córtala, Sevi.-
Sevi le hizo un mohín, mucho más expresivo y perfeccionado que el que hacía a los dieciocho.
Una Bludger pasó rozando a Belial, que se echó atrás en la escoba, y voló en una espiral, la escoba firme entre sus muslos, enredada con sus piernas, los brazos abiertos. Era un águila blanca, mientras se movía y giraba detrás de la Quaffle, pasando con facilidad a sus oponentes, sin jamás dejarse atrapar, sin ninguna vacilación, ni una duda, mientras alzaba las manos y volvía marcar con gracilidad. Las dos chicas marcaban a los jugadores y le despejaban el camino volando como dos pájaros guardianes con alas verdes, rápidas y certeras, y Belial parecía bailar solo con la gran pelota roja que iba a su llamada como una mascota. Las bludgers de plomo negro no parecían asustarlo, aunque pasasen como balas alrededor: y cuando en un momento soltó las piernas para esquivarlas, y colgando cabeza abajo por las rodillas y los tobillos de la escoba en picada lanzó y marcó antes de enderezarse en un solo movimiento diestro y orgulloso, el estadio entero saltó a aplaudir su increíble destreza. Él, contra el cielo blanco, reía, rubio y luminoso. Ganaban: la fortaleza de Hufflepuff no eran ni los Beaters ni los Chasers ni el Keeper, y aunque los Beaters habían logrado obligar a la chica rubia a dejarse vendar por Stephen White una muñeca, ya que él era el principal asistente de la enfermería, y la morena tuviese un moretón con forma de Bludger en la cara, los tres Chaser de verde sonreían, sus túnicas como alas, su pelo revuelto por los giros y la guerra en el aire.
Sin embargo, la fortaleza de Hufflepuff era el Seeker, y Hugh y Oliver, uno grácil y el otro veloz, uno diestro y el otro certero, uno capaz de exigirle a la escoba que hiciera maravillas y el otro de hacerse uno con ella, volaban como gavilanes buscando presa, el resplandor dorado que era la victoria. Y mientras volaban en círculos, unos copos de nieve cayeron, entorpeciendo su visión.
Oliver miraba al campo, sentado de costado en la escoba, un tobillo cruzado asegurando la escoba que le dejase las manos enguantadas. Su melena negra de seda flotaba libre mientras volaba muy quieto. Hugh, montado a horcajadas, tenía los rizos echados atrás por el viento, una mano con un guante sin dedos en la escoba, la otra libre, girando en todas direcciones, ojos verdes inquietos como los de un tigre.
Un zumbido.
Snape y Lucius, cualquiera fuera su autocontrol, se levantaron gritando cuando la snitch pasó rozándolos y subió hacia el cielo como una abeja reina, mucho más cerca de Hugh, dorada y brillante y los dos borrones amarillo y negro, verde y plata volaron detrás mezclándose como dos cintas, hombro con hombro, los brazos extendidos....
En la locura de la carrera, Hugh miró a Oliver a los ojos, y deseó no haberlo hecho.
Odio ira y determinación. Locura y rabia y eso nuevo, que siempre había estado allí, combustible para una hoguera color poder y locura.
Eso que Hugh había sido la chispa iniciadora.
Le dije que estaba loco. Y era cierto.
- Sí, lo estoy.- susurró Oliver, serpiente verde de aterradores ojos negros.
Un manotón, y en medio de velocidad que no les dejaba respirar, la mano de Oliver se cerró sobre la snitch dorada. Oliver alzó la mano, y el estadio gritó, y Lucius y Severus giraron como dos trompos para gritar y abrazarse, y luego recuperar la compostura avergonzados.
A esa distancia, ver a Oliver era ver a Djeri.
Oliver se soltó de la escoba, y con ella en la otra mano se dejó caer con total confianza de que Belial lo atraparía en el aire. Belial hizo una finta, y alcanzó su velocidad para bajarlo a tierra con suavidad. Y allí Oliver agitó su mano, mientras el equipo de Slytherin se le iba encima a felicitarlo con risas felices.
Vuelas como un ángel.
Sonríes cómo un demonio.
Y cuando tus ojos me miran son dos misterios negros que me hacen preguntarme dónde vuela tu corazón.
Quería amor y ahora me doy cuenta que te he querido siempre. Pero tenía que verte odiarme para darme cuenta.
Oliver, lo siento tanto.
Si el amor es esta pena, me pregunto cómo fui tan imbécil como para desearlo.
Bill se echó la bufanda al cuello, y sólo en las gradas, se quedó mirando a Belial y a Oliver celebrando con sus compañeros.
Lucius Malfoy, muy quieto, lo miraba.
Esa tarde Snape y Lucius se quedaron en la sala de Pociones, solos, aún comentando el partido con suaves sonrisas. Severus comenzó a preparar sus materiales, y Lucius lo miró con curiosidad mientras afuera el sol pálido se reflejaba en la nieve que caía, arrancando destellos de colores. Oliver y Belial estaban a salvo en la fiesta que sus compañeros les habían preparado, rodeados de sus compañeros.
- Son más populares y sociables de lo que nunca fuimos nosotros, entonces.-
- Tú eras bastante sociable, que yo recuerde.-
- No, yo era puto. - Lucius, con disciplencia se apoyó en la ventana. Había dejado su capa y su camisa de encajes, y con los pantalones rectos y un sweater gris de Severus parecía de nuevo el jovencito plateado de Slytherin que había sido, fantasma de deseo. Miró por la ventana, y Severus supo que pensaba en Djeri.
- Ven acá.-
Lucius lo miró, preparando una seda negra.
- Qué haces?-
- Un talismán para Belial. Contra Nathan.-
El nombre sonó como una copa rota. Se miraron en silencio, y Lucius se sentó y le alargó el brazo, que Severus desnudó.
Lucius miró a otro lado mientras Severus insertaba una larga jeringa de vidrio, la aguja de metal clavándose profundamente, buscando bajo la piel la vena azulada para penetrarla y sorber la vida palpitando allí. Las yemas de los dedos de Severus tocaron la piel suave, y guiaron la aguja con su gran delicadeza de tacto, moviéndose sin dolor dentro de la carne de Lucius, que respiró hondo.
Severus tomó aire. Lucius se volvió y lo miró a los ojos. La jeringa estaba casi llena, pero Severus se había detenido. Tenía el pelo en la cara, pero Lucius podía ver sus labios entreabiertos, los dientes apretados.
La aguja se movió, y Lucius emitió un suave quejido.
La aguja atravesó su vena, y se retiró, para buscar otra vez bajo la piel, lenta como una serpiente rígida de plata.
- Porqué te metiste con él? Nunca pude entenderlo.- la voz de Snape fue tan baja que Lucius no sabía si se la había imaginado. Sentía la aguja dentro de su carne, la sentía grande aguda, y jadeó cuando Severus se inclinó para quitarle la seda que le ligaba el brazo. Se quedó allí un momento, su boca casi en su oído, y lo oyó respirar rápido.
Lucius sabía porqué de pronto le rugía la sangre en las orejas, porque sus puños se contraían aunque le hacía daño, porqué su sangre había despertado un deseo que creía muerto en dura agonía. Respiró y vio a Severus retirar la aguja lentamente, abandonando su carne.
Y me deja.
Llévate mi sangre.
Un segundo. Una gota de sangre en el punto donde la aguja había salido. Y Severus, un poco de algodón en su mano, se inclinó a limpiarla.
Lucius cerró los ojos, la luz del día de invierno cegadora, tratando de calmarse.
Algo húmedo y caliente lo tocó y se fue. Cuando miró, Severus oprimía el algodón con un líquido que escocía a su brazo y le daba la espalda para empezar la poción talismánica.
Lucius se estremeció.
Como una niebla poderosa, el deseo lo envolvía.
Y silencio, sólo roto por el caldero hirviendo al fuego.
Y su sangre en mi lengua que sabe a oscuridad.
Oliver se adelantó con los demás para dejar su snitch en la pecera de cristal donde las guardaban en la sala de trofeos, mientras Belial se bañaba en los vestidores de Slytherin junto al campo de Quidditch, siempre el último, presumido y sibarita en cuanto a su pelo.
Pasos.
Muy lentamente, Belial cerró el grifo de agua caliente y se quedó allí de pie, desnudo contra las baldosas verdes y blancas,
Hugh. Aún en su traje de Quidditch, traspirado y cansado, sólo sin la túnica. sus rizos, mojándose en el vapor. Sus ojos se abrieron al verlo allí desnudo, y luego se entrecerraron.
- Se te perdió algo, Mitchell?- Belial se puso las manos en la cintura, sin hacer un gesto para ocultarse o cubrirse. Hugh lo miraba, de pie, sin moverse.- Algo así como tu dignidad?-
- Hijo de perra.-
- Eso ya lo dijiste. Tienes que ampliar tu vocabulario. y además, eso te queda mucho mejor a tí que a mí.-
Hugh acusó el golpe, su cuerpo entero traicionando visiblemente cómo ese dardo le dolía. Eres tan predecible, Mitchell, huroncito estúpido, pensó Belial con su más malvada sonrisa, allí desnudo y goteando, su pelo platinado oscurecido a la ceniza por el agua. y sus ojos se encontraron, Belial con una cadera ala lado, los brazos cruzados. Estaba desnudo, vulnerable, y mojado, y Hugh estaba allí en su duro, áspero uniforme, y aún así era Belial quien tenía total control de la situación.
Hugh le devolvió la mirada y era claro que deseaba tocarlo como nada en el mundo, mientras Belial se echaba una toalla al cuello y se secaba los oídos para luego con movimientos lentos y tranquilos se la sujetaba a las estrechas caderas. Se echó el pelo atrás con un gesto, y dejó la zona de duchas, caminando como si alguien fuera darle puntos por eso.
- Te odio.- Hugh, temblando de ira. Voz ronca y luego aguda y ronca otra vez, pero no era ridículo. Era tristísimo.
- Me da gusto que haya funcionado.- Belial se secó sus pies bien formados con una segunda toallita, inclinado sobre el banco de madera donde había dejado su bolsito. El vapor era un velo en el aire.
- Seguro.- el veneno en la voz de Hugh era tanto que Belial casi se sorprendió: no creía a Hugh capaz de eso. Pensaba que Hugh era todo llama, y luego ceniza: pero al parecer era capaz de retener su ira. Bonito. Novedad. Belial lo miró, su sonrisa superior en sus labios finos. Si Hugh supiera que Belial podía ver claramente cómo tenía el labio superior húmedo, las manos apretadas, y algo como un bate de Beater tensando los ajustados pantalones blancos de su uniforme.
Me odia y me desea y me teme. Belial se secó el pelo. Cuando hago las cosas, las hago bien.
- Escúchame, Malfoy. Si vuelves a tocarme...-
- Volverás a manchar tus pantalones?- Belial se puso con manos diestras sus ajustados boxers blancos, y se secó los brazos.
Hugh se volvió carmesí, y casi dejó escapar un gruñido. Y luego dio un paso, e invadió el espacio personal de Belial, que ni siquiera parpadeó. Ni siquiera trató de dar un paso tras, el bastardo. Y Hugh, con el odio y el deseo como dos serpientes anudadas mordiéndole el estómago, se lanzó. Cerca, y más cerca, y oh Dios, el olor de Belial como una droga.
Sus labios casi en los suyos.
- No supliques, Mitchell. Antes de que empieces, no.-
Hugh se echó atrás, los dientes apretados, los ojos de esa extraña mezcla verdosa con un brillo plateado y duro. Metió las manos en los bolsillos de la túnica, los músculos de su cuello trabajando. Belial no se movió, enloquecedoramente quieto y delicado contra las duras baldosas. Luego, se echó encima con calma su suave camisa blanca y los pantalones grises que tenía ahí encima, prolijamente doblados por Oliver.
Y lo que flotaba allí ya no era deseo ni odio, sino una ira creciente como un tumor maligno.
Y triste.
Y la ira de Hugh estalló, y volviéndose agarró a Belial por el cuello de su camisa recién puesta y planchada.
- Pero quién mierda te crees que eres?!- gritó, sus rizos agitándose como una melena de león, sus ojos muy abiertos, llenos de vergüenza, de dolor, y de agonía. - Crees que puedes jugar así, y luego echarme? Crees que puedes besar a alguien como ayer me besaste y hacerme...- su voz bajó, y lo sacudió, sus dientes apretados.- No sentiste nada anoche? Nada?!-
Belial lo miró con una ceja levantada. pero había algo tras los caídos párpados, plateado, oculto...
- Tú y Oliver se...-
- Te dije que nunca volvieras a mencionar su nombre.- Belial se soltó de un empujón.
- Qué pasa? el maraco no se puede defender sólo? O lo dejas muy agotado de tanto metérselo? Tienen un trato al respecto?- Hugh casi escupía de ira, su voz reverberando en las baldosas de los vestidores vacíos. Pero Belial ya no estaba tranquilo: también temblaba de ira.
- Eso NO es tu asunto, bastardo - siseó. Hugh supo que a ciegas, había dado justo en el blanco.
- Casi me violaste ayer. Eso lo hizo asunto mío, Malfoy.-
- No, tú te mojaste solo. Lo que yo haga es asunto mío.-
- Maldito infeliz...-
- Ya terminé contigo, Mitchell. Ahora, lárgate.-
Hugh lo miró intensamente, y se acercó otra vez, sus manos flexionándose como si quisiera cerrarlas alrededor del cuello de Belial, y de su tono majestuoso.
- Por años, me has rondado. Has hecho todo lo necesario para que me fijara en ti. No me digas que no lo sentías cada vez que nos puteábamos. Nos faltaba besarnos, y te encargaste de eso. Y creo que me merezco una explicación, mierda.-
- Quieres una? Muy bien. Soy un Malfoy, un Slytherin lord. Tú eres un piojento ilegítimo Puffie. Y tengo a alguien miles de veces mejor, que no moja sus pantalones.-
Hugh se estremeció como ante un golpe físico, y lo miró con ojos que traicionaban dolor. Pero el dolor pasó, volvió la ira, y Hugh se le arrojó encima. Y ardiente y violento y asfixiante se besaron con las bocas abiertas, contra las baldosas, sintiendo cómo sus pieles se encendían en llamas, arrancándose la ropa mientras los dos desenchufaban sus cerebros sabiendo que nunca nada volvería a ser igual.
Gemidos que eran casi gritos, Hugh echándose las piernas de Belial al cuello, mientras Belial le comía la boca con los brazos como acero alrededor de su cabeza. Medio arrodillados, medio echados en la base de la pared, sus manos vagando en hambre dejando marcas rojas, los dos temblando violentamente. Y Belial gritó, porque donde Oliver era crema maravillosa Hugh era hielo duro y caliente y cortante en sus nervios, intenso y doloroso, y no dulce y maravilloso. Los dos empujaban sus caderas juntas con toda la fuerza que eran capaces, arañándose, frotándose sin ninguna consideración por el bienestar del otro, usando, lastimando casi sin aliento, seguros de que se iban a morir. Belial se azotó contra él, y Hugh gritó con todas sus fuerzas, mientras Belial lo poseía, ojos cerrados, los dos enfebrecidos, hasta que Hugh se arrancó esa daga del cuerpo, lo echó de espaldas y lo poseyó a su vez, con hambre que hizo que le rugieran los oídos tanto que no oía sus propios gritos. Todo era carne temblorosa y enrojecida y sudor, y gritos como un sueño húmedo. Otra vez. Y otra. Y al fin Hugh gritó y empapó a Belial, que a su vez lo echó al piso y estalló dentro de él, gritando sin ilación, un largo grito que acabó agudo y tembloroso.
Cuando Hugh abrió los ojos, la ducha corría sola. Las ropas de Belial no estaban, tampoco él. Sólo su humedad secándosele en el cuerpo, y Hugh recogió sus rodillas llenas de moretones y lloró, hasta que sintió pasos bajando la escalera, y se halló mirando a los ojos de Bill, horrorizados.
CAPÍTULO DIEZ
THE PRAISE
We had a long long way together
Through the hard times and the good
I have to celebrate you babe
I have to praise you like I should.
Gracias a Dios por el entrenamiento en pociones, pensó Belial, los ojos abiertos, mirando dormir a Oliver, que estaba un poquitín ebrio de champaña. La fiesta había sido larga y apoteósica, y a habían bailado el Fatboy Slim's Praise You juntos, suaves y sensuales y risueños, moviéndose juntos, perfectamente en ritmo mientras el nido celebraba el ganar la copa por Séptima vez consecutiva. No acabaron hasta las tres de la mañana, y se fueron a acostar agotados. Oliver se durmió en segundos, y Belial se metió a su propia cama que no usaba nunca, ligeramente húmeda y fría por el abandono, apoyó la cabeza en la almohada, y se quedó mirando a Oliver, mirándolo, mirándolo, con ojos grandes y doloridos.
Remordimientos.
Se había bañado con una rabia tan grande que casi se sacó piel. El cazador cazado. Se jabonó, y se hirvió una poción a base de oliva negra que borró sus moretones y arañazos en una hora, que se aplicó cuidadosamente, cuidadosamente, dos veces, en especial en sus labios hinchados, y *allí*. Dolía. Dolía. Se había guardado siete años para Oliver, y todo perdido por un momento de…
Oh, no era inocente. No sólo se había leído cada libro existente sobre el tema. Había usado su dinero para ver y experimentar. Pero se había guardado para él. Y ahora, Mitchell…
Belial estrelló su cabeza contra las baldosas de su baño antes de cepillarse el pelo y bajar a su fiesta de la victoria.
Cómo se estará riendo Hugh.
Y ahora insomne miraba a Oliver dormir con sus ojos almendrados cerrados, respirando dulcemente. No compartían cama esa noche. Belial no se atrevía.
Ya no te merezco.
Toda nuestra inocencia, el abrazarte con brazos que eran sólo tuyos, perdido. Perdido. Lo arruiné, mis mañanas de abrir los ojos contigo aún soñando. Y ahora que nuestro amor nacía. Y había esperado tanto.
Belial cerró los ojos, oyendo a Oliver respirar, y mientras su amor se le salía en lágrimas dio gracias a quien fuera que había hecho a Oliver. Y lo amó, por ser su mejor amigo, sus sueños, lo mejor de sí mismo.
Si te expreso cuánto te amo, podrás perdonarme?
- Listo.- Severus levantó el cristal que había hervido seis horas justas, antes incoloro, ahora de un brillante amatista tras pasar por la poción. Lo alzó a la luz tranquilo, y dejándole caer una gota de oro derretido en la punta, hábilmente lo ligó a una cadena de delgada y fuerte. Cuando al fin alzó la vista vio a Lucius allí, con su capa de viaje, de nuevo vestido de terciopelo, encaje y cuero.
- Funcionará?- preguntó Lucius sin mirarlo.
- Sin duda. Nathan nunca quiso hacerte daño. Tu sangre con algunos Abjuratio debería bastar para mantenerlos a salvo de él.
