SPIRITS DREAM INSIDE II
S E C R E T W I T H M E
by The Fox
Una vez hubo una historia de amor que se volvió pesadilla.
Una historia de amor que fue más fuerte que el horror, la muerte, y la locura.
Y a pesar de los años transcurridos, alguien aún vela, y piensa.
Esta es la historia de cuatro adolescentes a punto de volverse hombres, y de
pagar deudas que se escriben con sangre, lágrimas, y magia.
Y de cómo puedes perdonar, pero nunca olvidar.
CAPÍTULO ONCE.
THE HOPE
I'll be your hope,
I'll be your love be everything that you need.
I love you more with every breath truly madly deeply do..
Severus no acabó su historia, cuidadosamente semi-PG, dejando afuera las partes
más sabrosas, hasta que llegó un mediodía sombrío de tormenta, oscuro como sus
palabras.
Se echó atrás, y apoyó las manos en la cara, no porque se avergonzara ante la
joven águila, sino porque las sienes le dolían como si quisieran martirizarlo.
Que parece ser la tendencia
dominante hoy, el día de joderle la pita a Sevi. Aunque también podría ser el
mes. O la *década*.
- Aprecio que me haya dicho la verdad.- dijo Stephen, tan modosito él, piernas
cruzadas y lentes en la mano con su cara de qué-interesante-incunable-en-griego-
antiguo-que-es-éste.
– la verdad, había poco que ignorase, pero me alegro de haber oído su versión de
los hechos.-
Snape apenas podía contener su genio. Si el pendejo quería un rascacielos,
bastaba con ponerle ascensor y ventanitas a su ego.
Es siniestro que se parezca a Stefan hasta en cómo se lame los labios.
- Me da la impresión de que le recuerdo a alguien.- continuó Stephen, con una
sonrisita que daban ganas de estrangularlo. Snape devoró su sorpresa y su rabia
de mala gana de puesto
en jaque por un pendejo… ahora soy obvio, también… tendría que jubilarme y
suicidarme… pendejo creído de mierda…
- Eso no tiene ninguna importancia ahora.- Snape puso su mejor voz seca.
Stephen, tranquilamente limpiando sus lentes, sonrió recatadamente y apoyó sus
suaves labios en el dorso de
su mano.
- Pues yo diría que sí.- dijo con mucha tranquilidad.
Snape lo quedó mirando de hito en hito, otra vez sin habla.
No podía ser.
Pendejo de mierda.
Stefan jamás…
… El pelo negro azulado. Los ojos como el cielo de una noche de nieve. La nariz
recta y masculina bajo esos lentes. Esos brazos cruzados.
Dulce Jesús, esa sonrisa sobrada e inteligente, a diferencia de Lucius que era
sobrada y caliente.
Hasta el fucking sweater azul.
… he estado ciego. Me merezco el premio al Zopenco del Año.
Necesito un trago.
- Mi padre, cuyo nombre recién averigüé hace un par de años, me procreó con una
dama muggle.- Stephen hablaba con soltura de historiador, sus palabras matizadas
y exactas, las
yemas de sus dedos juntas mientras Snape se mandaba un tercer vaso de brandy.-
Mi madre huyó de él, y me entregó a un orfanato muggle, donde me crié hasta
recibir la carta de
Hogwarths. Esos son todos los hechos que poseo. Ahora si quiere oír mis teorías,
no tengo muchas pruebas.-
- Dale con las teorías. Yo te busco las pruebas.- la voz de Severus era ronca,
pero tenía los ojos entrecerrados y perfectamente lúcidos.
- Tengo un recuerdo borroso que a veces recupero en pesadillas. Y cuando usted
mencionó la raíz de hierba demonio en clase, pensé…-
- Te tragaste la infusión?- Pendejo de mierda, again. Las tiene más puestas que
yo. Esa cosa haría suplicar a un hombre adulto.
Que lindo que alguien me escuche en clase.
- Y tal como usted dijo, recuperé mi peor pesadilla claramente.- Stephen seguía
hablando tan pancho como si hablase de material de estudio.- Vi a un hombre con
capucha asesinar a mi
madre con un hechizo de cromaticidad roja que la hizo explotar. Por el ángulo de
mi visión, debo haber tenido unos dos años.-
Snape lo miró fijamente. Nada en su cara.
Dos añitos, cubierto de sangre de su madre, sin habla.
- Ese hechizo se llama Destrucio.- Snape hablaba con voz muy calma.- Y viste el
rostro del hombre en tu pesadilla?-
- Sí.- Stephen se apoyó en el escritorio para hablar con voz muy baja.- Y ahora
le explicaré que tiene todo esto que ver con usted.-
- Lo apreciaría.- su sarcasmo áspero estaba aún frío, pero empezaba a
suavizarse. El niño de mi Stefan.
Mi niño. Tan listo y tan frío.
Tú también me dejaste un regalito para que me rompa la cabeza.
- El hombre que mató a mi madre fue Ewan Rosier. Y necesito saber cuál era su
relación con mi padre, Profesor.-
Snape cerró los ojos. Ewan. Lo amabas.
Pero siempre fuiste un imbécil y eso los mató a los dos.
- Porqué?-
- Porque lo he visto recientemente.- Stephen de pronto más joven, ojos bajos.-
aquí en el colegio.-
- Es nuestro turno de entrenar, Mitchell. Así que muevan sus traseros de aquí,
perdedores.- la voz de Belial cortó la inspiración del derrotado, pero aún
animoso equipo de Hufflepuff
a punto de seguir a su capitán en entrenamiento bajo la lluvia, y con ventolera
como para mandarlos a todos a Islandia. Hugh miró por sobre el hombro, para ver
a Belial allí, todo
orgulloso y perfecto, túnica verde de cuero al viento, Oliver a su lado como
siempre, delgado y malvado gato.
No llevaban escobas.
Oliver iba hasta de uniforme, con una capa de lana gris que flotaba como una
nube. Los seguía las dos chicas Chasers del equipo de Slytherin, y el resto de
los jugadores, que se
aglomeraron hostilmente, listos para pelear.
Bill, que sentado al resguardo del frío los vigilaba, se acercó, listo para
evitar la pelea.
O Dios sabe que otra cosa.
Hugh y Belial se miraban a los ojos, aunque Hugh sentía que se calcinaban las
orejas. Donde sus miradas antes habían mostrado hostilidad, ahora había puro
odio. O algo parecido.
- Malfoy!- gruñó Hugh.- Sabemos que ustedes no practican con este tiempo porque
son unos maracos! Así que pueden irse!-
- Practiquemos o no, la cancha es nuestra hasta mañana. Ustedes no se molestaron
en firmar el libro de registro, no?- Belial sonrió perverso.- Novaatos.-
Hugh se quedó con la boca abierta mientras se le subía la sangre a la cabeza.
Belial se burlaba con su cara pálida y tranquila bajo la lluvia, aunque tenía
círculos oscuros bajo los ojos.
Lo hace para reírse.
Lo hizo para reírse.
Ayer me usó para reírse.
Y hoy camina como si nada cuando yo apenas aguanto la escoba.
Y se va con ese puto Lestrangue.
El odio, rojo y brillante, en la cabeza de Hugh, mientras Bill le retenía el
brazo, los ojos entrecerrados. Sabía lo que había pasado… qué buscaba Belial con
esto? Probarle a Hugh que
nada había cambiado? Reírse de él? Provocarlo?
Sólo Bill, sensible y dulce, pudo darse cuenta de que Belial observaba a Hugh
con algo raro en los ojos.
Belial, hijo de perra.
Oliver, te va a lastimar, cómo puedo protegerte…
- No estarías tan gallito si ese puto de Lestrangue supiera lo que pasó ayer,
Malfoy!!- chilló Hugh, siguiéndolos a grandes zancadas, bate en la mano. Bill se
le colgó del brazo, pero
Hugh, pequeño y menudo parecía movido por una rabia tan grande que lo arrastraba
tras él. La ira roja de los Mitchell, que había hecho de su madre la Aurora
llamada Muerte Roja.
Belial se volvió, rostro completamente frío, pero pálido. Nada. Ni emoción ni
rabia ni temor.
- Cuida tu cerda bocota si no quieres que te la parta.- dijo con la dicción con
la que leería su informe de inglés.- Y qué se supone que pasó a ayer, putón?-
- Nos…- Hugh apenas podía hablar. Estaba rojo, al parecer ciego a que ambos
equipos mirasen a sus capitanes con la boca abierta.- …nos…-
- Hugh…- Bill trató de tirarlo, de echarlo atrás, pero era inútil: Hugh tiritaba
de ira.- Hugh, ya basta…-
- …nos acostamos juntos, Malfoy!!- siseó Hugh, voz áspera.
Belial alzó sus finas cejas.
- Y tu imaginación y tú tuvieron un buen rato, o ni así funcionaste?-
Oliver y el resto del equipo se echaron a reír y dieron media vuelta para irse.
Bill, odiándose por ello, agradeció a los cielos que Oliver no le creyese a
Hugh. Mi pobre Hugh…
Malfoy… Porqué?
Bill aflojó un momento su brazo, y fue un error fatal. Con la soltura de un
Beater, Hugh se movió rápido como una serpiente, y le dio un batazo en la nuca a
Belial con una fuerza tan
seca, tan perfecta, que descargó todo su peso en el golpe.
Sonó seco.
Sonó como una calabaza partida.
Oliver gritó. Bill se abalanzó a agarrar a Hugh, que preparaba un segundo golpe.
Sangre en el pasto, en esa cabellera plateada. Y un reguero rojo en la nieve.
Hugh, qué has HECHO?!
Fue Ari, la Chaser rubia del equipo la que le trajo las noticias a Snape, que
voló con Stephen detrás, escaleras arriba a la enfermería. Dónde había Bill
ocultado a Hugh, no sabían, pero
el rubio Beater no estaba en ninguna parte. Y Snape voló como un gran murciélago
negro y siniestro dentro de la enfermería, donde Oliver estaba sentado junto a
una cama.
En esa cama, sangriento y pálido como una muñeca rota, estaba Belial.
Severus se devoró las ganas de ponerse a romper cosas de mala gana. Belial tenía
los ojos cerrados, completamente amoratados alrededor como dos hoyos en su piel
pálida. Su pelo,
que siempre tenía el perfecto peinado Malfoy que mezclaba suave y sedosa
ligereza con ondas perfectas y estilizadas le caía húmedo sobre la cara y en la
almohada, sucio de pasto y
barro y sangre que se le deslizaba por la sien, la mejilla, y manchaba sus
labios. Sus pestañas temblaban como si en medio de la inconsciencia aún pudiera
sentir dolor.
Belial, que siempre se manejaba su cuerpo como un fino instrumento, ahora estaba
echado allí como un objeto abandonado, un pie colgándole de la cama.
Mi niño.
Severus se había esforzado tanto en olvidar sus instintos asesinos, pero ahora
le rugían fuerte y claro en los oídos.
- Fue…-
- Tráeme agua.- Severus tenía que bloquearse y dedicarse a atender a su niño o a
Mitchell le quedaban minutitos de vida, exactamente los que se tardase en
hallarlo.
El ayudante de Pociones nunca había sido Oliver sino Belial, pero el chico
funcionó maravillosamente bien mientras trotaba escaleras arriba y abajo en
búsqueda de sus materiales. El
golpe había sido animal, homicida fuera de dudas. Hugh era atlético y fuerte
para ser tan bajito, y le había mandado con todas sus fuerzas, con ese bate de
madera dura enchapado en
acero para repeler las Bludgers de plomo. Cómo era que Belial vivía, Snape no
iba a cuestionárselo. Pero tenía dos vértebras dadas vuelta y la cabeza como un
huevo roto.
Anochecía cuando Severus al fin se enderezó y su espalda crujió de arriba abajo.
Dolor.
Siete horas inclinado.
Ni con Lucius pasé siete horas en cuatro y ahora las paso con su hijo.
Belial dormía al fin tranquilo. Lo bañó. Lo acunó. Le peinó su pelo de seda de
plata hasta sacarle la sangre y la mugre.
Durante los próximos días, el cuello y el cráneo de Belial iba a ser una pura
pasta ósea de bebé. Si se movía, si alguien le apoyaba un lápiz en la frente y
presionaba, moriría como un
bebé todo cartílago aún. Pero era la única forma de salvarlo, así que lo drogó
poderosamente, y luego le rozó la nariz con los labios.
La enfermería estaba vacía. Estaban solos, y ya era de noche. Dónde se habían
metido la enfermera y Prewett? Y Oliver?
Severus se sentó en una butaca y apoyó los ojos en las palmas. Le ardían por el
esfuerzo de pestañear mientras le ablandaba las fracturas.
Lo había salvado, y ahora al que se le partía la cabeza era a él. Y la espalda.
Y el corazón.
Belial, tan frágil en la cama, su pecho tan joven y delicado, sus pies ahora
tapados bajo las mantas apenas llegando al final de la colcha.
Mi niño, mi pequeño Lucius, dulce y frágil para que te cuide como no lo hice
cuando los dos éramos jóvenes y dulces…
La enfermería estaba algo oscura, pero Snape no se molestó en prender una vela.
Veía perfectamente en la oscuridad, podía observar claramente el perfil de
Belial mientras se levantaba
la luna, su belleza feérica, perdida y lastimada. Se tragó el borbotón de ira en
su pecho para mejor dejarse sentir conmovido. Tan frágil, mi amor, pequeño.
Muy despacio, atrajo la butaca a la cama, y se sentó allí, su mano acariciando
el pálido cuello donde latía la vida de Belial, la que había pasado tan cerca…
Suave y sedoso y vivo bajo su
mano, vulnerable y tierno contra su palma áspera. Severus sintió una humedad
sospechosa picarle los ojos, sintiéndolo bajo su mano.
No te he protegido.
Deseos de convertirlo en una madeja de plata pequeña y ocultarla entre los
pliegues su manto. Despacio le tomó una mano, tan delgada y pequeña en la suya,
de uñas nacaradas como
medialunas. A diferencia de Azrael, a diferencia de Deimos, Belial olía igual a
Lucius…
Siempre fallo en protegerlos, Lucius, Belial.
La enfermería era un par de salas grandes, de techo muy alto y largas ventanas
estrechas del largo de la pared, con cortinas de un impecable blanco hasta el
piso que rara vez estaban
corridas. Habían más de quince camitas, con su respectiva butaquita al lado, un
velador de patas con una lamparilla anaranjada al lado y una campanita de plata
para llamara a la enfermera.
Snape había cubierto la vacía cama adyacente con sus frágiles utensilios de
medimagia, y había tirado su túnica sobre la patéticamente pequeña butaquita. Y
en noche apenas iluminada
por una luna vacilante, cuidaba de Belial, que dormía el sueño de los agotados.
Severus no supo cuánto rato pasó allí, el cuello de Belial latiendo dulcemente
bajo su mano, su aliento el único sonido, sus ojos cansados cerrados mientras
apoyaba la mano en la frente
tratando de acallar ese tenue y doloroso latido tras sus sienes. Pero la luna ya
se había ido cuando sintió pasos, y una tenue claridad dorada lo hizo volverse y
mirar.
Lucius, de pie junto a Dumbledore. El viejo director tenía uno de los gestos más
serios que hubiese visto. Lucius en cambio, aunque pálido y agotado, parecía muy
tranquilo. El
resplandor dorado, que salía de Dumbledore, resbalaba sobre sus encajes y sus
terciopelos, y hacía brillar los bordados de la túnica del Director.
- Severus. Cómo está el joven Malfoy?- preguntó con suavidad, su largo cabello
blanco cayéndole en los hombros como un velo, sus claros ojos azules fijos en la
figura acostada con algo
como tristeza en sus ojos. Snape se hubiera puesto de pie, pero tenía las
piernas dormidas.
- Estará bien.- susurró despacio.- Aunque le pasó muy cerca.-
Lucius caminó hacia el otro lado de la cama, y se inclinó para mirar a su hijo.
Su rostro no traicionaba nada, ni ira, ni temor, ni menos amor.
- No se ve tan mal.- dijo con calma.- Espero que el otro haya quedado peor.-
Severus se preparó para saltar la cama y estrangular a Lucius. Dumbledore, en
cambio, suspiró para decir con voz cuidadosamente neutra:
- El joven Mitchell ha sido enviado a casa suspendido. Espero que se presente
con su madre a la brevedad. Lamento esta situación con todo mi corazón, Lucius.-
- Bueno, cosas que pasan.- Lucius, exactamente como un modelo lo haría, se cruzó
de brazos.
Snape estaba que mordía. Dumbledore les deseó buenas noches y se fue con un
susurro de brocado, llevándose esa luz dorada. En cambio, la tenue luna los
llenó de sombras azules, y
produjo la ilusión – o no- de que la temperatura había bajado diez grados como
mínimo.
- Eres un…- Severus susurró, ronco y furioso, su mano prendida en el carísimo
terciopelo cubriendo el hombro de Lucius. Pero Lucius no lo miraba: miraba una
de las altas ventanas a la
luz de la luna, sus ojos insondables.
Snape lo soltó con una frase extremadamente insultante y fuera de lugar, ya que
Lucius tenía cuatro hijos. Se sentó en la butaquita, sus largas piernas
estiradas, sus cejas fruncidas. Y
Lucius se quedó allí de pie, perfecto y tranquilo, el modelito que llevaba esta
vez haciendo que Snape sintiera un tirón de disgusto. Eliges guantes gris perla
y túnica de gamuza negra
bordada en el mismo color, de esas modernas de chaqueta y falda hasta el piso,
con camisa de encaje blanco para correr junto a la cama de tu hijo agonizante?
Stefan, Djeri, Lucius, descriteriados, desnaturalizados todos. Yo soy el único
que se porta como padre con sus pendejos y ninguno es mío.
- Cómo está el hijo de Djeri?- dijo Lucius de pronto, sentándose a los pies de
la cama antes de que Severus pudiera darle una patada.- Cómo está Mini-Djeri?-
- Alterado, obviamente. – Snape le apuntó con un dedo.- Como deberías estar tú!
Belial podría haberse muerto, descastado!-
- Te recuerdo que tengo veintiséis generaciones de Malfoys de sangre limpia
detrás, Sevvi.- Lucius hizo su sonrisita Malfoy y se cruzó de piernas.- Y no se
murió. –
- Te voy a ahogar, Lucius.- Severus se echó atrás, y se frotó los ojos. Su
cuello dio unos crujidos y dejó colgar la cabeza atrás, con un relajo que no se
habría permitido delante de nadie
más.
- Te duele esa piñita?- Lucius emitió su "tsk tsk" de gato y se movió hasta
pararse tras él, para acariciarle las sienes.- Pobre piñita. Masajito? Ya?-
Snape no sabía si reírse o nausearse. Lucius, con manos que lo recordaban
perfectamente, empezó movimientos en espiral en sus sienes, a través de su pelo,
y Severus suspiró, sin
voluntad para pararlo. Suave. Nada como él para calmar todo, todo…
- Te tengo noticias buenas y malas…-
- Yo te doy una buena. O muy mala.- Severus dijo con los ojos cerrados.- Stephen
White es hijo de Stefan y una muggle. Y Ewan Rosier…-
-… Voy a sacar a Djeri.-
-…está posiblemente… QUÉ?-
- … hijo de Stefan? Y no te habías dado cuenta, agilado?-
-…-
- Se parece? Usa lentes? Cómo es? También camina por ahí con la nariz metida en
un libro?- Lucius parecía a punto de reírse o de llorar.- Lo quiero conocer!-
- Me dejas terminar? Me arrinconó… lo averiguó todo. TODO. Solito. Y dice que
Ewan Rosier mató a su madre, y que lo ha visto aquí en el colegio. –
Un silencio. Luego Lucius emitió una risita.
Snape lo miró como si le hubiera crecido otro pene.
- Es que…- Lucius se secó los ojos mientras se remecía de risa.- Te arrinconó?
Lo averiguó todo solito, Mortis Nigra y Voldie incluídos? No, si es de
Stefan…qué riiiico…-
- Lucius!- Severus no puso aguantarse y le dio un manotón en la cabeza.- Deja de
reírte! Ewan Rosier, si lo que dice Stephen es cierto, podría ser el que usa la
Mortis Nigra!-
Lucius aún se reía, sin que le importase que eso hiciera temblar la cama de
Belial.- Pero si lo enterramos nosotros. Y estaba bien fiambre. Si le volaron
media cabeza…-
- Lo sé.- Severus guardó silencio. Seguía allí sentado, quieto. Y de pronto,
súbitamente, Lucius se enderezó y se apoyó en la butaca, sus ojos imposibles
de plata gatuna fijos en los de
Severus.
- Me oíste lo que te dije?-
- Qué?-
- Djeri-
Un suspiro.- Es imposible, Lucius…-
Los ojos de Lucius fosforescentes en la noche.
- Sólo necesito algo de ti, Sev.- su sonrisa ilegal y pervertida, esa sonrisa
para morirse.- Tienes por ahí esa poción prohibida, la Multijugos? Me robé unos
pelitos suyos.-
CAPÍTULO DOCE.
THE CHAINS.
You promise me heaven, then put me through hell
Chains of love got a hold on me
When passion's a prison, you can't break free.
Era muy temprano, y amanecía rosado. Y Oliver estaba solo en la Torre de
Astronomía, su refugio habitual, de pie en la mismísima almena: si había algo
que ya fuera como
Seeker o como astrónomo había perdido hacía mucho era el vértigo. El sol aún no
era más que una raya de oro en el horizonte y la mañana era fría y brillante,
pero Oliver, allí parado, la
capa de Belial que le quedaba un poquitín larga colgándole como un chal, su
túnica agitándose sobre sus jeans, su pelo al viento negro y suave, miraba el
lejano horizonte con ojos casi
demasiado oscuros para ser reales, todo su rostro relajado en contemplación. Ni
un movimiento, ni su respiración, lo delató mientras oía pasos subir los ciento
diecisiete escalones que
llevaban a la cima de la torre más alta de Hogwarths, su pequeño reino, suyo y
de los pocos interesados en astronomía.
- Lestrangue?-
- Buenos días, Stephen.-
- No es un poquito temprano para que estés de pie?- Stephen se acercó, su
bufanda negra mezclándose con su coleta negro azulado, sus lentes empañados por
su aliento en el frío.-
O, corrígeme un poquito, no es un poco tarde?-
- …- Oliver sonrió. A diferencia de al resto de la gente, Stephen no lo ponía
nada nervioso.
- Tenemos que cuidar a la pendejería para Halloween.-
- Ya es…? había olvidado por completo que es mañana en la noche.-
- Ya que Belial no va a poder hacer su trabajo te toca a ti.- dijo Stephen muy
tranquilo. Oliver le echó una mirada.
- No deberíamos volver a sortear?-
- No. Ustedes dos son el Head Boy de Slytherin. Así que automáticamente harás
todas sus tareas con las tuyas hasta que se levante.-
Oliver echó la cabeza atrás. La mañana era muy pálida y joven como para empezar
a pelearse.
- Rata legalista.- dijo sin convicción, riéndose para sí.
- Tengo a Bill haciendo las de Hugh, así que no te quejes.- Stephen se metió las
manos en las bolsillos. Aunque era temprano, no tenía un pelo fuera de lugar.-
Cómo está Belial?-
- El profe Snape dijo que estaría bien, pero necesita reposo.- Oliver miraba al
horizonte, y ni un gesto de sus manos plácidas en la capa, ni la curva suave de
su pecho arqueado en
reposo se alteraron, pero Stephen habría jurado que había un brillo venenoso en
sus ojos.- casi lo mató, Stephen.-
- No te lo he discutido.-
- Esta vez fue demasiado lejos.-
- Tampoco te lo discuto. Pero pólvora como es Hugh, no puedo menos que
preguntarme qué hizo Belial para buscárselo. Y antes que me putees, te recuerdo
que tu amigo no es
ningún angelito.-
Oliver se quedó mirándolo. No dijo nada. Al sol naciente, y a pesar de los hilos
de tinta agitándose en el viento, Stephen podía ver esos ojos negros y
almendrados iracundos.
- Incluso me adelantaría a decir que lo que haya hecho Belial para enfurecer
tanto a Hugh, lo hizo tras el numerito de Hugh contigo. Y sin premio por
analista.- Stephen echó la cabeza
atrás, su enfurecedora sonrisa superior en su lugar.
Un momento después se balanceaba en el borde del abismo, colgando del cuello de
su camisa, por donde Oliver, su brazo delgado como un cable de acero, lo
sujetaba.
Un silencio. El viento agitándose, y los ojos de Oliver, pasando de negro acero
homicida a horrorizados.
- Stephen… lo siento! Lo siento tanto! No sé que me pasó! Por favor, perdóname!-
Stephen no parecí shockeado mientras se arreglaba la bufanda.- Estamos saltones
hoy, no?-
- Lo siento…- Oliver era tan lindo pidiendo perdón, su cabecita inclinada. Pero
Stephen sonreía.
- Sólo controla tu genio mañana en la noche. Si te tiras a un chico por la
ventana por estar cocido, nos meteremos en problemas los dos.-
El sol había salido. Oliver se echó a reír, mientras Stephen le sonreía, y
pensaba que Belial tenía una suerte degenerada, y en cuán suaves y sedosas eran
las mejillas de Oliver al sol.
- Me debo ver terrible…- fueron las primeras palabras de Belial, y Snape ladró
de risa en una esquina, sobre la poción caliente que preparaba, mientras Oliver
tiernamente dejaba caer
gota a gota un poco de leche en los labios de Belial.
- Eres tan absolutamente Malfoy, Belial…-
- Me siento como la cresta.-
- Verse como uno se siente es el secreto para ser sexy.- Lucius, repantingado en
una silla, y el único que no hacía nada, lo observaba con una media sonrisa.
- Lucius, cállate ya.- Snape se acercó, y se inclinó sobre Belial.- Cómo te
sientes?-
- Tengo la garganta amarga.-
- Ése es el acónito.-
- Y tengo ganas de vomitar.-
- Ésa es la hierba luparia.-
- Y veo un poco doble.-
- Eso es el golpe.- Severus le puso un embudo de cristal en la boca.- Abre
grande. –
Belial puso cara de resignación junto con un no me diga, mientras su adorado
maestro le echaba cucharada tras cucharada de algo que parecía barro naranja.
Lucius se disolvió en risitas
súbitamente, y Severus enrojeció hasta las orejas.
- Lucius, si vas a molestar, te largas! Tu hijo tiene que recomponer todavía la
mitad de sus osteocitos, así que vete a otra parte con tu mente de
alcantarilla!-
Belial, que sólo conocía un padre severo y serio y hierático como una estatua,
tosió, le dio risa y partió el embudo con los dientes, con lo que se bañó con la
poción que olía a naranjas
amargas.
- NO TE COMAS ESO! NO TE COMAS ESO, que no eres un fakir!- chilló Oliver, que
también se reía. Snape le pasó la cuchara y una toalla y se fue a limpiar
gritando que eran
imposibles mientras Belial escupía vidrio y Lucius rodaba por la alfombra.
- Justo lo que hacía falta. Que te murieras de indigestión.- Oliver le sacaba la
mitad de embudo remeciéndose de risa, y Belial hubiera querido contestarle que
ése sería el vidrio, pero no
podía, porque de tanto reírse estaba demasiado mareado.
- …perdón?- Bill parecía desconcertado en la puerta, asomándose con su cara
perdida, pero Stephen simplemente se reía en silencio viendo la debacle. –
Profesor Snape, necesitamos a
Oliver… el director quiere vernos a los tres por la fiesta de Halloween de
mañana.-
- Oliver, ve. Sigo yo.- gruñó Snape, al pasar pisando a Lucius, que se comía a
Stephen con los ojos. Oliver cogió su túnica, se despidió con una graciosa
inclinación y salió, una mirada
suave a su Belial, que a su vez echaba miradas que habrían sido más amenazantes
a los otros dos Head Boys si no hubiera tenido puesto un baberito de enfermo con
un lazo celeste.
Cuando se fueron, el que necesitaba babero era Lucius. Sentado allí, con las
rodillas juntas y el gesto de retorcerse, sonreía brillantemente. Por encima de
la cabeza de Belial, musitó un
qué riiico que es… es igualito…
Snape, cuya opinión de Stephen tropezaba con un gran ego herido, no pudo menos
que sonreírle un poco. Sí, igual de copante.
A cualquier otro que no hubiera sido Stephen ver bajar a Oliver para la fiesta
de Halloween lo habría hecho ir corriendo a la primera capillita ecuménica para
caer de rodillas y dar gracias a
Dios por estar asignado a su lado toda la noche, ya que Dumbledotre había
convencido a Bill de por una vez dejar de lado al resto del mundo y divertirse
él. No que Bill tuviera mucha
experiencia en ese ítem, claro. Así que Stephen y Oliver estarían solos de
guardia alrededor, dentro y fuera de la fiesta toda la noche, aunque claro que
tenían derecho a cenar por
turnos.
