ATENCIÓN: PARA ENTENDER LO BÁSICO DE ESTA HISTORIA aquí les pongo un pequeño resumen: el padre de Arabella fue asesinado por Tom Riddle, poco antes de convertirse en Voldemort, Marla Figg es la madre de Arabella, Susan hillieford es una doctora amiga de Marla, y bueno espero que lo demás lo deduzcan por ustedes.. Cualquier interrogante déjenme review.
*
Esta Historia es testigo del único testigo, aparte de la rata el ciervo y la pelirroja, que podría haber desmentido la versión de que el perro era el culpable de todo.
Y comenzar... a olvidar…
Se abrió la puerta con un crujido bastante sonoro y entró una mujer; unos ojos azules resaltaban en su cara ensombrecida por el capuchón de su capa con restos de nieve. Caminó hasta el escritorio.
- Qué debo hacer ahora. – preguntó ronca y seriamente. Unos ojos igualmente azules penetraron en los suyos identificando, analizando…
- Piénsalo bien, es bastante peligroso. – advirtió, entrecerrando un poco sus ojos, sus cejas fuertemente expresivas.
- Lo haré, sea lo que sea. – Una fuerte conexión, imposible de romper perforaba agudamente ambas miradas, hasta tal punto, frías.
Aquel hombre que miraba seriamente a la joven al frente suyo, sacó cuidadosamente un sobre verde mate de un pequeño cofre y se lo acercó.
- ¿Le mencionaste este asunto a Sirius? – preguntó, mientras Arabella cogía el sobre.
Risa irónica - No, Albus. No me hubiera dejado siquiera venir. Tú sabes, me protege demasiado.
Bajando su capuchón, abrió el sobre cuidadosamente.
- Mm... Sabes que deberías mencionárselo, ya no son sólo novios, ni niños, Arabella. - la miró a los ojos y esta intentó esquivarlos. Había algo más.
- Está bien, está bien, se lo diré cuando llegue a casa... - rezongó y seguidamente leyó el pergamino que ahora sostenía en sus manos.
- ¿Vigilarlo?, o sea, te refieres a que yo sea...
- Sí. Si te has hecho Auror eres capaz de hacerlo y además quiero tenerlo bajo supervisión sin que lo sepa, él no sabe en que andas metida, ni sabrá que eres de los nuestros.
- Eso espero... en fin, ya tengo los contactos, y no te puedo negar que me creen uno de ellos... iré de inmediato, espero que no sea demasiado tarde…-suspiró. Un instante de silencio, relectura, doblajes cuidadosos. - ¿ya realizaron el encantamiento?
- Pensé que lo sabrías... - la miró perspicazmente con un destello en sus anteojos - hace un par de días, creo.
- James no quiso, prefirió mantenerme fuera de esto… no se a quién eligieron. – sus ojos vagaron un instante en los cuadros a su alrededor, un brillo extraño en ellos.
- ya veo… - murmuró - En fin, Arabella, es hora de que partas ya.
- Así es, esto no puede esperar más… - sonrió tersamente - Adiós Albus.
Arabella dio media vuelta y con unos pasos largos e húmedos cerró la puerta, suspiró, y en ese mismo instante desapareció.
-Aunque Severus ya está de nuestro bando... - murmuró Dumbledore mientras con un simple movimiento de su varita secaba el agua dejada por la bruja que acababa de partir un camino del que talvez no volvería.-... es mejor prevenir.
Ya oscurecía, una brisa helada y susurrante corría en un oscuro sendero, camino a las ruinas de lo que en algún tiempo fue un pequeño castillo. Caminó sigilosamente entre las escabrosas piedras y pasado un rato arribó a un umbral donde colgaban unos trozos de madera notoriamente podrida...
- Joroa antra – pronunció por lo bajo.
Por arte de magia una túnica negra, ajada y algo pasada de talla la cubrieron. Sus ágiles manos se dirigieron a su cuello y sus manos subieron la capucha, dejando su rastro totalmente ensombrecido.
Entró cautelosamente, intentando evitar el ruido. Sombras cruzaban por todos lados y un escalofrío de repentino miedo le recorrió la espalda, pero se armó de valor y continuó su camino. Sabía que encontraría a Severus allí y era de obviar que no la reconocería. Los ratones que abundaban en los pasillos. Un ligero revoltijo de nauseas. Esquivando la desagradable sensación miró al suelo percatándose de que casi pisaba uno grande, tropezando. Se agarro de un picaporte, cayendo en cuenta que era el de una puerta… entreabierta. Aquella misma rata se escurrió por la puerta y ante los ojos de la joven se transformó rápidamente en un hombre que le pareció bastante familiar. Demasiado familiar.