- Bien.- Lucius se echó el pelo atrás en un gesto muy parecido a Belial, y le sonrió vagamente.- Me voy.-
- Vas a…-
- Sí. Averiguaré quién está usando la poción. Tengo otros contactos.-
Un silencio.
- Gracias.-
- De nada.-
Otro silencio. Afuera, la nieve se había vuelto tormenta nocturna.
Los dos se miraron, y se dieron cuenta al mismo tiempo de que no estaban acostumbrados a despedirse.
Lucius salió, su capa de terciopelo revoloteando majestuosa. Y Severus sonrió, lleno de humor negro.
Qué poco hemos cambiado.
Lucius, ten cuidado. He perdido a Stefan y he perdido a Djeri, y no soportaría perderte a ti.
Luego se enderezó y se puso a escribir una nota que enviar con Corvus, junto al colgante en una cajita.
Hugh no se estaba riendo. La verdad, parecía un zombie. Bill se lo había llevado a su habitación de Head Boy en Gryffindor, donde estaba solo, y le había preparado un café donde la cuchara casi se paraba sola en el azúcar. Y Hugh se lo había tomado casi hirviendo.
Bill nunca lo había visto así, con los ojos como dos ventanas rotas sin luz.
- Hugh…-
- Estoy enamorado de él, así que no me vengas con la monserga del sexo sin amor.- lo cortó Hugh ásperamente. Tenía las ganas de violencia escritas en la cara, pero Bill tenía ojos tan dolidos que Hugh se quedó callado.
Se conocían desde bebés.
En todas las formas que importaban, menos en una, eran hermanos.
Bill lo abrazó, y Hugh se desgajó, se disolvió en sollozos furiosos. Lloró un largo rato, mordiendo la chaqueta de Bill para que no lo oyeran: eran más de las dos y todo Gryffindor dormía, y él no debía estar allí, sino en su cuarto de Puffieland.
Toc toc.
Bill se envaró, y le hizo un gesto a Hugh, que aguantó la respiración.
- Sí?-
Silencio.
- Debe ser alguien de primero que me necesita. Quédate aquí.- susurró sin decir nada, dejando que Hugh le leyera los labios. Bill se acercó a la puerta y la abrió un poco, justo para ver quién era.
Un ojo celeste muy abierto bajo pelo rojizo.
Y una sonrisa enloquecedora.
Hugh se puso de pie de un salto pero no le salió la voz. A Bill la puerta se le escapó de la mano y se abrió por completo, con él allí muy quieto, mirando.
La pequeña radio de Bill, en la Wizard Wireless, cantaba You blew me off, the Bare Jr.
- Cruel, es muy cruel, verdad?- la voz de Nathan era tan monstruosamente tranquila.
………………………………..YOU BLEW ME OFF…
Una lechuza, golpeando la ventana. Belial, insomne en la ama, se tardó un rato en identificar el sonido, para levantarse y caminar con pies descalzos que no sentían el frío hasta la ventana y abrirla.
Eran las tres, y la tormenta afuera le agitó el pelo mientras la lluvia lo mojaba. Allí, orgulloso, el cuervo del Profesor Snape, con una cajita y una carta envuelta en papel encerado para protegerla de la lluvia.
Un relámpago partiendo el cielo y el trueno muy cerca, remeciéndolo.
Corvus echó a volar, orgulloso en la tormenta, y Belial se quedó allí de cara a la noche, una mínima esperanza, algo de confort fluyendo desde el pergamino. no sabía porqué, pero sabía que podía ir a Snape y confiarse en él. Sabía que no lo despreciaría ni lo odiaría. de alguna forma, lo ayudaría. O al menos, lo entendería.
Nieve y lluvia y hielo, cayendo como la ira de Dios, y Belial con una sonrisa fría mirando la violencia, sintiéndose viejo y endurecido.
Otro relámpago.
El trueno, poderoso.
- Belial?-
A pesar del estrépito, su voz tan amada, tan clara.
Y Belial no se atrevía a volverse.
- Belial, ven acá y cierra la ventana. Me estoy congelando. Te vas a resfriar métete acá.-
- Pensé que estabas cansado.- su voz, tan normal.- Perdona.-
Perdóname, por favor…
Oliver, su pelo despeinado y negro, su sonrisa soñolienta y tibia en el frío. Sólo entonces Belial se dio cuenta que no sentía los pies.
Cerró la ventana y la aseguró. Pero la cortina quedó medio abierta, mostrando caprichosos contrastes de blanco y negro en violenta sucesión.
- Ven a meterte acá.- Oliver abrió sus sábanas blancas. Belial, en las sombras, no podía hablar. Y finalmente, con movimientos curiosamente torpe, se metió en la cama tibia a su lado, y Oliver, ignorando el hecho que era como llevarse a la cama a Frosty el muñeco de nieve, lo abrazó para calentarlo con todo su cuerpo, piel blanca en piel blanca tibia y suave. Belial emitió un sonido cuando Oliver lo envolvió por la espalda, acurrucándolo en el hueco de su cuerpo, y luego lo acunó.
Su brazo envolviendo su pecho.
El otro en su cintura.
Unidos. Perfecto.
Debería ser contra la ley, pensó Belial sin humor, su mejilla contra la almohada, la mejilla de Oliver contra su cuello. Se tensó, y se aferró a él, como si quiera fundirse. Como si quisiera que sin decir nada, Oliver lo supiera todo, y lo perdonase…
- Pasa algo, mi Belial?- ese susurro, tierno y a la vez tan calmo, tan posesivo.
Belial, tenso en sus brazos. Cerrando los ojos, y una lágrima.
- Sí.-
- Me lo dices?-
- No.-
Un silencio. Su frente contra su pelo, una marea de negro bajo la mejilla de Belial.
- Quisiera saberlo y ayudar.- Oliver, suave, su mano masajeando su hombro. Belial quería pegarle con la escoba, apartarse a tirones, y no era capaz: porque cada respiro que daba lo ponía más cerca de disolverse en lágrimas.
- No es asunto tuyo.- dijo roncamente, su voz súbitamente iracunda. Sintió a Oliver congelarse. Y Belial se quedó sin aire.
Nunca, en siete años, se habían hablado en ese tono. Todos decían que era enfermante verlos siempre tan unidos. Bueno, ahora podían hacer fiesta: Belial Malfoy acababa de mandar a Oliver Lestrangue a la mierda. Bravo. Traigan velitas y serpentinas.
Un susurro, y Oliver ya no estaba en la cama. Un revoleo de túnica negra y cabellos negros, y ya estaba en la puerta.
- Oliver, no!- Belial, ronco, se sentó en la cama, su estómago de pronto dando bandazos, sin aire, y saltó tras él. Qué mierda hice? Qué estoy haciendo? – espera, yo no…-
- Tu no qué?- la voz de Oliver, suave, y helada.
Ridículo. Todo esto es ridículo.
- Lo siento…- la voz de Belial temblaba. Alargó una mano que Oliver no tomó. Fue Belial quien lo envolvió en sus brazos.- Oliver, perdóname… lo siento…-
y decir esas palabras lo quebró. El stress y la noche insomne y todo se juntó, y las lágrimas mojaron el hombro de Oliver.
- Shhh.-
- … Oliver…?-
- Vamos a la cama, Belial. A dormir. Necesitas dormir.-
Unidos como dos partes de lo mismo, Oliver lo meció hasta que se durmió, los brazos de Belial bien apretados alrededor de su cintura, mientras la tormenta moría. Era suficiente el calor, y su abrazo.
Y Belial se durmió en sueños de amor, remordimientos y vergüenza, la cajita de Snape olvidada sobre el velador.
- Te usó y te dejó. Y te quieres morir.-
Las palabras de Nathan resonaban extrañamente mientras los dos primos lo miraban sin habla. Un relámpago estalló a su espalda, en los ventanales de la torre, y pudieron ver que Nathan no proyectaba sombra.
Despacio avanzó hacia Hugh, que estaba paralizado.
- Uno lo odia, sabes.- dijo con voz suave que era hipnótica.- Yo lo odio. Tan pálido y plateado y hermoso y mágico… yo te ayudo a vengarte… de Malfoy…-
Bill lo supo en cuanto lo miró. No por nada era el ayudante de DADA.
Un aparecido! Un espíritu de venganza, con un feudo de sangre!
- Hugh, APÁRTATE DE ÉL!- gritó, blandiendo su varita. Hugh se echó atrás, y el niño se volvió a Bill con un grito de rabia, sus ojos perdidos y enloquecidos llenos de ira:
- No! No me iré hasta que me oigas! LUCIUS ME MATÓ! Te matará a ti! Tenemos que matarlo!-
- Lucius?- Hugh parpadeó.- Bill! Déjalo hablar!- exclamó, alzando un brazo.- Te mató?-
- Me usaron… me tomaron…- los ojos de Nathan grandes, dolorosos.- y ahora están matando con la poción que hicieron…-
- Qué poción?-
- Todo era tan oscuro… yo lo amaba…- susurró Nathan, más cerca de Hugh, mientras Bill vigilaba tenso, su varita lista.
- Nathan… pobrecito…-
Hugh era el corazón más suave de ellos, aunque no lo pareciera, y alargó una mano suave a Nathan, que la tomó y la besó, un beso frío pero tierno. Hugh sufría, y entendía…
Y de pronto, Nathan cambió. Sus ojos muy grandes, se apartó de Hugh, y chilló.
- Qué…?-
- ERES TÚ!- gritó, furioso, enloquecido.- LUUCIUUUS!-
- QUÉ…?_
- ABJURATIO!- gritó Bill, y Nathan se desvaneció, como un susurro, aunque su grito siguió reverberando. Hugh se sentó en la cama, en shock.
Bill bajó la varita.- No me mires. No tengo ni idea de qué fue eso.- dijo.
Eran las siete y media en punto de la mañana y Severus decidió que iba a asesinar al que golpeaba su puerta con tanta calma. No se había dormido hasta las tres, y tenía los ojos rojos, y la túnica apenas cubriendo sus zapatillas de levantarse cuando abrió la puerta de un tirón.
Siempre ver a Stephen White le daba un repelús por lo mucho que se parecía a Stefan: lo había llamado así mas de una vez. Pero ahora, que había estado soñando con sus amigos y acababa de ver a Lucius, casi se quedó sin habla.
- Qué quiere a esta hora, Mr White?- gruñó, su voz más ronca y amenazante que nunca. era un Ravenclaw, y nadie que no fuera un alumno de Slytherin, y tampoco todos, se atrevía a ir a golpear la puerta de su oficina. Y menos a esa hora, ya todos sabían que Snape se desayunaba a los que iban antes de las diez.
- Necesito hablar con usted en privado, Profesor.- dijo Stephen con placidez, sus lentes ocultándole los ojos al reflejar las antorchas que ardían día y noche en los calabozos.
Snape habló con acidez.- Cualquier cosa que se le haya antojado tendrá que esperar a una hora más decente. Ahora lárguese antes de que le quite puntos.- gruñó antes de cerrar la puerta.
- Sé que ha matado a mis compañeros, Profesor Snape.-
Severus se quedó de piedra. Stephen, con toda patudez entró y se sentó frente al escritorio con calma.
Severus cerró la puerta de un portazo y se instaló en su escritorio, mirándolo con suspicacia. Estaba casi oscuro, porque el amanecer aún era tormentoso afuera, y las largas cortinas apenas dejaban pasar un rayo de luz. Snape se veía gris y agotado a esa hora, y a la vez muy amenazante, como un gran cuervo envejecido acorralado. Y Stephen, lentes impecables, su pelo negro en una fina coleta, su túnica negra con el escudo de Ravenclaw, águila bronce contra azul, era una joven águila de ojos brillantes y azules.
- Tienes alguna acusación que hacer? Qué, discúlpame el sarcasmo, mató a tus compañeros?- Severus, irritado, miraba a Stephen con ojos entrecerrados.- Dices que sabes qué es?-
- Se llama Mortis Nigra. Y lo acuso a usted.- respondió Stephen, los ojos fijos en los negros de Severus, su cuerpo tenso.
Severus se alzó como una gran ave de presa, su varita en la mano, los ojos dilatados, una visión de pesadilla, su toga negra abultada y amplia fluyendo. alargó una mano como una garra y tiró de Stephen sobre la mesa, su varita en la otra, la lámpara y los libros resbalando ruidosamente al piso.
Severus alzó la vara, que destelló verde, pero una mano pequeña de estudioso se posó sobre la mano grande y callosa que agarraba la camisa.
- Si me lanza un Obliviate sólo empeorará las cosas. Me he preparado antes.- dijo Stephen con calma suficiencia. Un momento, y Severus lo soltó. Luego, le dio la espalda.
- Quién más lo sabe?- dijo con voz sombría. Stephen, que se arreglaba la ropa, bajó del escritorio y recogió la lámpara con dos dedos, como si dijera flor de genio que tiene usted.
- Sólo yo.-
Snape lo quedó mirando, y desprecio se pintó en rostro.
- Un chantaje? No es un poco bajo? Qué quieres, dinero? Tus notas no son tan malas para ameritar esto.-
Stephen pareció ofendido, pero lo miró a los ojos.
- Usted no es idiota. Yo sé eso, y sé que no envenenaría a sus propios alumnos, a pesar de lo que digan. Vine porque quería oír su versión.-
- Mi versión?- había un destello de sarcasmo en la voz de Snape. Qué era éste, Joven Sherlock Holmes o qué?
- Hasta ahora sólo he oído la de Nathan Leary.-
Severus tuvo que sentarse. Luego cerró la puerta por completo, y miró a Stephen un rato, antes de cerrar los ojos y empezar a hablar.
- Parece que no dormiste muy bien anoche.- gentil, y amable, la voz de Bill sacó a Oliver de su ensueño. En un rincón de la biblioteca, ocupando el sitio donde habitualmente se sentaba un conspicuamente ausente Stephen estaba Oliver, la cabeza inclinada sobre la dulce poesía francesa de Jerusalem Liberta. Oliver, soñoliento, tenía sus ojos almendrados rodeados de sombras, aunque Bill no se veía mejor tras sus lentes.
- Lo mismo te digo.- respondió Oliver, aunque no desagradablemente. Parecía cansado, y se echó la melena negra atrás con un suspiro. Llevaba un sweater de lana gruesa y suave que hacía que sus piernas se vieran demasiado delgadas con los jeans negros ajustados. Sobre la mesita, un mapa de Astronomía con cálculos esperaba turno.
- Estás con la tarea de la profe Sinistra? Encontré un libro muy útil. Quieres ayuda?-
Oliver pareció pensarlo. La última vez, le había repartido un mangazo. Pero era casi hora de almuerzo, y Bill estaba solo como él, y nunca había sido más que amable con él.
Sin decir nada, hizo un espacio en la mesita. Bill se sentó y le ofreció un caramelo. Con un beatle rojo oscuro sobre jeans azules, su melena en una cola parecía cobre puro.
- y Hugh?- preguntó con sencillez. Bill le echó una mirada.
- No se siente bien. Está durmiendo.-
- Curioso. Belial también.- Oliver se echó el dulce de manzana a la boca.- Y Stephen está MIA hoy, parece.-
- Entonces estamos solos.- Bill se arrepintió de haberlo dicho, pero Oliver sólo le dirigió una breve sonrisa. estaban medio ocultos tras un enorme gomero, y les daba la luz blanca del mediodía invernal. Entre libros de todas las formas y tamaños, parecía un pequeño refugio aparte, todo de exquisita madera tallada que sugería calidez a pesar del día de invierno fuera de las altas, largas y estrechas ventanas.
- Qué lees?-
- Poemas. Descansa la cabeza entre cálculos y mapas.-
- En francés?-
- Crecí allá.- Oliver inclinó la cabeza.- Lees francés?-
- Sí, pero no hablo muy bien.- Bill asintió, y le echó una ojeada al libro. – No quieres descansar la vista? Déjame leer y me corriges.-
Oliver le sonrió, confuso. Pero cerró los ojos mientras Bill leí con voz suave, su francés de colegio fallándole, pero pronunciando cada palabra con el mayor cuidado…
The tears of joy for all the pleasure in the certainty.
That we're surrounded by the comfort and protection of..
The highest powers. In lonely hours. The tears devour you..
Bill leía despacio, mirando las medialunas de pestañas negras de Oliver cada verso cerradas, y al bajar la vista al libro, sonreía…
OH CAN'T YOU SEE IT BABY?
YOU DON'T HAVE TO CLOSE YOUR EYES
'CAUSE IT IS STANDING RIGHT HERE BEFORE YOU.
***************FRIN DE LA SEGUNDA PARTE***************
CAPÍTULO SEIS.
THE RESOUNDS
Tonight we can no longer try
All the times that I cried - I want you again
No one's heard this No voice resounds No one's around
And I can't believe that, what I have become
No one.
LOS ECOS : Y esta noche ya no podemos tratar
Todas las veces que lloré: te quiero otra vez.
Nadie oye esto, no hay un eco, no hay nadie alrededor
Y no puedo creer esto, en qué me he convertido:
Nadie.
(Tonight) Remy Zero. Para Snapey, obvio.
CAPÍTULO SIETE.
THE TURN
Turn around- stand up like a man and look me in the eye.
Turn around- take one final look at what you've left behind.
Then walk away -from the greatest lover you have ever known.
LA VUELTA: Girate- de pie como un hombre y mírame a los ojos
Girate- echa una mirada final a lo que has dejado atrás
Y luego vete caminando- de el mejor amante que jamás conociste
CAPÍTULO OCHO.
THE ADDICTION
You come on like a drug -I just can't get enough -
I'm like an addict coming at you for a little more
and there's so much at stake- I can't afford to waste -
I've never needed anybody like this before
* LA ADICCION:(duh)- Vienes como una droga, y simplemente no basta, y soy como un adicto yendo a tí por un poquito más.
Y la apuesta es tan alta, y no puedo permitirme perder( de gastar, malgastar)
Nunca he necesitado a nadie así antes- de Buffy, Temptation waits, Garbage. una canción exquisita y malvada, malgastada en el aburridísimo David Boreanaz ( Angel)dándoselas de sex symbol. La verdad ese actor no me mueve un pelo cuando se las da de sexy, y sus gracias me dan pena. Spike, guaranguísimo y todo, es más interesante.
*Por si acaso, regalito para los que tienen problemitas con el english: es un tema de Romeo+Juliet, *Kissing You *, uno de mis favoritos , bellísimo, tristísimo. Lo usé para el fic de Elrond, pero me gusta demasiado. La letra traducida es:
Artist: DesRee
Song: Kissing You
Pride can stand a thousand trials,
El orgullo puede soportar miles de pruebas
The strong will never fall.
Y el fuerte nunca caerá.
But watching stars without you, my soul cries.
Pero mirando las estrellas sin ti, mi alma llora.
Heaving heart, it's full of pain.