Las ropas de gala eran un must para todos.
Stephen se había echado encima una túnica muy formal, casi nueva a pesar de que
la había comprado de segunda mano, de hilo azul Ravenclaw casi violeta con una
banda de terciopelo
abajo, muy recta y formal, de cuello abrochado alto, había lustrado sus zapatos
negros, se había puesto eso sobre sus pantalones negros y camisa blanca y estaba
listo tras cepillarse el
pelo y hacerse su eterna coleta. Oliver, en cambio, se había esmerado un poquito
más.
Tenía alguna idea ese pendejo de lo bien que le quedaba el blanco?
Llevaba pantalones de algo como terciopelo que no eran negros, sino de un tono
pizarra que enfatizaba el negro perfecto de sus ojos y pelo, y un beatle de un
gris muy claro, de seda
tejida suave contra su piel de crema. Tenía la melena suelta y echada atrás y
libre, no peinada y aplastada como siempre en perfectos lisos muy formales, sino
que recién lavada y algo
despeinada, su pelo libre y suave incluso a simple vista. Botines grises de
gamuza. Y encima de todo una túnica que debía costar una fortuna blanca como la
leche con bordados
plateados, tipo toga, pero abierta, la parte de delante corta como una chaqueta
con la magnífica capa ondeando atrás, cortes dejando ver sus brazos delgados con
el beatle.
Y un anillo negro en la mano izquierda.
Tiene que ser ropa de Belial, y qué puto se le habría visto. En Oliver, en
cambio, se ve muy dulce.
- Te tomaste en serio el Dress Robes Required.- dijo con sarcasmo suave. Oliver
sonrió, echándose atrás una mechita.
- Es nuestro último Halloween, Stephen.-
- Eso esperas, si pasamos Teoría.-
- Amargado.-
- Déjalo que se levante. Dijiste dos días.-
- Lucius, tu hijo tiene todavía dos vértebras medio hechas puré, me importa un
huevo que sea su último Halloween. Y tú no me pongas ojos de cachorrito, Belial.
Dije que no, y es no.
Tú te quedas en cama, y tú te vas a joder a otra parte. Como si no me bastara
con un Malfoy.-
- Sev…-
- Profesor Snape, si me haces el favor?-
- Déjalo que de una vueltecita y cene. Después se vuelve a la cama.-
- NO, y es mi última palabra.-
Belial bajó con el pelo peinado atrás limpio, su túnica de gala nueva crema con
bordados negros sobre pantalones negros tan apretados que casi lo violaban
perfectamente ajustada,
guantes negros, y sólo las dos lunas moradas alrededor de sus ojos traicionando
su debilidad. Oliver y Stephen debían estar patrullando, pero no los vio
mientras bajaba la larga y oscura
escalera de la enfermería camino al Gran Salón, de donde venía un exquisito olor
a comidita, pastel de calabaza y ponche de frutilla. Sonido de música: durante
la cena oían música
ambiental, generalmente clásica, pero en cuando se corrían las mesas el
encargado de la música dejaba de ser Prewett y su Mozart para que lo tomase un
amigo de Belial de séptimo, el
pícaro y risueño Terry Avery, que los tendría bailando la mejor música muggle
toda la noche. Belial tenía debilidad por INXS y U2. No era que pudiera bailar
esta noche, porque hasta la
idea de girar el cuello le paraba los pelos, pero le gustaría oírlo. Podía
sentir el ruido la gente, sus risas a sólo una pared de distancia, y sintió
deseos de ir con ellos, y de llegar a esa luz
dorada.
Belial se paró en seco.
Y aunque el cuello le dolía, lo giró.
Nadie. Pero estaba seguro de que al pasar frente a una armario empotrado en la
pared había oído un crujido.
… o un gemido.
Un susurro.
… te amo…
Belial apoyó la espalda en el armario, su corazón agitado. Su pelo de plata
contrastaba violentamente contra la oscura madera.
El ruido en el gran Salón no lo dejaba oír.
Y por ese mismo ruido nadie oyó su grito cuando el armario se abrió y una mano
pequeña lo metió dentro.
- Te da problemas, no?- Lucius , echado en el sillón de Snape cuan largo era,
bebía una copa de cherry con su sonrisa gatuna. Severus, con un vaso de brandy
al frente, se apoyaba en
los codos, descansando en la mesita frente a la chimenea, sus largas piernas
extendidas al calor.
- Me preocupo por él, Lucius.-
- Belial salió flacucho. Y enfermizo. –
- Ya sé que tu favorito es Draco y que el de Narcisa es Azrael. Pero Belial es
el más dulce de todos, Lucius, y el más sensible.-
- Si hubiera sido niñita, flor, pero como chico…-
- Lucius!-
Lucius se reía como un ronroneo. Había tirado su túnica y sus botas y allí, con
las piernas recogidas y su pelo ahora más largo y liso, aunque aún con ese rizo
malvado en la frente, era
otra vez el joven y risueño Lucius de su juventud, aunque con los ojos más
viejos, más pensativos, y los labios más duros y crueles.
- Nunca te casaste, Sevvy. Ni se te conoció mina. Aunque oí que anduviste con
Laetitia.-
- Sólo éramos amigos. Me da gusto tener a su hija, Ari, aquí. Es brillante en
pociones.-
- No será tuya?-
- No. Es de Alex Rookwood.- Severus suspiró.- Me creerías que nunca tuve
tiempo?-
- Sev, yo era mano derecha de Voldie, y tengo cuatro.-
- Tú siempre fuiste un caliente de mierda.-
- También.- Lucius le volvió a llenar la copa.- Tómate otro, y cuéntame sobre
tus aventuras amorosas. Yo algunas veces me he metido con mis jóvenes
asistentes, pero nada serio.-
- No he estado con nadie, Lucius.-
- Ticia?-
- Y después salí un tiempo con Lilika Leyden. Estrictamente por motivos de
trabajo.-
- Ah, ya.-
-… nunca tuve nada con Lupin…-
- Mmm.-
- Y antes que empieces, nunca tuve nada con ese hijo de perra de Black!-
- Me preguntaba cuánto tardaría en salir al baile.- Lucius lamió el cherry
despreocupadamente.- Ustedes dos se tuvieron ganas por años.-
- Estás enfermo.- Severus se echó al coleto el vaso y se sirvió otro.
- No me digas que te mantuviste limpio y puro para mí, Sev.-
Su voz era amarga. La de Severus, aún más.
- Ya no soy limpio y puro, y los dos lo dejamos de ser hace bastante tiempo.-
- Sev?-
- Hm?-
- Porqué te volviste al lado de Dumby? Porqué nos traicionaste, otra vez?-
Lucius no reía ahora. Lo miraba, los labios rojos de cherry, sus ojos de plata
entrecerrados. Severus, apoyado
en la mesa, miraba las profundidades del vaso dorado al fuego como si viera algo
allí.
- Te acuerdas de la masacre de la escuela de Merlín? Y del ataque a la feria de
intercambio Muggle- Mágica? Después de la Kristallnatch.-
- Hmm.- Lucius se mordió el labio.- Después de la Kristallnatch, Voldie me mandó
con Djeri tras los McKinnon. No estuve en esas dos acciones.- Lucius se guardó
contarle su infantil
rabieta al saber que se había perdido dos de las acciones terroristas más
brutales de los mortífagos.- Qué hacías en ésa época, Sev?-
- Trabajaba para la Apothecary, desarrollando y mejorando pociones médicas. De
día. Podía usar mi carte blanche en ingredientes para cualquier cosa que a
Voldie se le antojase. Ticia y
Thaddeus eran normalmente mis contactos.-
- Ajá.-
- Fui con ellos y con Ewan y Stefan a la masacre en la Escuela de Merlín. Llegué
tarde, pero fue…- Severus apoyó las manos en la frente.- Ticia y Thaddeus, con
el resto de los más
violentos, MacNair, tú te acuerdas… mataron a los profesores que trataban de
defender a los chiquitos. Eran casi todos nacidos Muggles o medio muggles, todos
entre nueve y quince
años. Branwen y Lisette usaron su magia druídica y derrumbaron el colegio sobre
la mayoría de los niños. Fue espantoso. Luego, le prendieron fuego. Gritaban.
Sigo oyendo sus gritos, y
la explosión, como cadenas alrededor mío. Sigo atado. Y cada vez, que oigo el
silencio, cada vez que cierro los ojos, estoy seguro que si fuerzo mis oídos,
los oiré gritando…- A
Severus no le temblaba la voz, pero sí las manos, mientras se bebía el brandy de
un trago. Lucius apoyó una mano en la copa vacía, y luego en las suyas.
- A nosotros no nos queda bien una conciencia, Sev. Pensé que estábamos más allá
de eso. Y a nosotros también nos cazaron y mataron. Se te olvida Stefan?-
- Él planeó ese ataque, Lucius. Y el del centro de intercambio. Yo lo ví, esa
noche, de pie mirando las llamas, con Ewan al lado. Estaba tan tranquilo, le
brillaban los ojos tras los lentes.-
Sev volvió a vaciar el vaso, y Lucius volvió a llenárselo.- Yo lo amaba, y lo
odiaba a la vez…-
- Todos nos sentíamos así. Compartíamos esas cadenas, pero las llevábamos con
orgullo.- un susurro, y Lucius estaba de pie, apoyado en el escritorio, sus
manos en los hombros de
Severus.- Sev…-
Pudo haberlo besado, pudieron haberse abrazado, pero Severus se echó atrás, se
secó los ojos, y bufó.
- No sé qué me dio por revivir mi consciencia a estas alturas. No tienes porqué
escucharme gimotear como idiota. Yo…- se echó el pelo atrás, y se apoyó en el
respaldo, apartando la
copa de brandy.- Qué era lo que querías?-
- Voy a sacar a Djeri.-
- Lucius, sabes que es imposible.- Severus parecía exhausto, la sola idea
dolorosa.- Lo único que conseguirás es que nos vayamos los tres adentro.-
- Tengo un plan.-
- La última vez que tuviste un plan…-
- Sev, voy a usar una Multijugos y un hechizo de Invisibilidad total. El
palabrapoderosa Matar, el Geas, el Necromancy Handbook, y el Dementia. Y una
generosa ración de Delusion
Charms para cubrir todo.-
Severus era un maestro, pero cuando sacó la ecuación, sus cejas le llegaron casi
a la raíz del pelo.
- Estás loco.-
- No, soy un genio.-
- No, estás LOCO. Te van a agarrar. Con esa cantidad de magia oscura, vas a
echar a andar cada detector de tenebrismo de aquí a París.-
- Tengo todo planeado. Venga, Sev. Hagamos una de las nuestras.- un brillo en
los ojos de Lucius, su sonrisa feral, mientras se inclinaba sobre Severus.- No
seas gallinita. Ayúdame
salvar a Djeri, Sev. No puedo dormir pensando cómo está. Tú no lo viste, no
tuviste los cocos. Yo sí.-
- No.-
- Ah. Entonces Djeri te da lo mismo? Bueno, si no quieres, lo haré solo.- Lucius
se puso las botas y la capa dándole la espalda, su voz irritada.
- Cómo puedes decir que me da lo mismo? Yo lo amaba, lo sabes perfectamente.-
- Pero no te quieres mover de tu escritorio para ayudarle, no?-
- Lucius, Djeri está más allá de toda ayuda. Crees que puedes derrotar a
Azkaban? Crees que Djeri querría que te matasen?-
- No sé qué querría, porque no es capaz de responder una pregunta lúcida.-
Lucius de pie, lo miraba con intensa rabia. Agitó un dedo cerca de Severus,
furioso.- Pensé que querrías
ayudar. Pensé que Djeri te importaba. Pero si no quieres, me basto solo!-
- Lucius, NO PERMITIRÉ QUE LO HAGAS! PIENSA EN BELIAL! PIENSA EN NARCISA! PIENSA
EN MÍ, MALDICIÓN!-
- NO ME VENGAS CON ESA MIERDA!-
- LUCIUS, NO PUEDO DEJAR QUE TE MATEN! NO TE DEJARÉ!-
- NO ME VENGAS CON ESA MIIIIERDA, DESPUÉS DE LO QUE ME HICISTE!-
- PERO YO TE AMO, LUCIUS!-
Los dos se gritaban a tres metros de distancia, rojos de rabia, hasta que
Severus se quedó callado de golpe al escucharse.
Pues si estás encadenado algo, es a mí.
Lucius dio tres pasos, le saltó encima casi, casi como un tigre, y los dos se
fueron contra la pared besándose, besándose con hambre y pena y rabia,
arañándose mientras se arrancaban la
ropa a tirones y medio tropezaban y medio avanzaban hasta acabar en la cama de
Severus. Severus estaba medio ebrio: Lucius sólo un poco, y se amaron con besos
húmedos y
hambrientos y fuego explosivo, Lucius dominándolo, devorándolo, tomándolo como
nunca había tenido la oportunidad de hacerlo, observándolo con ojos apasionados
y dulces mientras
Severus al fin se liberaba bajo él. Para qué fingir? Se amaban. Estaban atados
por cadenas aún más fuertes que el amor, de odio y remordimientos y sangre y
pérdida. Nadie podía romper
esas cadenas, ni ellos mismos. Nadie lo intentaría.
We are the night, still.
Cuando Severus despertó, estaba solo, entre un montón de sábanas arrugadas. Y
cuando se dio cuenta de que le faltaba el Necromacy Handbook, la poción
multijugos y la de
Invisibilidad Total, soltó la risa.
Bastardo… tramposo…
Hay veces que lo * mataría *.
CAPÍTULO TRECE.
THE FLY.
…To anywhre I please.
I want to get away
I want to fly away, yeah, yeah, yeah.
Oliver era tímido, aunque a veces su fría seguridad lo disfrazaba bien. Así que
tras asegurarse que todos los alumnos estuvieran en el Gran Salón disfrutando de
la cena y divirtiéndose,
se fue a ocultar a un pasillo alto desde donde veía claramente la entrada del
gran salón, pero no era visto.
Oliver generalmente no llamaba la atención. No sólo por no ser tan alto como
Bill o Stephen, ni por ser tan delgado y delicado: Belial lo era también. Pero
Belial tenía una luz propia, un
magnetismo, que hacía que donde caminase pareciera que lo seguía un foco de luz,
plateado y mágico, siempre atrayendo las miradas. Y Oliver lo agradecía,
bañándose en el suave
reflejo, seguro en la sombra, su timidez tranquila junto a ese atrae miradas.
Mientras todos miraban a Belial, Belial solía mirarlo a él.
Oliver se ocultó tras una columna, apoyándose en la balaustrada, sintiéndose muy
conspicuo en el traje de Belial. Él solía preferir telas más suaves y oscuras:
sin embargo el contacto de
la ropa era amable y fresco, aunque no frío. Pero sí se sentía medio desnudo sin
el peso de la lana en el cuerpo, sin nada cubriendo sus pantalones al frente
como solían hacerlo sus
pesadas túnicas.
Se sentía juguetón.
Oliver ya había cenado un poco de pastel de pollo y verduras con vinagre, así
como delicioso helado de calabaza. Stephen y él se turnaron, y el estudioso
Ravenclaw también había cenado
y había partido a revisar el exterior con una copa con ponche en la mano. Así
que había quedado él vigilando la entrada del Gran Salón, a solas en ese
abandonado pasillo donde tenía
visión panorámica de las puertas pero estaba perfectamente oculto a las miradas.
La fiesta empezaba. Oliver suspiró al oír los sones de la música que tanto le
gustaba a Belial, una canción de Kyle Minogue que su compañero de pieza solía
bailar en toalla por las
mañanas: Can't Get You Out Of My Head… Belial disfrutaba bailar y era
jodidamente sexy en eso: Oliver, que en un principio había detestado la idea de
agitarse sin una recompensa,
terminó disfrutándolo también, aunque le daba muchísima vergüenza hacerlo fuera
de su habitación. Pero había bailado con Belial en fiestas internas de la casa
Slytherin, y podía seguir su
ritmo tecno y violento con cierta habilidad. No era lo suyo, de todas maneras.
Aunque le gustaba cantarle Praise You muy cerca mientras bailaban espalda con
espalda…
Una ola de odio a Hugh lo atravesó un rato y se perdió la música, mirando por
las altas ventanas a su espalda cómo empezaba a nevar. Un Halloween blanco. En
pasillo, que tenía una
forma de C sobre el vestíbulo de entrada, estaba casi a oscuras, inmenso y
solitario.
Aunque alguien saliera de la fiesta, no lo vería, un piso más arriba. Él, en
cambio, sí.
I wish that I could fly
Oliver escuchó una canción de ritmo más rockero, aunque también mucho más
sensual. Apoyado en los codos, riendo para sí, se dio cuenta que
inconscientemente seguía el ritmo de la
música.
Into the sky
So very High
Just like a dragonfly
Era un ritmo que le gustaba más: ondulante, serpentino, pero fuerte.
I'd fly above the trees
Over the seas
Nunca había estado muy in la música, como Belial así que no reconoció la
canción, mientras empezaba a ondular a propósito, una risa pícara. Nadie lo
vería.
…In all degrees
Se enderezó, y cerró los ojos, sorprendido a lo mucho que lo disfrutaba. Sentía
su pelo suelto azotarle el hombro placenteramente mientras movía la cabeza al
ritmo, la larga túnica que
le caía atrás enredándosele en la piernas juguetonamente. Se aseguró que no
hubiera nadie alrededor con una rápida mirada de sus ojos oscuros, y se dejó
llevar más, agitándose de lado
a lado, la cabeza echada atrás en una sonrisa, su esbelto pecho arqueándose
deliciosamente, sus juveniles pectorales tensando la tela, sus brazos suaves y
torneados alzándose y
cruzándose hasta casi tocar el hombro alterno.
To
Anywhere
I
Please
Era muy placentero, y Oliver dejó escapar en bajos gemidos su respuesta a la
ronca voz en la canción, a los jadeantes oh yes. Agitó las caderas, los muslos
al lento, poderoso ritmo,
abandonándose por completo, sintiéndose deliciosamente excitado y estimulado,
aunque lleno de una gatuna lasitud.
Oh, I want to get away…
I want to fly away
Yeah yeah yeah- oh yes!
Donde estás, Belial? Nunca me lo has dicho, nunca lo hemos hecho, pero te haría
el amor, ahora…
Let's go and see the stars
the Milky way and Even Mars
Sus manos bajaron y subieron por su pecho. Era no sólo virgen, sino inocente,
tan inocente como puede serlo un muchacho de dieciséis años que se autocomplace
ahogando sus gritos
en la almohada. Cuántas noches lo había hecho mirando a su Belial dormir.
Cuantas noches lo había besado entero, había inhalado su pelo para liberarse
mientras Belial dormía, incapaz
de despertarlo para nada, avasallado de ternura y temor. Pero moviéndose en ese
ritmo se sentía desinhibido, hasta atrevido.
Where it could just be ours
Let's fade into the sun
Si me amas, ven por mí, Belial… pensó con una risita. Se acercó a una de las
armaduras metálicas que adornaban el pasillo, caminando como un gato. Se paró
enfrente, y amoldó su
suavísimo cuerpo al duro metal, riendo, incapaz de creer su propio atrevimiento.
Y apoyando los labios en el yelmo antiguo como lo hubiera hecho con Belial,
onduló su cuerpo contra el
metal rígido y frío, su suave entrepierna rozándose contra la áspera cota de
malla que cubría el muslo de la armadura. La sensación no se la esperaba: casi
tuvo que ahogar un gemido.
Rió para sí, la frente apoyada en el yelmo. Se supone que estoy trabajando. Pero
si al menos me pudiera tapar con una túnica… estoy tan… oh diablos… qué me pasa
hoy? Se va Belial
y enloquezco?
Let your spirit fly
Where we are one
Su cuerpo protestó enojado e irritado que lo que necesitaba era un baño tibio y
una buena cantidad de crema fresca de piel, aplicada sabiamente, para quedarse
tranquilo: pero Oliver lo
ignoró, y procuró calmarse, apegándose a la barandilla de piedra para ocultar su
incomodidad.
De pronto, frío en el aire. Oliver frunció las cejas, sorprendido. Estuvo
siempre tan helado? Entonces sí que soy tibio. Se giró, notando que la luz
disminuía, dándose cuenta que las velas
se agitaban. Qué es eso? Una corriente de aire?
Just for a little fun
Oh, Oh, Oh yeah
Y como una ola de oscuridad, pulsante y maligna que le erizó la piel, frío
envolviéndolo, y un sonido resonante en sus oídos.
Era lo mismo que lo atacara en los calabozos.
I want to get away
Era peor, mucho peor.
Snape le había dicho que debía haber sido un espíritu errante, algo
relativamente común. Pero Oliver supo, aunque no era experto en DADA, aunque
tenía sólo una B en Adivinación,
que no se trataba de un espíritu en pena. Era algo oscuro y poderoso, y
enojado.
Y dirigido directo a él.
I WANT TO GET AWAY
Lo atenazó un pánico, aún más aterrorizante por la euforia anterior. Quería
correr y no se atrevía. Quería gritar y no se atrevía. Y de pronto vio como una
puerta al fondo del pasillo de
abría, y allí puso ver la sombra de un hombre muy alto, con túnica negra, que
aunque sólo era una silueta, lo miraba. Quiso gritar y no tenía voz.
I WANT TO GET AWAY
Lo miraba con hambre.
Lo miraba con odio.
Lo deseaba. Ya lo había tenido.
Oliver dio media vuelta y huyó como un rayo, temblando tan violentamente que
apenas podía respirar. Correr. Correr.
I WANT TO GET AWAY: Y E S !
E irse de frente contra alguien que le atrapó las muñecas.
Luchó, al fin gritando.
- Oliver!- Era Bill, con su modesta túnica de gala rojo oscuro, peinado, los
lentes en la punta de la nariz por la frenética lucha de Oliver, el cuello tipo
bote dulcemente bordado en
leones dorados por su madre reluciendo, súbitamente en deslumbrante en el
pasillo iluminado.- Oliver, qué pasa? Estás bien? Por qué corrías?-
Oliver miró atrás, sus ojos negros aún desorbitados, y se dio cuenta con
sorpresa que había corrido todo el trayecto desde el corredor del segundo piso
hasta la entrada de la Torre
Gryffindor en el cuarto, en el otro extremo del castillo, sin darse cuenta.
Se apartó de Bill, se cubrió la cara con las manos. Hiperventilaba: tenía el
corazón enloquecido. Y al pasarse las manos por la cara, la halló transpirada, y
helada.
Vaciló, y trató de hablar. No tenía voz, y sí mucho, mucho frío.
La mano de Bill, muy cálida, le atrapó la muñeca, y lo hizo meterse por un
pequeño túnel que se abrió de pronto en la pared. Vio unos sillones en plush
rojo, una chimenea con llamas
alegres y brillantes lámparas, unos tapices medievales en sepia y rojo. Bill lo
sentó en un sillón muy mullido, y se agitó alrededor haciendo cosas hasta que
Oliver se dio cuenta que tenía
una taza de leche con chocolate y vainilla caliente en las manos, que tenía los
hombros y el regazo cubiertos con una manta de lana tejida escocesa y que Bill
le acariciaba la cabeza,
sentado en una banqueta sus pies. Se había dejado dirigir, y manejar como un
recién nacido: pero es que Bill era tan seguro, tan cálido, tan amable. Alzó la
vista a su cara, y se dio
cuenta lo ovalada que era, en vez de sus rasgos agudos, unas pocas pícaras pecas
muy claras en su tez cremosa, sus ojos dulces y celestes, amables como el cielo.
No eran absoluto
azules: eran celestes, de ese celeste de bautizo, rico y tibio como cielo de
verano en una tarde perezosa. Y ahora estaban llenos de preocupación, dulces
tras sus bobos lentes
redondeados.
- Oliver, por favor, qué te pasó? Qué te asustó?-
Oliver bajó la vista, y aunque aún temblaba, se sintió un idiota. Allí estaba,
sentado en Gryffindor, nada menos, temblando como una hoja, con Bill
atendiéndolo como si fuera un primer
año.
Qué me asustó? Nada. Me bajó un ataque de pánico porque un espíritu me atacó una
vez, y creí ver cosas.
No me mires así, Bill.
Por favor.
- Nada. Perdona el numerito.- dijo con voz que ojalá hubiera sonado más firme.
Pero Bill no lo dejó pararse, ni dejar la taza intacta. Le tomó las manos, y
Oliver se sorprendió a lo cálido
que era su contacto.
- Oliver, alguien quiso hacerte daño? O viste algo… algo raro?- dijo tras un
momento.- Por favor, tómate la leche… estás helado…-
Cómo sabe…?
Manos tibias, ojos tibios, mirada envolvente y cariñosa.
Eras así a los once, y a los once te miré y me hiciste tuyo con un caramelo y
una sonrisa. Aún guardo el papelito.
Soy patético.
Te odio, Bill Weasley, a tí, a tu amabilidad, y a tu capacidad para desnudarme
con una mirada.
Bill se inclinó y le tocó las mejillas. Y Oliver se horrorizó al darse cuenta
que tenía las mejillas empapadas, que había estado llorando mientras corría y
seguía llorando.
Quiso decirle a Bill que lo dejara irse, y cuando abrió la boca, sollozó.
Quiso apartarlo para irse, irse lejos de ese calor y esa luz a las sombras y a
los calabozos, y se halló en sus brazos, mecido, acariciado, llorando su miedo.
Quiso ocultar la cara, quiso rechazar el abrazo de Bill, tan cálido y amable con
su vieja túnica suave, y se halló con sus labios en los suyos, besándolo con una
calidez que ni el fuego la
emulaba. Suaves y blandos eran sus labios, y luego húmedos. La euforia volvió
doblemente poderosa, y Oliver sintió que su cuerpo se rendía, mientras que su
sanidad mental tambaleaba
por la sucesión de euforia y terror y luego euforia. Bill era tierno, e
increíblemente suave: sabía a miel y toffee, la temperatura exacta de una taza
de café en un día lluvioso. Belial era
menta y hielo, limón y alcohol helado y electricidad, y el cambio en su contacto
era inenarrablemente atrapante, una sensación de agua tibia en piel helada. Era
como dormir.
Oliver alzó una mano que temblaba y le dio vuelta la leche caliente en su pobre
túnica de segunda mano, quemándolo hasta el hueso.
Bill dio un grito y se apartó, su rostro rojo de dolor, y cayó sentado en el
piso. Oliver lo vio vagamente tratando de apartar la tela quemante de su
abdomen, la pobre túnica de segunda
mano que ya estaba rozada ahora irreparablemente dañada. Lo vio tratar de
limpiarse, de aguantar el dolor de la quemadura.
Lo vio mirarlo con ojos húmedos de dolor, sus labios húmedos por el beso
temblando, sin ira ni odio, sólo con un dulce y dolorido porqué? en su cara.
Oliver huyó por segunda vez esta noche. Otra vez huyó con los ojos húmedos, y
con pánico en el fondo del estómago.
La noche de Halloween, Hugh estaba solo, abrazando un cojín húmedo con sus
lágrimas, extrañando a Bill tanto que era peor que un cólico. Afuera llovía y
tronaba, en el pueblecito al
norte de Gales del que era originario, y la pequeña casa hacía poco por alejar
el frío y el ruido de la tormenta. Un relámpago, otro.
Su madre le había mandado una lechuza con su habitual parquedad exacta: Vete a
casa y espérame allí.
No había prendido una vela, ni una lámpara. Sólo la chimenea reflejándose en sus
rizos revueltos, sus ojos ojerosos, tirado en el desvencijado sillón mostaza con
un cojín abrazado en el
regazo, sus brazos rodeándole las rodillas, su rostro en los brazos.
Nadie le había dicho si Belial seguía vivo. Nadie había sido tan caritativo.
Hugh se había quedado ya sin lágrimas. Y se miraba sus manos pequeñas y fuertes
y algo encallecidas por el bate de quidditch. El bate que había usado para…
Hugh sollozó seco, extrañamente ruidoso en el silencio, como si le hiciera eco a
los palos crujiendo en la chimenea. Sabía que bateaba con fuerza suficiente para
doblar un poste de
acero. La cabecita de Belial, tenue hueso, tierna carne, diáfano cerebro,
astillándose bajo su golpe. Había sentido el crujido y cómo el hueso se rendía a
él hasta en la muñeca…
Hugh sollozó otra vez y se tapó la cara con el cojín.
Belial, riéndose bajo el cielo plateado, hermoso, inalcanzable. Luego en el
barro, lleno de sangre, cayendo como una flor tronchada, su pelo aleteando, sus
ojos abiertos…
Deseo…
Deseo nunca haberte conocido…
Deseo nunca haberte lastimado…
Por favor, Belial, dime que me humillarás otra vez. Dime que me harás rabiar y
me romperás el corazón. Sólo mírame y despréciame otra vez, Belial, por favor!
