Capítulo V: Restricción





Al llegar, Fawkes se posó en su hombro. Dumbledore lo invitó a sentarse y dijo:



-Harry, no volverás a salir del castillo.

-¡Pero profesor! El Quidditch comienza el próximo sábado.

-Sé que te gusta el Quidditch, yo estaré en los entrenamientos y partidos. Pero no saldrás ni a los terrenos ni a Hogsmeade.

Harry se resignó y volvió a la Sala Común. Ron y Hermione le preguntaron como le había ido, y no se detuvo a contestar. Subió las escaleras, se acostó y corrió las cortinas de su cama. Pensó en Cho, y una terrible nostalgia lo invadió; aparte del sentimiento de culpa que le provocaba. Después de todo, los mortífagos habían estado buscándolo a él.

El lunes las cosas no fueron mejores. Al salir de la clase de adivinación, Harry y Ron comentaban:

-Insufrible, hoy me predijo la muerte con aún más convicción que antes.

-Si con la cosa esa. ¿Cómo se llamaba? ¿I -Ching? Pero no te preocupes, siempre se equivoca.

-¿Y si esta vez tuviera razón?



Harry le contó a Ron lo que había sucedido en el bosque, y también lo conversado con Dumbledore. Se sintió algo mejor, como si se hubiese quitado un enorme peso de encima. Pero al terminar, Ron estaba boquiabierto.

-Oye Harry, eso no puede.



Pero Harry no escuchó el resto, sentía la sensación de flotar típica de cuando se es controlado.



-"mata a tu amigo"- dijo una voz.

-"no, no puedo hacer eso"- dijo otra voz, la voz de Harry.

-"si que puedes, hazlo"

-"no.no" -pensó Harry, aún intentando resistirse. ¿Por qué se le estaba haciendo tan difícil?

-"¡ya!"



Su voluntad se quebró, un chorro de luz salió de la varita de Harry y golpeó a Ron, que cayó instantáneamente al suelo. Hermione, que venía de Aritmancia con un montón de libros, y en ese momento bajaba la escalera, lo vio, pegó un grito, se le cayeron los libros y se abrazó a Ron:

-¡Ron! ¡No! ¡¿Harry, que sucedió?!

-Yo.no lo sé.



Harry se sentía extraño ¿Qué había pasado? Le dolía la cabeza, aunque no por su cicatriz. No recordaba nada de lo que había ocurrido. Vio a Ron en el suelo y lo supo.

-¡Ayúdenme!- gritó, comenzando a desesperarse, pero el pasillo estaba completamente desierto ¿Por qué tenía que pasarle esas cosas a él? De repente, Dumbledore se materializó a su lado.

-Mobilecorpus - dijo y el cuerpo inerte se alzó un poco del suelo.- Vamos a la enfermería.



Llegaron a la enfermería, y recostaron a Ron en una camilla. Harry estaba furioso consigo mismo, por no haberse logrado zafar de la maldición imperius. Hermione dio unas vueltas por la enfermería, preocupada, y cogió a Ron del brazo. Dumbledore comentó:

-La señora Pomfrey no está, que lastima. No ha vuelto de Australia.

-¡¿Cómo?!

-Problemas con los trasladores. Es mucha distancia para los polvos flú y no hay pasaje en transporte muggle. Enervate -susurró, pero aunque se movió un poco, Ron no despertó.- Me temo que no soy como Poppy, le echaron un Desmaius demasiado fuerte, y tendrá que pasar la noche aquí. Y señorita Granger.

-¿Sí Profesor?

-No se ha muerto, suéltelo por favor.



Hermione se puso rojísima y lo soltó rápidamente. Esa noche, al acostarse, Harry miraba lleno de remordimientos la cama vacía de Ron.





Capítulo VI: Más problemas





Al día siguiente, en todo caso, Ron ya estaba de vuelta, aunque le dolía la cabeza como si le hubiesen dado un sartenazo. Fueron todos juntos a Cuidado de seres mágicos, y Hagrid, que estaba de vuelta también, decidió empezar bien de una vez separando al curso en grupos, y entregando a cada grupo un huevo. Tuvieron que mantenerlo caliente y fabricar nidos.