Teniendo corazón, está lleno de dolor.
Oh, oh, the aching.
Oh, Oh, el dolor.
cause I'm kissing you. oh.
I'm kissing you, oh.
Porque te estoy besando,
Estoy besándote.
Touch me deep, pure and true.
Alcánzame profundo, puro y verdadero
Give to me forever.
Dame un para siempre
cause I'm kissing you. oh.
I'm kissing you.
Porque te estoy besando,
Estoy besándote.
Where are you now?
Where are you now?
Donde estás ahora?
Donde estás ahora?
cause I'm kissing you.
I'm kissing you. oh
Porque te estoy besando,
Estoy besándote.
CAPÍTULO NUEVE
THE NEED
And how can I stand here with you and not be moved by you
Would you tell me how could it be any better than this
Cause you're all I want, you're all I need
You're everything, everything.
LA NECESIDAD: Y cómo puedo estar aquí contigo y que no me conmuevas
Dime cómo podría ser mejor que esto
Porque eres todo lo que necesito, todo lo que quiero:
Eres todo, todo- Lifehouse, "Everything". De la banda sonora de Smallville, se oye como cinco segundos pero tengo buena oreja.Y mejor gusto: Michael Rosembaum es simplemente demasiaso Yummy. y lo dice la fan de Loreal que soy ( Shiryu, Allen Schezar, Koji Nanjo, Kenshin, Kurama, Zechs Merquise, Kunzsite y un largo etc de melenudos)
CAPÍTULO DIEZ
THE PRAISE
We had a long long way together
Through the hard times and the good
I have to celebrate you babe
I have to praise you like I should.
*LA ALABANZA: Hemos hecho un camino largo largo juntos, através de tiempos buenos y malos. T
engo que celebrártelo, baby: tengo que alabarte como debería.- Fatboy Slim, "Parise You" de la banda sonora de Cruel Intentions. Linda movie. Muy fic.
………………………………..YOU BLEW ME OFF…
* también de Cruel intentions, You Blew Me Off (duh)
The tears of joy for all the pleasure in the certainty.
That we're surrounded by the comfort and protection of..
The highest powers. In lonely hours. The tears devour you..
OH CAN'T YOU SEE IT BABY?
YOU DON'T HAVE TO CLOSE YOUR EYES
'CAUSE IT IS STANDING RIGHT HERE BEFORE YOU.
*Las lágrimas de felicidad por todo el placer de la certidumbre
De que estamos rodeados por el comfort y la protección de
Los más altos poderes. En horas solitarias. Las lágrimas te devoran.
No lo ves, baby?
No tienes que cerrar tus ojos
porque está justo frente a tí.- Savage Garden, Truly Madly Deeply. No sé si es cazuela, pero en la película del mismo nombre actúa Alan Rickman (Snapey) absolutamente delicioso...
Y de bonusito:
CASTING CALL:
SEVERUS SNAPE: Alan Rickman
LUCIUS MALFOY: David Bowie
STEFAN WILKES: Joaquin Phoenix
OCTAVIUS LESTRANGUE: Oliver Martínez
AMANITA LESTRANGUE: Liv Tyler
MARIAH MITCHELL: Michelle Pfeiffer
EWAN ROSIER: Vin Disel
MORDAUNT: Jeremy Irons
BELIAL MALFOY: Ryan Philippe
STEPHEN WHITE: Michael Rosembaum
OLIVER LESTRANGUE: No tengo idea cómo se llama el prota de Roswell.
BILL WEASLEY:Tobey Maguire
HUGH MITCHELL: y se me fue el nombre del pendex de El patriota Y Corazón de Caballero... todo ricitos...
-----------------------------------Just My Take...........
----------------------------------- Muy luego, SECRET III.
WARNING: Yaoi, Slash, chico+chico enamorados y apasionados. Mucha oscuridad, sangre y lágrimas aquí. Y sobre todo, mucha angustia, aunque también muchos chistes malos.
SPIRITS DREAM INSIDE II
S E C R E T W I T H M E
by The Fox
Una vez hubo una historia de amor que se volvió pesadilla.
Una historia de amor que fue más fuerte que el horror, la muerte, y la locura.
Y a pesar de los años transcurridos, alguien aún vela, y piensa.
Esta es la historia de cuatro adolescentes a punto de volverse hombres, y de pagar deudas que se escriben con sangre, lágrimas, y magia.
Y de cómo puedes perdonar, pero nunca olvidar.
CAPÍTULO SEIS.
THE RESOUNDS
Tonight we can no longer try
All the time that I cried - I want you again
No one's heard this No voice resounds No one's around
And I can't believe that, what I have become
No one.
Severus se quedó sentado solo en su escritorio, bebiendo brandy. Planeaba emborracharse esa noche, hasta que su memoria se embotara, hasta que se fuera el sabor a vómito
y ácido y polvo de bicornio y ardiente sangre lupina de la boca. Todo su cuerpo dolía, dolía como si lo hubieran pateado, y no comprendió la razón hasta que se dio cuenta
que había astillado el vaso bajo su mano al apretarlo. Sus músculos vibraban como si se fueran a cortar: estaba temblando, y sentía la cabeza como un melón partido,
doliendo, doliendo.
Desde que era muy joven, se había acostumbrado a soportar esas malvadas migrañas con las caricias de Octavius, los besos de Lucius, las manos cálidas y sensibles de Stefan,
sus ojos dulces. Y el no tenerlos le dolía como una herida, hecha con un cuchillo que no había perdido su filo en los últimos diez años, azotándolo todos los días como las
migrañas lo azotaban periódicamente. Casi podía sentirlos. Casi podía.
- Sev está borracho!-
- Lucius, baja el volumen. Pobre Sev: te caliento un poco de poción?- Stefan calmado, soltando sus músculos engarfiados con sólo un sensitivo toque en su espalda. Sus pasos
callados mientras metódica, bellamente como siempre, ponía a calentar poción, y lo miraba con ojos tibios y dulces. Lucius, una sonrisa de oreja a oreja, echándose a sus pies,
murmurándole miles de estupideces mientras le masajeaba los muslos y a veces subía un poco más arriba con una risita: * es que eres tan exquisito así. Debo tener algo de
sádico, pero si siempre fueras tan rico, te duele la cabeza porque se te concentra la sangre allí, déjame a mí y hago que se te concentre en otro sitio, hmmm, parece que
estamos entusiasmados por acá abajo? pero qué patitas tan ricas, te puedo comer? Me encanta cuando pones esa carita de gatito pisado, mi cuervito... sí, dije cuervito y lo
diré cuantas veces se me antoje, así que no te sulfures... lo que tienes es falta de sexo, dime y te mejoro altiro... *
- Deja en paz a Severus, Lucius.- Octavius, con sus manos tibias en su frente, dedos mágicos, abrazándolo, haciéndolo recostarse en su cuerpo cálido y blando, sus ojos
viendo a Octavius inclinado sobre él con su nube de pelo de miel alrededor, y sus besos:
- Nunca te dejaré, mi amor, mi amor. Descansa. Estoy contigo... siempre...- un susurro de miel y sándalo, tenue y cálido, con una sombra de su acento hindú: y Stefan,
cerca pero sin tocarlo, tan masculino y gentil, y Lucius, más peligroso que un tigre pero juguetón como un gatito, sentado entre sus piernas, su cabeza apoyada * ahí *,
riéndose y jugando con sus zarpitas suaves para distraerlo.
- Deja que nosotros nos hagamos cargo.- la voz amable de Stefan, ayudando a acostarlo, con una sonrisa.- Lucius tiene razón, eres irreconocible de lindo así.-
- Cállate, Stefan.- dijo Severus en voz alta, voz ronca, los ojos tan llenos de líquido como el vaso trizado en su mano.- Cállense los tres... mentirosos...- su voz temblaba,
pero se elevó, entera y ronca, furiosa y amarga.- Me dejaron... me prometieron que nunca me dejarían, pero me dejaron...-
*Sev, me temo que esta vez fue mucho brandy. Si vuelves a hacer esto, te pondré lo que quede de enema *
- Cállate, Djeri.- Severus cerró los ojos, y le cayó una lágrima en el vaso.- Stefan, tú siempre decías que la inteligencia lo puede todo: cómo te dejaste matar? Cómo tú, que
eras tan listo, te dejaste coger, los dejaste atraparte? Se suponía que eras el listo, el astuto de nosotros, el que siempre planeaba por adelantado, al que jamás atrapaban. Y tú,
my Djeri, que eras tan dulce, tan amable, que me obligaste a amarte como nunca he amado a nadie... sabes cómo es vivir después de que te has ido? Sabes cuánto te
necesito, y cómo duele? Siempre estabas allí para nosotros, siempre tenías los brazos abiertos para nuestras penas, y decías que no era una carga, sino que era tu privilegio, tu
orgullo. Me mentiste? Ahora te necesito, y no estás! Y tú, Lucius, que me jurabas que me amabas, que me tocabas cada vez que podías, que rondabas mi cama como un
tiburón, ahora que te daría lo que quisieras por un beso, ya no existes para mí. Ahora los dos caminamos caminos separados. Ni siquiera nos saludamos, y al pasar tus ojos de
plata no me ven... ya ni siquiera recuerdo... sólo sé que te necesito... te necesito, no puedo solo...
Severus, envejecido y solo, sollozaba sobre un vaso de brandy, su pelo negro y sucio cubriéndole la cara. Y en las sombras, el niño de ojos celestes se reía, ojos enloquecidos
fijos en él tras el tapiz a dos metros de Severus.
Oliver apoyó la cabeza en el pecho de Belial y cerró los ojos. Las noticias de la muerte de esos dos chicos corrían por todo el colegio, especulaciones locas incluídas, y eso
había llevado la atención a otro lado. Y esa tarde, Oliver claramente estaba cansado, aunque su acto de majestad y peligro no se desvanecía del todo. Mariposa fuera de la
crisálida, o alacrán, pensó Belial, con orgullo. Bello, pero peligroso.
Belial aún se reía por el tortazo a Bill Weasley, del cual para ser francos siempre se había sentido un poquitín celoso. Tan alto, y popular, y nada engreído...
- Belial?-
- Mmmh?-
Oliver cruzó la sala común hasta el rack donde se guardaban las espadas y extrajo la suya, un largo florete de práctica, con cintas color aguamarina en la empuñadura, y la de
Belial, un largo cuchillo de caza, largo como un brazo, que Belial prefería a cualquier espada, por su peso y balance no tanto en la empuñadura, sino en el filo. La sonrisa de
Oliver cuando se volvió a Belial con ambas armas en la mano y le tendió la suya. Belial empezaba a sonreír, porque prácticas de espada con Oliver eran un placer: se conocían
tanto, y ambos eran tan hábiles tras años de práctica que sus peleas, aunque solían acabar con Oliver rindiéndose a la stamina superior de Belial, tras perseguirse por todo el
Nido de las serpientes, los calabozos, las escaleras y las salas de Pociones en los subterráneos, riendo y jugando como Errol Flynn y Tyrone Power. Podían saltar sobre las
mesas, colgarse las cortinas y meterse agitando sus espadas entre enjambre de chicos menores, tirándose hechizos a la vez y lanzándose amenazas extravagantes ( la favorita
de Belial era Te ensartaré como un cebollín, vil plebeyo, y la de Oliver era Atrás villano, o te sapificaré para no ensuciar mi acero) Se tiraban jarrones por la cabeza, llenaban
los calabozos de puntitos brillantes por toda la magia que quedaba dando vueltas, y Snape ni siquiera pestañeaba, aunque a veces casi le pasaban por encima.
Los dos se fueron a un pasillo por el que rara vez pasaba nadie, cerca de la sala de implementos de pociones, donde Snape a veces mandaba a Belial a buscarle frágiles
retortas y alambiques de vidrio. Los dos saludaron, tras tirar sus túnicas a un lado, Belial pálido y perfecto con su camisa blanca y sus ajustados pantalones negros, y Oliver
delicado, su pelo suelto, su sweater negro haciéndolo muy delgado, sus pantalones más sueltos libres cayendo rectos.
Sus ojos se encontraron.
Y Belial giró y atacó como un tigre con un revés, rápido y perfecto, mientras Oliver lo bloqueaba con suave soltura. Saltaron atrás, y una rápida serie de paradas hizo que
Oliver perdiese mucho terreno, que cedía graciosamente, sin darle a Belial la resistencia para ejecutar un golpe fuerte, mientras él se apresuraba detrás. Oliver giró, se echó a
un lado, y bajando la espada golpeó hacia arriba, Belial soportando el golpe, las dos espadas girando una apoyada en la otra en un rizo mientras ninguno de los dos renunciaba
a la parada y ninguno de los dos soltaba la presa. Oliver reía, y Belial sonreía brillante, y los dos se hallaron hombro con hombro, en una serie de veloces golpes parados y
devueltos, muy cerca porque los dos eran bajitos y pondrían en desventaja a cualquier otro con ello. Los dos se echaron atrás en el mismo instante esperando hacer al otro
perder el equilibrio, pero los dos lo retuvieron, y se cruzaron con un rápido mandoblazo, Oliver una seda veloz, Belial un relámpago de hielo, y se miraron uno al otro otra
vez, sonriendo, observándose.
Rápidos cortes, esta vez Belial cediendo terreno, mientras Oliver lo seguía fluido, su estilo integrado contra el estilo cortante y marcado de Belial, los dos enfrentándose en
una rápida sucesión de golpes cortos, hasta que Belial cortó el aire con intención de derribarlo, y Oliver saltó, como una hoja en el viento, giró hacia atrás y cayó de pie casi
encima de Belial, recto como una lanza, su florete golpeando con toda su fuerza, y Belial trasbilló y se echó atrás mientras Oliver lo atacaba con renovado vigor con firmes
espadazos que parecía mentira que vinieran de un cuerpo tan delicado. Pero Oliver, como Belial, bajo la piel tenían músculos y tendones bien entrenados y finos, y Belial se las
vio y se las deseó para pararlo, hasta que finalmente tuvo que huir para enfrentarlo con toda la fuerza de un revés: sólo entonces pudo frenar su avance, aunque estaba contra
la pared. Los filos juntos, los dos se miraron, brillantes sonrisas y ojos luminiscentes sobre las espadas. Y Belial se echó atrás en el momento en que Oliver preparaba un salto,
y *oops* rodaron por la piedra, espadas olvidadas, riendo.
- Esto es tan seriamente * aw *.- Belial se sentó en la piedra, Oliver aún sentado sobre sus piernas, riéndose suavemente.- Quién te manda a tratar de saltar cuando me
muevo...-
- No pensé que te fueras a mover...- Oliver se enderezó, y lo ayudó a levantarse. Y cuando Belial se enderezó, los dos se fundieron en un abrazo.
- Oliver...-
- Mh?-
- Estás bien?-
Oliver asintió, pestañas negras alrededor de sus pupilas negras haciendo que apenas se viese el blanco.- Estoy bien, Belial.-
Belial lo rodeó con sus brazos, y lo besó, entregándose por completo, sus brazos abiertos y desnudos mientras Oliver le rodeaba los hombros con los suyos y se abrazaban
con fuerza, sus bocas fundiéndose. No hubo sorpresa, ni temores: los dos se besaron con todo lo que tenían, descubriendo cosas que ignoraban y que sin embargo les parecía
conocer de alguna forma instintiva. Belial lo rodeó por la cintura y lo atrajo con todas sus fuerzas, tierno y posesivo, y Oliver le echó los brazos al cuello con igual fuerza,
mientras se besaban sin parar, hasta que se apoyaron en una pared, sin soltarse. Era como si lo hubiesen hecho muchas veces antes, o que fuese la primera: no estaban
seguros.
Una vez, en un sueño.
Te amo...
... hasta que se acabe el tiempo...
Los dos se quedaron abrazados un largo rato, meciéndose como si bailasen una canción que sólo ellos podían oír, sintiéndose, sí, es cursi, pero Dios sabe que es cierto, como
volando libres en algún sitio, aunque todo era igual, y tan familiar.
El hombro de Belial, mojado de lágrimas.
Porqué lloras, mi Oliver?
No lo sé, Belial. Pero te amo.
... también yo...
Las palabras eran inadecuadas, no eran bastante. Y siguieron besándose allí, y meciéndose, inocentes y dulces, en la oscuridad de los subterráneos donde no había ni noche ni
día sino siempre penumbra. Era un pasillo olvidado: nadie los molestó mientras se besaban. Y al fin se olvidaron de la hora mientras hablaban en susurros, y se apretaban el
uno contra el otro en besos suaves.
Sentados allí en la vieja escalinata, Oliver se adormeció en el regazo de Belial, mirando sus ojos de plata suave, acariciándole la cara. Y Belial cerró los ojos, sintiendo que el
corazón le explotaba al verlo formar las palabras te amo con labios suaves. Y inclinó su cabeza sobre él, para besarlo, aspirando el aroma de su cuello frágil, las manos de
Oliver subiendo para hundirse en su pelo plateado, el pulso cálido bajo sus labios.
Tan dulce, tan inocente.
Belial alzó la cabeza inquieto por un segundo, seguro de haber oído un crujido, algo.
Nadie?
No. Bajó la cabeza para seguir besando a Oliver, inconsciente de que una sombra avanzaba hacia ellos, reptante, fría y hambrienta.
...mi flor, mi niño, mi perla, mi ángel oscuro...
La borrachera se había ido, la migraña en parte. Aún le dolía la cabeza como si se le fuera a caer, pero tras una ducha se sentía más lúcido, y miraba por la ventana a la noche
volverse tinta, sin luna, sin estrellas. Había nevado, y no necesitaba forzar mucho su memoria para ver a Lucius sirviéndose a Nathan en su capa de cuero negra en la nieve,
como los había espiado una vez. Sin embargo, cerró los ojos y apartó ese recuerdo de su memoria.
Los besos de Lucius, húmedos y ardientes y tan intoxicantes... y Nathan arqueado bajo él pidiendo más y gritando su amor, libre y puro
como Severus jamás podría ser...
Despacio apoyó la cara en la cortina de tafetán verde, y sus dedos ásperos la rozaron.
La Mortis Nigra necesitaba hervir un año, y Voldemort lo sabía, y la puso a hervir bajo la supervisión de Snape, mientras los cuatro se volvían sus espadas. Poco tiempo
después, Voldemort lo ascendió a tareas más complejas, mientras la poción hervía baja su propia supervisión. Severus casi la olvidó, sumergido en muerte y tortura y violencia
y miedo.
Días antes de cumplir el año, Voldemort fue borrado de la existencia por Harry Potter. Y en la loca confusión que siguió, en la locura de esa posguerra, Severus temió por
años que alguien apareciese con esa poción en la mano, acusándolo, y exigiendo la pena de muerte por ese intento de genocidio, o que peor aún un mortífago leal,
enloquecido de ira y odio como Djeri la arrojase a una central de agua de los muggles o algo así y llevase cabo un genocidio indiscriminado. Pero nunca apareció, así que
asumió que la habían apagado antes de que acabase de hervir, y todos sus esfuerzos habían sido inútiles.