Aún tenía lágrimas. Y se mecía en su desesperación, hasta que quedó echado cuan
pequeño era junto al fuego, temblando, los ojos tan hinchados y calientes como
los leños.
Despacio levantó una mano, y la acercó las llamas. Se las había lavado hasta que
las uñas se le pusieron descoloridas. Pero aún sentía esa vibración, y la
sangre…
La apoyó en el tronco ardiente. No dolía. Olía raro, pero no dolía.
Apoyó la otra.
hiss
Cerró los ojos…
… Belial, mi amor, es parecido a cuando tú me…
- EXPLEXIO!!-
La orden gritada lo mandó al otro lado del cuarto, ampollas formándose, el dolor
cayéndole encima como lluvia violenta. Una mano firme lo sentó en el sillón, y
Hugh alzó la vista, para
encontrarse con la Aurora que llamaban Muerte Roja, y él llamaba mamá.
Mariah Mitchell era una mujer de estatura media, no gruesa pero sí robusta.
Tenía la nariz recta y el pelo rizado de su hijo, pero era más rojo que rubio, y
su uniforme azul y blanco de
Auror destacaba ese rojo que sólo en parte explicaba su apodo. Era famosa por
sus rápidas reacciones y su poder: una de las tres Auroras de la famosa
promoción del 77 en la
Academia del Auror's Guild (de treinta y siete) que sobrevivieron a la época de
Voldemort, junto con las igualmente famosas Airelle Vilka y Caitlin Tyler, fue
una de las primeras auroras
que tuvo permiso para matar en vez de capturar. Era rápida, fuerte y letal. Y
como madre era tan intimidante como Aurora: Hugh podía ser un auténtico
diablillo, pero si algo podía
aterrorizarlo era su madre. Y aunque era apenas más alta que él, ahora se
parecía notablemente a un grizzly de dos metros.
- QUÉ CREES QUE ESTABAS HACIENDO, HUGH?- rugió, bañándole las manos con un
hechizo de agua helada, vendas mágicas cubriéndolos. Si veinte años de Aurora le
habían
enseñado algo, era a tratar heridas sin casi mirarlas.- Y qué demonios hiciste
en el colegio? No he tenido tiempo de leer la carta de Dumbledore. Qué hiciste
ahora? Hugh…-
Hugh, con un grito ahogado, se aferró a su cintura con manos vendadas de
amarillo pato y se echó a llorar histéricamente. Decir que eso paró en seco a
Mariah era subestimarla, pero se
sentó en el sillón y acunó a su hijo que tiritaba con algo como miedo en sus
ojos. Podía ser la Muerte Roja, pero amaba a su único hijo con toda la fuerza de
su temperamento
apasionado. Sabía cómo era, igual que ella había sido, más rápida para actuar
que para pensar, aunque tenía una personalidad más aguda y sarcástica que ella,
que no venía de sus genes.
- Hugh…- lo meció, lo besó. Y Hugh lloraba.
Mariah desplegó la carta de Dumbledore y la leyó. Y sus ojos se agrandaron y
luego se entrecerraron.
- Que casi mataste a un chico de un batazo? Hugh, qué te hizo el idiota?-
despacio acarició sus rizos, besó su frente afiebrada.- Hugh…-
Hugh la miró, su rostro desencajado. Y Mariah le sonrió suavemente.
- Se salvó. Estará bien, Hugh. Lo dice la carta.-
Hugh siguió llorando aferrado al amplio, blando busto de su madre, esta vez de
alivio. Musitó el nombre de Belial, una y otra vez. Y Mariah, la mejor Aurora,
la más rápida investigadora,
se esforzó por atar cabos. Sus ojos de hielo azul se endurecieron. Y cuando Hugh
calló, le tomó la cara entre las manos.
- Hugh, dime qué pasó. Qué te hizo?-
Hugh bajó la vista, y Mariah sintió, más que vio, sus mejillas volverse de
fuego.
No podía ser, verdad?
Un tirón, y Hugh gritó cuando su mamá, con manos que eran fuertes e
irresistibles como tenazas lo tiró sobre su falda como a un bebé y le desnudó
las nalgas, como si fuera a darle un
castigo por ser un niño malo. Hugh se revolvió, pero Mariah tenía veinte años de
práctica, y sintió a su madre aspirar fuerte mientras lo miraba a la luz del
fuego.
- No! Mamá, no!-
Su madre lo soltó. Hugh se cubrió, sin atreverse a mirarla. Sabía perfectamente
que los moretones de su salvaje tarde con Belial no se habían ido, y hablaban de
violencia, no de amor.
Y sabía que su madre podía unir cabos como nadie.
- Vístete y agarra tus cosas. Nos vamos a ver a Dumbledore.- dijo Mariah, su
perfil de piedra a la luz del fuego. Y Hugh tembló. Nunca la había visto así.
Parecía una estatua. Estaba lívida de ira. Y cuando sus ojos destellaban así,
siempre moría alguien.
Foxnotes: si, ya sé, poca trama, mucho adolescente delicioso contoneándose con
una de mis canciones favoritas. No puedo evitarlo ( a lo Merle) Porque no puedo
evitaaaaarlooo? No
me digan que no les gusta… miaw… ya más Lucius vs Mariah. Ya más Stephen siendo
listo. Y muy luego, más Djeri. Y qué ha hecho Belial en ese armario.
Amor, Foxy.
CAPÍTULO CATORCE.
THE DEEP.
Isn't an ocean so deep
A mountain so high it can keep
Keep me away, away from his love.
Dónde *mierda* se había metido Belial? No le dije bien claro que comidita y
media vuelta? Qué cree que tiene una gripe? Seguro que estuvo contoneándose
arriba de una mesa,
malditos genes de Lucius…
Severus, tras chequear muy temprano al día siguiente de Halloween la enfermería
y hallar la cama vacía bajó tan rápido como si se hubiera dejado caer escaleras
debajo de vuelta al Nido,
furioso consigo mismo y mucho más con Lucius por haberlo… bueno, retenido la
noche anterior en vez de hacer su ronda habitual para asegurarse que todo
Slytherin estuviese donde
debía, léase, en camita.
Y eran las siete de la mañana de un lunes y ya estaba seguro que se agarraría
una neuralgia.
Oliver estaba vistiéndose distraído, el pelo mojado, anudándose la corbata
frente a su espejo, en camisa, sus briefs blancos cortitos y su camisa de
colegio, con los calcetines ya puestos,
cuando Snape entró a su pieza como una tromba. También se oía, aparte del
movimiento habitual de todo el mundo preparándose para bajar a desayunar, a Ari
y a Kirsten chillándole
Snape porque les había revisado hasta la ducha buscando a Belial.
- Donde - está?- gruñó Snape, mientras Oliver lo miraba con la boca abierta.
Tenía ojeras. Snape también.
- Está diciendo que no está en la enfermería?- Oliver pasó de su soñadora
reflexión ante el espejo a alerta completa.
- Dónde se metió anoche?- Snape era negro, enorme y amenazante ante el chico
medio desnudo.
- Pero yo no lo ví anoche! Me está diciendo que bajó igual?-
- Te estoy diciendo que no tengo idea dónde mierda está.- Severus sólo puteaba
frente a sus alumnos cuando estaba realmente enojado, pero Oliver estaba
demasiado inquieto para
preocuparse por eso.- Vístete y ayúdame a buscarlo. –
Oliver obedeció, y sólo pasó rápido al Gran Salón a buscar una taza de café sin
la cual no podía vivir.
Y fue allí donde sintió frío otra vez, rodeado por todos los chicos que se
apresuraban a tragar un sabroso desayuno antes de irse a sus clases de lunes en
la mañana un poquito
soñolientos por la estupenda noche de Halloween.
En una mañana súbitamente helada.
Como una mano fría en la base de su espalda.
- Oliver!- la voz de Stephen lo sacó de su parálisis con un estremecimiento. Se
volvió, y Stephen estaba allí cerca, su rostro extrañamente pálido. Y con una
inspiración, vio a Bill en la
puerta del fondo, esa pequeña bajada adyacente que comprendió de súbito era el
camino más corto desde la enfermería hacia el Gran Salón.
Belial!
Oliver corrió a esa salida, su túnica agitándose, con Stephen detrás, y los tres
Head Boys se lanzaron al pasillo. Allí Bill los guió adonde Belial estaba
tendido en el piso frío, a los pies de
un armario con sus puertas de pesada caoba completamente abiertas, las
servilletas y manteles polvorientos guardados allí desperdigados alrededor de
Belial como palomas muertas.
Oliver dio un grito y se arrojó de rodillas; Belial estaba tan pálido, tan
fantasmal, tendido allí, con los brazos cubriéndole la cara. Sólo cuando le tomó
una mano helada se dio cuenta que
temblaba entero.
- Belial! Belial! Belial, me oyes!?- Oliver sentía la histeria atenazarlo, tres
veces en tres días. En esos casos, Bill y Stephen valían un mundo: Bill partió a
la enfermería y trajo una camilla
flotante, Stephen lo levitó hasta ella, enviaron a un mocoso de segundo a buscar
a Snape y a Prewett, y Stephen uso sus conocimientos de medimagia para lanzar
algunos hechizos de
primeros auxilios que hicieron entrar en calor a Belial y lo hicieron abrir los
ojos.
Estaba aterrorizado. Se aferraba a Oliver, tembloroso, aún helado. Y Oliver se
dejó aferrar como un peluche, meciéndolo, susurrando palabras de amor.
Bill los miraba.
Stephen envolvió los pies de Belial en las mantas de la cama mientras ayudaba a
desvestirlo. Su ropa estaba manchada de polvo, y extremadamente arrugada.
Mientras Oliver la tiraba al
piso en su apuro por ponerle un camisón de franela a rayas amarillas y blancas
con florecitas cafés, hubiera jurado que la ropa era lo que mantenía helado a
Belial, aunque estaba tan fría
que no sabía si estaba sólo helada o también húmeda. Olía… como metal?
Lo acostaron, y fue entonces cuando Snape entró, seguido del animoso Prewett,
con la cara como un máscara de rabia. Aparte de algunos machucones e hipotermia,
Belial no estaba
más grave, pero sí muy débil, y Snape no le preguntó nada, sólo le metió una
fuerte poción para dormir con la misma gentileza que si fuera una planta, junto
con algunos viales de
poción pimentónica para entibiarlo. Y luego de que Belial se durmió, Snape se
volvió a ellos tres, y los empapeló a gritos, ordenó a Oliver quedarse para
cuidar a Belial, y les quitó puntos
respectivamente a Bill y a Stephen por inútiles. Prewett, que lo conocía, se
salió del camino: pero Snape chilló hasta quedarse ronco. Cuando al fin acabó,
fue Stephen quien dijo muy
calmado:
- Y usted? Nosotros estábamos encargados de cuidar el Salón e ignorábamos que un
armario peligroso podía atacar a Belial. Tal vez no debería haber salido de la
enfermería anoche sin
escolta.-
Tras eso hubieron pelos y plumas flotando de la pelea por otra media hora,
mientras Oliver y Bill observaban a Stephen como si no tuviera el sentido común
para hallar la salida de una
bolsa de papel. Casi se esperaban que luego se largase con un " No creo que se
atreva a darnos detención, no?" pero se calló. Cuando al fin se fueron, con las
orejas zumbando, Bill le
alzó la cejas en el pasillo.
- Eso no fue lo más listo que te he visto hacer.-
- Bill, o éramos nosotros o se agarraba a Oliver. Y tú y yo somos bastante más
duros de piel. Que suelte su vapor y ladre hasta que se canse.
Extraoficialmente, me gusta el viejo.-
Bill lo miró sintiendo una sonrisa formarse.
- Extraoficialmente, eres un zorro tramposo.- Bill le sonrió, limpiando sus
lentes.- Es un cumplido.- luego miró atrás.- Es una pena que sea semejante
bastardo. Si no, creo que de veras
sentiría pena por él.-
- Snape?-
- No, Belial.- la cara de Bill se endureció.
- Por Hugh, o por Oliver?-
- Qué?-
- Te conozco, Weasley. A diferencia de tus hermanos, eres incapaz de sentir odio
por tí mismo.-
- Oficialmente, eres una rata metomentodo.- el Head Boy de Gryffindor suspiró.-
Por ambos.-
Belial no abrió los ojos hasta la tarde. En cuanto miró el techo, que le era
cada vez más familiar, emitió un sin voz mierda.
- Ssh.- Estaba acunado en el hueco formado por un cuerpo que ni siquiera
necesitaba abrir los ojos para reconocer: Oliver, sin zapatos ni túnica, medio
metido en la cama con él,
acariciándole las sienes con sus manos mágicas.- No hables…-
- Qué…- Belial tenía la garganta seca, y Oliver le acercó agua muy despacio.-
Qué pasó…?-
- La verdad, no estoy seguro. Pero creo que te atacó un armario en el pasillo.-
Belial abrió un ojo y miró a Oliver, dulcemente ilumanado por la tarde nublada a
través de las largas ventanas, inclinado sobre él, su pelo acunado en la
almohada. Estaban discretamente
medio ocultos por las cortinillas blancas que se usaban como biombos, y Oliver
estaba apoyado en un codo, muy tranquilo.
- Repite. O Hugh realmente me estropeó el cerebro o dijiste…-
- Sí. No recuerdas nada?-
- No.-
Oliver le besó la frente. Los dos quedaron apoyados en la almohada, de frente,
mirándose y sonriendo.
- Me has hecho pasar mucho, mucho susto estos días, Monsieur Malfoy.-
- Lo lamento mucho, Mr. Lestrangue.-
- A Mr. Lestrangue le gustaría añadir que si alguna vez a Monsieur Malfoy le dan
ganas de hacerlo otra vez, muy posiblemente va a terminar atado y pasando unos
días siendo tratado de
una forma que haría al Marqués de Sade ponerse rojo.- por supuesto, era broma.
Oliver no reconocería perversiones ni aunque una viniera y le acariciara el
traste con su látigo de cuero.
- Monsieur Malfoy declara que pondrá su mejor esfuerzo.- Belial inclinó la
cabeza y besó a Oliver, los brazos del pequeño hindi – francés rodeándolo con
mucho cuidado. Era cálido y
familiar, y los dos se relajaron en su beso, en esa camita sola en la
enfermería, oyendo a lo lejos una canción de Cat Stevens que Madam Pomfrey, la
enfermera, había sintonizado en la
Wizard Wireless.
Hasta que oyeron un alarido.
Abrieron los ojos sin apartarse, y Oliver medio se arrodilló, medio gateó en la
cama con muy poca gracia para asomarse entre las cortinas.
Prewett, pálido y horrorizado llevaba en brazos a un chico de Gryffindor
empapado en su propio vómito, seguido por Bill, que apenas se mantenía en pie.
Para Oliver verlo y que casi se
le partiese la cabeza de dolor fue todo uno. Y nadie oyó a Belial pidiendo ayuda
cuando Oliver se le desmadejó en los brazos con lágrimas de dolor en sus
mejillas morenas.
Lucius subió los escalones de Hogwarths por segunda vez en tres días a
regañadientes: para empezar, Belial estaba bien a pesar de su noche en el
armario, y a Severus sin duda aún no
se liba la rabieta porque le hubiera … bueno… tomado prestado? sus libritos y
pociones. Snape, sin embargo, había amenazado con castrarlo si no venía a ver a
su hijo, y además
necesitaba situar un orbe en la habitación de Sev para el hechizo. En fin.
Subía a regañadientes, pero cuando vio a una mujer pequeña y pelirroja subiendo
también las escaleras, manto de Auror flotando a su espalda, inmediatamente se
tensó con esa sonrisa
amenazante de un gato viendo acercarse a un perro. Y la esperó allí arriba, su
manto negro recto al piso, su sonrisa carnívora bajo ojos fríos como iceberg.
Mariah Mitchell se quedó quieta mirándolo, su tez rosada volviéndose blanca como
la cal con odio y disgusto. Hugh, que iba a su lado, aunque jamás había visto a
Lucius Malfoy, no le
costó nada identificarlo. Si era igual.
- No has cambiado nada. Estás igual que hace veinte años, desgraciado. Pero si
hubiera justicia, estarías pudriéndote en Azkaban con tus…- Hugh miró a su madre
con temor. Ver a
Lucius Malfoy y enfurecerse como rara vez la había visto había sido todo uno:
Hugh había creído que iba enfurecida hasta ahora, pero eso no era nada con el
odio en sus ojos verdes, en
la forma en que le apretaba la mano. Eso era odio.
Lucius alzó una mano, todo elegancia.
- Tsk.- dijo con la cabeza calmadamente inclinada a un lado.- yo casi no te
reconozco, Mary. Se me hace raro verte con ropa.-
Mariah saltó como un tigre sobre Lucius. Pero Lucius la esquivó, y sacó la
varita, para mantenerla alzada.
- No, no… flor de genio, el tuyo… no deberías tratar así a un viejo amigo, no
después de lo que tu hijo le hizo al mío.-
Mariah, que se había puesto roja, fue al blanco. Y comprendió de un tirón, la
angustia de Hugh, el nombre, Belial, y qué y cómo había surgido ese odio entre
Hugh y Belial.
Era obvio que se odiaran.
Aunque tuvieran el mismo padre, sus madres eran tan diferentes como el hielo y
el fuego: la suave y elegante Narcissa Malfoy, cuyos hijos fueron concebidos en
un santo lecho
matrimonial, y la fiera Mariah Mitchell, Aurora atrapada y sádicamente torturada
por los mortífagos.
Y violada.
Mariah entendió todo, y supo quién había abusado de su hijo.
Y se desmayó.
Snape acabó de calmar a Prewett para que acabase el certificado de defunción del
chico Gryffindor mientras Bill lloraba sentadito en un rincón. Y fue entonces
cuando oyó la voz de Belial,
y descorrió las cortinas para hallar a Belial acunando a un Oliver dormido.
Y ahora qué.
- Parecía… como si sintiese el dolor de ese chico…- Belial, muy pálido e
impresionado, lo acariciaba. Snape comprobó las características clásicas: sudor
frío, palidez, pupilas dilatadas…
yep, peor y peor.
- Oliver no es cualquier medium, Belial. Es un émpata. Siente lo que siente la
gente muy cerca, o sus familiares.-
- Pero si no tiene…- Belial se quedó callado, y abrió los ojos muy grandes.
Snape asintió tristemente.- Esta noche se vuelven a tu pieza. Y, Belial…-
- Sí?-
- Seguro que no recuerdas nada?-
- No.-
- Me dejas revisarte?-
Belial parecía un poco tímido. Pero luego se subió el camisón ante la mirada
cálida de esos ojos negros, tan parecidos a los de Oliver, que lo miraban como a
un hijo. Y muy despacio se
tendió de espaldas en la suave cocha, las mejillas ardiéndole, sintiendo las
manos tibias y gentiles de Snape en sus muslos desnudos. Curiosamente, no era
desagradable. Sentía nervios,
pero no se sentía violado, ni se sentían intrusos esos dedos, incluso sabiendo
que observaba su punto más íntimo.
Era hasta dulce. Belial cerró los ojos con las mejillas rojas como el pelo de
Bill, sintiendo los ojos negros y profundos de Snape como sol en su piel.
Snape deslizó su mano blanca y sensitiva, algo áspera por sus años de pociones
por el abdomen de Belial, le apartó el sedoso pelo del cuello.
Mordiscos.
Besos.
Deditos marcados en su espalda, pero gracias a Dios ni un signo de penetración.
Un rato de buen snogging en un armario, como Dios manda.
Con un * fantasma *
Pero cómo diablos…?
Y fue entonces, que sorpresivo como hielo en la piel, la mano de Snape se crispó
en la suave piel y Belial abrió los ojos de golpe.
- MALFOY! POR QUÉ NO ESTÁS USANDO EL MALDITO TALISMÁN?!-
- El… qué?-
- TE MANDÉ UN TALISMÁN PARA PROTEGERTE! TE PODRÍAS HABER MUERTO, MALDITO
INCONSCIENTE! TE PODRÍAN HABER MATADO Y VIOLADO!!-
- … el paquetito que me envió la otra noche…? Lo olvidé…-
AAAAHRG. Malditos pendejos de mieeeerda….
- Mal día, parece.- Snape cerró de una patada la puerta de su oficina para
encontrarse con nadie pero Lucius Malfoy echado en su sillón, sus pies sobre el
escritorio, su capa y túnica
descartados al desgaire sobre su mesa de Pociones en una cascada de gamuza
negra, su corbata de lacito deshecha, y su cara juguetona y distraída mientras
se acariciaba la cara con la
pluma de águila blanca que Snape usaba para firmar diplomas de egreso.
Snape se la quitó, y se hizo un café en el que la cuchara se paraba sola,
dándole la espalda, notando que el agua acababa de hervir.
- No tu maldito asunto.- dijo ásperamente, mientras Lucius bajaba los pies y se
acomodaba en un codo para mirarlo.- Y puedo preguntar cómo cresta entraste a mi
oficina?-
- Fácil. Le canté la discografía completa de Cat Stevens a la puerta y se abrió
con Lady D'Arbanville. Deberías modernizar tus gustos, Sev.-
- Idiota.- Severus aún parecía irritado cuando pasó, echó la capa de gamuza a
una silla como si apestase y se paraba junto a la silla de Lucius.- Esa es * mi
* silla.-
- Sev, porqué me siento de vuelta en el wizgarden?-
- Sal.- Severus estaba al límite de su genio hoy.- Quiero * sentarme *-
Lucius le cerró un ojo y palmeó sus muslos, lo que sólo logró que Severus
rugiera, cruzara la habitación en zancadas tan grandes que su toga revoloteante
enseñó sus pantalones negros
formales, y se sentó con muy poca gracia en el sillón junto al fuego.
Lucius, echado en el escritorio lo miró con ternura. Pasó un rato antes de que
hablaran, y fue cuando Snape se dio cuenta que había un montoncito de libros y
viales en la mesa.
- Veo que trajiste todo de vuelta.- gruñó.
- Sip.- Lucius lo observaba con algo es no es humor en sus ojos plateados.-
paz?- Lucius le ofreció su sonrisa, que en el caso de Severus no era tanto
ofrenda de paz como ofrenda
propiciatoria.
- Ya no los vas a usar.- Severus dejó que una micro-sonrisa relajara su cara.
- Nope.-
- Te arrepentiste de liberar a Djeri.-
- Ya lo hice.-
Severus inhaló café hirviendo. Mientras tosía y escupía, Lucius lo miraba con
paciencia.
- Estás…- la voz de Snape se ahogó en su garganta. Lucius no parecía bromear. En
realidad, tenía su cara de quién dice que no puedo domar un Nundu? la de quién
dice que no puedo
seducir a Sirius Black?. Esa cara suya, malvada, maldita, perversa.
- Cómo…?- tosió.- Dónde…?-
Lucius sonrió, y miró su reloj.
- Al amanecer, en siete horas y treinta y ocho minutos. En tu habitación.-
- Sev, voy a usar una Multijugos y un hechizo de Invisibilidad total. El
palabrapoderosa Matar, el Geas, el Necromancy Handbook, y el Dementia. Y una
generosa ración de Delusion
Charms para cubrir todo.-
- Fue bastante sencillo. tomé a un muggle como de la edad de Djeri, y le lancé
el Geas obedecer que es parecido al imperio sin rastrojos copantes. Luego le
lanzé el Dementia y
encima la Invisibilidad Total, y encima un buen Delusional Charm para evitar que
nadie detectase la cantidad de magia. O sea, nadie detectaba el Imperius, nadie
detectaba que no era
un Dementor y nadie lo veía, así que me lo llevé del brazo a ver a Djeri.-
- Y?- a pesar de la calma de Lucius, Severus aún no lo podía creer. No hubiera
pensado que un mago pudiera lanzar tanta magia. Ni tan hábilmente.
- Pero Lucius, ningún muggle aguanta tanta magia encima… y si de todas formas,
en Azkaban habrían detectado a dos seres vivos!-
- ya sé que no aguantan. Reventó con el Dementia. Así que lo levanté como ghoul
con la ayuda de tu librito de necromacia. Quedan casi semivivos: hay un hechizo
muy …-
- Lucius!- Severus no sabía si horrorizarse o reírse.
- shh, viene lo mejor.- Lucius se veía tan satisfecho.- Llegamos a la celda, y
usé un giratiempo dirigido al talismán que dejé en tu cama … no lo sacaste,
supongo…-
- No. Ni lo he visto. Dale.-
- Lo fijé para el amanecer, y en cuanto Djeri se desvaneció, le di la multijugos
al tipo y le quité la invisibilidad con el Geas.-
- Entonces te atacó, siendo un ghoul?-
- Sí, con la forma de Djeri. Entonces me puse a chillar, y cuando al fin me iba
a matar y le lanzaron un Avada yo le lancé en silencio el Palabra Poderosa Matar
que acaba con los
mediomuertos. Ellos tenían un cadáver enloquecido por el Dementia y con poca
magia, tal como querían a Djeri. asistí al funeral, y me vine.- acabó Lucius con
su suave, perversa
sonrisa.
- Ajustaste el giratiempo…-
- Mañana al amanecer.-
Cuando Lucius acabó su relato, Severus lo miraba con la boca abierta. Lucius
había trabajado tanto. Cuando, por lo que lo conocía, su mayor stress había sido
decirle alguna vez a los elfos
domésticos hagan eso y ese esfuerzo había hecho que hasta los muebles se
desmayaran de la impresión.
- Tuviste mucha suerte.-
- Lo sé. Pero si todo fallaba, igual llevaba algo de veneno para Djeri y para
mí. No lo iba a dejar volver allí.- su voz, que se había vuelto muy oscura, de
pronto se alegró.- Claro, no
pensaba llegar a eso. O si lo hacía, iba a ser en un colchoncito de cadáveres
primero.-
- Lucius, tuviste tanta suerte que si alguien se pierde en un bosque, es acosado
sexualmente por una dríada en celo y luego se cae justo encima del tesoro de los
Nibelungos aún puede
llamarte suertudo a ti.- Severus ahora sí sonreía, aliviado. Lucius se sentó en
el sillón, y le tocó la cara.
- Te ves mejor sonriendo, sabes. Dejas de verte tan El mundo se postrará ante
mí, hahaha.-
- No me interesa el mundo. Que reviente, por lo que a mí respecta.- dijo Severus
con suave desprecio, mientras la sonrisa desaparecía.- …y el sentimiento es
mutuo.-
- Sev…- Lucius movió la cabeza, y le acarició el pelo.
Severus le apartó la mano.
- Estás enojado por lo de anoche?- Lucius igual tenía una sonrisa tan perversa y
satisfecha, pero Snape le echó una mirada seca bajo sus cejas alzadas.
- Saca las manos. Si crees que me la haces tres veces, te sugiero que lo pienses
de nuevo.-
- Y si solo me pegas con el Daily Prophet y me dices que soy una mascota mala,
mala?-
- Oh, Lucius.-
Diez de la mañana. Severus abrió los ojos lentamente y puteó. No había ido a la
Mesa Alta a ver a sus alumnos, y se había quedado dormido otra vez con ropa
sobre su cama, tras
pasarse la noche bebiendo solo.
Giró la cabeza, tratando de sacar las pesadas mantas de encima.
Algo tibio…
… que se movía?
Snape se enderezó bruscamente, para hallarse dormido junto a Lucius lado a lado
en su cama, y echado entre ellos, pálido y delgado como un espectro, acurrucado
como un gatito,
Djeri.
Djeri despierto, dos enormes ojos dorados descoloridos mirándolo.
Severus no podía hablar.
- Sev?- susurró esa voz débil, pero cuya entonación recordaba bien. Y se apoyó
en su pecho con total confianza, mientras Severus se deshacía en lágrimas de
emoción. Djeri, Djeri mi
amor…
… bienvenido a casa.
CAPÍTULO QUINCE.
THE BEAUTIFUL.
You thought you'd found a friend
To take you out of this place
Someone you could lend a hand in return for grace
It's a beautiful day
Lucius estaba desnudo, risueño y jabonoso, y le lloraban los ojos, no sólo por
el shampoo. La tina blanca empotrada en el piso de mármol verde oscuro de
Severus era pequeña. Pero Lucius era esbelto y Djeri estaba esquelético. Además,
no le importaba tenerlo bien apretado contra sí. La verdad, no había forma que
no lo hubiera tenido bien apretado, aún si hubiera sido un jacuzzi XL. Y
Severus, sentado junto a la tina, las mangas de su serio beatle verde negruzco
arremangadas, lo ayudaba a bañar a un Djeri muy quieto, tratando con cuidado
todas las manchas de piel rosada que había cubierto viejas heridas, gracias a la
magia de Severus. Estaba lastimosamente flaco, los huesos de su cuerpo casi
atravesando la piel, y su pelo que una vez había sido una jungla castaña ahora
era rala y gris, aunque aún más larga que antes. Pero sus ojos, que habían
parecido traslúcida agua sucia en la prisión, recuperaban su oro según como les
diera la luz. No hablaba, pero no hacía falta. Sus ojos lo decían todo. Siempre
habían hablado más claramente que su lengüita.