Arabella no podía creerle a sus ojos: en una rustica silla de madera estaba sentado el mismísimo asesino de su padre... y junto a él…
- Pettigrew... ¿qué es tan importante como para que te oses interrumpirme? Siseó la sobrehumana figura.
- M-mi Se-Señor, t-tengo una gran propuesta q-que ofrecerle. – titubeó rápidamente.
- Más vale que sea algo que valga la causa, no como tus inútiles habilidades.
- N-no señor, t-tengo algo realmente importante, señor - bajó la voz - Mi señor - Pettigrew miro nervioso a los lados restregando sus manos concienzudamente.
-Tengo a los Potter.
Arabella se apoyó lo más que pudo en la manilla, estaba mareada, sentía que se iba a desmayar, quería vomitar... Mierda.
Lord Voldemort miraba con ojos incrédulos a su vasallo. Pestañeos secundados.
- Encantamiento fi-fidelio, mi señor. Me nombraron su confidente.
- No lo esperaba de ti, Colagusano. – Escalofrío - Bien hecho, sólo fidelidad a tu señor - Una macabra sonrisa apareció en su deforme rostro - esta misma noche y asegúrate de que nadie te descubra. Cuida tus espaldas, Colagusano.
Estaba paralizada. No sabía que hacer. Si iba donde Dumbledore no alcanzaría a advertirle a sus amigos. No, debía llegar ella antes que Voldemort los encontrara.
Salió corriendo, tratando de hacer el mínimo de ruido posible. Apenas se alejó lo suficiente, desapareció para aparecer nuevamente a las afueras de un pequeño pueblo...
- Demonios... ¡si tan solo pudiera aparecerme dentro del pueblo! - murmuró para si. Corrió calle abajo lo más rápido que pudo. No podía recordar exactamente cual era la calle donde estaba la casa de sus amigos.
- Iharca – susurró, cambiando su excesiva vestimenta por una capa plata, transparente a los ojos de casi todo humano.- Esta es… ay, no, era la de antes... - corría desesperada, por todas las cuadras. - Espera, esta plaza, debe ser por aquí. - avanzó un poco más. - ¡ahí está!, vamos debo apurarme... - avanzó un poco más y vio que por el otro lado, a lo lejos, se acercaban dos personas. Una apuntó con una mano hacia la misma casa a la que se dirigía Arabella. Todo sucedió muy rápido. Tocó la puerta -se acercan- tocó fuerte, muy rápido -abran- James tenía a su hijo pequeño en brazos, quitándose la capa invisible, Arabella saltó dentro, desesperada.
-¡JAMES TIENEN QUE IRSE, VIENE, VIENE! ¡LOS DESCUBRIÓ, VÁYANSE!
-Dios... Santo. ¡VETE! ¡Debo sacar a Lily, vete ahora!
-¿ESTÁS LOCO?, ¡no los dejaré solos!
James sacó su varita- Arabella, sal de esta casa.
-James... - una mirada fulminante la abatió. Miró a su ahijado, vio a Lily apoyada en la cima de la escala...
- Por atrás…
- pásame a Harry
Ojos confundidos -¡RÁPIDO, PÁSAMELO!
Demasiado tarde.
Una nube de escombros y ya no había más puerta. James y Harry habían desaparecido en el polvo y sólo pudo escuchar un portazo en el segundo piso. Esquivando una repisa que crujía al comenzar a desmoronarse, traspasó la puerta de la cocina y no tuvo otra opción que salir por la única puerta que queda, la de atrás.
Ya no había nada que hacer. Dio un par de pasos agotados y se desmayó hundiéndose entre los arbustos húmedos de aquella noche.
Aléjate de mí, Riddle!
-¡Lily, llévate a Harry! ¡Yo lo detendré cuanto pueda!
Para ser quien cumplirá promesas
-¡Lily, escapa! - ¡No, no te dejaré solo James!
Estará a vuestro cuidado, Arabella, Sirius, no dejen que nada le pase.
-¡NO! A Harry no, por favor, mátame a mí antes.
Le salvaste la vida, James, No tienes la culpa de nada.
- Muévete mujer, y no te haré daño...