Siempre, en el fondo de su corazón, supo que no podía ser cierto.
Las cosas nunca son tan fáciles.
Y sabía que un día tendría que pagar por ese crimen.
Como si perderlos no fuera más que suficiente. Hicimos lo que quisimos, tuvimos lo que queríamos, y eso nos destrozó. Lucius, Stefan, mi
Djeri: perdón, perdón...
Quién podía haberla guardado? Y porqué atacar en Hogwarths? Y porqué sólo unas gotas, cuando al derramarla en el piso del gran salón mataría en medio de atroces
sufrimientos a más de medio colegio por su ascendencia muggle? Todos los nacidos muggles, y todos los muggles. Todos aquellos con ambos padres muggles, sangre-sucia,
morirían...
Quién puede tenerla? Quién sabría de su existencia? Quién podría haberla guardado, suficientemente cercano de Voldemort?
Snape abrió los ojos, duros y fríos.
Lucius, en qué monstruo te convertí?
Y en el momento en que la realización lo llenaba de un horror amargo y espeso con gusto a remordimientos, su mente clara y fría, pero su alma ahogándose, oyó un alarido, y
el viejo terror lo dominó, un terror más fuerte que el Crucio, más doloroso que la mutilación, aún peor que la marca oscura.
Djeri y Lucius, gritando.
No, no Djeri y Lucius!
Belial!
Oliver!
Belial gritó cuando dos zarpas heladas, como uñas largas, largas como agujas se le clavaron en los hombros y lo tiraron atrás, entre las sombras, donde golpeó seco contra
piedra húmeda. Se habían adormecido tras sus promesas de amor, tras sus besos: y esto tenía que ser una pesadilla.
Y si estas son las pesadillas de Oliver, entiendo porqué se raja gritando, pensó Belial incoherentemente mientras veía como de ocho largas punciones en sus hombros le salía
sangre a chorros. Se enderezó, y miró a Oliver, que no gritaba, y se le puso todo rojo y borroso al ver a Oliver de bruces contra la pared, sus pies no tocando en suelo...
... sangre roja fluyendo de su nuca, mientras la tela de la espalda de su túnica se desgarraba, y un ruido como el de un cable de alta tensión zumbando ensordecedor
alrededor, ahogando sus gritos. Oliver luchando, sus uñas clavadas en la pared, y Belial vio cómo s ele iban los ojos atrás y hablaba sin sonido, hablaba cosas sin sentidos.
Un peso en las piernas de Belial, sin dejarlo levantarse.
Besos húmedos y calientes y manos ansiosas en su ropa, buscando.
Belial gritó con todas sus fuerzas cuando sintió una lengua en su oreja, y en un ángulo imposible vio dos ojos rojos, colmillos, una sombra negra envolviendo a Oliver mientras
le colgaba la cabeza.
Sangre, saltando como un chorrito de la garganta de Oliver.
Y oscuridad.
No me puedo desmayar... no me puedo desmayar...
Oliver! gritó Belial sin voz, esa presencia envolviéndolos, devorándolos. Con manos temblorosas agarró su varita y gritó el único hechizo de exorcismo que se sabía, pero no
sirvió de nada mientras perdía las fuerzas.
Me... estoy muriendo...
Entonces oyó a Oliver gimiendo, y supo que no podía dejarlo. No a merced de esa cosa!
DEJA A MI OLIVER, BASTARDO!
Belial se retorció, pataleó, maldijo, mordió y se agitó como una fiera, supervivencia y protección, y odio y furia mientras luchaba, ahora ya no gritando de terror, sino que de
ira. Pero lo que lo sujetase era fuerte, y Belial sintió sus articulaciones crujir mientras luchaba, una rabia negra a que lastimasen a Oliver dominándolo...
EXPURGIUS!
Pero no que ésa es una maldición imperdonable, pensó Belial, parpadeando. Las sombras y la fuerza que lo retenía, húmeda y pesada, desaparecieron como humo aventado
por un fuerte viento. Un viento negro y frío, que avanzó veloz y amenazante, llenando de negro la visión de Belial. Oliver no alcanzó a caer en el piso: la figura lo atrapó al
caer frágil como un a hoja en sus brazos envueltos en manto negro, lo alzó como si no pesara más que una muñeca, como algo dulce y atesorado, y efímero. Belial se aferró al
manto negro, y logró arrodillarse, aunque veía todo rojo, sus manos empapadas en su propia sangre, su cuerpo adormecido como si no fuera suyo.
- Belial.- la voz de Snape, serena y fría y a la vez tan consoladora.- Puedes ponerte de pie?-
Belial asintió, sin voz. Y se alzó en piernas que le temblaban, pero bueno, era un Malfoy, no?
Siguió a Snape por pasillos interminables, hasta que subiendo una escalerita secreta, se halló en su estudio. Y cuando vio a Oliver tendido y dormido tranquilo en un sofá, y a
Snape volverse a él preparando aguja e hilas, vendajes y pociones cicatrizantes, el conocimiento de que estaban a salvo fue como aire fresco.
- Oliver...?-
- Estará bien.-
Ahora sí me puedo desmayar, supongo.
Y se desmayó.
Snape casi se rió. Malfoy ante todo.
Ahora nos tendremos que ver las caras, Lucius. Estuvo tan cerca, que lo punciona dos centímetros más y se queda sin pulmones. Así que ven, para que te diga que Nathan
casi asesina a tu hijo.
Lucius, mi amor, qué hemos hecho?
CAPÍTULO SIETE.
THE TURN
Turn around- stand up like a man and look me in the eye.
Turn around- take one final look at what you've left behind.
Then walk away -from the greatest lover you have ever known.
Como siempre, era un insolente. Botas caras de cazador, negras y perfectamente apegadas a sus piernas, erguido, apoyado con indolencia en la puerta, una camisa llena de
encajes de nieve, pantalones negros y cortados a su cuerpo de tela suave, aferrados a sus estrechas caderas de jinete, levita impecable y recta, una capa con broches de oro
descuidadamente sobre el hombro, gamuza negra sin reflejos, una fusta con chapas de plata colgando al costado.
Indescriptiblemente hermoso, y truchísimo.
Pelo de seda rubia, sólo algo más oscuro que el de Belial, partido al lado, cayéndole alrededor de la cara, echado atrás con un sexy descuido a lo Robert Redford. Ojos fríos y
sarcásticos y con algo duro al fondo, tras lentes cuadrados muy correctos.
Y esa sonrisa. Por Dios, esa sonrisa.
- Profesor Snape. Soy Lucius Malfoy. Me informaron que mi hijo fue herido.-
Severus y Lucius se miraron de un lado a otro de la oficina a los ojos. Habían pasado largos, larguísimos diez años desde la última vez que se vieron, veinte desde su abrazo. Y
sin embargo, todo era igual.
- Belial está fuera de peligro, señor Malfoy. Si me acompaña, lo llevaré a la habitación donde su hijo descansa. -
- No hace falta. Sólo dígale que se levante, que me lo llevo a casa.-
- Lamento disentir, pero aunque fuera de peligro, Belial no está en condiciones de levantarse, mucho menos viajar.-
- No me diga que hacer o no hacer con mi hijo, Profesor Snape. Además, no es usted medimago, o sí?-
Snape se volvió, en la puerta, y lo miró secamente. Pero Lucius parecía discutir el precio de un caballo o de un libro, y se veía sereno, casi burlón.
- Si se lo lleva, no puedo asegurarle de que llegue.-
- Bien?-
- No: vivo. Perdió mucha sangre, y no posee una constitución muy fuerte.-
- Es un Malfoy.- Snape casi puso los ojos en blanco. De Belial era copante, pero de Lucius, era enfermante.
- Va a matarlo, sólo porque quieres presumir?- le lanzó, con voz irritada. La mirada fría de Lucius no cambió, sino que brilló divertida.
- Es tu opinión.-
Severus sabía que uno podía querer besarlo y estrangularlo a la vez, pero nunca creyó que volviera a sentirse así tan rápido.
- No tienes nada más que hacer, que perder mi tiempo? No vine a hacer charlita contigo.- continuó Lucius.- Déjame ir a ver a mi hijo y llevármelo de una vez, o explícame qué le
pasó, ya.-
Severus se apoyó en el escritorio, ojos muy oscuros, con un comienzo de sonrisa. Igual que en los viejos tiempos, pero sin Stefan o Djeri para evitar que se fueran a las manos.
- Te lo explico, si me respondes una pregunta.-
- Dale.- Lucius se apoyó en la pared, la capa negligentemente echada atrás enmarcándolo en un montón de rizos de terciopelo negro. Los dos se miraron, con toda la distancia
de la oficina entre ellos.
- Creo que lo atacó un espíritu. A ambos. Y dado el que atacó a Oliver, que reconocí, y cosas que he visto y he oído en los últimos días, creo que tengo bien claro quién es.-
- El hijo de Djeri fue...? Está bien, verdad?-
- Preocúpate por tu hijo también, ya?-
Un silencio. Lucius sonreía, muy tranquilo. Era el perfecto noble rico, con sólo un poquito de arrogancia y algo sensual en su boca estropeando la serena apariencia de
ciudadano ejemplar. Sólo una fibra en su postura de orgullo, sólo una gota de deseo en su pecho algo arqueado, sus labios húmedos. Una espada envainada bajo un velo.
- Creo que eran Mordaunt y Nathan.-
- Estás loco. - La espada, desenvainada. Los velos corridos. Lucius peligroso de nuevo, tenso, aún una máscara de calma en su rostro, pero una luz en sus ojos.- No te creo,
Sev.-
- Me interesa bien poco que me creas o no. Y seguro que a ellos menos. -La voz de Snape era engañosamente suave, y se deslizó igual de suavemente para abrir la puerta de su
dormitorio, a un costado de su oficina. Los ojos de Lucius, muy fríos, muy coléricos, lo siguieron mientras le hacía un gesto de invitación.
Lucius se paró en la puerta, y se llevó una mano a la boca.
Abrazados dormían Djeri y él mismo.
No, claro que no, y lo sabía. Pero en el lecho de Severus- porque quién más podía tener un cubrecama a filigranas de negro, verde y plata- dormía de espaldas una pálida
fotocopia de Djeri, ojos cerrados, círculos negros bajo sus ojos, su mano en la figura estirada de bruces, un Lucius en acuarela desvaída.
Fue un shock. Lucius se quedó de pie un minuto entero, y de pronto su estatuaria quietud se quebró. Se movió como la pantera que siempre había sido, su capa ondulando, y
se acercó, los ojos de plata inundados, para tocar la melena de Oliver, mudo, sin palabras.
- Se parece tanto.- susurró, su voz apenas contenida. Una lágrima silenciosa le corrió por la cara, y la secó con el puño de la camisa, mordiéndose los labios para contenerse,
consciente de que Severus lo miraba fijamente, sus ojos negros como carbones brillantes.
Lucius le acarició casi inmaterialmente la nariz fina y recta, el nacimiento del pelo en su frente lisa y curva, los labios sensuales y rojos, de ese indefinible y delicioso caramelo.
- Lucius.-
- Dime.- toda esa amargura oculta derramándose. El pelo oscurecía la cara de Lucius, pero podía verlo morderse labios pálidos que enrojecían.
Severus no respondió: en cambio, tomó la colcha con una sola mano y la echó atrás de un tirón. Lucius abrió la boca, pero no dijo nada.
El cuello de su hijo, bajo el pelo de plata, era un solo verdugón. Tenía moretones en la espalda y los brazos, el pecho vendado, aunque según Severus ya había pasado un día y
medio tras el ataque y les había dado pociones curativas. Oliver, a su lado, con moretones en los que se veían claramente dedos aferrándole un brazo y un hombro, y allí, al aire,
dos heridas gemelas en su cuello, dos incisiones profundas ennegrecidas en los bordes, la clásica mordida de un vampiro que no se cuidaba de mantener su víctima viva.
El cuello de Oliver era tan fino que podía habérselo roto de un tirón al morder. Lucius se llevó la mano a su propio cuello, con un temblor. Y con mucha suavidad, los cubrió.
Luego, miró a los ojos a Severus, que seguía muy quieto.
Caminó hasta un sillón de cuero junto al fuego, y se echó, dejándose caer con la elegancia que era su marca. Severus hubiera sonreído, pero no lo hizo.
- Y qué pretendes que hagamos? Sabes que no quiero tener que ver nada contigo, después de lo que me hiciste.- un silencio. Lucius sonaba cansado, pero simple. No podía
decirlo en menos palabras.
- No me niegues que no hay otro espíritu con ganas de estrangular gente y otro que muerda así, al que apenas logres echar con el Expurgius, rondando a tu hijo y a Oliver.-
Lucius suspiró.- Te lo estoy negando?- se pasó la mano por el pelo, mirando el fuego.- Pero porqué ahora? Se esperaron a que tuvieran nuestra edad, o qué? -
Snape caminó hasta Lucius sin ruido, negro fluido en su figura. Cuando estuvo a menos de un paso, sus rodillas casi tocando las de Lucius extendido allí en el sofá - porque
Lucius tenía una manera muy particular de ocupar un asiento, directamente heredera de la Maja Desnuda de Goya - y se inclinó sobre él, el pelo cayéndole como unas alas de
cuervo a los lados de la cara.
- Dos chicos murieron ayer. Envenenados. Medio muggles. Por la Mortis Nigra.- bajó la voz, hasta que fue un susurro, y su mano de pronto atrapó a Lucius por el cuello como
una pinza.- Lucius, fuiste tú? -
Lucius clavó sus ojos en los de Severus: ninguno de los dos parpadeó. Hacía mucho tiempo que sus ojos no se encontraban: y Lucius, que era un maestro de las mentiras, que
les había vendido al ministerio el cuento de que había actuado obligado por la maldición Imperius, y que mantenía la fachada de ciudadano modelo como un consumado actor,
sabía que nunca podría engañar a Severus. Acerca de nada. Ni siquiera fingir que no lo odiaba y que lo amaba a la vez.
Y Severus supo que Lucius era inocente, esta vez, por una vez.
- Pero quién más que tú? Quién estaba más cerca de Voldemort que nosotros? Quién puede haberse quedado con la poción?-
- Seguro que era la tuya?-
Severus le echó una de esas miradas suyas que bastaban para espantar a un tiburón blanco.
- Okey.- concedió Lucius.- Para aparte de nosotros cuatro y Ewan, y tal vez sus amantes, no recuerdo a nadie más cerca de Voldemort. Ciertamente no había otro Maestro de
Pociones.-
- Branwen?-
- En Azkaban.-
- Lisette?-
- En América. Huyó con su hijita.-
- Y Ticia?-
- Nuestra Laetitia? Cayó peleando junto a Thaddeus. La mató un Auror.-
- Entonces quién?- Severus se sentó a los pies de la cama. Los dos se miraron un momento, y como si lo soportaran, miraron a las llamas, con los labios en sonrisas amargas.
- No permitiré que nadie lastime a Belial y a Oliver. Y nadie va a seguir usando esa poción sin mi permiso. No después de todo lo que pasamos por ella.-
- Además que seguro que un maestro experto podría identificar tu mano allí si la encuentran, y eso sería Azkaban.- Lucius hablaba sin burla, pero con cierto humor negro.
- No estaría solo, allá.- la voz de Severus no era una amenaza: era un suspiro cansado y nostálgico.
- No creo que te dejen compartir pieza con Djeri. Además que está con su esposa, y seguro que necesitan privacidad.-
Se reían del horror y de la pena como dos viejos demonios. Y se les destrozaba el corazón.
- Aparte de nosotros sólo queda Djeri del círculo de Voldemort.- Lucius miraba las llamas, comiéndose los leños con un resplandor verde suave.- Crees que valga la pena
preguntarle?-
- Te dejarán pasar?-
- Por supuesto. Soy un Malfoy.-
- Y podrás soportarlo? Creo que yo no podría.- Severus habló con lentitud. Pero los ojos de Lucius brillaron en plata amarga y firme.
- Puedo soportar lo que me echen, Sev. Tú hiciste eso.-
Un largo silencio. Ninguno de los dos hablaba.
- Me desprecias?- la misma pregunta que Lucius preguntó una vez con voz temblorosa, en la voz cansada de Severus. Lucius no lo miraba.
- No.- en las sombras, un susurro. Las llamas se apagaban.- Te envidio.-
- Qué?-
- Tú has seguido viviendo. Te ha dolido y has seguido. Yo sólo he sobrevivido.-
- No te comprendo, Lucius.-
- Nunca lo hiciste.- Lucius estiró sus largas piernas.- Ellos te aman mucho, verdad?-
- Quiénes?-
- Belial y Oliver. Y los demás alumnos igual.-
- Lucius, me aborrecen.-
- No los tuyos. No, no los tuyos.-
- Lucius...-
- Sev?-
- Sí, Lucius?-
- Qué le pasó a tu pelo?-
- Qué?-
Bill estaba haciendo su última ronda cuando lo sintió. Un susurro, una vocecita que hablaba despacio, demasiado suave para ser comprensible.
Eran las once de la noche, y era su última vuelta de Head Boy para asegurarse que no hubieran alumnos fuera de la cama. Pero allí, en la entrada al Gran salón, había un susurro
suave y bajo pero constante. Sonaba como alguien susurrando entre sus lágrimas.
Otra voz... fría y tranquila.
El susurro.
Debe ser un alumno mayor asustando a un pequeño, pensó Bill con rabia. Nunca faltan los grandotes vacas. Con paso firme se dirigió allí, y cruzó la entrada del Gran Hall, que
estaba vacío y oscuro. Muy oscuro. No parecía tan grande con todos los alumnos, pero vacío era impresionante, lleno de sillas fantasmales, los tapices proyectando sombras que
ni la luna en el techo encantado podía desvanecer.
Avanzó, su respiración el único sonido... Dónde?
Casi se murió cuando entre las armaduras surgió una figura que había estado muy quieta contra un armario aparador, medio oculto por un tapiz.
- Bill?-
-... Stephen?- Bill jadeó sin aliento, y tragó su corazón que le había llegado a la boca.- Qué hacías? Casi me das un susto de muerte!-
- Lo siento.- Se lo imaginaba o había un poquito de burla en la cara tan formal de Stephen, la luna en sus anteojos, la forma en que inclinaba su cabeza al lado.- Buenas noches.-
dijo con su tranquila gentileza, y pasó por su lado.
Un olor...
... sándalo?...
Stephen se fue, con su caminar de niño aplicado. Bill se quedó allí, con una bala muy pasada, los ojos entrecerrados. Sé que aquí hay algo truchísimo, pero no tengo idea qué
está pasando...
Un susurro, como una palabra.
...por ti...
Bill se movió muy despacio, guiado por el sándalo. A los pies del armario, algo de ceniza de incienso.