Y sus ojos los reconocían.
Lucius deslizó una esponja suave como un beso por su cuerpecito, para luego
descartarla y disfrutar usando sus manos desnudas. Lo acarició, allí acurrucado
entre sus piernas. Lo besó. Lloró en su nuca, sus brazos rodeándolo como si
nunca más lo fueran a dejar ir. Y Djeri se dejaba hacer, un suspiro de
satisfacción mientras apoyaba la cabeza en el pecho de Lucius.
Severus se secó los ojos y le pasó un shampoo hecho en casa ( de qué sirve ser
maestro de pociones si no?) que olía a miel, henna y sándalo. Lucius le echó
una mirada.
- Parece que estabas preparado. No sé si te acuerdas, pero es…-
-… el que le hacía a Djeri. Lo he usado por veinte años.-
- Ni una sorpresa que tengas el pelo así, entonces. Es para pelo seco, y el tuyo
es más…-
- ooh, cállate.- Severus aplicó el shampoo en el pelo de Djeri con increíble
delicadeza, sus dedos masajeando el cuero cabelludo. Las manos de Djeri,
sensibles y vulnerables sin uñas, ya que el hechizo podía reparar piel pero no
hacer que las uñas le crecieran otra vez, ya que se las había arrancado arañando
la piedra de Azkaban, subieron a cubrir las suyas.
Aparte de una suave canción de cuna que Lucius gorjeaba para Djeri, el silencio
era como el mar rodeando una isla solitaria. Estaban muy solos: ni un ruido en
el castillo. La verdad, ni siquiera recordaban que este día era de lágrimas para
todos.
Y ellos eran tan felices.
*canción: white reflection, Two Mix, Gundam Wing Soundtrack.*
Desde la lejanía, la nieve trazaba un velo entre los ojos y la distancia. lejano
y suave, era la ilusión de mirar a través de una protección, hi8los y puntos
blancos flotando en lenta paz pura hasta la tierra ya completamente blanca. Sólo
los troncos y ramas bajas de los arboles, sólo las personas moviéndose
proyectaban alguna sombra en el paisaje blanco: cielo blanco, suelo blanco,
nubes de blanco arremolinándose como si el cielo se desgajara. Como si las
plumas de miles de ángeles cayeran como ofrendas desde el distante cielo para
los niños muertos que enterraban ese día en el cementerio de Hogsmeade.
Entre tumbas y ángeles de piedra brillantes en sus velos de hielo, los cinco
Head Boys de Hogwarths estaban muy quietos como otros tantos ángeles de piedra.
Sus capas oscuras flotaban en la suave brisa helada que permitía a los copos de
nieve caer perfectos y brillantes en lentas espirales. Y más allá de ese velo,
Dumbledore, pelo blanco y blanca barba al viento, despedía con ojos
imposiblemente tristes, imposiblemente dulces y cálidos entre todo el frío a
esos ángeles. Y una vez que las tumbas bajaron a la tierra oscura y tibia bajo
la nieve, se volvió, un rayo de luz en la tarde luminosa, y miró a los Head
Boys, alejados de todos los que se arremolinaban alrededor de las tumbas, en el
borde de la colina cercana.
Estaban lejos, pero no tanto como para no haber oído sus palabras sobre la vida
y la muerte. y la esperanza.
Ni tan lejos para no verlos alzar su varita en el gesto que le correspondía, ni
para obedecer a su deber de Head Boys.
Bill primero, el Gryffindor, sus lentes secos aunque sus ojos relucían de
lágrimas contenidas. Ángel de piedad, su pelo rojo sangre contra el fondo
blanco, alzó la mano, su manga negra aleteando en la brisa y casi cubriendo la
mitad de su cara, y su varita emitió una brillante lluvia de chispas de color
rojo y dorado, elevándose al cielo como un rayo sobre las tumbas. El valor.
Luego Hugh, sus ojos aún ojerosos e hinchados, su mirada fija al frente mientras
se mordía los labios, sus rizos aún más salvajes por la nieve derretida
humedeciéndolos. Alzó la varita, y musitó con voz seca, controlada. Ojos aún
llenos de dolor, y shock. Ángel de inocencia. Chispas oro y negras al cielo: la
lealtad.
Stephen, tranquilo al fondo, su larga capa abriéndose desde donde la abrochaba
completamente como un joven sacerdote. Lentes claros, ojos agudos, su varita
estallando con quieta, exacta fuerza: el ángel de justicia, azul y bronce
cruzando el cielo blanco: la sabiduría.
Y Al final Belial y Oliver, juntos y quietos, moviéndose como uno solo con sus
varitas cruzadas. Oliver delgado y quieto, Belial apoyado en una lápida, su pelo
tan plateado como el cielo que las chispas de verde y plata cruzaban. Angel de
penitencia, ángel de venganza. La astucia.
Un momento, los cinco con sus varitas alzadas. Las bajaron al mismo tiempo,
mientras Dumbledore dejaba que su varita cantase como un fénix.
Y adiós.
No hubo ni una palabra en el triste camino de vuelta a Hogwarths por los campos
cubiertos de nieve, ni una mientras algo separados del resto caminaban solos,
sus capas negras flameando, cada uno perfectamente arreglado, cada uno pálido
como un fantasma, los ojos llenos de pena. Pena mezclada con rabia, penas
mezclada con determinación, pena llena de incomprensión, pena llena de
compasión, o sólo pena. No se tocaban mientras avanzaban, pero sí venían muy
cerca. Y no fue hasta que llegaron a la sala de los Head Boys, y Hugh tiró su
capa negra sobre una silla, Bill se apoyó en la mesa como si las piernas ya no
lo sostuvieran, Stephen se sentó y muy despacio se quitó los lentes y se echó el
pelo atrás, Oliver se dejó caer en un sillón y recogió los pies como un niño, y
Belial se dejó caer a su lado con cuidado por sus vértebras nuevas pero con
cansancio en cada una de sus graciosas líneas, su manga inconspicuamente
apoyándose en la de Oliver.
Pasó un rato antes de que nadie dijera nada. Hasta que muy lentamente, Hugh se
volvió, y vio que Oliver lo miraba fijamente. Stephen lo observaba, pero los
ojos de Oliver, ya de por sí aguzados y negros parecían pozos sin fondo.
- No puedo creer que no sólo no te hayan expulsado, sino que te hayan dejado
seguir siendo Head Boy.- dijo Stephen sin animosidad, con simple curiosidad
algo sarcástica. Oliver parecía sólo necesitar volver a sentir sus pies medio
congelados para lanzarse sobre Hugh, pero Bill alzó una mano, y Belial, casi en
el mismo momento le puso una mano en el brazo a Oliver.
- Si Dumbledore lo ha ratificado, punto. Y se acabó la discusión.- dijo Bill con
una voz más áspera de lo normal. Sin embargo, sus ojos eran suaves mirando a
Oliver. Cualquier cosa que haya pasado entre Belial y Hugh, lo arreglan afuera
entre ellos, s o l o s . – acabó con una sugerencia velada. Belial pareció
asentir, pero Hugh no miraba a nadie, sino que tenía la cabeza baja, sus codos
en las rodillas.
No que el ambiente nunca hubiera sido ninguna maravilla en esa sala, pero ahora
era positivamente desastroso. Belial parecía a mil años luz, excepto cuando
miraba a Oliver. Bill parecía triste pero determinado. Stephen los miraba todos
como insectos bajo su microscopio. Oliver parecía a duras penas contener su ira,
una ira más temible e irrazonable que si se hubiera parado y lo hubiera
golpeado. Una ira que de alguna forma no era masculina, sino esa ira inquietante
algo femenina.
Cuando la sesión terminó, fue un descanso para todos. No hubieron adioses ni
recordatorios de horas de estudio esa vez: cada uno se largó, hasta que sólo
Belial y Oliver quedaron, cerrando, como era su deber esta vez.
Belial estaba acomodando la última silla a patadas mientras Oliver ponía en
orden el papeleo. La alta ventana por las que les daba toda la luz estaba
cerrada, pero las cortinas corridas, y el fondo blanco enmarcado por oscuras
cortinas que hoy eran de un gris pizarra era el marco perfecto para Oliver,
inclinado allí, su pelo negro recto y liso cayéndole en los hombros mientras con
ojos algo distraídos arreglaba los archivos. Su frágil cuerpo era casi visible
en su túnica la túnica lisa y sencilla que llevaba bajo la capa ese día. Y su
piel de oliva, aunque pálida, sonrojada por la rabia, era bella y pura contra el
cielo.
Belial no sabía que las sombras en las que estaba de pie lo hacían bello como un
a gema de plata en terciopelo negro. Muy despacio, con sus pies de gato, caminó
hasta situarse tras Oliver y lo abrazó estrechamente. Oliver se enderezó y dejó
su cabeza reposar en el hombro de Belial, un suspiro pero no una sonrisa en sus
rasgos.
- Oliver…- susurró despacio, su aliento tan caliente en su oído.
- Porqué lo perdonaste? Lo podrías hacer echar.- susurró Oliver de regreso, su
voz amarga, vengativa. Belial movió la cabeza despacio, y le levantó el pelo, a
lo que Oliver respondió respirando fuerte.
- No tiene importancia- dijo simplemente antes de besarle, succionarle la nuca
con labios húmedos y calientes. Oliver cerró los ojos, y el pelo le cubrió la
cara, cascada de tinta negra y brillante.
- Es importante para mí, mon amour. La vie tuya e non petit importancia for moi,
mon petit demon-
Belial lo rodeó con sus brazos más fuerte, besándolo abrasiva, apasionadamente
en el cuello, los hombros, el pelo… la voz de Oliver abandonando su tono usual
para volverse grave francés lo había enloquecido siempre. Pero Oliver seguía
muy quieto, y sus manos despacio cubrieron las de Oliver en un gesto diseñando
para calmarlo.
- Belial, dime porqué, por favor, mon petit chien.-
- Chien? Eso es lo que piensas de mí? Ya veo… quieres que me decida entre
lamerte entero, morderte o ponerme a ladrar?-
- Mientras te decides, y yo decido cómo responderte, no quieres contarme bien
porqué no…?-
- Responderme? Qué vas a hacer, vas a correr en círculos gritando "Oh mi Dios,
voy a ser cepillado?"-
Oliver no rió.
Belial se detuvo. Luego suspiró, y lo dejó.
- No quieres?-
- No sí no me dices todo. Cómo pueden perdonar a Hugh? Cómo puedes tú…?-
- Oliver… me quieres?-
- plus sans mon vie.-
- Entonces?-
Oliver movió la cabeza, cansado. El sol se ocultaba.
- Mañana…-
Sueño de amor. Franz Liszt. Número 3. Despacio como aceite de menta fresco en
una quemadura, suave y dulce como té muy azucarado en una tarde de lluvia. Y
afuera llovía, esa tarde triste, llevándose la nieve y la inocencia en hilos de
barro sucio.
Stephen levantó la vista, pero n dejó de tocar cuando Oliver se sentó a su lado,
envuelto en un chal. Era una tarde solitaria. La mayoría de los alumnos estaban
encerrados en sus Casas, tristes. Casi nadie vagaba por el castillo, y había
cruzado tantos pasillos sin ver nadie hasta oír la música. Solo. Aún más en
las circunstancias.
Stephen tocaba con calma segura y acariciante. Se había quitado los lentes, y
tocaba de memoria, sus dedos suaves acariciando las teclas con los ojos semi
cerrados, lejanos. Le sonrió a Oliver, una sonrisa suave y amable que Oliver
casi no le conocía mientras insistía en la parte más nerviosa de la canción.
Oliver sintió una sonrisa surgir, un rayo de sol de verano despertándolo
mientras abría los ojos una mañana en paz: ése era el sentimiento. Perdido entre
sueños.
Stephen lo miró, sus ojos azules conocedores y claros, y amables…
- Cómo estás?- preguntó con tranquila gentileza. Oliver suspiró, y se apoyó en
el piano, su pálida piel contra la madera negra y lacada, no tan brillante como
su pelo. Stephen seguía tocando, su rostro concentrado y sonriente, relajado
como nunca lo había visto. Bajo sus manos, Oliver sentía el piano vibrando bajo
las expertas manos de Stephen, pulsando como un ser vivo, y cerró los ojos para
sentirlo mejor. Dulce, dulce. Confortante.
Le sonrió.
Stephen acababa su canción, los dedos en las teclas, sus ojos en los ojos
inolvidables de Oliver.
- Estuvo…- Oliver se alzó cuando la última vibración se desvaneció.-
…bellísimo.-
- Gracias.- Stephen se paró del banquito, y cogió la capa. –Ayuda para cuando me
siento nervioso.-
Stephen? Nervioso? No hay que ser humano para eso, detestable águila sobrada?
- No sabía que tocabas. Dónde aprendiste…?-
- Solo. No es muy difícil si te gustan las matemáticas, no hay mucha
diferencia…-
Oliver se echó a reír. Stephen, que al parecer hablaba en serio, se suavizó con
una sonrisa mientras bajaban por una pequeña escalera, adjunta a salas poco
usadas. Las salas de música, aunque hechizadas para apagar el ruido, estaban
algo lejos del resto. Y mientras bajaban por la escalera en espiral hacia los
primeros pisos, los dos disfrutaban su compañía.
Pasos. Un silencio. Stephen se asomó a ver quién era, y se sorprendió al ver a
un hombre mayor, obviamente un apoderado, cruzando la escalera del primer piso
para ir hacia la puerta del fondo del tercer piso.
- Debe estar perdido.- Oliver, siempre gentil, inclinado junto a él en el
pasamanos, se apresuró a bajar la escalera.- Crees que sea el padre de alguno de
los chicos que…?-
Su voz se cortó. El pie de la escalera, las ventanas de todos los pasillo
emitían la luz enrojecida del atardecer de pleno invierno en largas lenguas de
fuego. Nathan, a la luz del atardecer, casi traslúcido, de pie al final de la
escalera, quieto en su viejo uniforme, sin parpadear jamás. Tenía los ojos
llenos de odio, llenos de miedo. Oliver se paró en seco, pero Stephen corrió
escaleras abajo, su capa flameando.
- Nathan? Dónde?!- gritó. Nathan alzó su brazo inmaterial y apuntó en la
dirección de un pasillo sin salida, que acababa en un pequeño y en desuso baño
de niñas. Stephen se lanzó como un águila tras la presa en el pasillo, con
Oliver detrás muy desconcertado al ver al hombre de la capa entrar a ese pequeño
baño.
- Señor! No es por…- el hombre se volvió, y oyó a Stephen respirar hondo. Y
Oliver, súbitamente, sintió una punzada.
Conocía a ese hombre.
De algún lado que no podía recordar, le venía esa cara. Pálida como un fantasma,
ojos oscuros como la rabia, un gesto quieto y semejante a un páramo en la
tormenta.
Ojos que lo miraban, y lo odiaban.
El hombre se quedó desconcertado mirándolos un momento. Una sombra negra flotaba
junto a él, con la forma de un murciélago. Y cuando Oliver la vio, dejó escapar
un grito.
La sombra de mis pesadillas. Sangre y colmillos y hambre de mi carne.
El hombre se metió a ese diminuto baño. Cuando Stephen se lanzó contra la puerta
con todo su cuerpo y trató de derribarla, Oliver aún estaba paralizado de miedo.
Stephen finalmente la derribó con un hechizo que Oliver no conocía. Y cuando al
fin entraron a ese baño, oscuro, el piso mojado, los espejos sucios, no había
nadie.
Stephen, frustrado, golpeó la pared el piso, con ira. Oliver, que no entendía
nada, sólo lo miraba.
- Stephen…-
El orgulloso Head Boy de Ravenclaw se quedó allí un momento apoyado en la pared
húmeda de ese baño que había golpeado con los puños, sus ojos furiosos y azules
chispeando tras los lentes.
- No preguntes, Oliver.- dijo con súbita ira Stephen.- Porque no es maldito
asunto tuyo…-
- Sí lo es!- gritó Oliver, la túnica arremolinándosele en las piernas al girar
de pronto irritado.- Nadie me va a decir al fin qué pasa? Creen que soy idiota?!
He visto esa sombra! Y sé que he visto a ese hombre antes! Stephen…!-
La paz del Sueño de Amor de Listz ida, y otra vez arrogante, eléctrico, exacto,
Stephen se giró y lo dejó hablando solo. Oliver quedó parado junto a la puerta,
mirándolo irse. Y luego, con un gesto muy masculino en su cuerpo de jovencita,
estampó uno de sus pequeños puños de dedos largos en el espejo, cortándose los
nudillos cruelmente.
Sangre en el espejo.
Un suspiro, y Oliver alzó la vista pata ver a Nathan en la puerta, apuntando a
su espalda.
Oliver se ahogó en la mitad de una inspiración, el aire dentro de sus pulmones
frío de pronto, sus ojos agrandándose en el espejo que no reflejaba nada,
sabiendo que esa sombra negra estaba justo tras él.
Un segundo, sin aliento, transpiración helada, metal y miedo y pánico otra vez.
Oliver trató de gritar, pero ni siquiera pudo gemir cuando algo fuerte e
imparable lo aprisionó contra el espejo roto, cortándose la mejilla contra los
vidrios.
No.
Y Nathan miraba.
Mío, siempre.
Gotitas de sangre en las baldosas entre sus pies que ya no tocaban el suelo. Y
un jadeo aterrorizado. Oliver abrió la boca, los labios llenos de sangre por las
cortaduras de los cristales cuando esa misma mano lo obligó inclinarse sobre la
porcelana dura y rígida de un lavatorio, cuando con ojos dilatados vio su propia
espalda blanca desnudada en el espejo en a que la sangre florecía.
No, por favor…Belial, Bill….alguien…
Nathan, intangible, ojos dilatados y perdidos, sonreía.
CHANGE AROUND THE WORDS THAT YOU SAY, TO SUIT ME FINE.
MAKE THEM MINE...
LISTEN TO THE VOICE OF YOUR HEAD,
IT MAKES NO SENSE,
TAKE A REST...
I'M ADDICTED..
*****************
FIN DE LA TERCERA PARTE.
Trasmisiones del Fox Channel:
Foxnotes: Si, ya sé, cómo apesto. Pero después de los reviews que me han llegado, no es que esté
haciendo fan service, es que ustedes son muy listas y ya me tienes cachada adónde voy ;_; Un poquito de
limón no mata a nadie y si la vida me da limones pues no le pediré nada mejor. (risa perversa) así que aquí
van unos poquitos comentarios:
* Sobre el fic: Sus reviews de veras me animan! Cuando estoy a punto de mandar a Sevvy y compañía a la
cresta porque no hacen lo que yo quiero, saco sus reviews y las vuelvo a leer! Y la verdad, entonces agarro
el látigo, la silla, y los mando a sus jaulas. Jujuju. Un millón de gracias a todos, de veras!: N Snape- ya
sabes más sobre Stephen- Nyaar- Estrella lejana si es mía, soy loca fan de Kenshin y Cia, es mi serie
favorita, y la música de los Ovas y del Let It Burn me ha ayudado mucho aquí, en particular " Her Most
Beautiful Smile" para Oliver, y el " Justice" para Sevvy... Nuitari- Voy a hacer un apuntito para toda la familia
Malfoy... sí, pobre Djeri, él que amaba el sol, pero yo no lo encerré, fue la Rowling... vade retro, Jean Paul,
ese %&/(&$ de Azrael merece que Dick Grayson le parta su canonizado hocico...Tam- Te gusta sufrir, no?
Ya va mas... qué come esta niña, sí, Stephen es baby de Stefan...Lina Saotome- Gracias por seguirme tan
fielmente, Belial es malo, pero Draco es peor...Bill es más cercano a Ralph Stanish (alguien lo recuerda?)
pero sí, es solitario como Sevvy y tiene que controlar al polvorita de Hugh... Si, mujer, Oliver es médium,
he allí la madre del cordero de sus pesadillas. Amo tus reviews! Usako- tu frase me hace levantarme por las
mañanas a tipear, angel. Sakura-Corazon- Todo el mundo ama esa escena y yo pense que me iban a pegar
por cebollera...espero que la música lo haya salvado...Me emociona que te guste cómo escribo, aunque
nunca me he considerado escritora ( esos son Chesterton, o Lovecraft, que pueden describirte cómo
alguien se toma su té con interés: yo me meto en el saco de la Rowling - presumida yo- Conan Doyle y B
Wood, que cuentan historias interesantes en sí) me alegro que mi yaoi te agrade. Tomoyo-Llegaste justo a
tiempo. Otra con bola de cristal. No te preocupes, que Sevvy y Lucius tendrán más que comunicación. (
juju)En cuanto al largo... SDI fueron 3 partes de diez capítulos de alrededor de 2000 palabras cada uno...
SWM van dos partes de cinco capítulos de 3000 palabras cada uno... yo calculo unos dos más más un
epílogo, les parece bien?
Y por supuesto, besos a mi adorada Sol y Cía, que me hace seguir cuando creo que no doy más…
Besitos.
Luego va un bonusito sobre los Malfoy. Si bien estoy trabajando en un fic para mi amadísima Kagetai ( la
tropa sombra, un grupo de mail-rol-fics sobre un grupo de espadachines, ninjas, ex Shinsens, y espías que
trabajan en plena era Meiji para Saitou Hajime y su esposa, la dulce Tokio-sama) este fic está en primer
lugar en mis pensamientos. Pero necesito un beta para esto! Eiji donde estás!?
EDITORIAL:
**********
* Sobre el 11 de Septiembre: No tengo palabras. Aunque cualquiera que lea cómo defiendo a los
mortífagos pensará que estoy de acuerdo, pero el terrorismo me horroriza, más aún cuando es tan criminal
como lo fue ése. Estoy impresionada por el horror, el valor, la maldad y el espíritu de todo aquello, por la
ceremonia, por esa enorme nube de polvo… estoy de acuerdo que el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki
fue una de las pocas cosas comparables, pero no lloro por Estados Unidos y su pastel de manzana, sino por
la gente que allí se volatilizó, sufrió, lloró, quedó atrapada, se lanzó al vacío… voy a dejar que Severus
reflexione por mí, lo hace mejor. Pero si pudiera cambiar mi posición con el primer niño, el primer
abuelito, la mamá o el hermanito de alguien, por favor créame, me cambiaría gustosa para devolverle a su
ser querido. Solo espero que allí planten un jardín, o creen un edificio de ayuda ( aunque Dios yo no
podría trabajar allí, preguntándome qué estoy pisando, qué espíritus me rondan!) para dar un mensaje de
esperanza y de amor a la gente que sufre. Si pudiera abrazarlos a todos, terroristas incluidos. Tienen que
haber estado muy locos, muy llenos de odio. Y oro porque Dios tenga compasión de ellos, el suyo o el
nuestro o el que sea. Siento mucha pena por ellos. Pero más por sus víctimas.
* Sobre TV: Estoy medio loquita por Michael Rosembaum. Pero la serie que me tiene enganchadísima es
Boston Public. Es Mu buena! En serio! Y ese pobre director negro es un héroe. Aunque el pobre y
contenido sub principal es tan snápico. Pobrecito! Ese sería un tipo para mi gusto. Aunque no sea muy
guapo y esté viejito. Maw. Y cada vez que veo el aviso de Romeo +Juliet me convenzo que L Di Caprio
tiene al menos el hociquín de Belial. Esa cara entre tibia y aproblemada es… no se puede ser tan rico.
Aunque prefiera a Keanu Reeves para babear. Maw. Y han visto a Macauly Culkin de grande? ése si tiene
unos ojos enormes. Alguien, casting? Alguien vio a Lucius en el casting de la movie de la Cámara Secreta?
madre de Dios. Y yo que pensaba que no sería mino. Es un Allen Schezar envejecido con cara de piedra.
No podría pedir nada mejor.
Besos, Foxy.
CAPÍTULO ONCE.
THE HOPE: La esperanza
I'll be your hope,
I'll be your love be everything that you need.
I love you more with every breath truly madly deeply do..
Seré tu esperanza, seré tu amor y todo lo que necesites, te amo más con cada aliento locamente,
sinceramente profundamente lo hago... De Truly Madly Deeply, la canción de Savage Garden. Adoro la
película, en particular la escena del baño, de ese regalón Alan Rickman como un león viejo y enamorado…
Es para Bill, pero también para Lucius…
La poción Multijugos: Estrella de los libros 2 y 4, es una poción muy complicada y con muy mal aspecto,
que se usa para transformarse en el duplicado de alguien por alrededor de una hora, y se requiere " algo de
aquel en quien desees con vertirte) normalemente, un pelo.
CAPÍTULO DOCE.
THE CHAINS; las cadenas.
You promise me heaven, then put me through hell
Chains of love got a hold on me
When passion's a prison, you can't break free.
Me prometiste el cielo y me pusiste a atravesar el infierno. cadenas de amor que me tienen sujeto: cuando
la pasión es una prisión no te puedes liberal… sexy, risueño, encantador Bon Jovi en "You Give Love a Bad
Name", el tema ideal para Lucius y Belial, aunque también para nuestro finitooo Sevvy.
CAPÍTULO TRECE.
THE FLY: El Vuelo. ( no, no "las moscas")
…To anywhre I please.
I want to get away
I want to fly away, yeah, yeah, yeah.
…Adonde se me antoje: quiero escaparme, quiero volar lejos. Lenny Kravitz's Fly Away. Muy sexy ( la
canción). Abajo está completa.
Kyle Minogue Can't Get You Out Of My Head… No puedo sacarte de Mi Cabeza. La verdad, mientras leía
la cartita que me mandó Lina Saotome era eso lo que sonaba, así que se me quedó pegado… muy Belial. Y
el Praise you de Fatboy Slim ya había salido, eso sí es muy Belial.
I wish that I could fly
Into the sky
So very High
Just like a dragonfly
I'd fly above the trees
Over the seas
…In all degrees To Anywhere I Please
Quisiera poder volar hacia el cielo, tan alto, igual que una libélula.
Volaría sobre los árboles, sobre los mares, en todos los ángulos… adonde se me antojara.
Oh, I want to get away…
I want to fly away
Yeah yeah yeah- oh yes!
Let's go and see the stars
the Milky way and Even Mars
Where it could just be ours
Let's fade into the sun
Let your spirit fly
Where we are one
Just for a little fun
Oh, Oh, Oh yeah
Oh, quiero escaparme lejos, quiero volar lejos.
Vamos a ver las estrellas, la vía láctea y hasta Marte, donde sólo estemos nosotros… desvanezcámonos en
el sol, deja tu espíritu volar adonde seamos uno, sólo por divertirnos…
Airelle Vilka y Caitlin Tyler: famosas auroras de dos grandiosos fics, la saga " Wishes" y "Kavaleria Nox", y
the Slytherin Rising, respectivamente. Ambas mujeres de cuidado, divertidas y poderosas. Es mi humilde
homenaje a ambas.
CAPÍTULO CATORCE.
THE DEEP.( Lo profundo)
Isn't an ocean so deep
A mountain so high it can keep
Keep me away, away from his love.
No hay un océano tan profundo, o una montaña tan alta que me pueda mantener lejos, lejos de su amor…
la verdad lo pesqué en Sister Act ( Cambio de Hábito) aunque sé que es un cover… muy divertida. Es para
Djeri, por supuesto.
CAPÍTULO QUINCE.
THE BEAUTIFUL.(la belleza)
You thought you'd found a friend
to take you out of this place
someone you could lend a hand in return for grace
it's a beautiful day
Pensaste que habías hallado un amigo que te sacara de este lugar, alguien a quien le pudieras dar una mano
para volver a su estado de gracia… es un bello día… en serio dice eso!… aunque este tema lo tengo para
mi ficcito de Smallville fue leerme la letra y decidir que era Djeri… es de U2, de paso, "Bello Día".
El Sueño de Amoe de Listz: No es bello?
CHANGE AROUND THE WORDS THAT YOU SAY, TO SUIT ME FINE.
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TAKE A REST...
I'M ADDICTED..
De Cruel Intentions ( otra vez) Addictive. Arregla las palabras que dices, para que me queden bien, y las haga mías… escucha esa voz en tu cabeza que no tiene
sentido, asi que descansa… estoy adicto…. Mordaunt esta cueeeerdo, no?.
Próxiko capítulo: acción, amor, y secretos revelados. Y el destino final de Djeri.
Sorry pod la delay. Pero es que entre los lios con el ff.net y encima leerme el etrnamente largo y eternamente bueno Trouble in Paradise ( la secuela me apestó) y
preparar el final para el juego de rol de Harry que estoy mastereando, y dar prubas de hemato, y fic para la kagetai… disertar… tipear mis informe… aaayy.
Abrazos, the Fox.