-Es de fénix, a petición del Prof. Dumbledore. Lo criarán en grupos de tres personas, pero deberán llevarlo a los dormitorios. Son muy delicados cuando son recién nacidos, pero en tres días crecen un poco y comienzan a cantar- dijo

-Hagrid, ¿No nos vas a decir en que estuviste estas dos semanas?

-No. Son asuntos de Hogwarts, chicos. Lo siento, pero sé como les gusta jugar a los detectives y no los quiero ver en problemas.- había replicado. Los chicos sabían que Hagrid tenía razón, que lo hacía por su bien, pero se quedaron con las ganas.



De repente, se oyeron chasquidos por todas partes: de los huevos, estaba naciendo un pollito de fénix, casi sin plumas, salvo por una levísima pelusa roja y dorada. Las chicas de Slytherin tenían que disimular como las enternecía el pollito, con su pelusilla rojiza, mientras fabricaban nidos para ellos. Los chicos de Slytherin intentaban tramar alguna trastada para la clase. Draco Malfoy se acercó a Harry y le susurró al oído con toda la cizaña que era capaz de poner en la voz:

-¿Qué pasó, Potter? ¿Murió la sangre sucia, esa Chang? ¿Por qué te alteraste tanto que te vengaste en Weasley en el pasillo, el otro día?

-Lárgate, Malfoy- contestó Harry, con rabia mal contenida- estorbas.

-Sabes que el Señor Tenebroso ha vuelto, Potter. Ya te lo dije una vez, y lo repito. Tú sigue juntándote con el fracasado y esa sangre sucia presuntuosa de Granger, y acabarás como tus padres: Muertos.- la última palabra la dijo lentamente, como saboreando su efecto.



Harry estaba furioso. Hermione lo cogió por la túnica para impedirle que saltara sobre Malfoy, pero Harry ya no era ese niño bajito y flacucho de hace unos años: Se soltó, tiró a Malfoy al suelo y lo golpeó. Éste estaba demasiado sorprendido como para contestar de inmediato, pero se estaba recuperando, y le dio a Harry un puñetazo en el pómulo. Harry, por supuesto, se defendió y aquello ya era francamente una batalla campal. Hagrid llegó a separarlos. Le quitó veinte puntos a Slytherin. Malfoy iba a alegar defensa, pero Hagrid lo cortó diciendo:



-¡Aquí mando yo Malfoy! ¡Tú empezaste a molestar a Harry, así que silencio!- los de Slytherin se callaron al instante, y la clase continuó con "normalidad". El resto de los alumnos asumió una actitud de "Aquí no ha pasado nada". Hermione, por ejemplo, estaba muy entusiasmada con el fénix..

-Hoy se queda en mi habitación, mañana en la vuestra ¿Vale?

-Hermione ¿Qué pasará con Crookshanks?

-Oh, no le hará daño.

-Yo me refería a .

-Ah, claro, hay que buscarle un nombre. Falcore es lindo, ¿No?

-Hermione.

-Si, tiene muchos poderes, son muy útiles.

-Hermione.

-¡¿Qué?!

-Oye, préstame atención. Hermione.

-¡¿Qué diablos te pasa, Ron?!- preguntó Hermione, exasperada.

-¡Olvídalo!- gritó el enojado, mientras el resto de la clase los miraba estupefactos.

-¡Bien!



Harry no intentó saber por que se peleaban, ni siquiera intentó reconciliarlos, así eran ellos, ya quedarían bien. Pasaron un par de días y decidieron olvidarlo.



Una mañana de jueves, sin embargo, Flitwick anunció en el gran comedor:



-Bueno, si me permiten.los Profesores Dumbledore y Mc Gonnagall han debido ausentarse para asistir al concilio de la Orden del Fénix.