De un solo tirón, abrió la puerta de corredera del armario, y musitó Lumos con su varita. Y dando un grito se echó atrás, dejando caer la varita que se apagó.
Un niño muerto, estrangulado, su cuello roto, sangre a borbotones manchando sus labios, sus ropas desgarradas, sus nalgas llenas de sangre y semen. Violado. Asesinado. Los
ojos abiertos, que alargaba una mano a él...
Bill sintió que se le llenaba la boca de bilis, hasta que alzó la varita, y la volvió a encender, su mano temblorosa.
El armario estaba perfectamente vacío, excepto por un montón de servilletas de tela. Blancas, sin nada más que un poquitín de polvo manchándolas.
Nada.
Bill sintió que sus ojos se dilataban al reconocer en su memoria el pelito rojo, los ojos celestes.
Nathan!
Se llevó la mano a la boca. Y con toda la dignidad que pudo, corrió aterrorizado de regreso a la Torre de Gryffindor, y a la luz, mientras afuera el viento rugía como una risa.
La biblioteca llevaba dos minutos abierta y Bill ya estaba allí de rodillas en el estante de los anuarios viejos, buscando a toda velocidad. Su única pista era el nombre, y sabía que
se tardaría horas. Ni siquiera se había desvestido la noche anterior: y él, siempre correcto y aplicado ahora era un desastre con su pelo rojo suelto cayéndole los hombros como
una nube de hilos enredados, sus ojos enrojecidos, la túnica arrugada y sucia de polvo. La bibliotecaria lo quería mucho, y por eso le aguantó que registrara las listas y luego
arrojara los anuarios al lado, con los dientes apretados, subiéndose los lentes que le resbalaban por el puente de la nariz al traspirar.
Traspiraba frío.
- No vas a almorzar?- Adónde se había ido la mañana? Con la luz oblicua de la biblioteca era difícil decirlo, pero Bill parpadeó al darse cuenta que eran casi las doce.
Hugh allí, con un sandwich atravesado, mirándolo.
- No.- dijo Bill, para seguir registrando otra lista de nombres. Había buscado ya casi cincuenta Nathans y varios Nathaniels por si acaso, pero ni una sola foto coincidía.
- Te perdiste Transfi.-
- Hm.-
- Y Encantamientos.-
- Hm.-
- Te vas a perder Pociones, también? Tú sabes cómo es Snape.-
- Vete, Hugh. - la voz de Bill sonaba casi hostil.- Tengo trabajo.-
- Qué estás haciendo?- Hugh mordió su sandwich con despreocupación, a pesar de que estaba prohibido comer en la biblioteca.
- No te importa.- había un borde amenazante en la voz de Bill. Si en vez de Hugh hubiera sido otra persona se habría dado cuenta que era histeria: pero Hugh, siendo Hugh,
sólo pensó que Bill se había levantado con la pezuña izquierda.
- Ooh, vete a la mierda.- Hugh cogió sus libros y se fue a la apestosa -literalmente- clase Pociones. Bill, entretanto, cerró los ojos.
Nathan, regordete y dulce, hablando.
Jeans bajo la túnica. No podía ser antes de 1960.
Un sweater lanudo. Antes de 1968, los estudiantes de Hogwarths se vestían sólo de negro y blanco.
Qué más, que más... Era un Gryffindor, su túnica estaba bordada en el pecho...
Un trébol mágico en un prendedor diminuto, con una cintita dorada y las letras WQC.
Bill pensaba, pensaba, hasta que vio un libro abandonado sobre una mesa: Quidditch Through The Ages.
World Quidditch Cup.
El trébol de Irlanda.
Bill casi tropezó al correr a la sección de Quidditch. Se maldijo por haber dejado ir a Hugh: forofo del Quidditch como era, seguro que sabría qué año había ganado Irlanda la
Copa Mundial...
Hugh, mientras tanto, se preguntaba qué tan maraco se podía ser, al ver a Oliver y a Belial trabajando en el mismo caldero, casi sin hablarse, pero sonriéndose de un modo que
llegaba a ser empelotante. Los dos le habían añadido a sus uniformes coquetas bufandas de seda, blanca para Belial, verde para Oliver, y Oliver se había atravesado con una
pluma de escribir un moño en lo alto del pelo para que no le cayera en la cara al trabajar. Hugh, que tenía un mar de rizos indomables, no iba a reconocer jamás que ser capaz
de hacer eso lo ponía celoso, ya que si él lo intentaba iba a aparecer una torta con crema pastelera. Y aunque los mantenía cortos, vivía manchándoselos y quemándoselos en
Pociones.
Y odiaba el ramo.
Y odiaba al profe.
Y odiaba pasarse la clase con Oliver y Belial trabajando justo al frente poco menos que abrazados y riéndose de sus desastres, porque los dos cocinaban como ángeles.
- Deja que corte yo la mandrágora. No te vas a cortar, Belial...-
- Esta bien. Pero yo hiervo el aceite de nutria. No quiero que te vayas a quemar...-
* sonrisa *
* sonrisa *
* afectuosa palmada en el hombro *
Snape se vuelve a la pizarra, con su pinta de vampiro hambriento de siempre, y Belial aprovecha para ponerle a Oliver una mechita tras la oreja.
- Ay, por favor.- Hugh estaba medio asqueado y medio fascinado.- La pueden cortar? es repelente.-
Oliver ni siquiera pareció haberlo oído, pero Belial fijó su mirada en Hugh, e inclinándose, le lamió la oreja a Oliver.
Hugh se echó atrás, sin poder desviar la vista. Su caldero se quemaba, pero ni se enteró.
- Si también quieres, podría ser.- susurró Belial despacio. Hugh apartó la vista al fin. Estaba rojo.
Belial se reía.
Cuando sonó la campana y Hugh se apresuraba a vaciar su caldero sucio para lavarlo, sintió, más que vio, entre todos los alumnos apresurándose en salir de la sala helada, a
Oliver a su lado, lavando sus utensilios mientras Belial acababa de ordenar su caro set de materiales. Hugh le echó una mirada lateral, porque los reproches de Bill le habían
llegado. Hubiese querido disculparse, pero no con ese pelma de Belial rondando.
Hugh se puso rojo otra vez.
Oliver estaba inclinado sobre la llave del agua, su boca en la de la gárgola de piedra que escupía agua fresca, su lengua entrando en la de la gárgola para beber más agua. Sus
labios carnosos y suaves eran seda contra la piedra, y cuando se secó la boca con la manga, el pelo desordenado escapándose de la pluma, mechitas húmedas pegadas a la cara,
fijó la vista en la de Hugh.
A Hugh los nudillos se le pusieron blancos.
Un dedo frío siguió su columna. Dio un salto al lado, para ver a Belial, ya solos en el salón, empujar a Oliver contra una mesa, y besarlo largamente, con toda su fuerza. Oliver le
correspondió con brazos largos anudados a su cuello, compartiendo el agua que bebiese, sus cuerpos delgados abrazados.
Hugh estaba boquiabierto, pero seguía mirando. Sintió un impulso de algo parecido al horror al ver a Belial moviendo suavemente sus caderas contra las de Oliver, sus manos
pálidas bajando a para definir la espalda recta y la curva suave abajo en la túnica negra del chico con ascendencia hindú en un suave caricia.
Hugh hizo un sonido en el fondo de su garganta. Y Belial se volvió en los brazos de Oliver, y lo encaró, con ojos de serpiente y de diamante.
- Mitchell...- dijo, con voz ronca y sibilante.- Es eso una varita, o te gusta vernos, hijo de perra?-
Hugh enrojeció hasta el pelo, y se volvió para huir, el corazón golpeándole. Pero Belial avanzó, le dio alcance, lo lanzó contra la pared y pegó su boca a la suya, sus manos
haciendo pequeños infiernos estallar, una dureza pegada a la de Hugh empujando, buscando, una lengua metiéndosele hasta la garganta. Trató de pelear, maldijoa Bill porque
nunca se hubieran atrevido con él allí: pero estaba solo, y a cada movimiento de la pelvis de Belial sus fuerzas se hacían agua. Esa lengua jugó con la suya, y la llevó a una boca
ajena, mientras Hugh gemía sin voz.
Y allí, le clavaron los dientes. Hugh chilló, y se apartó, sangre en su boca.
Belial no se reía esta vez, los labios rojos.
- Esta noche, en la sala de esgrima.- dijo con voz dura y tranquila.- Elige tu arma, bastardo.-
Un segundo de silencio en las sombras, excepto por el agua corriendo. Oliver, muy tranquilo, de brazos cruzados, la bufanda verde casi ocultando una sonrisa felina.
Hugh huyó.
Lo odio.
Lo odio.
Dios, cómo lo deseo.
CAPÍTULO OCHO.
THE ADDICTION
You come on like a drug -I just can't get enough -
I'm like an addict coming at you for a little more
and there's so much at stake- I can't afford to waste -
I've never needed anybody like this before
Por una vez, Hugh no le dijo ni una palabra a Bill sobre lo que sucedía. Desde que eran niños - eran primos lejanos, pero la madre soltera de Hugh, que era Auror, solía dejar
a Hugh en casa de los Weasley con mucha frecuencia, y Molly Weasley, la madre de Bill, que tenía siete hijos y hubiera tenido catorce si su útero y la economía aguantase para
como para vaciar todo el amor maternal de su corazón. Hugh había sido acogido como otro hermano más, y aunque más cercano en temperamento a los menores y al mayor,
Charley, se había apegado extrañamente a los dos más serios, Percy y William. Bill, que era su edad, lo había sacado de líos desde que aprendieron a caminar y Hugh se escapó
con la escoba voladora de su madre. Desde entonces, Hugh le contaba todo, incluso los más mínimos pensamientos que cruzara su mente, lo que a pesar de las apariencias,
eran bastantes.
Pero esta vez, no dijo nada. Se fue a Hufflepuff, su casa, actuó como un Head Boy modelo mandando a todos a acostarse, y se quedó un minuto mirando sobre la chimenea el
escudo de su casa, mientras sacaba una espada del rack donde se guardaban para los que hacían esgrima.
Él había tomado dos clases de duelo y se había pajeado el resto, porque su madre lo obligaba.
En el escudo de la casa, el orgulloso hurón, dulce y tierno y leal se empinaba sobre la cresta dorada contra fondo negro que simbolizaba un ocho con uno de los círculos en
forma de corazón.
Amor sin fin ni principio.
Siempre hemos sido las presas de la serpiente y del águila, protegidas por el león.
Hugh oprimió la espada en su mano. La serpiente, siempre malvada y fascinante.
Me las pagarás, Malfoy. Tú, y todos los de tu clase, que juegan con artes oscuras y con sus sonrisas enloquecedoras hasta que nos destruyen.
Me las pagarás, y te miraré desde mi altura, y me reiré de ti, por una vez.
La luz de la luna iluminaba la sala de esgrima, aunque nubes negras prometían tormenta. Hugh entró, sin encender ninguna luz. Parecía sola y desierta, y vagó un poco, hasta
que de pronto se detuvo, la boca seca.
Belial estaba quieto su túnica negra sólo mostrando una línea recta blanca al reflejársele la luna, una sonrisa, su cara blanca en las sombras, sonriendo, medio envuelto en un
tapiz negro.
Hugh tragó.
El piso de mármol brillante parecía agua.
Belial, despacio, dejó su posición contra el tapiz, y caminó hacia Hugh, cada paso calculado, en un sedoso fluir. La espada colgaba de su mano como una extensión de su brazo,
brillando a la luz de la luna. Y se lamió los labios rojos en su cara pálida, sus ojos como dos puntas de cuchillo plateadas.
Hugh separó los pies, alzó su espada y se preparó, los rizos cubriéndole los ojos como a un joven león. A pesar de la luz de la luna, las sombras eran indistintas, azuladas, y el
cielo afuera era tan espeso que sólo se podían distinguir tres o cuatro tipos de negro.
Los dos se miraron un momento. Eran parecidos, y a la vez muy diferentes.
Hugh comenzó a moverse, incapaz de soportar esa espera quieta y estatuaria. Empezó a rondarlo como lo haría un león o una fiera: pero Belial se quedó de pie allí, y muy
despacio se abrió la túnica con la mano libre, la dejó caer a sus pies, y se abrió la camisa un poco, meciéndose como si estuviera solo, como si oyese una canción para sí sólo.
Hugh lo rodeó, sorprendido a que Belial ni siquiera se molestase en seguirlo con la mirada: pero Belial de pronto inclinó la cabeza para mirarlo, y lo siguió con los ojos,
entornados y viperinos. Eran fascinantes, y Hugh se mordió los labios, sintiendo un tirón en su estómago. Y saltó, la espada en alto, furioso, deseando destazarlo con una rabia
súbita. Belial lo paró, giró y se echó atrás con simple destreza, esquivándolo antes de que lo tocara, los golpes de Hugh perdiéndose en el vacío y frustrándolo.
Belial sonreía de pronto, manteniéndose fuera de su alcance, misterioso y enfurecedor: y Hugh lo seguía, a cada momento más furioso, más fuera de control, con los ojos
ardiendo. Pero Belial no se dejaba atrapar, y seguía sonriendo, moviéndose con tal destreza, que apenas necesitaba mirarlo. Hugh se detuvo a cobrar aliento, sin poder creerlo,
humillado hasta el límite de estar sin respiración mientras Belial parecía fresco como una rosa, sus rizos mojados de traspiración. Y entonces atacó Belial, con fríos, matemáticos
golpes, arrinconándolo, con tanto vigor como si súbitamente se sintiera homicida. Su sonrisa era feral ahora.
Hugh paró y peleó como un tigre. Pero contra esa fría habilidad nada importaba. Belial era tan helado y certero como la cirugía, y cuando sus espadas se encontraron hasta la
empuñadura, Hugh lo miró a los ojos y se asustó. No sólo de la frialdad insana en los ojos de plata, no sólo de la violencia y el deseo en sus profundidades, sino que de la
violencia con que su cuerpo reaccionaba a esa sola mirada.
Súbitamente, su cuerpo gritaba por Belial Malfoy. Y aunque se repetía lo mucho que lo odiaba, aunque su mente estuviera llena de repulsión, su cuerpo no parecía tener
problemas. Era como si lo hubiese drogado. Todo él latía, sensible... hambriento...
Tal vez lo había drogado. El extraño sabor de su beso...
... y Hugh quería más. Lo necesitaba...
Belial lo acometió con fuerza, y Hugh cayó de espaldas en el piso de piedra, frío y liso. La luna le daba en los ojos.
Hugh no daba crédito a sus ojos, cuando Belial dejó caer su espada, pateó la suya fuera de su mano, y se sentó en su pecho, las rodillas inmovilizándole los brazos.
- Así es como más me gustas, Weasley.- dijo Belial con su voz lenta e insolente. Sin embargo, a pesar de toda su calma, había una llama en sus ojos, un destello tan brillante que
daba miedo mirarlo. Y sus labios estaban húmedos y rojos, mientras se los mordía con lentitud.- Callado...-
Su mano le tocó el pecho, despacio. Hugh tembló entero.
-... jadeante, y medio muerto de miedo.- suspiró.- Cómo se te ocurrió meterte conmigo, huroncito? Peor aún, cómo se te ocurrió meterte con Oliver?-
- Belial...- su voz sonaba rara. Qué momento para que el asma eligiera decir hola.
Es primera vez que lo llamo así.
- Di tus oraciones, huroncito.- siseó Belial, sus ojos grandes llenando la visión de Hugh de llamas de plata. Hugh casi se atoró al sentir la lengua de Belial de vuelta en su boca,
acariciando y probando hasta que sintió sus papilas enloquecidas por la electricidad, temblando y sacudiéndose. Pero Belial, delgado y fino lo mantenía bien sujeto, pegado al
mármol del piso, y cuando empezó a mecerse sobre él, Hugh creyó que iba a morirse por la lentitud que ponía en su ardorosa presión.
Hijo de perra.
Un beso como ese y el mundo debería ser suyo.
Y sigo ardiendo y sigo duro como acero y no me importa en absoluto si se da cuenta o no.
Hugh quería suplicar, y no tenía idea qué podía pedir.
Y lo más aterrador era que tanto como lo deseaba, odiaba cada segundo, aunque sus nervios gritaran. Y sabía que Belial lo sabía, y eso los excitaba aún más.
Qué opción tenía Hugh? Tratar de sacarse a Belial de encima, aunque le temblaran las manos, o dejarse llevar en la emoción más poderosa que había conocido?
Abajo, abajo fueron sus manos, Hugh brusco, arañando y aferrando y tironeando torpemente la ropa de Belial y Belial, con un solo movimiento, una caricia tan calmada que era
casi un insulto, le abrió la camisa de un tirón.
Belial llenando su boca sin detener jamás ese beso . Belial buscando, buscando, y de pronto sus manos en su abdomen, y más abajo, y sus manos en la piedra que se había
transfigurado en carne entre las piernas de Hugh, que lo atrapó, y apretó.
Y algo cedió dentro de Hugh, que dio un grito sin inhibiciones, incapaz de contenerse, su cuerpo tenso como un arco, su boca abierta y los ojos cerrados. Algo cedió en su
interior, y de pronto estaba gritando en triunfo y agonía y vergüenza.
Y Belial rió.
Calor húmedo empapando los pantalones de Hugh, la tela oscurecida. Avergonzado. Muerto de vergüenza. Qué manera de empezar,... imbécil. Imbécil.
Y Belial seguía riéndose.
Hugh sintió que le ardían las mejillas como sangre, y de pronto, su cuerpo fláccido allí en el piso mientras Belial se levantaba con cuidado de no mancharse, quería * llorar *
Quería morirse de vergüenza.
Belial, perfecto e impecable a la luz de la luna, mirándolo con los brazos cruzados y su sonrisa Malfoy, mirándolo con su camisa abierta, su pecho traspirado, sus pantalones
sucios de semen.
Mortificación.
Estúpido, estúpido, estúpido.
- Párate, idiota. Seguro que ése no fue tu primer orgasmo, supongo?-
Hugh se sentó, tratando de que Belial no viese sus ojos mojados de humillación. Quería matarlo. Pero no tenía fuerza para alzar un espagueti, menos la espada.
Y de pronto, un filo en su cuello.
- Yo gano.- Belial, tan perfecto, de pie como la estatua de un dios joven, la espada en su mano en un ángulo perfecto, mordiéndole el cuello.- Y si vuelves siquiera a rozar a
Oliver, te mataré.-
Se fue, como una estatua de hielo y acero y negro. Y Hugh allí, apoyó la frente en sus rodillas, y lloró de rabia.
Lloró casi hasta que amaneció, sus pantalones secándose, poniéndose ásperos.
Pasitos.
Un susurro.
Hugh alzó la vista, y en el gris del amanecer de invierno, vio un niño pelirrojo que lo miraba de pie donde había estado Belial.