S E C R E T W I T H M E
by The Fox
Una vez hubo una historia de amor que se volvió pesadilla.
Una historia de amor que fue más fuerte que el horror, la muerte, y la locura.
Y a pesar de los años transcurridos, alguien aún vela, y piensa.
Esta es la historia de cuatro adolescentes a punto de volverse hombres, y de
pagar deudas que se escriben con sangre, lágrimas, y magia.
Y de cómo puedes perdonar, pero nunca olvidar.
CAPÍTULO ONCE.
THE HOPE
I'll be your hope,
I'll be your love be everything that you need.
I love you more with every breath truly madly deeply do..
Severus no acabó su historia, cuidadosamente semi-PG, dejando afuera las partes
más sabrosas, hasta que llegó un mediodía sombrío de tormenta, oscuro como sus
palabras.
Se echó atrás, y apoyó las manos en la cara, no porque se avergonzara ante la
joven águila, sino porque las sienes le dolían como si quisieran martirizarlo.
Que parece ser la tendencia
dominante hoy, el día de joderle la pita a Sevi. Aunque también podría ser el
mes. O la *década*.
- Aprecio que me haya dicho la verdad.- dijo Stephen, tan modosito él, piernas
cruzadas y lentes en la mano con su cara de qué-interesante-incunable-en-griego-
antiguo-que-es-éste.
– la verdad, había poco que ignorase, pero me alegro de haber oído su versión de
los hechos.-
Snape apenas podía contener su genio. Si el pendejo quería un rascacielos,
bastaba con ponerle ascensor y ventanitas a su ego.
Es siniestro que se parezca a Stefan hasta en cómo se lame los labios.
- Me da la impresión de que le recuerdo a alguien.- continuó Stephen, con una
sonrisita que daban ganas de estrangularlo. Snape devoró su sorpresa y su rabia
de mala gana de puesto
en jaque por un pendejo… ahora soy obvio, también… tendría que jubilarme y
suicidarme… pendejo creído de mierda…
- Eso no tiene ninguna importancia ahora.- Snape puso su mejor voz seca.
Stephen, tranquilamente limpiando sus lentes, sonrió recatadamente y apoyó sus
suaves labios en el dorso de
su mano.
- Pues yo diría que sí.- dijo con mucha tranquilidad.
Snape lo quedó mirando de hito en hito, otra vez sin habla.
No podía ser.
Pendejo de mierda.
Stefan jamás…
… El pelo negro azulado. Los ojos como el cielo de una noche de nieve. La nariz
recta y masculina bajo esos lentes. Esos brazos cruzados.
Dulce Jesús, esa sonrisa sobrada e inteligente, a diferencia de Lucius que era
sobrada y caliente.
Hasta el fucking sweater azul.
… he estado ciego. Me merezco el premio al Zopenco del Año.
Necesito un trago.
- Mi padre, cuyo nombre recién averigüé hace un par de años, me procreó con una
dama muggle.- Stephen hablaba con soltura de historiador, sus palabras matizadas
y exactas, las
yemas de sus dedos juntas mientras Snape se mandaba un tercer vaso de brandy.-
Mi madre huyó de él, y me entregó a un orfanato muggle, donde me crié hasta
recibir la carta de
Hogwarths. Esos son todos los hechos que poseo. Ahora si quiere oír mis teorías,
no tengo muchas pruebas.-
- Dale con las teorías. Yo te busco las pruebas.- la voz de Severus era ronca,
pero tenía los ojos entrecerrados y perfectamente lúcidos.
- Tengo un recuerdo borroso que a veces recupero en pesadillas. Y cuando usted
mencionó la raíz de hierba demonio en clase, pensé…-
- Te tragaste la infusión?- Pendejo de mierda, again. Las tiene más puestas que
yo. Esa cosa haría suplicar a un hombre adulto.
Que lindo que alguien me escuche en clase.
- Y tal como usted dijo, recuperé mi peor pesadilla claramente.- Stephen seguía
hablando tan pancho como si hablase de material de estudio.- Vi a un hombre con
capucha asesinar a mi
madre con un hechizo de cromaticidad roja que la hizo explotar. Por el ángulo de
mi visión, debo haber tenido unos dos años.-
Snape lo miró fijamente. Nada en su cara.
Dos añitos, cubierto de sangre de su madre, sin habla.
- Ese hechizo se llama Destrucio.- Snape hablaba con voz muy calma.- Y viste el
rostro del hombre en tu pesadilla?-
- Sí.- Stephen se apoyó en el escritorio para hablar con voz muy baja.- Y ahora
le explicaré que tiene todo esto que ver con usted.-
- Lo apreciaría.- su sarcasmo áspero estaba aún frío, pero empezaba a
suavizarse. El niño de mi Stefan.
Mi niño. Tan listo y tan frío.
Tú también me dejaste un regalito para que me rompa la cabeza.
- El hombre que mató a mi madre fue Ewan Rosier. Y necesito saber cuál era su
relación con mi padre, Profesor.-
Snape cerró los ojos. Ewan. Lo amabas.
Pero siempre fuiste un imbécil y eso los mató a los dos.
- Porqué?-
- Porque lo he visto recientemente.- Stephen de pronto más joven, ojos bajos.-
aquí en el colegio.-
- Es nuestro turno de entrenar, Mitchell. Así que muevan sus traseros de aquí,
perdedores.- la voz de Belial cortó la inspiración del derrotado, pero aún
animoso equipo de Hufflepuff
a punto de seguir a su capitán en entrenamiento bajo la lluvia, y con ventolera
como para mandarlos a todos a Islandia. Hugh miró por sobre el hombro, para ver
a Belial allí, todo
orgulloso y perfecto, túnica verde de cuero al viento, Oliver a su lado como
siempre, delgado y malvado gato.
No llevaban escobas.
Oliver iba hasta de uniforme, con una capa de lana gris que flotaba como una
nube. Los seguía las dos chicas Chasers del equipo de Slytherin, y el resto de
los jugadores, que se
aglomeraron hostilmente, listos para pelear.
Bill, que sentado al resguardo del frío los vigilaba, se acercó, listo para
evitar la pelea.
O Dios sabe que otra cosa.
Hugh y Belial se miraban a los ojos, aunque Hugh sentía que se calcinaban las
orejas. Donde sus miradas antes habían mostrado hostilidad, ahora había puro
odio. O algo parecido.
- Malfoy!- gruñó Hugh.- Sabemos que ustedes no practican con este tiempo porque
son unos maracos! Así que pueden irse!-
- Practiquemos o no, la cancha es nuestra hasta mañana. Ustedes no se molestaron
en firmar el libro de registro, no?- Belial sonrió perverso.- Novaatos.-
Hugh se quedó con la boca abierta mientras se le subía la sangre a la cabeza.
Belial se burlaba con su cara pálida y tranquila bajo la lluvia, aunque tenía
círculos oscuros bajo los ojos.
Lo hace para reírse.
Lo hizo para reírse.
Ayer me usó para reírse.
Y hoy camina como si nada cuando yo apenas aguanto la escoba.
Y se va con ese puto Lestrangue.
El odio, rojo y brillante, en la cabeza de Hugh, mientras Bill le retenía el
brazo, los ojos entrecerrados. Sabía lo que había pasado… qué buscaba Belial con
esto? Probarle a Hugh que
nada había cambiado? Reírse de él? Provocarlo?
Sólo Bill, sensible y dulce, pudo darse cuenta de que Belial observaba a Hugh
con algo raro en los ojos.
Belial, hijo de perra.
Oliver, te va a lastimar, cómo puedo protegerte…
- No estarías tan gallito si ese puto de Lestrangue supiera lo que pasó ayer,
Malfoy!!- chilló Hugh, siguiéndolos a grandes zancadas, bate en la mano. Bill se
le colgó del brazo, pero
Hugh, pequeño y menudo parecía movido por una rabia tan grande que lo arrastraba
tras él. La ira roja de los Mitchell, que había hecho de su madre la Aurora
llamada Muerte Roja.
Belial se volvió, rostro completamente frío, pero pálido. Nada. Ni emoción ni
rabia ni temor.
- Cuida tu cerda bocota si no quieres que te la parta.- dijo con la dicción con
la que leería su informe de inglés.- Y qué se supone que pasó a ayer, putón?-
- Nos…- Hugh apenas podía hablar. Estaba rojo, al parecer ciego a que ambos
equipos mirasen a sus capitanes con la boca abierta.- …nos…-
- Hugh…- Bill trató de tirarlo, de echarlo atrás, pero era inútil: Hugh tiritaba
de ira.- Hugh, ya basta…-
- …nos acostamos juntos, Malfoy!!- siseó Hugh, voz áspera.
Belial alzó sus finas cejas.
- Y tu imaginación y tú tuvieron un buen rato, o ni así funcionaste?-
Oliver y el resto del equipo se echaron a reír y dieron media vuelta para irse.
Bill, odiándose por ello, agradeció a los cielos que Oliver no le creyese a
Hugh. Mi pobre Hugh…
Malfoy… Porqué?
Bill aflojó un momento su brazo, y fue un error fatal. Con la soltura de un
Beater, Hugh se movió rápido como una serpiente, y le dio un batazo en la nuca a
Belial con una fuerza tan
seca, tan perfecta, que descargó todo su peso en el golpe.
Sonó seco.
Sonó como una calabaza partida.
Oliver gritó. Bill se abalanzó a agarrar a Hugh, que preparaba un segundo golpe.
Sangre en el pasto, en esa cabellera plateada. Y un reguero rojo en la nieve.
Hugh, qué has HECHO?!
Fue Ari, la Chaser rubia del equipo la que le trajo las noticias a Snape, que
voló con Stephen detrás, escaleras arriba a la enfermería. Dónde había Bill
ocultado a Hugh, no sabían, pero
el rubio Beater no estaba en ninguna parte. Y Snape voló como un gran murciélago
negro y siniestro dentro de la enfermería, donde Oliver estaba sentado junto a
una cama.
En esa cama, sangriento y pálido como una muñeca rota, estaba Belial.
Severus se devoró las ganas de ponerse a romper cosas de mala gana. Belial tenía
los ojos cerrados, completamente amoratados alrededor como dos hoyos en su piel
pálida. Su pelo,
que siempre tenía el perfecto peinado Malfoy que mezclaba suave y sedosa
ligereza con ondas perfectas y estilizadas le caía húmedo sobre la cara y en la
almohada, sucio de pasto y
barro y sangre que se le deslizaba por la sien, la mejilla, y manchaba sus
labios. Sus pestañas temblaban como si en medio de la inconsciencia aún pudiera
sentir dolor.
Belial, que siempre se manejaba su cuerpo como un fino instrumento, ahora estaba
echado allí como un objeto abandonado, un pie colgándole de la cama.
Mi niño.
Severus se había esforzado tanto en olvidar sus instintos asesinos, pero ahora
le rugían fuerte y claro en los oídos.
- Fue…-
- Tráeme agua.- Severus tenía que bloquearse y dedicarse a atender a su niño o a
Mitchell le quedaban minutitos de vida, exactamente los que se tardase en
hallarlo.
El ayudante de Pociones nunca había sido Oliver sino Belial, pero el chico
funcionó maravillosamente bien mientras trotaba escaleras arriba y abajo en
búsqueda de sus materiales. El
golpe había sido animal, homicida fuera de dudas. Hugh era atlético y fuerte
para ser tan bajito, y le había mandado con todas sus fuerzas, con ese bate de
madera dura enchapado en
acero para repeler las Bludgers de plomo. Cómo era que Belial vivía, Snape no
iba a cuestionárselo. Pero tenía dos vértebras dadas vuelta y la cabeza como un
huevo roto.
Anochecía cuando Severus al fin se enderezó y su espalda crujió de arriba abajo.
Dolor.
Siete horas inclinado.
Ni con Lucius pasé siete horas en cuatro y ahora las paso con su hijo.
Belial dormía al fin tranquilo. Lo bañó. Lo acunó. Le peinó su pelo de seda de
plata hasta sacarle la sangre y la mugre.
Durante los próximos días, el cuello y el cráneo de Belial iba a ser una pura
pasta ósea de bebé. Si se movía, si alguien le apoyaba un lápiz en la frente y
presionaba, moriría como un
bebé todo cartílago aún. Pero era la única forma de salvarlo, así que lo drogó
poderosamente, y luego le rozó la nariz con los labios.
La enfermería estaba vacía. Estaban solos, y ya era de noche. Dónde se habían
metido la enfermera y Prewett? Y Oliver?
Severus se sentó en una butaca y apoyó los ojos en las palmas. Le ardían por el
esfuerzo de pestañear mientras le ablandaba las fracturas.
Lo había salvado, y ahora al que se le partía la cabeza era a él. Y la espalda.
Y el corazón.
Belial, tan frágil en la cama, su pecho tan joven y delicado, sus pies ahora
tapados bajo las mantas apenas llegando al final de la colcha.
Mi niño, mi pequeño Lucius, dulce y frágil para que te cuide como no lo hice
cuando los dos éramos jóvenes y dulces…
La enfermería estaba algo oscura, pero Snape no se molestó en prender una vela.
Veía perfectamente en la oscuridad, podía observar claramente el perfil de
Belial mientras se levantaba
la luna, su belleza feérica, perdida y lastimada. Se tragó el borbotón de ira en
su pecho para mejor dejarse sentir conmovido. Tan frágil, mi amor, pequeño.
Muy despacio, atrajo la butaca a la cama, y se sentó allí, su mano acariciando
el pálido cuello donde latía la vida de Belial, la que había pasado tan cerca…
Suave y sedoso y vivo bajo su
mano, vulnerable y tierno contra su palma áspera. Severus sintió una humedad
sospechosa picarle los ojos, sintiéndolo bajo su mano.
No te he protegido.
Deseos de convertirlo en una madeja de plata pequeña y ocultarla entre los
pliegues su manto. Despacio le tomó una mano, tan delgada y pequeña en la suya,
de uñas nacaradas como
medialunas. A diferencia de Azrael, a diferencia de Deimos, Belial olía igual a
Lucius…
Siempre fallo en protegerlos, Lucius, Belial.
La enfermería era un par de salas grandes, de techo muy alto y largas ventanas
estrechas del largo de la pared, con cortinas de un impecable blanco hasta el
piso que rara vez estaban
corridas. Habían más de quince camitas, con su respectiva butaquita al lado, un
velador de patas con una lamparilla anaranjada al lado y una campanita de plata
para llamara a la enfermera.
Snape había cubierto la vacía cama adyacente con sus frágiles utensilios de
medimagia, y había tirado su túnica sobre la patéticamente pequeña butaquita. Y
en noche apenas iluminada
por una luna vacilante, cuidaba de Belial, que dormía el sueño de los agotados.
Severus no supo cuánto rato pasó allí, el cuello de Belial latiendo dulcemente
bajo su mano, su aliento el único sonido, sus ojos cansados cerrados mientras
apoyaba la mano en la frente
tratando de acallar ese tenue y doloroso latido tras sus sienes. Pero la luna ya
se había ido cuando sintió pasos, y una tenue claridad dorada lo hizo volverse y
mirar.
Lucius, de pie junto a Dumbledore. El viejo director tenía uno de los gestos más
serios que hubiese visto. Lucius en cambio, aunque pálido y agotado, parecía muy
tranquilo. El
resplandor dorado, que salía de Dumbledore, resbalaba sobre sus encajes y sus
terciopelos, y hacía brillar los bordados de la túnica del Director.
- Severus. Cómo está el joven Malfoy?- preguntó con suavidad, su largo cabello
blanco cayéndole en los hombros como un velo, sus claros ojos azules fijos en la
figura acostada con algo
como tristeza en sus ojos. Snape se hubiera puesto de pie, pero tenía las
piernas dormidas.
- Estará bien.- susurró despacio.- Aunque le pasó muy cerca.-
Lucius caminó hacia el otro lado de la cama, y se inclinó para mirar a su hijo.
Su rostro no traicionaba nada, ni ira, ni temor, ni menos amor.
- No se ve tan mal.- dijo con calma.- Espero que el otro haya quedado peor.-
Severus se preparó para saltar la cama y estrangular a Lucius. Dumbledore, en
cambio, suspiró para decir con voz cuidadosamente neutra:
- El joven Mitchell ha sido enviado a casa suspendido. Espero que se presente
con su madre a la brevedad. Lamento esta situación con todo mi corazón, Lucius.-
- Bueno, cosas que pasan.- Lucius, exactamente como un modelo lo haría, se cruzó
de brazos.
Snape estaba que mordía. Dumbledore les deseó buenas noches y se fue con un
susurro de brocado, llevándose esa luz dorada. En cambio, la tenue luna los
llenó de sombras azules, y
produjo la ilusión – o no- de que la temperatura había bajado diez grados como
mínimo.
- Eres un…- Severus susurró, ronco y furioso, su mano prendida en el carísimo
terciopelo cubriendo el hombro de Lucius. Pero Lucius no lo miraba: miraba una
de las altas ventanas a la
luz de la luna, sus ojos insondables.
Snape lo soltó con una frase extremadamente insultante y fuera de lugar, ya que
Lucius tenía cuatro hijos. Se sentó en la butaquita, sus largas piernas
estiradas, sus cejas fruncidas. Y
Lucius se quedó allí de pie, perfecto y tranquilo, el modelito que llevaba esta
vez haciendo que Snape sintiera un tirón de disgusto. Eliges guantes gris perla
y túnica de gamuza negra
bordada en el mismo color, de esas modernas de chaqueta y falda hasta el piso,
con camisa de encaje blanco para correr junto a la cama de tu hijo agonizante?
Stefan, Djeri, Lucius, descriteriados, desnaturalizados todos. Yo soy el único
que se porta como padre con sus pendejos y ninguno es mío.
- Cómo está el hijo de Djeri?- dijo Lucius de pronto, sentándose a los pies de
la cama antes de que Severus pudiera darle una patada.- Cómo está Mini-Djeri?-
- Alterado, obviamente. – Snape le apuntó con un dedo.- Como deberías estar tú!
Belial podría haberse muerto, descastado!-
- Te recuerdo que tengo veintiséis generaciones de Malfoys de sangre limpia
detrás, Sevvi.- Lucius hizo su sonrisita Malfoy y se cruzó de piernas.- Y no se
murió. –
- Te voy a ahogar, Lucius.- Severus se echó atrás, y se frotó los ojos. Su
cuello dio unos crujidos y dejó colgar la cabeza atrás, con un relajo que no se
habría permitido delante de nadie
más.
- Te duele esa piñita?- Lucius emitió su "tsk tsk" de gato y se movió hasta
pararse tras él, para acariciarle las sienes.- Pobre piñita. Masajito? Ya?-
Snape no sabía si reírse o nausearse. Lucius, con manos que lo recordaban
perfectamente, empezó movimientos en espiral en sus sienes, a través de su pelo,
y Severus suspiró, sin
voluntad para pararlo. Suave. Nada como él para calmar todo, todo…
- Te tengo noticias buenas y malas…-
- Yo te doy una buena. O muy mala.- Severus dijo con los ojos cerrados.- Stephen
White es hijo de Stefan y una muggle. Y Ewan Rosier…-
-… Voy a sacar a Djeri.-
-…está posiblemente… QUÉ?-
- … hijo de Stefan? Y no te habías dado cuenta, agilado?-
-…-
- Se parece? Usa lentes? Cómo es? También camina por ahí con la nariz metida en
un libro?- Lucius parecía a punto de reírse o de llorar.- Lo quiero conocer!-
- Me dejas terminar? Me arrinconó… lo averiguó todo. TODO. Solito. Y dice que
Ewan Rosier mató a su madre, y que lo ha visto aquí en el colegio. –
Un silencio. Luego Lucius emitió una risita.
Snape lo miró como si le hubiera crecido otro pene.
- Es que…- Lucius se secó los ojos mientras se remecía de risa.- Te arrinconó?
Lo averiguó todo solito, Mortis Nigra y Voldie incluídos? No, si es de
Stefan…qué riiiico…-
- Lucius!- Severus no puso aguantarse y le dio un manotón en la cabeza.- Deja de
reírte! Ewan Rosier, si lo que dice Stephen es cierto, podría ser el que usa la
Mortis Nigra!-
Lucius aún se reía, sin que le importase que eso hiciera temblar la cama de
Belial.- Pero si lo enterramos nosotros. Y estaba bien fiambre. Si le volaron
media cabeza…-
- Lo sé.- Severus guardó silencio. Seguía allí sentado, quieto. Y de pronto,
súbitamente, Lucius se enderezó y se apoyó en la butaca, sus ojos imposibles
de plata gatuna fijos en los de
Severus.
- Me oíste lo que te dije?-
- Qué?-
- Djeri-
Un suspiro.- Es imposible, Lucius…-
Los ojos de Lucius fosforescentes en la noche.
- Sólo necesito algo de ti, Sev.- su sonrisa ilegal y pervertida, esa sonrisa
para morirse.- Tienes por ahí esa poción prohibida, la Multijugos? Me robé unos
pelitos suyos.-
CAPÍTULO DOCE.
THE CHAINS.
You promise me heaven, then put me through hell
Chains of love got a hold on me
When passion's a prison, you can't break free.
Era muy temprano, y amanecía rosado. Y Oliver estaba solo en la Torre de
Astronomía, su refugio habitual, de pie en la mismísima almena: si había algo
que ya fuera como
Seeker o como astrónomo había perdido hacía mucho era el vértigo. El sol aún no
era más que una raya de oro en el horizonte y la mañana era fría y brillante,
pero Oliver, allí parado, la
capa de Belial que le quedaba un poquitín larga colgándole como un chal, su
túnica agitándose sobre sus jeans, su pelo al viento negro y suave, miraba el
lejano horizonte con ojos casi
demasiado oscuros para ser reales, todo su rostro relajado en contemplación. Ni
un movimiento, ni su respiración, lo delató mientras oía pasos subir los ciento
diecisiete escalones que
llevaban a la cima de la torre más alta de Hogwarths, su pequeño reino, suyo y
de los pocos interesados en astronomía.
- Lestrangue?-
- Buenos días, Stephen.-
- No es un poquito temprano para que estés de pie?- Stephen se acercó, su
bufanda negra mezclándose con su coleta negro azulado, sus lentes empañados por
su aliento en el frío.-
O, corrígeme un poquito, no es un poco tarde?-
- …- Oliver sonrió. A diferencia de al resto de la gente, Stephen no lo ponía
nada nervioso.
- Tenemos que cuidar a la pendejería para Halloween.-
- Ya es…? había olvidado por completo que es mañana en la noche.-
- Ya que Belial no va a poder hacer su trabajo te toca a ti.- dijo Stephen muy
tranquilo. Oliver le echó una mirada.
- No deberíamos volver a sortear?-
- No. Ustedes dos son el Head Boy de Slytherin. Así que automáticamente harás
todas sus tareas con las tuyas hasta que se levante.-
Oliver echó la cabeza atrás. La mañana era muy pálida y joven como para empezar
a pelearse.
- Rata legalista.- dijo sin convicción, riéndose para sí.
- Tengo a Bill haciendo las de Hugh, así que no te quejes.- Stephen se metió las
manos en las bolsillos. Aunque era temprano, no tenía un pelo fuera de lugar.-
Cómo está Belial?-
- El profe Snape dijo que estaría bien, pero necesita reposo.- Oliver miraba al
horizonte, y ni un gesto de sus manos plácidas en la capa, ni la curva suave de
su pecho arqueado en
reposo se alteraron, pero Stephen habría jurado que había un brillo venenoso en
sus ojos.- casi lo mató, Stephen.-
- No te lo he discutido.-
- Esta vez fue demasiado lejos.-
- Tampoco te lo discuto. Pero pólvora como es Hugh, no puedo menos que
preguntarme qué hizo Belial para buscárselo. Y antes que me putees, te recuerdo
que tu amigo no es
ningún angelito.-
Oliver se quedó mirándolo. No dijo nada. Al sol naciente, y a pesar de los hilos
de tinta agitándose en el viento, Stephen podía ver esos ojos negros y
almendrados iracundos.
- Incluso me adelantaría a decir que lo que haya hecho Belial para enfurecer
tanto a Hugh, lo hizo tras el numerito de Hugh contigo. Y sin premio por
analista.- Stephen echó la cabeza
atrás, su enfurecedora sonrisa superior en su lugar.
Un momento después se balanceaba en el borde del abismo, colgando del cuello de
su camisa, por donde Oliver, su brazo delgado como un cable de acero, lo
sujetaba.
Un silencio. El viento agitándose, y los ojos de Oliver, pasando de negro acero
homicida a horrorizados.
- Stephen… lo siento! Lo siento tanto! No sé que me pasó! Por favor, perdóname!-
Stephen no parecí shockeado mientras se arreglaba la bufanda.- Estamos saltones
hoy, no?-
- Lo siento…- Oliver era tan lindo pidiendo perdón, su cabecita inclinada. Pero
Stephen sonreía.
- Sólo controla tu genio mañana en la noche. Si te tiras a un chico por la
ventana por estar cocido, nos meteremos en problemas los dos.-
El sol había salido. Oliver se echó a reír, mientras Stephen le sonreía, y
pensaba que Belial tenía una suerte degenerada, y en cuán suaves y sedosas eran
las mejillas de Oliver al sol.
- Me debo ver terrible…- fueron las primeras palabras de Belial, y Snape ladró
de risa en una esquina, sobre la poción caliente que preparaba, mientras Oliver
tiernamente dejaba caer
gota a gota un poco de leche en los labios de Belial.
- Eres tan absolutamente Malfoy, Belial…-
- Me siento como la cresta.-
- Verse como uno se siente es el secreto para ser sexy.- Lucius, repantingado en
una silla, y el único que no hacía nada, lo observaba con una media sonrisa.
- Lucius, cállate ya.- Snape se acercó, y se inclinó sobre Belial.- Cómo te
sientes?-
- Tengo la garganta amarga.-
- Ése es el acónito.-
- Y tengo ganas de vomitar.-
- Ésa es la hierba luparia.-
- Y veo un poco doble.-
- Eso es el golpe.- Severus le puso un embudo de cristal en la boca.- Abre
grande. –
Belial puso cara de resignación junto con un no me diga, mientras su adorado
maestro le echaba cucharada tras cucharada de algo que parecía barro naranja.
Lucius se disolvió en risitas
súbitamente, y Severus enrojeció hasta las orejas.
- Lucius, si vas a molestar, te largas! Tu hijo tiene que recomponer todavía la
mitad de sus osteocitos, así que vete a otra parte con tu mente de
alcantarilla!-
Belial, que sólo conocía un padre severo y serio y hierático como una estatua,
tosió, le dio risa y partió el embudo con los dientes, con lo que se bañó con la
poción que olía a naranjas
amargas.
- NO TE COMAS ESO! NO TE COMAS ESO, que no eres un fakir!- chilló Oliver, que
también se reía. Snape le pasó la cuchara y una toalla y se fue a limpiar
gritando que eran
imposibles mientras Belial escupía vidrio y Lucius rodaba por la alfombra.
- Justo lo que hacía falta. Que te murieras de indigestión.- Oliver le sacaba la
mitad de embudo remeciéndose de risa, y Belial hubiera querido contestarle que
ése sería el vidrio, pero no
podía, porque de tanto reírse estaba demasiado mareado.
- …perdón?- Bill parecía desconcertado en la puerta, asomándose con su cara
perdida, pero Stephen simplemente se reía en silencio viendo la debacle. –
Profesor Snape, necesitamos a
Oliver… el director quiere vernos a los tres por la fiesta de Halloween de
mañana.-
- Oliver, ve. Sigo yo.- gruñó Snape, al pasar pisando a Lucius, que se comía a
Stephen con los ojos. Oliver cogió su túnica, se despidió con una graciosa
inclinación y salió, una mirada
suave a su Belial, que a su vez echaba miradas que habrían sido más amenazantes
a los otros dos Head Boys si no hubiera tenido puesto un baberito de enfermo con
un lazo celeste.
Cuando se fueron, el que necesitaba babero era Lucius. Sentado allí, con las
rodillas juntas y el gesto de retorcerse, sonreía brillantemente. Por encima de
la cabeza de Belial, musitó un
qué riiico que es… es igualito…
Snape, cuya opinión de Stephen tropezaba con un gran ego herido, no pudo menos
que sonreírle un poco. Sí, igual de copante.
A cualquier otro que no hubiera sido Stephen ver bajar a Oliver para la fiesta
de Halloween lo habría hecho ir corriendo a la primera capillita ecuménica para
caer de rodillas y dar gracias a
Dios por estar asignado a su lado toda la noche, ya que Dumbledotre había
convencido a Bill de por una vez dejar de lado al resto del mundo y divertirse
él. No que Bill tuviera mucha
experiencia en ese ítem, claro. Así que Stephen y Oliver estarían solos de
guardia alrededor, dentro y fuera de la fiesta toda la noche, aunque claro que
tenían derecho a cenar por
turnos.
Las ropas de gala eran un must para todos.