-¿La queeeé?- preguntaron todos, desconcertados

-Orden del Fénix.- aclaró Flitwick- Un grupo selecto de magos, como la Orden de Merlín. Pero vamos al punto, el director suplente será el profesor Severus Snape, que acaba de regresar de su viaje.

Snape avanzó entre las mesas y se sentó presidiendo la de los profesores. Sólo los de Slytherin aplaudieron, mientras el resto del salón se sumía en el silencio.



-¡Snape!- murmuró Hermione.- Harry, te va a hacer la vida imposible.



Harry miró la mesa de los profesores. En ese momento, Snape miró hacia él, y puso su típica expresión de odio. Si, le iba a hacer la vida imposible, y Harry lo sabía.

Esa noche, en el dormitorio de los chicos, Harry daba vueltas y revueltas en su cama, sin poder dormir. Ya casi lo había conseguido cuando la voz comenzó a controlarlo nuevamente.



-"Levántate y anda al bosque prohibido"

-"no."

-"¡Anda ya!"



Harry se levantó como un sonámbulo y se encaminó hasta la puerta. Al abrirla, una piar suave y trémulo se escuchó en la habitación y Harry salió de su trance. Era el pequeño fénix.



-Falcore- se había acostumbrado a llamarlo así- eres muy listo. gracias.- le acarició la cabeza, pensando. La voz que lo había estado controlando era la misma que había escuchado la vez anterior, cuando había atacado a Ron. El polluelo se acurrucó contra su estómago, y luego le echó una mirada inteligente. Harry lo dejó en el nido, en la mesa de noche y luego, volvió a la cama, durmiéndose pronto.



Quizá era Falcore, que quería ponerlo sobre aviso, o era una casualidad, o tal vez ninguna de las dos cosas. Como a eso de las cuatro de la mañana, horas después de haberse dormido, a Harry le empezó a doler la cicatriz. Imágenes y voces se introducían en su mente y no podía hacer nada para impedirlo.



-"Colagusano, me preguntaba si tu y ese idiota de Mc Callan ya habían logrado atraer al chico."

-"La verdad, no mi señor- dijo un hombre bajo y calvo, al que Harry conocía demasiado bien para su gusto.- Pero lo hemos estado intentando, ya casi.

-"¡Idiota! Si le di incluso un ojo de dragón. ¿Cómo pudo.? ¡Trae acá!"- dijo Voldemort, apretando la marca en el brazo de Colagusano. Al instante apareció un mortífago. Harry no pudo verle el rostro.

-"¿Sí, mi Señor?"- la voz hablaba en susurros, a Harry le recordaba a alguien, pero no sabía a quien.

-"¡Fallaste idiota! Ya deberías haber sacado al chico del colegio de alguna manera. Pero se hará a mi modo. Dejándotelo a ti no consigo nada. Ahora ¡Crucio!"





Capitulo VII: Control



Harry se despertó con un sudor frío que lo cubría de pies a cabeza, y la cicatriz ardiéndole en la frente, como marcada a fuego. ¿¡Otra vez!? Bueno, ya debería haberse acostumbrado. Lo más probable era que, como Voldemort había vuelto, esa clase de pesadillas fuese haciéndose cada vez más frecuente. Aunque no quería (lo más probable sería que viniera enseguida) tomó la determinación de escribirle a Sirius, tal y como él se lo había pedido.

Querido Sirius:

¿Cómo estás? Espero que mejor que cuando me escribiste la última nota. Perdona que no te haya escrito antes, porque no había podido. Tu me dijiste que te mantuviera informado. Cuando estaba en La Madriguera, la atacaron. Y aquí hay una voz misteriosa que me sigue a todos lados. Sé que tengo que ir con cuidado, pero te cuento esto con la sola condición que no vengas. Tu vida corre peligro aquí, recuerda que en casa del Prof. Lupin casi te atrapan otra vez.