- Yo pasé por lo mismo.- dijo con voz que no sonaba natural. Oscura, y reverberante.
Y ante la mirada de Hugh, sonrió con labios pálidos, y se desvaneció.
Hugh corrió hasta su cuarto, cerró la puerta, corrió a su baño privado, se echó encima, vestido, agua hirviendo, y lloró, la histeria haciéndolo casi gritar.
Lo amo y lo odio y lo amo...
Malfoy Malfoy Malfoy Malfoy Malfoy Malfoy Malfoy Malfoy Malfoy Malfoy Malfoy Malfoy
Amor Odio Amor Odio Amor Odio Amor Odio Amor Odio Amor Odio Amor Odio
Hugh se golpeó la cabeza contra las baldosas hasta que sangró.
El diecisiete de noviembre murió un niño de Gryffindor, Bill tomándole la mano mientras se convulsionaba. Médicos de todas partes vinieron, e investigaron, y buscaron, hasta no
hallar nada.
Y Snape los miraba con su mirada negra imposible de descifrar.
Bill lloró, y fue a encerrarse a la biblioteca, donde había abandonado su frenética búsqueda para ir al lado del niño agonizante.
Y allí, entre las pilas descartadas de su búsqueda halló a Hugh, sentado a una silla, profundamente dormido con un chichón en la frente y la cara pálida. Estaba dormido sobre
uno de los últimos anuarios que le faltaba por revisar, relativamente reciente.
Y abierta en la mitad, una foto grupal de alumnos de Gryffindor. Bill la miró y ahogó un grito que despertó a Hugh, que tenía los ojos rojos como cerezas.
Allí, sonriendo y saludando. Nathan Leary. Quince años.
Hugh se puso de pie, y la silla golpeó contra el piso como un martillo. Tenía los ojos dilatados.
Bill avanzó con largas zancadas de sus largas piernas, y llegó al rincón donde Stephen White, el Head Boy de Ravenclaw, se sentaba a leer Corazones Atrapados.
- White!- gritó, y todas las caras se volvieron a él, instantáneamente del lado de Bill, mientras Bill le tiraba Corazones Atrapados sobre la mesa y le metía bajo la nariz el anuario.
- Tú sabes algo de esto, no?! Te ví la otra noche usando sándalo para invocaciones? Qué demonios está pasando? Quién es ese niño?-
Stephen siempre tan calmado, le echó una mirada oscurecida, y burlona, y de un tirón, abrió otra página. La de graduados.
- Mejor le preguntas a ellos. - dijo con disciplencia, volviendo a su lectura.- Son más de la época.-
- Qué?...-
Severus Snape
Lucius Malfoy
Stefan Wilkes
Octavius Lestrangue.
- El padre de Oliver...Y el de Belial!- barbotó Hugh.
- El profesor Snape? No me sorprende que los mime...- Bill, los ojos entrecerrados. - Stephen, qué pasó con Nathan Leary?-
- Averígualo tú solito, Weasley, yo tengo trabajo.- Stephen sonreía, los lentes relucientes.- Pero te voy a dar una pista. Nathan se suicidó ese año. Se colgó.-
Bill se cubrió la boca. Hugh, en cambio cerró los ojos.
- Malfoy.-
Pride can stand a thousand trials,
Lucius, impecablemente envuelto en su capa negra, subió los escalones de piedra de Azkaban con pasos lentos y dignos. Su orgullosa cabeza no se inclinaba aún bajo el viento,
la mugre, el dolor que lo rodeaba: sólo ojos clínicos, y serenos.
Llenos de dolor callado y orgulloso. El águila cautiva.
Azkaban, piedra húmeda empapada en agonía y locura. Y tras una reja, custodiado día y noche por los enloquecedores Dementores, rodeado de monstruos, Octavius.
The strong will never fall.
Tú allí, mi amor, tras esa reja oxidada, abrazando tus rodillas como si pensaras que éramos nosotros.
Te recuerdo cantando villancicos.
Te recuerdo riendo.
Este esqueleto de ojos enormes y descoloridos no eres tú, mi amor. Este esqueleto rapado con las uñas en carne viva no eres tú. No eres, porque si pienso lo contrario
enloqueceré y gritaré y gritaré y tendrán que encerrarme contigo.
Tienes que ayudarme. No pueden traer a Severus aquí. Mientras me quede un soplo de vida, no.
Nuestro Severus, Djeri.
Djeri, dame fuerzas.
But watching stars without you, my soul cries.
El guardia humano se fue, incapaz de soportar a los Dementores cerca. Pero Lucius sonreía levemente en desprecio, porque había lanzado sobre sí mismo un viejo conjuro para
protegerse. No el puro y bello Expecto patronum: no, el Dementia, ese oscuro, perverso hechizo que te convertía en un Dementor por un rato, y tenía el plus de convencer a los
monstruos de que eras uno de ellos.
Lo soy.
Soy un monstruo.
Djeri, Stefan, es casi bueno que no estén para ver lo que soy ahora.
Lucius sonreía con desprecio, y le corrían las lágrimas en horrible contradicción.
Heaving heart, it's full of pain.
Octavius era piel y huesos, blanco donde su amado sol no lo había tocado en casi doce años. Su pelo había sido rapado o se había caído de terror: Lucius lo ignoraba, su
cabecita pequeña una vez desnuda del espléndido velo de caramelo que siempre lo había seguido como la cola de un felino. Enormes ojeras negras, sus ojos hundidos. Los
labios como dos surcos en arcilla.
Sus ojos que habían sido de oro, ahora amarillos como la bilis.
Manecitas que lo habían acariciado y habían cuidado plantitas y habían cosido puntadas de sus túnicas con los dedos como costras sanguinolentas.
Y gemía.
Lucius creyó que le iban a fallar las piernas.
Stefan, podrás perdonarnos esto? Qué hicimos, sin ti?
Oh, oh, the aching.
Un gemido.
- Lucius...- una garganta que sonaba como uñas rotas. Ojos en los suyos, atravesándolo
Una mano ensangrentada, en el aire...
Lucius no pudo soportarlo. Abrió la puerta con una poderosa maldición, y se arrojó de rodillas junto a Djeri, llorando con hipidos, meciéndolo en sus brazos.
- Djeri... mi amor... mi amor... qué hemos hecho...-
- Lucius...- voz rota, perdida.
- Sí, mi amor... soy yo... todo irá bien. Todo irá bien. Nadie te lastimará otra vez...- besos en piel seca, agrietada, en la cabeza tan frágil.- Te amo... te amo...-
Cause I'm kissing you. oh.
I'm kissing you, oh.
Besos húmedos en labios que no recordaban como besar. Brazos como pajillas secas y frágiles envolviéndolos. Y silencio, y agonía, y el profundo abismo de la locura que
siempre seguía a Lucius, abriéndose como una boca a sus pies.
- Djeri, mi amor... Severus... alguien usa la poción... recuerdas la poción?-
-... po...ción...- Un jadeo. Lucius, llorando.
Touch me deep, pure and true.
- Lucius...-
Lucius echado allí en el piso duro, sintiendo cómo el dolor detener a Djeri así en sus brazos arrancaba la costra que tener a Nathan así en sus brazos hacía casi veinte años le
había hecho. Un cuchillo en su interior.
Buscando si el verdadero Lucius aún vivía y podía sufrir allá adentro.
Severus, Stefan, Djeri: amargura y dolor y tortura.
Amor, o agonía: no podía definir el sentimiento.
Pero verdadero.
Puro.
Amor, al fin, bajo todo el dolor y la rabia y el odio...
Give to me forever.
Lucius volvió a la cordura como si cerrara una puerta. Locura y dolor afuera: y se controló con manos de hierro, aunque sentía como dentro su cordura reconstruida y unida con
hielo en tantos años se trizaba otra vez...
- Djeri, te sacaremos... mi amor, te lo juro... sabes quién puede estar haciendo eso? Si sigue así, atraparán a Severus... Djeri, ayúdame? Quién tiene la poción? Te
acuerdas...?-
Los ojos muy abiertos, que no lo miraban.
-... Lucius... es Mordaunt...-
Y Octavius gritó con una garganta ya encallecida, que podía gritar por horas, hasta que vinieron los guardias.
Cause I'm kissing you, oh.
I'm kissing you.
Miles de explicaciones. Dinero. Intimidación. Un viaje ciego en la noche, y finalmente de pie en la oficina de Snape, mirando a sus ojos negros, y el comienzo de un grito.
- Qué te dijo?-
- Nada. -
- Está...?- la voz de Severus se agudizó, y calló.
Un gemido.
Lucius, quebrándose como algo frágil, allí frente al fuego.
Where are you now?
Where are you now?
Lucius se desplomó en los brazos de Severus, llorando, incoherente, gimiendo el nombre de Octavius, el de Stefan. Y Severus lo acunó, lo acunó, y mojó su pelo con sus
propias lágrimas, y lo besó.
Cause I'm kissing you.
I'm kissing you, oh.
CAPÍTULO NUEVE
THE NEED
And how can I stand here with you and not be moved by you
Would you tell me how could it be any better than this
Cause you're all I want, you're all I need
You're everything, everything
- Profesor Snape?-
Severus se sobresaltó. Agotados de llorar, y ayudados por una generosa ración de brandy, Lucius y él se habían quedado dormidos en sus sillones frente al fuego, mientras en el lecho de Severus Oliver y Belial dormían bajo tensa vigilancia. Pero ahora el sol estaba relativamente alto, y mientras Severus entornaba los ojos, apenas despierto, mirando a Lucius dormir con la cabeza torcida sobre el brazo de su sillón, su pelo despeinado haciéndolo verse como un ángel envejecido, Belial, vestido de verde y negro, lo miraba con ojos límpidos, y claramente preguntones. Oliver a su lado estaba vestido también, la túnica verde y plateada haciéndolo aún más delgado.
- Qué haces levantado, Belial? Y Tú, Oliver, lo dejas?!-
- Tenemos un partido de Quidditch hoy, se acuerda?- dijo Belial con un mohín de humor, echándole una mirada confusa a su padre dormido.- Qué hace mi padre aquí?-
- Vino a verte, no es obvio?- respondió Severus, ásperamente.
La cara de Belial era un poema de sí, seguro.
- No creo que deban jugar. Aún están débiles.-
Ahora Belial expresaba un cortés Páreme. Dele.
Oliver, por supuesto, aguardaba tranquilo, la cara en blanco, un poco ladeada.- No pueden ganar sin nosotros.- dijo con mucha soltura.
Severus sabía que era cierto, pero por importante que fuera el Quidditch, había cosas mucho más importantes.
- Así me gustan los hombres. Vayan y ganen. Si pierdes, Belial, te dejo sin mesada.- Lucius, adormilado, les sonreía. Tenía los ojos como dos frutillas.
Los dos asintieron, y ya en uniforme partieron a buscar sus escobas. Snape volvió la mirada a Lucius con la palabra exasperación pintada en la cara.
- Te agradecería que no te metas en mi trabajo y me dejes a mí educarlos, que para eso me pagan.-
- Me gusta que Belial tenga cocos. Tú los vas a convertir en mariquitas.-
- Tiene gracia que tú digas eso.-
Lucius miró al techo, los ojos secos, pero tan hinchados que la plata de sus pupilas se veía acuosa.- Siento lo de anoche.-
- No me refería a eso, Lucius.- Severus habló con voz más suave, y hizo un gesto para palmear su mano, pero luego se quedó quieto, como si hubiera olvidado cómo se consolaba.- Yo no hubiera tenido el valor de ir. Yo...- un suspiro, y los dos se miraron y sonrieron tristemente, y a Lucius una lágrima como una perla le resbaló por la mejilla hundida.
- Ya sabes lo que dicen. A las cucarachas les gustan las cucarachas.- Lucius sonrió, secándose la cara, tratando de recuperar su dignidad.
Quién podría amarnos como lo hacemos nosotros? Quién más entendería nuestra agonía? Quién puede amar a un monstruo, sino quien lo creó?
A pesar de las muertes, o tal vez precisamente por eso, el ambiente al partido de Hufflepuff vs Slytherin era efervescente y volátil. Hugh, como capitán de su selección, vestido con los pantalones de montar blancos muy ajustados, los rizos libres, el sweater amarillo canario con una banda negra, las botas blancas y la luminosa túnica de seda amarilla con borlas negras y MITCHELL HUFFLEPUFF SEEKER escrito en la espalda arengaba a los suyos, dos chicas y cuatro chicos que asentían nerviosos. Y Severus, con una escarapela verde que era su único símbolo de apoyo a su equipo tomó asiento en las gradas, con Lucius al lado.
- Si esto no me anima, nada lo hará.- dijo Lucius, calándose sus gafas verdes junto con la bufanda de Slytherin que había tomado del armario de Snape observó al equipo de Quidditch de Slytherin entrar al campo caminando como modelos, sus pasos seguros y tranquilos, un poco de viento en el momento adecuado para ondear sus cabellos, Belial al frente como capitán, su cabello rubio plata algo desordenado el epítome de estilo. Los Slytherin jugaban con pantalones negros, botas altas de cuero negro, las escobas con un anillo de plata y verde donde se leían sus posiciones, y las largas túnicas de seda verde bordadas en plata moviéndose en el viento sobre sus sweaters verde esmeralda, hilos de plata entrecruzándose en sus pechos. Belial se apoyó en la escoba, orgulloso e insoportable, con Oliver a su lado, cuyo pelo negro se agitaba en el viento. Snape, con orgullo mal disimulado le señaló los jugadores, al único que sus amigos que jugó Quidditch con ese mismo uniforme a su lado.
Belial daba órdenes, MALFOY SLYTHERIN CHASER I, y Oliver se ataba las botas firmemente sentado en la banca, LESTRANGUE SLYTHERIN SEEKER.
- Oliver es el Seeker. Belial es el Chaser Jefe, con la niña de pelo largo y rubio, Ariadna Avalon... es la hija de Laetitia... y la hija de Lisette, la de los rizos negros, Kirsten Zabini. Los Beaters son Scott Avery y Marcus Flint... los dos chicos morenos... y nuestro Keeper es ese chico alto y negro, Warren Warrington. Te sorprenderán. Belial juega mucho mejor de lo que nunca jugaste.- dijo con tranquila sencillez. Lucius le echó una mirada, y formó un minúsculo mohín.
Cuando el silbato sonó, y catorce borrones se elevaron en el aire en persecución de la pelota roja y la pequeña snitch, a Lucius le brillaron los ojos. El día era blanco y el cielo cargado de nieve era gris, pero a nadie le preocupaba mientras las dos chicas de Slytherin, una muy rubia y la otra de pelo negro se pasaban la pelota una y otra vez evitando a los tres musculosos Chasers de Hufflepuf, Diggory, McKinnon y Bones. Las dos se lanzaron abajo, los tres chicos en veloz persecución, pero Lucius, que conocía esa jugada, vio a Belial cruzarse, girar en ciento ochenta grados con la escoba entre las piernas, apuntar y lanzar de un solo envite la pelota roja contra los aros de los hurones, donde el Keeper de amarillo, Travers, falló, y
CLAANG.
-Oh, siií!- canturreó Lucius, una sonrisa de oreja a oreja, mientras Snape aplaudía lentamente, complacido.- Muy bien!-
- Te dije que era mejor que tú.-
- Córtala, Sevi.-
Sevi le hizo un mohín, mucho más expresivo y perfeccionado que el que hacía a los dieciocho.
Una Bludger pasó rozando a Belial, que se echó atrás en la escoba, y voló en una espiral, la escoba firme entre sus muslos, enredada con sus piernas, los brazos abiertos. Era un águila blanca, mientras se movía y giraba detrás de la Quaffle, pasando con facilidad a sus oponentes, sin jamás dejarse atrapar, sin ninguna vacilación, ni una duda, mientras alzaba las manos y volvía marcar con gracilidad. Las dos chicas marcaban a los jugadores y le despejaban el camino volando como dos pájaros guardianes con alas verdes, rápidas y certeras, y Belial parecía bailar solo con la gran pelota roja que iba a su llamada como una mascota. Las bludgers de plomo negro no parecían asustarlo, aunque pasasen como balas alrededor: y cuando en un momento soltó las piernas para esquivarlas, y colgando cabeza abajo por las rodillas y los tobillos de la escoba en picada lanzó y marcó antes de enderezarse en un solo movimiento diestro y orgulloso, el estadio entero saltó a aplaudir su increíble destreza. Él, contra el cielo blanco, reía, rubio y luminoso. Ganaban: la fortaleza de Hufflepuff no eran ni los Beaters ni los Chasers ni el Keeper, y aunque los Beaters habían logrado obligar a la chica rubia a dejarse vendar por Stephen White una muñeca, ya que él era el principal asistente de la enfermería, y la morena tuviese un moretón con forma de Bludger en la cara, los tres Chaser de verde sonreían, sus túnicas como alas, su pelo revuelto por los giros y la guerra en el aire.
Sin embargo, la fortaleza de Hufflepuff era el Seeker, y Hugh y Oliver, uno grácil y el otro veloz, uno diestro y el otro certero, uno capaz de exigirle a la escoba que hiciera maravillas y el otro de hacerse uno con ella, volaban como gavilanes buscando presa, el resplandor dorado que era la victoria. Y mientras volaban en círculos, unos copos de nieve cayeron, entorpeciendo su visión.
Oliver miraba al campo, sentado de costado en la escoba, un tobillo cruzado asegurando la escoba que le dejase las manos enguantadas. Su melena negra de seda flotaba libre mientras volaba muy quieto. Hugh, montado a horcajadas, tenía los rizos echados atrás por el viento, una mano con un guante sin dedos en la escoba, la otra libre, girando en todas direcciones, ojos verdes inquietos como los de un tigre.
Un zumbido.
Snape y Lucius, cualquiera fuera su autocontrol, se levantaron gritando cuando la snitch pasó rozándolos y subió hacia el cielo como una abeja reina, mucho más cerca de Hugh, dorada y brillante y los dos borrones amarillo y negro, verde y plata volaron detrás mezclándose como dos cintas, hombro con hombro, los brazos extendidos....
En la locura de la carrera, Hugh miró a Oliver a los ojos, y deseó no haberlo hecho.
Odio ira y determinación. Locura y rabia y eso nuevo, que siempre había estado allí, combustible para una hoguera color poder y locura.
Eso que Hugh había sido la chispa iniciadora.
Le dije que estaba loco. Y era cierto.
- Sí, lo estoy.- susurró Oliver, serpiente verde de aterradores ojos negros.
Un manotón, y en medio de velocidad que no les dejaba respirar, la mano de Oliver se cerró sobre la snitch dorada. Oliver alzó la mano, y el estadio gritó, y Lucius y Severus giraron como dos trompos para gritar y abrazarse, y luego recuperar la compostura avergonzados.
A esa distancia, ver a Oliver era ver a Djeri.