Stephen se había echado encima una túnica muy formal, casi nueva a pesar de que
la había comprado de segunda mano, de hilo azul Ravenclaw casi violeta con una
banda de terciopelo
abajo, muy recta y formal, de cuello abrochado alto, había lustrado sus zapatos
negros, se había puesto eso sobre sus pantalones negros y camisa blanca y estaba
listo tras cepillarse el
pelo y hacerse su eterna coleta. Oliver, en cambio, se había esmerado un poquito
más.
Tenía alguna idea ese pendejo de lo bien que le quedaba el blanco?
Llevaba pantalones de algo como terciopelo que no eran negros, sino de un tono
pizarra que enfatizaba el negro perfecto de sus ojos y pelo, y un beatle de un
gris muy claro, de seda
tejida suave contra su piel de crema. Tenía la melena suelta y echada atrás y
libre, no peinada y aplastada como siempre en perfectos lisos muy formales, sino
que recién lavada y algo
despeinada, su pelo libre y suave incluso a simple vista. Botines grises de
gamuza. Y encima de todo una túnica que debía costar una fortuna blanca como la
leche con bordados
plateados, tipo toga, pero abierta, la parte de delante corta como una chaqueta
con la magnífica capa ondeando atrás, cortes dejando ver sus brazos delgados con
el beatle.
Y un anillo negro en la mano izquierda.
Tiene que ser ropa de Belial, y qué puto se le habría visto. En Oliver, en
cambio, se ve muy dulce.
- Te tomaste en serio el Dress Robes Required.- dijo con sarcasmo suave. Oliver
sonrió, echándose atrás una mechita.
- Es nuestro último Halloween, Stephen.-
- Eso esperas, si pasamos Teoría.-
- Amargado.-
- Déjalo que se levante. Dijiste dos días.-
- Lucius, tu hijo tiene todavía dos vértebras medio hechas puré, me importa un
huevo que sea su último Halloween. Y tú no me pongas ojos de cachorrito, Belial.
Dije que no, y es no.
Tú te quedas en cama, y tú te vas a joder a otra parte. Como si no me bastara
con un Malfoy.-
- Sev…-
- Profesor Snape, si me haces el favor?-
- Déjalo que de una vueltecita y cene. Después se vuelve a la cama.-
- NO, y es mi última palabra.-
Belial bajó con el pelo peinado atrás limpio, su túnica de gala nueva crema con
bordados negros sobre pantalones negros tan apretados que casi lo violaban
perfectamente ajustada,
guantes negros, y sólo las dos lunas moradas alrededor de sus ojos traicionando
su debilidad. Oliver y Stephen debían estar patrullando, pero no los vio
mientras bajaba la larga y oscura
escalera de la enfermería camino al Gran Salón, de donde venía un exquisito olor
a comidita, pastel de calabaza y ponche de frutilla. Sonido de música: durante
la cena oían música
ambiental, generalmente clásica, pero en cuando se corrían las mesas el
encargado de la música dejaba de ser Prewett y su Mozart para que lo tomase un
amigo de Belial de séptimo, el
pícaro y risueño Terry Avery, que los tendría bailando la mejor música muggle
toda la noche. Belial tenía debilidad por INXS y U2. No era que pudiera bailar
esta noche, porque hasta la
idea de girar el cuello le paraba los pelos, pero le gustaría oírlo. Podía
sentir el ruido la gente, sus risas a sólo una pared de distancia, y sintió
deseos de ir con ellos, y de llegar a esa luz
dorada.
Belial se paró en seco.
Y aunque el cuello le dolía, lo giró.
Nadie. Pero estaba seguro de que al pasar frente a una armario empotrado en la
pared había oído un crujido.
… o un gemido.
Un susurro.
… te amo…
Belial apoyó la espalda en el armario, su corazón agitado. Su pelo de plata
contrastaba violentamente contra la oscura madera.
El ruido en el gran Salón no lo dejaba oír.
Y por ese mismo ruido nadie oyó su grito cuando el armario se abrió y una mano
pequeña lo metió dentro.
- Te da problemas, no?- Lucius , echado en el sillón de Snape cuan largo era,
bebía una copa de cherry con su sonrisa gatuna. Severus, con un vaso de brandy
al frente, se apoyaba en
los codos, descansando en la mesita frente a la chimenea, sus largas piernas
extendidas al calor.
- Me preocupo por él, Lucius.-
- Belial salió flacucho. Y enfermizo. –
- Ya sé que tu favorito es Draco y que el de Narcisa es Azrael. Pero Belial es
el más dulce de todos, Lucius, y el más sensible.-
- Si hubiera sido niñita, flor, pero como chico…-
- Lucius!-
Lucius se reía como un ronroneo. Había tirado su túnica y sus botas y allí, con
las piernas recogidas y su pelo ahora más largo y liso, aunque aún con ese rizo
malvado en la frente, era
otra vez el joven y risueño Lucius de su juventud, aunque con los ojos más
viejos, más pensativos, y los labios más duros y crueles.
- Nunca te casaste, Sevvy. Ni se te conoció mina. Aunque oí que anduviste con
Laetitia.-
- Sólo éramos amigos. Me da gusto tener a su hija, Ari, aquí. Es brillante en
pociones.-
- No será tuya?-
- No. Es de Alex Rookwood.- Severus suspiró.- Me creerías que nunca tuve
tiempo?-
- Sev, yo era mano derecha de Voldie, y tengo cuatro.-
- Tú siempre fuiste un caliente de mierda.-
- También.- Lucius le volvió a llenar la copa.- Tómate otro, y cuéntame sobre
tus aventuras amorosas. Yo algunas veces me he metido con mis jóvenes
asistentes, pero nada serio.-
- No he estado con nadie, Lucius.-
- Ticia?-
- Y después salí un tiempo con Lilika Leyden. Estrictamente por motivos de
trabajo.-
- Ah, ya.-
-… nunca tuve nada con Lupin…-
- Mmm.-
- Y antes que empieces, nunca tuve nada con ese hijo de perra de Black!-
- Me preguntaba cuánto tardaría en salir al baile.- Lucius lamió el cherry
despreocupadamente.- Ustedes dos se tuvieron ganas por años.-
- Estás enfermo.- Severus se echó al coleto el vaso y se sirvió otro.
- No me digas que te mantuviste limpio y puro para mí, Sev.-
Su voz era amarga. La de Severus, aún más.
- Ya no soy limpio y puro, y los dos lo dejamos de ser hace bastante tiempo.-
- Sev?-
- Hm?-
- Porqué te volviste al lado de Dumby? Porqué nos traicionaste, otra vez?-
Lucius no reía ahora. Lo miraba, los labios rojos de cherry, sus ojos de plata
entrecerrados. Severus, apoyado
en la mesa, miraba las profundidades del vaso dorado al fuego como si viera algo
allí.
- Te acuerdas de la masacre de la escuela de Merlín? Y del ataque a la feria de
intercambio Muggle- Mágica? Después de la Kristallnatch.-
- Hmm.- Lucius se mordió el labio.- Después de la Kristallnatch, Voldie me mandó
con Djeri tras los McKinnon. No estuve en esas dos acciones.- Lucius se guardó
contarle su infantil
rabieta al saber que se había perdido dos de las acciones terroristas más
brutales de los mortífagos.- Qué hacías en ésa época, Sev?-
- Trabajaba para la Apothecary, desarrollando y mejorando pociones médicas. De
día. Podía usar mi carte blanche en ingredientes para cualquier cosa que a
Voldie se le antojase. Ticia y
Thaddeus eran normalmente mis contactos.-
- Ajá.-
- Fui con ellos y con Ewan y Stefan a la masacre en la Escuela de Merlín. Llegué
tarde, pero fue…- Severus apoyó las manos en la frente.- Ticia y Thaddeus, con
el resto de los más
violentos, MacNair, tú te acuerdas… mataron a los profesores que trataban de
defender a los chiquitos. Eran casi todos nacidos Muggles o medio muggles, todos
entre nueve y quince
años. Branwen y Lisette usaron su magia druídica y derrumbaron el colegio sobre
la mayoría de los niños. Fue espantoso. Luego, le prendieron fuego. Gritaban.
Sigo oyendo sus gritos, y
la explosión, como cadenas alrededor mío. Sigo atado. Y cada vez, que oigo el
silencio, cada vez que cierro los ojos, estoy seguro que si fuerzo mis oídos,
los oiré gritando…- A
Severus no le temblaba la voz, pero sí las manos, mientras se bebía el brandy de
un trago. Lucius apoyó una mano en la copa vacía, y luego en las suyas.
- A nosotros no nos queda bien una conciencia, Sev. Pensé que estábamos más allá
de eso. Y a nosotros también nos cazaron y mataron. Se te olvida Stefan?-
- Él planeó ese ataque, Lucius. Y el del centro de intercambio. Yo lo ví, esa
noche, de pie mirando las llamas, con Ewan al lado. Estaba tan tranquilo, le
brillaban los ojos tras los lentes.-
Sev volvió a vaciar el vaso, y Lucius volvió a llenárselo.- Yo lo amaba, y lo
odiaba a la vez…-
- Todos nos sentíamos así. Compartíamos esas cadenas, pero las llevábamos con
orgullo.- un susurro, y Lucius estaba de pie, apoyado en el escritorio, sus
manos en los hombros de
Severus.- Sev…-
Pudo haberlo besado, pudieron haberse abrazado, pero Severus se echó atrás, se
secó los ojos, y bufó.
- No sé qué me dio por revivir mi consciencia a estas alturas. No tienes porqué
escucharme gimotear como idiota. Yo…- se echó el pelo atrás, y se apoyó en el
respaldo, apartando la
copa de brandy.- Qué era lo que querías?-
- Voy a sacar a Djeri.-
- Lucius, sabes que es imposible.- Severus parecía exhausto, la sola idea
dolorosa.- Lo único que conseguirás es que nos vayamos los tres adentro.-
- Tengo un plan.-
- La última vez que tuviste un plan…-
- Sev, voy a usar una Multijugos y un hechizo de Invisibilidad total. El
palabrapoderosa Matar, el Geas, el Necromancy Handbook, y el Dementia. Y una
generosa ración de Delusion
Charms para cubrir todo.-
Severus era un maestro, pero cuando sacó la ecuación, sus cejas le llegaron casi
a la raíz del pelo.
- Estás loco.-
- No, soy un genio.-
- No, estás LOCO. Te van a agarrar. Con esa cantidad de magia oscura, vas a
echar a andar cada detector de tenebrismo de aquí a París.-
- Tengo todo planeado. Venga, Sev. Hagamos una de las nuestras.- un brillo en
los ojos de Lucius, su sonrisa feral, mientras se inclinaba sobre Severus.- No
seas gallinita. Ayúdame
salvar a Djeri, Sev. No puedo dormir pensando cómo está. Tú no lo viste, no
tuviste los cocos. Yo sí.-
- No.-
- Ah. Entonces Djeri te da lo mismo? Bueno, si no quieres, lo haré solo.- Lucius
se puso las botas y la capa dándole la espalda, su voz irritada.
- Cómo puedes decir que me da lo mismo? Yo lo amaba, lo sabes perfectamente.-
- Pero no te quieres mover de tu escritorio para ayudarle, no?-
- Lucius, Djeri está más allá de toda ayuda. Crees que puedes derrotar a
Azkaban? Crees que Djeri querría que te matasen?-
- No sé qué querría, porque no es capaz de responder una pregunta lúcida.-
Lucius de pie, lo miraba con intensa rabia. Agitó un dedo cerca de Severus,
furioso.- Pensé que querrías
ayudar. Pensé que Djeri te importaba. Pero si no quieres, me basto solo!-
- Lucius, NO PERMITIRÉ QUE LO HAGAS! PIENSA EN BELIAL! PIENSA EN NARCISA! PIENSA
EN MÍ, MALDICIÓN!-
- NO ME VENGAS CON ESA MIERDA!-
- LUCIUS, NO PUEDO DEJAR QUE TE MATEN! NO TE DEJARÉ!-
- NO ME VENGAS CON ESA MIIIIERDA, DESPUÉS DE LO QUE ME HICISTE!-
- PERO YO TE AMO, LUCIUS!-
Los dos se gritaban a tres metros de distancia, rojos de rabia, hasta que
Severus se quedó callado de golpe al escucharse.
Pues si estás encadenado algo, es a mí.
Lucius dio tres pasos, le saltó encima casi, casi como un tigre, y los dos se
fueron contra la pared besándose, besándose con hambre y pena y rabia,
arañándose mientras se arrancaban la
ropa a tirones y medio tropezaban y medio avanzaban hasta acabar en la cama de
Severus. Severus estaba medio ebrio: Lucius sólo un poco, y se amaron con besos
húmedos y
hambrientos y fuego explosivo, Lucius dominándolo, devorándolo, tomándolo como
nunca había tenido la oportunidad de hacerlo, observándolo con ojos apasionados
y dulces mientras
Severus al fin se liberaba bajo él. Para qué fingir? Se amaban. Estaban atados
por cadenas aún más fuertes que el amor, de odio y remordimientos y sangre y
pérdida. Nadie podía romper
esas cadenas, ni ellos mismos. Nadie lo intentaría.
We are the night, still.
Cuando Severus despertó, estaba solo, entre un montón de sábanas arrugadas. Y
cuando se dio cuenta de que le faltaba el Necromacy Handbook, la poción
multijugos y la de
Invisibilidad Total, soltó la risa.
Bastardo… tramposo…
Hay veces que lo * mataría *.
CAPÍTULO TRECE.
THE FLY.
…To anywhre I please.
I want to get away
I want to fly away, yeah, yeah, yeah.
Oliver era tímido, aunque a veces su fría seguridad lo disfrazaba bien. Así que
tras asegurarse que todos los alumnos estuvieran en el Gran Salón disfrutando de
la cena y divirtiéndose,
se fue a ocultar a un pasillo alto desde donde veía claramente la entrada del
gran salón, pero no era visto.
Oliver generalmente no llamaba la atención. No sólo por no ser tan alto como
Bill o Stephen, ni por ser tan delgado y delicado: Belial lo era también. Pero
Belial tenía una luz propia, un
magnetismo, que hacía que donde caminase pareciera que lo seguía un foco de luz,
plateado y mágico, siempre atrayendo las miradas. Y Oliver lo agradecía,
bañándose en el suave
reflejo, seguro en la sombra, su timidez tranquila junto a ese atrae miradas.
Mientras todos miraban a Belial, Belial solía mirarlo a él.
Oliver se ocultó tras una columna, apoyándose en la balaustrada, sintiéndose muy
conspicuo en el traje de Belial. Él solía preferir telas más suaves y oscuras:
sin embargo el contacto de
la ropa era amable y fresco, aunque no frío. Pero sí se sentía medio desnudo sin
el peso de la lana en el cuerpo, sin nada cubriendo sus pantalones al frente
como solían hacerlo sus
pesadas túnicas.
Se sentía juguetón.
Oliver ya había cenado un poco de pastel de pollo y verduras con vinagre, así
como delicioso helado de calabaza. Stephen y él se turnaron, y el estudioso
Ravenclaw también había cenado
y había partido a revisar el exterior con una copa con ponche en la mano. Así
que había quedado él vigilando la entrada del Gran Salón, a solas en ese
abandonado pasillo donde tenía
visión panorámica de las puertas pero estaba perfectamente oculto a las miradas.
La fiesta empezaba. Oliver suspiró al oír los sones de la música que tanto le
gustaba a Belial, una canción de Kyle Minogue que su compañero de pieza solía
bailar en toalla por las
mañanas: Can't Get You Out Of My Head… Belial disfrutaba bailar y era
jodidamente sexy en eso: Oliver, que en un principio había detestado la idea de
agitarse sin una recompensa,
terminó disfrutándolo también, aunque le daba muchísima vergüenza hacerlo fuera
de su habitación. Pero había bailado con Belial en fiestas internas de la casa
Slytherin, y podía seguir su
ritmo tecno y violento con cierta habilidad. No era lo suyo, de todas maneras.
Aunque le gustaba cantarle Praise You muy cerca mientras bailaban espalda con
espalda…
Una ola de odio a Hugh lo atravesó un rato y se perdió la música, mirando por
las altas ventanas a su espalda cómo empezaba a nevar. Un Halloween blanco. En
pasillo, que tenía una
forma de C sobre el vestíbulo de entrada, estaba casi a oscuras, inmenso y
solitario.
Aunque alguien saliera de la fiesta, no lo vería, un piso más arriba. Él, en
cambio, sí.
I wish that I could fly
Oliver escuchó una canción de ritmo más rockero, aunque también mucho más
sensual. Apoyado en los codos, riendo para sí, se dio cuenta que
inconscientemente seguía el ritmo de la
música.
Into the sky
So very High
Just like a dragonfly
Era un ritmo que le gustaba más: ondulante, serpentino, pero fuerte.
I'd fly above the trees
Over the seas
Nunca había estado muy in la música, como Belial así que no reconoció la
canción, mientras empezaba a ondular a propósito, una risa pícara. Nadie lo
vería.
…In all degrees
Se enderezó, y cerró los ojos, sorprendido a lo mucho que lo disfrutaba. Sentía
su pelo suelto azotarle el hombro placenteramente mientras movía la cabeza al
ritmo, la larga túnica que
le caía atrás enredándosele en la piernas juguetonamente. Se aseguró que no
hubiera nadie alrededor con una rápida mirada de sus ojos oscuros, y se dejó
llevar más, agitándose de lado
a lado, la cabeza echada atrás en una sonrisa, su esbelto pecho arqueándose
deliciosamente, sus juveniles pectorales tensando la tela, sus brazos suaves y
torneados alzándose y
cruzándose hasta casi tocar el hombro alterno.
To
Anywhere
I
Please
Era muy placentero, y Oliver dejó escapar en bajos gemidos su respuesta a la
ronca voz en la canción, a los jadeantes oh yes. Agitó las caderas, los muslos
al lento, poderoso ritmo,
abandonándose por completo, sintiéndose deliciosamente excitado y estimulado,
aunque lleno de una gatuna lasitud.
Oh, I want to get away…
I want to fly away
Yeah yeah yeah- oh yes!
Donde estás, Belial? Nunca me lo has dicho, nunca lo hemos hecho, pero te haría
el amor, ahora…
Let's go and see the stars
the Milky way and Even Mars
Sus manos bajaron y subieron por su pecho. Era no sólo virgen, sino inocente,
tan inocente como puede serlo un muchacho de dieciséis años que se autocomplace
ahogando sus gritos
en la almohada. Cuántas noches lo había hecho mirando a su Belial dormir.
Cuantas noches lo había besado entero, había inhalado su pelo para liberarse
mientras Belial dormía, incapaz
de despertarlo para nada, avasallado de ternura y temor. Pero moviéndose en ese
ritmo se sentía desinhibido, hasta atrevido.
Where it could just be ours
Let's fade into the sun
Si me amas, ven por mí, Belial… pensó con una risita. Se acercó a una de las
armaduras metálicas que adornaban el pasillo, caminando como un gato. Se paró
enfrente, y amoldó su
suavísimo cuerpo al duro metal, riendo, incapaz de creer su propio atrevimiento.
Y apoyando los labios en el yelmo antiguo como lo hubiera hecho con Belial,
onduló su cuerpo contra el
metal rígido y frío, su suave entrepierna rozándose contra la áspera cota de
malla que cubría el muslo de la armadura. La sensación no se la esperaba: casi
tuvo que ahogar un gemido.
Rió para sí, la frente apoyada en el yelmo. Se supone que estoy trabajando. Pero
si al menos me pudiera tapar con una túnica… estoy tan… oh diablos… qué me pasa
hoy? Se va Belial
y enloquezco?
Let your spirit fly
Where we are one
Su cuerpo protestó enojado e irritado que lo que necesitaba era un baño tibio y
una buena cantidad de crema fresca de piel, aplicada sabiamente, para quedarse
tranquilo: pero Oliver lo
ignoró, y procuró calmarse, apegándose a la barandilla de piedra para ocultar su
incomodidad.
De pronto, frío en el aire. Oliver frunció las cejas, sorprendido. Estuvo
siempre tan helado? Entonces sí que soy tibio. Se giró, notando que la luz
disminuía, dándose cuenta que las velas
se agitaban. Qué es eso? Una corriente de aire?
Just for a little fun
Oh, Oh, Oh yeah
Y como una ola de oscuridad, pulsante y maligna que le erizó la piel, frío
envolviéndolo, y un sonido resonante en sus oídos.
Era lo mismo que lo atacara en los calabozos.
I want to get away
Era peor, mucho peor.
Snape le había dicho que debía haber sido un espíritu errante, algo
relativamente común. Pero Oliver supo, aunque no era experto en DADA, aunque
tenía sólo una B en Adivinación,
que no se trataba de un espíritu en pena. Era algo oscuro y poderoso, y
enojado.
Y dirigido directo a él.
I WANT TO GET AWAY
Lo atenazó un pánico, aún más aterrorizante por la euforia anterior. Quería
correr y no se atrevía. Quería gritar y no se atrevía. Y de pronto vio como una
puerta al fondo del pasillo de
abría, y allí puso ver la sombra de un hombre muy alto, con túnica negra, que
aunque sólo era una silueta, lo miraba. Quiso gritar y no tenía voz.
I WANT TO GET AWAY
Lo miraba con hambre.
Lo miraba con odio.
Lo deseaba. Ya lo había tenido.
Oliver dio media vuelta y huyó como un rayo, temblando tan violentamente que
apenas podía respirar. Correr. Correr.
I WANT TO GET AWAY: Y E S !
E irse de frente contra alguien que le atrapó las muñecas.
Luchó, al fin gritando.
- Oliver!- Era Bill, con su modesta túnica de gala rojo oscuro, peinado, los
lentes en la punta de la nariz por la frenética lucha de Oliver, el cuello tipo
bote dulcemente bordado en
leones dorados por su madre reluciendo, súbitamente en deslumbrante en el
pasillo iluminado.- Oliver, qué pasa? Estás bien? Por qué corrías?-
Oliver miró atrás, sus ojos negros aún desorbitados, y se dio cuenta con
sorpresa que había corrido todo el trayecto desde el corredor del segundo piso
hasta la entrada de la Torre
Gryffindor en el cuarto, en el otro extremo del castillo, sin darse cuenta.
Se apartó de Bill, se cubrió la cara con las manos. Hiperventilaba: tenía el
corazón enloquecido. Y al pasarse las manos por la cara, la halló transpirada, y
helada.
Vaciló, y trató de hablar. No tenía voz, y sí mucho, mucho frío.
La mano de Bill, muy cálida, le atrapó la muñeca, y lo hizo meterse por un
pequeño túnel que se abrió de pronto en la pared. Vio unos sillones en plush
rojo, una chimenea con llamas
alegres y brillantes lámparas, unos tapices medievales en sepia y rojo. Bill lo
sentó en un sillón muy mullido, y se agitó alrededor haciendo cosas hasta que
Oliver se dio cuenta que tenía
una taza de leche con chocolate y vainilla caliente en las manos, que tenía los
hombros y el regazo cubiertos con una manta de lana tejida escocesa y que Bill
le acariciaba la cabeza,
sentado en una banqueta sus pies. Se había dejado dirigir, y manejar como un
recién nacido: pero es que Bill era tan seguro, tan cálido, tan amable. Alzó la
vista a su cara, y se dio
cuenta lo ovalada que era, en vez de sus rasgos agudos, unas pocas pícaras pecas
muy claras en su tez cremosa, sus ojos dulces y celestes, amables como el cielo.
No eran absoluto
azules: eran celestes, de ese celeste de bautizo, rico y tibio como cielo de
verano en una tarde perezosa. Y ahora estaban llenos de preocupación, dulces
tras sus bobos lentes
redondeados.
- Oliver, por favor, qué te pasó? Qué te asustó?-
Oliver bajó la vista, y aunque aún temblaba, se sintió un idiota. Allí estaba,
sentado en Gryffindor, nada menos, temblando como una hoja, con Bill
atendiéndolo como si fuera un primer
año.
Qué me asustó? Nada. Me bajó un ataque de pánico porque un espíritu me atacó una
vez, y creí ver cosas.
No me mires así, Bill.
Por favor.
- Nada. Perdona el numerito.- dijo con voz que ojalá hubiera sonado más firme.
Pero Bill no lo dejó pararse, ni dejar la taza intacta. Le tomó las manos, y
Oliver se sorprendió a lo cálido
que era su contacto.
- Oliver, alguien quiso hacerte daño? O viste algo… algo raro?- dijo tras un
momento.- Por favor, tómate la leche… estás helado…-
Cómo sabe…?
Manos tibias, ojos tibios, mirada envolvente y cariñosa.
Eras así a los once, y a los once te miré y me hiciste tuyo con un caramelo y
una sonrisa. Aún guardo el papelito.
Soy patético.
Te odio, Bill Weasley, a tí, a tu amabilidad, y a tu capacidad para desnudarme
con una mirada.
Bill se inclinó y le tocó las mejillas. Y Oliver se horrorizó al darse cuenta
que tenía las mejillas empapadas, que había estado llorando mientras corría y
seguía llorando.
Quiso decirle a Bill que lo dejara irse, y cuando abrió la boca, sollozó.
Quiso apartarlo para irse, irse lejos de ese calor y esa luz a las sombras y a
los calabozos, y se halló en sus brazos, mecido, acariciado, llorando su miedo.
Quiso ocultar la cara, quiso rechazar el abrazo de Bill, tan cálido y amable con
su vieja túnica suave, y se halló con sus labios en los suyos, besándolo con una
calidez que ni el fuego la
emulaba. Suaves y blandos eran sus labios, y luego húmedos. La euforia volvió
doblemente poderosa, y Oliver sintió que su cuerpo se rendía, mientras que su
sanidad mental tambaleaba
por la sucesión de euforia y terror y luego euforia. Bill era tierno, e
increíblemente suave: sabía a miel y toffee, la temperatura exacta de una taza
de café en un día lluvioso. Belial era
menta y hielo, limón y alcohol helado y electricidad, y el cambio en su contacto
era inenarrablemente atrapante, una sensación de agua tibia en piel helada. Era
como dormir.
Oliver alzó una mano que temblaba y le dio vuelta la leche caliente en su pobre
túnica de segunda mano, quemándolo hasta el hueso.
Bill dio un grito y se apartó, su rostro rojo de dolor, y cayó sentado en el
piso. Oliver lo vio vagamente tratando de apartar la tela quemante de su
abdomen, la pobre túnica de segunda
mano que ya estaba rozada ahora irreparablemente dañada. Lo vio tratar de
limpiarse, de aguantar el dolor de la quemadura.
Lo vio mirarlo con ojos húmedos de dolor, sus labios húmedos por el beso
temblando, sin ira ni odio, sólo con un dulce y dolorido porqué? en su cara.
Oliver huyó por segunda vez esta noche. Otra vez huyó con los ojos húmedos, y
con pánico en el fondo del estómago.
La noche de Halloween, Hugh estaba solo, abrazando un cojín húmedo con sus
lágrimas, extrañando a Bill tanto que era peor que un cólico. Afuera llovía y
tronaba, en el pueblecito al
norte de Gales del que era originario, y la pequeña casa hacía poco por alejar
el frío y el ruido de la tormenta. Un relámpago, otro.
Su madre le había mandado una lechuza con su habitual parquedad exacta: Vete a
casa y espérame allí.
No había prendido una vela, ni una lámpara. Sólo la chimenea reflejándose en sus
rizos revueltos, sus ojos ojerosos, tirado en el desvencijado sillón mostaza con
un cojín abrazado en el
regazo, sus brazos rodeándole las rodillas, su rostro en los brazos.
Nadie le había dicho si Belial seguía vivo. Nadie había sido tan caritativo.
Hugh se había quedado ya sin lágrimas. Y se miraba sus manos pequeñas y fuertes
y algo encallecidas por el bate de quidditch. El bate que había usado para…
Hugh sollozó seco, extrañamente ruidoso en el silencio, como si le hiciera eco a
los palos crujiendo en la chimenea. Sabía que bateaba con fuerza suficiente para
doblar un poste de
acero. La cabecita de Belial, tenue hueso, tierna carne, diáfano cerebro,
astillándose bajo su golpe. Había sentido el crujido y cómo el hueso se rendía a
él hasta en la muñeca…
Hugh sollozó otra vez y se tapó la cara con el cojín.
Belial, riéndose bajo el cielo plateado, hermoso, inalcanzable. Luego en el
barro, lleno de sangre, cayendo como una flor tronchada, su pelo aleteando, sus
ojos abiertos…
Deseo…
Deseo nunca haberte conocido…
Deseo nunca haberte lastimado…
Por favor, Belial, dime que me humillarás otra vez. Dime que me harás rabiar y
me romperás el corazón. Sólo mírame y despréciame otra vez, Belial, por favor!
