Disclaimer: Como todo mundo sabe, Lucius Malfoy, Narcisa, los elfos domésticos y el ministerio de magia con todo y miembros pertenecen a la fantástica J. Rowling, yo sólo los estoy tomando prestados para mi propio entretenimiento.
NA: Que puedo decir... el sábado pasado vi la película de HP y la Cámara de los Secretos y quedé fascinada con el malvado padre de Draco, así que ya para el domingo traía yo cierto espíritu fregativo y de inmediato surgió este fic... En realidad este es un fic corto, creo que lo terminaré en el siguiente capítulo. Espero que lo disfruten.
Lucius Malfoy y el Día Perfecto...
Lucius Malfoy era un hombre tan, tan, tan, pero tan... que parecía campana... Err... quiero decir... Era un hombre tan importante que no se podía permitir el lujo de levantarse tarde, así que como era lo usual, a las 6:00 de la madrugada fue despertado por un temeroso elfo doméstico. Como era de esperarse, el pobre e inocente elfo recibió un zape en la cabeza por molestar a su señor y salió huyendo de la habitación.
En cuanto el elfo hubo desaparecido, Lucius volteó a ver a la mujer que dormía a su lado. Por supuesto esa mujer era su esposa Narcisa (nunca jamás pasó por el pensamiento de nadie que se tratara de otra persona, ¿verdad?). Con un movimiento brusco y un "!levántate!", el hombre obligó a su esposa a despertar (tan lindo y delicado él).
Narcisa soltó un gemido de disgusto por tener que levantarse a esas horas, ya que generalmente se levantaba a las once de la mañana. Pero ese día tenían un desayuno con los miembros del ministerio y aun había que preparar muchas cosas.
Mientras tanto, Lucius se levantó de la cama y justo al dar el segundo paso, sus pies se enredaron en la bata de dormir de su esposa, que en algún momento durante la noche había ido a dar al piso (a mi no me pregunten por qué razón...)
Narcisa lo único que escuchó fue un sonido como de algo pesado que pegaba en el piso y cuando se asomó vió a su marido que estaba tirado boca abajo en el suelo, con los cabellos desordenados desparramados sobre su rostro.
"¿Cariño, te pasó algo?" – preguntó la mujer con voz adormilada.
"No Cariño, sólo me dieron ganas de hacer un poco de ejercicio esta mañana..." – contestó Lucius, con toda la naturalidad del mundo, mientras fingía hacer algunas lagartijas. Después de eso, renegando en voz baja, el hombre se levantó y con un gesto altivo retiró los cabellos de su rostro y se dirigió al baño para bañarse.
Después de llenar la bañera con agua caliente se quitó la ropa (tarara taran! Ajem, ajem... ok, continuemos con la historia), se metió al agua y comenzó a enjabonarse, pero cuando quiso jugar con su patito de hule se dio cuenta de que éste había desaparecido. Molesto, terminó de bañarse rápido, teniendo mucho cuidado de lavar perfectamente su largo y bien cuidado cabello rubio.
Cuando terminó de bañarse, se dirigió al armario para sacar su limpísima e impecable ropa, que los elfos domésticos habían lavado y planchado a la perfección para su señor. Comenzó a vestirse de forma ordenada y metódica, como lo hacía todos los días, y todo iba bien hasta que llegó el turno de ponerse la capa...
Riiiip...
Se escuchó un rasguido en algún lugar de la tela y al voltear Lucius se dio cuenta de que él mismo había pisado la capa y al jalarla la había roto. Exasperado y furioso arrojó la capa al piso pensando que, como tenía que usar otra capa, tendría que cambiarse toda la ropa para que pudiera hacer juego...
"¿Pero qué diablos estoy diciendo? ¡Esto se arregla fácilmente con magia!" – pensó aliviado.
Rapidamente sacó la varita de debajo de la almohada, donde la tenía siempre cuando dormía y pronunció unas palabras mágicas, pero con las prisas utilizó el hechizo incorrecto y en lugar de arreglarse, la capa comenzó a incendiarse...
(Por eso yo decía, que nada más la cara de inteligente tiene... ¡ja!)
Narcisa, que en ese momento salía del baño, soltó un grito al ver el fuego, asustando a su esposo, quien soltó la capa. Ésta cayó al suelo, que por cierto tenía alfombra...
"¡Finite incendium!" – gritó Lucius en ese momento, logrando que las llamas se extinguieran, sin embargo, era demasiado tarde, la capa estaba hecha cenizas y ni el mejor hechizo reparador lograría deshacer el daño causado a la carísima alfombra persa.
Apenas eran las 7:30 de la mañana y ya habían ocurrido demasiados desastres... "¿Qué otra cosa podría salir mal? – pensó Lucius.
