Disclamer: Todo personaje en esta historia pertenece, de más está decir, a J.K. Rowling, excepto un par que son míos, y que van a notar que no son de ella ;)

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- ¿Te duele? – eso preguntaron sus ojos cansados y vivaces cuando lo observó.

- No.

Los ojos se cruzaron, y las miradas se amenazaron discretamente. Quería gritar del dolor, al sentir como mil y una agujas se clavan llenas de veneno en su piel; quería gemir de sufrimiento al notar como le ardía, como el calor punzante se expandía a todo su brazo, y a todo su cuerpo. Y la parálisis, fría, y muy conocida, se hacía acreedora de él, en su totalidad. La frialdad y el desinterés de sus ojos oscilaba lentamente en una danza de arrepentimiento y muerte.

- ¿Estás seguro?

Tantas veces había preguntado lo mismo, durante la noche. Una de las peores, en vela, los ojos cansados, la piel exhausta, la mente aterrada. Se oían a lo lejos los escalofriantes aullidos de criaturas que aún no tenían nombre, aún vagaban lejos de la vista humana; sin embargo, los sonidos erizaban los cabellos, estremecían la piel, tensionaban los músculos. Era, más que nada, el miedo a lo que ocurría.

- Estoy seguro, Dumbledore. Estaré más seguro si no continúas preguntando lo mismo.

Silencio en la habitación, sólo roto por una nota trémula que les llegó desde la derecha del director. Sentado, casi estirado, sus manos juntas, sus ojos pensativos. Había hecho a un costado su pensadero cuando lo había visto llegar. Aún se arremolinaban en un lento mecer de las aguas inexistentes varios rostros, calabozos, rayos, y un par de cadenas, mezclados en sustancias plateadas que se resistían a juntarse definitivamente. Sus ojos claros siguieron la nota mientras se desplazaba en el vacío que ninguno de los dos respiraba en ese instante, y volvieron a posarse sobre ellos. Oscuros, esos túneles profundos ocultaban muchos, muchísimos secretos aún para él. Aún para él mismo. Veía en ellos el sufrimiento, la impotencia, la contrariedad, y a la vez la pequeña esperanza de vivir en paz algún día. En paz consigo mismo.

- Bueno... Bien, Severus, sabes cómo se están desenvolviendo los asuntos, y... bueno, al grano: Severus, tendrás que ir a vivir por un tiempo a un pueblo muggle.

- ¿Qué?

- Como lo oyes, Severus. En ese pueblo es la cede de los alegados a Voldemort de esta zona, tenemos que mantener vigilado el territorio. Lo sabes, llamaría a Sirius, pero...

- ¡Nunca!

- Entonces vas tú...

- Dumbledore, yo...

- No hay opción: Si no es Sirius, tendrás que ir.


Él se acordó de las féminas de la familia Dumbledore. El aludido sólo lo miró con algo de gracia a través de los cristales. Silencio tenso.

- Está bien, iré – accedió al fin de cuentas.

- En realidad eso ya lo sabía, estaba esperando que me dijeses cuando piensas partir.

Lo miró irónicamente. Casi no se parecía al Dumbledore que él había llegado a conocer, ese hombre que se reía de los problemas, y que iba de la mano con la tranquilidad aún en medio de las más fuertes tempestades. Esbozó un suave gesto de incredulidad.

Dumbledore lo observó expresivamente por segundos, asegurándose de que él viese directamente sus ojos, por encima de los anteojos. Snape guardó silencio al mantener la mirada naturalmente, y esperó hasta que el director la apartase. Así lo hizo Dumbledore después de un rato, tomó su varita, y comenzó a desenrollar un platino pensamiento de su cabeza, para tirarlo al pensadero. Se hundió en medio del remolino.

- Mañana.