Aún tenía lágrimas. Y se mecía en su desesperación, hasta que quedó echado cuan
pequeño era junto al fuego, temblando, los ojos tan hinchados y calientes como
los leños.
Despacio levantó una mano, y la acercó las llamas. Se las había lavado hasta que
las uñas se le pusieron descoloridas. Pero aún sentía esa vibración, y la
sangre…
La apoyó en el tronco ardiente. No dolía. Olía raro, pero no dolía.
Apoyó la otra.
hiss
Cerró los ojos…
… Belial, mi amor, es parecido a cuando tú me…
- EXPLEXIO!!-
La orden gritada lo mandó al otro lado del cuarto, ampollas formándose, el dolor
cayéndole encima como lluvia violenta. Una mano firme lo sentó en el sillón, y
Hugh alzó la vista, para
encontrarse con la Aurora que llamaban Muerte Roja, y él llamaba mamá.
Mariah Mitchell era una mujer de estatura media, no gruesa pero sí robusta.
Tenía la nariz recta y el pelo rizado de su hijo, pero era más rojo que rubio, y
su uniforme azul y blanco de
Auror destacaba ese rojo que sólo en parte explicaba su apodo. Era famosa por
sus rápidas reacciones y su poder: una de las tres Auroras de la famosa
promoción del 77 en la
Academia del Auror's Guild (de treinta y siete) que sobrevivieron a la época de
Voldemort, junto con las igualmente famosas Airelle Vilka y Caitlin Tyler, fue
una de las primeras auroras
que tuvo permiso para matar en vez de capturar. Era rápida, fuerte y letal. Y
como madre era tan intimidante como Aurora: Hugh podía ser un auténtico
diablillo, pero si algo podía
aterrorizarlo era su madre. Y aunque era apenas más alta que él, ahora se
parecía notablemente a un grizzly de dos metros.
- QUÉ CREES QUE ESTABAS HACIENDO, HUGH?- rugió, bañándole las manos con un
hechizo de agua helada, vendas mágicas cubriéndolos. Si veinte años de Aurora le
habían
enseñado algo, era a tratar heridas sin casi mirarlas.- Y qué demonios hiciste
en el colegio? No he tenido tiempo de leer la carta de Dumbledore. Qué hiciste
ahora? Hugh…-
Hugh, con un grito ahogado, se aferró a su cintura con manos vendadas de
amarillo pato y se echó a llorar histéricamente. Decir que eso paró en seco a
Mariah era subestimarla, pero se
sentó en el sillón y acunó a su hijo que tiritaba con algo como miedo en sus
ojos. Podía ser la Muerte Roja, pero amaba a su único hijo con toda la fuerza de
su temperamento
apasionado. Sabía cómo era, igual que ella había sido, más rápida para actuar
que para pensar, aunque tenía una personalidad más aguda y sarcástica que ella,
que no venía de sus genes.
- Hugh…- lo meció, lo besó. Y Hugh lloraba.
Mariah desplegó la carta de Dumbledore y la leyó. Y sus ojos se agrandaron y
luego se entrecerraron.
- Que casi mataste a un chico de un batazo? Hugh, qué te hizo el idiota?-
despacio acarició sus rizos, besó su frente afiebrada.- Hugh…-
Hugh la miró, su rostro desencajado. Y Mariah le sonrió suavemente.
- Se salvó. Estará bien, Hugh. Lo dice la carta.-
Hugh siguió llorando aferrado al amplio, blando busto de su madre, esta vez de
alivio. Musitó el nombre de Belial, una y otra vez. Y Mariah, la mejor Aurora,
la más rápida investigadora,
se esforzó por atar cabos. Sus ojos de hielo azul se endurecieron. Y cuando Hugh
calló, le tomó la cara entre las manos.
- Hugh, dime qué pasó. Qué te hizo?-
Hugh bajó la vista, y Mariah sintió, más que vio, sus mejillas volverse de
fuego.
No podía ser, verdad?
Un tirón, y Hugh gritó cuando su mamá, con manos que eran fuertes e
irresistibles como tenazas lo tiró sobre su falda como a un bebé y le desnudó
las nalgas, como si fuera a darle un
castigo por ser un niño malo. Hugh se revolvió, pero Mariah tenía veinte años de
práctica, y sintió a su madre aspirar fuerte mientras lo miraba a la luz del
fuego.
- No! Mamá, no!-
Su madre lo soltó. Hugh se cubrió, sin atreverse a mirarla. Sabía perfectamente
que los moretones de su salvaje tarde con Belial no se habían ido, y hablaban de
violencia, no de amor.
Y sabía que su madre podía unir cabos como nadie.
- Vístete y agarra tus cosas. Nos vamos a ver a Dumbledore.- dijo Mariah, su
perfil de piedra a la luz del fuego. Y Hugh tembló. Nunca la había visto así.
Parecía una estatua. Estaba lívida de ira. Y cuando sus ojos destellaban así,
siempre moría alguien.
Foxnotes: si, ya sé, poca trama, mucho adolescente delicioso contoneándose con
una de mis canciones favoritas. No puedo evitarlo ( a lo Merle) Porque no puedo
evitaaaaarlooo? No
me digan que no les gusta… miaw… ya más Lucius vs Mariah. Ya más Stephen siendo
listo. Y muy luego, más Djeri. Y qué ha hecho Belial en ese armario.
Amor, Foxy.
CAPÍTULO CATORCE.
THE DEEP.
Isn't an ocean so deep
A mountain so high it can keep
Keep me away, away from his love.
Dónde *mierda* se había metido Belial? No le dije bien claro que comidita y
media vuelta? Qué cree que tiene una gripe? Seguro que estuvo contoneándose
arriba de una mesa,
malditos genes de Lucius…
Severus, tras chequear muy temprano al día siguiente de Halloween la enfermería
y hallar la cama vacía bajó tan rápido como si se hubiera dejado caer escaleras
debajo de vuelta al Nido,
furioso consigo mismo y mucho más con Lucius por haberlo… bueno, retenido la
noche anterior en vez de hacer su ronda habitual para asegurarse que todo
Slytherin estuviese donde
debía, léase, en camita.
Y eran las siete de la mañana de un lunes y ya estaba seguro que se agarraría
una neuralgia.
Oliver estaba vistiéndose distraído, el pelo mojado, anudándose la corbata
frente a su espejo, en camisa, sus briefs blancos cortitos y su camisa de
colegio, con los calcetines ya puestos,
cuando Snape entró a su pieza como una tromba. También se oía, aparte del
movimiento habitual de todo el mundo preparándose para bajar a desayunar, a Ari
y a Kirsten chillándole
Snape porque les había revisado hasta la ducha buscando a Belial.
- Donde - está?- gruñó Snape, mientras Oliver lo miraba con la boca abierta.
Tenía ojeras. Snape también.
- Está diciendo que no está en la enfermería?- Oliver pasó de su soñadora
reflexión ante el espejo a alerta completa.
- Dónde se metió anoche?- Snape era negro, enorme y amenazante ante el chico
medio desnudo.
- Pero yo no lo ví anoche! Me está diciendo que bajó igual?-
- Te estoy diciendo que no tengo idea dónde mierda está.- Severus sólo puteaba
frente a sus alumnos cuando estaba realmente enojado, pero Oliver estaba
demasiado inquieto para
preocuparse por eso.- Vístete y ayúdame a buscarlo. –
Oliver obedeció, y sólo pasó rápido al Gran Salón a buscar una taza de café sin
la cual no podía vivir.
Y fue allí donde sintió frío otra vez, rodeado por todos los chicos que se
apresuraban a tragar un sabroso desayuno antes de irse a sus clases de lunes en
la mañana un poquito
soñolientos por la estupenda noche de Halloween.
En una mañana súbitamente helada.
Como una mano fría en la base de su espalda.
- Oliver!- la voz de Stephen lo sacó de su parálisis con un estremecimiento. Se
volvió, y Stephen estaba allí cerca, su rostro extrañamente pálido. Y con una
inspiración, vio a Bill en la
puerta del fondo, esa pequeña bajada adyacente que comprendió de súbito era el
camino más corto desde la enfermería hacia el Gran Salón.
Belial!
Oliver corrió a esa salida, su túnica agitándose, con Stephen detrás, y los tres
Head Boys se lanzaron al pasillo. Allí Bill los guió adonde Belial estaba
tendido en el piso frío, a los pies de
un armario con sus puertas de pesada caoba completamente abiertas, las
servilletas y manteles polvorientos guardados allí desperdigados alrededor de
Belial como palomas muertas.
Oliver dio un grito y se arrojó de rodillas; Belial estaba tan pálido, tan
fantasmal, tendido allí, con los brazos cubriéndole la cara. Sólo cuando le tomó
una mano helada se dio cuenta que
temblaba entero.
- Belial! Belial! Belial, me oyes!?- Oliver sentía la histeria atenazarlo, tres
veces en tres días. En esos casos, Bill y Stephen valían un mundo: Bill partió a
la enfermería y trajo una camilla
flotante, Stephen lo levitó hasta ella, enviaron a un mocoso de segundo a buscar
a Snape y a Prewett, y Stephen uso sus conocimientos de medimagia para lanzar
algunos hechizos de
primeros auxilios que hicieron entrar en calor a Belial y lo hicieron abrir los
ojos.
Estaba aterrorizado. Se aferraba a Oliver, tembloroso, aún helado. Y Oliver se
dejó aferrar como un peluche, meciéndolo, susurrando palabras de amor.
Bill los miraba.
Stephen envolvió los pies de Belial en las mantas de la cama mientras ayudaba a
desvestirlo. Su ropa estaba manchada de polvo, y extremadamente arrugada.
Mientras Oliver la tiraba al
piso en su apuro por ponerle un camisón de franela a rayas amarillas y blancas
con florecitas cafés, hubiera jurado que la ropa era lo que mantenía helado a
Belial, aunque estaba tan fría
que no sabía si estaba sólo helada o también húmeda. Olía… como metal?
Lo acostaron, y fue entonces cuando Snape entró, seguido del animoso Prewett,
con la cara como un máscara de rabia. Aparte de algunos machucones e hipotermia,
Belial no estaba
más grave, pero sí muy débil, y Snape no le preguntó nada, sólo le metió una
fuerte poción para dormir con la misma gentileza que si fuera una planta, junto
con algunos viales de
poción pimentónica para entibiarlo. Y luego de que Belial se durmió, Snape se
volvió a ellos tres, y los empapeló a gritos, ordenó a Oliver quedarse para
cuidar a Belial, y les quitó puntos
respectivamente a Bill y a Stephen por inútiles. Prewett, que lo conocía, se
salió del camino: pero Snape chilló hasta quedarse ronco. Cuando al fin acabó,
fue Stephen quien dijo muy
calmado:
- Y usted? Nosotros estábamos encargados de cuidar el Salón e ignorábamos que un
armario peligroso podía atacar a Belial. Tal vez no debería haber salido de la
enfermería anoche sin
escolta.-
Tras eso hubieron pelos y plumas flotando de la pelea por otra media hora,
mientras Oliver y Bill observaban a Stephen como si no tuviera el sentido común
para hallar la salida de una
bolsa de papel. Casi se esperaban que luego se largase con un " No creo que se
atreva a darnos detención, no?" pero se calló. Cuando al fin se fueron, con las
orejas zumbando, Bill le
alzó la cejas en el pasillo.
- Eso no fue lo más listo que te he visto hacer.-
- Bill, o éramos nosotros o se agarraba a Oliver. Y tú y yo somos bastante más
duros de piel. Que suelte su vapor y ladre hasta que se canse.
Extraoficialmente, me gusta el viejo.-
Bill lo miró sintiendo una sonrisa formarse.
- Extraoficialmente, eres un zorro tramposo.- Bill le sonrió, limpiando sus
lentes.- Es un cumplido.- luego miró atrás.- Es una pena que sea semejante
bastardo. Si no, creo que de veras
sentiría pena por él.-
- Snape?-
- No, Belial.- la cara de Bill se endureció.
- Por Hugh, o por Oliver?-
- Qué?-
- Te conozco, Weasley. A diferencia de tus hermanos, eres incapaz de sentir odio
por tí mismo.-
- Oficialmente, eres una rata metomentodo.- el Head Boy de Gryffindor suspiró.-
Por ambos.-
Belial no abrió los ojos hasta la tarde. En cuanto miró el techo, que le era
cada vez más familiar, emitió un sin voz mierda.
- Ssh.- Estaba acunado en el hueco formado por un cuerpo que ni siquiera
necesitaba abrir los ojos para reconocer: Oliver, sin zapatos ni túnica, medio
metido en la cama con él,
acariciándole las sienes con sus manos mágicas.- No hables…-
- Qué…- Belial tenía la garganta seca, y Oliver le acercó agua muy despacio.-
Qué pasó…?-
- La verdad, no estoy seguro. Pero creo que te atacó un armario en el pasillo.-
Belial abrió un ojo y miró a Oliver, dulcemente ilumanado por la tarde nublada a
través de las largas ventanas, inclinado sobre él, su pelo acunado en la
almohada. Estaban discretamente
medio ocultos por las cortinillas blancas que se usaban como biombos, y Oliver
estaba apoyado en un codo, muy tranquilo.
- Repite. O Hugh realmente me estropeó el cerebro o dijiste…-
- Sí. No recuerdas nada?-
- No.-
Oliver le besó la frente. Los dos quedaron apoyados en la almohada, de frente,
mirándose y sonriendo.
- Me has hecho pasar mucho, mucho susto estos días, Monsieur Malfoy.-
- Lo lamento mucho, Mr. Lestrangue.-
- A Mr. Lestrangue le gustaría añadir que si alguna vez a Monsieur Malfoy le dan
ganas de hacerlo otra vez, muy posiblemente va a terminar atado y pasando unos
días siendo tratado de
una forma que haría al Marqués de Sade ponerse rojo.- por supuesto, era broma.
Oliver no reconocería perversiones ni aunque una viniera y le acariciara el
traste con su látigo de cuero.
- Monsieur Malfoy declara que pondrá su mejor esfuerzo.- Belial inclinó la
cabeza y besó a Oliver, los brazos del pequeño hindi – francés rodeándolo con
mucho cuidado. Era cálido y
familiar, y los dos se relajaron en su beso, en esa camita sola en la
enfermería, oyendo a lo lejos una canción de Cat Stevens que Madam Pomfrey, la
enfermera, había sintonizado en la
Wizard Wireless.
Hasta que oyeron un alarido.
Abrieron los ojos sin apartarse, y Oliver medio se arrodilló, medio gateó en la
cama con muy poca gracia para asomarse entre las cortinas.
Prewett, pálido y horrorizado llevaba en brazos a un chico de Gryffindor
empapado en su propio vómito, seguido por Bill, que apenas se mantenía en pie.
Para Oliver verlo y que casi se
le partiese la cabeza de dolor fue todo uno. Y nadie oyó a Belial pidiendo ayuda
cuando Oliver se le desmadejó en los brazos con lágrimas de dolor en sus
mejillas morenas.
Lucius subió los escalones de Hogwarths por segunda vez en tres días a
regañadientes: para empezar, Belial estaba bien a pesar de su noche en el
armario, y a Severus sin duda aún no
se liba la rabieta porque le hubiera … bueno… tomado prestado? sus libritos y
pociones. Snape, sin embargo, había amenazado con castrarlo si no venía a ver a
su hijo, y además
necesitaba situar un orbe en la habitación de Sev para el hechizo. En fin.
Subía a regañadientes, pero cuando vio a una mujer pequeña y pelirroja subiendo
también las escaleras, manto de Auror flotando a su espalda, inmediatamente se
tensó con esa sonrisa
amenazante de un gato viendo acercarse a un perro. Y la esperó allí arriba, su
manto negro recto al piso, su sonrisa carnívora bajo ojos fríos como iceberg.
Mariah Mitchell se quedó quieta mirándolo, su tez rosada volviéndose blanca como
la cal con odio y disgusto. Hugh, que iba a su lado, aunque jamás había visto a
Lucius Malfoy, no le
costó nada identificarlo. Si era igual.
- No has cambiado nada. Estás igual que hace veinte años, desgraciado. Pero si
hubiera justicia, estarías pudriéndote en Azkaban con tus…- Hugh miró a su madre
con temor. Ver a
Lucius Malfoy y enfurecerse como rara vez la había visto había sido todo uno:
Hugh había creído que iba enfurecida hasta ahora, pero eso no era nada con el
odio en sus ojos verdes, en
la forma en que le apretaba la mano. Eso era odio.
Lucius alzó una mano, todo elegancia.
- Tsk.- dijo con la cabeza calmadamente inclinada a un lado.- yo casi no te
reconozco, Mary. Se me hace raro verte con ropa.-
Mariah saltó como un tigre sobre Lucius. Pero Lucius la esquivó, y sacó la
varita, para mantenerla alzada.
- No, no… flor de genio, el tuyo… no deberías tratar así a un viejo amigo, no
después de lo que tu hijo le hizo al mío.-
Mariah, que se había puesto roja, fue al blanco. Y comprendió de un tirón, la
angustia de Hugh, el nombre, Belial, y qué y cómo había surgido ese odio entre
Hugh y Belial.
Era obvio que se odiaran.
Aunque tuvieran el mismo padre, sus madres eran tan diferentes como el hielo y
el fuego: la suave y elegante Narcissa Malfoy, cuyos hijos fueron concebidos en
un santo lecho
matrimonial, y la fiera Mariah Mitchell, Aurora atrapada y sádicamente torturada
por los mortífagos.
Y violada.
Mariah entendió todo, y supo quién había abusado de su hijo.
Y se desmayó.
Snape acabó de calmar a Prewett para que acabase el certificado de defunción del
chico Gryffindor mientras Bill lloraba sentadito en un rincón. Y fue entonces
cuando oyó la voz de Belial,
y descorrió las cortinas para hallar a Belial acunando a un Oliver dormido.
Y ahora qué.
- Parecía… como si sintiese el dolor de ese chico…- Belial, muy pálido e
impresionado, lo acariciaba. Snape comprobó las características clásicas: sudor
frío, palidez, pupilas dilatadas…
yep, peor y peor.
- Oliver no es cualquier medium, Belial. Es un émpata. Siente lo que siente la
gente muy cerca, o sus familiares.-
- Pero si no tiene…- Belial se quedó callado, y abrió los ojos muy grandes.
Snape asintió tristemente.- Esta noche se vuelven a tu pieza. Y, Belial…-
- Sí?-
- Seguro que no recuerdas nada?-
- No.-
- Me dejas revisarte?-
Belial parecía un poco tímido. Pero luego se subió el camisón ante la mirada
cálida de esos ojos negros, tan parecidos a los de Oliver, que lo miraban como a
un hijo. Y muy despacio se
tendió de espaldas en la suave cocha, las mejillas ardiéndole, sintiendo las
manos tibias y gentiles de Snape en sus muslos desnudos. Curiosamente, no era
desagradable. Sentía nervios,
pero no se sentía violado, ni se sentían intrusos esos dedos, incluso sabiendo
que observaba su punto más íntimo.
Era hasta dulce. Belial cerró los ojos con las mejillas rojas como el pelo de
Bill, sintiendo los ojos negros y profundos de Snape como sol en su piel.
Snape deslizó su mano blanca y sensitiva, algo áspera por sus años de pociones
por el abdomen de Belial, le apartó el sedoso pelo del cuello.
Mordiscos.
Besos.
Deditos marcados en su espalda, pero gracias a Dios ni un signo de penetración.
Un rato de buen snogging en un armario, como Dios manda.
Con un * fantasma *
Pero cómo diablos…?
Y fue entonces, que sorpresivo como hielo en la piel, la mano de Snape se crispó
en la suave piel y Belial abrió los ojos de golpe.
- MALFOY! POR QUÉ NO ESTÁS USANDO EL MALDITO TALISMÁN?!-
- El… qué?-
- TE MANDÉ UN TALISMÁN PARA PROTEGERTE! TE PODRÍAS HABER MUERTO, MALDITO
INCONSCIENTE! TE PODRÍAN HABER MATADO Y VIOLADO!!-
- … el paquetito que me envió la otra noche…? Lo olvidé…-
AAAAHRG. Malditos pendejos de mieeeerda….
- Mal día, parece.- Snape cerró de una patada la puerta de su oficina para
encontrarse con nadie pero Lucius Malfoy echado en su sillón, sus pies sobre el
escritorio, su capa y túnica
descartados al desgaire sobre su mesa de Pociones en una cascada de gamuza
negra, su corbata de lacito deshecha, y su cara juguetona y distraída mientras
se acariciaba la cara con la
pluma de águila blanca que Snape usaba para firmar diplomas de egreso.
Snape se la quitó, y se hizo un café en el que la cuchara se paraba sola,
dándole la espalda, notando que el agua acababa de hervir.
- No tu maldito asunto.- dijo ásperamente, mientras Lucius bajaba los pies y se
acomodaba en un codo para mirarlo.- Y puedo preguntar cómo cresta entraste a mi
oficina?-
- Fácil. Le canté la discografía completa de Cat Stevens a la puerta y se abrió
con Lady D'Arbanville. Deberías modernizar tus gustos, Sev.-
- Idiota.- Severus aún parecía irritado cuando pasó, echó la capa de gamuza a
una silla como si apestase y se paraba junto a la silla de Lucius.- Esa es * mi
* silla.-
- Sev, porqué me siento de vuelta en el wizgarden?-
- Sal.- Severus estaba al límite de su genio hoy.- Quiero * sentarme *-
Lucius le cerró un ojo y palmeó sus muslos, lo que sólo logró que Severus
rugiera, cruzara la habitación en zancadas tan grandes que su toga revoloteante
enseñó sus pantalones negros
formales, y se sentó con muy poca gracia en el sillón junto al fuego.
Lucius, echado en el escritorio lo miró con ternura. Pasó un rato antes de que
hablaran, y fue cuando Snape se dio cuenta que había un montoncito de libros y
viales en la mesa.
- Veo que trajiste todo de vuelta.- gruñó.
- Sip.- Lucius lo observaba con algo es no es humor en sus ojos plateados.-
paz?- Lucius le ofreció su sonrisa, que en el caso de Severus no era tanto
ofrenda de paz como ofrenda
propiciatoria.
- Ya no los vas a usar.- Severus dejó que una micro-sonrisa relajara su cara.
- Nope.-
- Te arrepentiste de liberar a Djeri.-
- Ya lo hice.-
Severus inhaló café hirviendo. Mientras tosía y escupía, Lucius lo miraba con
paciencia.
- Estás…- la voz de Snape se ahogó en su garganta. Lucius no parecía bromear. En
realidad, tenía su cara de quién dice que no puedo domar un Nundu? la de quién
dice que no puedo
seducir a Sirius Black?. Esa cara suya, malvada, maldita, perversa.
- Cómo…?- tosió.- Dónde…?-
Lucius sonrió, y miró su reloj.
- Al amanecer, en siete horas y treinta y ocho minutos. En tu habitación.-
- Sev, voy a usar una Multijugos y un hechizo de Invisibilidad total. El
palabrapoderosa Matar, el Geas, el Necromancy Handbook, y el Dementia. Y una
generosa ración de Delusion
Charms para cubrir todo.-
- Fue bastante sencillo. tomé a un muggle como de la edad de Djeri, y le lancé
el Geas obedecer que es parecido al imperio sin rastrojos copantes. Luego le
lanzé el Dementia y
encima la Invisibilidad Total, y encima un buen Delusional Charm para evitar que
nadie detectase la cantidad de magia. O sea, nadie detectaba el Imperius, nadie
detectaba que no era
un Dementor y nadie lo veía, así que me lo llevé del brazo a ver a Djeri.-
- Y?- a pesar de la calma de Lucius, Severus aún no lo podía creer. No hubiera
pensado que un mago pudiera lanzar tanta magia. Ni tan hábilmente.
- Pero Lucius, ningún muggle aguanta tanta magia encima… y si de todas formas,
en Azkaban habrían detectado a dos seres vivos!-
- ya sé que no aguantan. Reventó con el Dementia. Así que lo levanté como ghoul
con la ayuda de tu librito de necromacia. Quedan casi semivivos: hay un hechizo
muy …-
- Lucius!- Severus no sabía si horrorizarse o reírse.
- shh, viene lo mejor.- Lucius se veía tan satisfecho.- Llegamos a la celda, y
usé un giratiempo dirigido al talismán que dejé en tu cama … no lo sacaste,
supongo…-
- No. Ni lo he visto. Dale.-
- Lo fijé para el amanecer, y en cuanto Djeri se desvaneció, le di la multijugos
al tipo y le quité la invisibilidad con el Geas.-
- Entonces te atacó, siendo un ghoul?-
- Sí, con la forma de Djeri. Entonces me puse a chillar, y cuando al fin me iba
a matar y le lanzaron un Avada yo le lancé en silencio el Palabra Poderosa Matar
que acaba con los
mediomuertos. Ellos tenían un cadáver enloquecido por el Dementia y con poca
magia, tal como querían a Djeri. asistí al funeral, y me vine.- acabó Lucius con
su suave, perversa
sonrisa.
- Ajustaste el giratiempo…-
- Mañana al amanecer.-
Cuando Lucius acabó su relato, Severus lo miraba con la boca abierta. Lucius
había trabajado tanto. Cuando, por lo que lo conocía, su mayor stress había sido
decirle alguna vez a los elfos
domésticos hagan eso y ese esfuerzo había hecho que hasta los muebles se
desmayaran de la impresión.
- Tuviste mucha suerte.-
- Lo sé. Pero si todo fallaba, igual llevaba algo de veneno para Djeri y para
mí. No lo iba a dejar volver allí.- su voz, que se había vuelto muy oscura, de
pronto se alegró.- Claro, no
pensaba llegar a eso. O si lo hacía, iba a ser en un colchoncito de cadáveres
primero.-
- Lucius, tuviste tanta suerte que si alguien se pierde en un bosque, es acosado
sexualmente por una dríada en celo y luego se cae justo encima del tesoro de los
Nibelungos aún puede
llamarte suertudo a ti.- Severus ahora sí sonreía, aliviado. Lucius se sentó en
el sillón, y le tocó la cara.
- Te ves mejor sonriendo, sabes. Dejas de verte tan El mundo se postrará ante
mí, hahaha.-
- No me interesa el mundo. Que reviente, por lo que a mí respecta.- dijo Severus
con suave desprecio, mientras la sonrisa desaparecía.- …y el sentimiento es
mutuo.-
- Sev…- Lucius movió la cabeza, y le acarició el pelo.
Severus le apartó la mano.
- Estás enojado por lo de anoche?- Lucius igual tenía una sonrisa tan perversa y
satisfecha, pero Snape le echó una mirada seca bajo sus cejas alzadas.
- Saca las manos. Si crees que me la haces tres veces, te sugiero que lo pienses
de nuevo.-
- Y si solo me pegas con el Daily Prophet y me dices que soy una mascota mala,
mala?-
- Oh, Lucius.-
Diez de la mañana. Severus abrió los ojos lentamente y puteó. No había ido a la
Mesa Alta a ver a sus alumnos, y se había quedado dormido otra vez con ropa
sobre su cama, tras
pasarse la noche bebiendo solo.
Giró la cabeza, tratando de sacar las pesadas mantas de encima.
Algo tibio…
… que se movía?
Snape se enderezó bruscamente, para hallarse dormido junto a Lucius lado a lado
en su cama, y echado entre ellos, pálido y delgado como un espectro, acurrucado
como un gatito,
Djeri.
Djeri despierto, dos enormes ojos dorados descoloridos mirándolo.
Severus no podía hablar.
- Sev?- susurró esa voz débil, pero cuya entonación recordaba bien. Y se apoyó
en su pecho con total confianza, mientras Severus se deshacía en lágrimas de
emoción. Djeri, Djeri mi
amor…
… bienvenido a casa.
CAPÍTULO QUINCE.
THE BEAUTIFUL.
You thought you'd found a friend
To take you out of this place
Someone you could lend a hand in return for grace
It's a beautiful day
Lucius estaba desnudo, risueño y jabonoso, y le lloraban los ojos, no sólo por
el shampoo. La tina blanca empotrada en el piso de mármol verde oscuro de
Severus era pequeña. Pero Lucius era esbelto y Djeri estaba esquelético. Además,
no le importaba tenerlo bien apretado contra sí. La verdad, no había forma que
no lo hubiera tenido bien apretado, aún si hubiera sido un jacuzzi XL. Y
Severus, sentado junto a la tina, las mangas de su serio beatle verde negruzco
arremangadas, lo ayudaba a bañar a un Djeri muy quieto, tratando con cuidado
todas las manchas de piel rosada que había cubierto viejas heridas, gracias a la
magia de Severus. Estaba lastimosamente flaco, los huesos de su cuerpo casi
atravesando la piel, y su pelo que una vez había sido una jungla castaña ahora
era rala y gris, aunque aún más larga que antes. Pero sus ojos, que habían
parecido traslúcida agua sucia en la prisión, recuperaban su oro según como les
diera la luz. No hablaba, pero no hacía falta. Sus ojos lo decían todo. Siempre
habían hablado más claramente que su lengüita.