Oliver se soltó de la escoba, y con ella en la otra mano se dejó caer con total confianza de que Belial lo atraparía en el aire. Belial hizo una finta, y alcanzó su velocidad para bajarlo a tierra con suavidad. Y allí Oliver agitó su mano, mientras el equipo de Slytherin se le iba encima a felicitarlo con risas felices.
Vuelas como un ángel.
Sonríes cómo un demonio.
Y cuando tus ojos me miran son dos misterios negros que me hacen preguntarme dónde vuela tu corazón.
Quería amor y ahora me doy cuenta que te he querido siempre. Pero tenía que verte odiarme para darme cuenta.
Oliver, lo siento tanto.
Si el amor es esta pena, me pregunto cómo fui tan imbécil como para desearlo.
Bill se echó la bufanda al cuello, y sólo en las gradas, se quedó mirando a Belial y a Oliver celebrando con sus compañeros.
Lucius Malfoy, muy quieto, lo miraba.
Esa tarde Snape y Lucius se quedaron en la sala de Pociones, solos, aún comentando el partido con suaves sonrisas. Severus comenzó a preparar sus materiales, y Lucius lo miró con curiosidad mientras afuera el sol pálido se reflejaba en la nieve que caía, arrancando destellos de colores. Oliver y Belial estaban a salvo en la fiesta que sus compañeros les habían preparado, rodeados de sus compañeros.
- Son más populares y sociables de lo que nunca fuimos nosotros, entonces.-
- Tú eras bastante sociable, que yo recuerde.-
- No, yo era puto. - Lucius, con disciplencia se apoyó en la ventana. Había dejado su capa y su camisa de encajes, y con los pantalones rectos y un sweater gris de Severus parecía de nuevo el jovencito plateado de Slytherin que había sido, fantasma de deseo. Miró por la ventana, y Severus supo que pensaba en Djeri.
- Ven acá.-
Lucius lo miró, preparando una seda negra.
- Qué haces?-
- Un talismán para Belial. Contra Nathan.-
El nombre sonó como una copa rota. Se miraron en silencio, y Lucius se sentó y le alargó el brazo, que Severus desnudó.
Lucius miró a otro lado mientras Severus insertaba una larga jeringa de vidrio, la aguja de metal clavándose profundamente, buscando bajo la piel la vena azulada para penetrarla y sorber la vida palpitando allí. Las yemas de los dedos de Severus tocaron la piel suave, y guiaron la aguja con su gran delicadeza de tacto, moviéndose sin dolor dentro de la carne de Lucius, que respiró hondo.
Severus tomó aire. Lucius se volvió y lo miró a los ojos. La jeringa estaba casi llena, pero Severus se había detenido. Tenía el pelo en la cara, pero Lucius podía ver sus labios entreabiertos, los dientes apretados.
La aguja se movió, y Lucius emitió un suave quejido.
La aguja atravesó su vena, y se retiró, para buscar otra vez bajo la piel, lenta como una serpiente rígida de plata.
- Porqué te metiste con él? Nunca pude entenderlo.- la voz de Snape fue tan baja que Lucius no sabía si se la había imaginado. Sentía la aguja dentro de su carne, la sentía grande aguda, y jadeó cuando Severus se inclinó para quitarle la seda que le ligaba el brazo. Se quedó allí un momento, su boca casi en su oído, y lo oyó respirar rápido.
Lucius sabía porqué de pronto le rugía la sangre en las orejas, porque sus puños se contraían aunque le hacía daño, porqué su sangre había despertado un deseo que creía muerto en dura agonía. Respiró y vio a Severus retirar la aguja lentamente, abandonando su carne.
Y me deja.
Llévate mi sangre.
Un segundo. Una gota de sangre en el punto donde la aguja había salido. Y Severus, un poco de algodón en su mano, se inclinó a limpiarla.
Lucius cerró los ojos, la luz del día de invierno cegadora, tratando de calmarse.
Algo húmedo y caliente lo tocó y se fue. Cuando miró, Severus oprimía el algodón con un líquido que escocía a su brazo y le daba la espalda para empezar la poción talismánica.
Lucius se estremeció.
Como una niebla poderosa, el deseo lo envolvía.
Y silencio, sólo roto por el caldero hirviendo al fuego.
Y su sangre en mi lengua que sabe a oscuridad.
Oliver se adelantó con los demás para dejar su snitch en la pecera de cristal donde las guardaban en la sala de trofeos, mientras Belial se bañaba en los vestidores de Slytherin junto al campo de Quidditch, siempre el último, presumido y sibarita en cuanto a su pelo.
Pasos.
Muy lentamente, Belial cerró el grifo de agua caliente y se quedó allí de pie, desnudo contra las baldosas verdes y blancas,
Hugh. Aún en su traje de Quidditch, traspirado y cansado, sólo sin la túnica. sus rizos, mojándose en el vapor. Sus ojos se abrieron al verlo allí desnudo, y luego se entrecerraron.
- Se te perdió algo, Mitchell?- Belial se puso las manos en la cintura, sin hacer un gesto para ocultarse o cubrirse. Hugh lo miraba, de pie, sin moverse.- Algo así como tu dignidad?-
- Hijo de perra.-
- Eso ya lo dijiste. Tienes que ampliar tu vocabulario. y además, eso te queda mucho mejor a tí que a mí.-
Hugh acusó el golpe, su cuerpo entero traicionando visiblemente cómo ese dardo le dolía. Eres tan predecible, Mitchell, huroncito estúpido, pensó Belial con su más malvada sonrisa, allí desnudo y goteando, su pelo platinado oscurecido a la ceniza por el agua. y sus ojos se encontraron, Belial con una cadera ala lado, los brazos cruzados. Estaba desnudo, vulnerable, y mojado, y Hugh estaba allí en su duro, áspero uniforme, y aún así era Belial quien tenía total control de la situación.
Hugh le devolvió la mirada y era claro que deseaba tocarlo como nada en el mundo, mientras Belial se echaba una toalla al cuello y se secaba los oídos para luego con movimientos lentos y tranquilos se la sujetaba a las estrechas caderas. Se echó el pelo atrás con un gesto, y dejó la zona de duchas, caminando como si alguien fuera darle puntos por eso.
- Te odio.- Hugh, temblando de ira. Voz ronca y luego aguda y ronca otra vez, pero no era ridículo. Era tristísimo.
- Me da gusto que haya funcionado.- Belial se secó sus pies bien formados con una segunda toallita, inclinado sobre el banco de madera donde había dejado su bolsito. El vapor era un velo en el aire.
- Seguro.- el veneno en la voz de Hugh era tanto que Belial casi se sorprendió: no creía a Hugh capaz de eso. Pensaba que Hugh era todo llama, y luego ceniza: pero al parecer era capaz de retener su ira. Bonito. Novedad. Belial lo miró, su sonrisa superior en sus labios finos. Si Hugh supiera que Belial podía ver claramente cómo tenía el labio superior húmedo, las manos apretadas, y algo como un bate de Beater tensando los ajustados pantalones blancos de su uniforme.
Me odia y me desea y me teme. Belial se secó el pelo. Cuando hago las cosas, las hago bien.
- Escúchame, Malfoy. Si vuelves a tocarme...-
- Volverás a manchar tus pantalones?- Belial se puso con manos diestras sus ajustados boxers blancos, y se secó los brazos.
Hugh se volvió carmesí, y casi dejó escapar un gruñido. Y luego dio un paso, e invadió el espacio personal de Belial, que ni siquiera parpadeó. Ni siquiera trató de dar un paso tras, el bastardo. Y Hugh, con el odio y el deseo como dos serpientes anudadas mordiéndole el estómago, se lanzó. Cerca, y más cerca, y oh Dios, el olor de Belial como una droga.
Sus labios casi en los suyos.
- No supliques, Mitchell. Antes de que empieces, no.-
Hugh se echó atrás, los dientes apretados, los ojos de esa extraña mezcla verdosa con un brillo plateado y duro. Metió las manos en los bolsillos de la túnica, los músculos de su cuello trabajando. Belial no se movió, enloquecedoramente quieto y delicado contra las duras baldosas. Luego, se echó encima con calma su suave camisa blanca y los pantalones grises que tenía ahí encima, prolijamente doblados por Oliver.
Y lo que flotaba allí ya no era deseo ni odio, sino una ira creciente como un tumor maligno.
Y triste.
Y la ira de Hugh estalló, y volviéndose agarró a Belial por el cuello de su camisa recién puesta y planchada.
- Pero quién mierda te crees que eres?!- gritó, sus rizos agitándose como una melena de león, sus ojos muy abiertos, llenos de vergüenza, de dolor, y de agonía. - Crees que puedes jugar así, y luego echarme? Crees que puedes besar a alguien como ayer me besaste y hacerme...- su voz bajó, y lo sacudió, sus dientes apretados.- No sentiste nada anoche? Nada?!-
Belial lo miró con una ceja levantada. pero había algo tras los caídos párpados, plateado, oculto...
- Tú y Oliver se...-
- Te dije que nunca volvieras a mencionar su nombre.- Belial se soltó de un empujón.
- Qué pasa? el maraco no se puede defender sólo? O lo dejas muy agotado de tanto metérselo? Tienen un trato al respecto?- Hugh casi escupía de ira, su voz reverberando en las baldosas de los vestidores vacíos. Pero Belial ya no estaba tranquilo: también temblaba de ira.
- Eso NO es tu asunto, bastardo - siseó. Hugh supo que a ciegas, había dado justo en el blanco.
- Casi me violaste ayer. Eso lo hizo asunto mío, Malfoy.-
- No, tú te mojaste solo. Lo que yo haga es asunto mío.-
- Maldito infeliz...-
- Ya terminé contigo, Mitchell. Ahora, lárgate.-
Hugh lo miró intensamente, y se acercó otra vez, sus manos flexionándose como si quisiera cerrarlas alrededor del cuello de Belial, y de su tono majestuoso.
- Por años, me has rondado. Has hecho todo lo necesario para que me fijara en ti. No me digas que no lo sentías cada vez que nos puteábamos. Nos faltaba besarnos, y te encargaste de eso. Y creo que me merezco una explicación, mierda.-
- Quieres una? Muy bien. Soy un Malfoy, un Slytherin lord. Tú eres un piojento ilegítimo Puffie. Y tengo a alguien miles de veces mejor, que no moja sus pantalones.-
Hugh se estremeció como ante un golpe físico, y lo miró con ojos que traicionaban dolor. Pero el dolor pasó, volvió la ira, y Hugh se le arrojó encima. Y ardiente y violento y asfixiante se besaron con las bocas abiertas, contra las baldosas, sintiendo cómo sus pieles se encendían en llamas, arrancándose la ropa mientras los dos desenchufaban sus cerebros sabiendo que nunca nada volvería a ser igual.
Gemidos que eran casi gritos, Hugh echándose las piernas de Belial al cuello, mientras Belial le comía la boca con los brazos como acero alrededor de su cabeza. Medio arrodillados, medio echados en la base de la pared, sus manos vagando en hambre dejando marcas rojas, los dos temblando violentamente. Y Belial gritó, porque donde Oliver era crema maravillosa Hugh era hielo duro y caliente y cortante en sus nervios, intenso y doloroso, y no dulce y maravilloso. Los dos empujaban sus caderas juntas con toda la fuerza que eran capaces, arañándose, frotándose sin ninguna consideración por el bienestar del otro, usando, lastimando casi sin aliento, seguros de que se iban a morir. Belial se azotó contra él, y Hugh gritó con todas sus fuerzas, mientras Belial lo poseía, ojos cerrados, los dos enfebrecidos, hasta que Hugh se arrancó esa daga del cuerpo, lo echó de espaldas y lo poseyó a su vez, con hambre que hizo que le rugieran los oídos tanto que no oía sus propios gritos. Todo era carne temblorosa y enrojecida y sudor, y gritos como un sueño húmedo. Otra vez. Y otra. Y al fin Hugh gritó y empapó a Belial, que a su vez lo echó al piso y estalló dentro de él, gritando sin ilación, un largo grito que acabó agudo y tembloroso.
Cuando Hugh abrió los ojos, la ducha corría sola. Las ropas de Belial no estaban, tampoco él. Sólo su humedad secándosele en el cuerpo, y Hugh recogió sus rodillas llenas de moretones y lloró, hasta que sintió pasos bajando la escalera, y se halló mirando a los ojos de Bill, horrorizados.
CAPÍTULO DIEZ
THE PRAISE
We had a long long way together
Through the hard times and the good
I have to celebrate you babe
I have to praise you like I should.
Gracias a Dios por el entrenamiento en pociones, pensó Belial, los ojos abiertos, mirando dormir a Oliver, que estaba un poquitín ebrio de champaña. La fiesta había sido larga y apoteósica, y a habían bailado el Fatboy Slim's Praise You juntos, suaves y sensuales y risueños, moviéndose juntos, perfectamente en ritmo mientras el nido celebraba el ganar la copa por Séptima vez consecutiva. No acabaron hasta las tres de la mañana, y se fueron a acostar agotados. Oliver se durmió en segundos, y Belial se metió a su propia cama que no usaba nunca, ligeramente húmeda y fría por el abandono, apoyó la cabeza en la almohada, y se quedó mirando a Oliver, mirándolo, mirándolo, con ojos grandes y doloridos.
Remordimientos.
Se había bañado con una rabia tan grande que casi se sacó piel. El cazador cazado. Se jabonó, y se hirvió una poción a base de oliva negra que borró sus moretones y arañazos en una hora, que se aplicó cuidadosamente, cuidadosamente, dos veces, en especial en sus labios hinchados, y *allí*. Dolía. Dolía. Se había guardado siete años para Oliver, y todo perdido por un momento de…
Oh, no era inocente. No sólo se había leído cada libro existente sobre el tema. Había usado su dinero para ver y experimentar. Pero se había guardado para él. Y ahora, Mitchell…
Belial estrelló su cabeza contra las baldosas de su baño antes de cepillarse el pelo y bajar a su fiesta de la victoria.
Cómo se estará riendo Hugh.
Y ahora insomne miraba a Oliver dormir con sus ojos almendrados cerrados, respirando dulcemente. No compartían cama esa noche. Belial no se atrevía.
Ya no te merezco.
Toda nuestra inocencia, el abrazarte con brazos que eran sólo tuyos, perdido. Perdido. Lo arruiné, mis mañanas de abrir los ojos contigo aún soñando. Y ahora que nuestro amor nacía. Y había esperado tanto.
Belial cerró los ojos, oyendo a Oliver respirar, y mientras su amor se le salía en lágrimas dio gracias a quien fuera que había hecho a Oliver. Y lo amó, por ser su mejor amigo, sus sueños, lo mejor de sí mismo.
Si te expreso cuánto te amo, podrás perdonarme?
- Listo.- Severus levantó el cristal que había hervido seis horas justas, antes incoloro, ahora de un brillante amatista tras pasar por la poción. Lo alzó a la luz tranquilo, y dejándole caer una gota de oro derretido en la punta, hábilmente lo ligó a una cadena de delgada y fuerte. Cuando al fin alzó la vista vio a Lucius allí, con su capa de viaje, de nuevo vestido de terciopelo, encaje y cuero.
- Funcionará?- preguntó Lucius sin mirarlo.
- Sin duda. Nathan nunca quiso hacerte daño. Tu sangre con algunos Abjuratio debería bastar para mantenerlos a salvo de él.
- Bien.- Lucius se echó el pelo atrás en un gesto muy parecido a Belial, y le sonrió vagamente.- Me voy.-
- Vas a…-
- Sí. Averiguaré quién está usando la poción. Tengo otros contactos.-
Un silencio.
- Gracias.-
- De nada.-
Otro silencio. Afuera, la nieve se había vuelto tormenta nocturna.
Los dos se miraron, y se dieron cuenta al mismo tiempo de que no estaban acostumbrados a despedirse.
Lucius salió, su capa de terciopelo revoloteando majestuosa. Y Severus sonrió, lleno de humor negro.
Qué poco hemos cambiado.
Lucius, ten cuidado. He perdido a Stefan y he perdido a Djeri, y no soportaría perderte a ti.
Luego se enderezó y se puso a escribir una nota que enviar con Corvus, junto al colgante en una cajita.
Hugh no se estaba riendo. La verdad, parecía un zombie. Bill se lo había llevado a su habitación de Head Boy en Gryffindor, donde estaba solo, y le había preparado un café donde la cuchara casi se paraba sola en el azúcar. Y Hugh se lo había tomado casi hirviendo.
Bill nunca lo había visto así, con los ojos como dos ventanas rotas sin luz.
- Hugh…-
- Estoy enamorado de él, así que no me vengas con la monserga del sexo sin amor.- lo cortó Hugh ásperamente. Tenía las ganas de violencia escritas en la cara, pero Bill tenía ojos tan dolidos que Hugh se quedó callado.
Se conocían desde bebés.
En todas las formas que importaban, menos en una, eran hermanos.
Bill lo abrazó, y Hugh se desgajó, se disolvió en sollozos furiosos. Lloró un largo rato, mordiendo la chaqueta de Bill para que no lo oyeran: eran más de las dos y todo Gryffindor dormía, y él no debía estar allí, sino en su cuarto de Puffieland.
Toc toc.
Bill se envaró, y le hizo un gesto a Hugh, que aguantó la respiración.
- Sí?-
Silencio.
- Debe ser alguien de primero que me necesita. Quédate aquí.- susurró sin decir nada, dejando que Hugh le leyera los labios. Bill se acercó a la puerta y la abrió un poco, justo para ver quién era.
Un ojo celeste muy abierto bajo pelo rojizo.
Y una sonrisa enloquecedora.
Hugh se puso de pie de un salto pero no le salió la voz. A Bill la puerta se le escapó de la mano y se abrió por completo, con él allí muy quieto, mirando.
La pequeña radio de Bill, en la Wizard Wireless, cantaba You blew me off, the Bare Jr.
- Cruel, es muy cruel, verdad?- la voz de Nathan era tan monstruosamente tranquila.
………………………………..YOU BLEW ME OFF…
Una lechuza, golpeando la ventana. Belial, insomne en la ama, se tardó un rato en identificar el sonido, para levantarse y caminar con pies descalzos que no sentían el frío hasta la ventana y abrirla.
Eran las tres, y la tormenta afuera le agitó el pelo mientras la lluvia lo mojaba. Allí, orgulloso, el cuervo del Profesor Snape, con una cajita y una carta envuelta en papel encerado para protegerla de la lluvia.
Un relámpago partiendo el cielo y el trueno muy cerca, remeciéndolo.
Corvus echó a volar, orgulloso en la tormenta, y Belial se quedó allí de cara a la noche, una mínima esperanza, algo de confort fluyendo desde el pergamino. no sabía porqué, pero sabía que podía ir a Snape y confiarse en él. Sabía que no lo despreciaría ni lo odiaría. de alguna forma, lo ayudaría. O al menos, lo entendería.