-¡NO! - Arabella despertó vociferando, mientras veía los pocos pedazos de la casa que quedaban en pie.- No... No... A ellos no.
Reaccionó y así estalló en llantos. Había fallado, ahora ni siquiera estaba su ahijado, su misión. Sólo quedaba escapar y avisarle a Dumbledore.
Blosh, blosh, blosh, blosh.
En una solitaria avenida de una aldea remota, en medio de la oscura noche, se oían unos pasos apurados en medio del agua que corría por todos lados después de una cruel tormenta. Aterrorizada, una joven mujer caminaba a su casa luego de haber presenciado a escondidas la terrible perdida de un joven matrimonio amigo.
Lloraba, lloraba amargamente porque no había alcanzado a salvarles. Lo había escuchado todo, lo había dicho todo, pero demasiado tarde. Siempre tarde y ahora nada había sido útil. Toda su vida como Auror se había desvanecido. Incluso más que eso. Sentía que era su culpa, que ella había permitido que los matasen. Ella había fallado.
Faltaba poco para llegar a su destino, al menos tenía que encontrar a Dumbledore lo antes posible... faltaba poco...
-Y ahora... adonde crees que vas. – susurro amenazante en su oído.
-¡¿Quién...?! ¡¡¡NO!!! ¡Suéltame, Peter!
-Shh... Calla, tan solo quédate quieta un instante y... tan solo no recordarás esto... ¡oblivate!
Habían pasado dos días de la desconocida tragedia y la gran victoria. Todo era un caos. Por más que el señor tenebroso hubiera caído, se habían perdido dos vidas más, dos entre muchas, pero demasiado importantes. Al menos había sobrevivido Harry. No lo podía perder. Pero ahora esto. Era casi lo mismo que perder una vida.
Hace pocas horas una asistente del ministerio había encontrado a una joven tirada entre unos matorrales, no muy lejos de los Páramos de Godric. Esta estaba inconsciente, vestía una capa oscura y tenía una rajada en el pómulo. La llevaron al hospital San Mungo y hacía tan solo unos minutos le habían avisado al profesor Dumbledore que había despertado. Vivía de milagro, dos noches bajo lluvia y nieve y sin alimentos no eran algo que cualquier cuerpo pudiera soportar.
Albus caminó por el pasillo, envuelto en una nube de pesares y un sentimiento de culpa indescriptible. Miró hacia arriba y vio que ese era el número de la habitación donde se encontraba la mujer a quien visitaba. Abrió la puerta lentamente y entro intentando no hacer mucho ruido. En la cama del hospital estaba aquella joven mujer, que ahora parecía una niña. Tenía una venda púrpura al lado derecho de la cara, su pelo estaba enmarañado y aún se notaba algo húmedo. Permanecía sentada con las piernas entrelazadas, a lo indio y en sus manos jugueteaba con una argolla fina y dorada la cual miraba con el ceño fruncido, tal como una niña que no entiende qué tiene en las manos.
Levantó la cabeza para mirar a quien había entrado y la bajo de inmediato, ignorándolo. Sin decir una palabra, Albus acercó una silla y se sentó en ella, pacientemente. Pasó un minuto o dos, silenciosos. Luego la joven habló.
-¿Qué es esto? - preguntó tierna y dulcemente, con una interrogante en la voz digna de cualquier niña inocente. Tenía su mano estirada, mostrándole la argolla.
Albus levantó la mirada y se quedó petrificado. Nunca se imaginó que había sido tan grave. Ahora entendía las palabras de la enfermera en la recepción: "Habitación 202, Sr. Dumbledore... le advierto que seguramente no necesitará estar mas de unos minutos ahí…."
Arabella, su querida Arabella, a la que había cuidado por tantos años... había perdido prácticamente la vida. ¿Cómo se lo diría a Marla? ¡Marla! ¡La única persona a quién tenía era a su hija!, vivía por ella. ¡Y a Sirius! Pobre... Le había afectado tanto lo de James y Lily, a la vez que había desaparecido Arabella. Remus había intentado detenerlo, pero ya hacía un día que había desaparecido... y ahora avisarle esto... y además... ¡cómo diantre había sucedido! Nada encajaba... aún menos cuando Arabella apareció en un lugar muy diferente al que donde se suponía que estaría... y... relativamente cerca del valle donde manaban todas sus interrogantes, la victoria, la muerte y un terrible secreto.