Y sus ojos los reconocían.
Lucius deslizó una esponja suave como un beso por su cuerpecito, para luego
descartarla y disfrutar usando sus manos desnudas. Lo acarició, allí acurrucado
entre sus piernas. Lo besó. Lloró en su nuca, sus brazos rodeándolo como si
nunca más lo fueran a dejar ir. Y Djeri se dejaba hacer, un suspiro de
satisfacción mientras apoyaba la cabeza en el pecho de Lucius.
Severus se secó los ojos y le pasó un shampoo hecho en casa ( de qué sirve ser
maestro de pociones si no?) que olía a miel, henna y sándalo. Lucius le echó
una mirada.
- Parece que estabas preparado. No sé si te acuerdas, pero es…-
-… el que le hacía a Djeri. Lo he usado por veinte años.-
- Ni una sorpresa que tengas el pelo así, entonces. Es para pelo seco, y el tuyo
es más…-
- ooh, cállate.- Severus aplicó el shampoo en el pelo de Djeri con increíble
delicadeza, sus dedos masajeando el cuero cabelludo. Las manos de Djeri,
sensibles y vulnerables sin uñas, ya que el hechizo podía reparar piel pero no
hacer que las uñas le crecieran otra vez, ya que se las había arrancado arañando
la piedra de Azkaban, subieron a cubrir las suyas.
Aparte de una suave canción de cuna que Lucius gorjeaba para Djeri, el silencio
era como el mar rodeando una isla solitaria. Estaban muy solos: ni un ruido en
el castillo. La verdad, ni siquiera recordaban que este día era de lágrimas para
todos.
Y ellos eran tan felices.
*canción: white reflection, Two Mix, Gundam Wing Soundtrack.*
Desde la lejanía, la nieve trazaba un velo entre los ojos y la distancia. lejano
y suave, era la ilusión de mirar a través de una protección, hi8los y puntos
blancos flotando en lenta paz pura hasta la tierra ya completamente blanca. Sólo
los troncos y ramas bajas de los arboles, sólo las personas moviéndose
proyectaban alguna sombra en el paisaje blanco: cielo blanco, suelo blanco,
nubes de blanco arremolinándose como si el cielo se desgajara. Como si las
plumas de miles de ángeles cayeran como ofrendas desde el distante cielo para
los niños muertos que enterraban ese día en el cementerio de Hogsmeade.
Entre tumbas y ángeles de piedra brillantes en sus velos de hielo, los cinco
Head Boys de Hogwarths estaban muy quietos como otros tantos ángeles de piedra.
Sus capas oscuras flotaban en la suave brisa helada que permitía a los copos de
nieve caer perfectos y brillantes en lentas espirales. Y más allá de ese velo,
Dumbledore, pelo blanco y blanca barba al viento, despedía con ojos
imposiblemente tristes, imposiblemente dulces y cálidos entre todo el frío a
esos ángeles. Y una vez que las tumbas bajaron a la tierra oscura y tibia bajo
la nieve, se volvió, un rayo de luz en la tarde luminosa, y miró a los Head
Boys, alejados de todos los que se arremolinaban alrededor de las tumbas, en el
borde de la colina cercana.
Estaban lejos, pero no tanto como para no haber oído sus palabras sobre la vida
y la muerte. y la esperanza.
Ni tan lejos para no verlos alzar su varita en el gesto que le correspondía, ni
para obedecer a su deber de Head Boys.
Bill primero, el Gryffindor, sus lentes secos aunque sus ojos relucían de
lágrimas contenidas. Ángel de piedad, su pelo rojo sangre contra el fondo
blanco, alzó la mano, su manga negra aleteando en la brisa y casi cubriendo la
mitad de su cara, y su varita emitió una brillante lluvia de chispas de color
rojo y dorado, elevándose al cielo como un rayo sobre las tumbas. El valor.
Luego Hugh, sus ojos aún ojerosos e hinchados, su mirada fija al frente mientras
se mordía los labios, sus rizos aún más salvajes por la nieve derretida
humedeciéndolos. Alzó la varita, y musitó con voz seca, controlada. Ojos aún
llenos de dolor, y shock. Ángel de inocencia. Chispas oro y negras al cielo: la
lealtad.
Stephen, tranquilo al fondo, su larga capa abriéndose desde donde la abrochaba
completamente como un joven sacerdote. Lentes claros, ojos agudos, su varita
estallando con quieta, exacta fuerza: el ángel de justicia, azul y bronce
cruzando el cielo blanco: la sabiduría.
Y Al final Belial y Oliver, juntos y quietos, moviéndose como uno solo con sus
varitas cruzadas. Oliver delgado y quieto, Belial apoyado en una lápida, su pelo
tan plateado como el cielo que las chispas de verde y plata cruzaban. Angel de
penitencia, ángel de venganza. La astucia.
Un momento, los cinco con sus varitas alzadas. Las bajaron al mismo tiempo,
mientras Dumbledore dejaba que su varita cantase como un fénix.
Y adiós.
No hubo ni una palabra en el triste camino de vuelta a Hogwarths por los campos
cubiertos de nieve, ni una mientras algo separados del resto caminaban solos,
sus capas negras flameando, cada uno perfectamente arreglado, cada uno pálido
como un fantasma, los ojos llenos de pena. Pena mezclada con rabia, penas
mezclada con determinación, pena llena de incomprensión, pena llena de
compasión, o sólo pena. No se tocaban mientras avanzaban, pero sí venían muy
cerca. Y no fue hasta que llegaron a la sala de los Head Boys, y Hugh tiró su
capa negra sobre una silla, Bill se apoyó en la mesa como si las piernas ya no
lo sostuvieran, Stephen se sentó y muy despacio se quitó los lentes y se echó el
pelo atrás, Oliver se dejó caer en un sillón y recogió los pies como un niño, y
Belial se dejó caer a su lado con cuidado por sus vértebras nuevas pero con
cansancio en cada una de sus graciosas líneas, su manga inconspicuamente
apoyándose en la de Oliver.
Pasó un rato antes de que nadie dijera nada. Hasta que muy lentamente, Hugh se
volvió, y vio que Oliver lo miraba fijamente. Stephen lo observaba, pero los
ojos de Oliver, ya de por sí aguzados y negros parecían pozos sin fondo.
- No puedo creer que no sólo no te hayan expulsado, sino que te hayan dejado
seguir siendo Head Boy.- dijo Stephen sin animosidad, con simple curiosidad
algo sarcástica. Oliver parecía sólo necesitar volver a sentir sus pies medio
congelados para lanzarse sobre Hugh, pero Bill alzó una mano, y Belial, casi en
el mismo momento le puso una mano en el brazo a Oliver.
- Si Dumbledore lo ha ratificado, punto. Y se acabó la discusión.- dijo Bill con
una voz más áspera de lo normal. Sin embargo, sus ojos eran suaves mirando a
Oliver. Cualquier cosa que haya pasado entre Belial y Hugh, lo arreglan afuera
entre ellos, s o l o s . – acabó con una sugerencia velada. Belial pareció
asentir, pero Hugh no miraba a nadie, sino que tenía la cabeza baja, sus codos
en las rodillas.
No que el ambiente nunca hubiera sido ninguna maravilla en esa sala, pero ahora
era positivamente desastroso. Belial parecía a mil años luz, excepto cuando
miraba a Oliver. Bill parecía triste pero determinado. Stephen los miraba todos
como insectos bajo su microscopio. Oliver parecía a duras penas contener su ira,
una ira más temible e irrazonable que si se hubiera parado y lo hubiera
golpeado. Una ira que de alguna forma no era masculina, sino esa ira inquietante
algo femenina.
Cuando la sesión terminó, fue un descanso para todos. No hubieron adioses ni
recordatorios de horas de estudio esa vez: cada uno se largó, hasta que sólo
Belial y Oliver quedaron, cerrando, como era su deber esta vez.
Belial estaba acomodando la última silla a patadas mientras Oliver ponía en
orden el papeleo. La alta ventana por las que les daba toda la luz estaba
cerrada, pero las cortinas corridas, y el fondo blanco enmarcado por oscuras
cortinas que hoy eran de un gris pizarra era el marco perfecto para Oliver,
inclinado allí, su pelo negro recto y liso cayéndole en los hombros mientras con
ojos algo distraídos arreglaba los archivos. Su frágil cuerpo era casi visible
en su túnica la túnica lisa y sencilla que llevaba bajo la capa ese día. Y su
piel de oliva, aunque pálida, sonrojada por la rabia, era bella y pura contra el
cielo.
Belial no sabía que las sombras en las que estaba de pie lo hacían bello como un
a gema de plata en terciopelo negro. Muy despacio, con sus pies de gato, caminó
hasta situarse tras Oliver y lo abrazó estrechamente. Oliver se enderezó y dejó
su cabeza reposar en el hombro de Belial, un suspiro pero no una sonrisa en sus
rasgos.
- Oliver…- susurró despacio, su aliento tan caliente en su oído.
- Porqué lo perdonaste? Lo podrías hacer echar.- susurró Oliver de regreso, su
voz amarga, vengativa. Belial movió la cabeza despacio, y le levantó el pelo, a
lo que Oliver respondió respirando fuerte.
- No tiene importancia- dijo simplemente antes de besarle, succionarle la nuca
con labios húmedos y calientes. Oliver cerró los ojos, y el pelo le cubrió la
cara, cascada de tinta negra y brillante.
- Es importante para mí, mon amour. La vie tuya e non petit importancia for moi,
mon petit demon-
Belial lo rodeó con sus brazos más fuerte, besándolo abrasiva, apasionadamente
en el cuello, los hombros, el pelo… la voz de Oliver abandonando su tono usual
para volverse grave francés lo había enloquecido siempre. Pero Oliver seguía
muy quieto, y sus manos despacio cubrieron las de Oliver en un gesto diseñando
para calmarlo.
- Belial, dime porqué, por favor, mon petit chien.-
- Chien? Eso es lo que piensas de mí? Ya veo… quieres que me decida entre
lamerte entero, morderte o ponerme a ladrar?-
- Mientras te decides, y yo decido cómo responderte, no quieres contarme bien
porqué no…?-
- Responderme? Qué vas a hacer, vas a correr en círculos gritando "Oh mi Dios,
voy a ser cepillado?"-
Oliver no rió.
Belial se detuvo. Luego suspiró, y lo dejó.
- No quieres?-
- No sí no me dices todo. Cómo pueden perdonar a Hugh? Cómo puedes tú…?-
- Oliver… me quieres?-
- plus sans mon vie.-
- Entonces?-
Oliver movió la cabeza, cansado. El sol se ocultaba.
- Mañana…-
Sueño de amor. Franz Liszt. Número 3. Despacio como aceite de menta fresco en
una quemadura, suave y dulce como té muy azucarado en una tarde de lluvia. Y
afuera llovía, esa tarde triste, llevándose la nieve y la inocencia en hilos de
barro sucio.
Stephen levantó la vista, pero n dejó de tocar cuando Oliver se sentó a su lado,
envuelto en un chal. Era una tarde solitaria. La mayoría de los alumnos estaban
encerrados en sus Casas, tristes. Casi nadie vagaba por el castillo, y había
cruzado tantos pasillos sin ver nadie hasta oír la música. Solo. Aún más en
las circunstancias.
Stephen tocaba con calma segura y acariciante. Se había quitado los lentes, y
tocaba de memoria, sus dedos suaves acariciando las teclas con los ojos semi
cerrados, lejanos. Le sonrió a Oliver, una sonrisa suave y amable que Oliver
casi no le conocía mientras insistía en la parte más nerviosa de la canción.
Oliver sintió una sonrisa surgir, un rayo de sol de verano despertándolo
mientras abría los ojos una mañana en paz: ése era el sentimiento. Perdido entre
sueños.
Stephen lo miró, sus ojos azules conocedores y claros, y amables…
- Cómo estás?- preguntó con tranquila gentileza. Oliver suspiró, y se apoyó en
el piano, su pálida piel contra la madera negra y lacada, no tan brillante como
su pelo. Stephen seguía tocando, su rostro concentrado y sonriente, relajado
como nunca lo había visto. Bajo sus manos, Oliver sentía el piano vibrando bajo
las expertas manos de Stephen, pulsando como un ser vivo, y cerró los ojos para
sentirlo mejor. Dulce, dulce. Confortante.
Le sonrió.
Stephen acababa su canción, los dedos en las teclas, sus ojos en los ojos
inolvidables de Oliver.
- Estuvo…- Oliver se alzó cuando la última vibración se desvaneció.-
…bellísimo.-
- Gracias.- Stephen se paró del banquito, y cogió la capa. –Ayuda para cuando me
siento nervioso.-
Stephen? Nervioso? No hay que ser humano para eso, detestable águila sobrada?
- No sabía que tocabas. Dónde aprendiste…?-
- Solo. No es muy difícil si te gustan las matemáticas, no hay mucha
diferencia…-
Oliver se echó a reír. Stephen, que al parecer hablaba en serio, se suavizó con
una sonrisa mientras bajaban por una pequeña escalera, adjunta a salas poco
usadas. Las salas de música, aunque hechizadas para apagar el ruido, estaban
algo lejos del resto. Y mientras bajaban por la escalera en espiral hacia los
primeros pisos, los dos disfrutaban su compañía.
Pasos. Un silencio. Stephen se asomó a ver quién era, y se sorprendió al ver a
un hombre mayor, obviamente un apoderado, cruzando la escalera del primer piso
para ir hacia la puerta del fondo del tercer piso.
- Debe estar perdido.- Oliver, siempre gentil, inclinado junto a él en el
pasamanos, se apresuró a bajar la escalera.- Crees que sea el padre de alguno de
los chicos que…?-
Su voz se cortó. El pie de la escalera, las ventanas de todos los pasillo
emitían la luz enrojecida del atardecer de pleno invierno en largas lenguas de
fuego. Nathan, a la luz del atardecer, casi traslúcido, de pie al final de la
escalera, quieto en su viejo uniforme, sin parpadear jamás. Tenía los ojos
llenos de odio, llenos de miedo. Oliver se paró en seco, pero Stephen corrió
escaleras abajo, su capa flameando.
- Nathan? Dónde?!- gritó. Nathan alzó su brazo inmaterial y apuntó en la
dirección de un pasillo sin salida, que acababa en un pequeño y en desuso baño
de niñas. Stephen se lanzó como un águila tras la presa en el pasillo, con
Oliver detrás muy desconcertado al ver al hombre de la capa entrar a ese pequeño
baño.
- Señor! No es por…- el hombre se volvió, y oyó a Stephen respirar hondo. Y
Oliver, súbitamente, sintió una punzada.
Conocía a ese hombre.
De algún lado que no podía recordar, le venía esa cara. Pálida como un fantasma,
ojos oscuros como la rabia, un gesto quieto y semejante a un páramo en la
tormenta.
Ojos que lo miraban, y lo odiaban.
El hombre se quedó desconcertado mirándolos un momento. Una sombra negra flotaba
junto a él, con la forma de un murciélago. Y cuando Oliver la vio, dejó escapar
un grito.
La sombra de mis pesadillas. Sangre y colmillos y hambre de mi carne.
El hombre se metió a ese diminuto baño. Cuando Stephen se lanzó contra la puerta
con todo su cuerpo y trató de derribarla, Oliver aún estaba paralizado de miedo.
Stephen finalmente la derribó con un hechizo que Oliver no conocía. Y cuando al
fin entraron a ese baño, oscuro, el piso mojado, los espejos sucios, no había
nadie.
Stephen, frustrado, golpeó la pared el piso, con ira. Oliver, que no entendía
nada, sólo lo miraba.
- Stephen…-
El orgulloso Head Boy de Ravenclaw se quedó allí un momento apoyado en la pared
húmeda de ese baño que había golpeado con los puños, sus ojos furiosos y azules
chispeando tras los lentes.
- No preguntes, Oliver.- dijo con súbita ira Stephen.- Porque no es maldito
asunto tuyo…-
- Sí lo es!- gritó Oliver, la túnica arremolinándosele en las piernas al girar
de pronto irritado.- Nadie me va a decir al fin qué pasa? Creen que soy idiota?!
He visto esa sombra! Y sé que he visto a ese hombre antes! Stephen…!-
La paz del Sueño de Amor de Listz ida, y otra vez arrogante, eléctrico, exacto,
Stephen se giró y lo dejó hablando solo. Oliver quedó parado junto a la puerta,
mirándolo irse. Y luego, con un gesto muy masculino en su cuerpo de jovencita,
estampó uno de sus pequeños puños de dedos largos en el espejo, cortándose los
nudillos cruelmente.
Sangre en el espejo.
Un suspiro, y Oliver alzó la vista pata ver a Nathan en la puerta, apuntando a
su espalda.
Oliver se ahogó en la mitad de una inspiración, el aire dentro de sus pulmones
frío de pronto, sus ojos agrandándose en el espejo que no reflejaba nada,
sabiendo que esa sombra negra estaba justo tras él.
Un segundo, sin aliento, transpiración helada, metal y miedo y pánico otra vez.
Oliver trató de gritar, pero ni siquiera pudo gemir cuando algo fuerte e
imparable lo aprisionó contra el espejo roto, cortándose la mejilla contra los
vidrios.
No.
Y Nathan miraba.
Mío, siempre.
Gotitas de sangre en las baldosas entre sus pies que ya no tocaban el suelo. Y
un jadeo aterrorizado. Oliver abrió la boca, los labios llenos de sangre por las
cortaduras de los cristales cuando esa misma mano lo obligó inclinarse sobre la
porcelana dura y rígida de un lavatorio, cuando con ojos dilatados vio su propia
espalda blanca desnudada en el espejo en a que la sangre florecía.
No, por favor…Belial, Bill….alguien…
Nathan, intangible, ojos dilatados y perdidos, sonreía.
CHANGE AROUND THE WORDS THAT YOU SAY, TO SUIT ME FINE.
MAKE THEM MINE...
LISTEN TO THE VOICE OF YOUR HEAD,
IT MAKES NO SENSE,
TAKE A REST...
I'M ADDICTED..
*****************
FIN DE LA TERCERA PARTE.
Trasmisiones del Fox Channel:
Foxnotes: Si, ya sé, cómo apesto. Pero después de los reviews que me han llegado, no es que esté
haciendo fan service, es que ustedes son muy listas y ya me tienes cachada adónde voy ;_; Un poquito de
limón no mata a nadie y si la vida me da limones pues no le pediré nada mejor. (risa perversa) así que aquí
van unos poquitos comentarios:
* Sobre el fic: Sus reviews de veras me animan! Cuando estoy a punto de mandar a Sevvy y compañía a la
cresta porque no hacen lo que yo quiero, saco sus reviews y las vuelvo a leer! Y la verdad, entonces agarro
el látigo, la silla, y los mando a sus jaulas. Jujuju. Un millón de gracias a todos, de veras!: N Snape- ya
sabes más sobre Stephen- Nyaar- Estrella lejana si es mía, soy loca fan de Kenshin y Cia, es mi serie
favorita, y la música de los Ovas y del Let It Burn me ha ayudado mucho aquí, en particular " Her Most
Beautiful Smile" para Oliver, y el " Justice" para Sevvy... Nuitari- Voy a hacer un apuntito para toda la familia
Malfoy... sí, pobre Djeri, él que amaba el sol, pero yo no lo encerré, fue la Rowling... vade retro, Jean Paul,
ese %&/(&$ de Azrael merece que Dick Grayson le parta su canonizado hocico...Tam- Te gusta sufrir, no?
Ya va mas... qué come esta niña, sí, Stephen es baby de Stefan...Lina Saotome- Gracias por seguirme tan
fielmente, Belial es malo, pero Draco es peor...Bill es más cercano a Ralph Stanish (alguien lo recuerda?)
pero sí, es solitario como Sevvy y tiene que controlar al polvorita de Hugh... Si, mujer, Oliver es médium,
he allí la madre del cordero de sus pesadillas. Amo tus reviews! Usako- tu frase me hace levantarme por las
mañanas a tipear, angel. Sakura-Corazon- Todo el mundo ama esa escena y yo pense que me iban a pegar
por cebollera...espero que la música lo haya salvado...Me emociona que te guste cómo escribo, aunque
nunca me he considerado escritora ( esos son Chesterton, o Lovecraft, que pueden describirte cómo
alguien se toma su té con interés: yo me meto en el saco de la Rowling - presumida yo- Conan Doyle y B
Wood, que cuentan historias interesantes en sí) me alegro que mi yaoi te agrade. Tomoyo-Llegaste justo a
tiempo. Otra con bola de cristal. No te preocupes, que Sevvy y Lucius tendrán más que comunicación. (
juju)En cuanto al largo... SDI fueron 3 partes de diez capítulos de alrededor de 2000 palabras cada uno...
SWM van dos partes de cinco capítulos de 3000 palabras cada uno... yo calculo unos dos más más un
epílogo, les parece bien?
Y por supuesto, besos a mi adorada Sol y Cía, que me hace seguir cuando creo que no doy más…
Besitos.
Luego va un bonusito sobre los Malfoy. Si bien estoy trabajando en un fic para mi amadísima Kagetai ( la
tropa sombra, un grupo de mail-rol-fics sobre un grupo de espadachines, ninjas, ex Shinsens, y espías que
trabajan en plena era Meiji para Saitou Hajime y su esposa, la dulce Tokio-sama) este fic está en primer
lugar en mis pensamientos. Pero necesito un beta para esto! Eiji donde estás!?
EDITORIAL:
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* Sobre el 11 de Septiembre: No tengo palabras. Aunque cualquiera que lea cómo defiendo a los
mortífagos pensará que estoy de acuerdo, pero el terrorismo me horroriza, más aún cuando es tan criminal
como lo fue ése. Estoy impresionada por el horror, el valor, la maldad y el espíritu de todo aquello, por la
ceremonia, por esa enorme nube de polvo… estoy de acuerdo que el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki
fue una de las pocas cosas comparables, pero no lloro por Estados Unidos y su pastel de manzana, sino por
la gente que allí se volatilizó, sufrió, lloró, quedó atrapada, se lanzó al vacío… voy a dejar que Severus
reflexione por mí, lo hace mejor. Pero si pudiera cambiar mi posición con el primer niño, el primer
abuelito, la mamá o el hermanito de alguien, por favor créame, me cambiaría gustosa para devolverle a su
ser querido. Solo espero que allí planten un jardín, o creen un edificio de ayuda ( aunque Dios yo no
podría trabajar allí, preguntándome qué estoy pisando, qué espíritus me rondan!) para dar un mensaje de
esperanza y de amor a la gente que sufre. Si pudiera abrazarlos a todos, terroristas incluidos. Tienen que
haber estado muy locos, muy llenos de odio. Y oro porque Dios tenga compasión de ellos, el suyo o el
nuestro o el que sea. Siento mucha pena por ellos. Pero más por sus víctimas.
* Sobre TV: Estoy medio loquita por Michael Rosembaum. Pero la serie que me tiene enganchadísima es
Boston Public. Es Mu buena! En serio! Y ese pobre director negro es un héroe. Aunque el pobre y
contenido sub principal es tan snápico. Pobrecito! Ese sería un tipo para mi gusto. Aunque no sea muy
guapo y esté viejito. Maw. Y cada vez que veo el aviso de Romeo +Juliet me convenzo que L Di Caprio
tiene al menos el hociquín de Belial. Esa cara entre tibia y aproblemada es… no se puede ser tan rico.
Aunque prefiera a Keanu Reeves para babear. Maw. Y han visto a Macauly Culkin de grande? ése si tiene
unos ojos enormes. Alguien, casting? Alguien vio a Lucius en el casting de la movie de la Cámara Secreta?
madre de Dios. Y yo que pensaba que no sería mino. Es un Allen Schezar envejecido con cara de piedra.
No podría pedir nada mejor.
Besos, Foxy.
CAPÍTULO ONCE.
THE HOPE: La esperanza
I'll be your hope,
I'll be your love be everything that you need.
I love you more with every breath truly madly deeply do..
Seré tu esperanza, seré tu amor y todo lo que necesites, te amo más con cada aliento locamente,
sinceramente profundamente lo hago... De Truly Madly Deeply, la canción de Savage Garden. Adoro la
película, en particular la escena del baño, de ese regalón Alan Rickman como un león viejo y enamorado…
Es para Bill, pero también para Lucius…
La poción Multijugos: Estrella de los libros 2 y 4, es una poción muy complicada y con muy mal aspecto,
que se usa para transformarse en el duplicado de alguien por alrededor de una hora, y se requiere " algo de
aquel en quien desees con vertirte) normalemente, un pelo.
CAPÍTULO DOCE.
THE CHAINS; las cadenas.
You promise me heaven, then put me through hell
Chains of love got a hold on me
When passion's a prison, you can't break free.
Me prometiste el cielo y me pusiste a atravesar el infierno. cadenas de amor que me tienen sujeto: cuando
la pasión es una prisión no te puedes liberal… sexy, risueño, encantador Bon Jovi en "You Give Love a Bad
Name", el tema ideal para Lucius y Belial, aunque también para nuestro finitooo Sevvy.
CAPÍTULO TRECE.
THE FLY: El Vuelo. ( no, no "las moscas")
…To anywhre I please.
I want to get away
I want to fly away, yeah, yeah, yeah.
…Adonde se me antoje: quiero escaparme, quiero volar lejos. Lenny Kravitz's Fly Away. Muy sexy ( la
canción). Abajo está completa.
Kyle Minogue Can't Get You Out Of My Head… No puedo sacarte de Mi Cabeza. La verdad, mientras leía
la cartita que me mandó Lina Saotome era eso lo que sonaba, así que se me quedó pegado… muy Belial. Y
el Praise you de Fatboy Slim ya había salido, eso sí es muy Belial.
I wish that I could fly
Into the sky
So very High
Just like a dragonfly
I'd fly above the trees
Over the seas
…In all degrees To Anywhere I Please
Quisiera poder volar hacia el cielo, tan alto, igual que una libélula.
Volaría sobre los árboles, sobre los mares, en todos los ángulos… adonde se me antojara.
Oh, I want to get away…
I want to fly away
Yeah yeah yeah- oh yes!
Let's go and see the stars
the Milky way and Even Mars
Where it could just be ours
Let's fade into the sun
Let your spirit fly
Where we are one
Just for a little fun
Oh, Oh, Oh yeah
Oh, quiero escaparme lejos, quiero volar lejos.
Vamos a ver las estrellas, la vía láctea y hasta Marte, donde sólo estemos nosotros… desvanezcámonos en
el sol, deja tu espíritu volar adonde seamos uno, sólo por divertirnos…
Airelle Vilka y Caitlin Tyler: famosas auroras de dos grandiosos fics, la saga " Wishes" y "Kavaleria Nox", y
the Slytherin Rising, respectivamente. Ambas mujeres de cuidado, divertidas y poderosas. Es mi humilde
homenaje a ambas.
CAPÍTULO CATORCE.
THE DEEP.( Lo profundo)
Isn't an ocean so deep
A mountain so high it can keep
Keep me away, away from his love.
No hay un océano tan profundo, o una montaña tan alta que me pueda mantener lejos, lejos de su amor…
la verdad lo pesqué en Sister Act ( Cambio de Hábito) aunque sé que es un cover… muy divertida. Es para
Djeri, por supuesto.
CAPÍTULO QUINCE.
THE BEAUTIFUL.(la belleza)
You thought you'd found a friend
to take you out of this place
someone you could lend a hand in return for grace
it's a beautiful day
Pensaste que habías hallado un amigo que te sacara de este lugar, alguien a quien le pudieras dar una mano
para volver a su estado de gracia… es un bello día… en serio dice eso!… aunque este tema lo tengo para
mi ficcito de Smallville fue leerme la letra y decidir que era Djeri… es de U2, de paso, "Bello Día".
El Sueño de Amoe de Listz: No es bello?
CHANGE AROUND THE WORDS THAT YOU SAY, TO SUIT ME FINE.
MAKE THEM MINE...
LISTEN TO THE VOICE OF YOUR HEAD,
IT MAKES NO SENSE,
TAKE A REST...
I'M ADDICTED..
De Cruel Intentions ( otra vez) Addictive. Arregla las palabras que dices, para que me queden bien, y las haga mías… escucha esa voz en tu cabeza que no tiene
sentido, asi que descansa… estoy adicto…. Mordaunt esta cueeeerdo, no?.
Próxiko capítulo: acción, amor, y secretos revelados. Y el destino final de Djeri.
Sorry pod la delay. Pero es que entre los lios con el ff.net y encima leerme el etrnamente largo y eternamente bueno Trouble in Paradise ( la secuela me apestó) y
preparar el final para el juego de rol de Harry que estoy mastereando, y dar prubas de hemato, y fic para la kagetai… disertar… tipear mis informe… aaayy.
Abrazos, the Fox.