Nieve y lluvia y hielo, cayendo como la ira de Dios, y Belial con una sonrisa fría mirando la violencia, sintiéndose viejo y endurecido.
Otro relámpago.
El trueno, poderoso.
- Belial?-
A pesar del estrépito, su voz tan amada, tan clara.
Y Belial no se atrevía a volverse.
- Belial, ven acá y cierra la ventana. Me estoy congelando. Te vas a resfriar métete acá.-
- Pensé que estabas cansado.- su voz, tan normal.- Perdona.-
Perdóname, por favor…
Oliver, su pelo despeinado y negro, su sonrisa soñolienta y tibia en el frío. Sólo entonces Belial se dio cuenta que no sentía los pies.
Cerró la ventana y la aseguró. Pero la cortina quedó medio abierta, mostrando caprichosos contrastes de blanco y negro en violenta sucesión.
- Ven a meterte acá.- Oliver abrió sus sábanas blancas. Belial, en las sombras, no podía hablar. Y finalmente, con movimientos curiosamente torpe, se metió en la cama tibia a su lado, y Oliver, ignorando el hecho que era como llevarse a la cama a Frosty el muñeco de nieve, lo abrazó para calentarlo con todo su cuerpo, piel blanca en piel blanca tibia y suave. Belial emitió un sonido cuando Oliver lo envolvió por la espalda, acurrucándolo en el hueco de su cuerpo, y luego lo acunó.
Su brazo envolviendo su pecho.
El otro en su cintura.
Unidos. Perfecto.
Debería ser contra la ley, pensó Belial sin humor, su mejilla contra la almohada, la mejilla de Oliver contra su cuello. Se tensó, y se aferró a él, como si quiera fundirse. Como si quisiera que sin decir nada, Oliver lo supiera todo, y lo perdonase…
- Pasa algo, mi Belial?- ese susurro, tierno y a la vez tan calmo, tan posesivo.
Belial, tenso en sus brazos. Cerrando los ojos, y una lágrima.
- Sí.-
- Me lo dices?-
- No.-
Un silencio. Su frente contra su pelo, una marea de negro bajo la mejilla de Belial.
- Quisiera saberlo y ayudar.- Oliver, suave, su mano masajeando su hombro. Belial quería pegarle con la escoba, apartarse a tirones, y no era capaz: porque cada respiro que daba lo ponía más cerca de disolverse en lágrimas.
- No es asunto tuyo.- dijo roncamente, su voz súbitamente iracunda. Sintió a Oliver congelarse. Y Belial se quedó sin aire.
Nunca, en siete años, se habían hablado en ese tono. Todos decían que era enfermante verlos siempre tan unidos. Bueno, ahora podían hacer fiesta: Belial Malfoy acababa de mandar a Oliver Lestrangue a la mierda. Bravo. Traigan velitas y serpentinas.
Un susurro, y Oliver ya no estaba en la cama. Un revoleo de túnica negra y cabellos negros, y ya estaba en la puerta.
- Oliver, no!- Belial, ronco, se sentó en la cama, su estómago de pronto dando bandazos, sin aire, y saltó tras él. Qué mierda hice? Qué estoy haciendo? – espera, yo no…-
- Tu no qué?- la voz de Oliver, suave, y helada.
Ridículo. Todo esto es ridículo.
- Lo siento…- la voz de Belial temblaba. Alargó una mano que Oliver no tomó. Fue Belial quien lo envolvió en sus brazos.- Oliver, perdóname… lo siento…-
y decir esas palabras lo quebró. El stress y la noche insomne y todo se juntó, y las lágrimas mojaron el hombro de Oliver.
- Shhh.-
- … Oliver…?-
- Vamos a la cama, Belial. A dormir. Necesitas dormir.-
Unidos como dos partes de lo mismo, Oliver lo meció hasta que se durmió, los brazos de Belial bien apretados alrededor de su cintura, mientras la tormenta moría. Era suficiente el calor, y su abrazo.
Y Belial se durmió en sueños de amor, remordimientos y vergüenza, la cajita de Snape olvidada sobre el velador.
- Te usó y te dejó. Y te quieres morir.-
Las palabras de Nathan resonaban extrañamente mientras los dos primos lo miraban sin habla. Un relámpago estalló a su espalda, en los ventanales de la torre, y pudieron ver que Nathan no proyectaba sombra.
Despacio avanzó hacia Hugh, que estaba paralizado.
- Uno lo odia, sabes.- dijo con voz suave que era hipnótica.- Yo lo odio. Tan pálido y plateado y hermoso y mágico… yo te ayudo a vengarte… de Malfoy…-
Bill lo supo en cuanto lo miró. No por nada era el ayudante de DADA.
Un aparecido! Un espíritu de venganza, con un feudo de sangre!
- Hugh, APÁRTATE DE ÉL!- gritó, blandiendo su varita. Hugh se echó atrás, y el niño se volvió a Bill con un grito de rabia, sus ojos perdidos y enloquecidos llenos de ira:
- No! No me iré hasta que me oigas! LUCIUS ME MATÓ! Te matará a ti! Tenemos que matarlo!-
- Lucius?- Hugh parpadeó.- Bill! Déjalo hablar!- exclamó, alzando un brazo.- Te mató?-
- Me usaron… me tomaron…- los ojos de Nathan grandes, dolorosos.- y ahora están matando con la poción que hicieron…-
- Qué poción?-
- Todo era tan oscuro… yo lo amaba…- susurró Nathan, más cerca de Hugh, mientras Bill vigilaba tenso, su varita lista.
- Nathan… pobrecito…-
Hugh era el corazón más suave de ellos, aunque no lo pareciera, y alargó una mano suave a Nathan, que la tomó y la besó, un beso frío pero tierno. Hugh sufría, y entendía…
Y de pronto, Nathan cambió. Sus ojos muy grandes, se apartó de Hugh, y chilló.
- Qué…?-
- ERES TÚ!- gritó, furioso, enloquecido.- LUUCIUUUS!-
- QUÉ…?_
- ABJURATIO!- gritó Bill, y Nathan se desvaneció, como un susurro, aunque su grito siguió reverberando. Hugh se sentó en la cama, en shock.
Bill bajó la varita.- No me mires. No tengo ni idea de qué fue eso.- dijo.
Eran las siete y media en punto de la mañana y Severus decidió que iba a asesinar al que golpeaba su puerta con tanta calma. No se había dormido hasta las tres, y tenía los ojos rojos, y la túnica apenas cubriendo sus zapatillas de levantarse cuando abrió la puerta de un tirón.
Siempre ver a Stephen White le daba un repelús por lo mucho que se parecía a Stefan: lo había llamado así mas de una vez. Pero ahora, que había estado soñando con sus amigos y acababa de ver a Lucius, casi se quedó sin habla.
- Qué quiere a esta hora, Mr White?- gruñó, su voz más ronca y amenazante que nunca. era un Ravenclaw, y nadie que no fuera un alumno de Slytherin, y tampoco todos, se atrevía a ir a golpear la puerta de su oficina. Y menos a esa hora, ya todos sabían que Snape se desayunaba a los que iban antes de las diez.
- Necesito hablar con usted en privado, Profesor.- dijo Stephen con placidez, sus lentes ocultándole los ojos al reflejar las antorchas que ardían día y noche en los calabozos.
Snape habló con acidez.- Cualquier cosa que se le haya antojado tendrá que esperar a una hora más decente. Ahora lárguese antes de que le quite puntos.- gruñó antes de cerrar la puerta.
- Sé que ha matado a mis compañeros, Profesor Snape.-
Severus se quedó de piedra. Stephen, con toda patudez entró y se sentó frente al escritorio con calma.
Severus cerró la puerta de un portazo y se instaló en su escritorio, mirándolo con suspicacia. Estaba casi oscuro, porque el amanecer aún era tormentoso afuera, y las largas cortinas apenas dejaban pasar un rayo de luz. Snape se veía gris y agotado a esa hora, y a la vez muy amenazante, como un gran cuervo envejecido acorralado. Y Stephen, lentes impecables, su pelo negro en una fina coleta, su túnica negra con el escudo de Ravenclaw, águila bronce contra azul, era una joven águila de ojos brillantes y azules.
- Tienes alguna acusación que hacer? Qué, discúlpame el sarcasmo, mató a tus compañeros?- Severus, irritado, miraba a Stephen con ojos entrecerrados.- Dices que sabes qué es?-
- Se llama Mortis Nigra. Y lo acuso a usted.- respondió Stephen, los ojos fijos en los negros de Severus, su cuerpo tenso.
Severus se alzó como una gran ave de presa, su varita en la mano, los ojos dilatados, una visión de pesadilla, su toga negra abultada y amplia fluyendo. alargó una mano como una garra y tiró de Stephen sobre la mesa, su varita en la otra, la lámpara y los libros resbalando ruidosamente al piso.
Severus alzó la vara, que destelló verde, pero una mano pequeña de estudioso se posó sobre la mano grande y callosa que agarraba la camisa.
- Si me lanza un Obliviate sólo empeorará las cosas. Me he preparado antes.- dijo Stephen con calma suficiencia. Un momento, y Severus lo soltó. Luego, le dio la espalda.
- Quién más lo sabe?- dijo con voz sombría. Stephen, que se arreglaba la ropa, bajó del escritorio y recogió la lámpara con dos dedos, como si dijera flor de genio que tiene usted.
- Sólo yo.-
Snape lo quedó mirando, y desprecio se pintó en rostro.
- Un chantaje? No es un poco bajo? Qué quieres, dinero? Tus notas no son tan malas para ameritar esto.-
Stephen pareció ofendido, pero lo miró a los ojos.
- Usted no es idiota. Yo sé eso, y sé que no envenenaría a sus propios alumnos, a pesar de lo que digan. Vine porque quería oír su versión.-
- Mi versión?- había un destello de sarcasmo en la voz de Snape. Qué era éste, Joven Sherlock Holmes o qué?
- Hasta ahora sólo he oído la de Nathan Leary.-
Severus tuvo que sentarse. Luego cerró la puerta por completo, y miró a Stephen un rato, antes de cerrar los ojos y empezar a hablar.
- Parece que no dormiste muy bien anoche.- gentil, y amable, la voz de Bill sacó a Oliver de su ensueño. En un rincón de la biblioteca, ocupando el sitio donde habitualmente se sentaba un conspicuamente ausente Stephen estaba Oliver, la cabeza inclinada sobre la dulce poesía francesa de Jerusalem Liberta. Oliver, soñoliento, tenía sus ojos almendrados rodeados de sombras, aunque Bill no se veía mejor tras sus lentes.
- Lo mismo te digo.- respondió Oliver, aunque no desagradablemente. Parecía cansado, y se echó la melena negra atrás con un suspiro. Llevaba un sweater de lana gruesa y suave que hacía que sus piernas se vieran demasiado delgadas con los jeans negros ajustados. Sobre la mesita, un mapa de Astronomía con cálculos esperaba turno.
- Estás con la tarea de la profe Sinistra? Encontré un libro muy útil. Quieres ayuda?-
Oliver pareció pensarlo. La última vez, le había repartido un mangazo. Pero era casi hora de almuerzo, y Bill estaba solo como él, y nunca había sido más que amable con él.
Sin decir nada, hizo un espacio en la mesita. Bill se sentó y le ofreció un caramelo. Con un beatle rojo oscuro sobre jeans azules, su melena en una cola parecía cobre puro.
- y Hugh?- preguntó con sencillez. Bill le echó una mirada.
- No se siente bien. Está durmiendo.-
- Curioso. Belial también.- Oliver se echó el dulce de manzana a la boca.- Y Stephen está MIA hoy, parece.-
- Entonces estamos solos.- Bill se arrepintió de haberlo dicho, pero Oliver sólo le dirigió una breve sonrisa. estaban medio ocultos tras un enorme gomero, y les daba la luz blanca del mediodía invernal. Entre libros de todas las formas y tamaños, parecía un pequeño refugio aparte, todo de exquisita madera tallada que sugería calidez a pesar del día de invierno fuera de las altas, largas y estrechas ventanas.
- Qué lees?-
- Poemas. Descansa la cabeza entre cálculos y mapas.-
- En francés?-
- Crecí allá.- Oliver inclinó la cabeza.- Lees francés?-
- Sí, pero no hablo muy bien.- Bill asintió, y le echó una ojeada al libro. – No quieres descansar la vista? Déjame leer y me corriges.-
Oliver le sonrió, confuso. Pero cerró los ojos mientras Bill leí con voz suave, su francés de colegio fallándole, pero pronunciando cada palabra con el mayor cuidado…
The tears of joy for all the pleasure in the certainty.
That we're surrounded by the comfort and protection of..
The highest powers. In lonely hours. The tears devour you..
Bill leía despacio, mirando las medialunas de pestañas negras de Oliver cada verso cerradas, y al bajar la vista al libro, sonreía…
OH CAN'T YOU SEE IT BABY?
YOU DON'T HAVE TO CLOSE YOUR EYES
'CAUSE IT IS STANDING RIGHT HERE BEFORE YOU.
***************FRIN DE LA SEGUNDA PARTE***************
CAPÍTULO SEIS.
THE RESOUNDS
Tonight we can no longer try
All the times that I cried - I want you again
No one's heard this No voice resounds No one's around
And I can't believe that, what I have become
No one.
LOS ECOS : Y esta noche ya no podemos tratar
Todas las veces que lloré: te quiero otra vez.
Nadie oye esto, no hay un eco, no hay nadie alrededor
Y no puedo creer esto, en qué me he convertido:
Nadie.
(Tonight) Remy Zero. Para Snapey, obvio.
CAPÍTULO SIETE.
THE TURN
Turn around- stand up like a man and look me in the eye.
Turn around- take one final look at what you've left behind.
Then walk away -from the greatest lover you have ever known.
LA VUELTA: Girate- de pie como un hombre y mírame a los ojos
Girate- echa una mirada final a lo que has dejado atrás
Y luego vete caminando- de el mejor amante que jamás conociste
CAPÍTULO OCHO.
THE ADDICTION
You come on like a drug -I just can't get enough -
I'm like an addict coming at you for a little more
and there's so much at stake- I can't afford to waste -
I've never needed anybody like this before
* LA ADICCION:(duh)- Vienes como una droga, y simplemente no basta, y soy como un adicto yendo a tí por un poquito más.
Y la apuesta es tan alta, y no puedo permitirme perder( de gastar, malgastar)
Nunca he necesitado a nadie así antes- de Buffy, Temptation waits, Garbage. una canción exquisita y malvada, malgastada en el aburridísimo David Boreanaz ( Angel)dándoselas de sex symbol. La verdad ese actor no me mueve un pelo cuando se las da de sexy, y sus gracias me dan pena. Spike, guaranguísimo y todo, es más interesante.
*Por si acaso, regalito para los que tienen problemitas con el english: es un tema de Romeo+Juliet, *Kissing You *, uno de mis favoritos , bellísimo, tristísimo. Lo usé para el fic de Elrond, pero me gusta demasiado. La letra traducida es:
Artist: DesRee
Song: Kissing You
Pride can stand a thousand trials,
El orgullo puede soportar miles de pruebas
The strong will never fall.
Y el fuerte nunca caerá.
But watching stars without you, my soul cries.
Pero mirando las estrellas sin ti, mi alma llora.
Heaving heart, it's full of pain.
Teniendo corazón, está lleno de dolor.
Oh, oh, the aching.
Oh, Oh, el dolor.
cause I'm kissing you. oh.
I'm kissing you, oh.
Porque te estoy besando,
Estoy besándote.
Touch me deep, pure and true.
Alcánzame profundo, puro y verdadero
Give to me forever.
Dame un para siempre
cause I'm kissing you. oh.
I'm kissing you.
Porque te estoy besando,
Estoy besándote.
Where are you now?
Where are you now?
Donde estás ahora?
Donde estás ahora?
cause I'm kissing you.
I'm kissing you. oh
Porque te estoy besando,
Estoy besándote.
CAPÍTULO NUEVE
THE NEED
And how can I stand here with you and not be moved by you
Would you tell me how could it be any better than this
Cause you're all I want, you're all I need
You're everything, everything.
LA NECESIDAD: Y cómo puedo estar aquí contigo y que no me conmuevas
Dime cómo podría ser mejor que esto
Porque eres todo lo que necesito, todo lo que quiero:
Eres todo, todo- Lifehouse, "Everything". De la banda sonora de Smallville, se oye como cinco segundos pero tengo buena oreja.Y mejor gusto: Michael Rosembaum es simplemente demasiaso Yummy. y lo dice la fan de Loreal que soy ( Shiryu, Allen Schezar, Koji Nanjo, Kenshin, Kurama, Zechs Merquise, Kunzsite y un largo etc de melenudos)
CAPÍTULO DIEZ
THE PRAISE
We had a long long way together
Through the hard times and the good
I have to celebrate you babe
I have to praise you like I should.
*LA ALABANZA: Hemos hecho un camino largo largo juntos, através de tiempos buenos y malos. T
engo que celebrártelo, baby: tengo que alabarte como debería.- Fatboy Slim, "Parise You" de la banda sonora de Cruel Intentions. Linda movie. Muy fic.
………………………………..YOU BLEW ME OFF…
* también de Cruel intentions, You Blew Me Off (duh)
The tears of joy for all the pleasure in the certainty.
That we're surrounded by the comfort and protection of..
The highest powers. In lonely hours. The tears devour you..
OH CAN'T YOU SEE IT BABY?
YOU DON'T HAVE TO CLOSE YOUR EYES
'CAUSE IT IS STANDING RIGHT HERE BEFORE YOU.
*Las lágrimas de felicidad por todo el placer de la certidumbre
De que estamos rodeados por el comfort y la protección de
Los más altos poderes. En horas solitarias. Las lágrimas te devoran.
No lo ves, baby?
No tienes que cerrar tus ojos
porque está justo frente a tí.- Savage Garden, Truly Madly Deeply. No sé si es cazuela, pero en la película del mismo nombre actúa Alan Rickman (Snapey) absolutamente delicioso...
Y de bonusito:
CASTING CALL:
SEVERUS SNAPE: Alan Rickman
LUCIUS MALFOY: David Bowie
STEFAN WILKES: Joaquin Phoenix
OCTAVIUS LESTRANGUE: Oliver Martínez
AMANITA LESTRANGUE: Liv Tyler
MARIAH MITCHELL: Michelle Pfeiffer
EWAN ROSIER: Vin Disel
MORDAUNT: Jeremy Irons
BELIAL MALFOY: Ryan Philippe
STEPHEN WHITE: Michael Rosembaum
OLIVER LESTRANGUE: No tengo idea cómo se llama el prota de Roswell.
BILL WEASLEY:Tobey Maguire
HUGH MITCHELL: y se me fue el nombre del pendex de El patriota Y Corazón de Caballero... todo ricitos...
-----------------------------------Just My Take...........
----------------------------------- Muy luego, SECRET III.