Cuídate

Harry



-Ojalá me haga caso y no venga.- comentó Harry en voz alta. Salió con la capa invisible hacia las lechucerías. Filch rondaba por los pasillos, como todas las noches, y la Señora Norris maulló con desconfianza hacia el lugar donde Harry se encontraba. Le ató la carta a una lechuza del colegio, cosa que hizo que Hedwig se molestase con él. Quiso acercársele, pero ella chasqueó furiosa el pico, y salió volando por la ventana. Cuando volvió, Ron lo estaba esperando despierto:

-Harry, tenme un poco de confianza ¿sí? ¿Qué te ocurre?

Harry le contó todo lo que pasó desde que ese "alguien" comenzó a controlarlo, sin omitir ni el menor detalle. Al terminar, Ron tenía muchas preguntas en mente.

-¿Entonces hay alguien en el colegio que te controla como marioneta cuando se le da la gana? ¿Tienes idea de quién podría ser? ¿Había alguien cerca de nosotros esa vez que me aturdiste? -Eh. no que yo recuerde, Ron.- contestó Harry, incómodo. -No sé Harry, deberías avisarle a Dumbledore.- Ron frunció el ceño. -Bueno, Hedwig no quiere ni verme. Puedo esperar, Dumbledore vuelve pasado mañana. -Espero que no ocurra nada mientras. -No seas pesimista, Ron.- contestó Harry, aunque también estaba preocupado.- ¿Nos levantamos? Ya amanece.

Hermione los estaba esperando abajo. Tampoco dormía bien, al parecer. Les pidió al fénix, para llevarlo a la habitación de las chicas; y luego bajaron a desayunar. Fue un mal día. No peligroso, más bien, desagradable como todos los viernes. Adivinación siempre era mala. Historia de la magia era aburridísima. Pero pociones dobles se había convertido en tortura, ahora que Snape volvía a dar clases, luego de dos maravillosas semanas sin él:

-Trabaje, Potter. Camus ya no está aquí para lamerle los zapatos; ahora mando yo. Al primer paseíto nocturno, lo expulso.

Harry tragó saliva. Sabía que Snape era perfectamente capaz de expulsarlo mientras Dumbledore no estaba. Por estar preocupado, agregó la descurania sophia antes de retirar el caldero del fuego. Chispas de todos los colores brillaban aún por toda la mazmorra al acabar la clase y Snape descontó treinta puntos de Gryffindor.

-Vamos Harry, no te tortures.- le aconsejó Ron- Últimamente has estado sometido a mucha presión. Y ese Snape es un. -Claro- lo cortó Hermione- Anímate, el campeonato de Quidditch comienza este fin de semana ¡Seguro que te eligen capitán!

Harry sonrió, estos si que eran amigos. Eso sí, agotado por el horrible día, se fue a acostar temprano.

Se despertó en mitad de la noche, sin tener idea de porqué. Todavía era noche cerrada, por lo que se podía ver de la ventana. Miró el reloj en su muñeca y aún no funcionaba ("tengo que arreglar ese reloj") Miró, entonces, el de la pared, que le informó que eran las tres y media de la mañana. Ya se había dado vuelta, para volver a dormir, cuando la voz comenzó a controlarlo nuevamente.

"Levántate y ve al Bosque Prohibido"

Y esta vez, el fénix no estaba allí para ayudarle.



Capitulo VIII: En el Bosque Prohibido



Harry se levantó como un sonámbulo nocturno. Caminó por los oscuros corredores, sin saber como fue que Filch y su gata, con quienes se topó dos veces, no lo vieron. Al salir del castillo, Hagrid pasó frente a sus ojos. Él volteó, exactamente viendo hacia donde Harry estaba, pero su vista pasó a través de él, como si no estuviera. Quiso pedirle ayuda, pero no pudo. Una voluntad superior lo sometía, aunque intentó zafarse del control.

Caminando por el sendero, llegó al Bosque prohibido, pero no se detuvo sino hasta que llegó a un claro en el bosque, donde estaba alguien esperando.

-Sabía que vendrías, por fin. Mis esfuerzos no han sido en vano.- Le dijo una voz vagamente familiar, la misma de su sueño.- Sígueme.

Lo arrastró entre zarzas y matorrales, hasta llegar a un claro aún mayor, donde habían reunidos alrededor de veinte mortífagos. Uno de ellos, sujetaba con fuerza del hombro a una figura vestida de blanco. Harry se sintió como si le hubieran golpeado en la cabeza, pero podía moverse y hablar por si mismo. Al parecer, el mortífago lo había liberado de su control.

-¿Ginny?- Preguntó Harry. En un lugar tan oscuro, sin sus anteojos, era incapaz de ver demasiado. -Potter, la frase "ciego como un murciélago" ¿Te dice algo?- se burló uno de ellos- Claro que es la señorita Weasley. -Proponemos un intercambio- dijo otro- Tú por la chica. -¡¡¿Qué?!! -¿No he sido claro? Nos acompañas a dar un pequeño paseo y la soltamos. Niégate y os matamos a ambos. Un movimiento en falso, y será lo último que hagan.

Ginny, que hasta ese momento había estado en silencio, gritó:

-¡Harry, no importa, de veras que no! ¡Escapa!

Estaba muerta de miedo mientras uno de los mortífagos se separó del círculo, y le apuntó con su varita mientras otro hacía otro tanto con Harry. Estaba apunto de matarlos, cuando.

-¡Petrificus Totalum!- gritaron dos personas a la vez. Chorros de luz azul se dispersaron y golpearon a tres de ellos.

-¡Hay alguien aquí! ¡Búsquenlo!- gritó el mortífago que sujetaba a Ginny.- ¡Yo me encargo de vigilar a estos dos!

Todos los mortífagos, salvo el que había hablado, se separaron y comenzaron a rastrear por todo el bosque. Cuando ya estaban solos, una de las dos voces que habían escuchado gritó "Desmaius" El mortífago cayó como una piedra al suelo, aturdido mientras aparecía la borrosa imagen de dos personas.

-Me alegro que estén bien- dijo Ron saliendo de la capa invisible. Hermione estaba con él- Y de que Hermione haya venido también. Nunca me ha salido bien el hechizo petrificador.

-¿Cómo dieron con nosotros?- Preguntó Ginny, con cara de alivio. Al parecer, se había preparado para enfrentarse a un monstruo invisible.

-Fue fácil.- Contestó Ron- Harry, hiciste algo de ruido al levantarte y me despertaste. Ya sabes, generalmente, escucho el vuelo de una mosca y despierto. Saliste de la habitación hacia la Sala Común y te seguí, pues caminabas muy raro, con la mirada perdida, bastante tieso. -En el caso de Ginny- continuó Hermione- Falcore me despertó, y me tironeó el pijama para que me asomara a la escalera. Entonces vi a Ginny salir de la misma forma que Harry... bajé y me encontré con Ron en la Sala Común. Apenas le conté, se puso pálido y subió corriendo a buscar la capa invisible. No tuvimos mucha dificultad para seguirlos, salvo en esa parte llena de zarzamoras. ¿Cómo se las arreglaron para pasar por allí? -No me lo recuerdes por favor. Me rasguñé entero. Ahora, ¿Qué les parece si vemos quien es este?- dijo Harry, mientras Ron le pegaba un puntapié al mortífago caído. Harry le sacó la mascara y se llevó un susto de muerte. -¡¡¡Snape!!!

En ese momento, Snape de levantó, cogió del cuello a Harry y lo alzó del suelo, sonriendo malignamente. Le dio un fuerte sacudón mientras comentaba:

-Potter ¿Crees tú que un par de imbéciles de quinto año van a aturdirme por mas de cinco minutos? Has de saber que no es nada fácil. Me temo que tendré el enorme gusto de expulsarlos del colegio.



Capitulo IX: La Orden del fénix



Snape los condujo hasta su habitual despacho cerca de las mazmorras. No los dejó volver a las habitaciones.

-¿Qué irá a pasarnos?- se preguntó Ginny -Es obvio, nos van a expulsar. Por lo menos a mí.- Contestó Harry, con evidente mal humor.- Me odia.

Tuvieron, pues, que acomodarse lo mejor que pudieron por un par de horas, hasta que amaneció. Snape apareció frunciendo el ceño, al parecer, las cosas no habían resultado como él esperaba:

-Tienen suerte. Dumbledore dice- Dijo rechinando los dientes- que SOLO soy un suplente, que esto debe decidirlo él. Iremos al Tribunal del Fénix, donde está ahora. Vamos, andando. Y no quiero preguntas.

No los dejó ni siquiera ir al comedor a desayunar. Apuntó a la mesa con la varita y aparecieron cuatro tazones de leche y nada más. Quizá tenía le esperanza de que murieran de hambre antes de llegar. A empujones los trepó al tren y a empujones los bajó cuando llegaron al atardecer a Londres.

Caminaron por varias cuadras, mientras los muggle los miraban a causa de la túnica negra de Snape. Llegaron al Callejón Diagon. Algo que no habían visto antes en el lugar los sorprendió a todos. Un gran edificio blanco se alzaba justo al lado de Gringotts. Snape los hizo entrar y los llevó a una sala de espera, mientras él entraba a través de unas puertas doradas. Pasó cerca de media hora y un mago bajito de túnica blanca les indicó que pasaran.

Era bastante impresionante entrar allí y ver a esos cien magos vistiendo de rojo y dorado, los colores del fénix. Los hicieron sentarse en unas sillas, que, para sorpresa de Harry, se les enroscaron con cadenas en los brazos y las piernas para que no se movieran.

-¡¡¿Que hicimos para que nos traten como a delincuentes?!! -¡Silencio!- gritó un mago que estaba sentado en un estrado; parecía ser el presidente del concilio.- Profesor Severus Snape, se le llama a testificar. Relate su versión, por favor. -Verá, su señoría- comenzó Snape con un brillo de odio en su mirada.- Esa alumna, Ginny Weasley, se levantó esta madrugada a las cuatro de la mañana a hojear libros de la sección prohibida de nuestra biblioteca, donde yo la sorprendí. Fue llevada inmediatamente a mi despacho. Pero el alumno Potter rondaba por el lugar con su capa invisible y lo vio. Dio aviso a esos dos e intentaron rescatarla, atacándome de una forma que yo no creí posible. Propongo pena de expulsión para Potter, es el cabecilla del grupo. A Harry no le cabía en la cabeza. Sabía que Snape lo odiaba, pero ¿Era capaz de mentir de esa forma solo para verlo fuera del colegio? La injusticia lo hizo salirse de sus casillas:

-¡¡¡Mentira!!!- Gritó. -Eso no fue lo que. -¡Orden!- gritó el mago del estrado- Los que estén en favor de la pena propuesta, levanten la mano. Harry observó con desaliento como todas las manos, menos las de Dumbledore y Mc Gonnagall se alzaban.

-Muy bien- Prosiguió el presidente- Entonces decreto expulsión para el alumno Harry Potter. La ceremonia de Quiebre de Varita será fijada para el día. -¡Un momento, por favor!- gritó Dumbledore y todos los rostros se volvieron hacia él- He aquí algo que debe ser revelado. Esa varita no debe quebrarse, pues contiene el mismo núcleo que la de Lord Voldemort.

El jurado se agitó; muchos se taparon los oídos. Un mago del jurado, gritó en la tercera fila:

-¿Qué tiene eso que ver? Estamos aquí para sancionar a alguien, no para discutir sobre su varita. -¡¡Por dios!!- gritó la Prof. Mc Gonnagall- ¡Creí que sabías algo mas sobre la ciencia de las varitas, Dasinski! Si la varita de Harry es destruida, se perderá toda esperanza de vencer al Que - no - debe - ser - nombrado.

Nuevo revuelo. El presidente meditaba lo que la Prof. Mc Gonnagall acababa de decir. Al fin, suspiró:

-Ha lugar. Se respetará la varita del muchacho, pero este será expulsado de todas maneras. Fin de la sesión.

Los cien magos y brujas de la sala salieron. Las sillas se desenroscaron y Harry y sus amigos pudieron moverse, algo entumecidos por la presión de las sillas.